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La lucha de la liberación nacional Palestina y la revolución libanesa


La lucha de liberación nacional palestina y la revolución libanesa enfrentan la guerra total imperialista-israelí


 


Al momento de escribir estas líneas el ejército israelí todavía rodea Beirut, la capital libanesa, y a lo largo de todo el sur del Líbano y el área del monte Líbano continúan los encuentros armados entre los luchadores de las milicias palestinas y libanesas y el ejército de Israel y sus aliados fascistas. A más de un mes de la invasión israelí al Líbano la guerra no está decidida. Lo que fue planeado como el aplastamiento de la OLP y la izquierda libanesa en una semana apelando a todo el poderío del moderno arsenal imperialista para el asesinato masivo, terminó provocando un efecto opuesto: la fuerza moral de la revolución, basada en el pueblo armado, se tradujo en fuerza política y militar, aún luego del duro golpe infligido por una potencia militar superior.


 


La guerra del Líbano muestra todos los rasgos típicos de las guerras contrarrevolucionarias, desde el aplastamiento de la Comuna de París, pasando por la reconquista nazi del gheto de Varsovia hasta la guerra librada hoy día por las dictaduras de El Salvador y Guatemala con sus "consejeros" norteamericanos contra los pueblos de esos países. El asesinato masivo es el principal método israelí, lo que revela que no están luchando contra un ejército sino contra el pueblo. El racismo colonialista del sionismo se combina aquí con elementos del racismo de clase propio de todas las clases dirigentes explotadoras para crear así la más repugnante combinación asesina. Un campo de refugiados cerca de la ciudad de Saida- Ein-Hilwe fue atacado con granadas y bombardeado durante más de una semana, aún luego de estar completamente rodeado por tanques y soldados, no dejando ni siquiera las ruinas de las casas, todo para ahorrar, al ocuparlo, la preciosa sangre de los soldados israelíes a costa del derramamiento de cantidades inconmensurables de barata sangre palestina. Los términos "liquidando” y "purificando" se reproducen constantemente en los informes militares oficiales; y los reporteros israelíes, armados y vistiendo uniforme militar, entrevistan a la población local para mostrar su apoyo a la operación. La increíblemente cínica prédica en Israel acerca de la "pureza” de las armas israelíes, como esa historia transmitida un día entero, acerca de "un piloto que recibió permiso especial para no arrojar sus bombas al divisar población civil”, combinada con la negativa oficial yanki de denunciar siquiera el uso de aquellas clases de bombas americanas prohibidas por la ley internacional (Je guerra, con el argumento de que peligraban vidas israelíes, arroja luz sobre el racismo inhumano que constituye la base de la ideología imperialista y la "opinión pública”.


 


Y en la capital del Líbano fascista, Junieh, donde los negocios andas aún mejor que lo habitual, un sector de la gente que se aglomera en los centros de diversiones, justo frente a le bombardeada, hambrienta y ensangrentada Beirut, recuerdan a los soldados israelíes que no es suficiente desarmar a los palestinos, deberán terminar por completo con los cientos de miles de refugiados.


 


La estrategia imperialista: dominación, explotación y genocidio


 


Un aspecto de la invasión israelí del Líbano fue el total entendimiento entre el comando israelí y el imperialismo norteamericano. No es accidental que al quinto día de la invasión, mientras Israel anunciaba oficialmente un alto del fuego y aún la mayoría del gabinete israelí era engañado (como dicen los ministros) para hacer pasar la idea que la guerra ya había ido más allá de sus objetivos, el vocero del Departamento de Estado decía que “los objetivos bélicos israelíes pronto serán completados y entonces esperamos que será posible un cese del fuego”. Tres semanas más tarde en una entrevista a Reagan, queda claro que los objetivos de la guerra aún no han sido alcanzados y Reagan sale del paso desmintiendo un anuncio anterior del Departamento de Estado por el cual se consignaba que Beguin habría prometido no ocupar Beirut occidental. Una y otra vez Israel y los Estados Unidos manifestaron su punto de vista común sobre el "nuevo orden” que debería crearse en el Líbano, del que se hacen eco todos los otros accionistas imperialistas en el Líbano, en primerísimo lugar, Francia.


