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La partición de Bosnia y la solidaridad internacionalista


(A propósito del artículo de Luis Oviedo de En Defensa del Marxismo n° 9, “Cuatro años de guerras en los Balcanes”)


 


La burocracia y la cuestión nacional en la ex-Yugoslavia


 


Ei extenso artículo de Luís Oviedo contiene muy importantes definiciones de principio sobre el Plan de Paz de Dayton, la crítica de las tres facciones burocráticas en pugna por repartirse el territorio de Bosnia y la defensa de la integridad territorial nacional de Bosnia frente a la burocracia y el imperialismo, con la perspectiva de la Unión Socialista de Yugoslavia como única vía de superación del conflicto en favor de la clase obrera y los pueblos yugoslavos, que han sido lanzados unos contra otros por la burocracia restauracionista.


 


Dentro del acuerdo general con esas posiciones, queremos explicitar lo que nos parecen elementos confusos, incluso contradictorios, entre distintas partes del texto, y que a la postre incapacitan para la intervención práctica concreta. En el afán por criticar a las corrientes morenistas en su definición de la “lucha de liberación nacional” de Bosnia y Croacia contra Serbia, se cae en lo contrario: afirmar la inexistencia de problemas nacionales en Yugoslavia y atribuir el origen del enfrentamiento a la instigación imperialista; esto lleva a una posición que, con muchos matices y explicaciones diplomáticas tomadas de De Michelis, acaba sugiriendo que los tres bandos son reaccionarios y antinacionales por igual, lo que permite una cómoda posición de crítica general sin bajar a precisar dónde puede haber tendencias progresivas y qué tareas puede abordar el movimiento obrero internacional en su apoyo.


 


Respecto al plan de paz, hay que añadir que, además de reaccionario e imperialista, es totalmente inestable y políticamente inviable. En cuanto a la crítica de los que atribuyen la guerra a "odios ancestrales" o al "fracaso del socialismo”, creemos que no se puede hablar de tales odios ni, evidentemente, de que existiera el “socialismo", pero eso no debe llevarnos a infravalorar las contradicciones del régimen burocrático yugoslavo. La burocracia de Tito no pudo ser un extraño régimen democrático-no socialista que, sin embargo, logró resolver los problemas nacionales, sino que mantuvo las diferencias entre nacionalidades y la agudización de la crisis económica (inflación, deuda externa, etc.) las puso aun más de manifiesto.


 


Las camarillas burocráticas emplearon las diferencias entre las repúblicas como válvula de escape e impulsaron la propaganda ultra-nacionalista y fascistoide que luego justificaría la guerra, pero nada de eso habría sido posible de ese modo si no hubieran existido diferencias nacionales. Lo verdaderamente simplista es pretender explicar todo lo ocurrido por presiones imperialistas hacia la guerra y el interés en dividir Yugoslavia en cantones que acabarán siendo colonias.


 


Es cierto que el endeudamiento yugoslavo y la penetración del gran capital financiero agudizó los desequilibrios económicos entre las repúblicas y eso espoleó la ruptura de la unidad del Estado y la guerra, pero porque aquella penetración y esta fractura siguió las líneas ya marcadas por la propia burocracia. La contradicción entre las repúblicas más ricas y dinámicas de Croacia y Eslovenia y el poder central de Belgrado, identificado mayoritariamente en cuanto a aparato político y militar con Serbia, estalló en cuan o éste quiso forzar un cambio en la estructura de la Federación, como bien señala el artículo. Las restantes repúblicas, Bosnia y Macedonia, se vieron obligadas a optar por la independencia para no verse totalmente relegadas, a es K) del Kosovo albanés, en la nueva Federación Yugoslava que sería mejor llamar Gran Serbia.


 


La guerra no tiene, desde luego, un carácter progresista y de liberación nacional – caracterización que se atribuye al Mst y que nosotros no hemos leído. Creemos que detrás de cada bando ha habido y hay aparatos armados de fracciones burocráticas asociados a diferentes sectores del imperialismo, como dice el PO, pero esto no debería ocultar el que hubiera reivindicaciones nacionales irresueltas en el Estado obrero degenerado yugoslavo.


