Sobre el documento de Jorge Altamira

El documento presentado por Altamira contiene un déficit político insoslayable, pues carece de un balance de la lucha de clases del período y del estado de conciencia y politización de los trabajadores y los sectores más activos de las masas. Lo reconoce el propio Altamira cuando señala que “es necesario un balance a fondo de las luchas obreras del último período y caracterizar la conciencia de lucha y los métodos empleados por los trabajadores y su compresión de la crisis política”. Es claro que no estamos hablando de cualquier tipo de ausencia o de omisión, sino de una cuestión de primer orden. Ningún partido político puede presentar una tesis política que excluya un análisis de la acción de las masas, pero mucho menos lo puede hacer un partido que se reclama de la clase obrera y, menos aún, para un documento congresal, sea el votado por la dirección o uno “alternativo”, o que sea para afrontar la etapa o las elecciones. La función de un documento congresal, y desde ya del propio congreso partidario, es votar los planteos, consignas y tareas que el partido debe llevar adelante en el próximo período, y nada de eso puede hacerse si no se parte de un riguroso análisis del estado de la lucha de clases y de la conciencia de clase. Más aún, cuando hablamos de conciencia de clase y politización, nos referimos a identificar los bloqueos que enfrentamos, los debates que recorren a los trabajadores y luchadores más activos y a los sectores de las masas más ligadas a la izquierda o a las organizaciones populares, así como también determinados prejuicios que puedan existir y que debemos debatir cómo lo vamos a afrontar. Es un material insustituible debido a que los diarios burgueses suelen informar -aunque interesadamente, claro- sobre aspectos referidos a la situación económica y política pero poco aportan en relación con los debates en los sindicatos, en las fábricas, en los centros de estudiantes o acerca de la lucha de tendencias en el movimiento de la mujer. Por eso, Altamira se equivoca cuando protesta porque la resolución votada por el Comité Nacional contiene elementos que “tenían más que ver con un informe de actividades”, siendo que ahí está uno de sus principales méritos.

El riesgo de omitir en un documento, que se pretende congresal, un balance de la lucha de clases del período y del estado de conciencia de los trabajadores es evidente, porque puede conducir a un objetivismo ajeno al marxismo, y de ahí derivarse tareas o consignas equivocadas, ya sea porque no se corresponde con la situación o porque son seleccionadas arbitrariamente. Los artículos que publicamos en oportunidad del centenario de la Revolución Rusa fueron formativos en ese sentido, ya que mostraron que la genialidad de Lenin consistió en elaborar las consignas y planteos del partido bolchevique sintetizando la situación objetiva y subjetiva. Por ejemplo, la genial consigna de “abajo los 10 ministros capitalistas” fue elaborada a partir de constatar que las masas veían con expectativas el ingreso de los mencheviques y socialistas revolucionarios en el Gobierno Provisional. La decisión final de que el poder sea tomado por los soviets y no por el partido fue adoptada luego de que una reunión de la dirección bolchevique pasase revista de la opinión imperante en las principales fábricas y barriadas obreras (aprovecho la oportunidad para sugerir que esas actas sean publicadas en un libro o folleto, y que realicemos cursos con ellas). En el mismo sentido, hemos publicado recientemente un gran artículo de Andrés Roldán sobre la revolución alemana, donde se comenta que Rosa Luxemburgo defendió, con razón, la necesidad de concurrir a la Asamblea Constituyente reaccionaria convocada para aplastar la revolución, porque partía de caracterizar que las masas todavía tenían expectativas en la dirección del Partido Socialista que la convocaba y que debía atravesarse por una experiencia que agotase esas ilusiones. Citamos aquí sólo un par de ejemplos, conocidos por todos, para demostrar que estamos no ante una omisión menor, sino de una cuestión absolutamente crucial.

Llegado a este punto, debe decirse también que la omisión que estamos señalando plantea una cuestión de método insoslayable, que se conecta con el debate que hemos tenido en boletines internos sobre el artículo de “Panorama mundial” publicado en En defensa del marxismo. Varios compañeros señalamos que estábamos en presencia de un objetivismo y/o fatalismo, que termina atentando contra la centralidad que tiene la lucha de clases. Marcelo Ramal fue más a fondo que nadie en ese sentido, cuando señaló que el fascismo “es el producto de la catástrofe capitalista y no la ‘sagaz estrategia’ del capital para derrotar a las masas”. Con ese mismo método caracterizó a Bolsonaro como un producto de la crisis, omitiendo que se trata de un armado de amplios sectores de la burguesía y la reacción política de Brasil y del imperialismo para reforzar una ofensiva contra las masas como salida, justamente, a la crisis. La intervención imperialista en Venezuela, que pegó un salto cualitativo luego de la asunción de Bolsonaro, debiera alcanzar para dar por cancelado el debate. Es importante observar que se invierten los términos del método marxista: el sujeto pasa a ser la crisis y no las clases sociales que pugnan por imponer -cada una- sus intereses y sus salidas. Para un partido de la clase obrera, esta premisa es fundamental. Lo resumió genialmente Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa, cuando señaló que “el arte de conducir revolucionariamente a las masas en los momentos críticos consiste, en nueve décimas partes, en saber pulsar el estado de ánimo de las propias masas” y agregaba que “la gran fuerza de Lenin consistía en su inseparable capacidad de tomar el pulso a la masa y saber cómo sentía”.

