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Sobre el Plenario del Sindicalismo Combativo, las consignas y el movimiento obrero en los textos de Jorge Altamira

Volveré sobre un tema que ha sido tratado en otros documentos del XXVI Congreso: el presunto fracaso y fin del Plenario Sindical Combativo (PSC). Lo hago debido a que Jorge Altamira insiste en esa tesis en su segundo documento. Como se apreció el 14 de febrero en varias provincias y en la Mesa Nacional que lo convocó, no ha muerto.


En el primer documento, Altamira señala que tiene que ser el Sutna “el polo de atracción de activistas y delegados en su conjunto”, para señalar luego que “ese rol no puede ser jugado por combinaciones minoritarias con fuerzas vacilantes que no favorecen ninguna preparación política de la vanguardia obrera, como lo prueba el fracaso del Plenario Sindical Combativo”.


Esto querría decir que otras conquistas sindicales del clasismo, por caso los Suteba combativos, encabezados por el Suteba Matanza; la AGD que es cabeza de un agrupamiento sindical nacional del clasismo docente universitario y una formidable herramienta de clase y para los socialistas en el movimiento sindical de la UBA -que incluye a escala nacional a Adiunt, referencia en Tucumán-; que las conquistas en Aten Neuquén, el gran gremio que sacude sistemáticamente a la provincia con sus huelgas generales; el clasismo del Subte, de telefónicos, de la Unión Ferroviaria, de Ademys, que se ha ganado un lugar contra los aparatos kirchneristas docentes de la Ciudad de Buenos Aires; de la Naranja gráfica, con sus posiciones, sus conquistas y su historia; de los grandes cuerpos de delegados metalúrgicos; del formidable reagrupamiento en la Alimentación, el Sindicato de Ceramistas, el clasismo de ATE y de Adosac (que llegó a dirigir la CTA de la provincia); nuestra agrupación de petroleros del norte santacruceño o los plásticos clasistas del Gran Buenos Aires, por mencionar algunos; que todos ellos no pueden ni deben ser también junto al Sutna y en conjunto “un polo de atracción de activistas y delegados”. Sintetizando, el PSC permite al Sutna ocupar un lugar en el concierto del movimiento obrero. De otro modo, estaría condenado a operar en el vacío o a ser empujado a los espacios de la burocracia opositora. Señalemos aquí que la Federación de Aceiteros ha hecho lo imposible y Hugo “Cachorro” Godoy de ATE también, para arriar al Sutna hacia esas posiciones.


Precisamente, lo que ocurrió en el Plenario de Lanús en setiembre pasado es que el Sutna ocupó un destacado lugar en el movimiento obrero a partir del PSC. Altamira en su segundo documento corre el arco porque rebaja los objetivos, dice que “lo que se necesita no es una tendencia político sindical… sino una coordinación de las luchas”. Y que esto sería lo ocurrido en la Mesa Nacional que convocó al 14 de febrero.


Vamos por partes. En primer lugar, Lanús no fue una combinación de sectas, que es lo que pretendían las sectas aquel frustrado encuentro sindical del 5 de marzo de 2016, que no llegó nunca y que fue motivo de debate en nuestro XXIII Congreso, donde Altamira fue crítico de que no lo hubiéramos hecho. Precisamente, nuestro planteo en aquel momento fue el que triunfó en Lanús: que los sindicatos conquistados sean los convocantes de un congreso de trabajadores en la perspectiva del Congreso de delegados con mandato bases de todos los sindicatos (planteo votado por unanimidad en el XXV Congreso y llevado adelante por unanimidad por el CEN y el CC). Aquel 5 de marzo priorizamos la representación conquistada por la Negra en el Sutna San Fernando y no permitimos que los liquidadores de la secta del MAS integraran en igualdad de condiciones un encuentro obrero. Así llegó la victoria de la Lista Negra en todo el país, apoyada sin vueltas por el PO. Digamos en este punto algo fundamental: Lanús y su proceso previo y posterior con los plenarios provinciales e iniciativas de lucha convocaron, por su carácter y gravitación, a ATE Turbio, la directiva de Adosac, aceiteros de Córdoba, Luz y Fuerza de Córdoba, municipales de Jesús María, entre otros. Por su carácter, también pudo convocar al Sindicato Ceramista de Neuquén, asestando una derrota al liquidacionismo del PTS.


