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Una historia “piquetera” en el trotskismo norteamericano

Durante la gran crisis de 1930 la desocupación alcanzó cifras record en los Estados Unidos. Algunas estimaciones consideran que el desempleo afectaba, en promedio, al 25 por ciento de la población. Como respuesta a esta situación, surgieron organizaciones de desocupados que emprendieron una tenaz lucha contra la pérdida de empleos y los desalojos de vivienda, nucleando un activismo de alrededor de 2 millones de trabajadores estadounidenses (Rosenzweig, 1979).

De todas estas organizaciones, una en particular resalta por su evolución política: la NUL (National Unemployed League) fundada por A.J. Muste. En este trabajo nos centraremos en la historia de la NUL y su núcleo dirigente: la CPLA (Conference for Progressive Labor Action) – AWP (American Workers Party). Este grupo, también conocido como Musteites, pasó de un inicial programa político nacionalista popular a fusionarse con la trotskista Liga Comunista de América de James Cannon, conformando el WPUS (Workers Party of United States) en 19341, antecesor directo del Socialist Workers Party (SWP, por su sigla en inglés).

Lucha “piquetera”

En 1934, en una publicación de la Universidad de Washington, Arthur Hillman señalaba: “Cualquier persona que vivió en Seattle durante la última parte de 1931 y durante 1932, no podía desconocer las actividades de la organización de desocupados de la ciudad. Lo que los hambrientos trabajadores de Seattle estaban haciendo atrajo la atención de toda la nación”. Con ese énfasis, Hillman se refería a la organización de desocupados dirigida por los Musteites. En efecto, durante la década de 1930 la lucha contra la crisis atrajo a centenares de miles de trabajadores desocupados hacia los partidos políticos de izquierda de los Estados Unidos, rompiendo años de aislamiento respecto de las masas.

A la par de la NUL, el Partido Comunista y el Partido Socialista también constituyeron Consejos de Desocupados, agrupando cientos de miles de trabajadores. La magnitud de este movimiento se puede apreciar en que, por ejemplo, en una iniciativa del PC, el 6 de marzo de 1930 se movilizaron alrededor de 1 millón de desocupados en todo Estados Unidos.

Dos cuestiones colaboraron en la conformación de estos reagrupamientos. Por un lado, la burocracia sindical de la AFL (American Federation of Labor) se negó a enfrentar los despidos y llamó a aceptarlos con la excusa de que eran “inevitables”. Al mismo tiempo, se opuso al reclamo de un seguro de desempleo por considerarlo una “dádiva humillante” (recién a fines de 1933 revió su oposición). Por el otro, los desocupados tampoco encontraron respuesta en las instituciones tradicionales de beneficencia y caridad, que ya no podían asistir a semejante masa de parados. El american way of life se había derrumbado.

No obstante, no se debe caer en un análisis mecanicista mediante el cual se asocia crisis y desocupación con crecimiento de la izquierda. También se produjo un gran rebrote de la xenofobia, que ya había calado profundo durante la I Guerra Mundial. Mexicanos y afroamericanos fueron duramente perseguidos.

Los movimientos de desempleados dieron una fuerte lucha contra los desalojos de viviendas. Mediante piquetes impedían el accionar de la policía y de los funcionarios estatales, al tiempo que las organizaciones proveían abogados a los damnificados. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, durante los ocho primeros meses de 1932, 185.794 familias recibieron órdenes de desalojo y pudieron impedirse alrededor de 77.000 ejecuciones (Folsom, 1991).

Otro aspecto fuertemente destacado fue la lucha contra los despidos y por un subsidio al desocupado. La Ley de Seguro Social sancionada en 1935 (Social Security Act)2, que incluía disposiciones para el seguro de desempleo, está íntimamente relacionado con la agitación de las organizaciones de desocupados. Roy Rosenzweig (1976) afirma que “la lucha por el seguro al desempleo tiene una larga historia que se remonta a inicios del siglo XX, pero el movimiento de desocupados tiene el crédito de haber revivido el reclamo como una asunto de importancia en la Gran Depresión”.

Bolcheviques, desocupados y unidad obrera

Lejos de ser una improvisación o una originalidad yanqui, la cuestión de organizar a los desocupados tiene su historia, pocas veces estudiada en profundidad. El bolchevismo siempre abordó el tema con mucha seriedad, y en la Rusia zarista se constituyeron varios consejos de desempleados, con mayor o menor éxito en coyunturas fuertemente represivas.

Sergei Malyshev (1931), dirigente del Consejo de San Petersburgo, señala: “en abril de 1906 (…) un grupo de trabajadores e intelectuales bolcheviques, con el respaldo del partido, creamos una nueva organización obrera revolucionaria (…), el Consejo de Desocupados de San Petersburgo. Nuestro partido también intentó organizar a los desocupados en otros centros industriales, como Moscú, Odessa y otros (…) En San Petersburgo la organización de desempleados luchó contra la burguesía y el gobierno por más de dos años, y fue destruida por la acción de la policía secreta y el ejército en 1908”.

En su relato, Malyshev remarca que la lucha de los desocupados se organizó como una tarea del conjunto del movimiento obrero. Según el autor, fue Lenin quien sugirió que los Consejos de Desocupados también debían tener representación de obreros ocupados para ganar más fuerza, agitando y haciendo elegir delegados en las fábricas. Esta impronta se vería reflejada en el Consejo de Desocupados de San Petersburgo, cuyo comité ejecutivo tenía tres representantes desempleados y tres ocupados, y los delegados electos al Consejo se componían de 60 trabajadores con esa misma paridad.

