Este artículo tiene su origen en una preocupación actual: el interés por recuperar las campañas electorales como instrumentos de agitación revolucionaria entre los trabajadores, combatiendo tanto las tendencias a la adaptación política de la izquierda a los marcos de la democracia capitalista como el refugio en las posiciones sectarias adaptadas a la marginalidad política. La reivindicación de la lucha electoral como un terreno de la lucha de clases, de la vigencia del frente único y el combate a la integración de la clase obrera a variantes de colaboración de clases, la cuestión de los métodos de lucha parlamentarios y extraparlamentarios, en un cuadro de lucha por un gobierno de los trabajadores, tienen una importancia fundamental para la izquierda actual. Alejada de los métodos del marketing electoral, la política electoral de los bolcheviques, parte de un análisis sólido del rol de las clases, y los partidos en la lucha política, una caracterización que sirve de base para orientar la tarea electoral y parlamentaria para desarrollar la conciencia y fortaleza del proletariado en la lucha por el poder político. En una etapa de bancarrota capitalista, crisis políticas y rebeliones populares, donde las tendencias disolventes del régimen social ponen a prueba todas las estructuras políticas tradicionales, se vuelve a producir, como en aquella época, un verdadero laboratorio político para la izquierda. Bienvenido sea.
Los partidos de la Segunda Internacional, antes de la Primera Guerra Mundial, recurrieron a la intervención electoral de forma sistemática. Esta intervención posibilitó progresos políticos importantes y, especialmente en Alemania, hizo posible la formación de amplias bancadas parlamentarias de izquierda. La adaptación al parlamentarismo, sin embargo, fue uno de los elementos que contribuyó al abandono del programa revolucionario de la socialdemocracia europea, a partir de la Primera Guerra Mundial. En términos generales, sin embargo, la definición de un ala reformista al interior de la Segunda Internacional es anterior a 1914.
En Rusia, en cambio, la intervención electoral bajo la autocracia presentó perfiles particulares. La convocatoria a elecciones a la Duma fue parte de una respuesta de la autocracia frente al proceso revolucionario de 1905. La primera convocatoria, a mediados de 1905 fracasó barrida por la oleada de la revolución. La segunda convocatoria a la primera Duma, que se realizó finalmente, pudo hacerse sólo sobre la base de la derrota de la revolución de fines de 1905, y se llevó adelante en el marco de una fortísima represión contra las organizaciones populares. Las convocatorias a la Duma fueron parte de un intento, finalmente fallido, de modificar el régimen político de la autocracia para establecer un marco de compromisos entre el zar y los liberales, cooptando al ala derecha de la revolución de 1905. Esto determinó que el debate sobre la presentación o no a elecciones y, por sobre todo, sobre con qué política debían intervenir los socialistas, cobrara rasgos novedosos. Este artículo busca reconstruir esos debates y alternativas en el período que va desde la revolución de 1905 hasta las elecciones de enero de 1907, a la II Duma del Estado. Especialmente, nos interesa reconstruir los planteos de Lenin para abordar las elecciones.
Nada más contrario al pensamiento político de Lenin que abordarlo como un recetario. Por el contrario, la política de los bolcheviques en la revolución de 1905 es el resultado de una evaluación concreta de la acción de los partidos y tendencias políticas rusas, que estaba condicionada, por supuesto, por la naturaleza histórica de las relaciones sociales y de la revolución en curso en la Rusia zarista. Pero no se trata de derivar en forma mecánica la acción de los partidos de su naturaleza de clases, sino de apreciar la situación concreta para orientarse y orientar a la clase obrera en la acción revolucionaria.
Por eso, nos interesa, además de analizar las conclusiones a las que llegaron los bolcheviques al abordar las elecciones, el método de análisis y de intervención política puestos en práctica para llegar a estas conclusiones.
Todas las citas de Lenin corresponden a las Obras Completas publicadas por Editorial Cartago, Buenos Aires, 1960, excepto que se aclare lo contrario.
La primera etapa: del boicot a la revolución
A principios del siglo XX, Rusia continuaba siendo una autocracia gobernada por el zar y una casta de nobles de naturaleza feudal. Las relaciones sociales en el campo todavía eran más propias del feudalismo que de un país avanzado. El campesinado no tenía la propiedad de las tierras y estaba sometido por todo tipo de relaciones de sojuzgamiento a los nobles y terratenientes. Las reformas agrarias llevadas adelante por la autocracia (las reformas de Stolypin) habían sometido aún más al campesino por el terrateniente, estableciendo mecanismos de “rescates” para acceder a las tierras que habían arruinado al campesinado. El atraso en el campo ruso era proverbial. Al interior de la comunidad campesina existían todavía formas de propiedad comunal.
Sobre este trasfondo se fue desarrollando en las ciudades una industria fabril impulsada por inversiones extranjeras, lo cual fue creando un proletariado numeroso y cohesionado. El primer gran desafío a la autoridad del zar y a todo este régimen social en el siglo XX fue la revolución de 1905, que llevaría a las primeras convocatorias electorales a la Duma (un parlamento aunque sin atribuciones soberanas) del Estado.
La revolución de 1905 fue preparada por un largo período de agitación y organización entre la clase obrera y el campesinado, que incluyó fases de huelgas y, fundamentalmente, la organización partidaria de la socialdemocracia en dos tendencias principales, pero también de partidos y tendencias de la pequeña burguesía campesina que abogaban por el fin de la autocracia.