Sobre el kirchnerismo y la lucha en las organizaciones populares

La ausencia de un balance de la lucha de clases y del estado de politización de los trabajadores y las masas conduce a conclusiones equivocadas o, en el mejor de los casos, superficiales. Es lo que sucede, por ejemplo, con la caracterización del kirchnerismo. La resolución aprobada por el Comité Nacional aborda la caracterización del kirchnerismo de un modo integral, es decir, teniendo en cuenta todas las determinaciones de la situación, muchas de las cuales son, si se toman aisladamente, contradictorias entre sí. Por eso, la resolución del Comité Nacional señala, por un lado, que la crisis del kirchnerismo consiste en que en tanto corriente capitalista no cuenta con el respaldo de ningún sector fundamental del capital para que retome el gobierno. La burguesía, por el momento, asimila al kirchnerismo a la vuelta del cepo y la regulación financiera que, por el momento, sigue rechazando. Pero ese rechazo de la burguesía, sin embargo, no impide que sea hoy el principal obstáculo o competidor que tiene el Partido Obrero y el FIT para conquistar a las masas y, por sobre todas las cosas, a su vanguardia. Este peso popular que aún conserva, y que incluso en algún grado se incrementó en el último año por la crisis del gobierno, es el capital fundamental del kirchnerismo para superar la negativa de la burguesía a que vuelva al gobierno, ya que lo convierte en un recurso posible para desviar una posible rebelión popular. El texto de Altamira, en cambio, parece oponerse a esa caracterización. Señala que “el kirchnerismo es presentado como un dique de contención al menos en el campo electoral o en los movimientos sociales y parcialmente de la mujer. Políticamente, sin embargo, se encuentra en retroceso. Perdió las últimas dos elecciones y tiene poco peso en un número elevado de provincias… En la etapa actual se ofrece como una variante de rescate del capital, incluido un ajuste del acuerdo con el FMI e incluso a rodearse (o incluso a dejarse rodear) por un conjunto de fuerzas del pejotismo. Ahora se presenta como un partido electoral del Vaticano…”. Todo esto es cierto y mucho más también; nadie en el Partido Obrero considera progresivo al kirchnerismo. Por eso, el punto es otro: ¿cómo es percibido hoy en el movimiento de las masas y especialmente en el sector más activo y movilizado? ¿Qué debates hay en los sindicatos acerca de la necesidad de un frente único contra el macrismo? ¿Por qué, siendo un “partido electoral del Vaticano”, la inmensa mayoría de las organizaciones de mujeres tributan al kirchnerismo y no han elevado su voz de protesta por sus acuerdos con la Iglesia? Pero este es el debate que debe interesar y profundizar todo el partido, porque no estamos discutiendo entre quienes apoyan al kirchnerismo y quiénes no, sino de cómo abrimos paso a la construcción revolucionaria del Partido Obrero y desarrollamos la independencia de clase.

Es cierto, desde ya, que el kirchnerismo perdió las últimas dos elecciones y que su peso en las provincias es reducido -no obstante lo cual, el Partido Obrero perdió su diputado nacional por Salta, lugar que fue ganado por un diputado kirchnerista y lo propio ocurrió en Córdoba. Sin embargo, la derrota electoral operó de un modo contradictorio porque, si bien, por un lado, al perder la presidencia se quedó sin los recursos del aparato del Estado, por el otro, al pasar a la oposición recuperó un margen de maniobra y demagogia superior al del pasado. Un ejemplo claro lo tendremos el próximo 24 de Marzo. Cuando el kirchnerismo gobernaba, la lucha por una movilización independiente era mucho más nítida y simple. Le pegábamos por Milani, Berni, la ley antiterrorista, etc. En cambio, ahora, vemos que incluso en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, la posición de una marcha única con los K contra el macrismo tiene apoyo de la mayoría, salvo los partidos del FIT y alguna que otra honrosa excepción. Ya en el último 24 de Marzo, la mayoría de los colegios secundarios marcharon con la movilización kirchnerista. Incluso en el terreno parlamentario ha estructurado un bloque separado al pejotismo, lo que le ha facilitado votar en contra de las principales leyes del gobierno sin que eso signifique que no sean aprobadas. Eludió, por esa vía, la presión social de la burguesía y del imperialismo, porque su oposición no puso en riesgo los intereses generales del régimen. En el movimiento obrero es cierto que actúa por delegación, pero eso no es una novedad. En sus doce años de gobierno fue así, en los cuales tuvo choques con la burocracia. Lo mismo ha ocurrido con el peronismo de las provincias que, muchas veces, chocó con el kirchnerismo, que buscó por varias vías impulsar armados que condicionen o suplanten al PJ. En ese sentido, el kirchnerismo es una tendencia dentro del pejotismo, al cual tributa en medio de choques y crisis. Ahora mismo, una parte importante del pejotismo lo rechaza, e impugna una Paso en la que participe CFK (Cristina Fernández de Kirchner), en buena medida porque la variante más probable es que ella sea la ganadora de una contienda electoral del peronismo.

La caracterización que hace Altamira de que el kirchnerismo está en retroceso, es unilateral. Lo que nos importa a nosotros, como Partido Obrero y como FIT, y por nuestro trabajo en el movimiento de las masas, es si es un bloqueo o no, y si un sector de la izquierda incluso se ve tentado a apoyar una alternativa nacionalista contra Macri. Si fuese así, podríamos tener un retroceso electoral, más allá de que el kirchnerismo luego pierda un eventual balotaje con Macri. Si esto ocurriera y puede ocurrir, claro, alguien dirá: “vieron que estaba en retroceso”, pero eso no fue obstáculo para que nosotros mismos retrocedamos. Hay que decir, por último, que en política -o sea, en la lucha de clases-, las fuerzas deben medirse relativamente, es decir, en relación unas con otras. La debilidad o fortaleza depende de las fuerzas que se enfrenten. Por el momento, la fortaleza relativa del kirchnerismo radica esencialmente en la falta de independencia de clase y en el peso relativamente menor de las organizaciones obreras y populares conquistas por el clasismo y la izquierda revolucionaria. La lucha contra el nacionalismo burgués no puede ser de ningún modo descuidada, incluso en momentos que se caracterizan por su retroceso, como lo marca a fuego la experiencia venezolana o de Ecuador.

