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¡El capitalismo solo ofrece guerras, represión, masacres y penurias!

Reagrupemos las fuerzas internacionalistas para luchar por una salida revolucionaria a la barbarie capitalista

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El lunes 24 y martes 25 de junio se llevó a cabo en Buenos Aires una reunión internacional de organizaciones que discutió la guerra imperialista, la crisis capitalista y estableció un plan de acción. Participaron delegaciones de diez países y, como corolario, se desarrolló un gran acto en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) el día miércoles 26.

La reunión contó con representantes del Partido Obrero (Argentina), la Tendencia Internacionalista Revolucionaria –TIR- y SI Cobas (Italia), el Partido Socialista de los Trabajadores (SEP, de Turquía) la Corriente Nueva Izquierda por la Liberación Comunista (NAR, de Grecia), la Fuerza 18 de Octubre (Chile), la Agrupación Vilcapaza (Perú), Tribuna Classista (Brasil), el Comité de Frente Unico por un Partido Laborista (UFCLP, de Estados Unidos), Comunistas (Cuba) y un compañero de España. Las deliberaciones transcurrieron pocas horas después de finalizado el XXIX Congreso del Partido Obrero, al que muchas de las organizaciones mencionadas asistieron como invitadas.

A continuación, compartimos el llamamiento elaborado por la reunión internacional.

Para detener la carrera hacia el abismo, ¡organicemos la oposición a la guerra y a la economía de guerra!

Las organizaciones que hemos participado del encuentro internacional en Buenos Aires el 24 y 25 de junio y que suscribimos el presente llamamiento hacemos llegar a los trabajadores y la juventud del mundo las siguientes conclusiones.

A dos años de la guerra en Ucrania, el conflicto entre los dos bloques reaccionarios que se enfrentan en esta guerra imperialista sigue lejos de resolverse. Tanto Putin en Rusia, como el régimen títere de la Otan de Zelensky en Ucrania reflejan intereses capitalistas de dominación social y nacional.

La guerra ha causado al menos 110 mil muertos, y más de medio millón de heridos. Pero el combate sigue empantanado. Y el permiso de las potencias de Occidente de usar sus pertrechos militares para atacar objetivos en Rusia ha tenido como respuesta de Putin la posibilidad de golpear objetivos europeos con armas nucleares.

Macron y otros dirigentes europeos avanzan en la idea de mandar tropas propias a la batalla para evitar el colapso del frente ucraniano, que aparece como una posibilidad cada vez más cierta. Biden, Putin, Macron, Scholz y Zelensky llevan a la humanidad a una dinámica de acciones y reacciones que nos acerca más que nunca a la Tercera Guerra Mundial.

Los recursos millonarios invertidos por la Otan, y reclamados por supuestos  demócratas e izquierdistas claramente no han reforzado una realidad de libertad, independencia y autonomía en Ucrania, sino que han reforzado su subordinación económica, política y militar a Estados Unidos y Europa, que es el resultado último de un furioso enfrentamiento entre los oligarcas ucranianos pro-Rusia y pro-Otan que, también a través de la guerra, han convertido a Ucrania en un Estado fallido. La reciente “cumbre por la paz y reconstrucción de Ucrania” tiene como contenido real, más que el negocio de la reconstrucción (aún lejano), empujar a los países europeos a reforzar al máximo su compromiso directo con la guerra.

De ambos lados de la frontera los regímenes represivos usan al chauvinismo y la militarización para perseguir a quienes osan protestar contra esta guerra demencial y a quienes se organizan para defender las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera. La perspectiva leninista del derrotismo revolucionario es la única posición que expresa la oposición a los fines reaccionarios de los dos bandos. Una paz en manos de Zelensky-Otan y el círculo de poder de Putin será también a costa de un mayor sometimiento e imposiciones contra los dos pueblos. Solo rebelándose contra la continuación de la guerra y con la sublevación contra estos gobiernos los trabajadores ucranianos y rusos podrán conquistar su libertad de la opresión capitalista y la verdadera paz.

El genocidio palestino y la tendencia a una guerra regional

El estremecedor proceso de limpieza étnica que conducen las Fuerzas de Defensa Israelíes en la Franja de Gaza tiene pocos antecedentes en la historia. Hay que remitirse por lo menos a Ruanda o a los Balcanes, todos casos que la hipócrita “comunidad internacional” imperialista no dudó en catalogar como crímenes de guerra contra poblaciones civiles.