La revolución comienza con la jornada de movilización del 9 de enero, cuando 140.000 obreros y campesinos se movilizaron en San Petersburgo, abriendo un escenario revolucionario. La movilización, encabezada por el cura Gapón, llevaba un petitorio dirigido al zar, además de imágenes de éste. A pesar de este planteo pacífico, la movilización fue brutalmente reprimida por la policía, dejando como saldo cientos de muertos en las calles. Se trató del primer acto de la gran revolución rusa; por así decirlo, su bautismo de fuego.
La movilización se produjo en un cuadro de crisis del gobierno, que se fue agudizando durante ese año, con las derrotas en la guerra ruso-japonesa. La dura represión del 9 de enero, en lugar de contener la situación, creó las condiciones para movilizaciones más masivas y conscientes. El desarrollo de la crisis política fue agudizando la movilización popular, tanto entre los trabajadores como también entre los sectores medios y la burguesía liberal.
Los levantamientos de tropas jugaron también un rol importante: en junio se produjo la insurrección del acorazado Potemkin, un botón de muestra de todo el estado de ánimo de las guarniciones zaristas, que sufrían condiciones terribles de opresión durante la guerra con los japoneses. En este contexto, el gobierno lanzó la convocatoria a la Duma.
La primera convocatoria a elecciones para la primera Duma, la llamada “Duma de Bulygin”, se produjo a mediados de 1905. Fue un intento de respuesta al desarrollo revolucionario. La forma de elección era totalmente antidemocrática y prácticamente no permitía la presentación de los partidos socialistas ni la intervención del movimiento obrero. Los bolcheviques y todos los partidos socialistas y socialrrevolucionarios convocaron al boicot a la elección.
Sin embargo, la unanimidad en cuanto al boicot se produjo en el marco de un debate estratégico entre los socialistas sobre las perspectivas de la revolución. El centro del debate era la cuestión de la consigna, levantada por los bolcheviques, de “gobierno provisional revolucionario”.
Lenin oponía, a la participación electoral, el llamado a la clase obrera a la insurrección y la preparación sistemática de la misma. La preparación de la insurrección incluía, por supuesto, la cuestión del armamento de la clase obrera, un tema en el cual Lenin insiste especialmente en diversos artículos durante 1905, antes de la huelga general de octubre -en el lapso de la cual se forman por primera vez los soviets. Para Lenin, el objetivo de la insurrección debía ser la conformación de un gobierno provisional revolucionario.
La posición de Lenin centraba el problema en la cuestión del poder y no en la creación de organismos parlamentarios ni en la convocatoria a una asamblea constituyente. ¿Qué poder soberano podría tener una asamblea constituyente convocada en el marco del régimen zarista, con la represión, las tropas y los servicios velando a favor del gobierno zarista, sin siquiera libertad de reunión y de prensa? Lenin hacía especial hincapié en esta consigna, para cortar con las ilusiones de que una apertura democrática podría ser compatible con la subsistencia del régimen zarista.
En realidad, la cuestión del gobierno provisional revolucionario se combina con otra cuestión, que nos lleva directamente al problema de la naturaleza y las tareas de la revolución: ¿la clase obrera debía participar del gobierno provisional?
En este punto comienzan a dividirse con especial claridad las posiciones de las dos alas de la socialdemocracia rusa. Los mencheviques sostenían una posición contraria a la participación de los partidos de los trabajadores en el gobierno. Para esta tendencia, la revolución rusa era una revolución burguesa y que, por lo tanto, la clase que debía encabezarla era la burguesía, a través de sus propios partidos. La participación de la clase obrera en el Gobierno Provisional llevaría una “colaboración de clases” con la burguesía. ¿Cuál debe ser, entonces, el rol de la clase obrera? Organizarse para la insurrección, pero, inmediatamente luego de la caída del zar, pasar inmediatamente a la oposición, para preparar una oposición de clase al gobierno encabezado por las diferentes alas de la democracia burguesa (Lenin: “Sobre el Gobierno Provisional Revolucionario”, T. VIII, pp. 461 y ss.).
En opinión de Plejanov, la clase obrera debía organizar una oposición “por abajo” al nuevo gobierno, y desde allí presionar por el logro de sus objetivos, pero no transformarse ella misma en un factor de poder. Para ello habría que esperar a la fase de la revolución socialista, que vendría precedida de un largo desarrollo de la democracia burguesa.
Desde el principio, todas las variantes de la socialdemocracia rusa admitían que la revolución sería una revolución burguesa. Rusia era un país atrasado, donde el desarrollo capitalista en las ciudades, que había dado origen a una clase obrera numerosa, se combinaba con el atraso en el campo, donde pervivían relaciones de servidumbre y un campesinado (90 millones) empobrecido y sumido en el atraso.
Sin embargo, Lenin defendía la participación de los trabajadores en el Gobierno Provisional Revolucionario, en el bloque de fuerzas junto a la “masa del pueblo” con aspiraciones democráticas, cuyas reivindicaciones son las de la revolución democrático-burguesa. Lenin se delimitaba, así, tanto de quienes niegan la necesidad de la participación de la clase obrera en el poder, como de quienes, como Trotsky o Parvus, sostenían ya que “el gobierno provisional será, en Rusia, un gobierno de la democracia obrera” (“Socialdemocracia y Gobierno Provisional Revolucionario”, T. VIII, pp. 275 y ss., “Sobre el Gobierno Provisional Revolucionario”, T. VIII, pp. 461 y ss.).
Según Lenin, el Gobierno Provisional Revolucionario debía convocar una asamblea constituyente y llevar adelante un pliego de reclamos: el otorgamiento de la tierra a los campesinos, sin rescates de ninguna clase, el establecimiento de todas las libertades de reunión y asociación, y la libertad para el movimiento obrero para pelear por sus reclamos.
