La detención de Mijail Jodorkovsky, principal accionista de la Yukos (la mayor petrolera rusa, con reservas comprobadas superiores a las de Kuwait) y el oligarca más poderoso de Rusia, ha desatado una crisis política en Rusia con alcances internacionales.
Jodorkovsky no solamente fue detenido a punta de pistola en un aeropuerto de Siberia, acusado de fraude y evasión fiscal, sino que la justicia se incautó de sus acciones en la Yukos, el 44% del total, que detenta a través de una compleja red de sociedades establecidas en distintos paraísos fiscales. Distintos medios anticipan que esta incautación es el paso previo a la expropiación.
La detención de Jodorkovsky fue seguida por la renuncia de Alexandr Voloshin, jefe de la administración presidencial y representante de la familia Yeltsin en el gabinete de Putin. Esta renuncia llevó a ciertos medios a caracterizar que se había desatado una guerra entre las dos principales mafias que comparten el poder en Rusia: los oligarcas yeltsinianos y la camarilla de los silovici (ministerios de fuerza, encabezados por la KGB).
En respuesta a la detención, la Bolsa de Moscú cayó abruptamente (aunque luego se recuperó parcialmente) y se agudizó el proceso de fuga de capitales iniciado en julio, cuando se conocieron las primeras noticias sob re las investigaciones contra Jodorkovsky Entre julio y septiembre salieron de Rusia 7.700 millones de dólares y se especula que en el último trimestre la fuga alcanzará los 13.000 millones.
La ExxonMobil y la Chevron-Texaco suspendieron las negociaciones establecidas con el ahora preso Jodorkovsky para comprar una parte significativa (entre el 20 y el 40%) del paquete accionario de la Yukos. Sensible a los intereses petroleros, el Departamento de Estado norteamericano cuestionó la "legalidad" de la detención y la "imparcialidad" del sistema judicial ruso. Como respuesta recibió un seco "no se metan" del gobierno de Putin.
No hay dudas de que los cargos contra Jodorkovsky podrán ser ampliamente probados pues, como reconoce Bill Browder, cabeza del Hermitage Capital Fund, el mayor fondo de inversiones externo en Rusia, "no hay oligarcas limpios ni ángeles ricos en Rusia. Todos violaron un montón de leyes e hicieron un montón de cosas malas para tener los activos que tienen. Mucha gente fue asesinada en muchas industrias. En la mayoría de los grandes activos, hubo muertes de por medio". (1) Los funcionarios del Estado saben perfectamente donde encontrar las pruebas por la sencilla razón de que el Estado fue el principal cómplice y garante de la apropiación de los activos por parte de los oligarcas.
Golpe de Estado y redistribución de activos
Importantes medios rusos caracterizaron la detención de Jodorkovsky como "un golpe de Estado de la KGB". Su objetivo sería "no la renacionalización sino un nuevo reparto de la propiedad privatizada". (2)
Pero el nuevo reparto de esa propiedad ya estaba en curso, incluso con la activa participación del capital extranjero. El oligarca Roman Abramovich vendió, en apenas dos semanas, el 50% de Rusal (uno de los mayores grupos mundiales de aluminio) y la petrolera Sibneft precisamente a la Yukos de Jodorkovsky. Con la compra de Sibneft, Yukos se ha convertido en la cuarta mayor petrolera del mundo.
Las ventas de Abramovich, explicaba el Financial Times (3), "intensificaron una tendencia que comenzó en la primera parte del año. Una década después de que fueran adquiridos por oligarcas políticamente influyentes, los principales activos financieros rusos están otra vez en venta (…) Y, por primera vez desde la Revolución de 1917, algunas de las joyas de la corona de Rusia Inc. están en el mercado para los inversores externos (…) La mayoría de las empresas están a la venta si el precio es el correcto". (4)
Efectivamente, grandes grupos capitalistas "están volviendo" a Rusia: British Petroleum compró la mitad de la petrolera TNK; Sual, otro gran grupo del aluminio ruso, vendió una parte significativa de sus acciones al capital británico (con el agregado de aceptar que los ingleses pongan sus gerentes a dirigir las empresas); ExxonMobil tiene una asociación con la petrolera estatal Rosneft para la explotación de los campos de Sajalin1; General Motors ha establecido una empresa mixta con Autovaz para la fabricación de autos; el grupo francés Danone hizo lo propio con Wimm Bill Dann, una empresa de productos lácteos.
