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Métodos: eclecticismo y difamación en redes

Desde hace mucho tiempo se viene desarrollando una crisis dentro del partido, que ha tenido ya decenas de minutas escritas y de posiciones expresadas, tanto en este debate precongresal como desde las redes sociales y otros espacios. Es importante marcar que, primero, fue la crisis y luego los debates políticos. Espero poder ofrecer un punto de vista que haga un aporte a la caracterización de esta situación.

Eclecticismo

Varios compañeros han abundado al respecto de los zigzagueos políticos que han caracterizado a la autodenominada “minoría”. Para evitar que nos la pasemos el resto de nuestros días acumulando hechos episódicos, necesitamos acercar conclusiones al respecto de lo que pasa en nuestro partido, particularmente desde la derrota electoral de 2015 que sufrió el Partido Obrero.

El desarrollo del debate es fundamental para poder caracterizar lo que está sucediendo. Los escritos en las redes sociales (hasta hace poco era lo único con lo que contábamos para conocer algunas posiciones), las minutas en esta época y la conducta frente a los mecanismos implementados para el debate, ya nos permiten caracterizar con mayor claridad. Para algunas cosas, el tiempo es irremplazable.

El eclecticismo, una marca de las posiciones de “la minoría” desde antes de que se identificara como tal, es el fruto de la ausencia de una caracterización estratégica. Votar una resolución que rechaza el comienzo de una campaña electoral, cuando se han adelantado las elecciones en la mitad de las provincias del país y, al mismo tiempo, la salida de un volante, improvisado en horas de la madrugada del día de la Conferencia Electoral (16/3), llamando a votar al FIT, sin que exista aún acuerdo alguno dentro del frente y, peor aún, en contra de que nominemos a nuestra candidata, supone un acto de eclecticismo político consumado en un mismo momento. Esto es lo que ocurrió en la Conferencia Electoral, cuando Marcelo Ramal debió amalgamar su propio texto antielectoral presentado con antelación y un texto que llevó Jorge Altamira, que era un volante llamando a votar por el FIT. La autodenominada minoría quería sacar un volante para bancar, objetivamente, las candidaturas largamente instaladas del PTS. No se trata de que la minoría sea pro-petesiana, pero entonces tratemos de precisar de qué se trata y esto sólo puede ser visto ampliando el zoom y revisando otras acciones, porque ninguna situación aislada define a nada ni a nadie.

En enero de 2018, a la luz del debate sobre la caracterización de la etapa abierta por las jornadas de diciembre, la “minoría” carecía de confianza en las masas (colocando la afirmación en los términos que ellos mismos han propuesto) y se atrevía a buscar finas delimitaciones ante la afirmación de que aquellas jornadas habían sido un “punto de inflexión”. Lo cierto es que el curso que el gobierno tenía fijado para entonces, haciendo entrar la reforma laboral al Congreso y el avance de la propia reforma previsional, luego de dos años de ajustazo, se vio trunco ante el levantamiento popular.

La tesis de entonces era que sobrevalorábamos el proceso de intervención de las masas, ahora se escriben ríos de bits afirmando que la subestimamos y que caracterizar los síntomas de una clase obrera que busca abrirse paso y no logra romper la contención de la burocracia y de los partidos patronales, sería carecer de una perspectiva estratégica.

En estos días, a diferencia de la caracterización de 2017 sobre las jornadas de diciembre, les es funcional sobreactuar la acusación de la falta confianza en las masas, pretendiendo que así se delimitan de la mayoría y su caracterización de la acción de las masas en esta etapa de crisis de régimen.

El último acto en este derrotero político zigzagueante se consumó en la reunión del Comité Nacional.

Luego de dedicar miles de espacios para refutar a un joven dirigente de nuestra organización que critica la tesis de que el capitalismo y la burguesía en crisis no puedan sostener la iniciativa, la minoría aprueba esto mismo que criticaron, en el documento internacional, tardíamente presentado para este congreso partidario.