Varios años después, el III Congreso de la Internacional Comunista3, al analizar el periodo de crisis que se abría luego de la I Guerra Mundial, remarcaba nuevamente la cuestión de la unidad obrera ante la desocupación de masas: “mientras los capitalistas usan el creciente ejército de desempleados para presionar a los obreros organizados a la reducción de salarios, los cobardes socialdemócratas, los independientes y la burocracia de los sindicatos se distancian de ellos; los consideran como objetos de la caridad del Estado y los categorizan como lumpen-proletariado. Los comunistas deben entender claramente que en la presente circunstancia el ejército de desocupados representa un factor revolucionario de un tremendo significado… Los desocupados pueden ser transformados de un ejército de reserva en un activo ejército de la revolución” (Communist International, 1921).

En un breve escrito de la década de 1920 León Trotsky también señalaba: “nuestra tarea… consiste en movilizar a los desocupados para luchar contra la sociedad burguesa…. El creciente número de desocupados y el incremento de la desocupación representan factores poderosos que socavan la estabilidad de toda la sociedad burguesa, incluyendo los sindicatos conservadores. La tarea de los comunistas consiste en luchar, conduciendo hábilmente a los desocupados, como una sección del proletariado, para golpear a las camarillas que tienen el poder en los sindicatos. Es precisamente por esta razón que los desocupados deben ser el centro de atención de los partidos comunistas” (Trotsky, 1924).

Una década después, una posición similar tomó el WPUS en su programa fundacional de 1934, que según Cannon (1942) “Trotsky describió como un rígido programa de principios”: “El Partido de los Trabajadores combatirá todos los esfuerzos por levantar las barreras entre ocupados y desocupados, constantemente remarcará la comunidad de intereses entre ellos y demostrará en la acción cómo puede ser unida la lucha de los ocupados y desocupados en contra de su común opresor. Apoyará y ayudará a organizar la lucha de las masas desempleadas por ayuda económica, en contra de desalojos, por un seguro al parado, etc.” (WPUS, 1934).

Para entonces, los dirigentes del WPUS ya recorrían varios años de experiencia piquetera, organizando decenas de miles de desocupados.

La National UnemployedLeague (Liga Nacional de Desocupados)

La CPLA (Conference for Progressive Labor Action) había sido fundada en 1929 por militantes socialistas que habían acumulado experiencia político-sindical en el fallido intento de constituir la central sindical alternativa IWW (Industrial Workers ofthe World).

Era una organización muy heterogénea, con sectores eclesiásticos, nacionalistas y de izquierda, cuyo principal dirigente fue Abraham Johannes Muste.

James Cannon (1942), remarca que J.A. Muste “era el que estaba en el medio, el moderador, el dirigente central que balanceaba todo entre los lados rivales”. Su propia vida fue de una gran variación política: inicialmente fue un clérigo pacifista-cristiano, luego líder de una histórica huelga textil en 1919 y dirigente sindical, adheriría luego a posiciones trotskistas y, finalmente, se reconciliaría con su pacifismo cristiano inicial.

En el periódico de la CPLA, Labor Action, del 21 de enero de 1933, en un artículo titulado “Conference Progressive Labor Action: Qué es y que representa” se señalaba: “La cuestión es clara: O bien los banqueros, los patrones y los políticos tendrán el control y los trabajadores americanos serán esclavos de un feudalismo industrial y financiero (…) o los trabajadores y granjeros lucharán contra ellos, tomarán para su propio interés los grandes recursos del país y construirán un mundo en el cual los hombres tengan una libertad plena”. El periódico citaba a Abraham Lincoln para justificar su planteo: “Este país, con sus instituciones, pertenece a las personas que lo habitan. Cuando suceda que se cansen de él, podrán ejercer su derecho constitucional a modificarlo o su derecho revolucionario a derrocarlo”.

La cita de Lincoln no es casual ya que, inicialmente, la CPLA apelaba a una suerte de patriotismo, proclamando que de esta forma les hablaba a los obreros norteamericanos “en su mismo idioma”. Esta perspectiva se complementaba, según sus promotores, organizando a los desocupados con un programa mínimo de demandas inmediatas. Louis Bundez, dirigente de la CPLA, denominaría esa política como “american approach”. Se podría resumir en que: 1) Se consideraban políticamente abiertos, no había una doctrina establecida para pertenecer al movimiento; 2) Se identificaban con un Patriotismo Popular y utilizaban la bandera de la víbora de cascabel (de la guerra civil norteamericana) con el emblema “don ‘t tread on me” (“no me pises”); 3) Su programa político se limitaba a las necesidades inmediatas de los desempleados: comida, abrigo, trabajo.

Hacia 1932, la CPLA inició un proceso de organización de Ligas de Desocupados en todos los lugares donde tenía influencia. La organización de Seattle (Unemployed Citizens League, UCL) fue la más grande y el ejemplo que imitaron los otros comités. En esa ciudad la Liga se conformó como una federación de varios comités zonales. El cuerpo central estaba constituido por cinco delegados electos en cada local barrial. “La federación central y todos los vecinos se reunían semanalmente. Toda la organización era democrática y, si bien la junta ejecutiva era resolutiva, todos sus miembros promovían el derecho a que se voten todas las cuestiones” (Hillman, 1934).