Pero todo esto palidece frente a las negociaciones entre Exxon, Chevron y Yukos: las dos empresas norteamericanas estaban compitiendo por el 40% de las acciones de la petrolera rusa, por la que estaban dispuestos a pagar hasta 28.000 millones de dólares.
Para algunos, la razón de la detención de Jodorkovsky sería que la venta de activos rusos tan determinantes a compañías norteamericanas sería "indigerible" para el gobierno de Putin. (5) Para otros, en cambio, la causa fue la resistencia de Jodorkovsky a "asociarse con corporaciones occidentales como socio menor, de acuerdo con el plan de Putin para la economía rusa". (6) Más aún, algunos analistas sostienen que "la fracción que apoya la incautación de las acciones (…) quiere seguir adelante con el plan de vender una parte significativa de las acciones de Yukos a una compañía petrolera norteamericana, pero no quiere que Jodorkovsky se lleve los beneficios". (7)
Sea como fuere, está claro que la crisis política desatada por la detención está directamente ligada a la redistribución de los activos rusos y a la participación en ella del capital financiero internacional.
Putin: de un golpe a otro
A fines de 1999, Vladimir Putin llegó al poder en Rusia, a fines de 1999, mediante un golpe de Estado promovido por la KGB y los "ministerios de fuerza" y apoyado por la diplomacia occidental. Decíamos entonces en Prensa Obrera que "la desintegración del Estado es el resultado de la restauración capitalista, que tiene por eje el acaparamiento privado de los recursos y patrimonio del Estado. Para una gran parte de los noveles capitalistas rusos, el Estado central ruso no representa una protección suficiente de sus intereses adquiridos, ni mucho menos una garantía. Esto explica que cada región administrativa de Rusia se encuentre bajo el control de la oligarquía local, más que del gobierno nacional". (8)
En realidad, todo el proceso de la restauración capitalista en Rusia es una interminable sucesión de golpes de Estado, comenzando por el propio ascenso del "renovador" Gorbachov contra la camarilla "brezhneviana" de Chernenko. A su turno, la caída de Gorbachov y la disolución de la URSS fue el producto de otro golpe de Estado. Yeltsin tuvo su segundo golpe de Estado en 1993, cuando bombardeó el parlamento, y aún su tercer golpe, en 1998, con la alianza con los oligarcas para impedir la victoria electoral de los comunistas.
A fines de 1999, Yeltsin fue reemplazado por Putin a través de otro golpe de Estado. "La naturalidad del traspaso – decía entonces Prensa Obrera – no alcanza para ocultar que se trata de una crisis mayúscula e incluso que reúne las características de un golpe de Estado. No sería la primera vez , en el largo curso de la historia mundial, que un agudo proceso de descomposición política aparece disimulado por retoques menores que parecen responder a necesidades estrictas del momento". (9) Con la detención de Jodorkovsky y la incautación de sus acciones, Putin está protagonizando su segundo golpe de Estado.
Esta cadena de golpes de Estado pone en evidencia las mortales contradicciones que desata la restauración del capitalismo a cada paso. Todos los golpes de Estado fueron apoyados tanto por la KGB como por las cancillerías occidentales. (10)
Para alcanzar sus objetivos de contrarrestar la desintegración estatal, Putin desató una sangrienta guerra en Chechenia; impuso el monopolio estatal de la información y "apretó" a la prensa; limitó los poderes casi ilimitados de los gobernadores regionales. Al mismo tiempo, estableció una alianza con el desplazado "clan Yeltsin", uno de cuyos representantes, Alexandr Voloshin, fue designado como jefe de la administración presidencial, y estableció un "pacto de no agresión" con los oligarcas por el cual las privatizaciones delictivas de los 90 (el 80% de todas las privatizaciones, según la Corte de Cuentas rusa) no serían revisadas.
