Conferencia pronunciada por Jorge Altamira, el 18 de agosto de 1994, en la Universidad de Sao Paulo, Brasil, en oportunidad del lanzamiento del libro Trotsky hoje", que reúne las ponencias del Seminario Internacional sobre el “Presente y futuro del socialismo”, realizado por esa misma universidad, en 1990.
A pesar de que León Trotsky dirigió la Revolución de Octubre, construyo literalmente de la nada el Ejército Rojo, triunfó en una guerra civil contra las fuerzas contrarrevolucionarias rusas (a las que se sumó la invasión de catorce naciones extranjeras) y construyó la III Internacional; a pesar de todo esto, las peripecias de la contrarrevolución en Europa consiguieron opacar la figura de Trotsky. Puede hablarse inclusive de una verdadera conspiración de silencio contra su política, programa y personalidad. Naturalmente, para esto contribuyó la campaña del stalinismo, que lo presentó a veces como un agente de la Gestapo, otras como un agente del imperio japonés, o inclusive como un agente del servicio de informaciones británico, sin que sus acusadores repararan en la contradicción de ponerlo al servicio de tantos servicios de informaciones extranjeros rivales al mismo tiempo. Asesinado en 1940, su figura era reivindicada por un pequeño grupo de personas.
A fines de la década del 50 tuvo inicio un proceso de revalorización de la figura de Trotsky, proceso que en determinado momento se transformó en moda, y para el cual contribuyó seguramente la monumental obra de Isaac Deutscher, la biografía de Trotsky en tres tomos, proyectándolo en el campo académico y, hasta un cierto punto, en el político. Fue grande el impacto que produjo esta obra, al punto de que por primera vez, hasta dirigentes de los partidos comunistas (PC) comenzaron a pensar que las denuncias hechas por el stalinismo eran deshonestas, injustas y, seguramente falsas. Pero desde el punto de vista político, el impacto de esta reconsideración se concentró en un aspecto determinado que en la biografía de Trotsky se destacaba sobre los demás: el análisis sobre el fascismo y el ascenso del nazismo alemán, y la crítica a la III Internacional y al stalinismo en lo relativo a su responsabilidad por la victoria nazi y el aplastamiento de la clase obrera alemana, y en consecuencia, la perspectiva prácticamente cierta del desencadenamiento de una segunda guerra mundial.
Causó impacto la visión aguda de Trotsky, que entrevió que la política de la Internacional Comunista (IC)_que caracterizaba a la social democracia alemana y a la socialdemocracia en general, como el principal enemigo que debía ser liquidado previamente para derrotar al fascismo—iría a conducir al proletariado mundial a una tragedia; que el fascismo no sería un fenómeno episódico en la historia mundial y en la historia de la contrarrevolución; que si no era rápidamente aplastado y erradicado completamente por la fuerza de una lucha armada del proletariado europeo revolucionario, el fascismo iría a aplastar a este proletariado.
Trotsky es prácticamente el único que prevé el holocausto de los judíos en la segunda guerra mundial y, más lejos todavía, percibe los crímenes posteriormente asociados al hitlerismo. La denuncia que hace de la política de la IC, quedó como un análisis que inflamó a los teóricos y académicos hacia finales de los años 50.
Trotsky proponía, durante la lucha contra el fascismo, el frente único de los partidos de la clase obrera. En oposición a la tesis stalinista de que la socialdemocracia era hermana gemela del fascismo, y de que ambos eran métodos diferentes para el mismo objetivo de aplastar a la clase obrera, Trotsky previo que la socialdemocracia, como partido de la clase obrera en el seno de la sociedad burguesa, sería aplastada como los stalinistas y el conjunto de la clase obrera y que, por lo tanto, una política de frente único debía tener por objetivo desarrollar el instinto de autodefensa de esta clase, cualquiera que fuesen las divergencias ideológicas, incluso tradicionales, de esas dos partes del movimiento obrero. La consigna del ¿rente único para acabar con el fascismo le daría una perspectiva revolucionaria al movimiento obrero.