La posición de defensa de la consigna del Gobierno Provisional revolucionario también apuntaba a otro debate: Lenin se oponía a la consigna menchevique de la creación de organismos de “auto-organización” u organismos parlamentarios “de bases” que no tuvieran una ligazón directa con la lucha por el poder. Esta polémica se desarrolla luego fuertemente en ocasión del balance de la acción de los soviets, sobre los cuales sostiene Lenin, en 1906: “El encarcelamiento de los soviets dio una lección muy importante a los obreros: mostró cuán peligroso es confiar en el pseudo constitucionalismo, cuán poco sólida es una ‘autoadministración revolucionaria’ sin el triunfo de las fuerzas revolucionarias, cuán insuficiente es una organización temporaria sin partido, que algunas veces puede complementar -pero nunca sustituir- una organización partidaria de combate firme y centralizada” (Lenin, “La Duma del Estado y la táctica socialdemócrata”, T. X, p.100).
¿Por qué debía participar entonces la clase obrera en el Gobierno Provisional? En primer lugar, por ser la clase más avanzada y tenaz en la lucha contra la autocracia, para defender al gobierno revolucionario, afianzarlo y extender sus conquistas. Esto implicaba llevar adelante la “dictadura revolucionaria de obreros y campesinos” para aplastar a la contrarrevolución y garantizar la puesta en pie de un nuevo régimen social. En segundo lugar, para pelear, desde el poder, por las reivindicaciones del “programa mínimo”: los reclamos obreros compatibles con el desarrollo burgués, que al no ser todavía socialistas, debían llevarse adelante en el marco de una revolución burguesa. La participación de la clase obrera en el gobierno no ponía así en cuestión el carácter burgués de la revolución.
La posición concreta de Lenin sobre este problema se va desarrollando conforme la burguesía liberal y sus partidos van dando pasos concretos en torno de la búsqueda de un entendimiento con el zar. En junio de 1905, una asamblea de representantes de los zemstvos y de la burguesía liberal encomienda a una comisión el pedido de audiencia con la corte para solicitar la convocatoria a una representación popular electa (“Los primeros pasos de la traición de la burguesía”, Lenin, T. VIII). Posteriormente (“Revolucionarios de guante blanco”, Lenin T. VIII), la reunión se produce y el zar promete la convocatoria a elecciones.
Estas negociaciones de la burguesía liberal con el zar van de la mano con el desarrollo de otra posición, cardinal y de clase: la negativa a conformar una milicia con el armamento general de la población. Esta milicia hubiera implicado armar a la clase obrera, algo que la burguesía liberal rusa no estaba dispuesta a llevar adelante bajo ningún punto de vista. Trotsky, en su obra Resultados y perspectivas (ediciones varias, capítulo “1789, 1848, 1905”) saca de esta situación la conclusión fundamental de que el triunfo de la revolución rusa está indisolublemente atado a la lucha por el poder para la clase obrera, en una etapa en la cual, a diferencia de su fase de ascenso revolucionario, la burguesía se destaca por su conservadurismo político.
Lenin condensó estas conclusiones sobre el rol de la burguesía liberal en la Revolución Rusa en su obra Dos tácticas de la socialdemocracia en la Revolución democrática, de mediados de 1905 (Lenin, T. IX).
Se va configurando así un escenario en donde la clase obrera recurre a medidas de lucha cada vez más avanzadas, mientras la burguesía liberal busca una salida por medio de la negociación con el gobierno. La “constitución” de Buligyn, que promovía la convocatoria a esta primera Duma del Estado, se produce en el marco de estas negociaciones, y la burguesía liberal convoca a elegir representantes. Por eso, la posición del boicot y la preparación de la insurrección se combinan, en los momentos previos a la gran huelga de octubre, con la denuncia de este regateo entre la burguesía liberal y el zar sobre el carácter de la nueva constitución.
Sin embargo, en su intento de buscar una salida “ordenada” a la crisis política abierta, la burguesía liberal fracasa. Por un lado, la constitución de la constitución de Buligyn no satisface a nadie, no garantiza la libertad de reunión ni asociación e incluso los periódicos liberales son clausurados. Por otro lado, y esto es lo más importante, la insurrección de octubre barre con este intento de componenda. El boicot a la convocatoria electoral farsesca del zar, la agitación en pos de la insurrección y el Gobierno Provisional revolucionario, al empalmar con la movilización política de las masas, contribuyó a crear las condiciones para la revolución de octubre de 1905.
La insurrección de octubre es detonada por un reclamo menor del gremio de los tipógrafos y se extiende como huelga general revolucionaria a toda Rusia. En este cuadro, la clase obrera crea sus propios organismos de deliberación, los soviets de diputados obreros, campesinos y soldados, que actúan como un “centro político” de la insurrección, los cuales agrupan al conjunto de los partidos y tendencias revolucionarias en las principales ciudades.
La huelga general de octubre obtiene, por parte del zar, lo que no había obtenido el regateo de los constitucionalistas: un documento escrito comprometiéndose a garantizar la libertad de reunión, de asociación y de prensa, la convocatoria a elecciones libres y comprometiéndose a satisfacer un conjunto de reclamos de la revolución.
El zar se compromete en octubre a convocar a la II Duma del Estado. Sin embargo, toda su política durante octubre y noviembre se encamina a quebrar el movimiento revolucionario. El movimiento huelguístico, sin fuerza suficiente para imponer una salida política propia, se va desgastando y dando la ocasión a la autocracia de volver a tomar la iniciativa. En diciembre, una nueva insurrección, la insurrección de los bolcheviques de Moscú, es nuevamente derrotada. En forma posterior a la derrota de la revolución, en un marco de detenciones políticas generalizadas, ilegalización de los periódicos opositores y otras medidas represivas, se convocan las elecciones a la primera Duma del Estado.