Bajo Putin, los oligarcas obtuvieron un dominio indisputado de la economía rusa. "En lugar de combatir a la oligarquía como clase, Putin la institucionalizó. (Pero) en lugar de darle a sus favoritos, como hizo Yeltsin, el manejo del Kremlin, Putin excluyó a los oligarcas, como grupo, del manejo del Estado". (11) Los que no respetaron el pacto, como Boris Berezovski (crítico de la política oficial respecto de Chechenia) y Boris Gusinsky, fueron sometidos a investigaciones y obligados a exiliarse. Los que lo respetaron, entre ellos, Jodorkovsky, "prosperaron y consolidaron sus holdings". (12)
Con Putin, se repitieron incluso algunos de los más oscuros esquemas puestos en vigencia por Yeltsin para permitir el acaparamiento mafioso de la propiedad por parte de los oligarcas, como el canje de "préstamos por acciones". Mediante este sistema Jodorkovsky "compró" el 78% de Yukos por 309 millones de dólares. Bajo Putin, el "rey del aluminio" Oleg Deripaska le prestó al gobierno 10 millones de dólares para la construcción de una planta energética en Siberia; si el préstamo no fuera reembolsado, Deripaska se quedaría con el 25% de la propiedad de la planta, valuada en 2.000 millones de dólares.
Hoy, con Putin en el gobierno, "ocho clanes de oligarcas controlan el 85% del valor de las 64 mayores compañías rusas"; las ventas combinadas de las 12 mayores empresas privadas iguala los ingresos del gobierno.
En el plano internacional, Putin acentuó la alianza con Estados Unidos, a quien apoyó en forma irrestricta en la llamada "guerra contra el terrorismo" y en la invasión a Afganistán.
Balance
Pasados tres años, ¿cuál es el balance? "Putin heredó una Rusia débil del presidente Yeltsin en el 2000, y el país ha continuado en una espiral descendente (…) Rusia es una nación que se desintegra lentamente, que se muere…". (13)
En Chechenia, la guerra no ha resuelto nada. En las recientes elecciones, realizadas bajo ocupación militar, el candidato de Putin sólo se impuso después de que los restantes candidatos se retiraron, comprados o amenazados, y los dirigentes y activistas opositores fueran encarcelados o asesinados.
La llamada "frontera sur" (Georgia, Azerbaiján, Kazajstán y las ex repúblicas soviéticas de Asia Central) escapa al control del Kremlin bajo la presión de los intereses petroleros promovidos por los Estados Unidos.
Jodorkovsky, el principal oligarca ruso, venía demostrando una creciente influencia política en la campaña por la privatización de los oleoductos y, por sobre todo, en el éxito con que bloqueó en el parlamento los intentos gubernamentales de imponer un impuesto extraordinario a las petroleras. El oligarca nunca ocultó sus intenciones de convertirse en primer ministro, e incluso en presidente, al término del segundo mandato de Putin. Según relata el Financial Times (14), el propio Jodorkovsky le habría propuesto a Putin una reforma constitucional para "pasar de una presidencia con poderes casi zaristas como la rusa a algo más cercano al sistema francés, con un primer ministro con mayor autoridad y estabilidad".
Al mismo tiempo, Jodorkovsky desplegaba una creciente influencia en la política exterior. El representante de los oligarcas en el Kremlin, Voloshin, era un abierto partidario de la integración de Rusia en la "coalición" que invadió Irak.
De conjunto, la continuada tendencia de las regiones exteriores a separarse de Rusia, el creciente peso de los norteamericanos en el Asia Central, la crisis económica, y la amenaza, representada por Jodorkovsky, del retorno de los oligarcas al poder político, muestran el fracaso de Putin en imponer los objetivos del golpe de 1999. Las tendencias centrífugas desatadas por la restauración del capital se demostraron más fuertes que todos los poderes del presidente, la KGB y los "ministerios de fuerza".
Es en estas condiciones de crisis del régimen y del Estado que Putin lanza su segundo golpe, bajo la forma de la detención de Jodorkovsky y la incautación de sus acciones en la Yukos.
Crisis financiera
La detención de Jodorkovsky tiene como telón de fondo la inminencia de una nueva crisis financiera de envergadura.
