El ajuste contra el salario real y la crisis industrial, y su secuela de cierres y despidos del primer semestre el año, colocaron en la escena al movimiento obrero. En un año marcado por luchas obreras, por la irrupción de movilizaciones de masas de los trabajadores, la política de concertación de la burocracia sindical con el gobierno Macri y su ajuste, apuntó a ahogar el proceso de luchas. Pero por ello mismo abrió un nuevo capítulo en la descomposición de la burocracia sindical y, por ende, en la lucha por una nueva dirección del movimiento obrero.
Por otro lado, la descarga de la crisis capitalista sobre las masas que administra el gobierno Macri ha tomado por eje en el último período una ofensiva en regla contra el movimiento obrero y sus conquistas: el ataque al mal llamado “costo laboral”; a las garantías jurídicas laborales nominadas como “industria del juicio”; a los convenios colectivos “obsoletos” en función de “nuevos convenios adaptados al siglo XXI” -un eufemismo para disimular cláusulas de descalificación, polivalencia y superexplotación obrera-; la rebaja de aportes sociales y previsionales patronales, capciosamente llamados “impuestos al trabajo”; la agudización de la precarización laboral mediante pasantías y refuerzo de la tercerización laboral, entre otras iniciativas. Por ello en la campaña electoral hemos denunciado la Reforma Laboral y el pacto Macri-CGT como ejes políticos para preparar a la vanguardia obrera para la etapa que viene.
Las agudas contradicciones de las medidas económicas, y sus resultados y fracasos, plantean una segunda fase del ajuste. La política de hiperendeudamiento agota sus posibilidades, no se han producido las inversiones previstas y como consecuencia de ello el capital exige ir más a fondo, para recuperar tasas de rentabilidad incrementando la tasa de explotación de los trabajadores. Reclaman un ajuste más vasto del gasto público. Se trata de una ofensiva que ha recorrido un camino, pero que se pretende pegue un enorme salto a través de una reforma laboral en regla, que puede afectar también el edificio legal que reglamenta las relaciones laborales. Dos aspectos de la ofensiva, asociados, son la reforma jubilatoria e impositiva.
La ofensiva tiene dimensiones continentales como lo demuestra que el golpista Temer en Brasil ha hecho un eje del ajuste en una reforma laboral que retrotrae las condiciones de trabajo a las del siglo XIX. Por la magnitud del ataque a los convenios colectivos, a la jornada laboral, a las indemnizaciones y la estabilidad laboral, habilitando el trabajo precario y aún intermitente, anulando la insalubridad y atropellando los derechos de la mujer, mientras preparan una segunda reforma jubilatoria. Todo lo cual inevitablemente va acompañado de una ofensiva de desarticulación sindical, en particular en los lugares de trabajo.
El apoyo en masa de las centrales patronales argentinas a este rumbo, desde la UIA hasta el total de las asociaciones rurales, pasando por bancos y monopolios extranjeros y aún por asociaciones de Pymes, se ha reforzado luego de las Paso de agosto. El gobierno Macri aparece como el más apto para llevar adelante los ataques al movimiento obrero. Por su parte, las distintas alas de un peronismo fracturado y derrotado en la mayoría de las elecciones provinciales, compiten por el favor de la burguesía y por demostrar su capacidad de contención frente a las tareas planteadas por los mandantes capitalistas.
El pacto con la burocracia sindical ha sido central, incluso se transformó en el salvavidas del gobierno frente a la crisis de las alianzas parlamentarias cuando se trató la perpetuación del impuesto al salario y la nefasta ley de ART. Pero no ha sido el único amortiguador social. Al lado del pacto de gobernabilidad del ajuste con el Triunvirato cegetista, se montó otro pacto similar con el triunvirato de organizaciones sociales alrededor de una ley de cooptación de esos movimientos (Evita, CCC y Barrios de Pie) mediante una política de tercerización del asistencialismo que otrora aplicara el kirchnerismo. Por lo tanto, corresponde integrar al análisis y las tareas del movimiento obrero, la lucha del movimiento de trabajadores precarizados y desocupados, y las tareas y programa que plantea romper la cooptación al Estado en esa fracción de la clase obrera.
Para definir las perspectivas del clasismo y sus tareas conviene examinar las tendencias combativas que se han manifestado entre los trabajadores, el derrotero de sus luchas, el papel de sus direcciones, el papel de la CGT unificada y la evolución de la crisis de la CTA y, de conjunto, la evolución de la crisis de la burocracia sindical y su conexión con la crisis del peronismo en general y del kirchnerismo en particular.
La responsabilidad de la izquierda obrera y socialista y del clasismo radica en preparar a los trabajadores para la etapa, para los choques que vienen, capitalizando las lecciones de las luchas y batallas políticas libradas, caracterizando el papel de las fuerzas en pugna y brindando el programa y los métodos de intervención que permitan al activismo unir la experiencia de lucha a la construcción de una alternativa política de los trabajadores. Un hito en esa lucha lo constituyó el Plenario Sindical en el Estadio de Lanús, que reunió a tres mil delegados y activistas obreros en apoyo al FIT, convocado por dos de las corrientes del Frente de Izquierda (PO e IS), que estableció un programa y tareas para la etapa, y preparó una movilización de sindicatos combativos, encabezada por el Sutna, la UF Oeste, AGD-UBA, el Sitraic, los Suteba combativos, Ademys y otras organizaciones el 12 de octubre, contra la reforma laboral, diez días antes de las elecciones. La movilización se reprodujo en Mendoza, con fuerza, y participaron de ellas luchas del momento como la carpa de Pepsico, que votó su participación en asamblea.
El plenario de Lanús fue la oposición política antagónica no sólo al ajuste de Macri y los gobernadores, sino al PJ y a Cristina Kirchner que se colocó el gorro de la Uocra en su acto de cierre de campaña electoral, simbolizando la continuidad estratégica con la burocracia sindical más colaboracionista y criminal que la apoyó hasta el final de su gobierno. Ocupó, sin dudas, un lugar en la lucha por la independencia política de la clase obrera y en la batalla contra el fraude político de la polarización montada por la burguesía, especialmente en la provincia de Buenos Aires.
Ascenso de luchas
Este año, con desigualdades provinciales, el proceso político entero ha sido marcado por las tensiones sociales y la irrupción en el escenario nacional de grandes movilizaciones de trabajadores contra el ajuste, tanto de Macri como del conjunto de los gobernadores. Las grandes organizaciones sindicales han sido sacudidas por las tendencias de lucha a pesar del cuidado operativo de cooptación y contención montado y bordado durante 2016.