Stalin no le dio importancia a la cuestión. Acusó a Trotsky de agente del reformismo, de la socialdemocracia. El stalinismo en Alemania adoptó una política de provocación a la socialdemocracia. Esta última buscaba naturalmente impulsar una política de colaboración de clases con la burguesía. No se trataba por lo tanto de defenderla, pero sí de atacar la idea de que el principal enemigo en la lucha de la clase obrera contra el fascismo, fueran los partidos reformistas de la clase obrera y no los partidos contrarrevolucionarios del capital; subrayando que la política, en este caso, para aplastar el fascismo, era una política de unidad de acción, de frente único. No obstante, el stalinismo hizo lo contrario y dividió a la clase obrera. Ciertamente, pretextos no faltaban, pues la socialdemocracia daba motivos permanentemente para una política divisionista.
En algunos casos, el stalinismo en Alemania llegó a hacer un frente único con el nazismo contra las organizaciones socialdemócratas, pero cuando llegó la hora de la prueba final con el ascenso de Hitler al gobierno, los stalinistas desaparecieron sin lucha y capitularon. La clase obrera más importante del mundo, la más animada por la tradición marxista, identificada por el propio Marx con la realización de la filosofía en la práctica, fue entregada al fascismo.
La coincidencia postrera con este análisis, que tanto inflamó a los académicos hacia finales de la década del 50, dejó de lado muchas otras cuestiones divergentes —lo que era lógico—, como el análisis y los pronósticos de Trotsky sobre la UKSS. Los académicos no admitían que la burocracia fuese un agente de la burguesía mundial o que encamase una tendencia a la restauración capitalista. Los académicos empezaron a reconsiderar la figura de Trotsky, pero seguían viendo en él numerosas fallas, aunque el análisis del fascismo y la propuesta de la política de frente único fueran brillantes. En particular, en relación a las perspectivas de la URSS, Trotsky *fracasaba1", puesto que en el final de la década del 50 los académicos creían que la URSS marchaba al socialismo y los gobernantes de la propia Unión Soviética hasta suponían tener una cita marcada con el “comunismo”: Kruschev afirmaba que en veinte años superarían a los EE .UU. y proclamarían la victoria pacífica del comunismo. Este aspecto del legado de Trotsky no fue reconsiderado ni profundizado y no despertó ningún gran interés, como tampoco lo despertó otro aspecto del mismo, el referido a la política de frente popular.
En cierto modo, la política de frente popular se va a desprender de los hechos vinculados con Hitler en Alemania, puesto que el 6 de febrero de 1934, un año y un mes después del ascenso de Hitler, se produce una tentativa de golpe fascista en Francia. El PC, durante los días en que se desenvuelve la tentativa de golpe, continúa denunciando principalmente a la socialdemocracia. Pero seis días más tarde, el 12 de febrero, estalla una huelga general en toda Francia, y en las calles, en las movilizaciones y en las marchas, los obreros comunistas y socialistas, por encima de sus direcciones, concretan el Frente Único de la clase obrera en Francia, lo que se explica porque han asimilado la experiencia del país vecino, es decir, las consecuencias trágicas de la división de la clase obrera alemana. No podían dejar que se repitiese una segunda experiencia: el nazismo había completado un año en Alemania, las organizaciones obreras habían sido completamente ilegalizadas y los obreros presos. Aparece, entonces, este frente único que es una manifestación del gran acierto de la política trotskista en la lucha contra el fascismo. ¡A pesar de esto, están, todavía hoy, los que pretenden que el trotskismo pregona una política de aislamiento de la vanguardia obrera y revolucionaria ante las grandes catástrofes políticas! Aquellos que hacen tal afirmación o son ignorantes completos o extremadamente mal intencionados, porque en la lucha contra el fascismo, el trotskismo y la Oposición de Izquierda mostraron que la unidad, de acción era el camino para acabar con tal posibilidad. Trotsky, sin embargo, rápidamente advirtió a los revolucionarios franceses acerca de las limitaciones del frente único de los partidos obreros, porque, así como es un arma práctica en la lucha inmediata contra el fascismo y por las reivindicaciones obreras, también despierta en los obreros las ilusiones de que las tareas revolucionarias, la construcción y el desarrollo de un partido