 


La clase obrera internacional no debe ser arrastrada por la hipocresía de la opinión pública imperialista, que derrama lágrimas por el pobre pueblo del Líbano mientras alimenta la máquina carnicera israelí. Más que cualquier guerra previa en la región, ésta es una guerra imperialista llevada por el propósito de poner fin a la lucha de liberación palestina, y asimismo a la lucha del pueblo árabe libanés por su independencia nacional, la libertad democrática y el socialismo. Mientras los estrategas imperialistas y los que tienen intereses en la región difieren acerca de la posible solución al “problema palestino” dentro de su dominación del Medio Oriente, todos están unidos en cuanto a la necesidad de aplastar el cáncer de la revolución socialista, no importa cuál sea el costo en sangre de obreros, campesinos, niños y ancianos.


 


Nada más cínico que los políticos imperialistas hablando hoy de las "nuevas posibilidades” que se abren para una "solución política” del problema palestino. Mientras la gente aún muere a diario por centenares, los saqueadores merodean por todas partes para lucrar con la masacre y sacar su tajada del “nuevo orden” —de cementerio—. El rol de Israel en la dominación imperialista del Medio Oriente quedaría largamente definido: ser una máquina militar, financiada y equipada por el imperialismo, con el propósito de golpear y desangrar a los pueblos árabes de la región, para que estén obligados, y hasta agradecidos, con los “pacificadores” imperialistas y los gobernantes moderadores.”


 


Las organizaciones obreras y democráticas de todo el mundo deberían movilizarse hoy contra la masacre israelí imperialista fascista de las masas palestinas y libanesas. No deben hacerlo apoyando el llamado imperialista por una "solución pacífica”, que es la justificación de la agresión y el intento de explotarla ahora, para obtener el sometimiento del pueblo, más aún cuando la revolución palestina y libanesa no ha sido derrotada y el llamado imperialista a su subordinación "pacífica no es más que un llamado a una mayor acción militar para lograr la derrota. Así hoy la tarea es obtener todo posible apoyo material y político para los luchadores revolucionarios que defienden Beirut Occidental, la vida de las masas palestinas y libanesas y la esperanza de todas las masas de la región de liberarse de la dominación imperialista y la explotación.


 


Mirando más profundamente la lógica de la estrategia imperialista, no solo la guerra contra las masas revolucionarias, sino también la muy denunciada estrategia de Beguin de genocidio contra el pueblo palestino como un todo, son parte inseparable de la estrategia imperialista. Como Israel sirve a la dominación imperialista de toda la región, la expulsión del pueblo palestino de su patria y la guerra librada desde entonces por todos los medios contra él, son un “efecto secundario , inevitable, de la utilización imperialista del sionismo. La posición del gobierno de Beguin es ni siquiera permitir que la formal "autonomía” acordada en la alianza reaccionaria de Camp David para cubrir la opresión avance un paso más.


 


De hecho el consenso imperialista es que no debiera ser permitido ningún grado de los palestinos en ninguna parte de Palestina, que hiciera peligrarla capacidad operativa de la maquinaria bélica israelí contra cualquier peligro futuro de los intereses de los monopolios extranjeros que gobiernan la economía local. Así, ningún pueblo árabe de la región, dejemos ya los palestinos, puede garantizar su independencia junto al estado de Israel. En nuestro llamado por la paz en el Medio Oriente, por el derecho palestino a la autodeterminación, debemos ser claros que nada de esto puede obtenerse mediante la dominación imperialista "pacificada”, o de cualquier otro modo, sin la completa derrota militar de este esquema por las masas revolucionarias. Debemos ser claros en nuestro rechazo a la existencia de un estado de Israel colonialista, exclusivamente racista, que no puede existir sino como una garra de la dominación extranjera. Debemos apoyar la lucha por una Palestina unida y democrática. En estos momentos, el boicot a Israel, iniciado por los trabajadores portuarios de Grecia y Australia debería mostrar el camino para una mayor acción solidaria de la clase obrera.


La revolución palestina y la guerra civil libanesa


 


Mientras que el principal pretexto de la agresión israelí fue que estaba planificada contra el “terrorismo” palestino, en realidad, lo contrario es lo cierto. Usualmente, "terrorismo es el nombre que los grandes poderes opresores dan a la violencia en pequeña escala de los oprimidos, a la violencia que no es realizada por una maquinaria tan bien organizada como la de ellos. Pero en tanto la lucha palestina fue en ciertas etapas desviada hacia intentos individuales de lucha armada, a veces intentando aterrorizar a la población judía, los logros de la revolución en el Líbano y en Palestina misma en los últimos años estaban contrarrestando cualquier tendencia semejante.