En Seattle, al lado de la demanda de un seguro al parado y la generación de puestos de trabajo, se desarrolló otro ámbito de militancia denominado “self-help”. La liga promovía el trueque, la cosecha en huertas comunitarias, la pesca colectiva, se establecieron talleres de trabajo, servicios de peluqueros, costureros, carpinteros, médicos y enfermeros. Por ejemplo, a principios de 1932, los miembros de UCL a través de esas actividades habían acumulado 120 mil libras de pescado, 10 mil atados de leña y ocho carretas de papas, peras y manzanas para su redistribución (Rosenzweig, 1975).

El éxito que tuvo la UCL de Seattle fue un impulso para la creación de organizaciones similares en otras ciudades. Hacia 1932 había 330 reagrupamientos similares en 37 estados, que nucleaban a más de 300 mil desempleados (Gutman, 2009). Finalmente, con la idea de establecer una estructura nacional, en marzo de 1933 se estableció en Ohio la sede central de la National Unemployed League (NUL).

El año 1933 fue también muy importante en otro sentido. Muchos dirigentes de la CPLA comenzaron a sacar conclusiones políticas más profundas respecto de la crisis capitalista. En su autobiografía, Muste explica que “bajo la presión del colapso económico y otros sucesos nacionales e internacionales, a mediados de 1930 los elementos que conformaban la CPLA (…) fueron tomando posiciones teóricas más radicales” (Rosenzweig, 1975). En diciembre de ese año se disolvió la CPLA y en su lugar se fundó el American Workers Party (AWP), que se declaraba marxista independiente.

En su periódico, Labor Action, del 20 de diciembre de 1933, en un artículo titulado “Por qué un partido nuevo” señalaban: “La tarea del movimiento obrero en el presente periodo es claramente revolucionaria. El capitalismo ya no se encuentra en condiciones de generar mejoras en el estándar de vida. Se ha convertido en un obstáculo para el bienestar de las masas (…) Nacional e internacionalmente existen dos partidos que en el pasado reclamaron el liderazgo de la clase obrera, el Socialista y el Comunista. Ninguno de los dos ha establecido o puede reclamar el liderazgo revolucionario en los Estados Unidos”.

Se había producido todo un viraje respecto del papel que la organización debía jugar en el seno de la clase obrera. En ese sentido, a diferencia de su concepción anterior, la AWP decía luchar por una república democrática de consejos obreros. Asimismo, en su programa definían que todas las actividades del partido debían orientarse políticamente hacia la conclusión de quién tiene el poder del Estado. Por ejemplo, en junio de 1934 el presidente de la Liga de Desocupados de Pennsylvania declaraba públicamente: “Ya no estamos luchando por comida solamente, estamos luchando para abolir el sistema que nos forzó a todos a estar en un estado permanente de desocupación” (citado en Rosenzweig, 1975).

Un artículo titulado “El partido y las ligas”, en el Labor Action del 1° de agosto de 1934, remarcaba esta nueva orientación para el movimiento de desocupados: “Las organizaciones de masas como los sindicatos y las Ligas de Desempleados (…) no son lo mismo que un partido revolucionario (…) No construimos unas y después el otro. Crecen juntos y actúan conjuntamente, hasta que en una crisis revolucionaria fusionan sus fuerzas para dar muerte al capitalismo”.

Unidad obrera: la “batalla de Toledo”

Durante el año 1934 se produjo una gran oleada de huelgas fabriles en los Estados Unidos. Una en particular mantuvo en vilo a todo el país: la huelga de la autopartista Auto-Lite de Toledo. En abril de ese año, por segunda vez en tres meses, la seccional local de la AFL inició una huelga reclamando un aumento salarial del 10 por ciento y el reconocimiento sindical.

Este conflicto duró tres meses y fue notable por la tenacidad obrera y la feroz represión del Estado y la patronal: en su punto más álgido, alrededor de 6 mil huelguistas combatieron durante cinco días contra 1.300 miembros de la Guardia Nacional de Ohio.

En esa batalla se involucraron también los trabajadores desocupados, con lo cual forjaron una unidad decisiva para lograr el triunfo. El AWP, encabezado por Louis Budenz y la Liga de desempleados de Lucas County, rodeó toda la planta de la autopartista con piquetes en solidaridad con la medida gremial. El dirigente trotskista James Can- non remarca: “Esta huelga de Toledo, tremendamente significativa, la dirigió (…) [el] Partido Americano de los Trabajadores (AWP), cuyo vehículo era la Liga de los Desempleados. Allí se demostró por primera vez cuán importante es el papel que en las luchas de los trabajadores industriales puede desempeñar una organización de desempleados dirigida por elementos militantes. La organización de desempleados en Toledo (…) prácticamente tomó la dirección de la huelga de la Auto-Lite y la elevó a un nivel de organización de piquetes masivos y militancia que iba mucho más allá de los límites jamás contemplados por los burócratas de la vieja línea gremial”.