Durante el transcurso de esta primera fase, la posición original de Lenin sobre la dictadura democrática de obreros y campesinos (en la cual, recordemos, no se desarrolla a fondo el problema del rol de la burguesía liberal en el curso de la revolución) se va clarificando con el transcurso de los sucesos revolucionarios hasta cristalizar en una caracterización de los partidos políticos de la burguesía liberal rusa y de sus tendencias a la negociación con el gobierno. Luego de la insurrección de diciembre, Lenin escribe, en un texto sintomático, que, una vez el proletariado en el poder, la burguesía pasará a la contrarrevolución arrastrando tras de sí a un sector del campesinado acomodado y medio, y que la derrota de esta contrarrevolución, unida al desarrollo de la revolución en Europa, conducirá a una nueva revolución, esta vez de carácter socialista. Con estas posiciones, el balance de la revolución de 1905 acerca a Lenin a las posiciones de Trotsky sobre la naturaleza de la Revolución Rusa (“The Stages, the trends, and the prospects of the revolution”, Lenin, T. X, en www.marxists.org).
El boicot a la Duma de Witte
No es el objetivo de este texto hacer un balance exhaustivo de las jornadas revolucionarias de octubre y diciembre de 1905. Baste tener en cuenta, por un lado, que fue la experiencia revolucionaria más avanzada de la clase obrera y los campesinos rusos en el marco de la revolución y, por otro, que el movimiento no encontró fuerzas para derrotar a la monarquía. En efecto, en diciembre de 1905 fue derrotada la insurrección bolchevique en Moscú, que representó el último gran episodio de esta etapa de la revolución. Interesa analizar cómo, a la luz de esta experiencia, se va forjando la posición de ambas fracciones de la socialdemocracia rusa frente al problema electoral.
Como dijimos, la convocatoria a la Duma de Witte se produjo luego de derrotada la insurrección de diciembre y de nuevo buscando una salida de estabilización política frente a las enormes presiones revolucionarias que enfrentaba el zarismo. El zarismo buscaba, por otro lado, una fachada democrática frente a una presión del capital internacional, que para garantizar créditos exigía normalizar la situación política -lo cual implicaba integrar al régimen político, al menos, a los partidos de la gran burguesía.
En la socialdemocracia, que atravesaba un proceso de unificación, se produjo un debate: estando de acuerdo en que la tarea central era la denuncia del carácter manipulador de la representación de la Duma y de la necesidad de volver a preparar las condiciones de la insurrección contra el gobierno, los bolcheviques proponían boicotear las elecciones, en tanto los mencheviques propusieron presentarse, aunque sólo para la primera fase de las elecciones, en las que se elegían compromisarios, y no para la segunda, donde se elegían electores a la Duma.
La táctica de los mencheviques estaba fundada sobre una concepción según la cual la socialdemocracia debía apuntar a formar autogobiernos locales, en cada uno de los distritos. Esta táctica fue siempre combatida por Lenin, quien la consideraba distraccionista respecto del objetivo de la formación de un Gobierno Provisional -que implicaba el fin de la autocracia- y, por sobre todas las cosas, utópica. El contrapunto se produjo durante los debates preliminares de convocatoria al congreso de unificación.
Los bolcheviques convocaron a boicotear la elección en la Duma. El boicot tenía motivos precisos. En primer lugar, la Duma no era un parlamento europeo, sino una institución cuasi consultiva cuya autoridad estaba limitada por el monarca. En segundo lugar, tampoco había, en un período contrarrevolucionario, condiciones de libertad de agitación para participar con banderas propias en la campaña electoral. Por ello, el rol central de los socialdemócratas debía diferenciar con claridad la Duma de la verdadera representación popular, y sobre esa base, llamar a organizarse para la lucha contra la autocracia. Por último, la participación electoral, en opinión de Lenin, hubiera llevado agua al molino de la burguesía liberal, que quería utilizar la Duma como una plataforma para un acuerdo con la monarquía zarista.
Mientras que los bolcheviques convocaban al boicot, los mencheviques llamaron a participar eligiendo compromisarios, que luego deberían concurrir a las asambleas para elegir electores (que, a su vez, elegían a los parlamentarios, en un sistema de tres niveles de elección) para desarrollar una posición revolucionaria y llamar a formar un auto-gobierno. Bajo la presión de la represión, sin embargo, los compromisarios mencheviques, en diversas localidades, violaron las directivas partidarias y, siendo forzados por la situación, votaron electores. De esta forma, a partir de la intervención menchevique, se terminó formando un bloque parlamentario en la primera Duma del Estado.
El debate sobre el boicot se conecta con un intercambio sobre la situación concreta. ¿Cual era el alcance del triunfo contrarrevolucionario del gobierno? Si el triunfo de la contrarrevolución tenía un carácter permanente, abría la posibilidad de un período de larga estabilidad política, o si, por el contrario, se trataba de un episodio en una etapa de características revolucionarias que continuaba abierta. Si se trataba de un período de estabilidad política parlamentaria, correspondía adaptar las consignas políticas dejando de lado los planteos insurreccionales. Si, por el contrario, se trataba de una etapa revolucionaria abierta, la contemporización con un intento de seudo constitucionalismo seria distraccionista respecto del objetivo de preparar a las masas para la lucha por el poder.