El bombardeo que ha arrojado ya 75 mil bombas y proyectiles sobre Gaza ha destruido las ciudades, escuelas, hospitales, mezquitas y universidades y ha masacrado a 40 mil palestinos, ante la desesperación de una masa creciente de la población mundial conmovida por el genocidio que Netanyahu ejecuta, financiado y asistido por Estados Unidos y Europa occidental. Cada supuesto límite que Biden colocaba en su discurso, como que una invasión a Rafah significaba el corte de asistencia, se ha revelado como una mentira. La gran ciudad de Rafah ha sido también destruida y la ayuda occidental sigue sosteniendo a Israel. Tampoco han cambiado la situación las votaciones en la ONU o los fallos de la Corte Internacional de Derechos Humanos.

La operación, sin embargo, no es considerada un éxito por sus propios ejecutores. No han rescatado al conjunto de los rehenes en manos de la resistencia palestina desde hace 8 meses y, sobre todo, no ha quebrado la capacidad operativa de esta resistencia, a pesar de la devastación generalizada. La continuidad de la lucha palestina entre los escombros, a través del cerco militar que impide la ayuda humanitaria más esencial y el abastecimiento de combustible y energía, retroalimenta la lucha por Palestina en el mundo entero, con su enorme dignidad y heroísmo.

La tendencia de Israel de transformar el genocidio en Gaza en un conflicto regional, que incluye operaciones en Irán, Líbano, Siria y Yemen se condice sólo parcialmente con los objetivos del imperialismo norteamericano de reorganizar las relaciones de poder en toda la región, como se buscó, por otras vías, con los acuerdos de Abraham. Indudablemente el intercambio de misiles entre Israel e Irán, por más limitado o de baja intensidad que haya sido, muestra lo cerca que se encuentra la situación del estallido de una guerra de otro alcance. Fuerzas norteamericanas y europeas funcionan también como auxiliares de Israel en los intercambios de misiles con Irán o los choques con los hutíes. Han limitado que se inicie una guerra abierta hasta ahora por los límites que puso el propio imperialismo norteamericano, temeroso del resultado de una guerra de ese tipo. Sucede que la causa palestina es abrazada por las masas, a pesar de la actitud abiertamente colaboracionista de la mayoría de los regímenes políticos burgueses de Medio Oriente. Un conflicto generalizado puede desestabilizar a los propios aliados occidentales de la zona.

No hay bando capitalista democrático, multilateral ni antiimperialista

Otro de los puntos que caracterizan la acción de EEUU, así como de la reciente reunión del G7, es la preparación de las hostilidades con China, armando a Taiwán para reforzar su defensa y actuar como una eventual base de operaciones navales y militares contra China y conformando un cerco naval junto a países aliados -en primer lugar Japón con su plan de rearme acelerado.

Estos tres países, Israel, Ucrania y Taiwán, han sido definidos por “Genocide Joe” Biden como los ejes de reorganización internacional que considera necesaria para garantizar “la libertad y la democracia”, que es un eufemismo para decir el alicaído sistema de relaciones internacionales que tiene a su país como eje ordenador. Estados Unidos retrocede en su dominación. Se han visto obligados a levantar barreras proteccionistas cada vez más altas para intentar proteger lo que queda de su industria e intentar “Make America Great Again”. El dólar pierde fuerza como moneda común mundial, como se expresa en la valorización relativa del oro. Los bonos de la deuda norteamericana se desvalorizan. También ha caído su porcentaje de participación en el producto bruto mundial. Ha sufrido retrocesos político-militares en puntos de intervención prolongada como Irak, Afganistán y Siria. Pero, a pesar de ello, siguen siendo la mayor potencia capitalista del mundo y no tienen intención de renunciar pacíficamente a su posición de potencia dominante.

Las guerras crecientes marcan la tendencia a una guerra mundial. Un siglo después, la historia le sigue dando la razón sobre el sistema imperialista al revolucionario Lenin, que veía que trae una creciente situación de catástrofes, guerras y revoluciones, y no al reformista Kautsky, que imaginaba una globalización imperialista pacífica, que superaría las tensiones nacionales. Las grandes potencias capitalistas intentan dar una salida a la crisis capitalista, a la sobreproducción y la caída de su tasa de ganancia con la rapiña y el saqueo militar. El gasto militar está en un récord mundial. Pero puede haber todavía muchas crisis y la configuración actual de las fuerzas no es para nada la única posible.