Durante la primera mitad de este año, por primera vez desde el inicio de la restauración, Rusia tuvo un ingreso neto de capitales (es decir que el monto de la inversión externa superó la fuga de divisas de los oligarcas rusos) del orden de los 35.000 millones de dólares. En ese mismo período, el índice de la Bolsa de Moscú creció un 41%, uno de los más altos en todo el mundo.
La bonanza duró poco. En el tercer trimestre se registró una salida neta de capitales por 7.000 millones y se pronostica una salida de otros 13.000 en el trimestre en curso. Con la salida de capitales, la Bolsa moscovita se desinfló. La detención de Jodorkovsky no es la única causa del desinfle.
A mediados de julio, cuando apenas había comenzado la investigación a Jodorkovsky, The Wall Street Journal (15) hacía notar la existencia de "una sobreinversión en acciones y bonos rusos". Cuatro meses después, y a pesar de que los valores de las acciones ya habían comenzado a caer, un semanario financiero afirmaba que "definitivamente hay signos de una burbuja en Rusia". (16)
Nuevamente, como en 1998, Rusia se había convertido en uno de los teatros de la especulación internacional. Los capitales fluían a la Bolsa de Rusia a pesar de que el país marchaba hacia un parate económico: la tasa de crecimiento del PBI cayó del 8,5% en 2002 a 3,5% (pronosticado) para este año. No eran las expectativas de mayores dividendos sino la pura especulación lo que hacía crecer el valor de las acciones. Con Jodorkovsky preso o en libertad, la Bolsa de Moscú marchaba inevitablemente a una "corrección" en la que se esfumarían valores por miles de millones de dólares.
La inminencia de una crisis financiera mayor se manifiesta en otro hecho, también protagonizado por la Yukos: el reparto de dividendos por 2.000 millones de dólares (por los primeros nueve meses del 2003). Esta cifra, un récord para Rusia, es una manifestación de que sus principales inversores quieren tener "la plata en la mano" para fugarla. Semejante reparto constituye un principio de vaciamiento ante el crecimiento del endeudamiento de la empresa como consecuencia de la compra de la petrolera Sibneft.
Precisamente, una de las razones de los choques entre Jodorkovsky y el Kremlin fueron los intentos de éste último de imponer un impuesto extraordinario a las petroleras que le permitiera al Estado captar una parte de la renta obtenida por el aumento de los precios internacionales del pretóleo. Distintas estimacio nes sitúan el monto de la recaudación de este impuesto entre 8.000 y 40.000 millones de dólares anuales.
Pero esos intentos fueron bloqueados por los representantes de Yukos, la empresa de Jodorkovsky, en el parlamento. El diputado Vladimir Dubov, presidente del subcomité de impuestos, es uno de los accionistas de Yukos: su 4% del paquete accionario está valuado en 1.000 millones de dólares. Dubov ha bloqueado cada uno de los intentos de imponer impuestos a los pulpos petroleros, convirtiéndose en uno de los ejes políticos del parlamento: "Cuando hay un proyecto que afecta a Yukos, parece que hubiera 250 Dubovs en la sala", reconoce el presidente de la Duma. (17) En los hechos, Jodorkovsky ya controla el parlamento ruso.
Guerra
Putin oficiaba de árbitro entre los oligarcas y los "ministerios de fuerza". Pero con el encarcelamiento del magnate Jodorkovsky, Putin ha quedado como prisionero de los servicios y, por lo tanto, con menores márgenes de acción.