El abordaje muy somero que hace Altamira sobre la situación en el movimiento de la juventud, la mujer y el movimiento obrero profundiza este análisis unilateral y superficial, que implica en términos concretos un peligro para la actividad del partido. Veamos: sobre la juventud afirma que “antes de la entrega de la huelga universitaria por parte del sindicalismo kirchnerista, la rebelión educativa sacudió a miles de jóvenes de universidades y colegios -dejó planteada la posibilidad de organizar una juventud revolucionaria de masas”. Aquí no tenemos un análisis sino, en el mejor de los casos, una exhortación. Sucede que la afirmación salta hechos fundamentales: ¿por qué, luego de esa traición, el kirchnerismo obtuvo una elección mejor que las que lograba cuando era gobierno en colegios y facultades? En el Colegio Nacional Buenos Aires, por ejemplo, centro como pocos de la lucha educativa y de la mujer, y donde tenemos una agrupación muy militante, en las elecciones fuimos superados por una alianza de grupos que orbitan en el kirchnerismo. Tuvieron un progreso también en varias universidades, ya sea por la vía de que crecieron sus agrupaciones originales o ya sea porque, en otras que antes se definían como independientes, se pasaron a defender la candidatura de CFK o a tributar en algunas de las fracciones peronistas que plantean una alianza con ella. A la luz de esto, plantear que la “traición a la huelga universitaria dejó planteado construir una juventud revolucionaria de masas” es un mecanicismo que no tiene en cuenta cómo las masas han percibido esa experiencia. La lista común en la Fuba muestra de modo palmario que tenemos un campo en disputa enorme por la dirección de las masas, que deberemos atravesar mediante una actividad que combine adecuadamente la delimitación programática con el kirchnerismo con la iniciativa de lucha que nos pongan a la cabeza en la resistencia contra las políticas de ajuste, ya que, por esa vía, también desarrollamos una delimitación y nos podemos ganar a las masas que despiertan a la lucha contra el gobierno.

Ocurre otro tanto con el movimiento de la mujer. Altamira asevera que “el movimiento por el aborto legal condujo a un choque masivo -y probablemente definitivo- de millones de mujeres y jóvenes con el más poderoso aparato de ‘contención’ secular contra la libertad y la conciencia independiente de los explotados, que es la Iglesia”. Que el choque ha sido masivo no cabe la menor duda; que la Iglesia juega ese papel tampoco. Pero el punto, otra vez, es que el documento ignora olímpicamente cómo la vive el movimiento de mujeres, cuáles son sus planteos y cuál es la lucha de tendencias a su interior. En ausencia de eso, fatalmente, las conclusiones que se extraen son genéricas y abstractas. ¡Tenemos aquí una enorme contradicción, que habla del nivel de conciencia del movimiento! ¡Una ruptura “definitiva” con la Iglesia pero siguen al partido del Vaticano! ¿Cómo se explica esa contradicción? Porque varias organizaciones y activistas ven como un mal menor esta política del kirchnerismo con la Iglesia, y entienden que pueden influir en su interior mediante una presión para volcar a un futuro gobierno de CFK de su lado. Además, concluyen que la disputa principal es sacar a Macri y que lo demás vendrá por añadidura. Pesa también el papel del Papa que, en varios conflictos internacionales, como es el caso ahora de Venezuela, aparece con una política diferenciada del gobierno de Trump, buscando hacer pasar la política del gran capital con métodos de contención. Nuestra política en el movimiento de la mujer fue desenvolver a fondo la lucha en curso, y a partir de las motivaciones que le dan impulso, aparecer como la tendencia más combativa y sacar las conclusiones para poner en pie una organización de la mujer trabajadora y un movimiento socialista de la mujer. Nuestro planteo de la consulta popular, que fue resistido por varias compañeras y compañeros, incluido en un principio el propio Altamira, formó parte de nuestras tácticas y recursos para abrirnos un camino en el movimiento de las masas.

Tampoco aporta al debate congresal y a las tareas que debemos desarrollar para superar los bloqueos que obstaculizan nuestro desarrollo, afirmar sin más que el “kirchnerismo no influye en el movimiento obrero, salvo por delegación”. ¿Es esto lo que opinan nuestros luchadores del movimiento sindical? La disputa con el nacionalismo no se da allí sólo donde ellos detentan direcciones sindicales propias, como ser docentes, subte, gráficos, aeronáuticos, en buena medida ATE y telefónicos, CTA Yasky, etc. Ni donde está la burocracia moyanista, que ahora ha vuelto a pactar con el kirchnerismo. La pelea con el kirchnerismo y el nacionalismo hace a estrategias y programas, donde aún su peso es grande, ya que los trabajadores no siguen salidas ni programas anticapitalistas. Una porción muy importante de los trabajadores aún entiende que la intervención del Estado, por medio del Ministerio de Trabajo o por otra vía, es un recurso válido y necesario para equilibrar las cuentas entre trabajadores y capitalistas. De este planteo muy extendido se vale el nacionalismo, para ofrecerse como alternativa ante los trabajadores y embellecer al Estado capitalista. Estos debates están más acentuados en el activismo incluso que en las masas pero, para nosotros, es un obstáculo adicional ya que necesitamos conquistar a la vanguardia para poder alcanzar a las masas.