En segundo lugar, Altamira se refiere a una reunión con compañeros de la Alimentación, donde concluyeron que hay que preparar a los trabajadores para ocupar las fábricas que despiden o cierran. Precisamente, en el programa de Lanús hemos inscripto la huelga y ocupación, algo discutido y votado por los dos mil activistas presentes. Es decir que lo que necesitamos es un reagrupamiento que formule una perspectiva y un programa para quebrar el dominio de la burocracia y no una mera coordinación de luchas. Digamos de paso que la coordinación de las luchas fue el planteo oportunista del morenismo petesiano que llegó al punto de editar un periódico llamado Nuestra Lucha, con sólo ese propósito, sin delimitación alguna de las distintas alas del peronismo y la centroizquierda que intervienen en el movimiento sindical. Agreguemos que esos intentos fracasaron todos, porque la otra cara de este planteo despolitizado es el “frente único con la burocracia”, como propusieron durante la ocupación de AGR, por ejemplo. Lanús se ha delimitado desde su convocatoria del moyanismo y el kirchnerismo sindical, también de la centroizquierda deggenarista, como corrientes incapaces de enfrentar a los ‘gordos’ de la burocracia sindical tradicional, porque replican sus métodos, porque están referenciados en el PJ y sus alas, o en la centroizquierda en sus diferentes tendencias, todas tributarias de variantes patronales.


En tercer lugar, lo ocurrido en el exitoso plenario, convocado por la Mesa Nacional del Plenario Sindical Combativo el lunes 4 de febrero, no fue una convocatoria del Sutna a las luchas, como afirma Altamira. Simplemente no corresponde a la convocatoria, a lo ocurrido y a las medidas resueltas. El plenario fue dirigido por la Mesa, con sus líderes, con pronunciamientos llegados desde Ceramistas de Neuquén y otros sectores, y de allí no se coordinó ninguna lucha sino que se convocó a “una jornada nacional contra la tregua de las centrales y por un paro activo nacional de 36 horas, primer paso de un plan de lucha para derrotar a Macri, al FMI y a sus socios los gobernadores y las patronales, para que la crisis no la paguen los que trabajan sino sus responsables”.


Al plenario del 4 confluyeron las luchas del momento, lo que fue un éxito, porque incluso estuvieron sectores ajenos al clasismo como Sport Tech, Nidera, además de Interpack o el Inti, donde estrictamente ya no hay lucha. Pero el 14 vino sólo Nidera, cuya participación es combatida por la Federación Aceitera. No hay casi tales luchas hoy. Sport Tech ha sido llevada por la CTA hacia una cooperativa y no concurrió a la Plaza de Mayo; Siam hace rato que no está en lucha; se levantó Interpack y la jornada fue, en cambio, un gran planteo político en el movimiento obrero con considerable repercusión política en varias provincias y medios. Desde la tribuna, planteamos que la tregua de la burocracia se articula con el relevo electoral pejotista y kirchnerista, corrientes que no están dispuestas a romper con el FMI (como lo planteó en su discurso Ileana Celotto, secretaria general de AGD-UBA). Justo en el momento que Kicillof se reunía con Roberto Cardarelli, del FMI. Muy lejos de una “coordinación de las luchas”.


Sirvió, en cambio, y mucho al Sutna y a Fate, donde la patronal pocos días antes del 14 presento un recurso preventivo de crisis, amenazando con 437 despidos. No existía este recurso cuando fue convocada la mesa del PSC, cuya reunión desalentó Altamira. ¿Por qué sirvió? Porque el PSC, como consecuencia de la tenaz lucha política del PO y la Coordinadora Sindical Clasista, ha marcado una perspectiva y un programa que hemos editado oportunamente y que constituye un avance claro respecto de todos los programas adoptados por el movimiento obrero en los últimos cuarenta años. Los programas de las reuniones del importante movimiento antiburocrático de los ’80 fueron todos de adaptación al nacionalismo. La ruptura con el nacionalismo caracteriza todo el programa adoptado en Lanús. Claro, mediante una lucha política que encontró obstáculos. Los representantes sindicales de IS se opusieron a la consigna “gobierno de trabajadores” y fue adoptada una aproximación de poder a través de un plan económico de los trabajadores de salida a la crisis (pero, sin embargo, el “Pollo” Sobrero lo planteó en su discurso en la apertura, dando una victoria estratégica al PO). En relación a Fate, Alejandro Crespo mandó un mensaje el 14, desde la Plaza de Mayo, al dueño Madanes Quintanilla desde una movilización de diez mil personas convocada por una decena de sindicatos. Un resultado del frente único de los sindicatos convocantes. La coordinación de luchas que propone Altamira no habría podido hacerlo y, digamos, que la intentó Interpack con la fábrica ocupada y no ocurrió, como antes la había intentado AGR y tampoco ocurrió. La seguiremos intentando, pero son iniciativas puntuales de otro orden que corresponden a las medidas concretas para potenciarlas.