revolucionario, la lucha por el poder, la insurrección armada, pueden ser salvados por la fuerza de la unidad de los partidos obreros. En verdad, lo que Trotsky planteaba en este período en favor del frente único no era más que una profundización de las tesis sobre el frente único aprobadas por la III Internacional en la época de Lenin; tesis, por otra parte, redactadas por el propio Trotsky en el segundo y tercer congresos de la IC. Pero, poco a poco, este frente único, particularmente por la influencia del PC, comenzó a sufrir un cambio significativo, con la idea de que era preciso conquistar a las clases medias, supuestamente representadas por el Partido Radical de la burguesía imperialista francesa, y que el frente único debía ser más amplio y no únicamente proletario, o sea, que tenía que ser un Frente Popular. El Partido Radical francés, heredero de la revolución francesa, se había transformado en una cosa descompuesta, en el partido liberal del imperialismo, y perdido sistemáticamente su electorado. Había pactado con la derecha y era representante de la burguesía opresora de los países coloniales, como en África del Norte e Indochina. Así, una alianza con el Partido Radical francés significaba aliarse con la burguesía imperialista francesa. Esta política del PC francés, unida a una presión de la IC comandada por Stalin y del gobierno soviético, que intentaba una alianza militar y, si era posible, política, con la burguesía francesa, llevaron a la constitución del frente popular en Francia. A partir de ahí se votó por los créditos de guerra, esto es, los créditos del presupuesto militar reclamado por la burguesía francesa. Esto se hizo bajo el influjo del gobierno soviético que, previamente, había firmado un pacto de no agresión con el gobierno francés.
Tenemos entonces dos aspectos de la política de Frente Popular: por un lado implica una alianza con la burguesía, con los explotadores, inclusive imperialistas y, por otro lado, responde a una presión de la burocracia de la URSS, que intenta llevar adelante una determinada diplomacia internacional de alianzas con el capital imperialista. En esta misma época, la URSS ingresa en la Liga de las Naciones y es reconocida por los EE.UU. desde el punto de vista diplomático. Cualquiera que lea las declaraciones del entonces presidente de los EE. UU. Roosevelt, podrá comprobar cómo el gobierno soviético aseguró al gobierno de los Estados Unidos que esa cuestión del internacionalismo proletario y de la actuación revolucionaria de los PCs en Europa y en EE.UU. iba a ser dejada de lado.
Sin embargo, la victoria del fascismo en Alemania demostró que los antagonismos de clase en toda Europa habían llegado a un punto máximo, que la burguesía se veía obligada a abandonar por completo los recursos democráticos y apelar a la guerra civil contra las masas obreras. El capitalismo no podía sobrevivir sin recurrir a un aplastamiento completo de la propia democracia burguesa. La situación de conjunto oscilaba entre la revolución y la contrarrevolución (nazismo o fascismo, en el segundo caso). Poco después, esto se verificó en dos países, Francia y España.
Como consecuencia de un conjunto de huelgas y también de la victoria del Frente Popular, la situación en Francia comenzó a adoptar características revolucionarias. Los obreros ocupan las fábricas y en ellas se izan las banderas rojas, se forman comités y organismos de lucha (como los que caracterizaron las revoluciones de 1905 y 1917 en Rusia) y se crea una situación de doble poder. En estas circunstancias, el Frente Popular, que buscaba darle garantías a la burguesía sobre el comportamiento de la clase obrera, jugó todo su peso para desviar la huelga general y las ocupaciones de fábrica. El jefe del PC francés, en una de sus frases célebres, decía: “No sólo debemos saber cuándo lanzar una huelga sino también cuándo terminarla, y éste es el momento de hacerlo. Así, la función política del Frente Popular se manifestó en toda su envergadura, apareciendo como un recurso de la burguesía imperialista para impedir la revolución proletaria. La situación, hasta un cierto punto, se estabilizó, pero con la crisis mundial a fines de noviembre de 1938, la clase obrera intentó nuevamente retomar la iniciativa y fue aplastada. Finalmente, el gobierno francés acabó capitulando ante el nazismo. Quien llevó al mariscal Petain y al fascismo francés al gobierno fue la Cámara Legislativa electa en mayo del 36, con mayoría del Frente Popular.
