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La estrategia política a la luz de la rebelión del pueblo boliviano


Buenas tardes a todos. El tema de la charla que nos convoca hoy tiene una importancia estratégica. Los medios internacionales tuvieron una actitud ambivalente frente a los acontecimientos en Bolivia. Al principio los despreciaron con el silencio y la pobreza de la cobertura. Pero, precisamente por esto, contrastó fuertemente lo que ocurrió el 16 y 17 de octubre, es decir los últimos días de la crisis, cuando la prensa internacional empezó a tratar los problemas bolivianos como si se tratara de Irak. El contraste era muy fuerte. El amo del norte dice bueno… como son estos coyitas del sur, alguien lo va arreglar de alguna manera, y de golpe se dieron cuenta que los coyitas del sur estaban haciendo una revolución. Entonces se pegaron el julepe de sus vidas, y esto es altamente significativo: demuestra, en una primera semblanza, la jerarquía internacional de un proceso revolucionario en el segundo país más pobre de América. Es una característica de Bolivia: Bolivia es el país que concentra nuestras tradiciones históricas por un conjunto de motivos, desde la colonización. Los temas bolivianos hay que estudiarlos mucho, son una fuente extraordinaria de aprendizaje.


 


Movimiento de masas


 


Lo que caracterizó a esta gran movilización que hubo entre el 1° de setiembre y mediados de octubre, fue la amplitud. No siempre los movimientos revolucionarios de las masas, se caracterizan por incorporar a un porcentaje casi mayoritario de la población. Este fenómeno de irrupción de millones de personas y de un pueblo que está en vilo en torno a determinados acontecimientos es algo que ha comenzado a ocurrir en los últimos 30 a 40 años. En este sentido quiero señalar al movimiento de los obreros polacos contra el régimen estalinista en los años 1979/80 (y contra el FMI), que se manifestó en el hecho inaudito de que el 80% de los obreros de Polonia participó en el movimiento huelguístico que enfrentó al régimen en aquel momento, aunque no pudo derrocarlo. Piensen, simplemente, que, por ejemplo, hoy en los sindicatos, en todo el mundo, las tasas de afiliación no pasan del 10 ó 12%, y que afiliarse es una tarea administrativa. Poner el cuerpo en la lucha en un 80%, marca una amplitud impresionante.


 


El movimiento boliviano también se caracteriza por la amplitud pues en los últimos días todo el país marchaba a La Paz, y el que no marchaba a La Paz estaba marchando a Cochabamba o estaba marchando incluso a la capital de Santa Cruz. La gente venía del sur, venía de Oruro, venía de las minas, venía de los alrededores de la propia ciudad, generando un cerco a la capital y un cerco al poder político. Este fenómeno de la amplitud, en determinado momento, produce un salto de cantidad en calidad; porque una lucha de estas características empieza a hacer sentir a esas masas que están en la lucha que el horizonte de posibilidades es mucho más vasto. La cabeza empieza a pensar que lo que se puede y debe obtener de esta lucha es mucho más que lo que quizá motivó su inicio; así un conjunto de reivindicaciones del movimiento campesino, luego se transformó en los reclamos del gas y, ya después, en una lucha abierta contra el poder político.


 


Esta amplitud numérica que se transforma en calidad y que cambia las cabezas, quiero decir la conciencia, se manifiesta en una consigna singular de la revolución boliviana, muy singular, que es la consigna "ahora es cuando", una consigna muy impresionante porque es una respuesta precisa al reclamo de si no es ahora cuándo, si no lo hacemos ahora, cuándo; si no tomás esta decisión ahora, cuándo la vas a tomar. La respuesta, muy poética, es "ahora es cuándo", que en castellano está mal, porque hubieran debido decir: "cuándo… es ahora". Pero si dice, "cuándo… es ahora", no tiene la resonancia. Ese cuando es ahora. Ahora es cuándo.


 


Entonces, "ahora es cuándo" quiere decir que la historia se tiene que resolver en las próximas 24 horas. La historia no es un fenómeno de 24 horas, es algo más prolongado, pero de golpe hay una conciencia de que se tiene que cambiar la historia en estas 24 horas, que si no la cambiamos ahora no la cambiamos nunca, es ahora que hay que cambiar. Esto es impresionante y hace al problema de la lucha por el poder político, es una característica revolucionaria. La vida cotidiana es una vida atomizada, uno piensa en las cosas de uno, y lo que predomina es la competencia y la rivalidad, que por otra parte es lo que permite al poder capitalista mantenerse en pie. Cuando en aquellos momentos muy especiales los pueblos descubren los intereses comunes y los ideales comunes y se lanzan hacia adelante, asistimos a un fenómeno de características históricas y, por lo tanto, si es histórico, sin precedentes en la vida cotidiana.


 