En este debate Lenin fija posición en favor de la segunda variante: la de que la etapa de la revolución no está cerrada (Lenin, “La revolución Rusa y las tareas del proletariado”, T. X, p. 135). Como en general ocurre, entre ambas variantes previstas, la realidad escogió su propio camino: un largo período de represión con contragolpes y movilizaciones, luego la guerra y, finalmente, la revolución de 1917, que validó en forma tardía la caracterización política bolchevique de 1905.
El resultado de las elecciones: la Duma cadete y la intervención de la social democracia
El Partido Democrático Constitucional -cadete- fue el gran ganador en las elecciones de la I Duma del Estado, triunfando ampliamente sobre todas las variantes monárquicas (los centurionegristas y los octubristas). Como resultado, se formó una Duma con mayoría cadete. Los electores socialdemócratas resultaron electos sobre la base de acuerdos con los cadetes, en contra de los representantes directos de la autocracia en las asambleas de electores.
Los cadetes eran miembros de uno de los dos partidos en los cuales se había dividido la burguesía rusa. En octubre de 1905 se divide el viejo partido de los oszbovozdenistas, en octubristas y cadetes. Los octubristas eran directamente el partido de la gran burguesía, los propietarios fabriles. Los cadetes, en cambio, agrupan a la pequeña burguesía liberal, los abogados, intelectuales, escritores, periodistas. Este partido, como partido opositor al zar, manejaba una gran cantidad de periódicos legales y ejercía una enorme influencia sobre la pequeña burguesía y los trabajadores “de cuello blanco” de las ciudades. Los octubristas, un partido legalizado por el régimen, tenían acuerdos mucho más firmes con la nobleza y el zar que los cadetes. Los cadetes oscilaban entre la pequeña y la gran burguesía, entre los acuerdos con el zarismo y el movimiento revolucionario, en la búsqueda de una reforma de la autocracia que, a mediano plazo, se demostró incompatible con las bases sociales del zarismo.
Los cadetes obtuvieron una victoria electoral por amplio margen al canalizar el voto de todos los elementos descontentos con el gobierno, en ausencia en las elecciones de los partidos revolucionarios. En las elecciones de San Petersburgo, los cadetes obtuvieron los 160 escaños en juego (Lenin, T. X, p. 297). Se trataba, en este carácter de una representación parlamentaria que se ubicaba marcadamente a la derecha de las fuerzas sociales que habían votado por ella. Contrariamente a los fuertes choques sociales característicos de la etapa, la posición de los cadetes -y de un ala del gobierno- tendía fuertemente a un compromiso político con el zarismo.
La formación de este bloque en la I Duma tuvo importancia en la táctica socialdemócrata. La Duma comenzó pronto a chocar con el zar respecto a diferentes problemas. El período de sesiones coincidió con una reanimación de la lucha de clases extraparlamentaria, especialmente en las provincias. Los diputados socialdemócratas electos apuntaron a transformar a la Duma en una tribuna para una agitación política por el fortalecimiento de las luchas obreras y el derrocamiento del gobierno por medio de una movilización extraparlamentaria (ver, por ejemplo, “La Duma y el pueblo”, T. XI).
La política de la mayoría cadete dentro de la Duma no fue ésa. El punto fundamental del reclamo de los cadetes dentro de la Duma fue la exigencia al gobierno de la formación de un gabinete electo por la propia Duma. Se trataba de un intento de transacción entre el zarismo y la burguesía liberal para formar un cogobierno, respetando en lo fundamental los poderes de la autocracia. Dentro del propio bloque socialista se dio un importante debate respecto de la posición a adoptar frente a esta exigencia, dado que un sector de la fracción parlamentaria apoyaba la posición cadete. Lenin desarrolló toda una pelea política en contra de que el bloque socialdemócrata aceptara reclamar el Gabinete surgido de la Duma.
Paralelamente, los cadetes apoyaron medidas represivas del gobierno contra el ala izquierda, tanto en el plano extraparlamentario (votando a favor de proyectos represivos, por ejemplo, contra la libertad de reunión) como también en la propia Duma, apuntando a limitar la posibilidad de debate.
El otro punto central en el balance de la acción de la Duma del Estado es la formación del llamado grupo trudovique (Partido del Trabajo). Estos eran los representantes de los partidos cercanos al campesinado, los socialrrevolucionarios, también llamados “eseristas”. El grupo trudo- vique osciló en la Duma entre el apoyo a los cadetes y el bloque con los socialdemócratas.
¿Qué importancia tiene la formación del grupo trudovique? Lenin había previsto, en su obra Dos tácticas… la delimitación progresiva de la burguesía rusa en dos alas, una revolucionaria, constituida por el campesinado, y otra de conciliación: la burguesía liberal. El grupo trudovique, oscilante entre los cadetes y los socialistas, representaba para Lenin, políticamente, esta burguesía revolucionaria, que debía ser una aliada irremplazable, por su peso social, de la clase obrera en la revolución democrática, pero que, en ausencia de una posición firme del ala izquierda, caía bajo la influencia cadete. El hecho de poder formar un bloque con este grupo en la Duma, para Lenin, mostraba la posibilidad de delimitar, en los hechos, a este sector, para arrancarlo de la influencia de la burguesía liberal.
Las posiciones de los cadetes sobre la formación de un Gabinete surgido de la Duma no llegaron a prosperar. Nuevamente, la autocracia pegó un golpe de mano y disolvió la Duma, haciendo uso de atribuciones legales. Esta disolución de la Duma tuvo consecuencias importantes, porque dejó nuevamente al desnudo la endeblez de la idea de combinar una representación electa “constitucional” con la monarquía zarista.