Trump, candidato favorito para volver a la Casa Blanca, es partidario de un acuerdo con Putin, repartiendo a Ucrania en zonas de influencia y concentrando el conflicto en China. Lo mismo pasa con la ultraderecha que ha crecido en el Parlamento Europeo y que es incorporada por los partidos tradicionales a acuerdos parlamentarios de gobierno por encima de los supuestos “cordones sanitarios”. Estados Unidos ha actuado en años recientes para quebrar la Unión Europea, recibiendo a la Inglaterra del Brexit como socio preferencial y ha volado el gasoducto Nordstream, encubriendo un acto de guerra contra la industria y economía alemana como parte de la guerra con Rusia. Que la presidencia de la principal potencia del mundo vuelva a disputarse entre dos ancianos criminales de guerra con un largo historial de corrupción personal y que ya han tenido sobrada oportunidad para mostrarse como enemigos de su pueblo y del mundo es una muestra incluso física del carácter senil y descompuesto de la “democracia” imperialista.

El retroceso de las fuerzas que han capitaneado por décadas la Unión Europea es consecuencia de la experiencia que han hecho las masas. La unidad europea ha sido y es una máquina institucional de protección de los intereses capitalistas contra todos los proletarios de los países a los que pertenecen, con un plus de opresión reservado a los países de menor fuerza, como se pudo ver con la crisis de deuda y el gobierno de la Troika impuesta en su momento a Grecia, es decir, a la masa de trabajadores griegos. Hoy, la orientación de austeridad e inflación impuesta por la orientación guerrerista de la UE ha desgastado a la mayoría de los partidos y gobiernos que lo han promovido. El refuerzo de la presión imperialista de Francia y otras potencias europeas para dar salida a sus dificultades ha llevado a nuevos choques militares con gobiernos contrarios al colonialismo francés en África, así como a una rebelión en su colonia de Nueva Caledonia. Rechazamos a la Unión Europea como organismo imperialista, pero no desde el punto de vista del “soberanismo” que promueve una política imperialista más autónoma, sino desde el punto de vista de levantar contra ella la lucha por gobiernos de trabajadores y la unidad internacional de los trabajadores en Europa y todo el mundo.

La división del mundo en “democracia” y “totalitarismo” es pura propaganda. Lo que existe es la rivalidad interimperialista y los choques por el reparto del mundo de los que participan, a su medida, el conjunto de los estados capitalistas. Es en defensa de su lucro que se libran las guerras y se desencadenan las catástrofes, no de ideales o valores.

Debe ser clarificada la falacia de imaginar a los países llamados “emergentes” o BRICS como un centro de transformación internacional contra el orden imperialista. No constituyen un frente homogéneo. India es un socio militar de Estados Unidos en sus acciones militares preparatorias contra China, en teoría su socio dentro del BRICS. El Brasil de Lula ha archivado todo plan de articulación regional en un momento de extrema presión estadounidense sobre Latinoamérica.

Los oligarcas de Rusia y los burócratas de China han montado enormes negocios capitalistas en sociedad con los imperialistas de Occidente y sus choques actuales solo se relacionan con cómo se obtienen y se reparten las ganancias. Asociar a las potencias capitalistas gobernadas por el PC Chino o la oligarquía de Putin con una impronta antiimperialista o de pasaje a un mundo “multilateral” de relaciones horizontales entre las naciones y con una menor opresión nacional es completamente falso. Son regímenes profundamente opresores de sus clases obreras, de las minorías nacionales y las naciones vecinas.

El proceso de restauración capitalista en Cuba no ha dado lugar a ningún desarrollo económico. Al revés, se procesa un tremendo ajuste contra el pueblo trabajador, que contrasta con los privilegios de burócratas, empresarios y el negocio turístico. Nos oponemos al embargo estadounidense y a las intervenciones imperialistas contra Cuba, lo cual no debe ser una excusa para dar pasos hacia la economía capitalista y la opresión contra el pueblo. Apoyamos las explosiones sociales genuinas que se generan contra la miseria y los abusos en Cuba y exigimos la liberación de los presos de la rebelión por hambre del 11 de julio de 2021.

La unidad y solidaridad de los pueblos explotados por el imperialismo no vendrá de la mano de gobiernos capitalistas. Como han demostrado los gobiernos capitalistas opresores en América Latina u Oriente Medio, el capitalismo y las burguesías nacionales no son capaces de enfrentarse a las potencias imperialistas ni de resolver las tareas democráticas hasta el final. Sólo la unidad socialista de los oprimidos y de la clase obrera internacional puede cumplir plenamente estos deberes históricos.

Crisis capitalista, guerras y ofensivas antiobreras

La etapa de guerras, ofensivas contra la clase obrera y políticas de austeridad que se desenvuelven en el mundo no son una versión moderna de las diez plagas bíblicas. Tienen todas como origen común una crisis agravada del sistema capitalista.