El movimiento, además, no es simplemente un movimiento reivindicativo. Hay un petitorio como de diecisiete puntos. Tiene que ver con la reforma agraria; tiene que ver con la distribución de las aguas en el campo; tiene que ver con los salarios, tiene que ver con cuestiones diversas y de ellas se destaca el tema del gas. En un determinado momento se concentra en el tema de la exportación del gas. Pero detrás de este tema, Bolivia y el pueblo boliviano resumen una historia, porque la historia de Bolivia es la historia clásica del saqueo. El país de la plata, el país del estaño, permitió acumulaciones de capital descomunales en Europa, que explotó sus riquezas y a sus indígenas. Fue saqueado en forma tan inmisericorde que, en contraste con esa riqueza, produjo una enorme miseria, pobreza y falta de futuro. Ahora, una nueva generación asiste a la perspectiva de un nuevo saqueo. Al enfrentar el tema y decidir que no se van a dejar robar esa riqueza, son los ecos de la historia los que la movilizan; los que participaron no habrán ido a la escuela y no tendrán una debida asimilación académica o teórica de la historia boliviana, pero la resonancia de la historia de Bolivia está presente. Si nos dejamos robar esto, se dicen a sí mismos, también tendremos otros quinientos años por delante como los quinientos años que tuvimos desde los españoles hasta ahora. Tiene una carga histórica muy fuerte; solamente un cretino puede decir: ah, estos bolivianos no entienden que el gas, por sus características, solamente se puede valorizar en el mercado internacional. Pero el pueblo que se movilizaba sabe muy bien lo que es el mercado internacional. En el siglo XVI en Potosí se organizaban óperas que rivalizaban con Europa, y las escaleras de los teatros de Potosí se adornaban con plata. Así que Potosí estaba más integrada al mercado mundial de lo que estaba integrada la miserable Buenos Aires de entonces, que era un villorrio de barrios y no la conocía absolutamente nadie, e incluso Potosí era más significativa que algunas grandes capitales de Europa oriental. El pueblo boliviano también conoce esto porque el sistema de explotación en América del Sur se expresó mucho más claramente en el Alto Perú, que es el antiguo nombre de Bolivia. La explotación de las minas de plata en Bolivia se hizo mediante el trabajo esclavo, el trabajo servil de los indígenas del Alto Perú. Esto motivó las grandes revueltas del Alto Perú y del Perú del siglo XVIII, revueltas multitudinarias que carecieron de una adecuada dirección política porque eran movimientos todavía de características campesinas y la sociedad no había adquirido esa amplitud urbana que es la garantía de victoria en una sociedad que transita el capitalismo.


 


Pero a medida que va adquiriendo características revolucionarias, la movilización asume una forma claramente reconocible de revolución proletaria.


 


Revolución proletaria


 


Porque ¿quiénes están a la cabeza de estas luchas, a medida se van desenvolviendo? Se manifiestan primero las organizaciones campesinas, después nuevas organizaciones de trabajadores aunque de larga existencia pero que empiezan a intervenir en un modo audaz y desconocido hasta ese momento, que son las organizaciones barriales de la ciudad periférica a la capital, que es la ciudad de El Alto. Después ingresa la Central Obrera Boliviana, que es muy burocratizada; no es la primera en entrar a la lucha sino prácticamente la última; después empiezan a bajar (o subir) a La Paz los mineros de Huanuni, de Siglo XX, de Oruro. Vienen los mineros, que fueron diezmados por la política de privatizaciones de las empresas estatales mineras, y aún diezmados socialmente vuelven a tomar las calles, las cargas de dinamita, a cargárselas encima y marchar hacia La Paz. Sólo en última instancia, cuando la tensión política, social y militar alcanza el máximo de su agudeza, se produce la irrupción de la clase media paceña que vive en los barrios de menor altura, porque La Paz es como un caracol. En los barrios de abajo vive la clase media paceña que a instancias de la Iglesia decide también intervenir, en parte para apoyar a las masas y en parte para producir una solución que no sea la solución que esas masas quieren, sino una solución intermediada, arbitrada y negociada.


 


Este es el fenómeno de la revolución proletaria. ¿Qué clases sociales motorizan este movimiento? Los obreros y los campesinos, los obreros ocupados y los campesinos ocupados y los obreros desocupados y los campesinos desocupados, con sus organizaciones, y allí donde sus organizaciones no les responden construyen otras, y allí donde las otras no le responden las transforman y las obligan a que les respondan, como ocurre con un centenar de organizaciones vecinales de esta ciudad periférica de la capital, que es El Alto. El agrupamiento de fuerzas es tan intenso que el gobierno nacional se encuentra solo y aislado, apoyado por la embajada norteamericana y las fuerzas armadas. La tesis que dice que los movimientos nacionales en América Latina son y pueden ser revolucionarios en la época actual, solamente si son dirigidos por la clase obrera, se prueba ahí. La nación boliviana se levantó toda bajo la dirección de sus trabajadores, de la clase obrera.


 


Piqueteros


 


Ustedes fíjense la cantidad de cuestiones que plantea, ya en una primera apreciación, el proceso revolucionario boliviano. Ahora, cuando empezamos a hilar mejor y con más cuidado las conclusiones son más picantes. Porque la revolución boliviana revalida de una forma contundente al movimiento piquetero en América Latina y en particular en la Argentina. Es fundamentalmente un movimiento piquetero, porque la verdadera vanguardia de todo el movimiento son los jóvenes desocupados y los trabajadores desocupados de La Paz, de la ciudad de El Alto, que rodea La Paz, y los jóvenes campesinos, y sus métodos de lucha son los cortes de rutas y el bloqueo de la ciudad. Entonces, el fenómeno piquetero no es particular de la Argentina; en realidad, es un fenómeno que responde a una necesidad universal: ¿cómo interviene en la lucha la clase obrera allí donde el capitalismo la ha echado de los lugares de trabajo? ¿Se terminó la clase obrera? ¿Un obrero desocupado no es un obrero?


 


Es un debate interesante, porque si uno dice que obrero es el que trabaja en una fábrica y el que no trabaja en una fábrica no es un obrero, tenemos una caracterización sociologista. Es decir, que yo pertenezco a la clase de los explotados cuando estoy en la fábrica, mañana dejé de trabajar en la fábrica, ya no estoy en la clase de los explotados, tres días después vuelvo a la fábrica, vuelvo a la clase de los explotados, pareciera que pertenecer a la clase obrera fuera un paseo. Pero como la clase obrera es una categoría histórica, y como la desocupación forma parte de los avatares de la clase obrera porque forma parte del mecanismo de la acumulación capitalista, el obrero es explotado como obrero ocupado y como obrero desocupado, para reforzar la explotación del obrero ocupado, es decir que no es un fenómeno extraño al capitalismo, forma parte del desarrollo histórico de la clase obrera bajo el capitalismo. El obrero desocupado, si conserva la tradición histórica de la clase obrera, sigue siendo un obrero. 