Finalmente, el gobierno, en un intento de evitar la propagación de la huelga, presionó a la empresa para alcanzar un acuerdo: se otorgaría un aumento salarial del 5 por ciento, el reconocimiento del sindicato y un plan de reincorporaciones de despedidos, aunque la patronal logró imponer también el ingreso de un listado de rompehuelgas. Si bien Muste y Budenz se opusieron a este último punto, el acuerdo fue finalmente aceptado por el sindicato. Luego de los serios enfrentamientos, con el saldo de dos obreros asesinados y alrededor de 200 heridos, el acuerdo alcanzado fue celebrado en una masiva movilización el 9 de junio.

La “Batalla de Toledo” tuvo también una conclusión política importantísima tanto para el AWP como para la trotskista Liga Comunista de América, que había liderado las históricas huelgas de Minneapolis. Así lo relata James Cannon (1942): “Toledo y Minneapolis se vieron ligadas como símbolos gemelos de los dos puntos culminantes de combatividad proletaria y liderazgo consciente. Estas dos huelgas tendían a acercar más a los militantes de cada batalla (. ) procedimos de forma decidida hacia la fusión de los trotskistas con el Partido Americano de los Trabajadores, a lanzar un nuevo partido: la sección estadounidense de la Cuarta Internacional.”

Workers Party of US: el trotskismo y la NUL

El historiador Roy Rosenzweig (1975) es categórico al afirmar que la formación del Workers Party of United States “representó más una absorción del AWP que una fusión de ese grupo con el trotskismo. La declaración de principios del WPUS revelaba que los Musteites habían abandonado su marxismo independiente hacia una posición ortodoxa marxista-leninista-trotskista”.

En efecto, en diciembre de 1934 se produjo la fusión del AWP y la Communist League of America. A partir de este momento la adscripción de los Musteites al trotskismo era clara: se declaraban por el derrocamiento del capitalismo y la instauración de un Estado obrero. Si bien la retórica y la reivindicación del “American Approach” aún eran visibles en el periódico The New Militant del reciente partido, el WPUS se distanciaba de cualquier atisbo de patriotismo. Su programa sostenía: “El Partido de los Trabajadores de los Estados Unidos se funda en los grandes principios revolucionarios teóricos y prácticos de Marx y Lenin, probados en la experiencia de la lucha de clases internacional y por sobre todo en la Revolución Rusa de 1917” (WPUS , 1934).

Para entonces, la NUL tenía mucha fuerza en el noreste de los Estados Unidos, destacándose Ohio con 130 mil desempleados agrupados y Pensilvania con 25 mil. Pero, al mismo tiempo, la organización padecía problemas políticos importantes. En octubre de 1935 el Comité Nacional del WPUS publicó la Resolution on the Unemployed Question donde se remarcaba: una insuficiente formación política de sus integrantes, una deficiencia organizativa que generaba una constante fluctuación de sus integrantes, la falta de sistematicidad en la construcción de círculos revolucionarios en las ligas locales, y la falta de una integración en una real corriente nacional (Meyers y Knox, 1975).

Asimismo, el WPUS se trazaba dos cuestiones estratégicas respecto del movimiento de desocupados. Por un lado, constituir un frente único de todo el activismo de parados, y por el otro, fortalecer la unidad entre obreros ocupados y desocupados, como había sucedido en Toledo y Minneapolis. Por ejemplo, cuando el gobierno de Pensilvania recortó un programa de trabajo estatal de la WPA (Works Projects Administration), un frente de la NUL, el PS y la AFL local movilizó 7 mil trabajadores de ese programa, que le exigieron al gobierno incrementar los salarios de los empleados y reconocer a la AFL como su agente de negociación. El triunfo alcanzado en esa ocasión fue importantísimo porque fue la primera vez que se forzó a un Estado a modificar su política (Meyer y Knox, 1975).

Esas cuestiones señaladas no deben interpretarse como una simple fórmula: se correspondían con los grandes problemas por los que atravesaba el movimiento de desocupados en su conjunto, como se desarrollará más adelante.

Worker’s Alliance of America: centralización piquetera

La cuestión de establecer un frente único de todos los reagrupamientos de desocupados, que a su vez tendiera vínculos con el movimiento obrero ocupado, había sido boicoteada sistemáticamente por las organizaciones obreras del Partido Comunista. Esto se correspondía a que, hasta el año 1935, el estalinismo se encontraba en lo que se denominó el “tercer periodo”4. En esta etapa, el PC se caracterizaba por una política contrarrevolucionaria, sectaria, de ataque y persecución a otras organizaciones de izquierda a las que calificaba de “social-fascistas”, aunque, paradójicamente, en Alemania anudaba alianzas con el nazismo.

Sin embargo, al entrar en la mitad de década, el PC dio un brusco viraje en su política. En el VII Congreso de la Comintern, en 1935, el estalinismo declaró la necesidad de un “frente popular” de todas las fuerzas “democráticas” ¿Qué significaba eso? Una política, también contrarrevolucionaria, de alianza con un sector del imperialismo en contra de otro sector del imperialismo. En Estados Unidos implicó que el Partido Comunista abandonara su oposición al New Deal y al presidente Franklin D. Roosevelt. En lo que respecta al movimiento de desocupados, el PC buscó empujarlo en ese sentido.

En 1936 se produjo la unificación de todas las organizaciones de desocupados en la Worker’s Alliance of America (WAA), que incluía las Ligas de Desempleados del PS, la NUL, grupos independientes y los Consejos de Desocupados del PC.