En la previa de las Paso, la CGT reforzó la desmovilización del movimiento obrero, para que “hablen las urnas”. Cristina se sumó a la estrategia pidiendo el levantamiento de una marcha que el kirchnerismo sindical planificaba para el 7 de agosto. Pero Pepsico, con la ocupación de la planta y la posterior represión, puso en la agenda nacional la cuestión de los despidos y cierres de fábrica a repetición que se sucedieron durante todo 2017. La reacción del Triunvirato fue convocar una movilización con fecha lejana, desprendida de cualquier papel de refuerzo respecto de la lucha de Pepsico o de cualquier otra.
Como resultado de ese cuadro se produjo la fallida movilización del 22 de agosto pasado, donde se expuso la fractura del triunvirato cegetista. Y como consecuencia del carácter raquítico y sin continuidad de la movilización, un reforzamiento del gobierno Macri que expulsó funcionarios de la burocracia que cogobernaron hasta el presente, planteando un nuevo escenario para la ofensiva contra las conquistas de los trabajadores. A pesar que los resultados electorales de Macri apenas si le dieron un tercio del electorado nacional, la política de contención de la burocracia, el vaciamiento de cualquier reacción de lucha del movimiento obrero, potenciaron ese resultado y animaron a Macri al despido de altos funcionarios de la burocracia sindical, el viceministro de Trabajo y el jefe de la Superintendencia de Salud (que maneja los cuantiosos fondos de las Obras Sociales que administra el Estado). Esto mostró un Macri barajando para dar de nuevo desde una posición de fuerza donde más le duele a la burocracia que es en los fondos de las Obras Sociales. Pero mostró a los trabajadores también que, hasta el momento, la CGT y Macri constituyeron un co-gobierno, con altos funcionarios integrados al gobierno gorila y antiobrero de Macri.
El pasaje de la burocracia a una postura semi-opositora, incluso con pretensiones (fallidas) de jugar en la interna peronista, es el claro resultado de un 2017 que arrancó con cierres de fábricas, suspensiones, despidos masivos y con una temprana crisis de paritarias como resultado de la inflación pasada y presente en el caso de La Bancaria. La amenaza de un paro general de cinco días que paralizaría las finanzas del país rompieron un techo en bancarios y una disposición despótica del Ministerio de Trabajo, que sin embargo se intenta aislar procurando la derrota al enorme proceso de las huelgas docentes.
Es decir que los mecanismos de contención de la burocracia sindical han sido puestos a prueba prácticamente en cada semana de este año. Bien mirado, el proceso que deriva en la convocatoria del 7 de marzo, con su desenlace de revuelta de las bases del propio aparato contra la cúpula de la CGT (palco en fuga), empieza el 16 de enero con la ocupación de AGR-Clarín y aún antes con la ocupación del Conicet, dos luchas en las que tuvimos y tenemos una enorme responsabilidad. Una triunfante, la otra, una ocupación de 80 días que no pudo ser desalojada hasta después del paro y que fue un punto de referencia y revulsión de todo el proceso en el movimiento obrero de la etapa: Banghó, Baradero, huelgas docentes, San Lorenzo.
La CGT y las CTA se vieron obligadas a coquetear con la ocupación de AGR-Clarín y la conservadora y pro-patronal Federación Gráfica Bonaerense (FGB) tuvo que convocar un paro general, que no organizó pero que fue el primero de este tipo en 30 años. Nuestra orientación fue, en todo el proceso, desarrollar el movimiento a través de las grandes organizaciones sindicales. Lo caracterizamos así y así fue: que el proceso pasaría por allí.
El reagrupamiento de la vanguardia alrededor de la ocupación de AGR y sus medidas de lucha permanentes, sus plenarios unitarios de la izquierda y el clasismo, miraron siempre al movimiento obrero en su conjunto. Y aún en el desalojo, el acampe se hizo bajo la consigna de paro activo nacional de todo el movimiento obrero.
La burocracia tomó nota y cuando movilizó fue para evitar la propalación de las ocupaciones de fábrica a partir de AGR, cuando se produjeron cierres de laboratorios (Roux), de Atanor (Baradero y Chacabuco), de Ingredion, despidos masivos en Sierra Grande, en Cerámica San Lorenzo, en Caravell (Mercedes); más tarde en VW Pacheco y en GM, Rosario donde las suspensiones masivas son despidos a plazo fijo.
No obstante, en el período se destaca la huelga general de Ingredion que conmovió durante 35 días a Baradero y Chacabuco, las localidades de sus dos plantas. A la cabeza de esas huelgas estuvo un pequeño sindicato de actividad que escapó a los operativos de contención de los grandes aparatos como la UOM, el Smata o la Alimentación. La resistencia obrera, con gran apoyo de nuestro partido, mantuvo piquetes y movilizaciones, pero fue aislada por los sindicatos locales y la CGT nacional. La tenaz huelga apenas pudo reincorporar una docena de trabajadores entre doscientos despedidos, pero su activismo fue desmantelado para hacer pasar la ofensiva contra salarios y condiciones laborales que superan con creces al convenio de la Alimentación.
La burocracia, en todos los casos, movilizando o no, evitó con maniobras las ocupaciones; es más, en medio de la toma de AGR se produjo en Merlo el desalojo de Pettinari, una recuperada que escapó al control del Smata y buscaba su lugar en el mundo. La Justicia pretendió, el 17 de abril, desalojar también el Bauen, aunque el movimiento de solidaridad los hizo retroceder.
La ocupación de AGR no pudo extenderse y su desalojo es resultado de ese límite encontrado en esta heroica lucha de los gráficos de la Naranja contra uno de los principales monopolios, y su asociación incondicional y estratégica con el gobierno y con todos los pliegues del Estado.
Las ocupaciones de fábrica, el kirchnerismo y la izquierda
Al momento de escribir estas líneas, en la primera semana de septiembre, está ocupada la planta II de Cresta Roja y la mina de Río Turbio, por deudas y no reincorporaciones en la pollera y por despidos y amenaza de cierre de la mina en el Turbio. Estos nuevos hechos retoman una tendencia que empezó desde el primer día del año con la toma del Conicet a impulso de los Jóvenes Científicos Precarizados y la AGD (arrastrando a ATE), siguió con la toma de AGR-Clarín con su cuerpo de delegados clasista de la Naranja Gráfica a la cabeza y, más recientemente, con Pepsico, a partir de su cuerpo de delegados clasista.