 


La prueba de que lo sigue siendo es que cuando toma una posición de vanguardia y va a la lucha, más o menos inmediatamente, se le unen los obreros ocupados, y se le une la central obrera, y se le unen las organizaciones obreras. En esta fusión política no se distingue al que está desocupado del que está ocupado, porque tampoco en el metabolismo capitalista real existe esa distinción. Por doloroso que sea estar desocupado y relativamente beneficioso cuando se está ocupado, son posiciones que se intercambian todos los días; todos los días hay despidos y un ocupado pasó a ser desocupado, y un desocupado que encontró un empleo pasó a ser ocupado. Este intercambio que se produce cotidianamente en la sociedad es una prueba de la homogeneidad de la clase obrera, en última instancia, inclusive en condiciones de catástrofe de estas características.


 


Todo esto es extraordinariamente importante para nosotros porque hoy, en la Argentina, se discute la función del movimiento piquetero. Dónde se ha visto que un gobierno enfrente un movimiento, como lo han hecho De la Rúa, Cavallo, después Duhalde, Rodríguez Sáa y Kirchner, si ese movimiento fuera meramente reivindicativo (o, más aún, asistencial) sin alcance político. Ellos recelan claramente que se enfrentan a un desafío político, que ahí está concentrada una movilización que en un momento de aguda crisis puede llevar a la movilización del conjunto de las masas del país, y hacerlo detrás de una alternativa que no es simplemente un petitorio de desocupados sino de transformación de la Argentina sobre nuevas bases sociales.


 


Por eso los piqueteros se empeñan en definirse por medio de programas, porque ellos mismos se dan cuenta que solamente van a salir victoriosos si se plantan ante al conjunto de la sociedad como una alternativa de orden general y no como una alternativa de orden particular. En este sentido han puesto en ridículo al propio presidente de la nación, porque como yo tuve oportunidad de señalarlo aquí en Salta, en distintas entrevistas en el día de ayer y en el día de hoy, a mediados de julio el Bloque Piquetero Nacional se reunió con el presidente Kirchner y le presentó un programa – el programa del Bloque Piquetero al gobierno nacional – y hasta el día de hoy (han pasado cuatro meses) el gobierno nacional no lo ha contestado. Si mañana nosotros somos gobierno y viene algún romerista a la Casa Rosada y nos presenta un programa de gobierno nosotros contestamos 24 horas después y lo hacemos público para demostrar la infamia de las pretensiones romeristas y la justeza de nuestros planteos. En cambio, Kirchner no le contesta el documento a los piqueteros porque no podría demostrar que los piqueteros están equivocados o que sus pretensiones de orden político y social son antagónicas a los intereses del pueblo argentino.


 


En Bolivia se ha puesto de manifiesto esta importancia enorme que juega el movimiento piquetero como preparador de una crisis política y como factor conciente y organizado en el curso de una enorme crisis política. Sería una tontería que un pueblo aprenda sólo de las experiencias que él mismo vive. Tiene que aprender de las experiencias similares más avanzadas en otros lugares. En eso consiste la inteligencia humana. Como podemos pensar, prever, adelantarnos y no tener que tropezar todos con la misma piedra, hay un proceso de asimilación de la experiencia boliviana que es muy importante.


 


Doble poder


 


En el momento culminante de este proceso se crea en Bolivia una especie de doble poder. Ese doble poder es tan manifiesto que tiene una forma casi fotográfica: un tipo que está encerrado en la casa de gobierno que se llama Palacio Quemado, y un pueblo que está rodeándolo. Parece una película norteamericana, ¿se acuerdan? Los caballeros rodean el fuerte, lo sitian y pretenden estrangular a sus habitantes por el hambre. Este tipo, Goni, estaba ahí, encerrado, y todo el pueblo rodeando sistemáticamente la ciudad y rodeando sus barrios y llegando hasta el centro y copando la situación. Hay dos poderes: el poder de las masas y el del gobierno; y ni qué decir que el gobierno tenía el apoyo de la embajada norteamericana y tenía el de las fuerzas armadas. Del otro lado estaba el pueblo que tenía otro poder; la prueba de que era poder es que finalmente el presidente se tuvo que ir; incluso cuando tenía el apoyo de las fuerzas armadas y de la embajada norteamericana se tuvo que ir porque había otro poder que lo obligó a irse.


 


Lo que se discutía en Bolivia es quién gobierna, si las masas insurrectas o el poder oficial. Esto es un fenómeno revolucionario, porque el doble poder marca el nivel mayor que puede alcanzar la dislocación del Estado. ¿Cuál es el nivel mayor de dislocación del Estado? Que teniendo él el monopolio del poder, de golpe hay dos poderes. Él y otro, hay dos estados; uno en desintegración y el otro en potencia; entonces claramente hay un doble poder expresado en un conjunto de organizaciones, pero en particular, en las llamadas Juntas Vecinales de El Alto.


 


La revolución boliviana en este punto alcanza un nivel de tensión sin precedentes. El problema del poder era un problema inmediato y práctico. Ustedes lo pueden ver muy claramente si lo comparan con el Argentinazo. El Argentinazo nunca apareció como una posibilidad de poder de estas dimensiones. Si en el Argentinazo, con la gente protestando, el gobierno hubiera reprimido más tiempo; si no se hubiera ido; si esto hubiera juntado más gente y aun así no se iba; hubiéramos tenido la situación de Bolivia. En realidad lo nuestro fue revolucionario como lo de Bolivia, pero en sus primeros pasos, y lo de Bolivia varios pasos más adelante, todo un desarrollo ulterior.


