El PTS no ha respondido al artículo de Altamira -“populismo radical”-, pero ya ha desatado, como es su estilo, una campaña de injurias. Dice que el escrito de Altamira constituye “un plagio” del artículo escrito por un grupo trotskista norteamericano (World Socialist Web Site: “‘Populismo de izquierda’: un ataque al socialismo por la pseudo-izquierda argentina”). Tampoco polemiza con lo que sería la ‘versión original’.
Altamira apunta, con su artículo, a mostrar la raíz teórica del seguidismo del PTS al kirchnerismo, aunque omite el hecho más relevante de ese seguidismo, que fue el boicot al acto del Frente de Izquierda del 1° de Mayo pasado. El pretexto para ese boicot fue la acusación contra Izquierda Socialista porque no condenaba el golpe de Estado en Brasil contra Dilma Rousseff, aunque IS no apoyaba sino que rechazaba su destitución. No podía haber mejor servicio a ese golpe que la ruptura del FIT, en ocasión de la movilización del día internacional de los trabajadores. Altamira desvela la raíz teórica de este seguidismo y saca las conclusiones políticas correspondientes, en un país que cuenta con la presencia relevante del peronismo.
Altamira había adelantado la caracterización del ‘populismo’ en cuestión en los debates sobre el movimiento feminista. Señaló que el PTS llevaba adelante allí un acuerdo sin principios con el feminismo pequeño burgués o burgués, y ponía en un segundo plano la lucha de clases como el único método consecuente en la pelea contra la opresión de la mujer. En ese momento, Altamira caracterizó que los ‘plagistas’ promovían un “frente popular” (alianza con la burguesía) dentro del movimiento feminista, al que convertían en un movimiento populista, o sea sin división de clases ni perspectivas de clase diferenciadas, en algunos casos, y antagónicas, en su conjunto.
En el “populismo radical”, Altamira vuelve sobre el asunto, un año después, lo cual lo convierte en un plagiador plagiado. El tema pasó de castaño oscuro cuando el PTS impulsó con pasión el cupo femenino del 50% en el Congreso Nacional. Como los partidos de izquierda tenemos toda nuestra autonomía para establecer este objetivo en nuestras filas, la propuesta ‘populista’ representaba un intento de organizar a los partidos patronales por vía de una ley que asegurara la participación de las mujeres de esos partidos patronales. Una forma llamativa de buscar encubrir el carácter explotador y reaccionario de los partidos patronales cuando se presentan con pollera o pantalones tallados. En un tuit, Altamira preguntó, recientemente, si la reserva de lugares en el Congreso “para las chicas de Macri y Massa” constituía un “feminismo anticapitalista”.
En el “populismo radical”, el PTS atribuye el triunfo de Trump a una “clase obrera blanca, heterosexual, de 45 a 60 años”, y reserva el campo de la lucha contra el magnate a su fracción “precaria, juvenil, mujeres, latinos, lesbianas, gays, etc.”. Semejante escisión de la clase obrera es incompatible con el método marxista y representa un populismo puro. “Atribuir” el ascenso de Trump a la presidencia a la clase obrera, so pretexto de un episodio político aislado, como son las elecciones es también la quintaescencia del impresionismo. Trump no va a satisfacer las aspiraciones de la clase obrera ni en sus secciones etarias avanzadas, más bien lo contrario. El dislate de los ‘plagistas’ es tal que insinúa que la heterosexualidad sería una manifestación de atraso político o conservadurismo. Poner a los trabajadores de la tercera edad en el campo de la reacción política es un populismo discriminatorio.