Algo más grave fue el gobierno del Frente Popular en España. Formado por el Partido Comunista, el Partido Obrero Socialista Español (PSOE) y por una fracción minúscula y desprestigiada del Partido Republicano (desprestigiado porque ya había gobernado en España en el bienio 1931-33 y reprimido ferozmente a los obreros y campesinos, al punto de provocar en las elecciones subsiguientes la abstención masiva de las organizaciones anarquistas y la victoria de la derecha), adopta un programa de defensa del orden burgués, obtiene la victoria electoral y, en consecuencia, el ejército español intenta un golpe militar al cual la clase obrera española responde con una movilización revolucionaria sin precedentes en la historia. Superior, según Trotsky, en su radicalización y en las medidas que osó tomar, al comportamiento de los obreros de San Petersburgo en 1917. Nuevamente, se organizan las juntas revolucionarias —equivalentes a los soviets rusos— y, nuevamente, la política del Frente Popular es aplastar este movimiento con la teoría de que primero hay que ganar la guerra para después hacer la revolución. En verdad esto quiere decir lo siguiente: estrangular la revolución, esto es al movimiento obrero que está luchando contra el fascismo, como condición primera previa a la lucha contra el propio fascismo. Con la acusación de que los izquierdistas están saboteando la lucha contra el fascismo al pregonar la guerra civil dentro del campo republicano, es decir la dictadura del proletariado, el Frente Popular se plantea aplastar a la vanguardia obrera. El Frente Popular, al acusar a la izquierda de provocar la guerra civil, declara él mismo una guerra civil contra la clase obrera en el campo republicano.
La conclusión a la cual llega Trotsky en relación a estos acontecimientos es bien simple: si la clase obrera es aplastada, ya no tiene importancia quien va a triunfar en la guerra civil. O triunfa el fascismo o la burguesía republicana que antes consiguió aplastar a la clase obrera, o sea que triunfa una variante del propio fascismo. Al final del camino está siempre la contrarrevolución. En el Programa de Transición de la IV Internacional, al hacer un resumen de esta cuestión, Trotsky afirma que el Frente Popular y el fascismo son los últimos recursos del imperialismo contra la revolución proletaria; el Frente Popular aparece en períodos con tendencias revolucionarias o abiertamente revolucionarios, cuando la burguesía, o una parte de ella, conciente ya de la guerra civil, busca minar el campo de la clase obrera utilizando a sus dirigentes reformistas o contrarrevolucionarios para desarticular al movimiento obrero. La consecuencia de esta política no es siempre la victoria de la contrarrevolución fascista, pero sí, siempre, de la contrarrevolución. Estas conclusiones son válidas tanto para el caso de Pinochet en Chile, Franco en España o el fascismo en Francia. La colaboración de clases y no la lucha de clases, es la idea de fondo del Frente Popular. Donde el desarrollo del capitalismo ya separó claramente por un lado a la burguesía y por el otro al proletariado y la lucha de clases se plantea de un modo abierto, el Frente Popular pregona la colaboración de clases, no importando para el caso si el país en cuestión es imperialista u oprimido. Pero la colaboración de clases es de por sí contrarrevolucionaria, y basta para comprobarlo el planteamiento con el cual se inicia el Manifiesto Comunista, que dice que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Si por medio de la lucha de clases se procesa la historia, por medio de la colaboración de clases se la frena, es decir, es un instrumento de la reacción política.
La historia del Frente Popular no es nueva. Apareció por primera vez en 1848 en Francia y fue denunciada por Marx en La lucha de clases en Francia. Allí, las direcciones obreras esperaban todo de la democracia y de la pequeña burguesía representada por Louis Blanc. Las ilusiones obreras de la época consistían en esperar que, en los marcos de la democracia (en la cual no se distinguía su contenido de clase) pudiesen ser incluidas medidas sociales como el derecho al trabajo, el pleno empleo, el salario justo… Esto correspondía a una idea primitiva del movimiento obrero, por lo cual Marx concluyó que el proletariado precisaba todavía madurar y sufrir derrotas.