 


El arte de la insurrección


 


Es una situación clásica en la que un Partido que goce del mínimo de confianza de esas masas, organiza tomar el poder. El derrocamiento de un gobierno (insurrección popular) realmente es inconcebible sin la organización de ese derrocamiento. Si no se organiza el derrocamiento, lo máximo que puede ocurrir es que el gobierno renuncie y otro gobierno u otros miembros del poder establecido lo reemplacen. Pero si de lo que hablamos es de derrocar el poder oficial y poner en ese lugar al otro poder del doble poder, es decir al poder que está colocado como alternativa de ese poder, el derrocamiento de ese poder tiene que ser una actividad organizada.


 


Nadie en Bolivia discutió este problema de la organización del derrocamiento y de la toma del poder, y ésta es una de las conclusiones políticas más relevantes. Así como para enfrentar el corte de una ruta o el bloqueo de un camino se tiene que dar una organización que asegure que la gente reciba la comida en la noche, que asegure un médico; bueno, ustedes lo conocen bien, estamos en una provincia que inauguró los grandes cortes de rutas, las grandes luchas piqueteras en la Argentina; Tartagal y Mosconi; la gente se tiene que organizar. ¡Cuánto más en la sustitución de un poder por otro poder! La toma del poder es una tarea concreta, no es un resultado derivado, automático o espontáneo, de otras tareas. No es que uno hace un montón de cosas y como resultado le cae el poder, ¡no! Si uno hace un montón de cosas para que confluyan en la victoria, una cosa que tiene que asegurar es la toma del poder, esa es una actividad organizada.


 


En el periódico que están leyendo ahora, pero en particular el que sale mañana, ustedes van a ver un conjunto de artículos que testimonian la fractura del ejército con relación a la rebelión popular. Lo cual refuerza la conviccción de que había que organizar la toma del poder. Cualquiera que haya seguido la situación no necesita de esta información para darse cuenta de ello. En esta crisis, el gobierno norteamericano defendió incondicionalmente a Sánchez de Lozada, costara lo que costara, y las fuerzas armadas actuaron en esta línea de sostener a rajatablas al gobierno y no hacer recambios; o sea, la lucha armada contra los trabajadores. Esta fue la posición durante treinta días, por eso hubo todas estas masacres. Ellos estaban convencidos de que iban a dominar militarmente. Las FF.AA. norteamericanas tienen militares en el ejército boliviano y ellos dirigieron las operaciones de represión. Está claro que si el gobierno norteamericano arregla luego con Kirchner y con Lula para que viajen a Bolivia dos mediadores a proponerles a los opositores un recambio, está claro que si hacen eso, es porque la represión armada por el gobierno norteamericano ha fracasado; y cuando un ejército se empeña en una represión y fracasa, se disloca. Ese día había condiciones favorables para una lucha organizada para el poder. En la historia boliviana, el problema de entender la captura del poder como una actividad organizada es una extraordinaria carencia política, es la piedra con la que tropiezan el pueblo boliviano y sus organizaciones desde tiempos inmemoriables. Ustedes miren la revolución de 1952; fue una gigantesca revolución, los mineros bajaron a La Paz y destruyeron el ejército, pero como no organizaron la toma del poder, la fracción dirigente nacionalista revolucionaria aprovechó las circunstancias y dio el golpe que le dio el poder usurpando a la revolución protagonizada por los mineros y los obreros bolivianos, porque los obreros y los mineros bolivianos no tenían en su programa la cuestión de la organización de la toma del poder. Esto es un asunto muy serio, porque un pueblo que desarrolla enormes sacrificios y va a la lucha hasta las últimas consecuencias corre el riesgo de sufrir una derrota descomunal si no es capaz de producir el desenlace de la lucha, el momento culminante, la derrota del enemigo.


 


Ese desenlace, o sea, la organización de la toma del poder es una técnica, tiene reglas, requiere disciplina, requiere de un trabajo. En este momento estoy leyendo un libro de casi mil páginas sobre Pinochet, que relata minuciosamente cómo lo bajaron a Allende, cómo los grupos comandos tomaron las comunicaciones, bloquearon las radios, aislaron completamente al gobierno de sus simpatizantes controlando las comunicaciones; hasta ese momento no bombardearon la Casa de Gobierno. Siguieron ciertas reglas, aislaron a la cabeza del cuerpo, aislaron a este del otro, controlando acá y allá, y en un momento determinado dijeron ahora vamos, el punto está maduro, hay que cortar y cae. Pinochet siguió reglas porque esas reglas son fundamentales, son la condición del triunfo. Nosotros tenemos que usar esas reglas, adaptándonos a las necesidades del movimiento obrero para que en el mundo no haya nunca más un Pinochet y para que el poder lo tengan directamente los trabajadores. Inversamente, Allende no tenía el mismo concepto que tenemos nosotros de la situación, porque de lo contrario él hubiera organizado desde el gobierno una acción concreta para neutralizar a las fueras armadas que claramente pretendían derrocarlo.


 


Nadie, en la literatura política sobre este proceso de la revolución boliviana última, ha señalado este aspecto. Pero esto es lógico, porque todo el mundo, toda la izquierda, le hace el culto a esta democracia trucha. Propone toda clase de cambios, pero sin afectar las reglas de la democracia trucha. Pero si el pueblo se levantó, ello quiere decir que no tolera más esas reglas, que esas reglas no están evitando el hambre. No es una decisión que viene de la universidad (no quiero más esas reglas) es el pueblo el que lo decide, y lo decide sobre la base de una experiencia histórica, lo decide una masa humilde, lo decide colectivamente una masa de centenares de miles. La nueva situación requiere de un desenlace popular, de lo contrario tendrá un desenlace antipopular.