Este tipo de análisis superficial se hace más peligroso cuando se sentencia con afirmaciones del tipo “el fracaso del Plenario Sindical Combativo” sin explicar en qué consiste dicho fracaso o desarrollar mínimamente su contenido. El Plenario Sindical Combativo (PSC) fue un motor de las principales luchas del período y superó, hasta donde la situación lo permitió, lo que Altamira llama “combinaciones minoritarias con fuerzas vacilantes”. Fue la primera vez en muchos años que una acción del activismo puede entroncar con procesos de masas, como lo fueron la huelga docente de Neuquén, la lucha en Santa Cruz o la acción de Luz y Fuerza de Córdoba. En todas estas provincias se hicieron plenarios y lograron atraer a sectores de los trabajadores en lucha, lo que se constató en la presencia de Adosac, Luz y Fuerza, la directiva del Turbio, además de Ceramistas (en este último caso, contra el PTS). El balance fue positivo porque dejó planteado un método de acción y ayudó en el desarrollo de un programa y ayudó al reclutamiento, por ejemplo, en Amsafe Rosario, Luz y Fuerza de Córdoba o ferroviarios del Sarmiento, por mencionar algunos ejemplos, ya que son muchos más. Por otro lado, sus distintos plenarios fueron una escuela para el activismo, incluso el plenario de Pilar en la lucha política con IS. En un análisis más concreto hay que discernir en qué medida los límites del plenario son consecuencia de los grupos centristas y en qué medida refleja los límites de la propia situación de las masas. Oponer el Plenario Sindical Combativo al Sutna no es pertinente, toda vez que fue el Sutna su principal inspirador. Lo que propone Altamira, que el Sutna juegue un papel central, fue exactamente lo que se hizo: nació de una convocatoria discutida en cada sección de las fábricas del Neumático que mandataron a sus delegados -o sea, empezando por casa con el método del congreso de bases. Luego el Sutna lo convocó y más tarde Alejandro Crespo recorrió distintas provincias junto a otros dirigentes sindicales. Al contrario, el Sutna ha logrado un lugar destacado en el concierto del movimiento obrero de la mano de su lugar en las convocatorias combativas del PSC, además de sus luchas como sindicato. Incluso, puertas adentro de la organización en el Neumático, ha sido un punto de fortalecimiento para la dirección clasista y la correlación de fuerzas con las patronales. Además, nuestro método fue correcto porque la convocatoria, junto con los grupos, estuvo lejos de significar una indiferenciación. Por eso, ante la elección de la Seccional Oeste de la Unión Ferroviaria fuimos partícipes y constructores de una lista por izquierda al “Pollo” Sobrero, que dirige la seccional, cerrando la participación de las bases en el cuerpo de delegados y con una política de parálisis y quietismo frente a la ofensiva patronal y el convenio flexibilizador, al igual que frente a las paritarias a la baja que nunca denuncia, a pesar sus abundantes micrófonos.

No se puede dejar pasar que no es un método admisible pretender sentenciar “el Plenario Sindical Combativo fracasó” y no dedicarle al menos un párrafo en explicar en qué se funda tal opinión. Venimos de una muy exitosa reunión del PSC, convocada a iniciativa del Sutna, en la que participaron todas las luchas del momento y vamos a una movilización el 14 de febrero, que se destacará en medio de la tregua de todas las burocracias sindicales sin excepción. Todo el partido estará trabajando esta iniciativa, mientras se dice sin fundamentar que estamos ante un “fracaso”.

Llama mucho la atención que el documento omita por completo toda referencia al movimiento piquetero, a su lucha interna y, sobre todo, al papel enorme que está jugando el Polo Obrero, enfrentando la tregua del triunvirato papal y organizando por esa vía a decenas de miles de trabajadoras y trabajadores desocupados. La lucha de los desocupados es un elemento de la situación política, en la cual todos los partidos intervienen. Los motivos son evidentes. Existe el peligro, para el gobierno, de que se convierta en un canal de millones de trabajadores, dado el cuadro de miseria imperante. Para nuestro partido, omitir ese análisis en un documento congresal es un grave daño, siendo que hoy es el principal afluente de nuevos activistas al partido. Fue, además, el frente único liderado por el Polo Obrero el que ganó las calles en este diciembre de paz social impuesta desde arriba y, más tarde, el componente masivo en la raquítica movilización del Encuentro Memoria Verdad y Justicia contra la escalada represiva.

Asamblea Constituyente y consignas

Al momento de formular las consignas, Altamira polemiza con el lugar que la resolución política del Comité Nacional le otorga a la Asamblea Constituyente. Existe, claro, una divergencia. Mientras en la resolución del Comité Nacional, la Asamblea Constituyente figura como parte del programa, Altamira le da una centralidad que la convierte en el eje de la intervención del Partido Obrero e incluso propone que sea el punto central de la polémica dentro del FIT. Funda su posición en que sería la respuesta adecuada a la crisis del régimen, que es la caracterización principal que él usa para definir la situación política.[1]

La divergencia que aquí se manifiesta abarca varias cuestiones. La primera de ellas es que el documento no se detiene a caracterizar cómo las masas o, al menos su vanguardia, asimilan esa crisis, cuáles son los debates o la forma en la que se acercan a una comprensión de la situación. Una consigna o un cuerpo de consignas, sin embargo, deben fundarse también en un análisis subjetivo de la situación.[2] Pero, además, aparece otra cuestión clave: la crisis del régimen debe completarse con la iniciativa del gobierno y de la clase capitalista de superarla por medio de una ofensiva contra las masas, sus conquistas y su nivel de vida. El gobierno busca llevar adelante esa ofensiva dentro de los límites y condicionamientos que le impone la situación, para mantener el mayor apoyo posible dentro de la clase capitalista. Si finalmente esa ofensiva avanza, no cabe duda de que el gobierno se anotaría un poroto a su favor. Por lo tanto, la cuestión de enfrentar esa ofensiva es un punto decisivo, porque eso supone que las masas tercien en la situación política y en la crisis del régimen. Para un partido revolucionario, sea un año electoral o no, el llamado a la acción directa de las masas debe ser siempre un punto central. Sobre todo, cuando estamos atravesando un ajuste brutal dictado por el FMI, cuya implementación conlleva reducciones salariales, despidos, ataque a los jubilados, etc. Digamos de paso, de allí la importancia de la convocatoria del PSC en medio de la tregua veraniega. El llamado a la acción directa y a derrotar el ajuste en marcha, además, es una herramienta de delimitación de primer orden con el kirchnerismo, que deja pasar todas las medidas del gobierno diciendo que debe centrarse todo en la cuestión electoral.

