En septiembre del año pasado, apenas finalizado el Congreso del Plenario de Trabajadoras (PdT), escribimos sobre la fundamentación de nuestro voto, en abstención, acerca del lanzamiento de la campaña por la consulta popular por el aborto legal. Después de casi seis meses, volvemos a escribir sobre el relanzamiento de la misma campaña y planteando una crítica al respecto del balance del PdT durante el año, tomando en cuenta la orientación que desarrollamos en el último período.
Consulta popular
En el último boletín del PdT, en el artículo sobre la consulta popular, se puede leer lo siguiente: “El trabajo por una consulta popular vinculante es la única propuesta hasta el día de hoy para no caer en la parálisis del año electoral y para contrarrestar el avance clerical entre las fuerzas gobernantes. El impulso de poner en pie acciones, juntar firmas, hacer actos de frente único por el aborto legal y la separación de la Iglesia del Estado, montar actividades en los barrios contra el aborto clandestino y sus secuelas, en escuelas y lugares de trabajo reclamando la implementación de la educación sexual, es la única forma de contrarrestar el avance clerical que viabilizan las fuerzas políticas gobernantes…”.
Siguiendo la línea de este artículo, en la última actividad de cara al 8M (Guernica), colocamos una hoja y un cartel invitando a firmar. En menos de una hora se acercaron veinte personas dejando su firma y un contacto. Resulta más que obvio que esto nos sirve para reclutar y sacar contactos. ¿Pero cuál sería el desarrollo de esta campaña? Una vez montadas las actividades y la juntada de firmas, nos encontramos con un panorama incierto. ¿Saldrán pronunciamientos de comisiones internas combativas abriendo el debate dentro de los lugares de trabajo? ¿Pondremos en pie asambleas por el derecho al aborto? ¿Llevaremos el planteo a las asambleas de los lugares de trabajo, al Plenario del Sindicalismo Combativo y a las comisiones de mujeres? ¿Vamos a impulsar un petitorio formal por la consulta popular?
La consulta popular solamente puede ser válida si es planteada de manera extraparlamentaria, poniendo el foco en la organización autoconvocada de las mujeres (es decir, independientemente de las burocracias, los punteros y los partidos patronales), capitalizando el carácter reaccionario del Parlamento y todo el Estado, que dejó al desnudo el Senado oponiéndose a este derecho.
Etapa política
La campaña por la Consulta popular no puede estar escindida de una correcta caracterización de la etapa. El debate por el aborto fue una radiografía de los alcances de la crisis del macrismo y del régimen. Lo que fue presentado por Macri como parte de una “agenda positiva” en medio de todas las medidas antiobreras, terminó privilegiando su relación con el clero y el Vaticano. Si caracterizamos que existe una crisis política, una crisis de régimen, una bancarrota del gobierno y del capital que lo sostuvo, entonces, el planteo de una consulta popular sin una estrategia de poder corre riesgo de recorrer el camino del “hay 2019”. Por lo tanto, debemos darnos el trabajo de organizar a las mujeres trabajadoras por la construcción de un partido obrero revolucionario, por nuestros derechos democráticos, pero por sobre todo para terminar con este régimen de explotación. Hay políticos del macrismo y del PJ (Carrió y Urtubey) que vienen proponiendo desde hace un tiempo la consulta popular, con la intención obvia de liquidar el derecho al aborto por medio de una campaña demagógica de derecha. El planteo de la consulta debe ser preparado entonces con gran cuidado, porque aún no es aceptado en forma mayoritaria y militante en el seno del movimiento de mujeres. A nivel internacional, también López Obrador hizo la propuesta de la consulta popular en México en las últimas semanas. Esto se explica porque los plebiscitos son recursos últimos de los regímenes burgueses, e incluso factores de reagrupamiento político de la derecha, como se ve en Europa oriental.
Por lo tanto, consideramos que la consulta popular también debe estar subordinada a un planteo estratégico, como lo fue nuestro planteo de “fuera Macri y los partidos del clero, tomemos la lucha por el derecho al aborto en nuestras manos”. Esto sigue vigente. La “separación de la Iglesia del Estado” para nosotros, los socialistas, no significa simplemente dejar de financiar a la Iglesia católica (“el que quiera un cura que se lo pague”) sino la confiscación de sus bienes, la estatización de la educación confesional y de la salud, una medida que, por ejemplo, sería planteada en la lucha por una Asamblea Constituyente con poder. Además, es necesario, en relación con el aborto, que el eje sea poner de relieve el papel que juega la Iglesia en el movimiento obrero y, sobre todas las cosas, en el movimiento de desocupados, que es mucho más que de contención, pues coloca su planteo reaccionario bajo el paraguas de “la lucha ‘unitaria’ contra la pobreza”.