Asistimos también al desarrollo de la teoría stalinista del enemigo principal y del secundario (que de forma más brutal expresa el reciente texto de Bárbara C, y de Camila P., bajo el título “¿Hacia dónde va el Plenario de Trabajadoras?”), presente en el texto alternativo de Altamira bajo la forma de rechazar la necesidad de tener consignas políticas que no sólo nos delimiten del macrismo sino también de la oposición patronal pejotista. Esta posición, ajena al análisis político del Partido Obrero y de quienes, como Altamira, lo han nutrido durante años, no puede ser explicada por el avance de ninguna derechización ni de una stalinización de parte de ningún miembro de la autodenominada minoría. No es que no pueda ocurrir que un dirigente se equivoque, se desvíe o pierda el rumbo; definitivamente, la historia que analizamos en nuestra vida militante muestra lo contrario: los dirigentes, incluso aquellos que son brillantes, pueden terminar en cualquiera en varios sentidos. Algunos pasándose a pesar de su genialidad, al guerrerismo de la burguesía y al nacionalismo más abyecto; otros, haciendo seguidismo a una burocracia política sangrienta y capituladora.

A este debate, entre el sistema de consignas votado en el Comité Nacional y los posteriores escritos de la minoría se lo fue llevando a un delicado terreno en el que Ramal y Altamira avanzaron con acusaciones de estalinismo, derechización, berstenianismo y unas cuantas calificaciones más, bastante desproporcionadas en relación con el debate en curso, que de ninguna manera pasó en algún momento por si había que levantar o no “Fuera Macri”, sino que se debía concentrar en una consigna que contuviera también las variantes del régimen que el capital prepara en medio de la crisis para garantizar a sus peones políticos. Hoy, para sostener lo insostenible sobre este debate, se pasó de negar la existencia de la consigna “Fuera Macri” en el sistema de consignas votadas en el Comité Nacional a despreciar el sistema de consignas. Como sea, el bandazo que se detecta simplemente está relacionado otra vez con motivos ajenos a los debates políticos.

Aunque minutas de frentes obreros y estudiantiles y compañeros/as que integramos estos frentes, señalemos lo contrario, y se hayan mostrado las batallas concretas que debemos librar con el kirchnerismmo y el pejotismo en los sindicatos, la minoría dirá que esto es pura sobredimensión del factor de contención. Para ellos, si el kirchnerismo está en crisis, entonces no puede ser catalogado como un factor de bloqueo. ¿Ah, no? El kirchnerismo es puro bloqueo, es la función que cumplen estas experiencias políticas nacionalistas, que no se encuentran entre las opciones principales de la burguesía hasta que la crisis de esta las requiere.

El eclecticismo y la argumentación antojadiza es la regla desde hace ya años. En cada uno de los pasos de este derrotero zigzagueante no importaba, entonces, afinar la puntería en la caracterización, sino diferenciarse de “la mayoría”, nada más. El desarrollo del debate va clarificando fuertemente este propósito.

Un tema bastante ninguneado hasta ahora fue ni más ni menos que el de la mujer. Sin embargo, al pasar, el documento alternativo de Altamira presentado con posterioridad a la reunión de Comité Nacional que votó el documento político al Congreso, afirma que el movimiento de mujeres llevó adelante una ruptura con la Iglesia “definitiva”, sin tomarse el trabajo de explicarnos por qué una mayoría de ese movimiento (no sin crisis, claro) apoya a CFK, minimizando su alianza con el clero. La manipulación argumentativa en este terreno ha llevado a despistes que, como suele ocurrir, se expresan en un sector de la militancia de manera brutal, tergiversando la batalla política que libramos, incluso desde sectores que ni siquiera estuvieron en las asambleas batallando contra las K, que es lo que nos tocó hacer.

Recientemente, Altamira habló en la Conferencia Electoral, primero espetándole a la compañera que lo precedió (Juliana Cabrera) en la palabra la responsabilidad por el error que él mismo cometió en su crítica al tipo de voto emitido en el parlamento por la ley Micaela, un disparate absoluto que delató el carácter improvisado de la crítica y el dislate del reproche.