Los límites para un acuerdo eran fuertes de ambos lados. Por el lado de los cadetes, un acuerdo exitoso con el gobierno hubiera implicado romper con la base popular que los había llevado a la Duma. Por el lado del gobierno, implicaba hacer concesiones que la nobleza y la corte no estaban dispuestas a hacer, porque consideraban que una ampliación de las libertades democráticas condicionaba su propia supervivencia.
En última instancia, el progreso de este tipo de cogobierno sólo hubiera sido viable a largo plazo con la derrota de la revolución. La evolución “burguesa” de Rusia, bajo esta forma de dictadura monárquico-liberal, podría haber seguido el rumbo de un desarrollo capitalista organizado “desde arriba”. Pero como vemos, esta variante de colaboración política implicaba la derrota de las perspectivas de la revolución y la adaptación del zarismo a concesiones que, por su propia base política y social, no estaba dispuesto a llevar adelante.
El balance de la disolución de la Duma es instructivo políticamente: los cadetes, luego de las elecciones, aparecían en el centro de la situación política. Su táctica de negociación con el gobierno, su negativa a convocar a movilizarse en forma directa, los hizo perder la iniciativa. Bajo la idea de “cuidar la Duma”, para evitar provocar, mediante la movilización popular, un choque con el gobierno, desarmaron su propia posición e hicieron posible la disolución de la Duma. No hubo una respuesta general a la disolución de la Duma y nuevamente quedaba planteado el problema de la incapacidad de los métodos parlamentarios para enfrentar al zarismo. Este fracaso ponía nuevamente en el orden del día el debate sobre los métodos para enfrentar al gobierno y, fundamentalmente, la vigencia de la huelga general y la insurrección.
La convocatoria a la II Duma y el debate sobre el frente electoral
En este cuadro, y en un artículo central, Lenin considera que el balance de la I Duma del Estado hace necesario revisar la táctica del boicot electoral. Las elecciones, la formación de la Duma y el debate en su interior produjeron una clarificación de posiciones y una tribuna parlamentaria de la cual la clase obrera no podía renunciar. En este cuadro, los bolcheviques resuelven presentarse nuevamente a elecciones en el caso de una nueva convocatoria (“Disolución de la Duma y las tareas del proletariado”, Lenin, T. XI). La experiencia del fortalecimiento electoral del bloque de los liberales, arrastrando tras de sí a la masa del pueblo que había protagonizado las grandes jornadas revolucionarias, junto al balance de la acción de los diferentes bloques legislativos en la primera Duma, abonó la conclusión de la necesidad de una intervención electoral para presentar un bloque de fuerzas liderado por la socialdemocracia.
El debate se trasladó inmediatamente a qué política se debe llevar adelante y con qué métodos abordar la nueva campaña electoral para la II Duma del Estado, que se produce pocos meses después. El dilema central es el siguiente: ¿qué bloques de fuerzas debían enfrentarse en las elecciones? Como hemos visto, los cadetes ganaron con amplitud las primeras elecciones a la Duma, superando a las centurias negras, el partido monárquico -zarista. ¿Debían los socialdemócratas formar un bloque común con los cadetes contra los partidarios de la monarquía o presentar listas propias?
Los argumentos en pos de la primera opción, presentados fundamentalmente por Plejanov al interior del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata Ruso) Unificado, pasaban fundamentalmente por la necesidad de enfrentar un posible triunfo electoral de los centurionegristas si se presentaban dos listas separadas de oposición: social-demócratas y liberales. Siendo éste el argumento central, había también otros factores, por ejemplo, la posibilidad, en un frente con los cadetes, de facilitar la agitación electoral e incluso la distribución de la boletas de sufragios, cuyo reparto estaba prohibido incluso antes de las elecciones. El Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), integrado también al POSDR, defendió asimismo el frente con los cadetes como un frente “técnico”; es decir, un frente consumado en torno de las candidaturas, y sin una plataforma común, con el sólo sentido de triunfar frente a las fuerzas del zar. Los mencheviques, con Plejanov a la cabeza, sin embargo, defendieron el frente mediante una línea de adaptación política: proponiendo reemplazar la consigna central del POSDR -la asamblea constituyente convocada por un Gobierno Provisional- por el de la “Duma con plenitud de poderes”. El último argumento para defender el frente con los cadetes, especialmente en San Petersburgo, era el de la posibilidad de obtener una cantidad mayor de bancas por medio de una negociación que si se presentaban candidaturas propias.
En última instancia, la posición de Plejanov estaba condicionada por la aplicación de un esquema: la revolución rusa era una revolución burguesa, la clase obrera debía entonces presionar desde afuera del gobierno y ayudar a que la burguesía llegara al poder y, por lo tanto, el frente con los cadetes era políticamente necesario. Sin embargo, este esquema contradecía todo el desarrollo previo de los acontecimientos, durante el transcurso de los cuales los cadetes habían mostrado a las claras sus límites políticos para enfrentar a la monarquía.
La posición de Lenin
Lenin, consecuentemente, defendió la necesidad de presentar candidaturas propias. Sostenía que la política electoral tiene que ser una continuación de la política general de un partido. La política electoral de los bolcheviques debía ser la continuación de la política revolucionaria, en la arena de la disputa electoral. Entonces, de lo que se trataba era de desarrollar, a partir de la campaña electoral, la conciencia de clase, la cohesión de la clase obrera, su firmeza de principios y su voluntad de lucha. Y los principales enemigos de estas cualidades no eran las cárceles zaristas, sino los discursos cadetes y las ilusiones constitucionales.