La caracterización de la crisis del régimen debe incorporar lo que afirma la resolución del Comité Nacional, acerca de que “la elección presidencial deberá dirimir quién es el síndico de los nuevos episodios de una gran quiebra nacional. O sea, en función de qué intereses se desarrolla un arbitraje excepcional en el marco de crisis”. Una crisis de esa envergadura plantea necesariamente quién la va a pagar -o sea, qué intereses y qué clases se imponen en una lucha irreconciliable. La crisis, además, es el motor principal de interés de las masas, por las consecuencias directas que tiene sobre su nivel de vida. Contra lo que afirma Altamira, el planteo de que “la crisis la paguen los capitalistas” es una consigna central, que introduce al desarrollo de todo nuestro programa, en el que figura la Asamblea Constituyente como vía para la reconstrucción del país sobre nuevas bases. Dentro de ese programa está la cuestión central de romper con el FMI, el no pago de la deuda, la nacionalización de los recursos naturales, etc. En la polémica con el kirchnerismo debemos identificar cuál es la vía más efectiva para desenmascararlos ante las masas como agentes de la clase capitalista. ¿Es del debate sobre la naturaleza de la Constituyente, si es soberana o no, o si hay que romper con el FMI y no pagar la deuda, cosas que explícitamente rechazó Kicillof? La Constituyente, otra vez, juega un papel importante en el programa, pero no debe ser el excluyente.[3]

Altamira hace un recorrido histórico sobre distintas asambleas constituyentes, pero ese mismo recorrido lleva a una conclusión distinta a la que él saca. Es que, ciertamente, la Asamblea Constituyente planteada por la socialdemocracia de Alemania en 1918-19 fue un instrumento para aplastar por vía democrática la revolución que había estallado al finalizar la guerra y que terminó volteando a Guillermo II. También es cierto que la Asamblea Constituyente en Venezuela, o en Bolivia y Ecuador, fueron usadas por los gobiernos nacionalistas para armar regímenes bonapartistas. Nuestra última Asamblea Constituyente en la Argentina, la de 1994, fue convocada para asegurar la reelección de Menem y legalizar los DNU (decretos de necesidad y urgencia), así como la entrega de los recursos naturales. ¿Cuál es la conclusión? Que la Asamblea Constituyente, por su propia naturaleza de consigna democrática, puede servir a finalidades distintas y hasta opuestas, dependiendo de qué clase la convoque. Para ello -o sea, para que no sea convocada por la burguesía al efecto de superar en sus términos la crisis de régimen-, la Constituyente supone la irrupción de las masas en la situación política mediante la acción directa y nuestro planteo transicional busca contribuir a esa perspectiva. La clave, por lo tanto, pasa por ganarse a las masas, y antes que ello a su vanguardia, al programa anticapitalista y socialista del Partido Obrero. Por fuera de ello, la Asamblea Constituyente puede derivar en una política democratizante.

Por eso es incorrecto señalar que “ningún partido de la patronal o de la pequeño-burguesía aceptará una Constituyente soberana”. Ese es el planteo que hizo el morenismo en 1994 en oposición a la Asamblea Constituyente amañada de Menem-Alfonsín, cuyo alcance estaba limitado por la ley de convocatoria votada en el Congreso. En esa polémica nosotros objetamos, con razón, que la soberanía no era una cuestión institucional -que no tenga limitaciones establecidas por la ley-, sino de la clase que detenta el poder. No nos delimitamos de la burguesía en quién plantea la Constituyente más democrática (nosotros la queremos soberana y ellos no) sino en el programa de salida a la crisis. Otra vez, volvemos al planteo de que “la crisis la paguen los capitalistas”. Esta posición estuvo presente en nuestro accionar en la crisis de 2009-2010, donde también caracterizamos una crisis de régimen, pero el Congreso del Partido Obrero de ese año rechazó enfáticamente la Asamblea Constituyente.[4] En esa oportunidad llamamos a la clase obrera a ponerse en alerta contra el planteo de la Constituyente, porque corría el eje de una salida obrera y socialista a la crisis. En esta ocasión, el Comité Nacional entendió que la consigna podía jugar un papel progresivo como parte del programa y para ayudar al movimiento de acción directa. Pero convertirla en el eje excluyente es un error que dificulta nuestra llegada a las masas y la delimitación con las fuerzas patronales. También es un error deducir del carácter federal de la formación del Estado nacional argentino que si planteamos la Constituyente en el país debe ser planteada automáticamente en todas las provincias y en todos los procesos electorales, haciendo abstracción de las situaciones políticas concretas, de las fuerzas en disputa en cada caso, de la disposición de lucha de los trabajadores, etc. ¿Corresponde plantear la Constituyente en la elección de Córdoba? No pareciera ser el caso, salvo una deducción mecanicista de un planteo nacional. ¿Debiera plantearse en la Ciudad de Buenos Aires? Las consignas, volvemos a insistir, deben ser elaboradas de modo concreto, sino caemos en recetas condenadas a la esterilidad.

