100 años de la fundación del primer partido obrero del subcontinente
Introducción
Argentina fue el primer país de América Latina en que se estructuró como organización el ideario de la Ia y la IIa internacionales. El 28 de junio próximo se cumplen 100 años del Congreso Obrero que aprobó el Programa, la Declaración de Principios y los Estatutos del Partido Socialista Obrero Argentino, luego PS.
Fundado por un puñado de militantes bajo la dirección de Juan B. Justo la memoria del proletariado argentino encuentra en la acción de aquel PS un hito histórico fundamental. Esto es así, cualquiera sea su derrotero posterior y las limitaciones políticas que ya insinúa desde sus inicios. Limitaciones que se expresarán en su marcada inclinación hacia el parlamentarismo, el conciliacionismo y el arbitraje estatal frente a la beligerancia obrera que jaquea al Estado oligárquico (extraordinarias huelgas generales de 1902 a 1910) y en la tendencia al abandono del trabajo en los sindicatos (que conduce en pocos años a la pérdida del predominio que tempranamente habían ejercido los socialistas sobre los primeros sindicatos (1), etc.
El mérito histórico señalado no puede ser empañado tampoco por la conducta acabadamente antisocialista y contrarrevolucionaria que llevaron adelante —en los últimos 60 años por lo menos— los sucesores de Juan B. Justo, sin ‘desmerecerla de la generación primigenia, que rápidamente degenera.
En el curso de los primeros 20 años del PS, el progresivo abandono de lo que queda en pie del viejo “programa mínimo" de 1896 va a ser total. Al antimilitarismo ("supresión del ejército permanente y armamento general del pueblo”), al anticlericalismo ("separación de la Iglesia y el Estado, supresión de las prerrogativas del clero y confiscación de sus bienes”) y a la lucha por la democracia política (“legislación directa del pueblo, derecho a revocar a los elegidos, supresión de la presidencia, de la vicepresidencia y del Senado, Justicia gratuita y jurados para toda clase de delitos, gobierno propio de las comunas, etc.”), todo esto, la dirigencia “socialista" va a trocarlo —a partir de 1914 especialmente— por el apoyo legislativo a los presupuestos de guerra, por la colaboración en la modificación del Código Militar, por el belicismo en defensa del bando ‘democrático’ en la primera guerra interimperialista, por un proyecto de ley de divorcio que reconoce prerrogativas eclesiásticas, etc. Sobre estas cuestiones se fundará la escisión del Partido Socialista Internacionalista —PSI— en 1918, más tarde Partido Comunista.
La degeneración del PS se expresó agudamente después, durante el ‘contubernio’ de la 'década infame’ (1930/ 43) y la crisis nacional del 43/45. En este período el PS junto al PC se transforman en los principales responsables de la entrega de las masas trabajadoras a manos del nacionalismo burgués (peronismo), por su conducta rabiosamente proimperialista. Más tarde, la descomposición se hace total, con la participación “socialista” en los "comandos civiles” de la Revolución Libertadora" (1955/58) y el colaboracionismo desenfrenado durante las dictaduras de Onganía-Lanusse (1966/73) y Videla-Bignone (1976/1983).
Es indiscutible que al menos después del proceso que desmembró al PS a fines de los 50 y principios de los 60, y que culmina casi junto a la muerte de Alfredo Palacios (1965), el ‘viejo’ PS dejó de existir como receptáculo de toda manifestación de la lucha antiimperialista, del movimiento obrero, popular o juvenil. Antes vivió su último “estertor”, cuando la escisión del PSA: Enancado en la conmoción que provocó la revolución cubana – con la que se identifica – lleva al anciano líder a la senaduría por la Capital (1962).
Los orígenes
A pesar de sus limitaciones – las que ya veremos – , a partir de inicios de la última década del siglo pasado, la superioridad relativa del PS se evidencia sobre el anarquismo. El PS funda en nuestro país la acción política independiente de la clase obrera.
El anarquismo expresaba una resistencia sin ninguna perspectiva política, resistencia primaria y “primitiva” del proletariado en formación – aún semi-artesanal – . Por “heroica” que haya sido la acción anarquista en nuestro país, vale también aquí la reflexión de Trotski formuló para la última experiencia histórica que protagonizó trágicamente en España, en 1936: “con su carencia de programa revolucionario y su incomprensión del papel del partido, desarman al proletariado. Los anarquistas ‘niegan’ la política hasta que ésta los toma del pescuezo: entonces dejan el sitio libre para la política de la clase enemiga”.
Durante el primer lustro de esa década los socialistas, siguiendo una tendencia que se impone en todo el mundo, van a imprimir su impronta sobre la clase obrera, tanto por su planteamiento político como por su acción mutual y sindicalista (2).
El predominio socialista es, sobre todo, el resultado de la maduración en la consciencia de la incipiente vanguardia obrera, de las condiciones de la moderna explotación capitalista en la Argentina. El núcleo dirigente de PS germinará en el ‘laboratorio’ de la primera "gran crisis” capitalista de nuestro país, que lleva a la "Revolución del Parque” de julio de 1890.
Dos meses antes de la “revolución", el 1o de Mayo, se conmemora en Buenos Aires, al igual que en las principales ciudades del mundo capitalista, el llamado de la IIa Internacional para homenajear a los “mártires de Chicago” y para luchar por la reivindicación de las 8 horas de trabajo. Alrededor de 1.500/2.000 trabajadores, una cifra impresionante para la época, participan del acto convocado por los diferentes grupos socialistas, constituidos hasta entonces básicamente por núcleos según “colectividad” de origen (publican irregularmente boletines en diversas lenguas, y a veces bilingües). En el período de 1894 a 1896 el PS surge de la fusión de esos diversos grupos y unas pocas organizaciones sindicales, con quienes converge un grupo de intelectuales que rompen con la Unión Cívica Radical de Alem e Yrigoyen. Entre éstos sobresaldrá la figura de Juan B. Justo. Concluye así un período preparatorio, y se inicia uno nuevo en la historia del movimiento obrero argentino.
La progresividad de todo este proceso ha sido negada sistemáticamente por la izquierda de nuestro país. Su inmensa mayoría, tributaria del nacionalismo burgués, presentó al PS como un ‘monstruo’, poco menos que como algo completamente ajeno al movimiento obrero. Es a éste a quien denigran cuando acusan al PS de "extranjerizante , por la supuesta “copia" que hizo de los "modelos” europeos (3).