La crisis capitalista del 2008, con eje en Estados Unidos, a diferencia de crisis previas con epicentro en la periferia, no ha sido nunca superada del todo. Asistimos a una recesión larga, que solo ha logrado establecer mesetas temporarias. Los enormes rescates estatales a bancos, fondos financieros y empresas privadas en 2008 y 2020 dejaron un nivel de endeudamiento enorme en los Estados y en las empresas, sin recomponer los niveles previos de ganancia ni productividad. Gran parte de las empresas capitalistas de Estados Unidos son zombies, con un nivel de deuda impagable, mantenidos vivos por una política de subsidios y rescates estatales.

El endeudamiento tiene como correlato las políticas de austeridad contra los servicios públicos, las jubilaciones y los salarios. Lo mismo vale para el enorme gasto militar, que es un respirador artificial que impulsa la economía capitalista a costa del Estado.

El crecimiento económico y el comercio en el mundo han caído fuertemente, mostrando una tendencia a la recesión internacional. Esto se suma a la fuerte inflación internacional que precede a la guerra. La desaceleración económica domina el mercado internacional. El crecimiento económico chino, que por muchos años actuó como “locomotora” se viene  desinflando  progresivamente. La posibilidad de una depresión económica internacional es exacerbada por la reanudación cada vez más amplia de las políticas proteccionistas.

Las guerras son el método por excelencia del sistema capitalista ya que son capaces de destruir la sobreproducción de mercancías y la instalación de capacidad productiva excedente a escala global. Se trata de la extensión de la acción estatal en defensa de sus burguesías nacionales, por la vía de la intervención estatal en la economía, guerras comerciales y proteccionismo, al saqueo liso y llano, y al control de la reconstrucción de las naciones arrasadas.

Polarización social y volatilidad política

Gobiernos patronales de todos los signos políticos, conservadores, populistas, “progresistas” o reaccionarios, intentan descargar la crisis capitalista sobre las condiciones de vida de los trabajadores. Esta polarización social y concentración económica ha dado lugar a choques sociales crecientes, que han dado incluso lugar a ciclos de rebeliones populares. Hemos tenido ciclos de fuertes choques en Francia, en los suburbios de las grandes ciudades, que han sucedido a grandes revueltas contra la policía racista de Estados Unidos en 2020, a la Primavera Árabe, los heroicos levantamientos en Irak e Irán y las rebeliones latinoamericanas de 2019-2021. Tenemos también fenómenos de huelgas obreras importantes como no se veía hace años en Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos, aunque se han mantenido dentro del nivel de los sindicatos. Recientemente, un levantamiento popular extraordinario en Kenia ha logrado revertir una ley impuestos agresiva dictada por el FMI que el gobierno había aprobado en el parlamento.

En estos choques sucesivos se ha ido desgastando la capacidad de gobierno y de contención de los regímenes políticos y en particular los partidos tradicionales de la burguesía. Pocos gobiernos han tenido posibilidad de renovar sus mandatos o incluso, en muchos casos, de poder concluirlos. Entre rebeliones, golpes y caídas de gobiernos se han constituido nuevas fuerzas, en muchos casos improvisadas o nucleadas alrededor de candidatos individuales o outsiders. Hemos asistido al ascenso de centroizquierdistas y nacionalistas “populares”, como los de las sucesivas “olas rosas” latinoamericanas, que hoy tienen un punto fuerte en la victoria de Claudia Sheinbaum en México.

La descomposición del sistema político burgués tradicional ha engendrado también un movimiento creciente de ultra-derecha, o una derecha cada vez más agresiva, que tiene una fuerte apuesta en la vuelta de Trump a la Casa Blanca, en la victoria de Milei en Argentina, o de Meloni en Italia así como en los resultados del partido de Marine Le Pen en Francia, que llevaron a Macron a convocar elecciones anticipadas. Estas fuerzas constituyen un bloque heterogéneo en sus posiciones económicas, o de relaciones internacionales. Pero tienen dos puntos en común, que están íntimamente ligados.

En primer lugar, es una ultraderecha que es partidaria de radicalizar los métodos represivos para perseguir y quebrar al movimiento obrero, a la izquierda y a los movimientos de los oprimidos. No disponen de fuerzas de choque civiles al estilo del fascismo o nazismo clásicos ni han logrado imponer regímenes de partido único. Pero expresan la tendencia en la democracia capitalista de generalizar el espionaje, la represión y persecución legal a una escala extendida.