Marcelo Ramal, siendo legislador (2017), votó la transferencia de un predio a la ONG “La Casa del Encuentro” ¡de la ex Franja Morada, macrista y funcionaria Fabiana Túñez! Su intervención fue crítica de lo que él mismo estaba votando. Mi opinión fue contraria a una votación positiva y Ramal entendió que debía votar a favor. Lo consideré un error, nadie ha escuchado faccionalizar contra Ramal sobre eso, que sí fue un acto parlamentario equivocado.

En ese caso no había ni víctimas con las cuales transitar una experiencia (ley Micaela) ni tampoco ninguna razón para apoyar la privatización de la tercerización de la asistencia a las mujeres. Simplemente, Ramal equivocó su acción parlamentaria. Ahora la minoría gasta ríos de bits deformando la acción parlamentaria de otros que no sean Altamira (y Ramal), dando nuevamente la pauta del carácter de clase y político de este debate en curso, que recurre (y muchas veces mal) a cuestiones episódicas para faccionalizar contra la dirección.

La “minoría” eligió lo parlamentario como principal terreno de críticas, incurriendo en ellas de forma absolutamente arbitraria. Para Altamira (que siempre se vanaglorió de ser la guía en la orientación política de la regional Salta), el error de la votación de nuestros parlamentarios salteños en favor de la paridad de género en la provincia en 2014 fue un hecho inspirado en la falta de centralidad que por entonces tenía el tema (y eso, en parte, sólo en parte, es cierto), sin embargo, cuando le toca juzgar la tarea parlamentaria en esta etapa, se agarra de un hecho episódico para criticarlo como si se tratara de algo estratégico.

Más y más actos de eclecticismo político se desarrollan desde hace años y, sin embargo, seguimos adeudando una caracterización de cuál es el carácter de clase de estas idas y venidas.

Sobre los declamadores del método

La publicación en las redes sociales de agravios sin límites contra el partido y sus militantes, protegida por Jorge Altamira y Marcelo Ramal a través de sus escritos y en la práctica, no representa el desarrollo de ningún debate político.

Es un halago haber sido confinada a una “mayoría”, “oficialismo” y demás delimitaciones verbales, que no ha incurrido en un sólo agravio a través de ningún medio contra ningún compañero/a.

En la Conferencia Electoral, Altamira aseguró haber sido agraviado, victimizándose en medio de una intervención que fue grabada, editada y distribuida entre la militancia y fuera de ella (acciones liquidacionistas que se justifican en nombre de una inexistente asfixia interna).

Con esta actitud alimenta el atraso de quienes opinan que al líder histórico se lo está agraviando y desarrollando dentro del atraso defensismos personales, ajenos a nuestros objetivos y planteos políticos. Lo importante no es el contenido del reagrupamiento sino reagrupar al servicio del “hombre-programa”, tal como Ramal lo afirmó en su documento al respecto del documento escrito por Altamira por fuera del organismo que él mismo integra.

En ese caso (la Conferencia Electoral), sólo podía referirse a que la discusión política lo agravia o a que el reproche sobre los métodos que él mismo avala, lo insultan, porque ni en la conferencia ni fuera de ella, ha habido ningún meme ni insulto, ni indirecta en redes contra su persona.

Si los memes, escritos y mensajes de whatsapp fueran la forma de llevar a la práctica la política de esas personas con referencia a otras organizaciones sindicales, sociales o partidarias, hubieran sido sancionados sin lugar a dudas. Imaginen al Partido Obrero haciendo esos memes ridículos y la mayoría de las veces faltos de ingenio, contra contrincantes políticos.

El destrato que Marcelo Ramal y Jorge Altamira avalan para con sus propios compañeros y compañeras, nunca lo han permitido como forma de llevar adelante la práctica política contra enemigos o contrincantes políticos. Nunca.