En sus orígenes, la clase obrera de buena parte de todo el continente —en Argentina, Brasil y Uruguay, e inclusive en los EE.UU.— tuvo un carácter mayoritariamente “inmigrante". Enaltece al primer partido obrero y socialista de estas tierras americanas haber librado una lucha por transformar a la superexplotada clase obrera, mayoritariamente extranjera, en una clase para-sí, con una conciencia autónoma de las clases explotadoras nativas (4).
El PS planteó ya en su “programa mínimo” de 1896 la “supresión de todo fomento artificial de la inmigración” (art. 11), para frenar la competencia irrestricta de la fuerza de trabajo; y propugnó la “abolición de las leyes de conchabo, vagancia, etc." (art. 12) (5), con lo que procuró tender un puente hacia los trabajadores nativos que eran arrancados del campo.
En todo el mundo semicolonial y atrasado, las ideas socialistas fueron inicialmente “importadas" desde las naciones capitalistas más desarrolladas. Juan B. Justo no sólo hizo la primera traducción del primer tomo de ‘El Capital' a nuestra lengua. Aunque incapaz de interpretar al marxismo —al que virtualmente nunca se elevó— y de dar un programa revolucionario al movimiento obrero, su intento constituyó el primer esbozo de organización política autónoma de los explotados de nuestro país.
Justo, Lallemant, Ferri
La crítica ex-post de los ‘izquierdistas’ se ha revelado como fruto de la impostura que oculta sus verdaderos designios, o en razón de la fenomenal ignorancia que la alimenta. Sobresale por esta última razón, el ‘político de izquierda' Nahuel Moreno, admirado así en forma postuma por un conocido historiador y dirigente socialdemócrata (6).
Todos los otros ‘críticos’, al parecer algo más versados o pretendiéndolo ser, buscaron un ‘anti-Justo’ que sirviera como justificación de “la política revolucionaria” que la dirección justista habría obstaculizado en aquellos años fundacionales. No importa para el caso que cada uno lo interprete a piaccere. Lo curioso es que todos los autores señalados ‘descubrieron’50 años después de su muerte a un supuesto ‘marxista’ sin mácula, llamado Germán Ave Lallemant. Ninguno de los que suscribe esta tesis, Jorge Enea Spilimbergo (7) -dirigente de la ‘izquierda nacional’-, Julio Godio (8) -en su época de historiador ‘maoísta’, cuando seguía los pasos del fallecido José Ratzer (9)-, el ‘stalinista’ Leonardo Paso (10) o el ‘trotskista’ Alberto J. Pía (11), ninguno puede aportar una sola prueba a favor de esa tesis.
En honor a la verdad, Lallemant no constituyó un ala diferenciada dentro del PS, ni existe siquiera constancia alguna de polémicas entre Justo y Lallemant. Sus notables críticas a la dirección del PS, expresadas en sus últimas ‘colaboraciones’ periodísticas a ‘Die neue Ze/Y' (12), se producen en el extranjero y cuando ya se encuentra completamente apartado de la actividad del PS(13).
¿Por qué se insiste inescrupulosamente en presentar a Lallemant como el defensor de una supuesta postura ‘revolucionaria7 En todas las cuestiones fundamentales de doctrina, Lallemant comparte —y va a ir más lejos aún— toda la concepción liberal burguesa que es común al socialismo argentino. Lallemant desde las páginas de ‘El Obrero’(1890/1), es decir, antes que Justo; y luego desde ‘La Vanguardia’ y en otras publicaciones como ‘La Agricultura’ y en la ya citada "Di neue Zeit”, va a defender los principios rectores de esa concepción liberal. Así, al igual que Justo, no comprende que las naciones capitalistas más avanzadas (imperialistas ya) "siembran” el capitalismo, sí, pero no lo hacen como “antaño”. En esta nueva etapa histórica, el capital en su forma más desarrollada —capital finaciero— no abre un proceso semejante al que se desenvolvió en Europa o los EE. UU., sino que viene a clausura resta posibilidad. Justo no va a llegar a los extremos mecanicistas de Lallemant, quien va a reivindicar una eventual intervención armada directa de los EE.UU. en la Argentina por su función “civilizadora”, así como el supuesto rol “progresista" de los latifundios (confundiéndolos con la gran propiedad capitalista de las naciones más avanzadas, sin advertir que aquí no eran el resultado de un pujante desarrollo capitalista, sino de su estrangulamiento por la oligarquía asociada al gran capital financiero).
Los 'críticos’ ya citados, qué por supuesto ignoran, ocultan o minimizan todo esto, ¿qué es lo que le reivindican entonces? Es evidente que lo que resaltan de Lallemant es su peculiar forma de ser ‘socialista’, la que realiza ‘dentro’de la UCR (14). Esto sucede desde antes de fundarse el PS, en su provincia, San Luis, y hasta su muerte en 1910. En el PS del distrito porteño asume sólo en una oportunidad (1896) una candidatura electoral. Lallemant no figura en ninguno de los debates fundamentales de la época, ni es orador en mítines, ni desenvuelve actividad militante de algún relieve (no formó parte tampoco de organismo dirigente alguno del PS).
Un riguroso análisis verifica que, por lo menos hasta la muerte de Lallemant, la figura de Justo sobresale en su defensa de una acción política independiente de la clase obrera. Esto contrasta, tanto: a) con la inconsecuencia ya señalada de Lallemant; b) frente a la efímera ala “izquierda” del PS —fines de siglo— (L. Lugones-J.Ingenieros) que tiene un carácter vulgar y verborrágico y que sucumbe rápidamente, desintegrándose hacia la derecha (15); c) con la de los "colectivistas" (1898), que rechazan la decisión de la dirección de impedir el ejercicio del voto interno y ocupar posiciones dirigentes a los militantes que no tengan ciudadanía, los que se retiran del PS pero vuelven mayoritariamente después (16); o, d) frente a la fracción ‘sindicalista’, que se escinde en 1906 tras planteos ‘izquierdistas’(defensa de los métodos huelguísticos), que encubren sin embargo una concepción hacia el apoliticismo bajo la influencia del ‘sore-lismo’ francés (17).