 


El principal logro de la revolución palestina en Líbano, el que permitió todos los demás, fue la alianza con las masas árabes libanesas, no a través del gobierno sino en años de lucha común. Desde la creación del estado de Israel, como el heredero del imperialismo británico en retirada, los regímenes árabes cooperaron en la opresión de la lucha de independencia palestina y Egipto y Jordania inclusive mantuvieron un régimen militar en partes de Palestina hasta la ocupación israelí del 67. Como los regímenes árabes revelaron su bancarrota a la vista de la agresión israelí-imperialista del 67, se abrió un período de movilización de masas de las masas palestinas contra la ocupación de su tierra. Desde este ángulo, en tanto lucha política y militar de masas, la revolución palestina se convirtió en la principal fuerza que amenaza la estabilidad de la dominación imperialista en el área. Pero la lucha inmediatamente encontró la hostilidad abierta de las clases dominantes árabes, temerosas de su propia dominación de clase. El rey Hussein de Jordania tuvo éxito en 1970 en realizar el asesinato masivo y erradicar la lucha Palestina de Jordania, asegurando su dominación por más de diez años sobre una población que es mayoritariamente palestina. La hipocresía de las clases gobernantes árabes en su "apoyo” a los derechos palestinos se reveló últimamente, por ejemplo en Jordania, donde el rey llamó a la acción solidaria con la huelga general desarrollada en toda Palestina en el f día de la tierra” el 3-3-82 y luego ordenó a sus soldados disparar a los manifestantes, matando a 8 e hiriendo decenas. (No extraña que el partido "laborista” burgués de Israel llame a una mayor cooperación con él para solucionar el problema). Sólo en el Líbano, gracias a la alianza de lucha con los árabes libaneses, los palestinos ganaron real libertad para desarrollar su organización política y militar.


 


Las masas libanesas tenían sus muy buenas razones para revelarse contra el orden antidemocrático y explotador impuesto por el imperialismo francés. La guerra civil del Líbano, lejos de ser entre “cristianos y musulmanes", como la presentan las pandillas de la prensa imperialista, es una explosión de contradicciones de clase y consecuencia inevitable de la creación de este estado por el imperialismo francés, desgajándolo de Siria para dividir la lucha de liberación nacional; imponiendo en su constitución la naturaleza comunal de las elecciones; asegurando el rol prominente en el estado al grupo de banqueros maronitas; basándose en la milicia fascista de una secta minoritaria, haciéndola la garra inmediata del imperialismo francés y luego la carne de cañón para esta última guerra sangrienta.


 


No podemos desarrollar aquí un análisis de la guerra civil en sí, que en los años 1975/76 planteó realmente la posibilidad de una victoria completa a la alianza de la OLP y el movimiento de liberación nacional libanés, a la cabeza de una coalición de milicias de izquierda y democrática. Pero trataremos de ver a las principales fuerzas que se han desarrollado en suelo libanés en los años de la guerra civil.


 


Ya antes de la guerra civil, había milicias tanto palestinas como libanesas, y constantes tensiones y bombardeos israelíes tanto del sur como de Beirut. El primer fenómeno, revelado en los primeros meses de la guerra civil, fue el completo colapso del gobierno central. Este gobierno estaba basado desde el principio en el acuerdo de coalición entre los dirigentes feudales locales y comunales, cada uno con su propia milicia, junto al ejército del estado. Quedó al descubierto la total debilidad de este gobierno cuando ni siquiera trató de actuar contra los raids de Israel. En oposición a la política oficial de "no intervención en los asuntos internos de los países árabes” a la que adhiere la dirección oficial de la OLP, la izquierda libanesa .y los palestinos construyeron sus vínculos revelando su fuerza contra el ejército libanés cuando éste trató de expropiar a los pescadores de Sida en beneficio de una gran compañía propiedad del ex-presidente Shamoun, a comienzos de 1975. Desde ese punto, la dirección de los falangistas estaba decidida a apelar a la guerra civil, utilizando el método del asesinato en masa contra civiles, y esperando que alguien viniera a salvarlos y el gobierno de los grandes banqueros. Un intento de gobierno militar no duró una semana, en vista de la huelga general y las barricadas. Cuando para fin del año los falangistas lograron que el comando del ejército enviará soldados contra la izquierda, la mayoría de los soldados abandonaron el ejército, formando el "Ejército Árabe Libanés” que pelea junto a la izquierda. Hasta hoy no hay comando central del ejército libanés, que es de lejos superado numéricamente por las diferentes milicias.