Es obvio que la unidad de los pueblos eslavos del sur es progresiva respecto a su atomización, y que la Federación yugoslava de Tito derrotando al nazismo fue un paso en esa dirección progresiva, pero en ese Estado no fue ni democrático ni socialista, y no sólo no logró superar los problemas nacionales sino que mantuvo los desequilibrios sociales y abismales diferencias de desarrollo territorial y entre las repúblicas.


 


La unidad de los pueblos no fue impuesta, sino surgida de una lucha común contra el invasor fascista, pero el Estado Federal yugoslavo nunca quiso abordar el problema albanés en Kosovo, por ejemplo. El carácter democrático-revolucionario del derecho a la autodeterminaciín radica en que es la llave que permite dar confianza a las masas de las nacionalidades de que la decisión última sobre unidad o separación política está en sus manos, para ejercerla cuando y todas las veces que la vean necesaria. Esto es lo que asegura la estructuración democrática del Estado y da autoridad a los marxistas revolucionarios ante las masas, cuando defendemos la mayor unidad de la clase obrera por encima de las fronteras e intereses de burguesías y burocracias ‘nacionales’.


 


El mismo artículo se responde a sí mismo cuando observa que los “stalino-nacionalistas serbios – que dominaban el aparato del Estado Federal y, particularmente, su ejército – fueron los primeros en cuestionar las fronteras nacionales arbitrariamente diseñadas al fin de la guerra (cierto: apoyaron el cambio constitucional, la creación de ‘regiones autónomas' serbias en Croacia y Bosnia, se negaron a entregar la presidencia rotatoria cuando acabó su turno…). Su objetivo era transformar a Yugoslavia en una ‘Gran Serbia’…". En condiciones de aguda crisis económica, enorme deuda externa y significativas movilizaciones de los trabajadores, la burocracia de Belgrado trató de dar un paso más, convertir la preeminencia de que disfrutaba en una hegemonía total y completa, con el sometimiento de las minorías a un Estado centralista. La respuesta de otros sectores de la burocracia (croata, esloveno) se apoyó en un sector del imperialismo y en las propias reivindicaciones nacionales para mejor reforzar su causa y, de paso, desviar la presión social con discursos chauvinistas y prácticas fascistas tales como la limpieza étnica croata en 'Herzeg-Bosna’, Krajina y Eslavonia en nombre de la Gran Croacia, por ejemplo.


 


La intervención del imperialismo en la cuestión de Bosnia


 


La inesperada duración de la guerra en la ex-Yugoslavia se explica por la actitud del imperialismo, que empezó defendiendo la ‘unidad’ de Yugoslavia bajo Milosevic, es decir, dentro de las fronteras de la posguerra mundial, esperando que la burocracia fuera capaz de controlar y dirigir la transición al capitalismo sin mayores sobresaltos (sobre todo en lo tocante al pago de la deuda externa). Luego de que Alemania reconociese unilateralmente a Eslovenia y Croacia, el respeto a los acuerdos de Helsinki fue sustituido por un 'realista' y cínico reconocimiento de las fronteras de la partición étnica, siguiendo las líneas del frente en función del desarrollo de la guerra, para lo que se diseñaron sucesivos planes de partición de Bosnia.


 


El “apoyo norteamericano a croatas y musulmanes” no es tal, sino un modo de contrapesar los intereses políticos europeos occidentales y rusos en la región. En el plano militar, no cabe hablar de apoyo norteamericano directo sino de un “mirar para otro lado” mientras Croacia compraba armas checas y alemanas, o algunos países islámicos enviaban cargamentos de armas ligeras a la Armija del gobierno de Sarajevo. El embargo de armas que ha mantenido inerme al improvisado 'ejército' bosnio, y que ha permitido que las ciudades y enclaves de mayoría musulmana agonizaran sometidos a cercos medievales, ha seguido y sigue vigente hoy incluso en los términos del Acuerdo de Dayton. En la revista Time se revelaban planes futuros de entrenamiento y apoyo al ejército bosnio que podrían realizar empresas privadas dirigidas por ex-generales yanquis, precisamente para burlar los términos del Plan de Paz.