Lallemant fue, en el mejor de los casos, un ‘aficionado’a la política proletaria o un “colaborador periodístico” de la prensa socialista nacional e internacional, lo que no disminuye el mérito de muchos de sus aportes que deben ser destacados para la época.
Lallemant consagró su vida fundamentalmente a su profesión de geólogo (en la que verdaderamente descolló). Justo —nacido en 1865, 3 años antes de la llegada de Lallemant al país y 30 años mayor que él— recorre un periplo diferente. Abandona su profesión de médico y se transforma en un militante profesional y en el principal animador teórico y práctico del PS.
Juan B. Justo —a pesar de todos los errores que luego vamos a analizar—, pasará a la historia como el forjador de una posición pionera en defensa de la independencia política de la clase obrera en un país “atrasado”. En época tan temprana en la conformación de la incipiente clase obrera en este país, enfrentó a "pesos pesados” del socialismo europeo que se van a oponer al desenvolvimiento del movimiento socialista aquí. En 1909 llega a nuestro país Enrique Ferri, dirigente y teórico del socialismo italiano, quien durante tres meses va a pregonar la “esterilidad” de un partido obrero en un país "agropecuario". Según Ferri, sin existir aquí condiciones para este cometido, acusa que “el Partido Socialista es importado por los socialistas de Europa que inmigran a la Argentina… Falta aquí un partido radical positivo como existe en Francia con Clemenceau y en Italia con Sacchi. Los socialistas argentinos cumplen la función específica de este partido radical que falta. Los muchos obreros industriales que viven en Buenos Aires no bastan para cambiar el carácter de la condición económica de la República Argentina…” (18).
Ferri propone que los socialistas actúen como demócratas republicanos, que renuncien a la lucha por el socialismo.
Y aunque va a criticar a la UCR, de hecho va a pregonar — como Lallemant— que la clase obrera debe esperar su turno, hasta tanto cumpla su misión “industrializadora el capitalismo y… su partido “radical" (que para Ferri es uno “ideal”, y para el otro, con los pies en la Argentina, no puede ser otro que la UCR, al que por lo tanto hay que apoyar… e integrar).
Justo se levantó contra todo esto y defendió el carácter socialista del partido obrero en las condiciones particulares de nuestro desarrollo capitalista. Por graves que hayan sido otros errores, esa defensa de la independencia obrera y del carácter socialista de la perspectiva que abre la entrada del capital en nuestro país, constituye un logro y un mojón indiscutibles.
Para el socialismo científico y revolucionario importa considerar la historia de nuestra clase como un eslabón en la realización de nuestras tareas. A su turno, esto exige explicar por qué fracasaron quienes nos precedieron.
Muchos historiadores suelen decir que es indispensable la distancia del tiempo para analizar los hechos. Lo ocurrido con nuestros ‘izquierdistas’, respecto al PS, es una demostración de la falsedad de lo anterior. Cuanto más pasa el tiempo más se obnubilan. Se colocan así por atrás inclusive de los historiadores "foráneos” del movimiento obrero, quienes rescatan por lo general el mérito histórico de nuestro primer partido obrero y su siqnificación a escala continental (19).
y aunque, como ya se dijo, Juan B. Justo y su generación no alcanzaron la estatura del socialismo científico y revolucionario, estuvieron claramente mil veces por encima de aquellos pontífices’ izquierdistas, que bajo esta ‘democracia’ Alfonsino-menemista devinieron vulgares defensores de los partidos “populares y nacionales” de la actual política criolla.
¿Un partido lassalleano?
El socialismo, para nuestro primero partido obrero, era la conclusión “natural” del desenvolvimiento de la “democracia”. No caracterizaba a ésta como un régimen de clase, una forma específica – sobre todo la más pérfida – de la dictadura del capital. Sin caracterizar esa función clasista, Justo y los suyos tomaban la “democracia” como un medio para consumar los objetivos inmediatos del proletariado: “mientras la burguesía respete los actuales derechos políticos y los amplíe por medio del sufragio universal, el uso de estos derechos y la organización de resistencia de la clase trabajadora serán los medios de agitación, propaganda y mejoramiento que servirán para preparar esa fuerza" (20).
Del mismo modo, las actas del I21 Congreso concluyen con la declaración "de que la clase trabajadora se organiza como clase y como tal aspira a obtener su mejoramiento dentro del terreno práctico y legal" (21).
El PS nunca asumió como propios los objetivos históricos de la clase obrera: “nuestro movimiento es ante todo económico. No somos ideólogos que luchan por vagas aspiraciones de justicia, o de libertad; queremos en primer término el mejoramiento económico, y sabemos que así conseguimos lo demás por añadidura (22).
Nuestros primeros socialistas no asimilaron evidentemente la ruptura del socialismo obrero de Marx y Engels con la burguesía liberal republicana. Justo y los suyos hicieron de la lucha por el sufragio universal un fin estratégico, sin comprender que no sólo la burguesía, sino hasta las clases oligárquicas (y ni hablar del imperialismo) pueden y van a servirse de la “democracia” fundamentalmente contra el movimiento obrero y la insurgencia de las masas (¡frente popular!). En esto consiste también el desarrollo desigual y combinado característico de esta época de internacionalización de las relaciones de producción capitalistas (lo que no significa, por supuesto, igualación universal de regímenes políticos, como no se produce tampoco una uniformidad de relaciones de producción).
Los historiadores han prestado escaso interés por el estudio y la comprensión de los orígenes y las consecuencias – aparentemente contradictorias – de este entrocamiento del ‘justismo’ con el socialismo liberal burgués.
El socialismo argentino ‘mamó’ de los PS mayores de Europa occidental, entre los que se destacan el de “Alemania, Italia, Francia, Bélgica”. Así lo señaló Jose Ingenieros en 1901, reivindicando de todos ellos lo mismo que destaca para sí: la pérdida de “las ilusiones propias de la adolescencia…” (23). Estos partidos, especialmente en el período posterior a la muerte de Engels (1895), degeneraron profundamente hacia el reformismo y el socialpatriotismo.