La WAA tenía un carácter contradictorio: buscaba organizativamente reunir a todo el movimiento de desocupados del país pero, al ser hegemonizado por el estalinismo, se orientaba hacia un apoyo al régimen capitalista de gobierno. Roy Rosenzweig (1976) remarca que la historia de los comités de desocupados del PC involucionaron gradualmente desde su condición de grupos de conflicto hacia una cordial negociación con las autoridades. En ese sentido, Earl Browder, principal dirigente del PC, en 1937 afirmaba: “los comunistas (…) le decimos al Presidente que no tiene nada que temer de nosotros; por el contrario, recibirá nuestra ayuda, siempre y cuando se esfuerce por llevar a cabo su publicitado programa”.

En el congreso fundacional de WAA, en Washington DC, se presentaron 700 delegados de todas las organizaciones de desempleados. La NUL, por su parte, participó con una delegación de 100 representantes de su movimiento. De esta forma, cuando la NUL ingresó en la WAA, solamente ocupó dos asientos de los 27 de su comité ejecutivo, por lo que su influencia era mínima. En 1937 el control del PC ya era completo. Esto se plasmó en que, en 1938, la WAA promovió burocráticamente a varios candidatos del Partido Demócrata, o sus satélites, que apoyaban el New Deal.

Mike Davis (1982) señala que el PC norteamericano, “engalanado con una nueva imagen de ‘americanismo del siglo XX’, llevó el frentepopulismo hasta extremos tales como el respaldo al aparato de Kelly y Nash5 en Chicago, directamente responsables de la masacre de huelguistas de la siderurgia en 1937, o al infame régimen antisindical de… Hague6 en Nueva Jersey”. Entre 1936 a 1939 el stalinismo apoyó a Roosvelt, incluso avalando los preparativos de guerra, sin ningún tipo de crítica. Esta política provocó un fuerte retroceso de los movimientos de desocupados, les impuso un límite a sus posibilidades de desarrollo.

Todo esto sucedía ante los ojos del WPUS que, lejos de intervenir como una corriente de desocupados para disputar la orientación de la WAA, se diluyó políticamente. Esa situación se profundizaría por crisis internas y rupturas.

Crisis, ruptura y entrismo en el Partido Socialista

A la par de la entrada de la NUL en la WAA y el copamiento stalinista de la central, se suscitó una fuerte crisis política en el WPUS. Dos escisiones fueron la manifestación inicial de los problemas que atravesaban al joven partido.

La primera cuestión vino por parte de Louis Budenz, quien por su historia tenía mucha influencia y prestigio en amplios sectores. Desde el principio, Budenz había sido el dirigente que con menos entusiasmo había aceptado la fusión con el trotskismo, recalcando la necesidad de que la militancia hiciera un “enfoque norteamericano”. Sin embargo, daría un paso más al proponer que el programa del WPUS debía ser planteado como una enmienda a la Constitución norteamericana. La doctrina patriotista de Budenz generó un amplio debate interno pero no logró hacer mella; al verse aislado en sus posiciones, Budenz rompió con el WPUS e ingresó en 1935 en el Partido Comunista.

La segunda crisis se suscitó en Allentown, ciudad del condado de Lehigh, Pensilvania, que era uno de los principales centros del WPUS. En vísperas del congreso partidario de marzo de 1936, la regional de esa ciudad empezó a desviarse de la línea partidaria y a sostener posiciones cercanas al PC. Cannon (1942) señala que “comenzaron a manifestar deslealtad organizativa, a romper la disciplina y la unidad de acción con el Partido de los Trabajadores y a trabajar al unísono con el grupo de los estalinistas hasta contra sus propios camaradas en la Liga de Desempleados”. Finalmente los principales dirigentes de Allentown rompieron con el WPUS y anunciaron en la prensa del PC, el Daily Worker, que se habían afiliado a ese partido y acusaban a sus ex camaradas de “contrarrevolucionarios”. Entre ellos se encontraba Arnold Johnson, elegido secretario general de la NUL en su convención fundacional en Ohio, en 1933. Esto significó un fortísimo revés para la organización de desocupados.

En ese estado de cosas, se produjo una gran crisis en el trotskismo sobre qué política aplicar respecto del Partido Socialista. El ascenso del fascismo en el mundo y las grandes luchas obreras en los Estados Unidos habían desarrollado dentro del PS una extensa ala izquierda. En ella se referenciaban muchísimos activistas combativos, que estaban a punto de escindirse de la vieja burocracia derechista de ese partido.

Un sector del WPUS, liderado por Cannon y Shachtman planteó entonces que había que darse una política para ganar a ese sector, sin descartar incluso el entrismo en el PS (“the French Turn”), como habían hecho los trotskistas franceses y los belgas. La cuestión no era liquidar el programa revolucionario sino desarrollarlo dentro de un partido numéricamente mayor y que estaba girando a la izquierda, para ganar a la mayor parte de ese activismo. En una carta enviada al WPUS, el propio León Trotsky (1936) señalaba: “Cuando una organización probada y estable entra en un partido centrista, puede ser una medida táctica acertada o desacertada; es decir, puede traer grandes ganancias o ninguna (en todo caso, en las circunstancias actuales esto último resulta improbable). Pero no es una capitulación. La escisión en el Partido Socialista reviste la mayor importancia como síntoma objetivo de la tendencia del proceso. También coincido con ustedes en que no se le debe dar a la dirección centrista el tiempo necesario para consolidarse; esto significa: actúen rápido”.