En relación con la consigna que plantea Altamira (“Fuera Macri y el FMI. Por una Asamblea Constituyente soberana, por un gobierno de los trabajadores”) debe marcarse que incurre en el error de darle esa centralidad que antes criticábamos, pero que además es limitada en relación con la lucha contra el kirchnerismo en un año electoral. La consigna “Fuera Macri” que planteamos oportunamente fue correcta, porque abordamos la crisis del gobierno desde un ángulo insurreccional, planteando su caída por medio de la acción de las masas. Como tal, podría volver a primer plano si se reunieran condiciones de un proceso huelguístico que irrumpa en el proceso electoral. Pero en tanto no tengamos esas condiciones, y comenzado el año electoral, la consigna de “Fuera Macri…” puede inducir a votar por las alternativas electorales más potentes que puedan ganar las elecciones. Además, como agitación de masas, no se entiende por qué afirma, por un lado, que la Asamblea Constituyente debe plantearse ante la inmadurez de las masas para el planteo de un gobierno de los trabajadores, pero, por el otro, plantea el gobierno de los trabajadores como consigna central. Estamos ante una contradicción no dialéctica, sino de la lógica formal.

Tomada la situación en su conjunto, por el nivel alcanzado por la crisis, por las divisiones que se procesan al interior de la clase capitalista que empiezan a formular sus propios reclamos y agendas, por el interés popular que despierta la bancarrota económica y el padecimiento de las masas convirtiendo ciertos debates políticos en hechos cotidianos, la consigna que se corresponde con la situación con mayor precisión es “que la crisis la paguen los capitalistas, fuera el FMI y la deuda externa”. Y debería ser completada con “por una salida de los trabajadores y la izquierda”, para darle un carácter de clase definido.

Tenemos aquí una buena consigna de conjunto: “Que la crisis la paguen los capitalistas. Fuera el FMI y la deuda externa. Por una salida de los trabajadores y la izquierda”.

Lucha parlamentaria

El abordaje que hace Altamira sobre la lucha parlamentaria exhibe del mismo déficit que el resto de los puntos abordados en su texto. ¿Se puede, acaso, debatir la acción parlamentaria haciendo abstracción de cómo las masas asimilan la crisis y del estado de la lucha de clases? Los argumentos que desarrolla para oponerse al planteo realizado por Guillermo Kane -y el Comité de la provincia-, aprobado por el Comité Ejecutivo, de juicio político a Vidal, a raíz de las muertes de docentes en Moreno, pueden llevar a la parálisis de la acción parlamentaria del partido, ya que va en sentido contrario a todo lo hecho por decenas de parlamentarios del Partido Obrero en todos estos años. Sucede que Altamira se opone porque el juicio político a Vidal “sólo podía prosperar mediante un frente con el massismo y el kirchnerismo en la Legislatura, un bloque patronal”. Pero esto vale no sólo para el juicio político a Vidal, sino para todo proyecto o declaración que presentemos, salvo que tengamos mayoría propia en alguna legislatura -algo que por el momento no sucede. ¿O acaso cuando Altamira fue legislador, no presentamos proyectos que debían, como ahora le pasa a Kane, requerir del apoyo de las bancadas patronales para su aprobación? Obviamente que sí. Lo que Altamira nos propone es una encerrona. No debemos presentar proyectos porque su aprobación requiere del apoyo de bloques patronales, entonces el trabajo legislativo queda paralizado. Oponer la presentación de proyectos a la agitación política que debe hacer un parlamentario revolucionario carece de sentido porque, por el formato del trabajo legislativo, una de las formas que adquiere la agitación política es la presentación de proyectos, su explicación mediante discursos y la agitación con volantes en las masas. Pero volvamos a la cuestión de Vidal y el juicio político. Altamira dice que sólo podía prosperar con el apoyo del massismo y el kirchnerismo. Pero deja de lado lo fundamental: que estos bloques patronales se opusieron al planteo realizado por Kane y, por esa vía, tuvimos un recurso político muy claro para denunciarlos como cómplices del macrismo. Como agitación política, resultó muy buena y fue adoptada por distintas organizaciones de masas.

Creo que fue correcto plantear la consigna de juicio político a Vidal en vez de directamente “fuera Vidal”. Esto, por un motivo: permite trabajarla mejor en sectores más amplios de las masas, siendo que Vidal todavía no tiene el nivel de desgaste de Macri. Tanto es así que finalmente el oficialismo decidió unificar las elecciones para usar a Vidal y así tratar de lograr la reelección de Macri. Además, estaba relacionada con un hecho concreto. El mecanismo del juicio político implica una investigación de las responsabilidades, y en esa investigación debía comprobarse la culpabilidad de Vidal. Se pondría de manifiesto que ella habría desmantelado los sectores encargados de seguridad escolar y, por lo tanto, facilitaba llegar a la conclusión de por qué una explosión en Moreno de una garrafa debería conducir a la destitución de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Transicionalmente era un acierto, la forma más perspicaz de llegar al “fuera Vidal” en las condiciones concretas que enfrentábamos. Por lo tanto, oponer el planteo de Kane de juicio político a Vidal al “fuera Vidal” es un error garrafal; mañana alguien podrá acusarnos si planteamos el control obrero o la apertura de los libros de querer perpetuar al capital, ya que no planteamos directamente su expropiación. Como se ve, es una crítica desacertada.

