La dictadura de los terratenientes bonaerenses
En 1845, como parte de su política mundial de expansión del libre comercio, ingleses y franceses pretendían establecer relaciones comerciales directas con las provincias del litoral (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes) y con el Paraguay, sin pasar por Buenos Aires ni reconocer al Gobierno de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación.
La burguesía porteña se encontraba dividida en dos bandos bien definidos. Por un lado, se encontraban los unitarios, representantes de la burguesía comercial y ligados directamente a los intereses de las potencias invasoras beligerantes, Inglaterra y Francia. Por el otro estaban los federales rosistas, representantes de los estancieros y los saladeros. Esta clase chocó con las potencias europeas para defender su producción ganadera, su propiedad sobre la tierra y su dominio sobre la aduana porteña. En eso consistía el nacionalismo de Rosas que, durante su largo período de gobierno, colmó de privilegios a los ganaderos.
En 1845 no existía un Gobierno central en la Confederación Argentina. Buenos Aires como provincia más fuerte conservaba la representación frente al exterior y la totalidad de la renta de la aduana. La misma estaba compuesta de los impuestos por importación de los productos industriales europeos, impuestos por exportación de materias primas y de los impuestos que Buenos Aires les cobraba a las otras provincias como si fueran naciones extranjeras. La provincia tirana, con su clase estanciera, era la que dictaba los destinos del país. En esta fase de acumulación, la burguesía terrateniente porteña no estaba interesada en sostener un Estado nacional y menos en discutir una Constitución que sometiera a debate, aunque solo fuera en los papeles, su dominio sobre la aduana.
Rosas se enfrentó en Obligado (a orillas del río Paraná, a kilómetros de San Pedro, Provincia de Buenos Aires), a las potencias europeas, para que cualquier negociación con las mismas respetara la autoridad de su régimen sobre el resto de las provincias del sur. La batalla de Vuelta de Obligado representa el intento de las potencias europeas de colocarse ellas por encima de esta pirámide. Rosas, como representante de esta clase estanciera, productora y explotadora de todo el país, defendió el derecho de continuar con esta explotación, sin otras tutorías extranjeras, más que la que ella misma admitiese en su propio beneficio. A pesar de ser derrotado en el campo de batalla, Rosas terminó logrando negociaciones después de que las potencias fracasaran en su expedición comercial por el resto de las provincias y el Paraguay. La agresión extranjera no significaba ninguna liberación para el interior oprimido, la intervención de las potencias beligerantes supondría una doble opresión: la porteña que seguía en pie y la extranjera.
La “defensa de la Patria” para la burguesía porteña siempre significó la defensa de sus privilegios, su producción y de su propiedad de la tierra. Esto la llevó al enfrentamiento con los sectores más radicalizados del período de la Revolución de Mayo, como Artigas. A la burguesía porteña nunca le interesó construir una gran nación. Ya en pleno proceso revolucionario, en 1811, Rivadavia estableció una aduana con el Paraguay y esta provincia se separó. Posteriormente echó a los diputados artiguistas de la banda oriental de la asamblea del año XIII, por ser democráticamente electos y defender una nación más igualitaria. En el Congreso de Tucumán en 1816, horrorizados por la revolución agraria de la banda oriental, conspiraron en negociaciones secretas con el invasor portugués esclavista para que se apoderara del margen izquierdo del Plata. En la década del 20 se pierde el Alto Perú y posteriormente Rosas, en 1849, entregó definitivamente la Banda Oriental para terminar con el bloqueo anglo-francés.
Rosas, al igual que su antecesor Rivadavia y su sucesor Roca, llevó adelante la guerra contra los pueblos originarios para hacerlos retroceder hacia el “desierto” y apoderarse de sus tierras. Al mismo tiempo se dio un proceso de proletarización del gaucho para que produjera en el latifundio. El régimen de Rosas les sirvió a los terratenientes para desarrollar una gran acumulación repartiéndose la tierra, pero apenas cambiaron un poco las condiciones del mercado mundial el “ilustre restaurador” se transformó en un obstáculo para sus negocios y fue necesario removerlo. Anchorena (gran terrateniente) se amigó con Mitre, Alsina y Sarmiento (unitarios exiliados durante el rosismo). La burguesía porteña se unificó contra el interior, se separó de la nación y después de derrotarla comenzó el definitivo proceso de construcción del Estado nacional.
El ataque de las potencias invasoras
Primero las fuerzas invasoras desembarcaron en Montevideo. Desde allí los emigrados unitarios trataban de conmover al interior con proclamas contra Rosas, las fuerzas interventoras les ofrecían la posibilidad de suplir su falta de fuerza efectiva. Su objetivo era la imposición del libre comercio por los ríos interiores de las Provincias Unidas. El general unitario José María Paz, desde Corrientes, envió una columna para intentar tomar Santa Fe, pero la empresa fracasó rápidamente. Urquiza aplastó a los colorados uruguayos en la batalla de India Muerta en mayo del 1845. “Mientras esto ocurría la escuadra interventora realizaba su primer acto formal contra la Confederación, apoderándose sin combate de los barcos argentinos de la escuadra de Brown… La indignación llegó a un punto cúlmine cuando se supo que los supuestos mediadores del nuevo Gobierno títere de Montevideo habían enarbolado en los barcos apresados las banderas independentistas de la provincia oriental y formado una pequeña escuadrilla al mando del aventurero italiano José Garibaldi”1Palacio, E. Historia de la argentina. IX La vuelta de Obligado. p. 388..
