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La consigna de Asamblea Constituyente y la Revolución Rusa

La consigna de la Asamblea Constituyente fue ocupando diferentes lugares a lo largo de las sucesivas etapas que atravesó la revolución rusa. En su carácter de consigna democrática radical, integró el sistema de consignas del que se valieron los bolcheviques para apartar a los obreros y campesinos de la tutela de la burguesía, aunque su peso y su ubicación fue variando de acuerdo con las fases que fue registrando la lucha de clases y el proceso político en Rusia. La centralidad que tuvo en el período previo a la revolución de febrero, la fue perdiendo luego de ella hasta pasar a jugar una función contrarrevolucionaria en los meses finales previos a la revolución de Octubre. Pasemos revista de dicha experiencia.

​El rol de la consigna en el período pre-revolucionario

Es un ‘clásico’ en la historia de la revolución rusa por destronar al zar a través de una revolución social, el papel central para la agitación política que jugó la consigna de la Asamblea Constituyente durante todo el período pre-revolucionario.

El II Congreso del POSDR (1903) la incorporó al programa: “Por su parte, el POSDR está firmemente convencido de que la realización completa, consistente y definitiva de los cambios políticos y sociales mencionados, es alcanzable sólo a través de la caída de la autocracia y de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, electa libremente por todo el pueblo”.

El POSDR de conjunto levantó este planteo, de contraponer una reivindicación democrática revolucionaria basada en la reivindicación de la soberanía popular a la dictadura autocrática zarista. La consigna de la Asamblea Constituyente fue tomada por numerosas expresiones políticas de la izquierda e incluso sectores de la burguesía liberal.

Pero el estallido de la revolución de 1905 llevó al zarismo a intentar dividir el frente de lucha contra su régimen, prometiendo a la burguesía negociar una salida constitucional. Esto coadyuvó a que ésta abandonara gran parte de sus coqueteos con la movilización revolucionaria y contribuyó a forjar un frente reaccionario para aplastar el movimiento revolucionario desarrollado por la clase obrera y los soviets que ésta creó.

Las maniobras constitucionalistas del zarismo fueron una farsa. Esto no hizo que el partido bolchevique -en pleno desarrollo- abandonara la consigna, sino que insistió más abiertamente que no podría haber Constituyente revolucionaria sin el derrocamiento del zarismo y la instauración de un gobierno revolucionario que la convocara. Al mismo tiempo, los bolcheviques no se limitaban sólo a las demandas político-democráticas (libertad de prensa, asociación, etc.), sino a puntos cardinales de transformación revolucionaria: la autodeterminación nacional, la confiscación de la tierra a los terratenientes, etc.). Más que nunca en la Constituyente se resume un planteo de transición revolucionaria para derrocar al zar y su régimen, y movilizar revolucionariamente a las masas obreras y campesinas, peleando por el papel dirigente y protagónico del proletariado en la lucha por la conquista del poder político.

Esta posición -con variantes- se mantuvo hasta el estallido de la revolución de febrero de 1917.

Después de febrero

La posición de Lenin y los bolcheviques, después de la renuncia del zar y la asunción del Gobierno Provisional, dominado por la Duma de la burguesía, fue cambiando. Ya no fue usada para agitar y llamar a la movilización revolucionaria de las masas para su concreción, sino en forma negativa para mostrar que el gobierno del frente popular, con el apoyo menchevique y de los socialistas-revolucionarios, quería postergar su realización. Esto, porque querían que Rusia siguiera participando en la guerra imperialista y para desmovilizar lo más posible a las masas campesinas sedientas de tierra.

El derrocamiento del zar y el fin de la autocracia, y su sustitución por un gobierno en que conviven desde la burguesía liberal hasta los socialistas cambia el escenario.

La consigna de la Constituyente es agitada por los oportunistas como un arma contra los soviets y contra la amenaza de una segunda revolución que conduzca al poder al proletariado para ejecutar las tareas revolucionarias transformadoras.

Según Víctor Serge, en su biografía de Lenin: “Cuando abdica el zar, Alexander Kerensky, más elocuente que nunca, le dirige al destronado una frase magnífica, una frase que cautiva tanto a los cortesanos, que el barón Nolde la incluye en sus memorias: ‘Dígnese pensar, su majestad imperial, que llevaremos la preciosa copa de su poder hasta la Asamblea Constituyente sin derramar una sola gota de sus contenidos’”.

El mismo Serge describe la actitud de “los políticos pequeño-burgueses en cuyas mentes la realidad social ha sido reemplazada hace mucho tiempo por viejos clichés (…) los social-revolucionarios vuelven a sostener la necesidad de un Asamblea Constituyente” (ídem).

La Constituyente pasa a convertirse crecientemente en un instrumento de regimentación y postergación de la movilización revolucionaria de los campesinos y del conjunto de los oprimidos. Lenin crítica que no se la convoque, para llamar abiertamente a la acción directa: a que los campesinos tomen las tierras, etc. La consigna de “Pan, Paz y Tierra” preside la agitación estratégica para plantear que el poder pase a manos de los soviets.