Esto también fue lo que separó a los mencheviques de los bolcheviques. De acuerdo a los mencheviques, la revolución en Rusia era burguesa; por lo tanto, la clase que debía dirigirla era la burguesía y el proletariado debía ir como furgón de cola. Para los bolcheviques, en cambio, como la revolución era burguesa, la burguesía iba a traicionar la revolución, y por esto la clase obrera debía separarse de la burguesía y hacer una alianza con el único burgués revolucionario existente, es decir, el campesinado (burgués en el sentido de que el proyecto histórico del pequeño propietario es desarrollarse como propietario mayor); ésta fue la línea divisoria entre mencheviques y bolcheviques. El Frente Popular en la Revolución de Octubre está personificado en Kerensky, en la colaboración del Partido Socialista Revolucionario y de los mencheviques con la burguesía en el Gobierno Provisional. Este Frente Popular preparó la contrarrevolución en Rusia, tal como dijo Lenin al acusar a Kerensky de bonapartista por tratar de liquidar las libertades democráticas, instaurar una dictadura y ser cómplice de la única tentativa de golpe militar que hubo en Rusia, el golpe de Komilov. En Rusia, sin embargo, no había un partido stalinista sino un partido bolchevique, que en ningún momento admitió la colaboración de clases con la burguesía, que denunció por el mismo motivo sistemáticamente a los mencheviques, que planteó la consigna de todo el poder a los soviets y muchas otras consignas pedagógicas, entre las que figura “por un gobierno exclusivo de los partidos de la clase obrera”. Aunque este último fuese un gobierno de dirigentes reformistas, en el que los revolucionarios no participarían, éstos lo apoyarían contra cualquier tentativa contrarrevolucionaria.
En la primera posguerra, la socialdemocracia internacional hizo acuerdos con los partidos burgueses formando lo que se denominó el bloque o cartel de izquierdas, que también era un Frente Popular y cuyo punto en común es la colaboración de clases. En verdad hablamos de Frente Popular porque fue ésa la denominación que recibió en el Vo congreso de la IC, cuando Stalin deja de acusar a la socialdemocracia como agencia del fascismo y al revés, pasa a considerarla, junto a la burguesía liberal, como aliada natural de la clase obrera. Pero el problema no se reduce a una cuestión de nombres. La alianza de la clase obrera con la burguesía en 1848 se dio en el contexto de un capitalismo todavía en ascenso, cuando la revolución proletaria no estaba planteada agudamente en la historia; en la década del 30 de este siglo, en cambio, la revolución proletaria era el problema fundamental: o la clase obrera tomaba el poder, o entonces sobrevendría la contrarrevolución y la guerra mundial. Un antecedente terrible, y cuyas consecuencias fueron espantosas, es el Frente Popular en China, donde el PC chino, integrado al Partido Nacionalista, tenía prohibido actuar en forma independiente de aquél (Stalin había adoptado la teoría menchevique según la cual la Revolución China era burguesa, cabiendo a la burguesía dirigirla y a la clase obrera actuar como furgón de cola). La conclusión de esta política está ilustrada en las novelas de André Malraux, Los conquistadores y La condición humana: terminó con la muerte de los militantes comunistas lanzados en los hornos de las locomotoras chinas, por la contrarrevolución dirigida por Chiang Kai Chek.
La historia del Frente Popular es una historia de traición a la clase obrera. La colaboración de clases tiene como objetivo el aplastamiento de esta última. Hay que hacer sin embargo una distinción entre las diferentes fases del desarrollo del movimiento obrero. En sus orígenes, este movimiento despierta a la vida política bajo el dominio de la propia burguesía; los primeros núcleos obreros no tienen una conciencia de clase propia, no tienen un desarrollo histórico, y en ese mismo momento la burguesía necesita el apoyo de las masas para llevar adelante su propia revolución. Así sucedió en Francia y en muchos países y de una forma diferente también en América Latina. En la Argentina, por ejemplo, el yrigoyenismo pretendió ganar el apoyo de la clase obrera, así como el peronismo más tarde. Pero cuando el desarrollo de la clase obrera y del propio capitalismo, así como la separación entre las clases, es mayor, habiendo llegado la clase obrera a un nivel independiente, la colaboración de clases, inevitablemente, conduce a la derrota de la clase obrera. Este es el significado profundo del Frente Popular y se expresa tanto en los países imperialistas como en los países subdesarrollados.