En cuarto lugar, volver a las convocatorias que hacía el Sutna San Fernando sería un paso atrás. Aquella experiencia fue un gran punto de apoyo para desarrollar al activismo de Fate y la seccional San Fernando del Sutna, pero sus propósitos eran más acotados porque no habrían podido llevar otros más ambiciosos adelante. No había un programa y no pretendimos un objetivo así porque escapaba a las posibilidades. Se trató de iniciativas de movilización por reivindicaciones tratadas en asambleas de Fate, fundamentalmente la lucha contra el impuesto al salario. Ahora, en cambio, todo el Sutna realizó reuniones por sección y un plenario de delegados con mandatos para convocar a los otros sindicatos a las reuniones previas a Lanús. AGD lo debatió en asambleas, recabamos mandatos en Neuquén y fuimos organizadores en esa ciudad de un plenario de 500 activistas en la previa de la reunión de convocatoria que precedió a Lanús, etc. Apuntemos que la cuestión del congreso de delegados con mandato de bases de todo el movimiento obrero, que no tenía adoptada el Sutna San Fernando, la tienen adoptada hoy los dirigentes del PO del Sutna y la defendemos en cuanta tribuna es posible -de hecho, lo ha hecho Alejandro Crespo en la previa al 14 en C5N. Pero no realizamos un ultimátum al respecto al PSC, donde las posiciones sindicales del morenismo lo bloquearon y tampoco lo adoptan otros sectores de izquierda participantes, aún más hostiles al planteo.


Pero seamos claros, son las “sectas” a través de sus posiciones sindicales las que bloquean determinadas posiciones, no las sectas como tales, diferencia no menor. La secta IS tiene al secretario general de la UF Oeste, el secretario general de Ademys, a la adjunta del Suteba Matanza, la secretaria general de Adosac Pico Truncado y tuvo, hasta no hace mucho, a la secretaria general de Aten Capital. La superación del morenismo en el movimiento obrero se debe producir por medio del progreso del PO con la lucha política y programática en el marco del frente único.


En quinto lugar, veamos la cuestión de las coordinadoras, el paro activo y la huelga general. Altamira vuelve a la cuestión por él planteada en el XXV congreso, asimilando aquella experiencia histórica a las coordinaciones alcanzadas alrededor de algunos conflictos de la etapa. Llamemos a las cosas por su nombre, se trató ciertamente de una consigna completamente inadecuada, como lo señalamos en el tortuoso debate que alumbró el documento de convocatoria del XXV Congreso y luego en el congreso mismo, debatiendo en torno del documento que Marcelo Ramal retiró. Las coordinadoras están inscriptas en la rica historia del movimiento obrero argentino, a partir de centenares y tal vez miles de cuerpos de delegados combativos que las crearon en los ’70 en el proceso que fue del Cordobazo, hasta la huelga general de 1975, donde jugaron su papel descollante, porque los delegados de la época impusimos la huelga general a través de ellas. El año 2018 mostró lo que afirmamos hace un año: lo que está en la agenda es conquistar cuerpos de delegados de manos de la burocracia para llevar adelante las luchas contra la ofensiva patronal en curso, como resultado de la descarga de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. No hay masa crítica para coordinadoras y no habrá coordinadoras porque los volantes del partido propongan coordinadoras, cuando no disponemos de los cuerpos de delegados para formarlas. Tampoco hubo huelga general y no avanzamos un milímetro por la simple agitación de la huelga general, salvo que tramposamente la confundamos con un paro general, que suele ser la antípoda de la huelga general. En cambio, el paro activo de 36 horas ha sido colocado en la agenda de debate de la vanguardia obrera y nos hemos apoyado en el Plenario Sindical Combativo para que la consigna puente hacia la huelga general ocupe un lugar en asambleas obreras, en gremios, en luchas y hasta en la consideración de la burocracia opositora moyano-kirchnerista que simuló un paro activo de 36 horas, el 24 de setiembre, para confundir en relación con nuestro planteo.


