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Juicio político a Vidal: ¿para qué vamos al Parlamento los revolucionarios?

En el Boletín Interno N° 45 hay un texto de Daniel Blanco que lanza una curiosa crítica a la iniciativa que promovimos este año en la Legislatura bonaerense, la de que María Eugenia Vidal sea sometida a juicio político por su responsabilidad en el proceso de vaciamiento de la infraestructura escolar en el marco del cual explotó la primaria 49 de Moreno y fallecieron dos trabajadores. Daniel Blanco, en el contexto de otras polémicas que había abierto con el equipo parlamentario y sin que tenga ninguna relación clara con el debate, lanza que no había recordado incluir una crítica al planteo que presentamos y se despacha en unas breves líneas en considerar a la iniciativa como no sólo parlamentarismo “vulgar”, sino “sin límites” o “en bancarrota”. El único argumento para esto que da Blanco es que la votación de este planteo dependía de los votos de los legisladores opositores de las variantes peronistas y no de la acción directa de las masas.

Balanceemos la campaña por el juicio político a Vidal

Mientras la tragedia de Moreno fue un punto de inflexión en la bronca popular contra Vidal y en el clima de rebelión en las escuelas, ese movimiento de lucha estaba, en su mayoría, bajo direcciones burocráticas vinculadas por distintas vías con la oposición patronal peronista. Y la política de estos sectores fue hacer discursos opositores, mientras trabajaban para desmontar el movimiento y desgastarlo.

Nuestro planteo de juicio político tuvo dos grandes méritos: darle una expresión concreta al pedido de “justicia por Sandra y Rubén”, que estaba presente en cada rincón de la Provincia, concentrando nuestra agitación y movilización en la responsabilidad del ajuste oficial por las muertes, mientras Vidal maniobraba para licuar su responsabilidad; y, al mismo tiempo, obligar a la oposición peronista a definirse en términos concretos, en favor o en contra, de la continuidad de la “gobernabilidad” de Vidal, a quien muchos de ellos denunciaban también como “responsable”. Ni un solo diputado sumó su firma a nuestro proyecto ni se expresó en apoyo de él. El juicio político a Vidal fue un puente hacia un “fuera Vidal” que no maduró, pero para el cual contribuimos en tanto estuvimos como partido local y provincial, y como corriente del Suteba a la cabeza de la acción directa.

Mientras los diputados peronistas intentaban disimular su apoyo a la gobernadora consensuando con Cambiemos, una “emergencia de infraestructura escolar” a medida del Ejecutivo, que tomaba el nombre justamente de un proyecto nuestro y que denunciamos por su contenido en las sesiones, el planteo del juicio político fue tomado por cientos de luchadores, incluidos muchos que se referencian en las direcciones peronistas. La Celeste docente de Moreno tuvo una verdadera crisis en su cuerpo de delegados para explicar por qué la bancada kirchnerista no apoyó el planteo. Los compañeros de la UJS le ganaron asambleas en el principal terciario de Moreno a la dirección K del centro de estudiantes, justamente por el punto de ir por el juicio político. Con este planteo acercamos al partido a la delegada electa de los padres de escuela de una de las localidades de Moreno, que representaba a la comunidad educativa en el Consejo Consultivo armado para neutralizar el movimiento de lucha. La consigna la tomó otro centro de estudiantes con dirección filo K de La Matanza, para convocar a los estudiantes a una caravana organizada por el Suteba Multicolor. Ha dado una herramienta más para poner de manifiesto la colaboración de todo el arco pejotista (incluido su ala cristinista, la más propensa a la demagogia contra Vidal) con la gobernabilidad del PRO, que está presente en su política de desmovilización y desvío electoral de las luchas.

¿Y el juicio a Aníbal Ibarra?

No sabemos con claridad qué es lo que objeta de todo esto Daniel Blanco, ni por qué ofende su sensibilidad al punto de considerarlo una “vulgaridad”. Para nosotros fue un instrumento valioso de lucha. Todo lo que presentamos al Parlamento tiene el destino de ser votado, o no votado, por los diputados de los partidos patronales. Esa es una regla básica de funcionamiento de los parlamentos. Que en este caso no la hayan votado es un elemento de clarificación del rol de la oposición pejotista. ¿Y si la votaban? Bueno, el Partido Obrero cuando las movilizaciones de los padres de Cromañón reclamaban la cárcel para Ibarra consideró una conquista de la lucha sentarlo en el banquillo de acusados de un juicio político en la Legislatura porteña. ¿Esto fue un error para Blanco? No nos dice. Desde el punto de vista de la salida ulterior a la crisis del gobierno de Ibarra, no dio lugar a un gobierno de trabajadores, sino a nuevas elecciones, donde Macri se hizo del gobierno de la Ciudad. Eso hizo que muchísimos elementos centroizquierdistas nos reprocharan haber apoyado el reclamo de los padres y sobrevivientes de Cromañón, por no haber visto que la continuidad del gobierno que había generado la masacre con su política de negociados con bolicheros era “el mal menor”. El Partido Obrero tuvo otro método, apoyar el movimiento que reclamaba justicia, atravesar con ellos cada etapa de la lucha, dirigiendo el reclamo contra el Estado y las fuerzas políticas que buscaban garantizar la impunidad y tratando de sacar conclusiones políticas superadoras de todo esto. No nos dedicamos a especular con nuestra posibilidad de dominar la próxima etapa política, impulsamos el movimiento de lucha en los términos que se desarrollaba y tratamos de dirigir su reclamo contra el Estado, poniendo de manifiesto las conexiones con el Estado nacional, mostrando que no era un hecho aislado, etc.