El carácter no marxista de nuestro primer partido obrero – más allá de que aquí como en todos lados se proclamen “discípulos” de Marx y Engels – es en realidad más “comprensible” que en cualquier otro lado. En la propia cuna del proletariado más avanzado de Europa, la mayoría de los PS surgieron con profundos rasgos no marxistas. Toda la vida de Marx y Engels es una lucha por orientar y corregir los primeros pasos del movimiento obrero occidental hacia la concepción científica que ellos fundaron. Basta examinar la denodada lucha teórica y política de Marx y Engels sobre la socialdemocracia alemana, de la que dan testimonio sus “criticas” a los programas de Gotha y de Erfurt.
Desde fines de siglo, sectores enteros de la II° Internacional muestran, especialmente en torno a la cuestión colonial, su pasaje creciente al campo de la reacción política. Se abren paso las posiciones colonialistas y/o imperialistas. Esto sucede en los principales partidos a través de sus máximos – o destacados – dirigentes (24). Justo, Lallemant, del Valle Ibarlucea, asumen aquéllos como sus “maestros” (25).Lo curioso – y hasta la fecha no advertido – es lo siguiente. En una primera etapa, las primeras organizaciones obreras socialistas en Europa convergieron mayoritariamente con la burguesía ‘radical’ o ‘progresista’ que se abría camino contra las clases del “viejo régimen”. Nuestro PS, en cambio, va a adoptar la “táctica” de atacar a la burguesía principalmente, buscando una vía para la transformación del régimen oligárquico-conservador desde “adentro”.
Se trata de un sorprendente caso de ‘lassallismo’. Las ideas del abogado alemán habrían llegado más lejos de lo que imaginaron Marx y Engels, quienes combatieron en Alemania denodadamente la tesis del dirigente que se adjudicaba la condición de ‘discípulo’de aquéllos. Lassalle fue un ‘precursor’ de la táctica justista. El y sus sucesores buscaban hacer avanzar al movimiento obrero de la mano del régimen imperial de Bismarck atacando a la burguesía ‘progresista’, la que por temor a la acción obrera se mimeti-zaba al régimen de los junkers prusianos. Marx y Engels reclamaron hasta el cansancio que los socialistas debían tratar "al partido feudal absolutista por lo menos con la misma dureza con que trataba a los progresistas” (26).
Los lassallanos, al decir de Marx y Engels, planteaban que “para dar visos de justificación a su alianza con los adversarios absolutistas y feudales contra la burguesía, declara(ban) que todas las demás clases formaban una ‘masa reaccionaria(27).
El primer manifiesto electoral del PS (1896) declara que “roquistas, mitristas, yrigoyenistas y alemistas son todos lo mismo” (28).
Justo va a proponer al Congreso un punto en el estatuto que decía: “El PS podrá aceptar alianza con otros partidos, siempre que se respete íntegramente nuestro programa” (29).
El Congreso discute ampliamente este punto y agrava aun más este lassallismo criollo, quedando definitivamente el artículo propuesto del siguiente modo (artículo 8 de los Estatutos): "serán excluidos del partido las colectividades o individuos que hagan pactos o alianzas con los partidos burgueses o con sus candidatos” (30).
Ocho años después, el ingreso de Palacios al parlamento es alcanzado tras una reforma en el régimen de circunscripciones electorales de la Capital que favorece al PS (31), y "gracias a una alianza con uno de los partidos que sustentaban al régimen vigente …los socialistas habían apoyado la candidatura a senador de Emilio Mitre” (32).
Es evidente que la demoledora crítica que Marx va a hacer a la concepción lassalleana de la masa reaccionaria en las “Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán” (bien conocida como "crítica al programa de Go-tha”) vale enteramente también para su análoga justista. Y que aquí, como en Alemania, tamaño desatino de socialismo “puro” o ultraizquierdismo, venía a encubrir una política reaccionaria.
Es cierto que nuestro partido “radical" nace con rasgos profundamente conservadores y clericales, asociado al militarismo y hasta a un ala de la oligarquía. Su fundador y dirigente más intransigente —Alem— se suicida años después de la "revolución del Parque", como expresión —dicen los historiadores— de su decepción e impotencia (días después, vale como un síntoma, del Congreso fundacional del PS). Esas características lo distinguen relativamente del batllismo uruguayo y del partido demócrata chileno (33). A pesar de todo esto, no deja de ser cierto que el radicalismo yrigoyenista va a ocupar en nuestro país el lugar de un movimiento nacional burgués que choca con el 'régimen' (como va a llamar Yrigoyen al Estado oligárquico). Y frente al cual va a practicar durante más de 20 años el abstencionismo electoral y el putchismo militar, hasta que la reforma electoral de 1912 termina con los rasgos más podridos del sistema roquista.
Un verdadero partido revolucionario probablemente debía plantearse, en las circunstancias que le tocó actuar a nuestro PS, una táctica como la formulada por la III Internacional. Un "frente antiimperialista" para concluir acuerdos de movilización contra el imperialismo y la oligarquía con partidos no proletarios. Como ya se vió, en sus estatutos el PS había rechazado esta posibilidad.
A la inversa, Juan B. Justo va a facilitar los intentos de "limpieza de fachada” que va a hacer el régimen del voto cantado y el fraude, por más que de palabra lo critique: “Hacia fin de ese año de 1901… El ministro de Gobierno de la provincia, gobernada por don Bernardo de Yrigoyen, lo inviste de poderes de comisionado para que asista a los comicios que se realizarán en el partido de Chacabuco. Misión… (que) aceptó" (34).
Ley tiránica del salario, librecambio y proteccionismo
Las analogías de nuestro PS con los planteamientos de Lassalle alcanzan, por lo menos, una cuestión clave más. Al igual que éste, defendió la supuesta “ley de bronce” de los salarios. Justo, como Lassalle, se retrotrae a las teorías de la población de Malthus y de la economía vulgar burguesa, que decía que el salario era el valor del trabajo, cuando Marx ya había demostrado que no es más que la forma disfrazada del valor—o el precio—de la fuerza de trabajo. “El sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se desarrollan las fuerzas sociales productivas del trabajo, aunque el obrero esté mejor o peor remunerado" (35).
Juan B. Justo no comprendió nunca las leyes de la economía política marxista. El editorial del N° 1 de ‘La Vanguardia’ (7/4/1894) concluye con la afirmación: “Venimos a difundir las doctrinas económicas creadas por Adam Smith, Ricardo y Marx, a presentar las cosas como son, y a preparar entre nosotros la gran transformación social que se acerca" (36).