Cresta Roja retoma sus métodos de lucha de clase a partir de una nueva dirección de lucha en la planta II y el Turbio retoma sus mejores tradiciones históricas, recordemos las enormes ocupaciones de la mina con la que los obreros defendieron su continuidad luego del accidente que se llevó la vida de 14 trabajadores.
Los golpes recibidos no han cancelado esta tendencia combativa en el movimiento obrero. La perspectiva de ocupación de toda fábrica que cierre o despida masivamente es una consigna probada en su factibilidad, especialmente cuando el clasismo prepara organizativa y políticamente a los trabajadores.
El Partido Obrero y la Naranja Gráfica libraron, durante el conflicto de AGR, una lucha política contra la orientación del kirchnerismo de la dirección de la FGB que en ningún momento garantizaron la no impresión de las revistas de AGR. Eso hubiera significado organizar a los trabajadores en función de clase, en cada taller, enfrentar a todas las patronales, y no sólo a Clarín, algo que está fuera del radar del sindicalismo K, que es apenas una variante de la burocracia sindical. Por otro, la CI de Clarín-Zepita, integrante de la lista Verde ongarista, fue ariete de la patronal contra sus compañeros de Pompeya.
En ese período, luchas parciales del clasismo de la Coordinadora Sindical Clasista (CSC), como la de Prodalsa y Mascardi, pudieron enfrentar ofensivas patronales. El Sutna recuperado, con menos ruido, a partir de sus métodos de asamblea fabril y unidad obrera, ha tenido logros excepcionales para el movimiento obrero en las grandes plantas -Pirelli, Fate- porque ha logrado que las suspensiones, cuando fueron inevitables en ciertas líneas de producción, fueran con el total del salario -es decir una aplicación parcial de nuestra consigna de conjunto, de reparto de horas sin afectar salarios.
Lógicamente, esa realidad no pudo ser sostenida en fábricas menores del interior que han sufrido despidos en un marco de aislamiento y débil organización en sus localidades. En otros casos, como la ex Ecotrans, el clasismo ha sufrido golpes y retrocesos. Pero, de conjunto, la ocupación de AGR ha sido un punto de reagrupamiento y oportunidad para sumar nuevos activistas y compañeros, con quienes nos jugamos por su desarrollo durante toda una etapa del año.
La ocupación de AGR-Clarín desató debate en las organizaciones sindicales y en la vanguardia obrera. Daniel Catalano, de ATE Capital, perteneciente a la Verde-Blanca kirchnerista, en tiempo real a la ocupación de los gráficos de Pompeya, se opuso a las ocupaciones de fábrica en un plenario de delegados estatales, planteando que la tarea no era (no es) ocupar los lugares de trabajo ante los despidos masivos, sino cuestionar el “modelo” y preparar el “volveremos”.
En esa orientación hay dos trampas mortales. La primera y más evidente es que en tanto se prepara un “volveremos” que tiene por estación terminal o al menos como próxima estación el año 2019, la burguesía habrá ejecutado la tarea sucia de eliminación de ramas enteras de ciertas industrias, de flexibilización laboral y desarticulación sindical fabril (claro caso de AGR, Ingredion y más recientemente Pepsico), la precarización laboral y rebaja histórica de salarios reales y aún una reforma laboral de conjunto. En lugar de las ocupaciones de fábricas, que son el método histórico y extremo para enfrentar el también extremo ataque capitalista que es el cierre de la planta o despidos masivos, se promueven movilizaciones de desgaste para “acumular” hacia tres años vista, una clara estrategia de derrota del movimiento obrero. La segunda trampa es que el kirchnerismo gobernó con la burguesía que ejecuta el ajuste y empezó a aplicarlo él mismo en los últimos años de Cristina, por eso mismo se opone a poner en pie a la clase obrera para quebrarlo ahora mismo.
El debate atravesó a la izquierda. En el acto del 1º de Mayo no hubo acuerdo entre las corrientes del FIT para incluir la consigna de ocupación de toda fábrica que cierra, con el argumento que los métodos de lucha obrera son muchos. Es cierto, pero como lo probó AGR, todos los demás métodos acompañan también a la ocupación de fábrica. El punto es preparar a los trabajadores para una lucha en regla porque una ola de ocupaciones de fábrica ante los cierres y despidos habría colocado un punto de apoyo a una rebelión obrera de conjunto.
El debate tuvo también su arista política. El PTS planteó en el momento “el acierto de practicar una política de frente único con la burocracia sindical kirchnerista”. Polemizamos en su momento con esta postura. No se trata de un frente único con la burocracia ni con los K, sino de promover la intervención de la clase obrera y sus organizaciones que tienen las direcciones que tienen, por eso el reclamo de plenarios de delegados, de asambleas fabriles, etc.
Este debate político en el seno de la vanguardia obrera volvió en oportunidad de la lucha de Pepsico. Gratuitamente, la dirección de Pepsico regaló a Cristina una foto en sus términos, con un grupo de obreras en lucha, ni siquiera con su comisión interna, cuando la propia Cristina está garantizando la tregua electoral para que las elecciones transcurran en la disputa de las corrientes de la burguesía, con el movimiento obrero inmovilizado. Una verdadera puñalada al Frente de Izquierda y al clasismo en su conjunto, que no tiene nada que ver con la exigencia a las organizaciones obreras para que brinden apoyo y movilización a la lucha.
De la huelga docente a la paritaria del Sutna
Nos ocuparemos especialmente de la huelga docente, su alcance y conclusiones, pero indudablemente ha marcado políticamente la situación del movimiento obrero. El gobierno jugó a suerte y verdad la anulación de la paritaria nacional, lo que consiguió al costo de fuertes paros y de la colosal movilización del 22 de marzo. En lo esencial, con el levantamiento de la huelga en la provincia de Buenos Aires, y tras el paro del 6 de abril, el gobierno y todas las alas de la burocracia sindical se juegan a garantizar la gobernabilidad del ajuste conjurando las tendencias a la huelga general que se plantearon. Que esas tendencias estuvieron presentes lo demostró la propia convocatoria al paro nacional dominguero del 6 de abril para descomprimirlas. De allí la importancia de todas las iniciativas para darle un carácter activo (piquetes, movilización al Obelisco) en las que el clasismo con la CSC en primera línea destacó la necesidad de su continuidad.