Como hace notar K. S. Karol, "no todo el gobierno es la KGB". (18) La camarilla de liberales de San Petersburgo, llevada a Moscú por Putin a comienzos de su gobierno, ocupa ahora el papel que tenía la oligarquía en el esquema de gobierno anterior. Su jefe, Medvedev, ha tomado el lugar de Voloshin al frente de la todopoderosa administración presidencial. Pero "la fracción liberal del Kremlin no está dispuesta a dejar que el oscuro clan de los silovici (los "ministerios de fuerza" ) maneje el país sin oposición". (19) Esto explica las sensacionales declaraciones de uno de sus miembros, el ministro de Desarrollo Económico Arkady Dvorkovich, cuando advirtió a los inversores externos que "es riesgoso hacer negocios en Rusia" ya que "existe el riesgo de que los pecados del pasado sean reexaminados y este riesgo debería ser incluido en los cálculos". (20)
Para algunos, la crisis terminará en una nueva tregua entre Putin y los oligarcas. "A pesar de un sustancial influjo de sangre nueva en la elite política, la naturaleza del proceso político y la interacción entre la elite política y los grandes negocios no cambiará en lo fundamental. Estas relaciones volverán al acuerdo informal alcanzado en el 2000, bajo el cual los empresarios se abstenían de mezclarse en política y las autoridades no interferían en las cuestiones de negocios". (21)
Pero la mayoría de los observadores considera que el encarcelamiento de Jodorkovsky fue el primer paso de una guerra por el reparto de la propiedad. Distintos funcionarios advirtieron que las licencias de explotación de la petrolera Yukos pueden ser canceladas. El ministro de Interior, Boris Gryzlov, fue más lejos cuando dijo que "los recursos naturales nunca han sido privatizados (…) Todos los recursos naturales que posee Rusia, declaró Gryzlov, no pertenecen a ninguna corporación ni a ningún individuo sino al pueblo de Rusia (…) las corporaciones los administran pero esto no significa que puedan privatizar sus beneficios". (22) En Rusia, nadie se hace ilusiones sobre el significado de estas palabras: "son un intento del clan de San Petersburgo de redistribuir la riqueza de la nación en su propio beneficio". (23) Lo más importante, sin embargo, es que las declaraciones de Gryzlov dejan en claro la enorme fragilidad social de la oligarquía y la precariedad de la transición al capitalismo tomada de conjunto.
La negativa de Jodorkovsky a abandonar Rusia, su renuncia a los cargos en Yukos y su declaración de que en adelante se dedicará a "las actividades públicas" son un indicio de que la oligarquía está dispuesta a presentar batalla. Algunos medios autorizados anticipan que la guerra por la redistribución de la propiedad durará un período prolongado y que cada bando recurrirá a todos los medios a su alcance, incluidas sus alianzas con el capital internacional y las cancillerías occidentales. Así, la crisis rusa vuelve a convertirse en un factor de primer orden de la crisis mundial.
Una batalla internacional
El Estado ruso privatizó a favor de un puñado de oligarcas la explotación petrolera pero es celoso en mantener en sus manos la red de oleoductos a través de los cuales se exporta el crudo. Esto le permite mantener el control sobre el volumen y la dirección de las exportaciones. Por ejemplo, a causa de la crisis actual, la cuota de transporte de la Yukos, la empresa de Jodorkovsky, fue reducida de 700.000 a 200.000 barriles.
La burocracia gobernante peleó a muerte para impedir que los oleoductos que llevarían el petróleo del Mar Caspio a Europa soslayaran a Rusia e, incluso, fue a la guerra en Chechenia para tener bajo su control los territorios por donde pasarían esos oleoductos. Es decir, que el Estado mantiene en sus manos el control de última instancia del negocio petrolero.
La red estatal de oleoductos necesita una significativa mejora: en la actualidad ya no da abasto para transportar una producción anual de 8,4 millones de barriles/día (una parte se mueve por trenes, más caro); mucho menos podrá hacer frente a la producción futura (se estima en 11,3 millones en el 2011).
El lobby petrolero ruso, y muy especialmente Jodorkovsky, ha venido realizando una amplia campaña política por la privatización de la red existente y por el trazado de nuevos oleoductos privados, lo que constituye un factor de choque enorme con la camarilla del Kremlin.