El debate que plantea Altamira, sin embargo, está lejos de circunscribirse al debate sobre el juicio político a Vidal -porque si fuese sólo ese punto, tranquilamente podría quedar como una divergencia menor. El cuestiona también que se presenten proyectos sobre la Educación Sexual Integral, porque se supone, claro, que para su aprobación debe requerir el apoyo de los bloques patronales. El proyecto de ESI, por ejemplo, ha permitido un desarrollo de charlas, asambleas, debates, etc., que desenmascararon al kirchnerismo, ya que la ley vigente que data de su gobierno le otorgó a la Iglesia el derecho a establecer el contenido de la educación sexual en sus establecimientos, respetando el ‘ideario’ clerical y oscurantista. Nuestro proyecto ha tenido en cuenta que los estudiantes secundarios hicieron tomas de colegios y se movilizaron reclamando que la ESI se aplique. Si nosotros decíamos “abajo la ESI”, chocábamos con el movimiento. Enfrentábamos y seguimos enfrentado una situación contradictoria: las pibas y los pibes quieren que se aplique una ley porque la identifican directamente con la educación sexual que anhelan. Y nosotros, en vez de decir “abajo la ESI”, porque le permite a la Iglesia y al Estado burgués determinar los contenidos, dijimos “vamos por la aplicación efectiva”, y armamos un proyecto que plantea separar a la Iglesia de la función educativa en materia de educación sexual, que los docentes de los colegios confesionales de ESI sean puestos por el Estado y se respeten los contenidos, y que además en todos los establecimientos estatales y privados se formen comités de estudiantes y docentes para debatir los contenidos, la forma de dictado de la materia y garantizar así su aplicación.

A diferencia de la crítica de Altamira, lo de la ESI es un ejemplo positivo de cómo el partido debe tener en cuenta el abordaje subjetivo de las masas y que el trabajo de agitación política y organización (que Altamira omite como otra tarea legislativa indispensable) debe llevarse adelante. Llegado a este punto, es difícil entender por qué surge una diferencia sobre estos temas, siendo que son ya un patrimonio del partido. Alerto contra el oposicionismo permanente, que conduce a críticas liquidacionistas, como la que se hizo sobre el trabajo de Romina en el Congreso Nacional, que fue acusada de no plantear nuestras consignas de fondo. La crítica duró sólo lo que se tarda en chequear las actas parlamentarias o el periódico Prensa Obrera. Romina había planteado todos estos temas con la energía que la caracteriza. Compañeras y compañeros: no tenemos un desvío parlamentarista. Insistir por ese lado lleva a una polémica estéril.

Frente de Izquierda

La resolución aprobada por el Comité Nacional propone una política para el Frente de Izquierda, que consiste en que a partir de un acuerdo programático lancemos de inmediato las candidaturas centrales para atravesar todas las elecciones anticipadas como un bloque político nacional que impulse esos procesos electorales y las luchas de la etapa. Es un planteo de frente único que parte de un análisis crítico del FIT y de su relativa parálisis que conspira contra el desarrollo de un polo político independiente de la clase obrera. Con esta política hemos abordado el debate inicial de candidaturas en las elecciones de Neuquén y Río Negro.

En su texto, Altamira no se pronuncia al respecto, pero se abstuvo en el Comité Nacional sobre esta propuesta sin explicitar exactamente sus motivos. Ahora formula la necesidad de una confrontación interna del FIT sobre la base de un debate por la Asamblea Constituyente, pero desconocemos a dónde apunta su estrategia político-electoral. En el Congreso pasado planteó recurrentemente su oposición a nuestro llamado a listas únicas y contrapuso que había que preparar “las Paso, las Paso, las Paso”. ¿Cuál es su posición en la actualidad? La resolución del Comité Nacional no es ambigua en este punto: plantea una campaña en defensa de un frente único de lucha del FIT en todos los terrenos, incluido el electoral. La preocupación de Altamira parece versar por otro lado. Concretamente sobre si “la presión electoral del FIT puede desnaturalizar al Partido Obrero”. Estar en alerta siempre es correcto, pero el problema central pasa por la caracterización. ¿A ocho años de formado el FIT, el Partido Obrero ha tenido una desnaturalización democratizante, electoralista o parlamentaria? Este es el punto central que debiera indagarse. Mi respuesta es No. ¿Pero cuál es la de Jorge? Porque claro, las cosas podrían verse de otro modo. Por ejemplo, que la presencia del Partido Obrero en el FIT ha servido para evitar una degeneración kirchnerista o nacionalista que llevase directamente a su liquidación. ¿No es acaso esto correcto?

El capítulo del Informe Político referido al FIT va más allá. Se pronuncia sobre un bloque electoral de toda la izquierda en las elecciones, entendiendo que es la manera más efectiva de enfrentar al nacionalismo. Precisa también que ese bloque único no debe confundirse con el ingreso de toda la izquierda al FIT, ya que eso sería un paso en su disolución. Esta diferenciación entre un acuerdo electoral de la izquierda, obviamente bajo ciertas condiciones, y el ingreso al FIT supone una valorización de éste como expresión de la independencia de clase en la lucha contra el nacionalismo burgués. Esta caracterización está en la base de la resolución del Comité Nacional y es importante que sea refrendada por todo el partido porque además es, otra vez, patrimonio de anteriores congresos del partido e incluso resoluciones internacionales.

Sobre el método del debate

Jorge comienza su texto cuestionando la convocatoria del Comité Nacional. Alude a que faltó tiempo de debate, pero en realidad no es así. Los puntos de disidencia que plantea no han surgido a la luz del texto presentado por el Comité Nacional, sino que son previos. Han sido largamente debatido en varios textos, que han sido publicados en boletines internos, como lo sabe todo el partido. Para ser claros: si algo no hubo en este caso fue un debate intempestivo. Al contrario, estamos ante posiciones y planteos largamente explicitados, y que todas las compañeras y compañeros conocen. ¿A qué viene, entonces, una impugnación de método y, peor aún, una acusación velada de falta de democracia interna?