Dos sectores del WPUS se opusieron a la iniciativa de Cannon y constituyeron fracciones: por un lado un grupo liderado por Oehler, y por otro uno referenciado en Muste y Abern. Los “Oehleristas” impugnaban como asunto de principio el entrismo como táctica y llegaron a plantear una ruptura organizativa con el WPUS. La historia con esta fracción terminaría de la peor forma: serían expulsados del partido con el acuerdo unánime de Muste, Cannon y todo el comité central del partido.

Respecto de la otra fracción, la de Muste y Abern, Cannon (1942) señala que ellos “consideraban al Partido Socialista tan sólo como una organización rival y no percibían las corrientes ni las tendencias en conflicto, algunas de las cuales estaban destinadas a marchar junto a nosotros”. En carta una dirigida a Muste, Trotsky (1936) explicaba: “Se debe actuar unificada y resueltamente. Tendrá resultados positivos ¿Cuánto tardaremos en obtenerlos y cuál será su magnitud? Me resulta difícil preverlo desde aquí. De cualquier manera, el Partido Obrero ganará madurez política con esta experiencia. Esta medida importante nos la impone la situación en su conjunto”.

Al calor del debate, los sucesos históricos siguieron su rumbo y la ruptura del PS se hizo inminente. El ala derecha de ese partido tenía la vista puesta en las elecciones presidenciales de 1936 y estaba decidida a apoyar al presidente Roosevelt. La primera división se dio en diciembre de 1935 con la regional de Nueva York, controlada por la fracción derechista. Finalmente, el congreso partidario de 1936 completó la escisión a nivel nacional. La “vieja guardia” derechista conformó otro partido, la Social Democratic Federation, y marchó detrás de la candidatura de Roosevelt.

Frente a esa situación, el WPUS discutió en un congreso, en marzo de 1936, la táctica a seguir. La resolución fue mayoritariamente en favor del “French Turn” y ese rumbo siguió el partido. El entrismo en el PS duraría hasta fines de 1937, momento en el que se produjo la ruptura con ese partido.

El resultado de esa táctica fue contradictorio. Por un lado, cuando el grupo que provenía del WPUS fundó el Socialist Workers Party (SWP) en 1938, tras la ruptura con el PS, se había ganado a la mayoría de la juventud socialista, duplicando sus fuerzas. Por otro lado, el entrismo redujo la efectividad del trotskismo en el trabajo de masas, incluido el movimiento de desocupados. James Cannon remarca: “descuidamos hacer todo el trabajo de masas que podríamos haber hecho” (citado en Meyers y Knox, 1975). Severas condiciones le habían sido impuestas al WPUS para su ingreso en el Partido Socialista. Se les imposibilitó constituirse como fracción dentro del PS y sus militantes debieron incluso afiliarse individualmente. Tampoco se les permitió editar un periódico propio, a pesar que ésa había sido una tradición en el socialismo.

En aquel periodo, la situación produjo una severa desorientación tanto en el partido como en la NUL. Finalmente A.J. Muste se alejaría del trotkismo para volver a su militancia católica inicial.

Sabotaje stalinista, represión y economía de guerra

El 6 de mayo de 1935, Roosevelt creó la Works Projects Administration (WPA), que daba empleo precario y temporal a millones de desempleados en programas de obras públicas. Se estima que hasta su finalización el WPA llegó a emplear alrededor de 8 millones de trabajadores. Se produjo una transformación cualitativa de los movimientos de desocupados, ya que pasaron de ser beneficiarios de ayuda económica a ser trabajadores precarios del Estado norteamericano.

En efecto, durante 1936 y 1937 las organizaciones regionales de la WAA protagonizaron una serie de protestas, huelgas, sentadas y movilizaciones cada vez que se produjeron recortes presupuestarios y despidos en los programas de la WPA; a la par que reclamaban el derecho a representar a los trabajadores colectivamente frente a las autoridades gubernamentales.

Estas luchas más dispersas, se plantearon de conjunto luego de las elecciones parlamentarias de 1938, cuando el gobierno procedió a despedir a 1 millón y medio de trabajadores. El primer gran obstáculo que tuvo entonces la WAA para encarar esta lucha fue el PC, que inició una campaña de defensa del “gobierno progresista” y acusó “a Wall Street” de tratar de desprestigiar al New Deal (en Meyer y Knox, 1975).

Esa política de defensa del régimen de Roosevelt por parte del estalinismo, no solo interfirió con la lucha contra los recortes en el WPA, sino que llegó de la mano de una fuerte persecución al interior de la WAA. Bajo el lema de “ignorar a ese grupo de trotskistas corruptos (…) [y] ser leales a la WAA que es reconocida y tiene el respeto del Presidente” (citado en Meyer y Knox, 1975), se produjeron expulsiones de la central. Por ejemplo, en Nueva York 17 seccionales fueron echadas de la WAA, y por su propia cuenta conformaron la Unemployed and Project Workers Union con 5.500 integrantes (Meyer y Knox, 1975).