La huelga docente expresó de la manera más aguda, por su desarrollo y por sus límites, las tendencias en el movimiento obrero a la huelga general, especialmente en la provincia de Buenos Aires. No obstante, la frustración del movimiento, por el apoyo recibido de gran parte de la población a pesar de la furiosa campaña mediática derechista, por la profundidad que tuvo, por su desarrollo en provincias gobernadas por el kirchnerismo como Santa Cruz, por el paro nacional contra la represión a la carpa cuando Ctera había tirado la toalla, su derrota no tuvo el valor estratégico de las derrotas de los ’90 (“ramal que para ramal que cierra”). Por otro lado, finalmente, la paritaria cerró seis puntos arriba del tope del 18% fijado por Vidal con UPCN.
Esto con el agregado de un reforzamiento sin precedentes de la lista opositora Multicolor, que encabezó Romina Del Plá, que se ha transformado en una referencia nacional del clasismo y del PO. La consigna “por una nueva dirección para ganar” dio cuenta que la burocracia sindical no estuvo a la altura de los requerimientos para enfrentar la ofensiva de Macri y los gobernadores con los métodos de la huelga general.
Docentes universitarios, que protagonizó la gran huelga de 2016, no alcanzó aquella magnitud, pero su paritaria obligó al gobierno a echar lastre para cerrarla (26,45%), lo que luego de las medidas de lucha reforzó las filas de las alas combativas de Conadu Histórica.
Entre los procesos huelguísticos provinciales, Santa Cruz es un caso líder. Macri apuntó a un ajuste en regla que incluye un golpe al régimen kirchnerista en su conjunto y Alicia Kirchner buscó sobrevivir aplicando el ajuste y una política “a lo Vidal” de desgaste del movimiento de lucha. El movimiento agotó sus posibilidades de lucha sin poder quebrar los ataques materiales, pero al mismo tiempo la gobernadora perdió por amplio margen las elecciones, lo cual creó un nuevo escenario político para las luchas obreras de la provincia.
La agitación política en torno de un planteamiento de conjunto basado en el control obrero de los recursos económicos y financieros acompañó los reclamos de nuestra parte en Santa Cruz. Es insoslayable el planteo de Congreso del Movimiento Obrero para discutir esa perspectiva, es decir que actuemos como alternativa política y de poder, y no confinados a una corriente sindical combativa consecuente.
La huelga general de las y los choferes de UTA Córdoba, nacida de los cuerpos de delegados, contra una seccional intervenida, que duró nueve días y enfrentó una de las campañas antiobreras del Estado, los medios y el conjunto del régimen político más feroces, es parte de los enormes esfuerzos de los trabajadores por defender el poder adquisitivo de los salarios. La huelga cuestionó una de las peores paritarias, la del burócrata Fernández, de UTA, que obliga a los trabajadores a afrontar la inflación 2017 con una cuota de 8% hasta diciembre. Su derrota en el marco de despidos masivos y persecución a los delegados combativos, sin embargo, no ha cancelado completamente la lucha, porque trescientos compañeros siguen reclamando su reincorporación. Antes de eso, tras veinte años de lucha antiburocrática, Ecotrans fue desguazada golpeando al activismo y sus conquistas. Pero, por otro lado, ha surgido un proceso de auto-convocatoria de delegados de UTA que protagonizaron movilizaciones en Buenos Aires, también contra la paritaria que llevó a la rebelión cordobesa.
En procesos diferentes, aceiteros pero especialmente el Sutna, cerraron paritarias que rompieron los topes y promedios impuestos por la burocracia sindical. Aceiteros (31%) explotó una tradición de lucha ganada con la gran huelga de 2015 y particularmente el carácter reactivado de la industria al calor de la devaluación, una rama si se quiere excepcional en el contexto de caída de veinte meses continuos de la industria que al día de hoy está al 65% de utilización de la capacidad instalada, lo cual es un inhibidor natural de los movimientos de lucha de los trabajadores.
Justamente, el Neumático atravesó su segunda paritaria desde la recuperación clasista en condiciones difíciles por el freno relativo de la industria y la competencia de las importaciones, aunque se ha evitado todo despido en las grandes plantas que deciden la paritaria. El Sutna logró un 27% final que luce entre los trabajadores como una conquista basada en masivas asambleas generales que nuclearon miles de compañeros, en una gran movilización al ministerio, en piquetes y movilizaciones ante cada fábrica. Es decir, que sin llegar al paro y la huelga, la dirección clasista mostró una ruta al conjunto del movimiento obrero, aún en el cuadro de aislamiento, para llevar adelante sus objetivos de recuperación del salario y equivalencia a la canasta familiar.
En resumen, las paritarias por segundo año consecutivo a la baja, han sido un aspecto de la ofensiva por un aumento absoluto de la tasa de explotación de los trabajadores, pagando su fuerza de trabajo por debajo de su verdadero valor de reposición, la canasta familiar. De hecho, el salario promedio argentino no supera los 13.000 pesos -es decir que su promedio está debajo de la línea de pobreza reconocida por el Indec.
También en este terreno hay marcadas tendencias de lucha. La consigna transicional de salario mínimo equivalente a la canasta familiar forma parte de un programa de poder que requiere poner en pie a la clase obrera con los métodos de la huelga general para imponer una reorganización económica dirigida por los trabajadores.
El valor de la acción independiente del clasismo
Las tendencias combativas del movimiento obrero se expresaron en la génesis del paro nacional y se volvieron a expresar en el paro mismo con las movilizaciones de sindicatos y centrales en el interior, con los piquetes y especialmente con la movilización al Obelisco en la Capital. El Sutna, AGD, Suteba-La Matanza y otros agrupamientos del clasismo “plantaron bandera” y ofrecieron una perspectiva de paro activo y plan de lucha por un programa de reivindicaciones consecuentes frente a la ofensiva antiobrera.
El papel de nuestras posiciones sindicales y políticas en el paro del 6 es resultado de un trabajo de todo un año encabezando las columnas e intervenciones independientes frente a las movidas de la burocracia sindical y delimitando permanentemente con el kirchnerismo y sus expresiones en el movimiento obrero. Recordemos las columnas independientes el 20 de abril de 2016, la columna y acto clasista encabezado por el Sutna en la Marcha Federal, un canal que se brindó también el 7 de marzo de la rebelión contra el palco cegetista, en el paro nacional y el último 22 de agosto.
La Coordinadora Sindical Clasista, en 2016, le dio programa, perspectiva y consignas de agitación a esos movimientos en Racing, donde reforzamos la campaña por el paro nacional de 36 horas y un Congreso de Bases del Movimiento Obrero ante los despidos y el despojo paritario.