¿En qué consiste, para Lenin, el peligro de las Centurias Negras? El peligro central no se halla en su posibilidad de acción parlamentaria, sino en la acción fuera del parlamento, en la represión gubernamental, el encarcelamiento de los opositores, la censura y la cárcel. Sin embargo, para enfrentar este peligro, la clase obrera debía prepararse para dar una respuesta organizada en el terreno de la movilización extraparlamentaria. Las candidaturas en común con los cadetes eran contrarias a esta posición, dado que los cadetes eran enemigos de las formas de lucha más avanzadas del movimiento obrero para derrotar a la reacción.
Por otro lado, señala Lenin, la posición “frentista” con los cadetes sobreestima el rol de la Duma, que sigue sin ser una representación popular soberana. Por lo tanto, cobra aún mayor importancia la campaña electoral como medio para llamar a la clase obrera a organizarse por la vía extraparlamentaria.
Con esta premisa, se echa luz a otro problema. Los mencheviques, con su posición, sostenían que, de presentar listas unificadas, podía formarse una Duma totalmente liberal, con un bloque de izquierda fuerte. ¿Vale la pena sacrificar la independencia política del partido obrero en pos de este objetivo? Responde Lenin:
“Se trata de dos tipos de Duma: o 200 centurionegristas, 280 cadetes y 20 socialdemócratas, o 400 cadetes y 100 socialdemócratas. Nosotros claramente preferimos la primera opción y consideramos pueril creer que eliminar a las centurias negras de la Duma equivale a eliminar el peligro centurionegrista” (“Sobre los bloques con los cadetes”, T. XI).
En ausencia de bloques con los cadetes, ¿se debían concertar otro tipo de alianzas? La posición de Lenin sobre este punto sufre variaciones. En un primer momento, considera estéril cualquier tipo de alianza electoral con los partidos trudoviques en la primera fase electoral. Para la segunda, la elección de los representantes a la Duma llevada adelante por los compromisarios, Lenin admite los frentes incluso con los cadetes, sobre la base de representación proporcional, para derrotar a los partidos monárquicos.
En un segundo momento, especialmente a partir de la resolución de la conferencia electoral de Petersburgo de enero de 1906, Lenin defiende ardientemente la conformación de un bloque único del conjunto de la izquierda, para enfrentar a los cadetes. La lucha, en este punto, aparece colocada por atraer a los partidos de la pequeña burguesía y el campesinado a un campo revolucionario común junto a los socialdemócratas. La condición, evidente, era que estos partidos no conformaran, a la vez, bloques electorales con los cadetes. O sea, que se mantuvieran las “tres listas” electorales: los monárquicos, los cadetes y las izquierdas.
La lucha por este frente de izquierda tenía además un objetivo de clarificación política. El Partido Socialista Revolucionario se había escindido, durante la fase previa, en tres tendencias distintas. La tercera de las tendencias, los llamados “enesistas”(agrupados en la Unión por la Regeneración de Rusia), buscaba activamente un bloque con la burguesía liberal. El objetivo de Lenin, en este punto, era una ruptura de los trudoviques que clarificara posiciones entre el sector partidario de una alianza con el proletariado revolucionario y los aliados de los cadetes.
Para nosotros, sólo existe una línea, siempre y donde quiera: tanto en la lucha electoral como en la lucha librada dentro de la Duma y en los combates en las calles, con las armas en la mano: la socialdemocracia lucha en todas partes con la burguesía revolucionaria, contra los cadetes traidores (ídem).
Por último, cabe remarcar que, además de estos argumentos de fondo, Lenin nunca subestimó el problema de una victoria electoral de la derecha zarista. Dedicó abundantes páginas y folletos a demostrar, con números en la mano, que esta victoria no era posible, dado que en las elecciones de 1906 y en las de 1907 en los distritos en los que se votó antes que en San Petersburgo, los votos a los cadetes más que duplicaban a los de los monárquicos, con lo cual, incluso en la peor de las variantes (una división en dos de los votos antimonárquicos, por la presentación independiente de la izquierda) no había ninguna posibilidad de que triunfaran las centurias negras.
Una vez establecido esto, quedaba por ver cómo debía ser la campaña electoral en San Petersburgo. En este punto, los materiales de campaña redactados por Lenin buscaban explicar a los electores las diferencias de clase de las tres opciones en disputa y su posición respecto a las reivindicaciones populares más urgentes: el reclamo de la tierra (para el otorgamiento de la cual los cadetes exigían el pago a los campesinos de un rescate), el problema de la libertad política y la actitud y posición respecto a los reclamos fundamentales de los trabajadores.
La evolución de las negociaciones
Estando así planteadas las posiciones políticas, se convocó a una conferencia en San Petersburgo para decidir la táctica a seguir por el POSDR. La conferencia se escindió porque los mencheviques cuestionaron la representación de los mandatos. La ruptura fue provocada por motivos políticos, porque incluso tomando los criterios mencheviques para los mandatos la posición bolchevique contaba con mayoría en la conferencia.
Los “31 mencheviques” escindidos de la conferencia formaron un bloque común con los trudoviques para negociar una candidatura común con los cadetes. Esta negociación se rompió por un acuerdo de cargos. El bloque de los eseristas y mencheviques reclamaba tres lugares de seis en la Duma. Uno para los SR, uno para los mencheviques y el tercero para la curia obrera (los representantes de los obreros, que votaban por separado). Los cadetes ofrecieron sólo dos cargos, con lo cual la negociación se rompió y colocó en crisis al bloque (“La táctica del POSDR frente a la campaña electoral”, Lenin, T. XII, pp. 134 y ss.).
