1 La situación mundial está caracterizada por la crisis e inestabilidad de la dominación capitalista. Los capitalistas atacan a la clase obrera para mantener su rentabilidad y los obreros resisten. Económicamente, la crisis capitalista se puede ver en el masivo exceso de capacidad y de sobreacumulación del capital en una escala mundial; en la creciente desigualdad de riqueza y salario; en el desarrollo de la especulación y el carácter parasitario del capital financiero a un grado no visto desde los años 20; en la crisis financiera resultante que barrió Asia, Rusia y Brasil en 1997 y 1998; en la incapacidad del capitalismo para ofrecer cualquier perspectiva de desarrollo en Africa, y en el terror de los capitalistas a un "aterrizaje violento" en los países capitalistas avanzados después de los rentables pero cada vez más especulativos años 90.
Políticamente, la tendencia de las masas a resistir se puede ver en la serie de explosiones a lo largo del mundo, incluyendo los levantamientos en Albania, Indonesia, Ecuador y Colombia; en las huelgas en Sudáfrica, Corea del Sur, China y Bolivia; en las huelgas estudiantiles en México; en el lazo anti-OMC entre los sindicatos y los estudiantes en Estados Unidos; en el retiro forzado de los israelíes del Líbano, y en la debilidad gubernamental en muchos países.
2. La inestabilidad es una expresión del quiebre de todos los elementos de equilibrio capitalista de la segunda posguerra. A través de los años 50 y 60, la economía mundial creció con una relativa rapidez en el orden establecido por el "compromiso social del Estado de Bienestar" en los países capitalistas avanzados, de la dominación norteamericana entre los imperialistas, descolonización y neocolonialismo, del apoyo mutuo de facto de los imperialistas y los stalinistas. Con el fin de los años 60, el capitalismo entró en un período de crisis caracterizado por una lucha de clases más intensa en los países capitalistas avanzados, por rivalidades interimperialistas, por una incrementada presión imperialista 3sobre las semicolonias y la resistencia de éstas, y por el conflicto entre los stalinistas y los imperialistas sobre Vietnam y Afganistán, y la política guerrerista de Carter/Reagan.
3. A principios de los años 70 la clase obrera tenía la iniciativa, ya que los capitalistas estaban forzados a hacer concesiones a los trabajadores y a la juventud en los países centrales y a las luchas de liberación nacional y los movimientos nacionalistas burgueses en las semicolonias, y habían sido derrotados en Vietnam. Al faltar una dirección revolucionaria consistente, sin embargo, las luchas de los trabajadores lograron importantes victorias, pero después se redujeron, dejando espacio a los capitalistas que reagruparon sus fuerzas y comenzaron una contraofensiva. A lo largo de los 80 la clase obrera retrocedió en la mayoría de los países y en 1991 la Unión Soviética cayó víctima de sus contradicciones internas y de la presión imperialista y colapsó. Los capitalistas esperaban imponer un "nuevo orden mundial" neoliberal de explotación capitalista sin límites, encubierto en la democracia y reforzado por intervenciones militares "humanitarias".
4. A pesar de sus éxitos, los capitalistas no han podido establecer un nuevo equilibrio, ni político ni económico.
Algunos observadores, incluyendo algunos en la izquierda, ven la posibilidad de una nueva expansión económica a largo plazo, basada en avances tecnológicos en computadoras, telecomunicaciones y bioquímica, la expansión global del comercio y la inversión, en el muy incrementado ritmo de la explotación y la apertura de la ex Unión Soviética y China a la penetración imperialista. Pero esta es una posibilidad ilusoria.
El masivo exceso de capacidad, las rivalidades interimperialistas y la resistencia de los trabajadores no permiten a los capitalistas tomar ventaja de sus posibilidades tecnológicas. Los capitalistas no pueden dar las concesiones que serían necesarias para garantizar la paz social y permitir que funcionen o la democracia o la dictadura. El nuevo orden mundial ha fracasado.
5. A mediados de los 90, los trabajadores comenzaron a resistir el orden neoliberal. Luchas de clase y sociales se hicieron más frecuentes, y la vanguardia amplia de la clase obrera comenzó a recuperarse del shock y la confusión creados por las derrotas de los años 80 y 90, sobre todo del colapso de la Unión Soviética, y a buscar las razones de sus derrotas y las maneras de superarlas.