En sexto lugar, el impasse al que se refiere Altamira en el documento de convocatoria al congreso tuvo un origen: la defensa incondicional del PO de la presentación de la Lista Negra del Sarmiento en la elección de delegados de la seccional Oeste. Dimos una lección. Frente a la provocación morenista de IS contra el plenario de Pilar, defendimos que “la única lista que se tiene que bajar es la Verde de los asesinos de Mariano”, en palabras del secretario del Sutna San Fernando. La defensa política de este agrupamiento de activistas, surgido contra la parálisis de la Bordó frente a la ofensiva patronal y burocrática en torno del nuevo convenio flexible, las paritarias a la baja y la persecución de activistas, mostró al partido como lo que es: un defensor incondicional del clasismo y de sus pasos, aunque no los dirija él mismo, porque no dirigimos el Encuentro Ferroviario, aunque nuestros militantes participan y gravitan en él. El impasse ha sido provisionalmente superado por la iniciativa que Altamira desechó.


En séptimo lugar, el PSC une a trabajadores ocupados y desocupados, un principio de clase fundamental para nosotros desde la creación misma del Polo Obrero. La participación de delegados del Polo y otros movimientos ajenos a la cooptación de la emergencia-concertación social macrista es una escuela mutua que eleva políticamente a ambos sectores, los sindicatos clasistas y los movimientos piqueteros, dotando al movimiento de un programa común y métodos de clase comunes. Este tipo de experiencia ya tuvo su antecedente en las ANT (Asamblea Nacional de Trabajadores), pero el núcleo sindical era reducidísimo. En el caso de las ANT, jugaron un papel durante toda una etapa un sector de Asambleas Populares bajo la consigna “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Hoy, esa confluencia se procesa con el sindicalismo combativo. Agreguemos algo fundamental: el Polo Obrero, paralelamente, abrió un mecanismo de plenario de delegados de organizaciones piqueteras que adoptó en ciertos puntos un programa aún superior a Lanús. Qué lejos está todo esto de una “coordinación de las luchas”.


En octavo lugar, Altamira señala en su segundo documento que el PSC “es más un frente de denuncias y pronunciamientos que una coordinación de acciones”. Debemos aclarar que el PSC organizó piquetes y un acto en el paro nacional del 25 de setiembre, columnas independientes el 25 de junio, el 24 de setiembre, lo mismo ante las marchas de las velas y también movilizaciones propias como la del 14 de febrero, también en torno de la lucha de Interpack. Se trata de una combinación de denuncias, pronunciamientos y acciones, basadas en una lucha política que tiene como punto de referencia el programa votado en Lanús. Su carácter provisional está fuera de discusión, como todos los frentes únicos. Pero en el haber de las consecuencias del PSC no podemos dejar de marcar las listas en las elecciones de las tres CTA, todas encabezadas por el PO, que agruparon a toda la izquierda argentina. En los últimos años no se ha visto posición alguna de Altamira, tampoco de Ramal, sobre el explosivo crecimiento del Polo Obrero, a partir de los planteamientos del XXIV Congreso. En cambio, en el Plenario Nacional del año 2017 caracterizamos que “la lucha por el pan no está divorciada de la lucha por el poder”, sintetizando este nueva fase de la construcción del Polo Obrero que no forma parte de un movimiento de masas de ruptura como el de fines de los ’90, pero en cambio es un movimiento fuertemente politizado, porque nace rompiendo los mecanismos de contención asistencial montados entre el gobierno de Macri y las distintas alas del PJ y la centroizquierda maoísta. Y nace con una fuerte referencia política del PO y el FIT que no teníamos con este alcance en los años del Argentinazo.