La lucha por el aborto legal, la separación de la Iglesia y el Estado y por la educación sexual expresó un salto de calidad en el movimiento de mujeres, que se embarcó en una pelea contra el Estado en pos de conseguir la Interrupción Legal del Embarazo. Desde el PdT hemos errado en una cantidad de planteos: un fragmento del editorial previo al 8A, en la que frente al cuadro que se venía dando en los votos del Senado, decíamos: “Las modificaciones presentadas por el PRO y el PJ hace 15 días se han convertido en la última posibilidad para la legalización, aunque de ningún modo la garantizan”. Es decir que convocábamos a una conformidad con una ley reformada que incluiría, entre otras cosas, la objeción de conciencia. Una perspectiva muy lejana a las tareas de una organización de mujeres que se empeña siempre en poner de manifiesto el rol que cumple el Estado en el avasallamiento de los derechos de las mujeres y las maniobras para que éstos no salgan o salgan a medias. ¿O acaso, siguiendo este planteamiento, no deberíamos conformarnos con la Educación Sexual Integral vigente que, de la misma manera que aquel proyecto reformado, integra en el famoso artículo 5, la objeción de conciencia?
Otro problema fue nuestro apoyo a la ley Micaela, que encomienda a capacitar a los funcionarios públicos en cuestiones de género, asesorados por la Secretaría de la Mujer (a cargo de la macrista Fabiana Túñez). El fin de semana pasado, en la Conferencia Electoral (16/3) del partido nos enteramos, a través de la intervención de Juliana Cabrera, que esto fue para ganarnos una autoridad o el apoyo de los familiares de Micaela y Lucía. Argumento extraño, pues si una ley va contra nuestro programa, no debemos apoyarla; ni se ve tampoco cómo podríamos construir una autoridad votando por ella. Al revés: debemos explicarles a los familiares la trampa que significa hacerlo. Fue lo que hicimos con la tragedia de Once, cuando se votó la “sanción moral” de Carrió y compañía a De Vido. Algunos hoy apoyan al PRO; no hubiéramos conseguido ninguna autoridad si hubiéramos satisfecho su pedido. Sería de gran ayuda que los compañeros del equipo parlamentario explicaran este punto por escrito, tomando en cuenta que, correctamente, con argumentos similares, no hemos apoyado la ley de emergencia de género, y que la ley Micaela no representa ningún avance de las mujeres en términos de derechos.
Dicho esto, el segundo argumento de la compañera fue que también la votamos porque “no podíamos quedar pegados a Olmedo” (el único que la votó en contra). Si entendemos bien, esto significaría que siempre acompañaríamos a la burguesía “democrática”, frente a una disidencia de ella con la derecha o de la derecha con ella. Nadie en el partido sostendría esta posición. Da la impresión que el voto por la ley habría tenido que ver con “lo que los diarios van a decir mañana”. Nosotros luchamos contra los Olmedos con nuestro método y programa, no con el del PRO, Alternativa Federal o Unión Ciudadana.
Esta ley no avanza en los derechos de las mujeres, sólo es funcional a la hipocresía o demagogia de los partidos patronales. La lucha por la conquista de derechos políticos es la única reforma que nos proponemos arrancar al Estado burgués, acompañadas de medidas de control obrero o, según el caso, popular, del mismo modo que lo hacemos en una lucha salarial contra los patrones. Lo que rige nuestro impulso a proyectos de leyes es que promuevan, aunque superestructuralmente un avance real en los derechos de la clase obrera y/o expresen las reivindicaciones y exigencias de la misma y de los movimientos de lucha, de la misma forma que no apoyamos leyes que impliquen retroceder en los derechos de nuestra clase.