En Racing consideramos un aspecto vital del trabajo del clasismo de plena vigencia hasta hoy. La agitación en el movimiento obrero pasa por los grandes sindicatos, no hay un movimiento alternativo de importancia que plantee realidades organizativas y de lucha por afuera de ellos.
Allí marcamos claramente que la tarea del clasismo y de la construcción obrera y socialista en el movimiento obrero, no pasa por constituirnos en una nueva central, sino en la disputa de las organizaciones sindicales existentes en función de una reorganización sobre bases de independencia política de clase y de democracia sindical. Dicho de otro de modo, la victoria de la clase obrera pasa por la lucha por una nueva dirección que la unirá sobre bases clasistas.
El Plenario Sindical de Lanús al que hicimos referencia, en medio de la campaña electoral, dio otro paso en la estrategia de la fusión de la vanguardia obrera con la izquierda revolucionaria. El 90% de su concurrencia fue aportada por la Coordinadora Sindical Clasista-Partido Obrero. Su desarrollo contribuyó a la formación de nuevas agrupaciones clasistas en nuevos gremios y sindicatos seccionales.
La CTA, el kirchnerismo sindical y el moyanismo
Si el proceso de desintegración del kichnerismo que domina en el escenario político nacional vuelve a poner de relieve la inviabilidad del reciclaje con pretensiones progresistas del peronismo, la crisis de la CTA, primero adherida a la Alianza y luego al kirchnerismo, ha puesto de relieve la inviabilidad de un sindicalismo combativo, de nuevo tipo, de la mano de la burguesía nacional. Lo cual vale por dos, por supuesto, para el moyanismo que acumuló un enorme poder en la primera etapa kirchnerista.
En la dividida CTA, en un contexto de retroceso general de la “central alternativa”, se ha reforzado relativamente la de Hugo Yasky, ligada al kirchnerismo, de la mano del derrumbe del centroizquierda degennarista. El triunfo clasista en el Sutna, el desarrollo de la multicolor del Suteba y otras conquistas en el interior, como Aten, al igual que nuestro trabajo en el Subte, tienen que desembocar en un trabajo político importante como corriente interna de recuperación sindical de la CTA, mediante una lucha política contra la subordinación a la estrategia del “volveremos” y la confrontación y denuncia de la asimilación del kirchnerismo al pejotismo que atraviesa a la propia dirección de Yasky.
Por un lado, hay que oponer -en un sentido propagandístico- el Congreso de Bases, los plenarios con mandato, el impulso del paro activo nacional y plan de lucha de conjunto, contra una burocracia sindical desprestigiada y en proceso de desintegración. Por otro lado, apuntar a la conquista de cuerpos de delegados, al desarrollo de agrupaciones donde las posiciones conquistadas crean las condiciones para listas fundamentales como las de Suteba, telefónicos, AGD, Ctera, etc.
La elección del Suteba mostró la potencialidad del proceso. El liderazgo de Tribuna Docente está cimentado en su desarrollo, expresado en el Congreso de 600 compañeros de febrero, y en la táctica del frente único de clase. Al igual que el desarrollo de la CSC del PO en la zona norte del Gran Buenos Aires, un centro del proletariado y de nuestro desarrollo actual.
El moyanismo describió, por su parte, la parábola más extrema. De “columna vertebral del kirchnerismo” (con Néstor Kirchner) a sector más allegado a Macri en la previa de la elección presidencial, en la que fue una de sus patas de apoyo. Mediante la integración de Facundo Moyano al massimo, distribuyó sus fichas entre las dos variantes que constituyeron la alianza más estable de ataque al movimiento obrero.
La integración al triunvirato de un moyanismo debilitado, representado por Juan Carlos Schmid, representante de una Confederación del Transporte que tampoco le responde, porque UTA y UF han seguido su propio derrotero, diluyó la capacidad de maniobras de Camioneros, que hoy es sólo un jugador más en la interna de la burocracia sindical, tratando de salvar su imperio de negocios y asociación a las concesiones de servicios públicos, por un lado, y a OCA, por otro, lo que ha hecho estallar disidencias internas hasta en el clan familiar.
La CGT unificada, un emprendimiento colaboracionista
Esta fue la caracterización de la CSC-PO ante el proceso de unificación: “tendrá un carácter reaccionario, será para acompañar los tiempos de ajuste”.
Conviene refrescar una constante histórica en la Argentina. Ningún gobierno ha dejado de apoyarse en la burocracia sindical como factor de contención. Incluso lo hizo Alfonsín, que negoció la ley del unicato sindical que rige hasta hoy y entregó su Ministerio de Trabajo a un representante de Luz y Fuerza (y del Opus Dei), Carlos Elvio Alderete. Los famosos 13 paros sirvieron para evitar la huelga general y neutralizar las enormes tendencias combativas y aún las direcciones de la izquierda de la década del ’80: Sanidad, Ford, Naranja Gráfica, etc.
Con la derrota kirchnerista y el ascenso de Macri se abrió una nueva etapa en la relación del Estado con la burocracia sindical. Un gobierno no peronista que tenía, tiene, que enhebrar una nueva forma de integración de los sindicatos al Estado, particularmente en tiempos de una colosal ofensiva contra los trabajadores.
Las crisis y fracturas del triunvirato son el resultado del agotamiento de las maniobras de distracción y desvío para disimular la garantía que dio la CGT al ajuste. El apoyo a sus leyes centrales, pacto con los buitres, presupuesto de ajuste, rebajas de aportes a Pymes, incluso las más antiobreras como ART y Ganancias, que se abrieron paso por su apoyo expreso y, por sobre todo, a los despidos que dejaron pasar cada día, y mediante la “parlamentarización” del reclamo de prohibición de despidos y la pasividad ante el veto a la ley.
Sin embargo, la burguesía y sus fracciones más conscientes observan con preocupación las tendencias a la fractura y aún a la atomización de la CGT y de la burocracia sindical en su conjunto: gordos, independientes, moyanistas, corriente federal, Movimiento de Acción Sindical (Sergio Massa), 62 Organizaciones.
Tras la expulsión de los funcionarios ligados a la burocracia, en el ministerio y en particular en el manejo de los fondos que el Estado usurpa a las obras sociales (violando incluso la ley menemista con el formato kirchnerista de quedarse con los fondos de alta complejidad y redistribución), el gobierno Macri se dispone a barajar y dar de nuevo.