En noveno lugar (aclarando esta vez que el orden no es de prioridades), frente a las movidas más o menos acotadas del moyano-kirchnerismo sindical o de cualquier sector de la burocracia opositora, la existencia de las convocatorias independientes del PSC provee a nuestros dirigentes y activistas de un canal que, de no existir, nos conduciría a diluirnos en esas convocatorias. A saber, en una asamblea de AGD, de Ademys o de cualquiera de los sindicatos, el kirchnerismo y sus socios de izquierda impulsan la participación, sea el 21F, la movilización del 24 de setiembre o las movilizaciones de las velas. De no tener el canal de la participación independiente de un frente de sindicatos con banderas propias (paro de 36 horas, etc.), deberíamos participar como parias diluidos. Y esto vale para el Sutna, tal vez como para ninguno. Luego, si puntualmente corresponde movilizar como fracción disidente dentro de un sindicato dirigido por la burocracia, la agrupación correspondiente lo valora, pero tenemos una clara referencia movilizadora independiente. Esto no puede ser sustituido por columnas del FIT, como promovió Christian Castillo en aquella oportunidad, porque los sindicatos en los que participamos y aún los que dirigimos, no son brazos del FIT.


Quiero señalar por fin en este apartado una cuestión de método, tan importante a las nuevas generaciones que se forman en el PO y que serán las que lo lleven a la victoria. La cuestión del congreso obrero fue votada por unanimidad en el XXV Congreso. Su preparación y realización se discutió en el CEN y estuvo a discusión de cada CC realizado, lo mismo que cada una de las iniciativas durante todos estos meses, las cuales fueron discutidas en el CEN sin que se presenten disidencias ni votaciones encontradas. Todas contaron con artículos explicativos en Prensa Obrera.


Sobre el oído pegado a las masas y la agitación política revolucionaria


No me interesa en este tema precisar quién toca de oído y quién no, creo que somos un partido metido hasta los tuétanos en la lucha de clases y sencillamente nadie tiene derecho a tocar de oído, sería una concesión admitir que algunos de nuestros cuadros lo hagan.


Sí, en cambio, me interesa la cuestión del oído pegado a las masas. Hay ya suficientes citas de Trotsky sobre el punto, entre las que resalta la del capítulo séptimo del primer tomo de la Historia de la Revolución Rusa, donde el autor marca la excepcional cualidad de Lenin para interpretar el ánimo y las tendencias de las masas, a lo que atribuye (tal vez exagerando para marcar su importancia) “las nueve décimas partes del arte de conducir revolucionariamente a las masas”.


Definitivamente, el PO no es un grupo de propaganda para difundir ideas marxistas, sino un partido de intervención en la lucha de clases, y su programa y su historia lo han transformado, dentro de sus límites, en un factor de la lucha política y de la lucha de clases en la Argentina. Desde ese lugar debemos juzgar la oportunidad de las consignas milimétricamente en su capacidad de hacer progresar la conciencia de clase del proletariado de manera de transformarlo de “clase en sí” en clase “para sí”.


Justamente, el papel del Programa de Transición es trazar un puente entre el estado de conciencia de las masas y las tareas planteadas cuando las condiciones objetivas para la revolución están maduras y aún sobremaduras, pero la crisis de dirección del proletariado se transforma en el problema a resolver para superar la crisis de la humanidad. El Programa de Transición es una caracterización de la etapa del capitalismo y, al mismo tiempo, un cuerpo de consignas.


En este momento, la crisis de régimen que caracterizamos no ha desembocado, sin embargo, en una situación en la que la iniciativa pase a manos de la clase obrera o de las masas en general. Trabajamos para que esto ocurra. Esto fue motivo de debate en el comienzo de 2018, tras las jornadas de diciembre. Curiosamente, Altamira días antes de aquellas jornadas caracterizó que “la crisis es por arriba” en su Facebook, cuando el CEN apreció (en Prensa Obrera) que se presentaba una tendencia a intervenir por parte de las masas como resultado del rechazo fulminante a la reforma previsional surgida del pacto fiscal con 23 gobernadores y tomó las medidas de intervención correspondientes. La historia es conocida con las fuertes movilizaciones obreras del 14 y 18 de diciembre de 2017 y, no olvidar nunca, el formidable cacerolazo solidario de la noche.