Jodorkovsky, por ejemplo, impulsa la construcción de un oleoducto al puerto de Murmansk (en el mar de Barents) para exportar crudo a Estados Unidos. Los norteamericanos respaldan el proyecto (dos miembros del gabinete de Bush fueron a Moscú a hacer lobby por su construcción); con este oleoducto, Jodorkovsky y los demás "barones" se comprometieron a abastecer el 10% de las importaciones norteamericanas de crudo, superando a Arabia Saudita y Venezuela y llegando casi al mismo nivel de Estados Unidos. Jodorkovsky también impulsa la construcción de otro oleoducto que lleve el petróleo siberiano a China, en alianza con PetroChina. Pero el gobierno ruso se opone a ambos y se plantea construir, en asociación con Japón, uno que lleve el crudo siberiano al puerto de Nagoda, desde donde podría ser exportado al resto de Asia. Japón se ha comprometido a poner 7.000 millones de dólares para su construcción y a comprar 1 millón de barriles diarios, fondos y garantías que ni Estados Unidos ni China están dispuestos a dar. La construcción del oleoducto a Japón anularía los otros proyectos porque, como reconoce un funcionario del Kremlin, "Rusia no está en condiciones de abastecer al mismo tiempo a Estados Unidos, China y Japón". (24)
Pero tan importante como los oleoductos que pasarán por Rusia son los que pasarán por fuera de sus fronteras. Estados Unidos impulsa la construcción de un oleoducto, denominado BTC, que lleve el petróleo de Azerbaiján a Turquía a través de Georgia; en forma paralela al BTC correría un gasoducto (denominado BTE). Esta red doble "constituye el eje de la política norteamericana en la región" (25) ya que le permitiría atraer a las ex repúblicas soviéticas de Georgia y Azerbaiján a una estrecha alianza con Turquía. Georgia ya se ha convertido en un virtual protectorado militar de los Estados Unidos, con tropas norteamericanas estacionadas en su territorio. Rusia intentó bloquear su construcción pero fracasó: el Banco Mundial acaba de aprobar la financiación del proyecto. En un furioso contrataque, la estatal rusa Gazpron acaba de firmar un convenio para proveer a Georgia con gas a precios subsidiados; la puesta nuevamente en funcionamiento del gasoducto que une a Rusia con Georgia "será un golpe a la realización del BTE". (26)
El oleoducto BTC, sin embargo, es apenas la cabecera de otro oleoducto mayor impulsado por los norteamericanos, que llevaría el crudo de los riquísimos campos de Kazajstán (en Asia Central) hasta Azerbaiján y desde allí a Turquía. Rusia se opone cerradamente a su construcción porque el Kremlin es consciente de que la integración de Kazajstán, Georgia y Azerbaiján con Estados Unidos por la vía de los oleoductos significaría la desintegración de su "frontera sur", no sólo en las ex repúblicas soviéticas sino también en la propia Rusia. Recientemente, su ministro de Defensa declaró que Rusia tiene el derecho a efectuar "golpes preventivos" contra los Estados que amenacen su seguridad, una advertencia claramente dirigida a sus vecinos de Asia Cen tral. (27)
Las autoridades de Kazajstán, contra el reclamo de las empresas occidentales que explotan su petróleo, han dejado en claro que "esperan que el grueso de su producción se exporte hacia el Este". (28)
El trazado de los nuevos oleoductos plantea una serie de problemas políticos externos e, incluso, de alianzas estratégicas, que el Estado ruso no está dispuesto a dejar en manos de los "barones del petróleo".
Putin vs. Jodorkovsky: otro factor de la crisis política norteamericana
El Departamento de Estado norteamericano protestó por la detención del oligarca ruso Jodorkovsky. Sin embargo, tanto los medios occidentales como los rusos califican la reacción de la cancillería norteamericana como "una protesta más formal que sustancial". (29) Es que el gobierno norteamericano está profundamente dividido acerca de la política a adoptar frente a Putin y Rusia.
Los llamados "neoconservadores", encabezados por Rumsfeld y Cheney, apoyan a Jodorkovsky; Richard Perle reclama "castigar a Putin" excluyendo a Rusia de la próxima reunión del G8 que debe realizarse en Estados Unidos.
Aunque los "neoconservadores" tienen importantes posiciones en el gabinete (la vicepresidencia, el Pentágono, el Consejo de Seguridad Nacional), la corriente política principal – que responde a los intereses de las petroleras y los bancos que las financian – es partidaria de apoyar a Putin .