Es en este mismo editorial que Justo va a fundar la tesis lassalleana del salario que denominará "ley tiránica":
“Si entre nosotros los salarios son a veces relativamente elevados, es debido a circunstancias transitorias que han de desaparecer para siempre. A medida que se perfeccione la producción y la circulación de las mercancías, el número de brazos disponibles va a ir en aumento, hasta que por fin se forme el ejército de desocupados que ya tiene a su disposición la clase capitalista de los otros países más adelantados… A medida, pues, que se caracterice la explotación capitalista en la República Argentina, los salarios van a bajar a su mínimo posible, al mismo tiempo que va a ser más difícil para el trabajador encontrar trabajo" (37).
Será por esto que Juan B.Justo, chocando incluso con posiciones oficiales del PS “se colocó decididamente en contra de la prohibición del trabajo por pieza —a destajo— por considerarla una traba al progreso técnico y una injusticía para las mejores aptitudes obreras. Sus convicciones eran tan firmes a este respecto, que en un congreso del Partido Socialista llegó a afirmar rotundamente que haría abandono de su banca de diputado antes de aceptar en silencio la prohibición del trabajo por pieza" (38).
Aquella posición lassalleana frente a la cuestión del salario -que comparte Lallemant también- tiene su correspondencia con otro planteamiento justista. Es el rechazo a toda forma de proteccionismo en defensa de la industria nativa; de lo que el nacionalismo burgués y sus escribas de izquierda harán un ariete para atacar al ‘cipayo’.
De que Justo razona en función de la supuesta ley tiránica lo indica un revelador artículo de la Vanguardia’ del 3/9/84 titulado “Algunas reflexiones sobre la industria nacional”: “En los veinte años que llevamos de sistema proteccionista —se refieren a las nacientes actividades protegidas como ‘el azúcar, el vino, el calzado y algunos otros artículos de la industria nacional'—… (los) efectos inmediatos han sido el encarecimiento excesivo de los productos de primera necesidad, que antes se obtenían a una relativa baratura… A este precio, la industria naciente ha prosperado sobre una base ruinosa, costando a la clase trabajadora sacrificios que jamás estará aquélla en condiciones de indemnizarle… Ya los trabajadores ingleses y alemanes, más preparados económicamente, han entendido la necesidad de una política tendiente a combatir este florecimiento artificial de industrias, que condenadas a morir ante la libre concurrencia del mercado universal, sólo son variables por el sacrificio de la gran dase consumidora y productora. Se han declarado partidarios del libre cambio, que fuera de completar el desarrollo de las formas capitalistas, tiene la inapreciable ventaja de abaratar constantemente el producto, y hacer más fácil la subsistencia de los trabajadores. Todo indica entre nosotros, por los resultados obtenidos con el proteccionismo, que la adopción de una política análoga no sería desatinada, tanto más, que hasta ahora, la clase trabajadora no tiene racionalmente nada que agradecer, y todo que reclamar, de un sistema cuya implantación ha tenido la virtud de hacer cada vez más extremadas sus condiciones de vida" (39).
El razonamiento de nuestros socialistas los lleva obligadamente a ponerse de espaldas de las luchas obreras en esas industrias (no dan ninguna salida). El artículo citado es una “reflexión" sobre una reciente lucha en los ingenios tucumanos, en la que los trabajadores acababan de obtener una victoria, y la que, según el PS, no puede hacer nada "para poner a flote una industria que no resiste la concurrencia universal” (40).
De antemano "proclaman” la supuesta inviabilidad de las luchas obreras en estas industrias.
Por otra parte, el planteamiento del justismo bregando por el librecambio se apoya en una vulgar y superficial interpretación de las posiciones iniciales del movimiento obrero de aquellos países. Hace abstracción del contexto histórico en que actuó el movimiento obrero inglés y alemán, por un lado; y el nuestro por el otro (y aun "despreciando" las considerables diferencias que hubo entre los dos primeros).
No es la supuesta influencia de Marx la que llevó a Justo a su reaccionaria (proimperialista) posición respecto del proteccionismo (41), sino la de Lassalle-Justo y su ley tiránica. Justo concibe al antiproteccionismo como un combate por el abaratamiento de los productos de primera necesidad, y por ello va a bregar durante toda su vida “por una ley de aduana para abolir o reducir los derechos sobre los artículos indispensables a la alimentación, el vestido, la vivienda y el trabajo de la población argentina” (42).
Las leyes de la economía capitalista se imponen mecánicamente para el justismo y no pueden ser quebradas por ninguna acción del movimiento obrero. La lucha de clases que va a reivindicar formalmente, queda reducida a un mero recurso parlamentario para la discusión de leyes y reformas impositivas. Sólo éstas tendrían la virtud de atenuar y/o corregir el devenir histórico, ante el cual no tiene ningún valor la acción directa—esto es lo esencial de la lucha de clases moderna.
Durante la gran huelga de inquilinos de 1907, el PS va a decir ante una situación de espantoso hacinamiento popular (los famosos conventillos) y de expoliación inmobiliaria por los grandes propietarios, que: “no cabe duda de que no pagando el alquiler y dañando a la propiedad, rompiendo puertas y ventanas no se fomenta la edificación de nuevas casas… (Además de promover Vas cooperativas de edificación el PS va a promover) la supresión de todo impuesto de aduana que grava la importación de materiales de construcción… influiría mucho sobre la baja de los alquileres. ¿Por qué se introducen libres de derecho los rieles para las poderosas compañías ferroviarias y no los tirantes de hierro para construir casas para los pobres?… Una huelga de consumidores es un contrasentido y un absurdo. Los inquilinos son consumidores. Hagan acción cooperativa y política con la extensión e intención con que han hecho ‘huelga’ y verán los resultados de tan fecunda obra” (43).
Es indudable que en la cuestión del proteccionismo se acaba también la analogía con el lassallismo, porque la capitulación de éste ante el canciller de hierro favorecía la política industrialista de los junkers y de la burguesía que va a pasar a apoyarlo. Estos van a ejecutar -mediante la así llamada 'vía prusiana’- la transformación del Imperio en una moderna nación capitalista. En Argentina, en cambio, la oligarquía va a perpetuar el atraso agrario, va a impedir la colonización agrícola y el poblamiento nacional, integrando al país al circuito de la economía mundial como una nación atrasada y semicolonial, colocada como un vasallo del imperialismo inglés.