Sin embargo, en el debate posterior que atravesó el XXV Congreso caracterizamos que la ley de anulación de la movilidad jubilatoria y la reforma tributaria antiobrera se impusieron y desde ese punto de vista hubo una frustración, una derrota de los objetivos del gran movimiento de diciembre. También apreciamos el operativo de contención puesto en marcha. Hubo un punto de inflexión en cuanto al desplazamiento de una base popular del gobierno en su contra, fenómeno que no ha cesado hasta hoy, puesto que luego se acaballó con el rodrigazo devaluatorio y la entrada en escena del FMI, que abrió una enorme recesión económica, inflación, tarifazos, etc. Pero, ¿la iniciativa pasó a manos de las masas?


El punto es si la crisis de régimen ha hecho perder la iniciativa a la burguesía y ésta ha pasado a las masas. No es así. La reforma laboral fue postergada, pero, de conjunto, la crisis capitalista internacional y su combinación con la crisis del capitalismo nacional y el fracaso de la tentativa de salida que diseñó el macrismo han agravado la ofensiva capitalista en diversos frentes: suspensiones, retiros, jubilaciones adelantadas, despidos masivos, cierres de fábricas, ataque a los convenios colectivos, recursos preventivos de crisis, agudización de mecanismos represivos, vaciamiento de la Anses, todo esto en el marco de la confiscación inflacionaria contra salarios y jubilaciones. En medio de la crisis se incrementan las medidas de subsidio al capital financiadas por pérdidas de las conquistas obreras: poniendo una bomba de tiempo a la Anses y a los jubilados, que serán víctimas, más temprano que tarde, de otra reforma previsional, a la que llaman “de fondo”: elevación de edad, eliminación del doble beneficio (pensión y jubilación), cambio en la tasa de sustitución y un nuevo cambio en la movilidad, puesto que el desmadre inflacionario hará inviable a plazo fijo la actual indexación en relación con la estructura impositiva y el ajuste en marcha.


Los 172.000 despidos en blanco, más la cifra seguramente enorme de los despidos en negro de 2018, han tenido por respuesta algunas luchas importantes, tenaces, pero completamente aisladas y canalizadas en general por direcciones antiburocráticas (Inti, Télam, Interpack, la muy discutible lucha de Nidera sometida por la Federación Aceitera a un desgaste sin fin). La masa de los despidos pasó sin lucha en textiles, metalúrgicos, plásticos, calzado, etc. En el primero de esos gremios tenemos dificultades, incluso en la comisión interna que integramos por el nivel de retroceso entre los compañeros de base. Sabido es que la recesión económica es un factor de inhibición de la lucha obrera y más aún cuando se presenta de manera atomizada, como condena la burocracia a cada proceso. Que la recesión “agudiza la lucha de clases” como marca Altamira, tiene como condición tendencias subjetivas, organizaciones obreras para llevarlas adelante, conciencia de clase, desarrollo del clasismo, todo lo cual es incipiente en el actual cuadro político. Sobre esta base, el peronismo y el kirchnerismo se asientan para operar y transformarse en un factor absolutamente gravitante para intervenir en la “protesta social” administrándola (trío Vaticano de organizaciones de desocupados, frente sindical 21F), contribuyendo pérfidamente a su derrota (gráficos) o frustración (huelga general en la universidad) y ligándola a una tentativa de formular un programa de relevo con base en fracciones del capital golpeadas por la crisis. Preparan un relevo ordenado en los términos del FMI y de una reestructuración de deuda, ante la emergencia de que el derrumbe macrista lo lleve a un abandono del poder, sea en la próxima elección o aún en una crisis previa. En el Informe de Actividades damos cuenta puntillosamente de los fenómenos huelguísticos, sus tendencias, las reservas de la clase obrera, sus límites y nuestra batalla para desbordar a la burocracia sindical luchando al mismo tiempo por su expulsión de los sindicatos y por una nueva dirección del movimiento obrero.