"Un prominente accionista de la ExxonMobil (que estaba negociado con Jodorkovsky la compra de una parte del paquete accionario de la Yukos) anunció públicamente su apoyo a las medidas de Putin. Cuanto más rápido tipos como Jodorkovsky salgan de la escena, mejor para Rusia. Si ello ocurre, las inversiones en Rusia serán mucho más atractivas para empresas como Exxon, Shell y Chevron…". (30)
Pocos días después, en una conferencia petrolera realizada en Londres, el presidente de la Exxon declaró que su empresa "dará prioridad a las negociaciones políticas más que a los contactos directos con los oligarcas y privilegiará las asociaciones sobre la participación directa en las empresas rusas (…) Toda compra de acciones de una compañía petrolera rusa debe ser directamente negociada con el gobierno de Putin y el Kremlin, antes que con los oligarcas". (31) Los "modelos" son la asociación de la propia Exxon con la estatal rusa Rusneft para explotar los campos siberianos de Sajalin 1 o, también, la compra por la británica British Petroleum de la petrolera rusa TNK, negociada directamente con el gobierno de Putin. Para empresas como la Exxon, el acceso al petróleo ruso es vital ya que sus reservas de crudo se encuentran en un punto muy bajo y "la presión de los mercados bursátiles para que las compañías aumenten sus reservas son muy fuertes". (32)
De un lado, el lobby armamentista, del otro el petrolero; ambos puntales del gobierno de Bush. El affaire Jodorkovsky se ha convertido en otro componente de la crisis política norteamericana.
Transición
A diferencia de la época de Yeltsin, con Putin, la burocracia estatal logró una relativa independencia respecto de los oligarcas. El ya citado Bill Browder, del Hermitage Capital Fund, enfatizaba hace ya un tiempo que "Putin está actuando claramente en el interés del Estado (…) Hace lo correcto". (33)
La "independencia" de la burocracia estatal respecto de los oligarcas es el régimen político que mejor se acomoda a las características del período de transición existente en Rusia. De nuevo, Bill Browder, que opera en Rusia desde hace diez años: "Un gobierno autoritario bien conducido es mejor que un régimen de las mafias oligárquicas – y esas son las únicas ofertas disponibles". (34)
La oligarquía surgida de las "privatizaciones salvajes" de la era de Yeltsin, a pesar de la enorme masa de riquezas de las que se ha apoderado, es una capa social extremadamente débil. No es el resultado de un desarrollo histórico sino de la apropiación mafiosa de los activos del Estado, con la complicidad del propio Estado. Durante este período, el del "reparto de los despojos", el gobierno ruso limitó severamente la posibilidad de participación del capital externo en las privatizaciones; los pocos que se arriesgaron, fueron sencillamente desvalijados por sus "asociados" rusos.
Ahora que la primera etapa de la guerra por los despojos ha concluido, los "oligarcas" se encuentran con que no tienen la fuerza financiera, ni el acceso a los mercados mundiales, ni el desarrollo tecnológico para llevar adelante sus negocios. Por otro lado, temen que las leyes que les dieron la propiedad de sus imperios puedan revertirse. Por eso, están transformando sus propiedades en efectivo para marcharse a vivir de rentas en Londres o Montecarlo o se asocian, como socios menores, del gran capital imperialista. "En los próximos tres a cinco años – dice Stephen Jennings, cabeza del banco de inversiones moscovita Renaissance Capital – todos los oligarcas venderán sus activos y se marcharán de Rusia o harán asociaciones con esos activos, como TNK con BP". (35)
La restauración del capitalismo no ha dado nacimiento a una burguesía rusa sino a una capa parasitaria intermediaria del paso de la propiedad estatizada al gran capital financiero internacional. La experiencia yeltsiniana demostró que la dominación directa del Estado por parte de esta oligarquía llevaba a la desintegración de Rusia.
La crisis desatada ilustra el carácter transitorio en que aún se encuentra el capitalismo en Rusia.
Los oligarcas podrán ser "propietarios" de empresas pero no son todavía una clase social propia del capitalismo. No es el desarrollo del régimen social capitalista, con sus propias leyes, lo que los ha convertido en oligarcas; son una creación del Estado. Por eso la masa del pueblo los ve como usurpadores y apoya el ataque contra ellos.