La vieja máxima vandorista, golpear y negociar, se archivó para siempre. La versión empresarial, corrupta y barrabrava de la burocracia sindical del peronismo, ahora pos-kirchnerista, sólo discutirá su rol y prebendas de casta en la entrega de los convenios colectivos y en la negociación de las nuevas leyes antiobreras. Consideran inevitable el curso a la chilena, a la brasileña o la francesa; es decir, una vuelta más profunda y vasta de flexibilización laboral en el altar de la “competitividad” y de las “nuevas tecnologías”.
La propia Cristina empezó ese curso con su ley de ART prohibiendo la doble vía, y con su enorme herencia de trabajo en negro y tercerización laboral. El peronismo de estos días sólo aspira a tener su propio “modelo” de aplicación de las políticas que dominan el escenario mundial capitalista. Finalmente, el socialdemócrata francés Hollande, como Felipe González en otra etapa o Zapatero más recientemente, han sido las puntas de lanza en sus países para el ataque a las conquistas del movimiento obrero. Tabaré Vásquez hace lo propio en Uruguay.
El derrotero de choques internos y fracturas tendrá un nuevo capítulo en el Confederal prometido para fines de septiembre en Plaza de Mayo por Schmid. No hay condiciones para superar el triunvirato mediante una conducción única, como reclaman muchos, y los triunviros ni siquiera subieron todos al palco de la última movilización, en lo que fue un principio de disolución.
La crisis de la burocracia sindical tiene su propia dinámica, pero replica la crisis del peronismo que emergerá de las elecciones de octubre más atomizado que antes. Este escenario de debilitamiento y atomización buscará ser explotado por la burguesía y, al mismo tiempo, por los trabajadores que pugnan por abrir paso a sus reivindicaciones y enfrentar el ajuste.
La corrupción y los diputados sindicales piantavotos
En simultáneo a estos debates continúan los estallidos de la corrupción de la burocracia sindical. El último ha ocurrido desde el riñón de la Federación Petrolera, donde el secretario general de Río Gallegos -parte del secretariado nacional de la Federación- ha denunciado malversación de su secretario general por 400/500 millones de pesos. Alberto Roberti. El hombre en cuestión es presidente de la Comisión de Trabajo, diputado por el massismo, ahora del PJ de disidente de Diego Bossio y uno de los entregadores de los convenios a la baja y de los despidos en la industria. Los fondos habrían ido a las costosísimas campañas de Mónica López, su esposa, en la provincia de Buenos Aires. El caso sigue al del “Caballo” Suárez, al de Juan Zanola, al de José Pedraza, jefe de la red de negocios de la tercerización ferroviaria y preso por el asesinato de Mariano Ferreyra, y expresa la descomposición y negociados de la burocracia empresarial que tomó ese carácter especialmente desde los ’90.
Esta burocracia empresarial y corrupta fue la socia de la gobernabilidad del kirchnerismo y su política de acompañar la reactivación capitalista con flexibilidad laboral y un tercio de los trabajadores en negro. Los gordos con Antonio Caló de la UOM a la cabeza, acompañaron a Cristina hasta el fin de su segundo mandato, caracterizado por el comienzo del ajuste que profundizaría el macrismo. De allí pasaron a distribuirse en las distintas alas del massismo y del PJ, pero con eje en los acuerdos con Macri.
Esta burocracia, otrora “columna vertebral del peronismo”, mendiga su participación en las listas políticas por el desprestigio que sus miembros arrastran. Y aún así han terminado como Héctor Daer, el notorio Triunviro, que llegó a Diputados de la mano de Massa, luego constituyó un monobloque, al igual que Omar Plaini, para terminar llamando a votar a Cristina y faltando a sesiones para evitar el escarnio.
Los llamados “diputados sindicales” resultan piantavotos. Por lo tanto, están crecientemente condenados a apoyar “desde afuera” a las distintas listas de la burguesía. Aunque siempre puedan colar alguno, como Hugo Yasky en la lista de Unidad Ciudadana, luego de romper la CTA a favor del kirchnerismo y acompañar, con 12 años de tregua, la experiencia oficialista, lo que le costó no pocos retrocesos en Ctera y la deslegitimación de su adjunto, Pedro Wasiejko, que perdió el Sindicato del Neumático a manos del clasismo, el único sindicato industrial nacional de la central.
La máxima vale para el otro sector del centroizquierda sindical, que ha perdido todos sus diputados, perteneciente al degennarismo. Entraron como furgones de cola de listas de la burguesía, por caso Hermes Binner o Aníbal Ibarra, y cuando encararon solos el desafío del voto popular se derrumbaron, tras apoyar primero a la Alianza y al kirchnerismo hasta la partición de la CTA.
Los diputados obreros han resultado los del Frente de Izquierda, colocados al servicio de las luchas de la clase obrera y de un desarrollo basado en la democracia sindical y la independencia política de los trabajadores del Estado y de la patronal. Lo cual ha sido puesto de relieve no sólo con los de origen sindical, como Soledad Sosa, quien esto escribe y ahora Natalia González, sino con todos los diputados del FIT. El ingreso de Romina Del Plá, la líder del Suteba Matanza y de la Multicolor provincial, como diputada nacional por la provincia de Buenos Aires por el PO en el FIT, sigue esa línea.
Escalones en la lucha por la expulsión de la burocracia sindical
En los congresos de la Coordinadora Sindical Clasista-PO hemos caracterizado una transición hacia una nueva dirección del movimiento obrero que reconoce el antecedente del Argentinazo y el surgimiento del movimiento piquetero, y está asociada al desarrollo de la izquierda en general y del Frente de Izquierda y el Partido Obrero en particular.
El reciente triunfo de una dirección de izquierdas en el Sute Mendoza, el sindicato docente de 25 mil afiliados, puso en el tapete que la tendencia a la expulsión de la burocracia sindical está plenamente vigente. En este caso, como la gran victoria del Sutna del año pasado, un sindicato industrial nacional, se trata de una conquista contra la burocracia kirchnerista en gremios de la CTA. Otro antecedente de importancia ha sido el pasaje de una fracción importante de ATE Mendoza al clasismo, hoy nucleado en la Agrupación Naranja.
