En el transcurso de los últimos años (aproximadamente desde 2015, pero con más énfasis en los últimos meses) se ha instalado una tendencia al culto a la personalidad en nuestro partido, que tiene como destinatario al compañero Jorge Altamira. Algo realmente sorprendente fue el petitorio que algunos círculos de Capital elevaron a la dirección nacional reclamando que hable Jorge Altamira en el acto de Congreso, lo cual fue acompañado informal e inorgánicamente (por Facebook), con amenazas de pudrirla si esto no sucedía. Sinceramente, al llegar al acto tuve mis temores de alguna actitud extemporánea como corolario de este operativo clamor. Quiero señalar de paso que, durante muchos años, el compañero Altamira no cerró actos de nuestro partido (lo hicieron Ramal, Pitrola y algún otro compañero) y esto no ocasionó estas reacciones, circunstancia que desde luego obedece al debate que está teniendo lugar al interior del partido desde hace un tiempo, en relación con varias cuestiones, tales como las coordinadoras, la huelga general, y ahora el lugar que ocupa la Asamblea Constituyente en nuestro programa, y la cuestión de la iniciativa estratégica o la falta de ella por parte de la burguesía, y divergencias de diverso orden referidas, por ejemplo, a la presentación de listas únicas del FIT o la convocatoria al congreso del movimiento obrero y la izquierda, una de cuyas resoluciones fue dicha presentación, o el pronóstico sobre la posibilidad de que la lucha por el aborto desemboque en una situación prerrevolucionaria, lo referido a la consulta popular en el caso de la crisis con los fondos buitre y aun en la cuestión del aborto, una vez que el Senado votó en contra, con el objeto de reabrir el enorme caudal de lucha que existe en el movimiento combativo de mujeres y cuya vitalidad es extraordinaria. Como se ve, hay divergencias que debemos debatir al interior de nuestro partido, y sobre esa base hallar una síntesis saludable, porque no estamos en presencia de cuestiones de principio. Por otra parte, la secuencia de cuestiones que acabo de mencionar prueba que nadie tiene posiciones infalibles, que nadie las tuvo, ni las tendrá, porque para los marxistas no existe la verdad revelada.
Marcelo Ramal, por ejemplo, ha dicho en su respuesta a Gabriel Solano que “no es algo frecuente, pero es cierto que algunas veces el individuo es inseparable de un programa. En el caso de Altamira, no sólo es quien ha orientado al PO desde su fundación, sino que lo sigue haciendo ahora, en el plano nacional como en la lucha por la refundación de la Cuarta. Así lo revelan los debates y acciones políticas que aquí planteamos”. No es poco viniendo de un miembro destacado del Comité Nacional y del Ejecutivo. Y desde luego puedo afirmar que debe ser objeto de una preocupación colectiva en el partido. En efecto, lo dicho por Ramal revela que la ausencia de Jorge Altamira dejaría huérfano al partido e inerme frente a los desafíos que se avecinan. El resto de los integrantes del Comité Nacional vendrían a ser simples rellenos, que jugarían el rol de comparsa de Altamira, puesto que ellos no son inseparables del programa, tal como Altamira lo es. Debo recordar, yo que cuento con cuarenta y nueve años militando en el Partido Obrero (antes Política Obrera), que durante la negra noche de la dictadura militar fueron Rafael Santos y el “Colo” Rath quienes se pusieron al hombro la responsabilidad de dirigir el partido y que otros migraron hacia provincias del interior para poner en pie el partido. Y Jorge Altamira no estaba aquí (vivía en el exilio para preservarlo de la represión dictatorial). Estos compañeros expresaban ¿sí o no? la encarnadura con el programa revolucionario. ¿No sucede lo mismo con Pablo Heller y Néstor Pitrola? ¡Cuidado! La Altamira-dependencia es perniciosa, anula la iniciativa y la creatividad de la militancia del partido. La actual dirección nacional del partido tiene la enorme virtud de haber superado esa dependencia eliminando ese rasgo que, a mi juicio, es perjudicial. El partido es una organización colectiva, en la que hay que promover el crecimiento de los cuadros dirigentes. Nada más lejos de una organización cuartainternacionalista que rendir pleitesía a un dirigente, por brillante que éste sea.