¿No hay ofensiva capitalista? La crisis capitalista mundial, indudable factor dinámico de la situación mundial, las crisis de régimen, las crisis políticas y las rebeliones populares no indican que no haya ofensiva capitalista. Al contrario, venimos marcando la tendencia a la guerra comercial y a la reproducción de escenarios bélicos como consecuencia de las iniciativas de la burguesía para endosar la crisis a las masas y las naciones más débiles y sometidas. En América Latina atravesamos una ofensiva continental contra las masas, que ahora ha tenido expresión en el grupo Lima, bajo la batuta de Trump, para viabilizar un golpe reaccionario en Venezuela e incluso una invasión militar. La consagración de Bolsonaro después de Temer constata ese derrotero del cual Macri no es ajeno como régimen de “ofensiva” que vino a reemplazar a los “regímenes de contención”. La idea mecanicista de que la crisis desata la irrupción de las masas, al margen de la lucha política contra un nacionalismo, que se considera que “no es bloqueo” porque “está en retroceso”, ha sido llevada al absurdo, a negar lo que la clase obrera y los explotados viven todos los días.


Debo decir en este desarrollo que el documento firmado por Marcelo Ramal al XXV Congreso con apoyo de Altamira (luego retirado), afirmaba que el movimiento del aborto legal podría desatar “una situación prerrevolucionaria”. No ocurrió. No habría ocurrido si triunfaba y no ocurrió cuando más bronca debía desatar entre las masas movilizadas que se frustraron ante 38 senadores alineados con la Iglesia, los evangélicos y la reacción política. Esto porque la afirmación no corresponde al desarrollo de la conciencia de las masas en la etapa, a las direcciones del movimiento y a las ilusiones democráticas y parlamentarias, que tenemos que agotar con consignas adecuadas. Por eso, es adecuada la propuesta de consulta popular, para dar una continuidad movilizadora y llevar el tema al más amplio debate de las masas, cuando está siendo enterrado ahora mismo en la agenda de todos los partidos y especialmente de nuestro rival más inmediato en el movimiento popular, el kirchnerismo.


Retomando el problema de nuestros planteos para promover la ruptura de los trabajadores con el peronismo, el gran factor de freno y desvío, hay que valorar aquellas consignas que den cuenta de la crisis y coloquen el tema de quién la paga. Los trabajadores, como consecuencia de décadas de dominio del nacionalismo, atan su destino al destino patronal, lo cual resulta de la esencia de colaboración de clases del nacionalismo. El reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, que el Estado garantice la continuidad productiva bajo gestión obrera, la defensa del salario real, de los convenios colectivos atacados, contra la precarización laboral, la apertura de libros, son todas consignas y planteos motores de la acción de la clase obrera para “que la crisis la paguen los capitalistas”. Por lo tanto, esta consigna resume y eleva políticamente a los trabajadores y su vanguardia para separarlos de la burguesía, de sus planteos, de sus partidos y de la burocracia sindical, brazo de esos partidos y de las patronales al interior de los sindicatos. Acompañada por el planteo “de una salida de los trabajadores y la izquierda” en este período electoral, ya iniciado con las elecciones provinciales desdobladas y con los realineamientos previos de las fuerzas políticas, constituyen un arma para desarrollar la conciencia de clase que no hay, el partido de clase que no hay y para dar la lucha por una nueva dirección. Al mismo tiempo, para que la crisis la paguen los capitalistas ahora mismo, hace falta la acción directa, el paro activo, el plan de lucha, la huelga general, como medidas destinadas a vencerlos, lo que jamás pretende ningún ala de la burocracia sindical. El antagonismo entre la consigna petesiana “la vida o las ganancias” y la nuestra es total. Una es una consigna redistribucionista y de tipo ético-moral, y la otra convoca a la separación de la clase obrera del capital.


Lo mismo vale para la consigna de paro activo de 36 horas, que está en la tradición del Cordobazo, pero que no fue dispuesta al azar por aquel CC de principios de 2018. Nos basamos en la experiencia de las jornadas del 14 y 18, que fueron un pequeño ensayo de un gran paro activo nacional. El camino a la huelga general no depende de una propaganda que un día produce una huelga general. La última que tuvimos en la Argentina, la de 1975, fue el resultado de un largo proceso que arrancó con el Cordobazo, donde se inicia un ascenso de masas.


La agitación es un camino de ida y vuelta. De diálogo con las masas. Viene a cuento una reflexión de Trotsky en Adónde va Francia: “¿Es posible una huelga general en un futuro próximo? A una pregunta de este tipo, no hay respuesta a priori -es decir, hecha de antemano. Para tener una respuesta, es necesario saber interrogar. ¿A quién? A la masa. ¿Cómo interrogarla? Por medio de la agitación”.