Con el stalinismo, la socialdemocracia, el sindicalismo estrecho y el nacionalismo pequeñoburgués desacreditados, elementos de la vanguardia empezaron a buscar alternativas más radicales, incluyendo el trotskismo.
6. El desarrollo de la lucha de clases todavía es muy desparejo y aún no está en un nivel que amenace la dominación capitalista a escala mundial. Por el momento, los capitalistas tienen la posibilidad de continuar sus ataques contra la clase obrera a través de maniobras dentro de la gama relativamente estrecha de la centroizquierda a la centroderecha, sin tener que recurrir a los frentes populares al estilo de los años 30, a las dictaduras militares o al fascismo. Pero la incapacidad de los capitalistas para estabilizar su sistema y la resistencia continua de los obreros demuestran que la perspectiva revolucionaria se mantiene vigente.
7. La solución de la clase obrera a la crisis capitalista es la revolución mundial. Los aparatos stalinistas y socialdemócratas no lideran la lucha por el poder obrero ya que sus intereses materiales los atan al orden burgués. Tampoco lo harán los antiguos grupos de la extrema izquierda *algunos de los cuales se reclaman todavía trotskistas* que se han adaptado a la sociedad burguesa en nombre de una democracia social o radical y ya no ven necesario que los trabajadores tomen el poder como precondición del encuentro de la salida a la impasse capitalista.
8. Partidos revolucionarios y una Internacional revolucionaria son los instrumentos necesarios para que la clase obrera tome el poder. Una razón clave por la que las explosiones de los últimos años han sido todas contenidas, es que no han podido ser dirigidas por partidos revolucionarios y se han hundido en colaboraciones de frente popular o nacionalistas con las burguesías locales y, en muchos casos, con el imperialismo. La tarea de los marxistas revolucionarios es construir la dirección capaz de intervenir en el desarrollo revolucionario de la lucha de clases y llevar a la clase obrera al poder.
9. El partido revolucionario debe basarse en el único programa genuinamente revolucionario, el programa de la IV Internacional. Ninguna de las organizaciones internacionales existentes es la IV Internacional. Todas son demasiado chicas y todas sufren desviaciones políticas centristas de un tipo u otro, aunque no hayan hecho las paces con el orden capitalista.
En particular, el Secretariado Unificado se ha alejado más y más del trotskismo mientras sigue reclamando ser la IV Internacional, creando así un obstáculo para aquellos que quieren construir una IV Internacional genuinamente revolucionaria.
Los militantes subjetivamente revolucionarios están esparcidos entre las varias organizaciones trotskistas, así como también en organizaciones no trotskistas y en la vanguardia desorganizada. Una tarea clave de los trotskistas consecuentes es unir a estos revolucionarios en una IV Internacional hegemónica, exponiendo a las direcciones centristas en la lucha de clases y derrotándolas políticamente.
10. Los firmantes de la Declaración de Génova han trabajado juntos por más de tres años para refundar la IV Internacional. Hemos tenido algún progreso desde que el Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia se unió a nuestra lucha en 1997, siendo el más importante la adhesión de la Liga Obrera Marxista de Turquía. Pero esto está lejos de ser suficiente para llegar a nuestra meta. Necesitamos consolidar y coordinar nuestro trabajo internacional y nuestros esfuerzos para atraer a otras fuerzas a la lucha por refundar la IV Internacional.
Para esta finalidad, vamos a organizar una campaña internacional en nuestra prensa y en nuestra acción política por una conferencia de delegados elegidos de todas las organizaciones que buscan refundar la IV Internacional, como una respuesta necesaria a la crisis capitalista y al impulso de los trabajadores para luchar por una solución alternativa. Aunque no lográramos atraer suficientes fuerzas para refundar la IV Internacional, en los hechos, esta conferencia ayudará a construir el movimiento por la IV Internacional y será un paso adelante en la resolución de la crisis de dirección proletaria.
Buenos Aires, 2 de junio de 2000