A su turno, Fabián Cañete, alentado por esta tendencia al culto personal, escribe un documento para el Boletín Interno N° 43, reclamando que Altamira vuelva a ser vocero y referente nacional del PO. Todo el documento está surcado, por un lado, por la apología de Altamira y, por el otro, a acusaciones de diverso tenor a la dirección nacional. Retoma la cuestión de Altamira como orador en el acto de Congreso, diciendo que fue débil el reclamo (se esmera en ser más papista que el Papa). Atribuye a Altamira la virtud de haber impuesto la consigna de Constituyente, luego de varios meses, lo cual justificaría la condición de vocero que él reclama. Pero se contradice porque reconoce que Jorge Altamira tiene la agenda completa, aunque señala que es a pesar de la dirección, ¿quién considera que le arma la agenda a Altamira? Debería preguntar a los responsables de zona y de esa forma no lanzaría misiles al voleo. Hace acusaciones políticas a la dirección de forma irresponsable e incoherente. ¿De dónde sacó Fabián Cañete, que Altamira no ha sido candidato por las presiones del PTS, vinculadas con la cuestión generacional? (la apología de la juventud). Lo realmente sorprendente es que luego él se dedica a hacer el panegírico de políticos burgueses como López Obrador, Mujica, Fidel y Raúl Castro, y hasta ¡Perón! Es decir, se dedica a destacar a enemigos de la clase obrera que atacaron a los docentes (Mujica en Uruguay), Fidel y Raúl, la máxima expresión de la degeneración burocrática en Cuba, y sostenedores de gobiernos burgueses en América Latina y hasta defensores de la invasión soviética a Checoslovaquia, y ¡Perón, creador de la Triple A!, todos tomados como ejemplos por ser viejos, para justificar que Altamira debe ser vocero, carácter que no le ha sido arrebatado. El órgano que ha decidido las candidaturas del partido ha sido el congreso partidario, frente a las quejas de Cañete sobre el hecho de que Altamira no lo haya sido. Y considero que ha actuado con inteligencia. Romina ha probado ser una expresión genuina del programa revolucionario.
Ahora bien: “Altamira es nuestra principal espada, …nuestro principal formador y teórico…” (Cañete). En el mismo sentido, las afirmaciones de Ramal. Todo tiene una pátina mística. Altamira sería el pastor, los demás, el rebaño.
Hay que elevarse por sobre esta concepción mesiánica y construir el partido en forma colectiva. Compañeros: nuestra obligación como constructores del Partido Obrero es pronunciar aún más aquello que hemos logrado con la dirección nacional en términos de un trabajo de elaboración colectiva, esto es: que las direcciones de los comités y los compañeros de los círculos sean parte de la misma, con la finalidad de que en todas las instancias partidarias haya compañeros capaces de intervenir en cualquier situación de la lucha de clases, caracterizar la situación y elaborar las orientaciones correspondientes. Nadie niega, ¿quién podría hacerlo?, la contribución invalorable del compañero Altamira, pero todo está sometido a debate, y no considero saludable ni revolucionario dar por sentado a priori que lo dicho por él sea incuestionable. Este es el método que hemos seguido en los últimos congresos, en los que se votaron posiciones acertadas, y divergentes con las del compañero, así como también ha sucedido que sus posiciones han sido las aprobadas en otras circunstancias.
Aprovechemos los aportes del compañero Jorge Altamira en el contexto de una saludable y revolucionaria elaboración colectiva, y sobre esa base garanticemos el porvenir del partido, cuya existencia debe superar a la de la generación que le dio origen.
17/12/18