 


En lo que hace a la alianza de la OLP y el movimiento nacional libanés, se ha desarrollado más a partir de la necesidad que por un programa preconcebido. Cuando las milicias de la izquierda defendían a las masas frente a las provocaciones falangista hasta enero de 1976, tanto Al-Fatah como Jumblat hicieron todos los intentos posibles por un acuerdo de paz que reconstituiría el estado libanés virtualmente sobre las mismas bases. Cuando el ejército se dividió y las mayores provocaciones falangistas desataron la querrá a escala total, ochenta por ciento del territorio del Líbano estaba en poder de las fuerzas palestinas y libanesas unidas. El primer cambio de la marea fue la invasión a toda escala del ejército sirio, que bloqueó cualquier avance de la izquierda y respaldó a los falangistas en su masacre del verano del 76 en Tel-el- Zatar. En ninguna etapa del conflicto el programa oficial de la – conducción del Movimiento Nacional fue la reconstrucción del Líbano sobre bases socialistas mediante una derrota completa de los falangistas, ni la unidad con las masas sirias contra el régimen de Asad, que podría ser el único camino para abrir paso a la victoria en el Líbano. Pero la misma necesidad de salvar su existencia en vista de todos los ataques y ante el colapso de la máquina del estado, eligió la implementación de medidas socialistas. En medio de la guerra civil se establecieron comités locales para hacerse cargo de las necesidades cotidianas de las masas. La OLP estaba desarrollando su sistema educacional de cuidado de la salud, organizaciones de masas y formas de autogobierno en los campos palestinos. Lo mismo hacían los distintos partidos de la izquierda en las áreas bajo control de sus milicias.


 


Del otro lado de la guerra civil, erróneamente llamado el lado cristiano, los falangistas estaban construyendo su propio aparato estatal. En este proceso, la mayor lucha en los últimos años fue contra otras milicias basadas en la población cristiana, en un intento de crear un integridad territorial y un gobierno coherente, en su mini-estado fascista, que ahora incluye alrededor de un tercio del Líbano. La burguesía del Líbano, respetables banqueros del Medio Oriente, han incursionado en el campo del denominado delito burgués, basando muchos de sus negocios en las drogas y otros contrabandos.


 


Fuera del estado falangista, la transformación de la sociedad estaba tomando formas especiales en las condiciones de la prolongada guerra civil. La comunidad chiita, la más numerosa y pobre del país, era la mayoría en las villas del sur y tenía inicialmente poco peso político, aun cuando algunas eran bases de partidos de izquierda. Como consecuencia de largos años de bombardeo israelí, la mayoría de los pobladores del sur se convirtieron en refugiados en los suburbios pobres de Beirut, y hoy la milicia chiita "Al-Amal" (La Esperanza) está peleando junto a los palestinos en Beirut. De otra parte, los israelíes están tratando de organizar una milicia de pobladores que han' permanecido en el sur, con la consigna de mantener lejos a los palestinos para evitar la ferocidad de las represalias israelíes anteriores. En general, mientras tanto la alianza OLP-Movimiento Nacional como los falangistas están poniendo en pie fuerzas y reforzando su dominación para darle la forma de poder estatal, las viejas familias feudales perdieron la mayoría de su poder, en tanto, en la lucha diaria por la existencia misma nuevas fuerzas de las masas están tratando de encontrar su camino.


 


Finalmente, es necesario entender la posición del ejército sino en el Líbano. Fue enviado por el régimen sirio para impedir la victoria de la alianza OLP-MLL, que en el 76 asustó a todos los regímenes de la región como una puerta abierta a la revolución socialista, pese a no ser esa la de su dirección. Pero pronto el ejército sirio se encontró atrapado en el Líbano entre las dos fuerzas, la de la revolución y la de la contrarrevolución incapaz de reconstruir el aparato del estado ni de lograr algún acuerdo entre los restos de las clases dominantes locales. El régimen sirio tuvo que integrarse a la contienda en los últimos años para prevenir la expansión del mini estado falangista, armado por Israel, hacia la ruta de Damasco.