Nuestras propuestas hacia el movimiento de mujeres deben girar en torno de romper con el Estado, luchando contra expectativas en el mismo, lo que es problemático, atendiendo a la experiencia ya atravesada con la Interrupción Legal del Embarazo. Toda campaña que llevemos adelante debe estar orientada por la denuncia al régimen. En este sentido, nuestra campaña por la Educación Sexual Integral fue relativamente deficitaria. Si bien presentamos un proyecto muy novedoso, que logró llamar la atención de muchísimos estudiantes (fue el caso de Lomas de Zamora, donde nos permitió ganarnos un lugar y una periferia en los secundarios que tomamos del distrito), tuvo el déficit de no desarrollar un cuestionamiento a la regimentación de la sexualidad en el capitalismo, que es un cuestionamiento que potencialmente está presente en los pibes y pibas de las escuelas. Nuestra intervención en las legislaturas, nuestras charlas, los volantes y boletines que saquemos deben colocar que la posibilidad de vivir libremente la sexualidad exige acabar con un sistema que se basa en la explotación, la violencia y la opresión. La cuestión de la sexualidad tiene que ver con las bases sobre las que está edificada nuestra sociedad y todo el sistema, que no buscamos una forma única o estandarizada de transitar la sexualidad o las relaciones interpersonales (monogamia, poligamia, “amor libre”, etc.), sino que queremos que libremente cada uno pueda llevar éstas adelante, lo cual es posible únicamente en una sociedad que sea libre realmente.
Movimiento de mujeres y kirchnerismo
A partir de las dos últimas asambleas de mujeres preparatorias al 8M, se mostró como un logro haber conseguido que en la bandera de arrastre no figure el “fuera Macri” porque esto hubiera significado el “hola Cristina”. Ahora bien, en primer lugar, se debería explicar de qué se deduce que el “fuera Macri” significa “hola Cristina”.
No obstante esto, si hay una propuesta de que una movilización, hipermasiva como el 8M, sea encabezada por una consigna exigiendo que se vaya un gobierno, nuestra contrapropuesta no puede ser un retroceso en esta dirección, sino que debe ser un avance. O sea, agregar “fuera los gobernadores” al “fuera Macri”, pero no dejar de exigir que se vaya Macri porque, el que está gobernando, el que está implementando políticas de ajuste sobre las mujeres trabajadoras, el que está financiando a las iglesias evangélicas para el sometimiento y la tortura de mujeres y niñas es el gobierno de Macri (claramente con todo un sostén no sólo de la Iglesia católica sino de todos los partidos políticos del régimen y de la burocracia sindical). Por lo tanto, hay que tirarlo abajo, llamar a una Asamblea Constituyente soberana y que gobiernen los trabajadores y porque es, efectivamente, un avance en la conciencia del movimiento de mujeres exigir la renuncia del Presidente. El “fuera Macri”, que integraba el famoso “sistema de consignas”, finalmente, ni siquiera es usado cuando tenemos una asamblea de 800 mujeres que propone usarlo.
Lo más sorprendente es que, después de toda esta discusión, el mismo 8M salió en nuestra prensa una nota de Néstor Pitrola reclamando que se vayan Macri y los gobernadores, junto con material de redes del PdT con esta consigna. Semanas de discusión en las asambleas, totalmente en vano. Estuvimos durante todo un mes en una lucha política contra el “fuera Macri”, presentamos una carta con el resto de la izquierda en la asamblea, y justo el mismo día de la mujer trabajadora, lo colocamos como consigna. Compañeros, o estamos siendo arrastrados por el impresionismo o no sabemos qué hacer. No podemos estar detrás de los acontecimientos improvisando ante lo que siquiera es un giro de la situación política, sino el temor impresionista de que “Fuera Macri” beneficie electoralmente al kirchnerismo. Muchos compañeros sentimos que estamos militando sobre un castillo de arena. Si es muy difícil llevar adelante la militancia en las calles cuando vamos cambiando de posición según las circunstancias, de manera pendular y sin margen para el debate, peor es ponernos a la derecha del kirchnerismo con pretextos electorales. El kirchnerismo no quiere derribar a Macri por medio de la lucha; no plantea una Constituyente con poder, ni menos un gobierno de trabajadores. Este planteo otorga un margen enorme de diferenciación política.
El lugar que ocupa el kirchnerismo en el movimiento de mujeres es una discusión abierta. El estallido del primer Ni Una Menos, que fue el primer episodio en que el movimiento mostró sus características masivas, ocurrió durante el gobierno de CFK. Es decir, en un momento en que, comparado con la actualidad, el kirchnerismo estaba mucho más consolidado, las mujeres no movilizaban detrás del mismo. En la actualidad, tampoco vemos que las agrupaciones kirchneristas crezcan en su masa militante. Tampoco el 8M, ni las anteriores marchas por las mujeres fue escenario de gritos, cantos o carteles pidiendo que vuelva CFK. Entonces, ¿qué pudo haber inspirado esta conclusión? Supongo que la idea de que, electoralmente, el kirchnerismo es el enemigo principal. Pero convertir al kirchnerismo en eso, difícilmente nos haga ganar obreros y mujeres combativos con ilusiones en el kirchnerismo; para eso el debate debe ser fraternal y no hostil.