El lassallismo de nuestro compatriota terminará colocando al PS en el campo de la política del ala del gran capital nativo más integrado al circuito imperialista -la oligarquía ganadera pampeana.
Al criticar el proteccionismo, Juan B. Justo se coloca abiertamente en el campo no del movimiento obrero inglés o alemán, sino del imperialismo. Al criticar a las “nacientes industrias", se presta al servicio de la prédica de los sectores comerciales e importadores porteños —el mitrismo, particularmente— que chocan con los intereses de las oligarquías del interior.
Notas:
1. Desde 1890, son los socialistas los “principales protagonistas de la mayoría de los intentos por crear organismos federativos” (Edgardo J.Bilsky, “Esbozo de historia deI movimiento obrero argentino: desde sus orígenes hasta el advenimiento del peronismo”, Ed. Biblos, 1986). Hacia Unes de siglo, debido a lo señalado en el texto principal, los sindicatos y las federaciones se desarrollan o vuelven a manos del anarquismo, y luego a las del sindicalismo.
2. Los anarquistas recuperarán terreno recién cuando entre ellos predomine la corriente “organizadora” en los 3 últimos años del siglo. Pero es sobre todo la disposición socialista a actuar “dentro del terreno de la legalidad y el orden constitucional” oligárquico —reconocimiento que hace el ministro de Interior. Joaquín V. González, en 1904. saludando la llegada de Alfredo Palacios al parlamento—: es esta actitud del PS lo que facilita el redespliegue anarquista, que tendrá su época de oro en la primera década de este siglo.
A pesar de haber incorporado tempranamente al acervo de los métodos de lucha proletarios la huelga general, la esterilidad anarquista se va a expresar de muchas maneras. Por un lado, van a defender los sindicatos por oficio, cuando la tendencia dominante en el movimiento obrero se dirige a la constitución de sindicatos por industria; del mismo modo, aferrándose al pasado, van a preservar básicamente organizaciones por colectividad de origen. En ambas cuestiones el socialismo expresa indiscutiblemente un desarrollo más avanzado. Los anarquistas van a atacar la acción política del PS en nombre de que “las reformas legales eran totalmente inútiles pues sólo implicaban cambios en las formas de explotar al pueblo…”. En tanto el “parlamentarismo” justista chocaba con los límites impuestos por el orden conservador, la prédica anarquista impuso su predominio. Así, “casi se podría sostener que la crisis política del orden conservador — hacia fines de la década— fue la crisis política del movimiento libertario"_( "Ideas y prácticas ‘políticas 'del anarquismo argentino ", Juan Suriano. Revista Entrepasados' N° 8, comienzos de 1995; de este mismo texto se extrajo la cita de J. V. González).
3. Fueron el nacionalista], J. Hernández Arregui y el ex-stalinista Rodolfo Puiggrós (el primer dirigente del PC que emigra tempranamente al peronismo) quienes tomaron de las logias patrióticas y fascistas la acusación de extranjerizante que se lanzó contra el PS, con argumentos ahora izquierdistas. La sabiduría de Miguel Cañé y su promulgada 'Ley de Residencia' parecen rezumarse en los textos de J. J. Hernández Arregui y R.Puiggrós. El primero se reliere al PS como integrado por “extranjeros apartados del país y preocupados solo en los “inmigrantes” ("La formación de la conciencia nacional”, Ed.CEFIL). R. Puiggrós acusó como “causas” de la supuesta desconexión del PS “con los grandes problemas nacionales… el internacionalismo abstracto… de las sectas anarquistas, sindicalistas, socialistas y comunistas” y el “racionalismo extranjerizante y formalista de las sectas de izquierda”. La “autenticidad” ausente en nuestros socialistas Puiggrós la encuentra en el yrigoyenismo ('Las izquierdas v el Problema Nacional ’, Ed. CEPE. 1973). El cinismo del teórico del nacionalismo revolucionario no tiene desperdicio. Las represiones del gobierno de Yrigoyen durante la Semana Trágica y en la Patagonia… serían 'responsabilidad' de la ‘izquierda “ante la situación contradictoria en que se había colocado Yrigoyen correspondía orientar la lucha de las masas de modo de aislarlo de la oligarquía y del imperialismo y no de arrojarlo en brazos de ellos” ("Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos (I)”, Ed. Hyspamérica, 1986). La escueta de Puiggrós tuvo varios discípulos, aunque el que ahora citamos es hijo de Jorge A. Ramos, otro escriba a sueldo del peronismo: "El socialismo argentino fue, en sus orígenes, un epifenómeno de la penetración imperialista” ("Juan B.Justo y el Socialismo cipayo", Ed.Octubre. 1974). Es indudable que los Puiggrós y los Ramos-Spilimbergo, que encima se hicieron pasar por marxistas haciendo gala de un vasto dominio de las categorías del socialismo científico, pudieron actuar así merced a la trágica herencia que dejaron socialistas y comunistas después de su incorporación a la Unión Democrática, bajo la batuta del embajador yanki. Los críticos de izquierda posteriores (Ratzer-Godio, N. Moreno, Alberto J. Pía) fueron a abrevar en aquellas fuentes.
Como se ve, 30. 40 ó 50 años después de los fraudulentos procesos a Saccoy Vanzetti. todavía por estas latitudes pululaban (¡y pululan!) quienes se tragan los versos de los escribas del nacionalismo reaccionario.
4. El socialista de origen alemán, Germán Ave Lallemant, venerado —como después se va a ver— por todos los críticos de izquierda, escribe sin embargo en 1898/9; “lo satisfactorio en el movimiento local es el hecho de que los que más activamente participan en la agitación, son argentinos de nacimiento y en menor medida extranjeros” ( “La clase obrera y el nacimiento del marxismo en la Argentina”, Selección de textos de G.A.Lallemant, con una Introducción de Leonardo Paso. Ed. Anteo. 1974).
5. 'Historia del socialismo argentino ’, tomo 1. de Jacinto Oddo-ne, CEDAL, 1983.