En nuestras intervenciones en el recinto, en nuestra agitación, ligamos el planteo de “fuera el ministro Sánchez Zinny, Juicio político a Vidal”, con el planteo de desconocer la deuda externa, encarar un plan de reconstrucción de la provincia bajo control de los trabajadores, incluido el sistema escolar, etc. Si Vidal se tiene que ir porque la movilización de docentes, padres, estudiantes y auxiliares le impone a la Legislatura que vote el juicio político, la autoridad de la izquierda revolucionaria que promovió esto crecería enormemente. El planteo del juicio político nos permitió apuntar al vértice del poder del Estado capitalista, saliendo de la mera cuestión presupuestaria y edilicia. ¿Por qué negarnos a eso? (La cuestión edilicia tampoco es “vulgar”, aunque sea estrictamente reivindicativa.) Eso no impide que otra fuerza patronal gane una posterior elección o incluso que haya combinaciones políticas en la sucesión que armen nuevos bloques de gobierno ajenos a los intereses de las masas (asumiría Salvador, el vicegobernador radical, en principio). Pero ese tipo de lógica no nos lleva más que a la parálisis.

Sobre firmas de proyectos y apoyos que incomodan

La necesidad de buscar apoyo para nuestros planteos de parte de los otros legisladores en el Parlamento, sea en forma de firmas agregadas a un proyecto, tratamiento en comisión, votos en el recinto, es el ABC de una intervención parlamentaria, incluso de una revolucionaria. Un legislador revolucionario que no busca apoyo para las iniciativas que presenta, no va a pasar de ser un charlatán a los ojos de los trabajadores que están interesados en los planteos que presenta. Pero, Blanco se alarma de que intercambiemos apoyo con diputados del PTS en el Congreso, con quienes compartimos un frente hace siete años, y pretende que se convoque una conferencia del partido de emergencia ante esa eventualidad. Blanco ha olvidado que le planteamos oportunamente al FIT la formación de bloques únicos en todos los parlamentos. El disgusto crece al punto del horror al denunciar que firmamos con diputados kirchneristas un reclamo contra la doctrina de gatillo fácil de Bullrich. No se entiende nada.

No queremos provocarle a nadie un disgusto, pero si han leído los artículos del periódico que los integrantes de nuestra bancada escribimos regularmente, nosotros hemos recibido apoyos incluso peores. Cuando Vidal suprimió los Equipos de Orientación de Escuela (EOE), nosotros intercambiamos firmas con toda la oposición peronista. Firmamos un pedido de informe anodino que ellos habían elaborado, y todos los bloques, salvo Cambiemos, firmaron una ley dando marcha atrás con el recorte y obligando a Vidal a proceder a todos los nombramientos faltantes para componer los equipos psicopedagógicos de la provincia. Nuestra iniciativa, mucho más apropiada a los reclamos del movimiento, se llevó todo el protagonismo en una reunión convocada por todos los sindicatos docentes de la provincia. Cuando el PJ y el FR (Frente Renovador) se negaron a votar en el recinto lo que habían firmado, privilegiando un acuerdo político con Cambiemos, los denunciamos con todas las letras. Esto lo siguieron muchos medios, pero sobre todo el amplio activismo que se puso en marcha entre los docentes de la provincia con movilizaciones de miles.

El método de Blanco era otro. Les comunicábamos a los integrantes de las EOE que no queríamos compartir la firma del proyecto por sus reclamos con peronistas, porque ellos son nacionalistas y nosotros revolucionarios. No nos hemos privado de desarrollar en el recinto, cuando era pertinente, el rol de la represión bajo el kirchnerismo, de Perón fundando la Triple A y de la burocracia sindical de Pedraza y Gerardo Martínez, con sus patotas asesinas de obreros. Pero usar eso de argumento para no golpear juntos en un tema concreto que interesa a las masas, lejos de favorecer la delimitación con estas fuerzas, nos pondría en un lugar de aislamiento autoinfligido a nosotros. Los docentes de la provincia entenderían que nuestra religión nos prohíbe compartir una iniciativa con otros (todos los otros legisladores del recinto son de fuerzas patronales) y que los que nos han votado o apoyado han cometido el error de hacerle caso a unos sectarios incurables.