La escalada de este método descompuesto encontró un punto patético y triste cuando desde la palabra del Comité de Berazategui se afirmó (se repitió, mejor dicho) que lo que movía a la dirección era un interés material, manto de sospecha que se trasladó a la arenga en las redes sociales y que luego fue refutada a través de una investigación en la que el Comité Nacional confirmó que era “la minoría” la que gozaba de una “discriminación” en su favor en términos materiales. La refutación no fue llevada a las redes que sí supieron de las acusaciones originales, por ningún compañero/a de la “mayoría” (siempre en la nominación que usan Ramal, Altamira y Quintana). Las diferencias, incluso estratégicas, no fueron usadas en el pasado para romper organismos de lucha, como ocurre en la actualidad con el Congreso de Tribuna Docente.

Cuando en los dos mil levantábamos la consigna de “Asamblea Constituyente libre y soberana”, decidimos no someter a la ANT (Asamblea Nacional de Trabajadores) a una ruptura en el tratamiento del tema y retiramos la consigna de la votación (que teníamos condiciones de ganar porque éramos mayoría), conscientes de que no romperíamos un reagrupamiento de organizaciones de lucha, por la incomprensión de una fracción de ese movimiento sobre la salida política que correspondía agitar. Su acción de lucha en sí trabajaba en ese sentido de la estrategia política que sosteníamos, y entonces era preferible preservarla. Lo que por entonces valía no hacerle al MTL (el brazo piquetero del PC), si vale hacérselo y en nombre de un democratismo abstracto y tramposo, a la agrupación del Partido Obrero, Tribuna Docente y a su Congreso para la organización de la lucha del año.

Lo ocurrido en el Congreso de Tribuna Docente fue lo opuesto, no fue la libre expresión de compañeros/as sobre un debate político siempre lícito de ser planteado, sino el forzamiento a evidenciar el debate interno partidario hasta el punto de intentar torcer las resoluciones de la principal agrupación sindical del partido.

Pero lo que hoy estamos viviendo empezó hace mucho y cuenta con el aval de Altamira desde entonces. Una de las principales aliadas de Ramal y Altamira, con la que este último comenzó a ventilar en redes su empatía personal, sólo cuando aquella, después de 20 años de militancia, se faccionalizó. Estas muestras de apoyo han seguido luego de que abandonara las filas partidarias, siendo un alimento cotidiano de elementos abiertamente hostiles al Partido Obrero sin que a Altamira le preocupara eso.

En el pasado, cuando los ataques en las redes recaían sobre Altamira, desde elementos ajenos a nuestra organización, llevamos adelante acciones concretas para evitar los agravios y el maltrato. En esta oportunidad, los agravios y los destratos son justificados desde boletines internos que su facción hace llegar a externos que recaudan fondos, dictan textos a otros y, sobre todo, dan letra a los habitantes regulares de las redes sociales.

Ahora, la minoría fomenta “memes altamiristas”, dándoles aprobación a estas prácticas, argumentando que dentro de nuestro partido no se puede debatir. Se fotografía con gente que abandonó las filas partidarias y que usa su imagen para asegurar que las reuniones de esos exmilitantes se convertirán en el futuro Comité Nacional del partido (así es publicada por Laura Kohn esa foto) y, quizá lo más penoso, ha avalado en el discurso y en la práctica, que gente separada por múltiples casos de violencia física y psíquica contra mujeres, menores de edad, adultas y contra travestis de nuestra y de otras agrupaciones, se reconozca públicamente como un laborioso militante de la fracción de Altamira. Cuando Altamira fue advertido sobre esto, también culpó a la dirección, argumentando que él no lo sabía porque no se había publicado, cuando el tema fue tratado en el organismo del que él participa e incurriendo en la falacia de que todo lo que ocurra en este partido deba ser objeto de una publicación.

Esto es mentira por definición, y tiene especial valor revisando el pasado, cuando no sólo no se publicaba todo, sino que prácticamente no se publicaba nada. El eclecticismo político y su correlato metodológico es liquidacionista para con la organización.

No obstante, la advertencia, el permiso para que el faccioso abusador avance en esta acción siguió y sigue en la práctica. El aval y el fomento de esta descomposición es ya hoy una práctica cotidiana por parte de Ramal y de Altamira.