Durante el año pasado, es conocido que gran parte del movimiento movilizaba detrás de la Campaña Nacional. Luego del 8A, este sector integrado por las kirchneristas, largó el “aborto legal 2020”, dejando de lado cualquier iniciativa que no fuera “votar bien” en 2019. Es decir, buscaron operar como un factor de contención del movimiento de mujeres. Sin embargo, el movimiento no se hizo esperar más de unos meses, y en diciembre estalló el #MiraComoNosPonemos, repudiando todo tipo de abuso y violencia de género. Después, en diciembre, las asambleas para organizar el 8M se volvieron multitudinarias. Pero, en medio de ese proceso, hubo un estallido de las “radfems” (feministas radicales), que se autoconvocaron en una asamblea de mujeres en la que participaron 500 (muchas de ellas secundarias). La presencia en las asambleas de Congreso convocadas por las radfems fueron disminuyendo a raíz de los planteos transexcluyentes y reaccionarios de las mismas, aunque sirvieron para poner de relieve que hay un enorme sector del movimiento de mujeres que busca organizarse por fuera de la Campaña Nacional, dado que lo que movió a las pibas a acercarse es que denunciaban a la “burocracia” de la Campaña que había “abandonado” la lucha por el aborto.
El 8M también fue la expresión de los límites de la burocracia del movimiento de mujeres, encarnada en las feministas del kirchnerismo y del PJ, con una movilización que fue a todas luces multitudinaria -contando sólo Buenos Aires, hubo 200 mil mujeres en las calles- y atravesada por el reclamo del aborto legal que estos partidos no querían colocar (basta con ver la cantidad de pañuelos verdes, carteles y cantos exigiendo la legalización). También se leyó un documento en el que logramos colocar la denuncia al ajuste de Macri y los gobernadores, otra derrota que se les suma a las kirchneristas (gobernadores) y la burocracia, junto con el fallido boicot de las centrales sindicales al acto, superado por la organización de las mujeres, que prefirieron poner dinero de sus bolsillos para contribuir con el equipo de sonido en lugar de ceder a la extorsión de quitar la exigencia del paro que figura en el documento. A esto se suma el operativo fracasado de las corrientes kirchneristas y filo-kirchneristas de desarmar la movilización central haciendo convocatorias locales, en las que no movilizaron una pindonga (incluso comparado con casos anteriores), porque las mujeres apostaron a marchar al centro del poder político. La afirmación de Vanina de que “quien no piensa que el movimiento de mujeres es kirchnerista no tiene los pies sobre la tierra”; en el Campamento de la UJS es cuestionable en dos sentidos: de un lado, no es correcto de que el movimiento es kirchnerista; del otro, el mismo kirchnerismo es una hoja en el aire, pues ha perdido a muchos de sus componentes y está atado a lo que ocurra con el pejotismo en general. El campo de reclutamiento para el PdT y el partido, la clave para superar la crisis de dirección, se ha ampliado como consecuencia de los ataques del capital y del Estado y la profundidad de la crisis, y debemos aprovecharlo con una correcta política de propaganda, agitación y organización.
Libertad individual o lucha contra el capitalismo
La lucha por el aborto legal debe entrar en debate con el feminismo con una posición de delimitación constante en las cuestiones de los derechos individuales y la “autonomía de los cuerpos”, “mi cuerpo, mi decisión”, “yo aborté” y muchas otras parecidas que nada tienen que ver con la realidad de las mujeres trabajadoras, las mujeres de las barriadas, las que no pueden ni siquiera ejercer su derecho a la maternidad porque están en una situación de opresión significativa. En los hospitales de la zona sur, por ejemplo, están cerrando las áreas de neonatología, atentando contra la vida no sólo del recién nacido sino también de la madre. Entendiendo que los embarazos de alto riesgo muchas veces no llegan a conocerse porque ni siquiera hay un seguimiento de los mismos, entonces, en este ejemplo, se puede ver cómo las mujeres no pueden tener ninguna autonomía sobre sus cuerpos. Esto es de suma importancia, ya que de aprobarse la legalidad del aborto, las mujeres trabajadoras recurrirán a estos hospitales públicos totalmente vaciados, sin insumos y con un personal hiperexplotado. Por lo tanto, debemos darnos toda una política de debate con agitaciones en los hospitales y centros de salud.