No obstante, las acciones de protesta que siguieron a los recortes de 1938 no pudieron ser frenadas por la política burocrática del estalinismo. Algunas de ellas consiguieron, incluso, vincularse con los nuevos sindicatos de la reciente fundada central obrera CIO7 Cuando, en el otoño de 1937, comenzó una fuerte recesión económica8 muchos comités sindicales de base “asumieron muchas de las funciones que habían desempeñado los consejos y ligas de desempleados hasta 1935”, organizando a los parados (Montgomery, 1985).

Para entonces, la política del joven Socialist Workers Party (SWP) apuntó también en ese sentido. En su periódico, Socialist Appeal, del 24 de diciembre de 1938, en un artículo titulado “Un programa para los desocupados” señalaban: “Los desempleados deben entender, primero que todo, que ingresan a este periodo de lucha sin una organización propia que les sirva como un instrumento para su lucha. The Workers Alliance of America, que pretende hablar en nombre de los desocupados, es inútil (…) La WAA se ha degenerado por su política, diametralmente opuesta a los intereses de los parados. Controlada por los estalinistas, la WAA no es una central de y para los desocupados, sino un anexo del régimen de Roosevelt (…) Los desempleados deben romper con la WAA y construir nuevas organizaciones de lucha (…) Cuando sea posible, estas organizaciones tienen que integrar el movimiento sindical, como ocurrió en Minniapolis a través de la iniciativa de los Teamsters, en Detroit a través de la UAW, y ahora es propuesto en Cleveland por la UAW”.

Empero, como ya se señaló, el SWP ya no actuaba como una corriente política estructurada dentro del movimiento de desocupados: se habían diluido por completo en la WAA. Simplemente, sus posiciones políticas planteaban orientaciones generales.

Estas luchas contra los recortes de la WPA cerrarían el ciclo de la lucha del movimiento de desocupados en 1939. Los preparativos bélicos de cara a la II Guerra Mundial le otorgaron una base de apoyo muy fuerte al régimen de gobierno. En 1940 Roosevelt fue reelecto avasalladoramente.

Políticamente, con ese impulso el régimen imperialista logró aislar mucho más no sólo a la izquierda; también a dirigentes sindicales de peso como John Lewis, de la CIO, opuestos en ese momento a la entrada de Estados Unidos en la guerra (luego se volverían tan belicistas como sus contrincantes). Como parte de su política de guerra, el gobierno desató una fuerte persecución contra el trotskismo norteamericano, con el apoyo del Partido Comunista. Con la entrada en vigencia, en 1940, de la Smith Act (ley que declaraba ilegal cualquier opinión que propusiera derrocar violentamente al gobierno), fueron encarcelados Cannon y 18 trotskistas más. Paralelamente, Trotsky era asesinado en México por un sicario estalinista.

Esta fuerte represión política convivió en su inicio con una nueva crisis en las filas del SWP En 1940, Max Shachtman, un histórico dirigente, con James Burnham, rompieron con el SWP y, con un número importante de militantes, fundaron el Workers Party. La ruptura se produjo por diferencias en la caracterización del carácter social de la Unión Soviética y sus implicancias en la militancia cotidiana.

Asimismo, la guerra multiplicó exponencialmente el gasto gubernamental. Hacia 1945, el gobierno había desembolsado 98.000 millones de dólares, mientras en 1936 el presupuesto del New Deal ascendía a sólo 8.000 millones (Rojo, 2009). Esta situación generó un virtual “pleno empleo” en la mitad de los ’40, y un incremento de salarios del orden del 27 por ciento. Esta coyuntura marcó la declinación de los movimientos de desocupados luego de una década de existencia, y el fin de las organizaciones de desempleados ligadas al trotskismo.

Conclusión

Los Musteites y la NUL hicieron una experiencia política formidable en un lapso muy breve. La crisis capitalista desnudó ante sus ojos todas las contradicciones de un régimen social agotado, que en 1930 llevó a la humanidad a una miseria gigantesca. No obstante, esta evolución política hacia el trotskismo no fue solo por un aspecto, digamos, económico de la lucha de clases: fue acompañado por la acción deliberada de Liga Comunista de América para ganar a las organizaciones de masas a un programa revolucionario.

Esta convergencia política no estuvo exenta de crisis; por el contrario, todo el periodo estuvo atravesado por luchas faccionales y rupturas muy fuertes, que paralizaban momentáneamente la acción del WPUS. Por sobre todo, el último periodo de esta historia estuvo marcado por esas cuestiones, que coincidió, a su vez, con una marcada desorientación respecto a la intervención en el movimiento de desocupados.

Cuando la Worker ‘s Alliance of America fusionó a todas las organizaciones de desempleados, la NUL prácticamente se diluyó en esa central, no actuó como una corriente política. Como sostiene Chris Knox (en Martini, 2008) “más que ser asociados con la lucha por construir un partido de vanguardia, los trotskistas fueron asociados como referentes de estos ‘frentes únicos”. De acuerdo con ese autor, faltó construir un verdadero polo político dentro de esos frentes, en donde se distinguiera claramente el programa político de los trotskistas respecto del de las distintas facciones de la burocracia.