La transición de la economía estatizada al capitalismo ocupará todo un período histórico, cargado de crisis, convulsiones, choques, violencias y guerra, no sólo determinado por las condiciones internas de Rusia sino, en particular, por la crisis de la economía mundial a la que Rusia debe integrarse. La camarilla de la KGB en el poder "actúa en interés del Estado" porque es perfectamente consciente de que, sin Estado, la restauración del capitalismo es una utopía.
NOTAS:
1. Financial Times, 1 de noviembre de 2003.
2. El País, 31 de octubre de 2003.
3. Financial Times, 6 de octubre de 2003.
4. En la edición de octubre de 1997 de En Defensa del Marxismo, se señalaba que "existe una manifiesta contradicción entre la debilidad económica de los bancos y la masa de activos industriales que se han apropiado media nte las privatizaciones. ¿Tendrán los bancos rusos el músculo financiero suficiente para sostener los imperios que han montado? ¿O la privatización en beneficio de los bancos es, apenas, un punto de partida cuya estación final es el copamiento de estos grandes medios de producción por parte de rivales más poderosos?"
"No hay que olvidar – agregábamos – que el endeudamiento externo para intervenir en las privatizaciones – de las que fueron inicialmente sus principales beneficiarios – convirtió a los capitalistas argentinos en rehenes de sus acreedores, a quienes rápidamente debieron ceder la parte del león de esas privatizaciones para saldar sus deudas. La adjudicación inicial de las empresas públicas a los grandes capitalistas argentinos significó un intento de defensa, por parte del Estado, de sus propios privilegiados frente a la competencia del capital financiero. Esa defensa, sin embargo, no logró impedir que los Soldati y otros beneficiarios de las privatizaciones fueran desplazados de las propias empresas, recientemente capturadas, por el gran capital imperialista. ¿Están condenados los grandes banqueros moscovitas a convertirse, a su turno, en la versión rusa del argentino Soldati?" (Luis Oviedo, "El carácter social de la Rusia actual", En Defensa del Marxismo, octubre de 1997).
5. Clarín, 1 de noviembre de 2003.
6. Stratfor, 31 de octubre de 2003.
7. Financial Times, 31 de octubre de 2003.
8. Jorge Altamira, "Todo el poder a los servicios", en Prensa Obrera, 13 de enero de 2000.
9. Idem anterior.
10. Jacques Sapir, director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), señala la complicidad de los países occidentales con uno de estos golpes, el de Yeltsin en 1993. Después de "la disolución, claramente inconstitucional", y del bombardeo del parlamento, en diciembre de 1993, Yeltsin montó una "penosa parodia de referéndum constitucional en la que se hizo desaparecer cinco millones de votos. Yeltsin recibió el apoyo de los dirigentes occidentales, las embajadas de estos países pidieron a los observadores del escrutinio no revelar las manipulaciones de las que tenían conocimiento. El autor de estas líneas puede afirmarlo porque fue testigo de estas presiones" (Le Monde, 4 de noviembre de 2003).
11. The Washington Post, 14 de diciembre de 2002.
12. Idem anterior.
13. Stratfor, 31 de octubre de 2003.
14. Financial Times, 1 de noviembre de 2003.
15. The Wall Street Journal , 21 de julio de 2003.
16. The Economist, 1 de noviembre de 2003.
17. The Wall Street Journal, 1 de noviembre de 2003.
18. El País, 3 de noviembre de 2003.
19. The Moscow Times, 31 de octubre de 2003.
20. Idem anterior
21. The Moscow Times, 6 de noviembre de 2003.
22. The Moscow Times, 31 de octubre de 2003.
23. Idem anterior.
24. The Washington Post, 25 de octubre de 2003.
25. Le Monde, 6 de noviembre de 2003.
26. Idem anterior.
27. The Moscow Times, 16 de octubre de 2003
28. Idem anterior.
29. The Moscow Times, 6 de noviembre de 2003.
30. Stratfor, 31 de octubre de 2003.
31. Le Monde, 6 de noviembre de 2003.
32. Idem anterior.
33. Financial Times, 1 de noviembre de 2003.
34. Idem anterior.
35. Financial Times, 6 de octubre de 2003.