Esta realidad es conocida particularmente por la militancia de los otros partidos de izquierda. En oportunidad de una serie de entrevistas que, desde la Comisión de Mujer del Comité Nacional y desde la Comisión Internacional, tuvimos con una militante turca proveniente de otro partido que no es el DIP, que contactamos en el Encuentro Nacional de Mujeres de Trelew, pudimos escuchar cómo ella, a través del informe de toda la izquierda, conocía pormenores sobre el conflicto que recorre al partido. La podredumbre fogoneada por Altamira y Ramal, para defender al “hombre-programa”, trasciende océanos y continentes.

Antes de que todo esto empezara, Altamira dio la pauta de acción desde las propias redes sociales. El accionar fue contra la Prensa Obrera (sí, la que Jorge fundó y la que también abandonó hace tres años) y contra las y los dirigentes del partido. Mirando sin detalle su acción en las redes, aunque algunas torpezas fueron advertidas y borradas, se puede ver el despliegue de este accionar. En instancias como el enorme triunfo cuando se conquistó la media sanción del aborto legal, Altamira festejó reproduciendo un tuit de una ya añeja contrincante política de nuestra organización. La “equivocación” siempre tiene un único direccionamiento. Que el compañero que más seguidores tiene, no use sus cuentas, ni por equivocación, para defender a sus compañeros/as, para compartir sus contenidos, muestra ya una práctica faccional que viene llevando adelante desde hace años y que dieron la pauta a otros sobre cómo actuar. A falta de política, inteligencia e intervención en la lucha de clases, los seguidores del personalismo, de la tesis del “hombre-programa”, y de unas cuantas barbaridades más, tienen los memes y las “directas” o “indirectas” para entretenerse. Llama la atención particularmente la cantidad de exmilitantes fundidos que utilizan este medio para violentar sin más a compañeros/as de lucha y para idolatrar al “hombre-programa”. Cuánto mal le hacen.

La política al servicio de la descomposición política, más eclecticismo

Entre tanto daño, hemos desarrollado una acción política que se abrió paso en medio de la descomposición personal y política evidenciada en estos años. Hace cuatro años que el movimiento de mujeres está en el centro de la escena política. La minoría no ha hecho un solo aporte a la orientación con la que debíamos intervenir en este escenario en ninguno de los organismos en los que participa y, peor aún, el tema fue tristemente ninguneado en el trabajo internacional.

Lo que sí se produjeron fueron aportes a la confusión, y particularmente mucho, muchísimo ninguneo, una forma muy mordaz de hacer política que de ninguna manera es privativa de Altamira y de Ramal, pero que éstos practican y practicaron recurrentemente.

(En el maltrato a las mujeres, el ninguneo ocupa un lugar especial que sería merecedor de un análisis para otro escrito, pero que aquellos compañeros y compañeras que reflexionan al respecto de estos temas podrán reconocer sin mucho desarrollo aquí.)

La crítica a un escrito mío sobre una fracción del feminismo norteamericano, identificado con el “anticapitalismo” y crítico del Partido Demócrata y del feminismo institucional, que por entonces sacaba una declaración en favor del pronunciamiento en la Argentina de la responsabilidad del Estado capitalista en lo relativo a la violencia contra las mujeres, se dio en los márgenes y a media voz en charlas. Porque el ninguneo es una práctica política, y en este caso también, porque dicho artículo fue aprobado y editado por el propio Ramal, información que los críticos a media voz no le transmitían a los receptores. ¿Importaba aquí ajustar caracterizaciones sobre el desarrollo del feminismo en esta época? No, sólo buscar alguna delimitación faccional una vez más.

Mientras esto ocurría, Altamira iba mostrando su eclecticismo en las redes sociales, yendo de la autonominación de “feminista socialista” (Altamira responde), posición que por entonces, cuando ejercía su dirección personal del partido nunca consultó con nadie y que quienes lo rodeábamos no criticamos tampoco, al trato del tema del feminismo sin tender ningún puente.