 


Ustedes van a ver que los centroizquierdistas bolivianos, y Evo Morales en particular, dicen que esta crisis plantea que se vaya el presidente y que suba el vice. Por eso no piensan en la conquista del poder como una actividad organizada, porque están enterrados en la ficción de la democracia, como si de democracia uno comiera, y en realidad uno tiene que tener el régimen que le permita comer y no comer de acuerdo a lo que permite el régimen. No vamos a comer de acuerdo a los que nos permite la democracia, sino que tenemos que tener un régimen que no ponga ninguna traba a la posibilidad de desarrollarnos y ése régimen que no ponga ninguna traba a nuestro desarrollo, ése, será un régimen de auténtica libertad. Esta es una cuestión muy importante y para el Partido Obrero, la más importante. El día 17 de octubre, mientras se tramitaba la renuncia de Sánchez de Lozada, yo tuve la oportunidad de hablar en un acto público del Partido Obrero en Mendoza y, ante la importancia de los acontecimientos bolivianos, aunque a ustedes les pueda parecer simbólico, me pronuncié contra un arreglo basado en la renuncia de Sánchez de Lozada y defendí la organización de la toma del poder por los trabajadores y la instauración de un gobierno obrero y campesino en Bolivia.


 


Ahora bien, una actividad organizada para tomar el poder en un momento culminante como éstos, no se puede improvisar; quiero decir, se puede improvisar, pero que una improvisación tenga éxito es algo muy excepcional, no es una regla, es algo muy difícil, es la excepción… Para que en circunstancias de este tipo las cosas se faciliten se requiere de un partido político de la clase obrera. Y un partido político de la clase obrera que tenga las cosas tan claras como lo que es un Estado capitalista, lo que es la lucha entre clases y lo que es la crisis social; un partido que desde mucho antes de que tenga la ocasión de verse obligado a organizar la toma del poder, ya sepa que toda la crisis conduce a fenómenos multitudinarios de estas características, que en un momento determinado plantea la lucha organizada por el poder y que para eso, en definitiva, uno está construyendo un partido. No está construyendo un partido para nombrar candidatos para las elecciones del 16 de noviembre, esos son incidentes de la lucha en la que se aprovechan las circunstancias para hacer una propaganda y conquistar posiciones que puedan favorecer a los trabajadores en esa lucha. La finalidad última es la lucha por la conquista del poder político por medio de una actividad organizada, pero no una actividad putchista, no, una actividad organizada que se basa en una insurrección popular, como la fase culminante de una manifestación del propio pueblo, no al margen del propio pueblo. Estamos hablando de una actividad organizada que es la consecuencia final de un movimiento popular de características insurreccionales. Con lo cual se demuestra lo fatuo de todos estos "teóricos" que andan por la Argentina, y de nuestros propios argentinos, que dicen que eso de construir un partido es cosa "de antes", de viejos, que el mundo ha cambiado. Pero si el mundo ha cambiado lo ha hecho en el sentido de reforzar este problema de la necesidad del partido y ahí está Bolivia para demostrarlo.


 


Argentinazo y bolivianazo


 


La diferencia entre el Argentinazo y Bolivia es una diferencia de cantidad que se transforma en una diferencia de calidad. El Argentinazo es un fenómeno de 36 horas; aunque tiene un antecedente de lucha como movimiento que se insurrecciona y pide que se vayan todos, tiene 36 horas; éste tiene un mes. Es una constante acumulación de fuerzas, de choques, y eso tiene importancia, porque, en un mes, junto con la lucha va madurando la conciencia política. En algún sentido revela que la burguesía argentina tiene más consistencia que la boliviana: los burgueses bolivianos necesitaron un mes para darse cuenta de que esto iba a terminar en una insurrección. Acá, a las 36 horas le dijeron a De la Rúa que se tome el buque, que se vaya en helicóptero y lo metieron inmediatamente a Rodríguez Saá y después a Duhalde; es decir, el recambio fue más rápido. ¿Cuál es la función de un recambio rápido? Que no se acumulara un proceso que luego en su capacidad de acción y en su conciencia política ya fuera imposible de detener. Indudablemente, esto es una característica importante. Una característica también importante es que los piqueteros intervienen en este movimiento pero no todavía como movimiento insurreccional; los piqueteros van a la lucha en el Argentinazo a apoyar a la gente que en la Capital salió a protestar contra De la Rúa-Cavallo. Si esto hubiera durado una semana más hubiéramos tenido a los piqueteros dirigiendo gran parte del movimiento y sacando a los obreros de las fábricas; para que eso no ocurriera se buscó un desenlace más rápido. Lo de Bolivia es infinitamente más maduro que lo nuestro de Argentina, pero en un cierto sentido no, porque en la Argentina hubo un partido político, que fue el nuestro, que durante un año entero le dijo al pueblo argentino que la situación había madurado como para echar a De la Rúa y Cavallo, aún cuando habían sido elegidos democráticamente en un sufragio normal, regular y legítimo. Debido a la magnitud de la crisis y al malestar popular sacamos la consigna Fuera De la Rúa-Cavallo, por una Asamblea Constituyente. Los cuadros, simpatizantes y masas vinculadas al Partido Obrero ingresaron al Argentinazo, conscientes de lo que el Argentinazo planteaba, más de lo que en Bolivia, donde no hay un partido de las características del Partido Obrero. Pero como ustedes ven, no es suficiente un partido, es necesario que la madurez de la lucha sea mayor, cosa que ocurrió en Bolivia pero no ocurrió en la Argentina. Tampoco alcanza que esa madurez sea mayor, también tiene que haber un partido. Las revoluciones se producen cuando todos estos factores se pueden hacer coincidir y la tarea de un luchador es tratar de que estos factores coincidan. Cuando esos factores coinciden, el sacrificio popular, humano, en la lucha por obtener reivindicaciones milenarias, centenarias, profundas del pueblo es menor, cuando no coinciden es mayor, porque el enemigo golpea.