Los actos de guerra del entonces mercenario Garibaldi, siempre apoyado por las tropas invasoras, consistieron en la toma de Colonia, de la isla Martin García y el saqueo de Gualeguaychú. Los colorados orientales aliados a las potencias protestaban frente estas acciones piratas: “…no puede contener a la gente que lleva, esta marcha nos desacredita mucho”2ídem anterior.. Al mismo tiempo, las potencias bloqueaban los puertos de las diferentes provincias. Comenzaba un cambio de humor internacional sobre la intervención extranjera en los ríos interiores de las Provincias Unidas. Brent, representante de los negocios con EEUU, planteaba que el pueblo del Rio de la Plata estaba “resuelto a ser libre”. El general San Martin escribía desde el extranjero poniendo nuevamente su espada y su persona al servicio de la causa nacional. El autor del himno nacional, Alejandro Vicente López y Planes, volvía a poner en juego su prosa 30 años después para componer sus versos “Morir antes…”3¡Morir antes, heroicos argentinos,/ que de la libertad caiga este templo./ Daremos a la América alto ejemplo/ que enseñe a defender la libertad! en defensa de la libertad americana. La burguesía terrateniente juraba dar la vida por la propiedad de la tierra y la renta de la aduana. Mientras Garibaldi proseguía con sus ataques, el gobierno de Buenos Aires se vio forzado a intentar una resistencia en el Paraná.
“El 20 de noviembre de 1845, las dos flotas de guerra más poderosas de ese tiempo, las de Inglaterra y Francia, enfrentaron a las fuerzas patriotas del Río de la Plata, en la Vuelta de Obligado, sobre el río Paraná. Para detener a las flotas enemigas, se tendieron tres cadenas a través del río, sostenidas por 24 barcazas y lanchas incendiarias, defendidas por una goleta armada por seis cañones y baterías en lo alto de los márgenes”4La Vuelta de Obligado. Publicado en Prensa Obrera N° 1155, 18/11/2010. Recuperado de: https://prensaobrera.com/aniversarios/la-vuelta-de-obligado. El combate, que duró casi 7 horas, inmensamente desigual, se prolongó por la heroicidad de las tropas argentinas y obligó a las extranjeras a internarse en la costa para apagar el fuego de las baterías. El saldo del combate fue de 650 muertos para los patriotas y 150 para los invasores.
Las flotas extranjeras, a pesar de fracasar en tomar definitivamente las costas, finalmente se abrieron paso a la cabeza de un centenar de barcos mercantes ingleses y franceses con mercaderías para ser colocadas en los puertos del interior del Paraná y Paraguay. Pero la misión fracasó en todo el litoral: los barcos extranjeros no encontraron aliados en los puertos del interior, donde a la desconfianza popular se sumó la implantación de derechos aduaneros exorbitantes para frustrar la acción de los comerciantes extranjeros. El convoy permaneció en aguas del Paraná durante seis meses y al regresar (mayo de 1846), con los depósitos aún colmados, perdió cuatro naves en un combate naval a la altura de San Lorenzo, hecho que convirtió al conjunto de la operación en algo muy próximo al fracaso político y militar.
¿Qué fue lo que defendió Rosas en la batalla de Vuelta de Obligado?
“En el debate en la Cámara de los Lores sobre el tratado de 1849, que puso fin al estado de beligerancia entre el estado rosista e Inglaterra, Lord Aberdeen, canciller inglés en 1845, declaró: “la independencia de Uruguay era, en realidad, el único objetivo de importancia, porque con Rosas no teníamos ninguna disputa, nada teníamos de que quejarnos, nada que pedir, excepto la independencia de la República Oriental”5¿Por qué se vuelve a debatir la Vuelta de Obligado? Publicado en Prensa Obrera N° 1347, 14/1/2015. Recuperado de: https://prensaobrera.com/sociedad/por-que-se-vuelve-a-debatir-la-vuelta-de-obligado. Y este fue el punto que decidió finalmente la contienda. Cuatro años después de la batalla de Obligado, el 24 de noviembre de 1849, la Confederación Argentina aceptó retirar sus tropas del Uruguay. En 1845 Urquiza, como aliado de Rosas, aplastó a los colorados –agentes de los invasores– en India Muerta. En ese momento Rosas tuvo la oportunidad histórica de reincorporar la Banda Oriental a la Confederación. Esta es la batalla que no quiso librar Rosas, convirtiendo una victoria en derrota.