El caso de la Consulta Popular que pasó de rechazar a proponer llevar adelante con junta de firmas, reclamando al Poder Judicial (?) (publicación hecha por Altamira desde su facebook), ha sido otro claro caso de despiste. Sin entrar en contacto ni una vez con las compañeras que encabezamos esta enorme lucha política con nuestros límites y aciertos, Altamira no ha encontrado controversia alguna en escribir o hablar sin saber, porque no se trata de ayudar o inspirar incluso una orientación, sólo se trata de faccionalizar.

El rumbo que tomó esta crisis en esta instancia representa una verdadera afrenta a la esforzada tarea de construir un partido revolucionario. Sin embargo, su evolución representa una enorme oportunidad de clarificación para que nuestro partido se solidifique detrás de un programa común, y no detrás de tal o cual persona.

No se trata de una crisis original o de alguna manera de carácter excepcional. En 1939, para referirse a una crisis de otro carácter, Trotsky describía lo que para él era, una desviación pequeño-burguesa: “Ahora que las posiciones de las dos facciones en lucha se han decantado con toda claridad, debemos decir que la tendencia minoritaria del Comité Nacional está realizando una política típicamente pequeñoburguesa. Como todos los grupos pequeñoburgueses dentro de los movimientos socialistas, esta oposición actual se caracteriza por: una actitud desdeñosa hacia la teoría y una tendencia al eclecticismo: falta de respeto por la tradición de su propia organización; inquietud por la ‘independencia’ personal a costa de la verdad objetiva; nerviosismo en lugar de coherencia; presteza a saltar de una posición a otra; falta de comprensión del centralismo revolucionario y hostilidad hacia él y, por último, inclinación a sustituir la disciplina del partido por relaciones personales y de pandilla. Naturalmente, no todos los miembros de la oposición presentan todas estas características con igual intensidad. Pero, como ocurre siempre en un bloque abigarrado, el matiz lo imponen quienes están más lejos del marxismo y de la política proletaria”. No se trata de extrapolar sino de poder delinear el carácter de clase que caracteriza a las posiciones de la minoría (la que hoy se autodefinió así en el Partido Obrero, sin siquiera declarar tendencia alguna) en la medida que el desarrollo de las posiciones permite poder caracterizarlo. No viene mal ajustar las caracterizaciones, sobre todo cuando en charlas públicas y en reuniones políticas se acentúa la referencia a homologar la situación actual de la autoproclamada “minoría” con el Lenin de 1917, que estaba en minoría en el partido bolchevique.

El molde de las crisis de los partidos que son dinamitados internamente por aquellos que sienten que su lugar personal es más valioso y útil políticamente que el de la organización, y por aquellos que desde adentro o desde afuera adoran tener ídolos de carne y hueso, no se ha roto aún.

La minoría está fundada en un principio pequeño-burgués de una pretendida defensa personal que se ha vuelto como un búmeran contra el supuestamente defendido, quien ha formado y dirigido este partido, hasta que una circunstancial derrota electoral lo colocó en retirada y lo llevó a elucubrar todo tipo de conspiraciones ridículas.

Los “antielectoralistas” están orientados por la desazón de una derrota electoral que le inflingió un golpe al Partido Obrero y no a tal o cual dirigente. Por una derrota electoral que llevó a Altamira a abandonar el partido (con todas las letras), llenando de elucubraciones esa derrota, haciendo circular por abajo teorías conspirativas, que nunca se animó a contrastar frontalmente ante sus propios compañeros de toda la vida. Errores cometemos todos, lo que no es lícito es persistir en el mismo rumbo sin reflexión de ningún tipo.

Esta crisis no debe ser mirada sólo con el agobio y la tristeza que produce, sino como una oportunidad. Y en esa oportunidad política y metodológica, nos tenemos que concentrar para salir adelante, porque para combatir la condición pequeño-burguesa hay que defender la necesidad de que el partido de la revolución se abra paso entre la clase obrera para marchar hacia el propósito que justifica nuestra dedicación, paciencia y necesidad de crecimiento.

27/03/19

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