A tal punto llega este relegamiento de Lenin de la consigna de la Constituyente que es acusado por sectores del Gobierno Provisional de haberla abandonado. Lenin se defiende señalando que “he atacado al Gobierno Provisional por no señalar un plazo para la convocatoria a la Asamblea Constituyente y limitarse a simples promesas”. Y aclara inmediatamente que “sin los soviets de diputados obreros y soldados no está garantizada la convocatoria de la Asamblea Constituyente ni es posible su éxito”. En las “Tesis de Abril”, que rearma programáticamente al partido bolchevique para encarar la nueva fase de la revolución, no figura la Asamblea Constituyente como consigna estratégica y de movilización revolucionaria, sino solamente se la menciona en forma negativa. El centro está colocado en impulsar la movilización revolucionaria de las masas, la acción directa por sus reclamos estratégicos.

En Las enseñanzas de la revolución, Lenin señala que el partido kadete, representante de la burguesía liberal, “exhorta sin ambages a que la Asamblea Constituyente sea aplazada hasta después de la guerra. Con respecto a la tierra, esperen hasta la Asamblea Constituyente. Con respecto a la Asamblea Constituyente, esperen a que termine la guerra. Con respecto a la terminación de la guerra, esperen hasta la victoria total (…) se burlan de los campesinos”.

Ante el avance de la organización bolchevique y la agitación y movilización creciente del campesinado y los soldados, finalmente, Kerensky convoca a elecciones para la Constituyente como una manera de frenar los ímpetus revolucionarios y desviarlos hacia el campo electoral, donde los bolcheviques serían minoría. Pero una y otra vez va postergado la fecha. Esta dilación será fatal para el frente democrático contrarrevolucionario. Convocadas las elecciones para el 25 de noviembre de 1917, dará ‘tiempo’ para que triunfe la insurrección bolchevique y el poder pase efectivamente a manos de los soviets.​ En su obra sobre el período revolucionario, uno de los principales dirigentes de los social-revolucionarios, Víctor Chernov, admitió como uno de los mayores errores del partido el haber permitido el retraso en la reunión de la Asamblea Constituyente.

A medida que avanza el proceso revolucionario, la consigna de Constituyente fue apareciendo cada vez más nítida la posibilidad de su filo contrarrevolucionario. Fue uno de los argumentos utilizados para no impulsar la insurrección de Octubre. Nuevamente, Serge nos cuenta que Lenin envió “una nueva, muy larga y muy persuasiva “Carta a los camaradas” para poner fin a las vacilaciones de algunos. En una reunión de los bolcheviques de Petrogrado, dos militantes destacados del partido se habían opuesto a la propuesta de insurrección inmediata. Lenin repite y refuta cada uno de los argumentos de “tristes pesimistas”. Este parece ser el más grave de ellos: “Cada día somos más fuertes; podemos entrar a la Asamblea Constituyente como una fuerte oposición: ¿para qué arriesgarlo todo a una carta?”. Se refiere a Grigori Zinoviev y Lev Kamenev, quienes fueron firmemente refutados por Lenin: “Este es el argumento de un filisteo que “ha leído” que la Asamblea Constituyente ha sido convocada y que se conforma confiando en la vía constitucional…”.

La toma del poder y la Constituyente

Esta es quizás la parte más conocida de la historia de la Constituyente, el partido bolchevique y la revolución de Octubre. La pasaremos rápidamente por encima: Lenin se opone a la realización de las elecciones por la Constituyente, considera que el gobierno soviético recién asumido llevará adelante las transformaciones revolucionarias y que la Constituyente se transformará en una trinchera de la contrarrevolución. Pero se allana a la mayoría del Comité Central bolchevique, que dice que hay que cumplir con el programa-promesa de convocar a una Asamblea Constituyente. Las elecciones darán mayoría a los bolcheviques en los centros proletarios, pero serán minoría en los centros agrarios, que votan a los socialistas-revolucionarios. Reunida la Constituyente, la bancada bolchevique se retira y horas más tarde, después de haber intentado transformarse en un doble poder contrarrevolucionario, es disuelta por escuadrones de obreros y soldados rojos.

El planteo progresivo (o regresivo) de la soberanía popular

El análisis autocrítico de Chernov, arriba volcado, es tomado como experiencia por la burguesía mundial. Con la caída del káiser y el levantamiento de la clase obrera, la burguesía enarbola la Constituyente como un recurso contra la revolución, para desviarla hacia el voto de todo el pueblo contra los soviets que se estaban desarrollando.

Los traidores líderes socialdemócratas oponen el voto de todo el pueblo en elecciones generales al voto revolucionario calificado de los consejos obreros, oponen la reconstitución del Estado burgués -hundido por la revolución- bajo una forma ‘democrática’ a la dictadura revolucionaria del proletariado.