Por lo tanto, la Unidad Popular chilena es una forma de Frente Popular. En relación a esto tuvimos una polémica con la llamada corriente morenista. El morenismo sostenía que la Unidad Popular, de la cual ella formaba parte, era progresista por ser un Frente Popular en un país oprimido. Afirmaba que una prueba del progresismo de laUP se evidenciaba en el hecho de haber nacionalizado las empresas de cobre. Por lo tanto, el Frente Popular en los países atrasados no sería contrarrevolucionario. Aunque esta tesis haya sido sostenida en las filas del trotskismo, es completamente errónea. Evidentemente, el Frente Popular en un país imperialista se concreta con la burguesía imperialista, mientras que en un país oprimido se lo realiza con la burguesía del país oprimido. La política de ambas burguesías no es la misma en relación con sus intereses inmediatos. Pero es la misma en lo relativo a sus intereses históricos. El morenismo se olvidó que la nacionalización del cobre en Chile fue una nacionalización idéntica a la de De Gaulle en Francia, luego de la segunda guerra mundial. Esto no es todo, pues fue votado unánimemente por el Congreso chileno, contando con los votos de la democracia cristiana, como expresión de un acuerdo entre todas las tendencias. Digamos de paso que el gobierno militar en el Perú, algunos años antes había nacionalizado a la International Petroleum Company, no precisando para ello ser un gobierno de Frente Popular, ya que era una vieja reivindicación nacionalista. También Vargas, en el Brasil, desarrolló la industria siderúrgica estatal y no por eso Vargas era un demócrata que impulsaba los grandes intereses históricos de las masas del país. El hecho de que un Frente Popular, en un país imperialista, no sea la misma cosa qué un Frente Popular en un país atrasado, no elimina el hecho de que la colaboración de clases, tanto en uno como en otro, sea contrarrevolucionaria. No obstante, si un país imperialista, dirigido por un Frente Popular, entra en guerra contra un país oprimido, también dirigido por un Frente Popular, tenemos que apoyar al país oprimido contra el país imperialista, porque esta distinción sí importa, porque es una distinción no entre dos frentes populares sino entre dos clases de países diferentes que tienen una estructura social e histórica diferente, pues uno es opresor y otro es oprimido. Apoyaríamos a este país incluso en el caso de que tuviera, en lugar de un frente popular, un gobierno criminal, como el gobierno de Galtieri en Argentina, que asesinó a nuestros compañeros. Defendemos a la Argentina en la guerra contra Gran Bretaña, aunque ésta fuese democrática y Argentina fascista, porque en una lucha entre un país oprimido y un país opresor es preciso estar del lado del país oprimido, en la medida en que el fascismo en un país oprimido es una creación de los demócratas de los países opresores. Galtieri y Thatcher son la misma cosa. Si se elimina a la Thatcher, Galtieri está acabado, pero acabar con Galtieri no elimina a la Thatcher.
Volviendo a la reconsideración de Trotsky, es interesante remarcar que los académicos despreciaron su análisis del carácter contrarrevolucionario del Frente Popular, porque sólo veían el disfraz y la fraseología democratizantes con los cuales se recubría el Frente Popular, tanto en aquella época como en la actualidad. Y, en la medida en que la reconsideración de Trotsky se hacía en plena época democrática, la importancia de la lucha contra el Frente Popular fue dejada de lado. Pero no sólo por esa razón: el período de los Frentes Populares fue reivindicado muy apasionadamente por los partidos comunistas, pues en tal período los PCs crecieron mucho, mientras que en la fase ultraizquierdista habían decrecido mucho. Se trata de una falacia lógica. Los PCs no crecieron a causa del Frente Popular sino porque existía un marco de lucha contra la burguesía. El Frente Popular sólo sirvió para frenar ese crecimiento y, finalmente, para aplastarlo.