 


En general, luego de impedir la victoria de la izquierda en el Líbano, el régimen de Assad devino él mismo, con sus reformas económicas limitadas y sus vínculos con la Unión Soviética, demasiado izquierdista para el imperialismo y los israelíes y falangistas presionan, lo que se combina con las propias presiones internas proimperialistas, para cambiar el régimen o removerlo en línea acorde con el frente reaccionario construido en torno de los acuerdos de Camp David.


 


La guerra en el Líbano y el futuro de la revolución en el oriente árabe


 


En los últimos diez años, en ninguna parte del mundo ha progresado tanto el imperialismo en asegurarse una cadena de regímenes reaccionarios, como en la región que va de Egipto a Iraq. Mientras la región era conocida por la inestabilidad de sus regímenes, ahora ninguno de ellos ha cambiado mucho durante la última década. Esto, con sus consecuencias de continua ocupación israelí, aguda pobreza de las masas egipcias, es en gran parte debido al fortalecimiento de algunas de las ‘burguesías árabes por los ingresos del petróleo, que les han permitido espacio de maniobra político y económico luego de la derrota de importantes luchas revolucionarias en las décadas previas. Sólo con el antecedente de este frente reaccionario proimperialista puede entenderse la importancia de la alianza entre los palestinos y las masas libanesas; la importancia de toda la región del Líbano, como el único lugar donde parte de las masas podían garantizar su libertad política y portar armas para defenderse; y sólo esto explica la total inacción de los regímenes árabes en la actual guerra, incluso ante la amenaza de ocupación de una ciudad capital árabe por parte de Israel.


 


Como la revolución en Irán mostró la vulnerabilidad de las ricas y aisladas clases dominantes petrolera, y como la clase dirigente egipcia, incapaz de encarar de algún modo los problemas de Egipto, se ha arrojado totalmente en manos del imperialismo americano, la estrategia imperialista consiste en un esfuerzo por combinar su propia "fuerza de despliegue rápido y bases militares, con un frente que unirá a todos los regímenes reaccionarios con el respaldo de la fuerza militar de Israel. El problema palestino y los sentimientos de las masas árabes sobre este problema impidieron esto hasta ahora, como lo demuestra en el aislamiento del régimen de Sadat luego de su colaboración con Israel y su posterior ejecución por soldados de su propio ejército. Construir a Israel como un estado militar expansionista condujo al crecimiento dentro del mismo de la conducción Beguin-Sharon, basada en el ejército y en el apoyo de los colonos, y no dejó margen para una solución que salvara las apariencias. En este punto, las masas palestinas, no teniendo lugar en el orden imperialista, se convirtieron en el símbolo de su rechazo. El último intento por consolidar ese orden fue el plan de Fahd para el acuerdo entre Israel y los regímenes árabes.


 


Aun cuando el mismo tiene el acuerdo inicial de algunos dirigentes de la OLP, fue rechazado por los cuerpos de dirección de la misma, haciendo así estallar la cumbre árabe de Fez, conduciendo al plan a un punto muerto.


 


En la primera semana de la lucha el ejército israelí ha tenido éxito en dar un golpe decisivo y quebrar la estructura inicial del ejército regular que la OLP estaba construyendo en el sur del Líbano. En un mes de bombardeo, ataques con granadas y lucha casa por casa, el ejército israelí ha conseguido matar, junto con muchos miles de civiles, también una gran parte de luchadores por la libertad palestinos y libaneses. Ocupan ahora alrededor de un tercio del Líbano y sus fuerzas unidas a las de los falangistas, amenazan Beirut. Pero la guerra no ha seguido el rumbo planificado por Sharon y Haig, ya que ellos pensaron que un golpe militar de una semana quebraría políticamente el poder de resistencia de la OLP y la izquierda libanesa y les permitirían forzar los términos en el Líbano y enfrentar al pueblo palestino con la elección entre la extinción y la capitulación completa. Como los combatientes revolucionarios, enraizados en la población, están peleando por su misma existencia, la guerra se ha prolongado y ha adquirido aguda importancia tanto para el futuro del Líbano como de la región.