6. Prólogo de Emilio J. Corbiere al libro ‘La polémica Penelón-Marotta (marxismo y sindicalismo soreliano, 1912-1918)’, de Hernán Camarero y Alejandro Schneider, CEAL. 1991. La gratitud de Emilio J. Corbiere. hacia quien denostó al PS porque "no llegó a ser siquiera (un) organismo reformista”, quizás encuentre su explicación en que Moreno procuró progresar durante toda su vida asociándose a algún ala del viejo tronco socialdemócrata. Para Moreno, al PS “a lo sumo se lo podría caracterizar como el partido popular y obrero de laoligarquía financiera e importadora de la Capital Federal… copiaron los vicios más repugnantes de la burocracia reformista de Europa, sin imitar ninguna de sus virtudes” (Nahuel Moreno, 'Método de Interpretación de la historia argentina', Ed. Pluma. 1975).
7. QjI,dL
8. Julio Godio, “Historia del movimiento obrero argentino. Inmigrantes asalariados y lucha de clases. 1880-1910 ”, Ed. Tiempo Contemporáneo, 1973).
9. José Ratzer, 'Los marxistas argentinos del 90', Ed.Pasado y Presente, 1969.
10. Leonardo Paso, "Introducción… ” citada.
11. Alberto J. Pía. 'Orígenes de! Partido Socialista Argentino (¡896-1918)’, en revista 'Cuadernos del Sur’ N° 4. marzo-mayo’86.
12. Reproducidas en Leonardo Paso. Op.cit.
13. Según R. Puiggrós. Lallemant “se retiró de la actividad desengañado” ( Las izquierdas…’). Esta afirmación no se encuentra confirmada por otros autores.
14. Dice Víctor O. García Costa: “…el nombre de Germán Ave Lallemant aparece junto a los de Nicolás Jofré. Marcelino Ojeda, Eulalio Astudillo, entre otros, firmando el manifiesto del 24 de julio de ese año que llevó al gobierno de San Luis a Teófilo Saa. Antes, en 1890, había participado en la Unión Cívica Popular de San Luis, de la que fue secretario. Después, en 1905, lo haría en la lista de electores por la Capital de la Unión Provincial y. más tarde, en 1908, en la Mesa Directiva de la Unión Cívica Radical” (prefacio al libro 'El Obrero: selección de textos', CEAL. 1985
García Costa arbitrariamente, ve en esta conducta de Lallemant una manifestación de la política de Marx y Engels pregonada en el el Capítulo IVo del ‘Manifiesto Comunista ya que en San Luis *‘no estaban dadas allí las condiciones —ni objetivas ni subjetivas— para construirlo” (el socialismo) (id. ant.). Se trata de una interpretación totalmente antojadiza y contraria a la acción practicada por Marx y Engels a partir de las abortadas revoluciones de 1848/50.
15. En 1901. según informa Dardo Cúneo, fue José Ingenieros el primero en reivindicar el revisionismo bernstenicmo en el PS. Esto motivó “la crítica más rigurosa” en 'La Vanguardia a través de “un comentario de Adrián Patroni (dirigente obrero del PS) con el cual se solidarizaban públicamente varios compañeros y la redacción en pleno del semanario” ('Juan B.Justo y las luchas sociales en la Argentina’. Ed. Alpe, 1956).
16. Alberto J. Pía afirma maniqueístamente que entre todas estas tendencias (la de Lallemant. la de Lugones e Ingenieros y la colectivista) hay un hilo conductor de una postura '‘revolucionaria’’. lo que es totalmente falso. Alberto J. Pía farolea cuando dice que los "colectivistas atacan en forma global a la política del partido, y acusan a Justo de alinearse con las posiciones de Bernstein” (Op. cit.). El mismo Pía reconoce una página después que sólo a partir de la escisión de 1906 estuvieron en "discusión interna… problemas de principios, de tácticas, etc.” (id. ant.). Ni siquiera la escisión del PSI, en 1918, superó programáticamente al PS, ya que como recuerda correctamente Pía, en el Congreso fundacional del PSI “se aprueba una Declaración de Principios que es exactamente la misma del Partido Socialista…” (id. ant.). Agreguemos nosotros que lo mismo se hace con el viejo programa mínimo.
17. El sindicalismo pasará a dominar claramente el movimiento sindical de nuestro país después del 10 y se transformará en las dos décadas siguientes en la principal fuerza que desde adentro de los sindicatos contribuye a integrarlos al Estado, tendencia que se pavimentará luego bajo los gobiernos de Justo y Ortiz —bajo el dominio socialista-comunista del movimiento obrero—, y se coronará finalmente bajo el régimen peronista. Del sindicalismo salió tempranamente el primer sector del movimiento obrero que se integró a un partido burgués. Julio Arriaga. ex-socialista y fundador del sindicalismo en 1906, se integró en 1916 al yrigoyenismo.
18. Dardo Cúneo, Op.cit.
19. La Historia del Pensamiento Socialista' de G.D.H. Colé, Tomo IV, Cap. XXII, Ed.Fondo de Cultura Económica,
1960; la Historia del Marxismo (época de la IIaInternacional) ” (autores varios). Tomo I. Cap. I "La difusión y la vulgarización del marxismo de Franco Andreucci, Ed. Bruguera, 1980; y la Historia General del Socialismo”, publicada bajo la dirección de Jacques Droz, Tomo I del período ''De 1945 a nuestros días”. Cap. III, de Robert Paris y Madeleine Rebérioux, Ed. Destino, 1986; todos estos textos destacan la importancia de la constitución del PS en la Argentina. Particularmente, la trascendencia del debate con Ferri, recorrió las filas de la Internacional en ese periodo. El PS, como nuestros primeros anarquistas —dicen R. Paris y M. Rebérioux— fueron “paradigmas” para toda América Latina.
20. De la Declaración de Principios aprobada en el Congreso fundacional. En este Congreso se había votado otro párrafo que seguía al anterior, que va a ser eliminado completamente en el II Congreso (1898): “Que por este camino el proletariado podrá llegar al poder político, constituirá esa fuerza, y se formará una conciencia de clase que le servirá para practicar con resultado otro método de acción cuando las circunstancias io hagan conveniente”.