En tren de confesar nuestros pecados, nuestro proyecto de ESI (Educación Sexual Integral) laica y científica recibió el apoyo de todos los bloques en la Legislatura bonaerense. No se nos escapa que partidos de contenido patronal, con profundos lazos confesionales, votaron nuestro proyecto. Incluso algunas diputadas, kirchneristas, en vez de defender su ley, que era la que estábamos modificando, al ver que Cambiemos ya iba a votar nuestro proyecto, nos pidieron sumar sus firmas, para no quedar descolocadas. Les dijimos que sí, interesados en que el proyecto se apruebe. Lo mismo pasó en el Congreso Nacional con el proyecto de reparación histórica a los ex ypefianos. Es inevitable. Era un resultado de la lucha de más de un millón de mujeres en las calles, un efecto de la marea verde que en esos días alcanzaba proporciones desbordantes. Esto lo dijimos en el recinto. Lo explicamos en toda la provincia. Y la crisis no la tuvimos nosotros, sino el gobierno de Vidal, que se quiere dar una base de apoyo en las iglesias reaccionarias, y tuvo que salir a bloquear un proyecto que su bloque había votado, dando lugar a una crisis que tomó estado público nacional. El diario La Nación le llamó la atención a la Legislatura bonaerense en un editorial por haber votado un proyecto que promueve el control de trabajadores y estudiantes sobre la educación y por enunciar una lucha contra la opresión a la mujer que equivale a promover la lucha de clases. Tiene razón el editorialista de La Nación en su consideración de nuestro proyecto que votó la cámara de diputados bonaerenses. La contradicción golpea también al kirchnerismo, ya que el carácter de compromiso de la Iglesia de su ley de ESI ha quedado expuesto a todo el mundo.

¿Cómo usamos las bancas parlamentarias para la agitación socialista?

Si uno sigue todo el debate que promueve Daniel Blanco, queda claro que busca confinar la intervención parlamentaria a dar discursos “socialistas”, pero privándonos de instrumentos para actuar frente a las crisis políticas concretas. Todos repetimos siempre que las tribunas parlamentarias son herramientas de agitación socialista, pero debemos tener en cuenta qué reglas tiene esta forma de agitación en particular. Hay efectivamente oportunidad para polémicas políticas de fondo. Pero el gran impacto de las polémicas parlamentarias se da en tanto aparezcan contrastando los programas y posiciones en la decisión de asuntos que afectan la vida y los intereses de las masas. Karl Liebknecht corporizó en el Reichstag (el Parlamento alemán) la ruptura entre la socialdemocracia revolucionaria y la reformista porque rechazó el voto de los créditos de guerra, que los reformistas apoyaron. No fue a dar discursos sobre las divergencias teóricas con el ala reformista. La ruptura fue en el contraste de la votación, de la expresión concreta de esa divergencia. No se trata de cualquier agitación, sino de mostrar el programa revolucionario, en tanto hace a los choques planteados en carne y hueso, para lograr interesar a miles en nuestros planteos.

Lo verdaderamente vulgar es ir al Parlamento a decir generalidades. Es el uso que, por lo menos en la experiencia de la bancada bonaerense del FIT, le han dado nuestros socios morenistas. “Chipi” Castillo, del PTS, se ocupó de presentar efemérides sobre todo tipo de hechos de la historia del movimiento socialista para dar discursos académicos frente a los diputados patronales. Nunca le vimos ningún mérito y no ayudó a su partido ni a él a ocupar lugar político alguno. A pocas semanas de asumir la banca Mónica Schlottahuer, de IS, sucedió el desastre en Olavarría en el marco del recital del Indio Solari, con evidentes responsabilidades del municipio y la provincia. Les propusimos colaborar en armar una interpelación a los funcionarios responsables, un recurso que hemos usado a menudo en Córdoba, en Salta o en Mendoza. Nos rechazaron la propuesta por razones “principistas”. Ellos, nos dijeron, están en contra del régimen, no de funcionarios. Es lo mismo que hicieron cuando, con acuerdo unánime del Ejecutivo del partido, planteamos la interpelación de “Randazzo y, a su turno, Cristina” por la muerte violenta de Nisman, para desenvolver a los ojos de las masas la crisis política y el entramado mafioso de la guerra de aparatos de inteligencia que denunciamos.

Pedir votos para ir a un parlamento burgués a hacer declamaciones socialistas no es revolucionario. Es una versión propagandística de la acción de los socialistas reformistas. Discursos de programa “máximo”, cotidianeidad sindicalista de programa “mínimo”.

La agitación socialista en el Parlamento no se puede medir por la cantidad de veces que se dice una consigna, sino por si logra confluir con los procesos de la lucha de clases, darle forma y sacar conclusiones políticas sobre nuestros planteos revolucionarios, en el marco de esos choques. Una intervención parlamentaria discursera y separada de la lucha de clases sería un retroceso hacia el reformismo, incluso si se la disfraza de “doctrinarismo”. Aprovechemos la rica y variadísima intervención parlamentaria de todo este período político. Conozcámosla, critiquémosla, mejorémosla, sobre la base de las conquistas políticas que pudimos lograr, inéditas en la historia del Partido Obrero y mucho más aún de la izquierda argentina.

28/12/18

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