 


La misión de la ONU, durante estos años, ha sido totalmente impotente para detener las hostilidades, sin capacidad para intervenir ni proyecto político que sostener y, en último término, de complicidad con los agresores serbios de Karadzic y Mladic, a los que entregaron las 'zonas seguras' de Srebrenica y Zepa después de haberlas desarmado, y en las cuales los cascos azules asistieron impasibles a masacres atroces.


 


Los ataques posteriores de la OTAN sólo pretendían obligar al parlamento serbio de Pale a reconocer que no podían mantener bloqueada la situación y que debían conformarse con apropiarse de la parte conquistada y ‘limpiada’ étnicamente. Por eso no dañaron la capacidad ofensiva de la ‘República Serpska’ sino sus centros de comunicaciones y antiaéreos. Para el pueblo bosnio situado en el bando de mayoría musulmana, la acción de la OTAN no fue un apoyo sino más bien una trampa, ya que llegó cuando el equilibrio de fuerzas se estaba inclinando del lado contrario a los serbios, precisamente para evotar que la guerra evolucionase hacia una solución independiente del imperialismo.


 


La ofensiva croata en la Kranija no se benefició de los ataques de la OTAN, sino de los contratos entre Tudjman y Milosevic para el reparto de Bosni a ctos de los “musulmanes”. Milosevic decidió sacrificar esta vez a Milan Martic y a Karadzic, renunciando a una parte de su Gran Serbia a cambio del levantamiento de las sanciones económicas y la consolidación de las conquistas. Digamos de paso que las diferencias entre Karadzic y Mladic que menciona el artículo de Luis Oviedo no son más que dos caras de la misma moneda: perones carificables de la vieja estrategia “nacionalista” de la burocracia de Belgrado, que les armó, impulsó y protegió bajo una falsa apariencia de neutralidad. Cuando esos intereses han cambiado, Milosevic se ha arrogado toda la representatividad serbia, aceptando incluso en el acuerdo la entrega de los barrios de mayoría serbia de Sarajevo y la persecución de los criminales de guerra.


 


El imperialismo norteamericano nunca se ha negado a reconocer a la ‘República Serpska’ de Bosnia: su patrocinio de la Federación croata-musulmana no ha conseguido más que un temporal alto el fuego entre los dos supuestos ‘socios’ – que además, puede romperse en cualquier momento, ya que subsisten las aspiraciones territoriales croatas. Además, las tropas yanquis acaban de inventar excusas para justificar el no haber arrestado a Karadzic, cuando hubiesen podido hacerlo para entregarlo al Tribunal Internacional (ya que es uno de los pocos que figura en la lista de criminales de guerra ‘conocidos’ por la OTAN).


 


Sobre el levantamiento del embargo de armas


 


En el artículo de Luis Oviedo se dice sin la menor reserva que la consigna de "levantamiento del embargo de armas” a los musulmanes es poner en manos de la burocracia musulmana los medios materiales para llevar a cabo su política y que eso encubre que los turcos y la CIA ya han llevado a cabo el trabajo desde agosto de 1993. Según PO n° 404, esa consigna equivaldría a reclamar la intervención del imperialismo norteamericano…


 


Para nosotros, éste es un punto básico de desacuerdo, porque primero, la burocracia musulmana, consciente de su debilidad militar, nunca buscó imponer su política por ese medio, sino a través de apoyos políticos y diplomáticos (en el imperialismo y en los estados árabes); por eso devolvió los arsenales de armas pesadas al ejército yugoslavo justo antes de la agresión. Segundo, el 'ejército' bosnio es improvisado, de base popular (obreros, estudiantes y voluntarios), prácticamente sin entrenamiento ni mandos de carrera: dispone casi únicamente de armas ligeras para la defensa, tercero la consigna del levantamiento del embargo de armas es justamente lo contrario de pedir la intervención del imperialismo: está asociada a la exigencia de retirada de las tropas de la ONU y de la OTAN y al planteamiento de que el pueblo bosnio pueda defender por sí mismo su unidad, integridad territorial y pluralismo cultural y étnico. El argumento de que las armas proceden del imperialismo en todo caso y que eso significa dependencia de la burocracia respecto de aquél, es inexacto (las armas han llegado sobre todo de Irán y del contrabando). El error de partida está en que la guerra de Bosnia no es una pelea interburocrática sin más sino que en el bando mal llamado ‘musulmán’ (ya que no se define una nacionalidad por creencias religiosas) están los defensores de la república Bosnia, mientras que los bandos serbio y croata son apéndices de las repúblicas vecinas que buscan destruirla y repartírsela.