21. Actas del Congreso fundacional del PS, reproducidas en "La Vanguardia” del 4/7/1896, en "La Vanguardia: selección de textos (1894-1955)”, CEDAL, 1985.
22. Idem. ant.
23 Citado en Dardo Cúneo, Op. cit.
24. En el mejor de los casos denuncian los ‘atropellos’ de las guerras coloniales, pero los fabianos (ingleses), como los belgas a través de Vandervelde, se van a colocar ya, a principios de siglo, en defensa del mantenimiento de las colonias de 'sus' países (es el caso de los primeros con Sudáfrica -en medio de la guerra anglo-boer-, de los otros con el Congo). Bernstein va a proclamar en 1899 un “limitado derecho de los salvajes a la tierra que ocupan” y habla del “derecho superior de la cultura superior”. Kautski, en 1907, va a hablar de una "política colonial socialista” y va a condenar de antemano las rebeliones “indígenas… los medios de poder de los estados capitalistas son tan grandes que no debemos esperar que una de esas rebeliones pueda, en nuestros días, alcanzar sus objetivos. Solamente podría empeorar la suerte de los indígenas. Aun aprobando estas revoluciones y aun simpatizando con los rebeldes, la socialdemocracia no puede ayudarlos, así como no ayuda a los Putsche sin perspectiva del proletariado en Europa” (Posición marxista sobre el problema colonial antes del período de la Comintern, en 'La Internacional Comunista y el problema colonial', de Rudolf Schlesinger, Pasado y Presente, 1974).
25. Es cierto, como afirma Alberto J. Pía, que “en el Congreso de Stuttgart de 1907… los socialistas argentinos están abiertamente con Bernstein”. Sin embargo es una exageración, para este período por lo menos, afirmar que “apoyarán la penetración colonialista” y que por “ello… (apoyan) la intervención norteamericana en Cuba en 1898” (Op.cit.). Esto último es una falsedad total: Justo sigue frente al conflicto cubano la opinión del dirigente socialista español Pablo Iglesias, quien saluda la lucha emancipadora. Combate —según informa D. Cúneo— a ‘‘los españoles que (dentro del partido)… justifican la política metropolitana y se niegan a reconocer las aspiraciones de los antillanos”. “Al Partido lo decide la opinión de Justo” (Op. cit.); por este motivo un dirigente de ese origen —Carlos Malagarriga— abandona las listas del PS.
26. La organización socialdemócrata en Alemania' de Martha Cavílliotti, en 'Historia del movimiento obrero’, Tomo 2, CEDAL, 1973.
27. Carlos Marx, el fundador del socialismo científico Franz Mehring, Ed. Claridad, 1943.
28. Jacinto Oddone, Op. cit.
29. Actas del Congreso, en R. Reinoso, Op. cit.
30. Jacinto Oddone, Op. cit.
31. El ya mencionado ministro roquista, Joaquín V. González, va a alentar esa reforma (sancionada por ley en el Congreso en diciembre de 1912) argumentando que “no nos deben asustar …las teorías más extremas del socialismo… Es mucho más peligrosa la prescindencia de esos elementos que viven en la sociedad sin tener un eco en ese recinto, que el darles representación” (citado por Víctor O. García Costa, en 'Alfredo L.Palacios. Un socialismo argentino y para la Argentina', Tomo 2, CEDAL, 1986). Curiosamente, Julio V. González, un hijo de ese ‘ilustre’ hombre de la “generación del ’80”, se enrolará en las filas del PS en los años ’30, destacándose como diputado nacional, calificado historiador de la reforma universitaria y lúcido crítico de la dirección ghioldista-gorila en la década peronista, falleciendo en 1956.
32. Juan Suriano. Op. cit. Este historiador destaca las denuncias que formulan al PS los anarquistas. Estos, van a atacar rabiosamente por ello al PS, “sosteniendo 'la farsa y el engaito y haciendo que perdure un sistema caduco y corrompido’… Con rencor, el anarquismo juzgaría a los socialistas: 'son híbridos, son la lepra política. Ciudadanos, no votéis por ellos’" (id. ant.).
Los historiadores del PS no han dejado constancia de ese acuerdo tácito entre el mitrismo y el justismo. Sin embargo, tanto Dardo Cúneo (Op. cit), como García Costa en la ya citada obra sobre Palacios, reconocen que el candidato mitrista que compite por la diputación de la circunscripción 4ta. (La Boca) levanta su candidatura a poco de iniciado el comicio y convoca a sus seguidores a votar por Palacios
33. Al igual que Juan B. Justo, el fundador del PS chileno. Luis E. Recabarren, va a actuar en el marco del partido burgués democrático durante un período. Recabarren lo va a hacer durante casi 15 años, rompe recién en 1911. Recabarren. a diferencia de Justo, rompe con la IIa Internacional para sumarse a la III. Cuando comienza la degeneración staliniana. Recabarren se suicida a fines de 1924 “desilusionado por el curso de los acontecimientos en la Unión Soviética (muerte de Lenin. triunfo de Stalin sobre Trotsky)” (R. Alexander. "El movimiento obrero en América Latina”, citado en "Recabarren, los orígenes del movimiento obrero en Chile”, de E. Viola, fascículo N° 10 de 'Historia de América en el siglo XX’. CEDAL, 1971).
34. D. Cúneo, Op. cit.
35. C. Marx, Crítica al programa de Gotha. en 'Obras Escogidas, 2'. AKAL Editor, 1975.
36. J. Oddone, Op. cit.
37. Idem ant.
38. Prólogo de Nicolás Repetto al libro 'Discursos y Escritos políticos' de Juan B. Justo. Ed. El Ateneo, 1933.
39. Reproducido en el libro de R. Reinoso, Op. cit.
40. Idem ant.
41. Emilio J. Corbiere insinuó esto en sus comentarios a una recopilación de textos de Juan B.Justo. editado en 1980. Ver "Internacionalismo" N” 3. agosto de 1981, artículo de Osvaldo Coggiola comentando el libro "Juan B.Justo v la Cuestión Nacional ”.
42. Discurso del dirigente socialista Mario Bravo, en el primer aniversario de la muerte de Juan B. Justo, en 'Mario Bravo, poeta y político’. Dardo Cúneo, CEDAL, 1985.
43. 'La Vanguardia'. 24/11/1907. reproducido en R. Reinoso. Op.cit.