“La agitación no es sólo el medio de comunicar a las masas tales o cuales consignas, de llamarlas a la acción, etc. Para el partido, la agitación es también un medio de escuchar a las masas, de sondear su estado de ánimo y sus pensamientos y, según los resultados, de tomar tal o cual decisión práctica. Son sólo los estalinistas quienes han transformado la agitación en un monólogo chillón; para los marxistas, para los leninistas, la agitación es siempre un diálogo con las masas.”


"Pero para que este diálogo arroje resultados necesarios, el partido debe saber apreciar correctamente la situación general del país y determinar los trazos generales de la lucha próxima. Con ayuda de la agitación y del sondeo de las masas, el partido debe realizar las correcciones y precisiones necesarias en su línea, particularmente en lo que concierne al ritmo del movimiento y el momento de las grandes acciones.”


Como se verá, en un período de aguda lucha de clases en Francia, Trotsky se preocupa de lo que tenemos que preocuparnos los trotskistas del PO, las consignas motoras de la acción de las masas, el balance de su impacto entre los trabajadores, la asimilación de ellas por parte de la vanguardia y su alcance en un cuadro político determinado. La huelga general no resultará por generación espontánea a partir de los volantes y la agitación del PO, llevando “la comprensión de la crisis de régimen”. De la crisis de régimen, los trabajadores pueden dar cuenta a partir de la acción por las reivindicaciones motoras y transicionales.


La consigna “Fuera Macri, Asamblea Constituyente”, aunque tenga el aditamento de gobierno de trabajadores, ahora agregado, no da cuenta de la lucha política con el adversario número uno en la lucha obrera, y de todas las organizaciones populares contra el macrismo: el nacionalismo y en particular el kirchnerismo. Al contrario puede ser funcional a él, cuando las masas no están a la iniciativa. En cambio, como parte de un sistema de consignas que promuevan la irrupción de las masas y asociada a esa irrupción, la Constituyente se trata de un planteo adecuado al alcance de la crisis en presencia.


El orden de consignas adoptado en el CC que vota la Constituyente arma la intervención del partido. Esto porque además formula “Fuera Macri y el régimen corrupto de macristas, pejotistas y kirchneristas”, cuando se profundiza la crisis judicial alrededor de las causas de “los cuadernos” de la corrupción en la obra pública que tienen a media burguesía en el banquillo de los acusados y asistimos a las maniobras para indultar a los capitalistas. Excluir de la batalla política central a Rioseco-Martínez, hoy en plena elección neuquina de la consigna, o excluir al pejota-kirchnerismo rionegrino también en plena batalla electoral es una concesión que no nos podemos permitir. La confrontación política con el arco patronal domina el escenario cuando la magnitud de la crisis excepcional en la que se desenvuelve el proceso electoral ya en marcha con los desdoblamientos y alineamientos es fundamental. Veamos si no, la cuestión de la misión del FMI que recibió garantías no sólo de su gobierno, que es Macri, sino de Urtubey, Lavagna y Kicillof, más la burocracia sindical. La clave de la intervención política del momento es la articulación de las consignas y orientaciones para que las masas intervengan en la crisis y el programa de clase y socialista para dar una salida política y de poder a esa intervención, cuestión que será fundamental en el debate electoral. Y también fundamental en esta fase de lucha por el frente único, el programa y los candidatos del FIT, combatiendo el furioso electoralismo del PTS que pretende diluir el canal que el FIT significa con llamados sin principios ni condiciones a enemigos de la organización política de la clase obrera, como Zamora.


La unidad de intervención del partido en torno del conjunto de los planteos nos da una iniciativa que nos permitirá reclutar en diversos frentes y la agitación política será una formidable preparación para el curso de la lucha de clases anterior y posterior a las elecciones generales. La burguesía trata de consagrar con el voto popular el síndico que definirá qué clase social pagará la crisis. “Que la crisis la paguen los capitalistas, por una salida de los trabajadores y la izquierda” es un planteo que tiene más vigencia aún que cuando lo formulamos en la crisis 2008/2009.


20/2/19

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