¿Por qué los cadetes no accedieron a incorporar a estos partidos? Durante la campaña electoral se emprendieron negociaciones con Stolipyn, el primer ministro zarista, para obtener la legalidad del partido. Estas negociaciones, según Lenin, los llevaron a bloquear un acuerdo con la izquierda.
¿Y por qué, por otra parte, la izquierda no aceptaría un acuerdo por dos bancas? Aquí viene una argumentación demoledora de parte de Lenin: si el peligro es el ascenso de la derecha, habría que aceptar el bloque con los cadetes, incluso con dos bancas. La negativa de los Partido Social Revolucionario (eseristas) y mencheviques a aceptar este acuerdo ponía de manifiesto que el problema central, más allá de las centurias negras, era asegurar un puesto en la Duma. Con dos bancas, no había forma de asegurar este ingreso a todos los partidos en disputa.
En medio de este debate, se realizaron en San Petersburgo las elecciones en la curia obrera. En ellas, se esperaba un triunfo aplastante de los socialdemócratas; en efecto, triunfaron éstos, pero la novedad de la elección fue el progreso de los socialrrevolucionarios, los partidos más ligados a la pequeña burguesía campesina. En las grandes fábricas de una cantidad de distritos, derrotaron a los candidatos socialdemócratas, especialmente a los mencheviques. Los socialrrevolucionarios recurrieron a un ardid: esconder las negociaciones con los cadetes, comunes con los mencheviques, y denunciar, como una posición menchevique, el reclamo de un frente con los cadetes. Las elecciones en la curia obrera fueron un golpe a los socialdemócratas (por el avance de los eseristas), que Lenin intentó asimilar atribuyendo la derrota al rechazo proletario a los bloques con los cadetes.
El desenlace
La crisis del bloque menchevique y socialrrevolucionario por la dureza de los cadetes en la negociación de los cargos hizo su propio trabajo, y los social revolucionarios terminaron concertando un bloque de izquierdas con los bolcheviques en San Petersburgo. Los mencheviques llamaron a votar a este frente, excepto en los distritos en donde existía peligro del triunfo de las centurias negras. Incluso así, fue un enorme triunfo político del bolchevismo, en su esfuerzo de separar al campesinado de la burguesía liberal y atraerlo a un campo común junto con la clase obrera revolucionaria, que Lenin atribuyó a la consistencia de la acción política, en base a la caracterización de la burguesía liberal, desde su obra Dos tácticas…
El balance de las elecciones confirmó las previsiones del bolchevismo. La derecha zarista obtuvo una votación marginal. La extorsión del “triunfo de la derecha” se reveló como tal: un ardid de los liberales para impedir una presentación independiente de la izquierda y asegurar su propio liderazgo de la lucha contra el gobierno. La izquierda progresó en votos, sobre elecciones anteriores (por ejemplo, las de Moscú, realizadas previamente), y obtuvo el 25% de los votos, a pesar de las condiciones proscriptivas hacia sus organizaciones.
Pero además de este balance, las elecciones proporcionan un material adicional para un balance, porque otorgan datos sobre la penetración de cada partido en las diversas clases de la sociedad. En este sentido, el balance de Lenin, luego de un análisis distrito por distrito, también es instructivo:
Las elecciones han refutado categóricamente ese punto de vista, terriblemente desalentador, de que las ideas de la socialdemocracia son inaccesibles al oficinista y al empleado de comercio (…) • Podemos arrebatar al Partido Cadete, que regatea con Stolipyn, a centenares de oficinistas, empleados de comercio, etc., en cada distrito. Si trabajamos en este sentido, podemos quebrar la hegemonía de los cadetes sobre los pobres de la ciudad (“Resultados de las elecciones en San Petersburgo”, Lenin, T. XII).
Algunas reflexiones
Generalmente se acepta que la revolución de 1905 fue el ensayo general para la revolución de 1917, que nutrió de experiencias, tanto a la clase obrera y al movimiento popular en su conjunto como a los partidos socialdemócratas. Es indudable que el balance de este enorme proceso popular contribuyó decisivamente a la victoria del bolchevismo en 1917. Es menos remarcado, sin embargo, que la lucha política posterior a la revolución de 1905, sus debates, el intento de mantener las posiciones revolucionarias en un momento de reflujo, la crítica a las posiciones democratizantes, las experiencias de lucha electoral, resultaron también decisivas para forjar la conciencia que llevó al primer gobierno obrero del siglo XX. La revisión de la política electoral de la socialdemocracia ayuda a comprender aspectos fundamentales que llevaron luego a delimitar posiciones durante la revolución de 1917.
Este análisis conserva una enorme actualidad. En primer lugar, por el método político, de no poner por delante un esquema, a la hora de planificar la acción política, sino el análisis concreto de las relaciones entre los partidos y tendencias políticas, que Lenin llevó adelante desde 1905 y conforme al cual formó sus puntos de vista. En segundo lugar, porque proporciona un ejemplo de lucha política para defender un punto de vista revolucionario frente a los procesos electorales, que son un terreno habitual de adaptación política a los puntos de vista burgueses por parte de los partidos revolucionarios. En tercer lugar, porque muestra que, a diferencia de lo que plantearía una mirada superficial, la política bajo la Rusia zarista luego de 1905 marca una realidad compleja, de lucha de tendencias, intentos de cooptación, maniobras gubernamentales y, por sobre todo, de una intensa pelea de partidos, donde se fue forjando la experiencia política que luego llevó a la revolución de octubre. En cuarto lugar, porque muestra el valor de la pelea electoral para atraer, politizar y ganar para la lucha a capas cada vez más amplias de la población.
Juan García es historiador (UBA) y dirigente del Partido Obrero de la provincia de Chaco.