Rosas protagonizó, con la Vuelta de Obligado, un acto de independencia nacional, solo para entregar, más tarde, la verdadera causa nacional en juego: la defensa de la Banda Oriental como parte constitutiva de la Confederación, es decir un único Estado en ambas márgenes del Plata. Permitió así que se consagrara la escisión promovida por Gran Bretaña durante treinta años, con Portugal primero y con Brasil después, como fieles aliados. Un objetivo estratégico que comenzó relacionado con el interés de derrotar la rebelión social acaudillada por Artigas, una causa en la que la burguesía comercial porteña y los terratenientes actuaron junto a la diplomacia inglesa, prohijando la invasión portuguesa de 1816. El objetivo de estos aliados siempre fue la libre navegación del Río Uruguay y también si era posible del Paraná. Para garantizar la llegada de los productos europeos al suroeste gaúcho brasilero y al Paraguay.
Si bien tanto Alberdi como Sarmiento, intelectuales y políticos burgueses de esa época, miraron con buenos ojos el ataque anglo-francés por su adhesión al Partido Unitario, posteriormente revindicaron la resistencia de Rosas como un importante elemento de la política exterior argentina. Pero el nacionalismo rosista era tan limitado como la tolerancia del restaurador a las disidencias. La soberanía e independencia que defendía Rosas eran las conveniencias de los estancieros del margen derecho del Plata. Que las potencias europeas intentaran gobernar el Plata sin los terratenientes significaba un choque concreto de intereses.
Pero eso no significó, de ninguna forma, la ruptura de relaciones comerciales. Los terratenientes querían libre intercambio comercial con Inglaterra, aunque su defensa de la independencia era la defensa del libre comercio con Europa y la tiranía aduanera de Buenos Aires sobre el interior. La mano dura del “Restaurador de Leyes” se ablandaba de forma notoria con la comunidad inglesa radicada en Buenos Aires. En 1845 los ingleses constituían uno de los grupos propietarios más importantes del país. Rosas nunca ofreció resistencia para la compra de estancias por capitales ingleses y durante su gobierno creció la propiedad inglesa de la tierra. Los ingleses estaban exceptuados del servicio militar y contaban con otros beneficios excepcionales. Rosas reconoció y pagó la primera deuda externa contraída con la banca inglesa: el empréstito Baring Brothers. Una deuda fraudulenta que solo sirvió para beneficiar a los británicos y a sus agentes comerciales unitarios. Solo llegó al país la mitad más uno del préstamo pedido y se terminó de pagar en 1904 a nueve veces su valor original.
De la Vuelta de Obligado a Caseros
La caída de Rosas era una necesidad de la clase dirigente y no una contingencia bélica como nos quieren explicar los revisionistas nacionales y populares. Los terratenientes bonaerenses simpatizaban con los liberales conservadores (burguesía comercial), abanderados del libre comercio, que les ofrecían un marco de mayor entrega semi- colonial, desarrollando mucho más las exportaciones de materias primas y la importación de manufacturas británicas. En 1851 el bloqueo anglo-francés sobre el puerto de Buenos Aires se había terminado. Para ello Rosas entregó la “independencia” de Uruguay. De conjunto, el monopolio sobre la aduana significó, para la clase de los hacendados de Buenos Aires y Rosas en particular, la llave maestra del poder. El tratado con Gran Bretaña permitió que Rosas prosiguiera con su política de impuestos. En este sentido, la paz de Rosas con las potencias extranjeras fue un hecho preparatorio de Caseros, porque condujo a la ruptura del frente único entre los estancieros en el régimen federal.
Urquiza se pronunció contra Rosas y fue respaldado por el gobernador correntino Benjamín Virasoro. Exigían la liberación del comercio fluvial, el fin de las aduanas interiores. Bajo el rosismo los intereses estancieros y comerciantes del litoral crecieron, sobre todo durante el conflicto con Inglaterra y Francia. En ese contexto probaron las delicias del libre comercio y eso dificultó que siguieran tolerando sin resistencia que los estancieros porteños los expoliaran con su puerto único. Urquiza consiguió el apoyo del imperio esclavista brasileño con tropas y préstamos. Los Colorados de Uruguay, pro unitarios y brasileños, fueron activos colaboradores de la causa. También formaron parte los unitarios exiliados en Montevideo. El 3 de febrero 1852, en la batalla de Caseros, Rosas fue derrotado. Ese mismo día a las tres de la tarde el régimen del restaurador se había desplomado y Urquiza quedó dueño del poder nacional, aunque por poco tiempo.
Esa misma burguesía porteña que se dividió en torno al problema de la necesidad de constituir un Estado nacional según los intereses de terratenientes y comerciantes. Se unificó, después de la caída de Rosas, para enfrentar al interior dividiendo al país en lo que constituyó una política antinacional. En definitiva, la defensa de la patria para la burguesía porteña nunca consistió en otra cosa que en la defensa de sus privilegios, su propiedad y su relación con el capital inglés. Por esto el único Estado nacional que le interesó construir fue el que fuera dominado por su tiranía. Esta política antinacional fue compartida por todos los representantes de esta clase desde Rivadavia, pasando por Rosas y Bartolomé Mitre.