 


Como ustedes saben hubo un recambio, ese recambio para un argentino es perfectamente comprensible. Lo pusieron a Mesa en lugar de Sánchez de Lozada, como acá lo pusieron a Duhalde en lugar de De la Rúa; esto, lo sabemos, es un cambio que no cambia nada. El operativo político de este recambio es claro. ¿Qué debilidad del movimiento popular explota este operativo político? El apego al mito y a la ficción constitucional; por ejemplo, un líder como Evo Morales adhiere a la sucesión constitucional, otros líderes también quieren la sucesión constitucional, no estamos contra la democracia, queremos que esto siga. Naturalmente, aquí hay un cálculo político miserable. En abril de 2004, en Bolivia, tiene que haber elecciones municipales y todas las encuestas dicen que el partido de Evo Morales arrasaría. Entonces, Evo Morales dice por qué me voy a perder una victoria cómoda y ubicar a toda mi gente en los municipios a cambio de una aventura revolucionaria. En realidad, al contrarrevolucionario las elecciones le permiten instalar a su gente en el Estado existente; en cambio, una revolución destruye el aparato del Estado existente. El otro tema, muy interesante, en Bolivia, es el planteo de una corriente indigenista que reclama la devolución de los derechos originarios de los pueblos indígenas, que en Bolivia son mayoría. Entonces, ¿la revolución qué sería? La revolución sería el indigenismo, el reconocimiento de los derechos originarios. El indigenismo no cuestiona el Estado burgués; quiere que ese Estado burgués se democratice en el sentido de reconocer a las comunidades toda una serie de medios que les permitan autogobernarse. ¿Les devolverán las tierras, acabarán con el régimen de explotación, acabarán con la oligarquía, que en Bolivia terminó concentrando enormemente la tierra? No; el indigenismo presentado de esa manera es contrarrevolucionario. La tarea de los indígenas bolivianos es tomar el poder y hacer un gobierno obrero y campesino para construir el socialismo. No se puede pretender resolver los problemas indígenas en los mismos términos en que lo planteó Tupac Amaru en 1780; hay que resolver los en la época del dominio del mercado mundial y de la computación. El problema existe, pero tenemos que resolverlo en esta época y en esta época necesitamos una revolución socialista que se pueda dirigir a los trabajadores de otros países, sean o no indígenas, para formar un frente común que garantice el desarrollo del socialismo en todos los países. Entonces, la consigna gobierno obrero y campesino es la que mejor resume el anhelo histórico de los indígenas bolivianos, no el indigenismo.


 


El indigenismo ha sido funcional a este recambio por Mesa, al que le dicen: Bueno, ahora, usted que es presidente, usted, que con su sensibilidad conocida, blá, bla, bla, esperamos que reconozca los derechos de los pueblos originarios. La cuestión del gas es un problema internacional, no es un problema de comunidades. Si los obreros y los campesinos toman el poder en Bolivia, el gas servirá a Bolivia, pero sólo el gobierno obrero y campesino va a garantizar las cosas que sirvan al desarrollo del pueblo de Bolivia. Todo el mundo tendrá la provisión de gas en su casa, todo el mundo tendrá gas natural, pero como potencia productora de gas Bolivia puede abastecer al mercado mundial. En realidad, desde una perspectiva socialista, lo que nosotros diríamos es que mediante la unión socialista de América Latina, con el gas boliviano, el petróleo también boliviano y peruano y venezolano, el cobre colombiano, etc., hacemos una vaquita entre todos e impulsamos todas esas riquezas para el desarrollo común de los trabajadores de América Latina; por eso decimos por la Unión Socialista de América Latina.


 


Rescate internacional


 


Como ustedes ven, hay cosas apasionantes que se pueden sacar como conclusión en este movimiento. La revolución boliviana fue tan profundamente internacional que un operativo internacional salvó al Estado burgués. Lo salvó por medio de dos líderes: uno, es el jefe del Partido de los Trabajadores de Brasil y, el otro, uno que posa de revolucionario en la Argentina. Estos hicieron el trabajo sucio del imperialismo. Fracasó el ejército, las fuerzas armadas no pueden reprimir; no inquietarse, aún tenemos a Lula y a Kirchner ¿En qué consistió el trabajo sucio de estos dos? En que explotaron sus relaciones con los centroizquierdistas de Bolivia, viajaron allá, se entrevistaron con Evo Morales, le dijeron che, macho, nos conocemos de hace tanto tiempo, esto no da para mucho más, acá se va a producir una crisis y Brasil y Argentina nos vamos a poner contra ustedes, así que arreglen. Se va Sánchez Lozada, lo que es una satisfacción para ustedes, pero queda salvado el Estado. Esta es la labor que han hecho los centroizquierdistas, a los cuales apoya el Partido Socialista, que a su vez está aliado al Partido Comunista y a Izquierda Unida, etc. Detrás de los mediadores de Kirchner y Lula estaban los Estados, Brasil y Argentina, con todo su poder económico, en particular, de Brasil, sobre la economía boliviana, sobre Santa Cruz, etc. Además, está el gas que exporta Bolivia a Brasil y que Lula trata de pagárselo lo más barato posible. Esta es una conclusión muy importante porque revela el carácter contrarrevolucionario de Kirchner.


 


Una persona en la calle me dice: Ché, ¿no son muy duros con Kirchner, sólo tiene tres meses, por qué no lo dejan gobernar un poco y después damos una opinión? Pero en los tres meses o cuatro que está gobernando ya ha tenido la oportunidad de intervenir en Bolivia para salvar al Estado. Ha dicho: revolución proletaria no, si los obreros van a tomar el poder, yo soy un enemigo. Se resolvió el enigma de la esfinge; el que sabe leerlo queda advertido en el futuro; al que no sabe leerlo le van a cortar la cabeza en el futuro porque va a creer en lo que no debe creer.