La gran elección de la Multicolor, con sus 21.000 votos en el Suteba de la provincia de Buenos Aires, fue otro antecedente importante. Habría que agregar la gran elección en AGD-UBA, con el 74% de los votos en el marco de un fortalecimiento del clasismo en Conadu Histórica en distintas seccionales, entre las que se destaca Tucumán. La izquierda también revalidó títulos en Ademys, reconquistó Aten-Capital en Neuquén y se desarrolla con grandes posibilidades en la docencia de Santa Cruz. Por otro lado, hay que destacar la constitución del Sipreba, un sindicato originado en los cuerpos de delegados de los trabajadores de prensa, tras largo proceso de maduración y lucha en las redacciones. El proceso combativo en los sindicatos azucareros o la seccional tucumana de Uatre deben ser seguidos con atención, porque también forman parte de estas tendencias.
Las elecciones mencionadas marcan la reafirmación de una etapa en la que no sólo están planteadas las recuperaciones de cuerpos de delegados fabriles y la formación de agrupamientos combativos, sino la de seccionales y aún sindicatos.
En ese camino se han abierto nuevos agrupamientos masivos del clasismo en Alimentación, municipales, plásticos, seccionales de ATE, cuerpos de delegados metalúrgicos y en decenas de gremios que conquistan posiciones fabriles. En telefónicos, el clasismo se ha reforzado y extendido a otras provincias más allá de Foetra Buenos Aires. Los golpes recibidos, como resultado de la ofensiva capitalista, han sido grandes en muchos casos (AGR, Pepsico, UTA Córdoba), pero no cancelan una tendencia de tipo general que estará en la base del desenlace de los choques que inevitablemente sobrevendrán antes y después de las elecciones de octubre.
Un programa del clasismo es imprescindible
La confrontación con las distintas alas de la burocracia sindical debe tener lugar alrededor de un programa definido que no se refiere sólo a reivindicaciones, sino a su conexión con los métodos para alcanzarlas y con un programa de conjunto de reorganización social y económica del país bajo la batuta de los trabajadores.
La clase capitalista, antes de la derrota del kirchnerismo, que ha marcado el agotamiento de la experiencia “nacional y popular”, ha producido un cambio de frente, un claro cambio de rumbo. Un ajuste contra las masas, que empezaron Cristina y el kirchnerismo, pretendió continuar a través de Daniel Scioli, un hombre afín al gran capital (pacto YPF Chevron, Club de París, indemnización a Repsol, convenios salariales a la baja, ley de ART eliminando la doble vía, etc.). Con Macri se puso directamente proa “hacia los mercados de deuda”, viabilizando la devaluación y la libertad de movimiento de los capitales, de importaciones y exportaciones, la baja de retenciones e impuestos al capital y la transferencia de los subsidios del Estado al capital a los consumidores vía tarifazos y con ellos de una caída vertical del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones.
Este rumbo ha sido acompañado por el Presupuesto de ajuste al salario estatal y a la educación pública, por un parate total de la obra pública en el primer año del gobierno de Cambiemos, por la perpetuación del impuesto al salario por ley y por una nueva ley de ART que bloquea el acceso del trabajador a la Justicia, agravando el régimen del negociado financiero de las “ART de la Muerte”.
Las distintas alas del PJ y, por lo tanto, de la burocracia sindical acompañan el cambio de rumbo y pretenden “negociar” en las nuevas condiciones que considera inevitables, especialmente cuando se trata de una ofensiva continental. Lo hemos visto en los convenios de Vaca Muerta y de Atilra.
Como el conjunto de las medidas aplicadas no han resuelto las contradicciones económicas y han fracasado en producir la pretendida “lluvia de inversiones” y la reactivación económica (la industria tiene un 65% de uso de la capacidad instalada), el gran capital viene por más endeudamiento y un ataque a fondo a los trabajadores.
Sin embargo, la reforma laboral sería “a la criolla”. Es decir con el concurso de la burocracia sindical, mediante convenios a la baja por actividad y por empresa para introducir lineamientos de flexibilidad laboral y arrasar con conquistas que costaron décadas de lucha. Esto incluye un ataque decidido al Estatuto Docente, fuertemente bombardeado por los corifeos mediáticos del poder. Por supuesto, a todos los estatutos especiales como el del periodista, pisoteado en la práctica por las empresas de la actividad. Así se pretende rever los llamados “convenios del ’75” que arrancaron conquistas al calor del período de ascenso obrero posterior al Cordobazo.
La “actualización al siglo XXI” de los convenios colectivos es la coartada para remover sus cláusulas de especialización y categorías, sus definiciones de tareas, en función de introducir la polivalencia y la multifunción. Al mismo tiempo, los descansos (en Brasil han sido arrasados), las conquistas de la mujer como el día femenino y las guarderías obligatorias. Por supuesto, entra en debate la propia jornada laboral de 8 horas, ya violentada por numerosos convenios de empresa que la han perforado desde los ’90 hasta aquí.
Se pretende remover toda limitación a los ritmos de producción e introducir el salario por premios y por piezas. Uno de los convenios más atacados, por ejemplo, ha sido el Convenio ’75 de los fileteros del puerto de Mar del Plata, para dar paso a un convenio pyme que consagra al blanco las condiciones de trabajo de las falsas cooperativas de fraude laboral de trabajo en negro. El reciente ataque a las cláusulas de antigüedad por parte del presidente de Mercedes Benz (“pagamos un 40% más por calentar la silla 20 ó 30 años”) es indicativo. La empresa se lleva la vida y la salud del trabajador, quedándose con su plusvalía y, en este caso, girando las ganancias al exterior y el modesto costo laboral por remunerar la antigüedad es atacado como un “privilegio”, la línea argumental que conocimos ya en los ’90 y en tiempos de la dictadura. En torno de la tercerización, una vía para desconocer los convenios vigentes, debemos defender la vigencia del convenio principal, y no solamente el carácter solidario de la empresa principal en caso de diferendos judiciales. La lucha por el convenio principal fue la gran lucha de los tercerizados ferroviarios que cobró la vida de Mariano Ferreyra, a manos de una patota armada por la dirección empresarial de la UF, asociada al poder kirchnerista (“sindicalismo que construye”) y viabilizada por un territorio liberado de las fuerzas de seguridad a cargo de Aníbal Fernández.
De la conciencia de los objetivos de la burguesía tenemos que deducir las líneas de un programa de la clase obrera. La defensa incondicional de los convenios colectivos y de los estatutos conquistados, pasa a ser un punto de apoyo estratégico para quebrar la ofensiva. Esto supone remover la potestad de la burocracia sindical de negociarlos. Sólo por mandato de asambleas generales y por medio de paritarios electos, con mandato y revocables pueden ser discutidos los convenios colectivos. La reciente paritaria del Sutna recuperado para el clasismo ha mostrado un camino, incorporando premios al básico en la principal fábrica y discutiendo la paritaria con mandato inicial y final de la asamblea general del gremio, convocada con abandono de tareas para la concurrencia masiva de los trabajadores. Es decir que la defensa de los convenios colectivos se conecta de manera indivisible con la lucha contra la burocracia sindical y su monopolio en la discusión colectiva.