La valorización de las divergencias planteadas, naturalmente, es subjetiva. En mi opinión, las considero importantes en muchos casos, pero no de principios. El núcleo de la cuestión no lo asigno a una u otra consigna, sino a un método que desconoce o, en el mejor de los casos, desvaloriza la cuestión subjetiva, es decir el nivel de conciencia de los trabajadores, el estado real de la lucha de clases, etc. El enfoque objetivista puede inducir a errores importantes, como sucediera ya en el pasado, cuando se planteaba una campaña por la huelga general y las coordinadoras fabriles, siendo que las condiciones de las masas claramente no habilitaban esos planteos. El intento de defender esas consignas doctrinariamente creó un falso debate y consumió energías del partido que debieron ser puestas en cuestiones más productivas. Vale lo mismo para el debate sobre la supuesta pérdida de la iniciativa por parte de la burguesía y la acusación a quienes cuestionamos esta premisa falsa como una forma de oponernos a la tradición del partido.[5]

El texto presentado por Altamira, como no podía ser de otra forma, repite o reitera muchos de los puntos que ya figuran en la resolución del Comité Nacional. Pero elude esa convergencia, cuando lo correcto era reconocerla y explicitarla. Un ejemplo lo tenemos con la caracterización de las elecciones. El dice: “Como lo señaló correctamente un compañero en la sesión del Comité Nacional, el proceso electoral no constituye, de modo alguno, el cierre de la crisis de régimen”. Ahora bien, la resolución aprobada por el Comité Nacional dice eso y mucho más. El capítulo referido a las elecciones empieza diciendo: “Lo señalado hasta aquí muestra que el inicio del año electoral está cruzado por crisis de fondo, tanto en el plano económico como el político. La eventualidad del default, de nuevas corridas cambiarias, y la seguridad de una mayor recesión y crecimiento de la pobreza, se combinan con un escenario de fragmentación política y de potenciales luchas, que pueden alcanzar, de combinarse una serie de factores, dimensiones de masas que terminen alterando el escenario general”. ¿Por qué, entonces, no reivindicar el documento y circunscribir las divergencias a puntos donde estas realmente existen presentando una ponencia “alternativa”?

El documento aprobado por el Comité Nacional sintetiza la experiencia del partido, de sus caracterizaciones, análisis y también de su experiencia en la lucha. Plantea las bases para la acción colectiva en todos los terrenos, formula programas, consignas y tareas. Sería muy bueno que el voto en favor del documento sea acompañado de propuestas y análisis que enriquezcan la elaboración colectiva. Ha sido el método de elaboración del Informe Político al XXVI Congreso y es el método de desarrollo del Partido Obrero.


[1]. Sin embargo, es necesario hacer notar aquí la contradicción de que en la inmensa mayoría de los programas de televisión en los que Altamira participó en las últimas semanas no ha planteado la Asamblea Constituyente. No lo ha hecho, por ejemplo, en el debate con Guillermo Moreno, y no por falta de tiempo, ya que fue un programa de una hora. No me toca a mí explicar los motivos de esa omisión que, a esta altura, ya parece sistemática, pero sí llamar la atención sobre el grado de arbitrariedad que el debate ha tomado.

[2]. Es instructiva esta cita de Trotsky a la hora de debatir un documento congresal: “La sociedad capitalista, particularmente en Alemania, ha estado al borde del colapso varias veces en la última década y media; pero en cada ocasión ha resurgido de las catástrofes. Los prerrequisitos económicos y sociales de la revolución son insuficientes por sí mismos. Son necesarios los prerrequisitos políticos, es decir una correlación de fuerzas que si bien no asegura la victoria por adelantado -no existen semejantes situaciones en la Historia-, la hagan al menos posible y probable. El cálculo estratégico, la audacia, la resolución, transforman posteriormente lo probable en realidad. Pero ninguna estrategia puede hacer posible lo imposible”.

“En lugar de frases generales sobre la profundización de la crisis y la ‘situación cambiante’, el Comité Central estaba obligado a señalar de modo preciso cuál es la actual correlación de fuerzas del proletariado alemán, de los sindicatos, de los comités de fábrica, qué conexiones tiene el partido con los obreros agrícolas. Estos datos están abiertos a una investigación detallada, y no son ningún secreto.”

[3]. Volvemos otra vez, por un momento, al debate de Altamira con Guillermo Moreno. Allí, el debate fue sin duda quién paga la crisis. Moreno planteó falsamente que ellos harían que la deuda pública la pague la oligarquía, una mentira grande como una casa, pero que ilustra cuál fue el tema de debate. Como ya dijimos, Altamira no planteó la Constituyente sino “un gobierno de los trabajadores y la izquierda”. Se trata de un planteo correcto que remite al debate del Congreso pasado, sobre la importancia que tenía la incorporación del concepto de la “izquierda” al formular nuestra salida. Esto, porque plantea la fusión de la clase obrera y la izquierda, un planteo estratégico, y que remite al Frente de Izquierda como alternativa política de conjunto.

[4]. “En el marco de semejante crisis se escucharán voces en favor de convocar a una Asamblea Constituyente que, en el marco de una transición, rediseñe el régimen político y reconstruya la solvencia de la Nación y de las provincias. La clase obrera debe ponerse en contra de estos objetivos estratégicos de la crisis institucional que se está tejiendo, pues corresponden a prioridades de la burguesía, no de los trabajadores” (“La etapa final de los Kirchner”, En defensa del marxismo N° 37).

[5]. Miren este texto del Partido Obrero que, explícitamente, dice que la burguesía mantiene la estrategia: “13. El pasaje de la prosperidad a la crisis se está efectuando delante de nuestros ojos en el escenario mundial, abarcando al conjunto de los países y fuerzas sociales… Sus formas de erupción no pueden ser previstas. La caída de la burocracia estalinista es una manifestación de la progresión de este movimiento, así como la absoluta falta de estabilidad de los regímenes burgueses de los países atrasados. La burguesía continuará disponiendo de tiempo e iniciativa, en tanto no haya un principio de solución a escala internacional del proletariado, condenando a la humanidad al retroceso histórico” (Tesis presentada por el Partido Obrero al Primer Congreso del PT de Brasil). A la luz de este texto, ¿corresponde acusar a compañeros de querer quemar los libros del Partido Obrero?

31/1/19

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