En el caso de autocracias y dictaduras es un planteo claro de llamado a la lucha revolucionaria para acabar con ese régimen y que sobre la base de su derrocamiento sea un poder revolucionario -nosotros bregamos por soviets revolucionarios- el que convoque a una Constituyente para que el ‘pueblo’ defina libremente los destinos de la nación. Que, finalmente, se convoque o no dependerá de la correlación de fuerzas y de otros varios factores. Por eso es correctísimo que Trotsky y la oposición de izquierda plantearan la Constituyente en Italia, en 1926, ante el asesinato de Giacomo Matteotti y la supresión del Parlamento. También era claro para la Argentina, bajo la dictadura militar, donde le oponíamos al régimen autoritario criminal la necesidad que el pueblo discuta libremente su destino. Y animar con este reclamo transicional la resistencia y lucha de las masas por el derrocamiento revolucionario de la dictadura.

Pero de aquí no se debe deducir que “la Constituyente soberana es un planteo revolucionario ante toda situación de impasse político estratégico del régimen imperante” (ídem, Boletín Interno N° 2).

Para Trotsky, en el “Programa de Transición”, la consigna de la Asamblea Constituyente “conserva toda su fuerza para países como China o India”, verdaderos polvorines donde la lucha por la unidad nacional, por la expulsión de los imperialismos ocupantes, del gobierno autónomo, la revolución agraria y otras reivindicaciones democráticas están al rojo vivo, sin resolver.

No es una consigna universal, sin embargo, para los países atrasados. En algunos casos tiene un carácter episódico, se puede adoptar de acuerdo con las circunstancias, depende de la correlación de fuerzas existente, etc. Tiene la función de contraponer la soberanía popular a decisiones arbitrarias, en el marco de una crisis aguda que golpea al pueblo trabajador. Pero si el gobierno burgués acaba de surgir de un proceso electoral en el que ha votado la inmensa mayoría de la población no aparece como una consigna transicional movilizadora. Es el caso, por ejemplo, de Bolsonaro en Brasil, que acaba de ganar por el 54% de los votos. Aparece investido de la autoridad de una mayoría absoluta en el terreno electoral. No podemos plantear de inmediato: “Fuera Bolsonaro, por una Constituyente soberana”. Aunque esté claro el carácter derechista de Bolsonaro, las masas que lo votaron tendrán que pasar por una experiencia política con él.

Y en el caso de Argentina: ¿podemos plantear “Fuera Macri, Asamblea Constituyente soberana nacional, en las provincias y municipios”? En Neuquén, donde las tres principales fuerzas políticas burguesas han sacado el 95% de los votos y el frente revolucionario un 5%, ¿está planteada ahora la consigna de Constituyente soberana? Si se hubieran elegido representantes constituyentes, los partidos burgueses reaccionarios habrían sacado el 95% de los mandatos y la izquierda revolucionaria sólo el 5%: la Constituyente se habría ‘reformado’ hacia la derecha (contra el derecho al aborto, etc., etc.).

¿Y en las provincias donde el poder político ha anunciado su intención de convocar a una Constituyente -Mendoza, Santa Fe- para introducir reformas reaccionarias (reelección, eliminar regímenes de distribución de aguas para beneficiar a monopolios mineros, etc.)? Agitar por una Constituyente, en condiciones donde no existen posibilidades a la vista de que tenga un carácter revolucionario, que surjan de un proceso revolucionario, ¿no es hacerle el juego a la derecha?

¿Se puede aplicar la consigna de la Constituyente soberana hoy en la Argentina?

Estamos atravesando una crisis mayor del régimen político y de hundimiento económico con fuertes tendencias catastróficas, que plantean la pertinencia de levantar esta consigna para ayudar a generar una movilización de masas que enfrente revolucionariamente al gobierno y al régimen.

Nuestro planteo de “Fuera Macri, los gobernadores y el FMI. Por una Asamblea Constituyente soberana” conserva su vigencia e integra el sistema de consignas, pero su lugar debe ser ponderado ante cada fase de la lucha que nos toca intervenir.

Estamos frente a elecciones en el marco de la ausencia de movilizaciones revolucionarias de las masas. La tendencia que ha alentado la burguesía y que, por ahora, ha prendido en las masas es que a través del proceso electoral en curso se expresara la ‘voluntad popular’ para realizar cambios; más, teniendo en cuenta el carácter de elecciones de Ejecutivo (presidente y gobernadores) que asume esta vez.

Pero a medida que se impongan las elecciones provinciales primero y luego la nacional, esta consigna será inevitablemente retraída. Si estalla una rebelión, pasa ocupar el primer plano.

Es la característica del período en desarrollo la que le da ese margen de alternancia a las consignas en el esfuerzo de acercarse a la conciencia de las masas. La lucha electoral está ocupando el centro de la escena política nacional y debemos empeñarnos en lograr que los trabajadores no voten a las candidaturas ajustadoras y lo hagan por el FIT, como un paso de ruptura y de acercamiento a las corrientes revolucionarias.

18/4/19

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