La nota de Altamira se introduce en el proceso político norteamericano, reiterando un tema varias veces analizado por él (se plagia a sí mismo): el principio de radicalización política que tuvo expresión en la candidatura de Sanders (al cual votó un enorme sector de la juventud, así como una parte los “heterosexuales y mayores” que luego se habrían volcado a Trump). El movimiento de Sanders tenía un incuestionable carácter populista, de ‘izquierda’ por un lado, por el otro imperialista (en todo momento defendió el aparato de Estado de Estados Unidos y sus intereses internacionales). Votaron por Sanders (20 millones), tanto los ‘blancos heterosexuales’ como las negras lesbianas y los jóvenes con orientaciones de género diversas. La crisis política de este bloque, y no la disecación extra clasista, explica la victoria de Trump. A partir de su caracterización impresionista, por un lado, y policlasista, por el otro, el PTS propone un rosario de reivindicaciones difusas, alejado de cualquier perspectiva de poder político -o sea, de lucha por un gobierno de trabajadores. Altamira critica los planteos acerca de la ‘casta política’ y sus privilegios salariales, que el PTS no vincula al régimen de clase y a los intereses de clases que defiende y, por lo tanto, no liga su supresión a la destrucción del Estado burgués. Todo lo contrario: dice que su realización, en el cuadro estatal y social actual, representaría “un avance de la democracia” (Del Caño, debate presidencial).
Los detectadores de plagios, en definitiva, buscan que se ignore que esta crítica al populismo fue desarrollada por el propio Altamira hace casi un año atrás. Altamira señalaba, repetimos, que “el planteo del PTS no tiene una palabra para vincular la lucha de la mujer con la lucha de clases del proletariado, ni podría tenerla porque considera a la opresión de la mujer ajena a la opresión de clase. Aboga así por un movimiento femenino de conciliación de clases (…)”. El proletariado no necesita diluirse en movimientos pluriclasistas para defender derechos de todas las mujeres sin excepción, ante cualquier manifestación de opresión o violencia, simplemente porque los derechos que defiende el proletariado son universales -la abolición de toda forma de opresión. Por eso mismo, es necesario desarrollar un fuerte movimiento de clase de la mujer, si ese movimiento quiere ser consecuente.
“Este policlasismo (el del PTS) -repite Altamira- sólo puede sostenerse con un programa que opere como un mínimo común denominador del movimiento de la mujer, o sea el programa de la mujer burguesa -la igualdad jurídica para la condición específica de la mujer”. Esto lo dijimos meses antes de que se desatara otra polémica, en este caso en el Parlamento, respecto de los proyectos de paridad de género de los partidos burgueses, cuya función era enmascarar la reforma política reaccionaria y disimular la preservación de todas las formas de opresión a la mujer. Recordemos que el PTS se sumó, transversalmente, a este frente policlasista de apoyo a las listas intercaladas.
Altamira concluía aquel debate señalando que “estamos ante una corriente que en todos los campos abreva eclécticamente de lo que se encuentra a la moda en el campo académico. La importancia de las posiciones políticas expuestas consiste en que traza una delimitación de principios acerca de la lucha de clases en todos los múltiples conflictos que tienen lugar en la sociedad actual -sean éstos nacionales, religiosos, raciales o de género”.
Nada de esto debe ser ignorado, a la hora de determinar el destino del FIT. Altamira traza la lucha entre el socialismo y el populismo desde los comienzos del movimiento obrero internacional (unificación del socialismo alemán en 1871), y se ve obligado a recordar que Argentina es “la capital del populismo” y que ese populismo, el peronismo, ha hecho naufragar a la izquierda que intentó mimetizarse en él. Este populismo culminó con el retorno de Perón y las Tres A, y abrió el paso al golpe militar. Los intentos del kirchnerismo -luego de una década con Menem y las privatizaciones, por revitalizar al populismo- han fracasado y, más aún, si lo que intentó fue reemplazar un populismo histórico por otro decadente.
Altamira discute temas de vitalidad para nuestro futuro: populismo o marxismo; anticapitalismo o socialismo; gobierno popular o gobierno de trabajadores.
* Publicado en https://www.facebook.com/jorge.altamira.ok/posts/694903817357149