Esa situación llevó a James Cannon (1942) a hacer un balance incorrecto, desde nuestra perspectiva. La siguiente cita, aunque extensa, es muy clara en ese sentido:

“A las organizaciones de desempleados se las puede forjar y hacer crecer rápidamente en épocas de crisis económica y es muy fácil que uno se haga ilusiones en cuanto a su estabilidad y potencial revolucionario. En el mejor de los casos son formaciones informales y fáciles de disgregar; se escapan como agua entre los dedos. En el instante en que el trabajador desempleado medio consigue trabajo quiere olvidarse de la organización de desempleados. (…) Es un trabajo difícil de desarrollar, mes tras mes y año tras año, con la esperanza de cristalizar algo firme y estable para el movimiento revolucionario. Una lección segura que, creo, se desprende de la experiencia de aquella época, es que los trabajadores empleados en fábricas son la verdadera base del partido revolucionario. (…) Las masas desempleadas, las organizaciones de desempleados, nunca pueden llegar a sustituir una base entre los trabajadores fabriles empleados”.

La contraposición entre ocupados y desempleados así planteada es artificial; no debe contraponerse el trabajo de masas en ambas fracciones de la clase obrera. Obviamente, los movimientos de desocupados tienen un carácter inestable en sus miembros. Un trabajador desocupado puede a pasar a ser ocupado, o viceversa. La cuestión es ganarlo a la causa revolucionaria.

La reflexión de Cannon es simplemente una tentativa de achacar las culpas propias a la masa obrera. Hacia mediados de la década del ’40 millones de desocupados yanquis pasaron a ser ocupados; miles de activistas de la NUL pasaron a tener empleo. Esta situación debería haber facilitado el desarrollo del trotskismo en el movimiento obrero ocupado. ¿Por qué no sucedió? Consideramos que el balance debe estar puesto allí. Más aún, cuando muchos autores sostienen que a partir de 1936 se produce un “auge sindical” protagonizado por “vanguardias no oficiales”, una “segunda generación” de activistas en el movimiento obrero norteamericano (Billorou, 1990), caracterizado por el retorno masivo de desocupados a las fábricas. Hay una relación directa entre esos movimientos de base y la experiencia piquetera yanqui. Rosenzweig (1976) afirma que “muchos de los líderes de la CIO venían directamente del movimiento de desocupados, y parece que muchos en la tropa tenían una formación similar”. ¿Entonces, cuál debiera ser el balance? ¿En qué situación se encontraba el WPUS / SWP en este periodo?

En lo que respecta al movimiento de desocupados, consideramos que reinaba una severa desorientación y dispersión política, por todos los factores señalados en este trabajo: luchas faccionales y escisiones, alejamiento del trabajo de masas, disolución en la WAA y otras por el estilo. No obstante, esta afirmación debe ser considerarse provisoria. La relación de la NUL con ese “auge sindical” es todavía una cuestión que necesita ser analizada en profundidad: muchas lecciones políticas se desprenderán de su estudio. Se propone, entonces, un balance político que tome a la clase obrera en su conjunto. De esta forma, el alcance histórico de la lucha de los desocupados se hace mucho más amplio y no debiera limitarse a la situación estacional de no tener trabajo. Este sería un interesante disparador para analizar la inserción del SWP en el movimiento obrero a partir de la década de 1940.

Paulo Wermus es historiador

Bibliografía

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Periódicos 

Labor Action, 1933 a 1934

Socialist Appeal, 1938 a 1939

New Militant, 1936

NOTAS

1. El mismo León Trotsky acordó la fusión en su carta del 29 de marzo de 1934, disponible en https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro3/T05V218.htm.

2. La Social Security Act (Ley de Seguridad Social) administraba fondos aportados por empleados y empleadores por igual, para otorgar subsidios a desempleados, personas mayores y enfermas.

3. Organización comunista internacional, fundada en marzo de 1919 por iniciativa de Lenin y el Partido Comunista de Rusia (bolchevique), que agrupaba a los partidos comunistas del mundo.

4. Según el esquema proclamado por los estalinistas en el VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista (1928), el “primer período” había sido el intervalo1917-1924 (crisis del capitalismo y ascenso revolucionario), el “segundo período”, de 1925 a 1928 (estabilización del capitalismo), y el “tercer período” era el del final del capitalismo. En 1934 se desechó oficialmente la teoría y la práctica del “tercer período”, reemplazándolas con las del “frente popular” (1935-1939), pero éste no fue numerado.

5. Edward Joseph Kelly y Patrick Nash gobernaron Chicago y dominaron la sección de local del Partido Demócrata desde 1933 hasta 1947.

6. Frank Hague fue alcalde de Nueva Jersey por el Partido Demócrata. Es recordado por ser un ferviente anticomunista y por reprimir a las organizaciones sindicales locales. La persecución que Hague desató contra la CIO (Committee for Industrial Organizations) llegó a instancias judiciales de la Corte Suprema de Justicia de EEUU, que finalmente sentenció que las medidas de Hague iban en contra de la libertad establecida en la Primera Enmienda.

7. La Committee for Industrial Organization fue creada en 1935 como una escisión de la AFL. El historiador Mike Davis señala que “la CIO fue una alianza de sindicalistas buró- cratas disidentes, con recursos financieros importantes y amigos colocados en lugares elevados; creado con el fin de apropiarse de un movimiento masivo de comités ya existentes en los talleres industriales y organizaciones rebeldes locales” (Davis, 1982). 8. Hacia 1937 la producción industrial se había reducido en un 33% y el desempleo había aumentado de 7,7 millones de personas en 1936 a 10 millones en 1937.

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