 


Independientemente del carácter de la burocracia de Izetbegovic, no cabe la neutralidad ante la lucha entre quienes defienden conquistas sociales y democráticas, y los que las agreden en nombre de derechos nacionales expansionistas y raciales. Salvando las distancias se ha hecho muchas veces la comparación entre la asediada Bosnia y la República española sometida a la agresión fascista y al embargo de armas internacional. ¿Habría en ese caso que rechazar las armas soviéticas porque sometían a la República al chantaje político de Stalin? ¿O quizás había que ser neutral, porque ambos bandos ten.an dirigentes burgueses y reaccionarios?


 


El movimiento obrero y le solidaridad internacionalista


 


La antigua Federación Yugoslava no era el socialismo ni una Arcadia feliz, pero sí un avance en la expropiación del capital y en la unidad de los pueblos yugoslavos. Para que hoy pueda recuperarse —o simplemente ser comprendido— el sentido progresivo de la consigna de la Unidad Socialista de los pueblos yugoslavos, hay que pasar por la derrota de los Milosevic, Tudjman e Izetbegovic a manos de sus respectivos pueblos y por la superación de las diferencias nacionales. Hoy por hoy, respecto al conflicto de Bosnia, esta consigna sólo sirve como marco teórico, pero bastante poco en el trabajo cotidiano. No se puede emplear para obviar que hay un bando agresor y otro agredido —aunque al frente de ambos haya sectores de la burocracia y, detrás, intereses imperialistas que han tenido empantanado el conflicto bajo el control cómplice de la ONU. Es muy importante el apoyo a la lucha contra la guerra que se ha dado minoritariamente en Belgrado, y la solidaridad con los desertores y refugiados, pero todo eso es claramente insuficiente: una vez enquistado el conflicto es forzoso definir la posición de cada parte e intervenir políticamente.


 


Y esto es reconocer que además de la lucha interburocrática, y por encima de ella, estén los defensores de la unidad de Bosnia, de su pluralismo étnico y cultura, que defienden el laicismo frente al proyecto de Estado islámico de un sector del SDA. Estas contradicciones se han expresado incluso en la reciente ruptura de ese partido y la dimisión del primer ministro, Haris Siladzic. Más allá de la voluntad de la burocracia islamizadora, están los partidarios de la unidad nacional bosnia de carácter democrático, laico y pluriétnico, luchando contra la partición de Bosnia y la 'purificación' étnica de los tres cantones que prevé el Plan de Dayton. A ellos se dirige la solidaridad internacionalista, con el doble objetivo de apoyarles políticamente y de ganar, a través de la campaña, a los sindicatos, para que sean activos en la denuncia de los planes del imperialismo, del papel de la ONU y la OTAN, y levanten una solidaridad de clase, mucho más allá de lo caritativo o humanitario. Se trata de que el objetivo de reunificar los Balcanes en un Estado socialista pasa necesariamente por la defensa de Bosnia en su integridad y pluralismo étnico. ¿Quién podría entender que fuera de otro modo?


 


Esta es también una tarea de educación del movimiento obrero, de internacionalismo consecuente, en la que los trotskistas tenemos un deber esencial: es lo que pretendemos que sea la campaña de Ayuda Obrera a Bosnia.


 


Plantear la solidaridad de manera consecuente en los sindicatos y en los barrios obreros, poniendo por delante la denuncia del imperialismo y la exigencia de la retirada de la ONU y la OTAN, supone llevar una batalla política contra las burocracias sindicales y generar un movimiento de solidaridad consciente entre sectores de la clase obrera y la juventud —aprovechando, desde luego, la sensibilización por la guerra y la disposición al trabajo humanitario para intervenir y delimitarse políticamente. Para nosotros, es la forma consecuente, práctica, de aplicar el internacionalismo de clase. Esto es cualitativamente más eficaz que la simple propaganda de posiciones generales, y situar el debate con las corrientes morenistas en otro plano: el del oportunismo en el movimiento de masas y la adaptación a los aparatos burocráticos.


 

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