 


Acá les quiero contar, un poco para amenizar pero otro poco por su extrema importancia, que toca una fibra muy profunda del Partido Obrero y se inserta en la propia historia del Partido Obrero, que cuando en junio de 1995, en la ciudad de Montevideo, se reunió toda la centroizquierda latinoamericana y el Partido Obrero en el Foro de San Pablo, en ese momento, en Bolivia, el gobierno boliviano compuesto de centroizquierdistas estaba reprimiendo una huelga general y había detenido a la mayoría de dirigentes y los había encerrado en alguna cárcel de la selva como siempre se hace en Bolivia. Uno de los partidos que integraba ese gobierno integraba el Foro de San Pablo que estaba reunido en Montevideo. Entonces nuestro delegado, el compañero Pablo Rieznik, levantó la mano y planteo que antes de empezar a discutir, votemos la expulsión del Movimiento Bolivia Libre, que integra el gobierno boliviano, que reprime a los obreros bolivianos. La propuesta armó una crisis total, no se pudo discutir nada. Durante tres días el Foro de San Pablo estuvo quebrado en torno a si se expulsa o no se expulsa. El Partido Obrero consiguió, sobre 300 delegados, apenas el apoyo de diez: de los delegados del Partido Comunis ta de Paraguay, de los delegados de Tupamaros, de los delegados del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria de Chile; la inmensa mayoría votó en contra, votó que quede el Movimiento Bolivia Libre, no importa que hubiera reprimido a los trabajadores. Hace ocho años, en Montevideo, advertimos el rol de estos partidos en una lucha del pueblo boliviano, y ocho años después se ha verificado la justeza de la advertencia. En ese momento dijeron que el Partido Obrero era quilombero, sectario, etc. Yo digo ahora, a la luz de esto, que ninguna lucha del Partido Obrero fue en vano; nunca fue por figurar, siempre fueron luchas donde se jugaba el futuro y ese futuro así lo demuestra. No hace falta que les diga que cuando perdimos la votación anunciamos ante todos los presentes que nos retirábamos definitivamente del Foro de San Pablo, que rompíamos con él y nunca más hemos vuelto. El Foro de San Pablo es hoy una organización de contrarrevolucionarios que han trabajado ya no para mantener en sus filas a un movimiento que reprimía, sino para defender al Estado burgués.


 


Hay otra experiencia importante. Hace tres días, el presidente de Venezuela criticó a la Organización de Estados Americanos (OEA) por no haber repudiado la masacre del pueblo boliviano. Pero como hoy es 29 de octubre, hace tres días fue 26 de octubre, y a los bolivianos los masacraron entre el 15 de septiembre y el 17 de octubre. Chávez se acordó tarde de repudiar a la OEA por no condenar la masacre del pueblo boliviano. ¿Por qué no condenó Chávez la masacre del pueblo boliviano durante la movilización? ¿Por qué Chávez no denunció a los emisarios de Lula y de Kirchner? Al contrario, los apoyó. Es muy interesante. ¿Qué es lo que se aprende de acá? El fiel de la balanza en Venezuela lo tiene el ejército venezolano. El gobierno de Chávez es un gobierno popular, pero que tiene como base de poder el ejército. Un ejército que en Venezuela coquetea con las aspiraciones populares y choca con las tendencias golpistas de Estados Unidos y de la burguesía venezolana, como cierto tipo de ejército nacionalista que en el pasado cumplía ese tipo de rol en America Latina. ¿Por qué lo hace? Porque ve que la crisis es tan grande y la belicosidad popular es tan grande que prefiere domesticar al pueblo, simpatizando con algunas de sus ideas, para evitar que el pueblo termine haciendo lo de Bolivia. Pero el ejército, aún buscando la simpatía del pueblo, sigue siendo el ejército del Estado y si las masas no se dejan domesticar … En Bolivia, el ejército estaba amenazado por la insurrección popular. Chávez no quiso dar ninguna señal de que él pudiera ser conciliador con la posibilidad de una destrucción de las fuerzas armadas por una insurrección popular. Entonces se mantuvo callado, no iba a decir que estaba bien, porque él es un presidente popular, pero hasta ahí, me callo la boca; condenó la masacre diez días después, diez días no, diez días después, después de ya todo un mes. Muchos días después, no diez, porque él habla para su ejército. Si mañana en Venezuela pasa lo mismo, Chávez está con el ejército, no con el pueblo de Venezuela, y en cierto modo eso ocurrió en Venezuela; porque Chávez sufrió un golpe militar, de la derecha militar, en abril del año pasado, y cuando vio que el alto mando militar estaba mayoritariamente con los golpistas presentó la renuncia, no se enfrentó. Lo que ocurrió fue que una vez que presentó la renuncia el ala más popular del ejército, constituida por los paracaidistas se levantó y derrotó a la derecha; entonces Chávez dijo que retiraba la renuncia y los paracaidistas reinstalaron a Chávez. La última vez que estuve acá en la UNSA, hablé de Chávez (1) entonces agrego estos elementos de juicio. Pero miren ustedes la conducta de Chávez, qué interesante, avala todo el operativo político en Bolivia de Kirchner y Lula y cuando se pregunta por qué actúa de esa manera, en función de qué intereses, entonces se ve cuál es la propia situación venezolana, el papel estratégico del ejército de Venezuela como base del poder del chavismo y la función de arbitraje que cumple ese ejército.


 


¿Qué ocurrió en Bolivia? Subió Mesa, se fue Sánchez de Lozada. Según el Mst, el pueblo ha obtenido una victoria; me voy a detener sobre esto porque es uno de los temas más interesantes.