Como afirmamos arriba, la victoria del Frente Popular no siempre lleva a la victoria del fascismo, pero siempre a la de la contrarrevolución. Los Frentes Populares posteriores a la segunda guerra mundial no concluyeron en el fascismo, sino en estados policiales, aunque constitucionales y democráticos, como por ejemplo el régimen del general De Gaulle; o entonces terminaron en regímenes anticomunistas o en regímenes de gran explotación de las masas de los países coloniales en los marcos de la constitucionalidad, como es el caso del Frente Popular francés posterior a la segunda guerra mundial, que sirvió para impedir que la clase obrera francesa tomara el poder; o el caso italiano, también en la posguerra, en que no sólo el Frente Popular, sino un frente popular con elementos vinculados al fascismo —ya que el PC italiano buscó, y por un tiempo se alió, al régimen del general Badoglio y de la monarquía italiana—, cuando fue derribado Mussolini. Los Frentes Populares, por lo tanto, no terminaron en el fascismo, sino en gobiernos de la Democracia Cristiana, en la "guerra fría”, en la política anticomunista. A través de métodos "democráticos”, se manifestó igualmente la contrarrevolución.
La importancia del análisis de Trotsky consiste justamente en su actualidad, ya que vivimos nuevamente un proceso de constitución de Frentes Populares. En un principio, se podía discutir la fracasada revolución nicaragüense. Hoy, los contrarrevolucionarios gobiernan Nicaragua. Esta revolución por medio del sandinismo debutó como un Frente Popular. En nombre de la alianza con Violeta Chamorro y con la burguesía somocista (o que se decía somocista) agente del imperialismo yanqui, los sandinistas no profundizaron la revolución, no organizaron a la clase obrera y, finalmente, el poder terminó en manos de aquellos mismos contrarrevolucionarios.
Otro ejemplo de Frente Popular en el período actual, tan notable cuanto aberrante, y con el cual nadie parece conmoverse, es el Frente Popular del Congreso Nacional Sudafricano con el Partido Nacional, racista, de De Klerc. Se trata de una fiesta para los blancos, pues las masas nada han conseguido luego de su completa victoria electoral. Mandela obtuvo más de dos tercios de los votos, pero hizo un pacto con la derecha para decir que tuvo menos votos, pues, constitucionalmente, teniendo menos de los dos tercios, permitiría el ingreso de otros partidos en una coalición. Esto es un Frente Popular.
Asistimos a una forma de Frente Popular en los acuerdos de Arafat y Rabín en Oriente Medio, donde el movimiento nacional palestino se transformó en fuerza policial frente a las masas en los viejos territorios (o en parte de ellos) ocupados por el ejército israelí. Se verifica una ola de frentes populares, como por ejemplo en Uruguay, donde el Frente Amplio, que siempre fue un Frente Popular, con una general del ejército como presidente, giró un poco más a la derecha y acabó haciendo una alianza con un sector del Partido Nacional.
Ya el Frente Brasil Popular, a diferencia de todos los demás, no niega su condición de Frente Popular. La presencia de Bisol como candidato a vicepresidente, un representante de las clases explotadoras; la alianza con Arraes y la alianza con un sector del PSDB en Bahía; el apoyo a un sector del PMDB para las elecciones de senador en Paraná, para elegir a Requiao como senador. Se trata de un Frente Popular, de una colaboración de clases claramente política, donde el Partido de los Trabajadores abandonó una consigna fundacional del Partido, "Trabajador vota trabajador”. Esta era una consigna muy interesante, a pesar de sus limitaciones iniciales, porque era una consigna de independencia de clase con posibilidades de desarrollo político. El resultado de este abandono es la desmoralización política de las masas, y particularmente, de los cuadros políticos. Reivindico para la situación brasileña la misma política planteada por Lenin en 1917, con la consigna “fuera los ministros capitalistas”: es decir, reivindico la política de votar por los candidatos luchadores obreros y campesinos que estén en el Frente Popular. No obstante, esto no significa firmar un programa que tiene como uno de sus principales puntos el pago de la deuda externa, ío cual lo convierte en un programa de opresión nacional. El Frente Popular ni siquiera actúa como una tendencia antimperialista burguesa, sino como una tendencia que garantiza el pago de la deuda externa, el proceso de confiscación económica de América Latina. En este movimiento ingresaron tres corrientes del trotskismo. León Trotsky fue un gran revolucionario, pero no tuvo suerte con una parte de sus discípulos, que, en este caso, evidentemente, o no entendieron nada o entonces prefirieron optar por aquello de que “la memoria es el arte del olvido”.