En punto al salario valen consideraciones similares. En etapas de enorme inflación, corresponde plantear su indexación. Pero el movimiento obrero argentino hoy parte de más atrás porque la verdadera canasta familiar, que debe cubrir el valor de la fuerza de trabajo, ha quedado en el baúl de los recuerdos para la burocracia sindical. Ese debe ser, sin embargo, el punto de referencia, de manera tal que el salario cubra el costo de la canasta familiar, y de carácter móvil de acuerdo con la inflación debe ser el principio de una reorganización económica integral y no al revés. La consecuencia de que el trabajador sea la variable de ajuste, y que hoy mismo se apunte a aumentar la tasa de explotación del trabajo ha llevado a que el salario promedio argentino (12.000 pesos) sea un 40% de la canasta familiar.
En punto al régimen jubilatorio estamos viendo su destrucción y su transformación en un sistema de “pensión estatal a la tercera edad”. Se ha aniquilado el concepto de la jubilación como salario diferido, por el cual el trabajador tras una vida de aportes propios y patronales, goza de un salario del 82% neto de su ingreso bruto en actividad. El clasismo, como parte de la lucha por una alternativa política de los trabajadores, no debe abandonar jamás este planteo. La crisis capitalista ha llevado a todas las burguesías del mundo a echar mano a los fondos de pensión para solventar a los capitalistas con el patrimonio jubilatorio de los trabajadores. Nuestro programa es la reposición de los aportes patronales rebajados por Menem y Cavallo, la liquidación del trabajo en negro mediante blanqueo con estabilidad laboral garantizada de los afectados, 82% móvil y aumento de emergencia para llevar la mínima a la canasta básica de la tercera edad. Reivindicamos todos los regímenes de jubilación adelantada por insalubridad de la tarea. Rechazamos el aumento de la edad jubilatoria y planteamos la movilidad automática con el cargo testigo del jubilado.
En torno de la desocupación, los despidos masivos y cierres de fábrica seguimos la mejor tradición del movimiento obrero argentino planteando la ocupación de toda empresa que cierre, por la estatización bajo gestión de los trabajadores y el reparto de horas de trabajo disponible entre todos los trabajadores para poner fin a la desocupación, de manera tal que la crisis la paguen los capitalistas y el pleno empleo sea el punto de partida de un plan económico discutido y votado en un Congreso de Trabajadores con delegados electos en asamblea. La reducción de la jornada como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas jamás puede ser un logro parlamentario, sino el resultado de una reorganización económica socialista de la sociedad bajo la dirección de la clase obrera.
Sin duda alguna, las reivindicaciones de los trabajadores en su desarrollo plantean la cuestión del poder y, por lo tanto, su formulación por parte de los sindicatos clasistas tiene un carácter transicional.
Por la fusión del movimiento obrero y la izquierda
El Partido Obrero ha realizado este año una importante campaña política por un Congreso del Movimiento Obrero y la Izquierda, planteo que fue votado también en el XXIV Congreso de la Semana Santa pasada.
Lo hemos empleado como instrumento para potenciar la intervención de la izquierda revolucionaria en las grandes luchas e irrupción obrera de los primeros meses del año. Al mismo tiempo, lo asociamos al planteo de frente único para enfrentar las listas de la burguesía en la batalla electoral y, en general, para potenciar la intervención política del Frente de Izquierda en conexión con las batallas de la clase obrera.
Se trató de una campaña política y de reclutamiento, antagónica al internismo democratizante al interior del FIT. Logradas las listas comunes y el desempeño en las Paso de agosto, lo hemos replanteado como instrumento de reagrupamiento del movimiento obrero junto al FIT, ante el default de la burocracia sindical que, tras la movilización del 22 de agosto, abandonó toda perspectiva de paro y plan de lucha, por un lado; por otro lado, un congreso o plenario de este tipo confronta con las distintas alas del PJ, el FR de Massa y especialmente con el kirchnerismo, que ha llamado a la “unidad de la oposición y del peronismo” para el voto, excluyendo toda intervención de la clase obrera en la crisis. Al contrario, CFK se ha mostrado hostil a ella y llamó a levantar toda movilización aún restringida para concentrar toda la energía popular en el voto a Unidad Ciudadana, apuntando conscientemente a la desmovilización obrera y popular. El kirchnerismo tiene por eje el “volveremos” en 2019, que significa la tumba de la defensa de las reivindicaciones del movimiento obrero, porque deja las manos libres a Macri por dos años más, para que sea el ejecutor del mandato del conjunto de la clase capitalista. No es casual que dos de los triunviros de la “CGT de Macri”, Daer y Schmid, se han volcado al voto a Cristina en la provincia.
En las filas de la izquierda se ha planteado por parte de distintas corrientes, la formación de un “frente antimacrista” para enfrentar el ajuste. Esto es la liquidación del movimiento obrero y de toda perspectiva para el clasismo, porque pone al activismo como furgón de cola del kirchnerismo. Todo oportunismo sindical, político o electoral ante el kirchnerismo contribuye a una estrategia de derrota y confusión para la vanguardia obrera que se va destacando en cada lucha. Nuestra perspectiva, como lo planteamos en el XXII Congreso del PO de 2014 -que nos llevó al Luna Park-, es la fusión del movimiento obrero y la izquierda, que significa la independencia política de la clase obrera y su conciencia y organización como alternativa de poder.
El plenario del 30 de septiembre está orientado a superar toda neutralidad del activismo en la batalla electoral de octubre, volcar nuevas camadas a la lucha política socialista y preparar las grandes batallas que vendrán con toda seguridad contra la ofensiva capitalista por parte de la combativa clase obrera argentina.
* Néstor Pitrola es dirigente del Partido Obrero (PO) y de la Coordinadora Sindical Clasista, fue electo diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en 2013 y 2015. Desde la banca presentó muchos proyectos entre los que se destacan: el pedido de juicio político a los jueces del 2×1 a los genocidas, el rechazo al “dietazo” para los diputados y el 82% móvil para los jubilados. Escribió el libro La fuerza de la izquierda en el Congreso, donde aborda la lucha política dada por el bloque del FIT-PO en la Cámara de Diputados.