 


Revolución por etapas


 


El problema acá es, en primer lugar, caracterizar este cambio, qué significa este cambio en el poder político. Apenas asumió Mesa ratificó todos los objetivos de Sánchez de Lozada, pero además formó un gabinete, en medio de la insurrección popular, con un oligarca, ministro de Agricultura; otro gran industrial, en industria; un hombre de los pulpos petroleros y del gas en energía. Es un gabinete más plutocrático y más entreguista que el del propio Lozada, que tenía un gobierno con los centroizquierdistas. Un problema que tienen los campesinos bolivianos es la papa muy barata que viene de Chile, entonces quieren bloquear ese libre comercio que arruina al campesinado, porque los métodos de producción de papa y de cultivo de papa de Bolivia son muy precarios. El gobierno, sin embargo, acaba de ratificar los acuerdos de libre comercio agrícola con Chile, que afectan a los campesinos que se rebelaron. En una palabra, Mesa no pretende disimular.


 


¿Cuál es, entonces, la esencia de este gobierno? La esencia de este tipo de gobierno es que la contrarrevolución cambia de frente, que sigue en el poder la contrarrevolución, sólo que bajo otra forma. No es que ha sido destruida la contrarrevolución y sube una fuerza intermedia entre la revolución y la contrarrevolución; no, es la misma contrarrevolución con un cambio de frente.


 


Aunque ya la exposición lleva su tiempo, les quiero comentar antecedentes muy ricos en esta discusión, probablemente uno de los intercambios teóricos más agudos en el movimiento revolucionario: una discusión epistolar entre León Trotsky y el economista bolchevique Preobrashenzky, en 1927, en torno a la revolución china. La discrepancia entre ellos sobre la revolución china los llevó discutir la revolución alemana de 1918 y la revolución rusa de febrero de 1917. En la revolución alemana de 1918, los obreros se levantaron en la culminación de la guerra y el emperador se vio obligado a abdicar, entregando el gobierno a una coalición formada fundamentalmente por el Partido Socialista, el cual había apoyado al emperador y a los militares alemanes durante toda la guerra. Este Partido Socialista sería Mesa, y el emperador sería Sánchez de Lozada, la única diferencia es que era una monarquía de varios siglos y Sánchez de Lozada, bueno, es un tipo de quinta, y que el partido socialista era el partido histórico de los trabajadores alemanes, no Mesa. Los socialistas tomaron el gobierno para salvar a la burguesía alemana de la insurrección popular, aprovechando las simpatías que contaban entre los obreros alemanes. Es decir que las clases sociales que habían defendido toda su vida a la monarquía ahora se habían alineado con el Partido Socialista. No es que con la monarquía se había caído la reacción, no, la reacción había pasado a estar representada por el Partido Socialista. Y, efectivamente, el PS lo primero que hace es organizar bandas armadas y un mes después asesina en Berlín a Rosa de Luxemburgo y Carl Liebchneck que eran revolucionarios y habían luchado contra la guerra y no habían colaborado con la matanza de los pueblos durante la guerra. El socialismo salva al capitalismo alemán y prepara con esta acción, en la crisis subsiguiente, el ascenso de Hitler.


 


Al tomar el ejemplo de la revolución de noviembre, en la carta que discute Trotsky con Preobrashenzky, los dos coinciden en que la caída del emperador alemán y la instauración de la República había sido una derrota de la clase obrera, ¡no un triunfo! ¿Cómo es esto si la caída de la monarquía es siempre una victoria? Lo que quería decir es que la revolución de noviembre había llevado al poder a un gobierno contrarrevolucionario, entonces no era una victoria, no basta con haber tirado abajo un rey para considerar una victoria, porque su lugar lo pasaron a ocupar los cipayos del rey. A mí, personalmente, cuando leí este intercambio de cartas, lo que me impresionó fue esto, que Trotsky hace la analogía con la revolución que triunfó en Rusia en el 17, que todo el mundo podría entender como una victoria porque derrocó al zar. Daría la impresión de que todo fue un continuo, primero febrero, primera victoria, se va el zar; después, octubre, otra victoria en dos etapas, entonces las dos son victorias. Pero si la caída del zar en Rusia había sido una victoria, ¿en Alemania no era una victoria? La verdad es que la revolución de febrero tampoco fue una victoria, porque lo que suplantó al zar en Rusia también fue la contrarrevolución, bajo otra forma, un cambio de frente de la contrarrevolución. Como el partido bolchevique reconoció que la sustitución del zar era la contrarrevolución en un cambio de frente, luchó los ocho meses para derrocarla, dándole la definitiva victoria a la revolución socialista.


 


Para preparar en Bolivia un triunfo auténtico hay que entender que los cambios tipo Mesa son contrarrevolucionarios, no revolucionarios, no parcialmente revolucionarios, no semirrevolucionarios, no medio o cuar torrevolucionarios, sino totalmente contrarrevolucionarios por referencia al proceso que desataron las masas. Entonces, hay que entenderlo para poder superar el conflicto histórico que el pueblo oprimido quiere resolver con su acción.


 


Con estas conclusiones termino mi intervención, las enseñanzas son grandes, ¡se han replanteado cuestiones teóricas vitales! Este balance vamos a descubrirlo con lo más consecuente del pueblo boliviano para preparar el camino de la segunda confrontación que efectivamente los lleve a la victoria. Es el balance que sacamos del Argentinazo para prepararnos, a nosotros también, para una segunda lucha esta vez victoriosa.


 


Les agradezco infinitamente la paciencia.


 


 


(*) Conferencia de Jorge Altamira en la Universidad Nacional de Salta, 29 de octubre de 2003.


 


1. "Chávez, Lula, Kirchner, ¿adónde va Latinoamérica?"; ver página Nº XX de esta edición de En Defensa del Marxismo.


 

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