 


La primera limitación puesta al avance del ejército israelí sobre Beirut al principio fue una combinación de la decisión de la resistencia de defender la ciudad frente a un ejército superior, y la vacilación del lado imperialista de llevar demasiado lejos el uso de esta capacidad de destrucción, de un modo tal que también destruiría su chance de construir un Líbano capitalista estabilizado. Ahora parecen decididos a quebrar la resistencia, listos para tener a todo el Líbano bajo ocupación israelí-falangista. Pero hay poderosas fuerzas que resisten este avance, que pueden incluso en el largo plazo convertirlo en una desventaja para el orden imperialista en el Líbano y en la región. La represión extrema de la Falange hace que su vía de estabilización provoque mayores resistencias. Ya son hostigados por parte de la minoría, cristiana y bajo la nueva ocupación israelí suscitaron choques con la milicia local de Druze que los israelíes no desarmaron. Una ocupación israelí más prolongada no tardará en encontrar nuevas resistencias organizadas, basadas en las masas largamente experimentadas en la libre organización política y en la defensa armada de sus derechos. Un gobierno falangista, basado en el poder de Israel, no tendrá chance de asegurar el- apoyo de la mayoría de la población, y necesitaría el continuo intervencionismo externo en su auxilio. Del otro lado, cuanto más lejos se lleve la represión para quebrar la resistencia, menos serán las fuerzas en el Líbano dispuestas a tomar parte en crear un gobierno estabilizado, capaz de asegurar sus respectivos dividendos políticos.


 


Más aún, la maquinaria militar israelí no deja de tener sus limitaciones. Al segundo mes de pelear en el Líbano, luego de que el primer shock y desesperación inicial se atenuaron de algún modo, se abrió una huelga general en la ribera occidental ocupada. La huelga, con tirada de piedras, y los choques con el ejército en muchas regiones, recuerdan el hecho de que luego de 15 años de ocupación la resistencia interna dentro de Palestina no sólo no ha sido quebrada sino que extiende su organización de masas y alcanza a nuevos sectores de las masas. La economía israelí, no obstante el apoyo norteamericano masivo, está tratando de sobrellevar los enormes gastos militares, financiados por una cíclica y siempre creciente inflación, ahora muy por encima del 100 por ciento anual: la sociedad judía está presionada, exhibiendo durante los dos últimos años, una emigración mucho más grande que la inmigración, no obstante el desempleo masivo en los países capitalistas. Ahora esta guerra, por primera vez, despertó objeciones masivas dentro de la propia población judía, incluyendo agudos pronunciamientos tanto de soldados como oficiales sobre el modo en que se conduce la guerra y contra el comando de Sharon. Todo esto en sí mismo no puede detener la vasta maquinaria bélica, pero puede poner interrogantes al imperialismo acerca del uso extensivo de esa maquinaria como su principal instrumento para poner orden en el Líbano o en otra parte.


 


Pero la condición principal de la invasión actual al Líbano fue el aislamiento de la revolución palestina y libanesa en el oriente árabe. Desde la invasión siria al Líbano, y desde que el Líbano estuvo siempre expuesto a la amenaza israelí, la victoria en el Líbano, así como en Palestina, estaba condicionada al cambio de la relación de fuerzas en la región. La posición de las masas en este pequeño y hace tiempo sangrante país ya ha probado ser ejemplar para luchas futuras de los obreros y campesinos de la región. Cualquiera de los logros obtenidos en luchas anteriores en el Líbano que pueda ser salvado será el símbolo de la continua resistencia, y de la potencial fuerza de la organización de masas y la lucha armada, más aún si es llevada adelante en mayor escala, con una organización y dirección de clase, y con un programa para la victoria y la constitución de la sociedad sobre una nueva base, socialista. Pero aun cuando el asesinato y la opresión sean llevadas al más amargo final, de exterminar cualquier resistencia de las masas en el Líbano, no puede esperarse una estabilidad a largo plazo sobre esta base, ya que las clases dominantes árabes están desenmascaradas a los ojos de todas las masas, no sólo en su falta de deseo de salvar a las masas libanesas y palestinas, sino también en el hecho de su completo servilismo al imperialismo, sin grado alguno de independencia nacional. El movimiento revolucionario del oriente árabe, conducido por un partido revolucionario de la clase obrera, tendrá la tarea de quebrar este frente dirigente reaccionario, abriendo el camino a las masas para asegurar el futuro de la región en el merco de un estado unido de obreros y campesinos.

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