Esta política no ofrece ninguna perspectiva a la clase obrera. Trotsky ya había criticado a una corriente surgida del trotskismo, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), en España, diciendo lo siguiente: se puede votar candidatos obreros o campesinos, pero jamás firmar el programa del Frente Popular, que no es otra cosa que el programa de los banqueros, terratenientes y capitalistas. En el caso latinoamericano que analizamos, se trata de una traición a los intereses históricos de la clase obrera. El pago de la deuda externa es la clave de la política de la burguesía o del entendimiento de la burguesía con el imperialismo sobre América Latina. Hay también un elemento de hipocresía en este punto, porque no se habla de pagar la deuda sino de renegociarla… lo cual quiere decir pagarla. Los últimos acuerdos de la deuda la transformaron en títulos, en bonos, que están distribuidos en los mercados internacionales. Evidentemente, hay un interés de los banqueros en transformar la deuda externa en un instrumento inmediatamente líquido, para librarse de ella en el momento que perciban que un país no va a pagar.
La principal tarea en el momento actual es retomar la concepción, que no es sólo de Trotsky— que la desarrolló y profundizo, sino que fue la gran crítica de Marx en 1848; fue la crítica del bolchevismo al menchevismo; fue la crítica de la Oposición de Izquierda al PCUS; a la política china en el año 1927; fue la política, por lo tanto, que Trotsky también desarrolló contra la teoría del Frente Popular elaborada por el Vo Congreso de la IC, bajo la presión de la burocracia rusa y de la política contrarrevolucionaria del PC francés, la cual siempre llevó a derrotas para el movimiento obrero, nunca victorias.
Si hay un caso positivo, éste es el de la Revolución Cubana, donde una tendencia nacionalista y pequeño burguesa, que tendía naturalmente, por su condición, a una alianza con la burguesía de su país y que había llegado a conformar esa alianza, la rompió bajo la presión de las masas y de su propia revolución, y acabó expropiando a los capitalistas. Porque desde un principio tenía un as en sus manos que entraba en contradicción con la política de alianza con la burguesía. Era partidaria de una consigna fundamental del movimiento obrero independiente: el armamento de la clase obrera, mientras que para el Frente Popular, la tarea más importante consiste en impedir ese armamento.
La Revolución Cubana se inició con una tendencia al armamento de la población. La presión de la población armada fue llevando al movimiento revolucionario a una ruptura con la burguesía. Los primeros gobiernos en Cuba, todavía en 1959, fueron diversas coaliciones con la burguesía, pero que se fueron gradualmente rompiendo hasta acabar, no sólo con la explotación del capital imperialista, sino también del capital nacional, declarando en consecuencia que el objetivo histórico de la revolución era el socialismo. Debemos reconocer que, por lo menos, la Revolución Cubana fue más duradera que la Unidad Popular chilena o que de tantos Frentes Populares que sacrificaron el porvenir de la revolución en una alianza con la burguesía y el propio imperialismo.
Para concluir, un último y uno de los más nefastos ejemplos de Frente Popular que ya existe, de hecho, hace un buen tiempo, es el del presidente Anstide de Haití y del gobierno imperialista de los EE. UU., basado en la idea de que las tropas norteamericanas invadiendo Haití darán al país la democracia frente a la dictadura militar criminal que existe en la actualidad. No pasa de una ilusión, pues los yanquis son los principales responsables de los crímenes perpetrados en Haití, por medio de sucesivas intervenciones en el pasado. Reivindico, por fin, la actualidad de los planteos del trotskismo, del Programa de Transición y de la IVo Internacional, en relación al Frente Popular llamando la atención sobre la importancia de esta concepción en el desarrollo de los acontecimientos a los que asistimos en muchos países del mundo y América Latina.