Asimismo, el ajuste que golpea cada vez más fuerte atenta brutalmente contra el derecho a la maternidad que de por sí se ve vulnerado en el sistema capitalista. Decir que queremos el aborto por el “derecho a decidir” y considerar que porque éste se legalice las mujeres trabajadoras vamos a elegir libremente si ser o no madres es una concesión espectacular, no ya al feminismo, sino al capital en su conjunto. En una nota publicada hace algunas décadas en Prensa Obrera, decíamos: “Para la mujer burguesa, el derecho al aborto es su reivindicación máxima, esto porque el derecho a ser madre lo tiene garantizado por su situación social (…)” -es decir, las únicas mujeres que pueden elegir si ser o no madres hoy en día son las de la burguesía, que tienen el sostén económico para hacerlo. Para las mujeres de la clase obrera, por el contrario, la libertad individual es una gran mentira; como continuaba aquella nota: “a lo sumo, se podrá legislar para evitar el nacimiento de un hijo no deseado, pero nunca podrá garantizar a la mujer trabajadora tener todos los hijos que desea, criarlos y educarlos digna y libremente, y permitir que el niño se transforme en adolescente y hombre en condiciones verdaderamente humanas (…)” (PO N° 42).
Este ángulo nos va a permitir también poder entrar en este debate y ganar posiciones con las compañeras de los barrios, muchas organizadas en el Polo Obrero, que estén en contra del aborto. En el Polo Obrero de Presidente Perón, las compañeras nos han dicho que vamos con planteos “muy chocantes” y “de facultad” cuando les hablamos de este tema. Nuestros planteamientos deben, por el contrario, acercarse a los fundamentos de las mujeres trabajadoras y desocupadas, que son las que apostamos a organizar. Por esto es crucial retomar la reivindicación del derecho a la maternidad, que fue explicado, en un principio, durante el año pasado pero después abandonado, y que ahora ni siquiera figura en nuestros materiales, porque fue reemplazado por este otro. Esto no quiere decir que dejemos de lado o que coloquemos a un costado la lucha fundamental por el derecho al aborto legal, sino de cómo lo abordamos y con qué método. En un trabajo publicado por Frencia y Gaido (“Los orígenes del decreto soviético de la legalización del aborto”) leemos lo siguiente: “De la posición de los representantes del gobierno bolchevique se desprendía que la práctica del aborto debía ser gradualmente reemplazada por la planificación del embarazo y por la socialización del cuidado y de la educación de los niños, junto con el resto de las tareas domésticas que recaían sobre el trabajo impago de las mujeres. La abolición de la esclavitud doméstica, a su vez, crearía las bases materiales para la emancipación real de la mujer y para el surgimiento de una nueva forma de familia”.
La lucha por el aborto legal, para los socialistas, es sólo un paso más y no el objetivo final. Nada tiene que ver con las libertades individuales sino con la lucha por la vida de cientos de mujeres que, de quedar con vida ante la clandestinidad del aborto, terminan mutiladas, con problemas psicológicos, infecciones, pérdida de la fertilidad. No se trata de unas cuantas reformas, sino de un cambio en toda la sociedad, es decir, histórico.
Una aclaración necesaria sobre el Congreso del PdT
En el último Boletín Interno, en un documento de Néstor Pitrola, se habla de una “tarea de confusión” de las compañeras que intervinimos en el Congreso del PdT, “que no se trató de ningún aporte o clarificación, ni al reclutamiento ni al partido”. Queremos desmentir esto. Nuestras intervenciones fueron sobre la base de nuestras experiencias en las regionales y frentes que intervenimos y el debate en los plenarios. Es en relación con esto que no acordábamos con la campaña propuesta. También se habla de “acusar de burócratas a las compañeras de la dirección” algo que, al menos en nuestra comisión, no sucedió (desconocemos lo que pasó en otras). Luego, tomamos la propuesta de escribir, que nos hicieron en la misma comisión, y armamos un documento con nuestras posiciones. En el mismo pudimos afinar algunas cuestiones, cosa que fue difícil hacer en una comisión en que las respuestas rondaban en acusaciones de “marxistas ortodoxas” (sic), “posibilistas” (sic), “militantes de La Mella” (sic). Al día de hoy, no hubo respuesta a ese documento ni nos convocaron a discutirlo, además de que sin explicación se retrasó un mes su publicación y arbitrariamente se retiró la nota que aclaraba el retraso y solicitaba alguna argumentación al respecto.
Compañeros, aprovechemos el debate precongresal, sin embarrar la cancha.
19/3/19