Milei en Argentina es una expresión de esta tendencia. Su gobierno quiere destruir a la vanguardia de la clase obrera antes de que llegue a montarse una oposición de masas que pueda derrotar a su gobierno. Por eso ha montado un régimen de represión, espionaje, persecución legal y mediática contra el movimiento piquetero de desocupados, contra la izquierda y, en particular, contra el Polo Obrero y el Partido Obrero. El encarcelamiento de los militantes obreros y de izquierda en Turquía luego de las movilización del Primero de Mayo, las decenas de causas penales contra SI Cobas y el movimiento de desocupados 7 de Noviembre en Italia, muestran que esta tendencia a la persecución judicial contra los militantes revolucionarios de la clase obrera es un fenómeno internacional. También en Ucrania, donde el joven Bogdan Sirotiuk fue encarcelado por Zelensky, como muchos otros, por declararse “trotskista”. Llamamos a enfrentarlo con una campaña de solidaridad obrera internacionalista contra cada militante judicializado o encarcelado por el Estado.

En segundo, todo ellos, incluyendo a los que vienen directamente del nazismo y fascismo del siglo XX, son fanáticos del Estado sionista de Israel y del gobierno de Netanyahu que lleva adelante la limpieza étnica en Gaza. Los partidos de extrema derecha han sido los animadores de las hipócritas marchas “contra el antisemitismo” que buscan amedrentar al movimiento que se opone en el mundo al genocidio sionista.

Ambos aspectos están unidos. Israel expresa, en sí mismo, la reacción en toda la línea. Es la vanguardia imperialista. Y, en su accionar violento contra la disidencia interna y el pueblo palestino, es el modelo  a emular para todos los pequeños candidatos a dictador. No es casual que Milei haya cerrado su campaña electoral ondeando una bandera israelí.  Es esclarecedor que el principal sostén de esta acción militar ejemplo de la ultraderecha del mundo sea en este momento el ala “demócrata” y “progresista” de la burguesía imperialista yanki con Biden.

El carácter de reacción concentrada indisimulable del genocidio en Gaza ha generado también la reacción contraria. La lucha contra el genocidio en Palestina ha sido tomada en sus manos por sectores de la juventud y la clase obrera en decenas de países en un movimiento de masas radicalizado que no se ha visto en décadas. Se han realizado importantes acciones obreras para entorpecer las operaciones militares de la Otan en Ucrania y Palestina. La extensión de la ocupación de universidades en Norteamérica en apoyo a Palestina es similar a la del movimiento contra la Guerra de Vietnam en 1968, y se ha extendido a sectores del movimiento sindical, cosa inexistente en el pasado.

Dada la experiencia histórica que tenemos a nuestras espaldas, es un terrible e injustificable error el uso de la amenaza de la ultraderecha para reflotar los frentes de colaboración de clase con la burguesía “democrática” con la excusa de “enfrentar el fascismo”. El llamado “progresismo”  se ha revelado impotente para frenar a la ultraderecha; ha terminado amparándola y cediendo ante ella, pavimentando el terreno  para su progreso y su acceso al poder. No ignoramos el auge de la ultraderecha y de corrientes fascistas, incluso dentro del propio Estados Unidos, donde es respaldado por formaciones fascistas y sectores de la burguesía. Pero el fascismo, allí donde pudiera resurgir, solo puede ser derrotado con el frente único  de las organizaciones de la clase obrera y de las masas oprimidas populares. Con las huelgas, las manifestaciones de masas y la unidad en la lucha. El reciente intento de golpe de Estado en Bolivia muestra que la única herramienta a nuestro alcance para destruir estas ofensivas es el llamado a la huelga general y la movilización independiente de la clase obrera. El desastre y el retroceso de las condiciones de vida generado por las variantes “democráticas” de gobierno burgués son las que generan el ascenso de la ultraderecha, no son el medio que servirá para derrotarla.

La formación de un Nuevo Frente Popular en Francia, que reflota la vieja fórmula de frentes de colaboración de clases, es una nueva propuesta de atar la reacción obrera y juvenil contra la ultraderecha a los viejos aparatos reformistas y parlamentarios, desde una perspectiva política nacionalista y chovinista. El Nuevo Frente Popular se conforma “contra Le Pen” y como tal implícitamente apunta a competir con Macron a ver cuál de los dos bloques coloca el primer ministro y conformar gobierno juntos. Justamente cuando Le Pen ha podido canalizar el desgaste de un régimen de austeridad, ataque a los trabajadores, jubilados, inmigrantes y de promoción de la guerra imperialista. El camino para enterrar a la ultraderecha es la organización de los trabajadores con independencia del Estado, no volver a promover su seguimiento a la socialdemocracia y los partidos tradicionales que han sido la columna vertebral permanente de la Unión Europea del imperialismo, la austeridad, la guerra y la Otan.

Reagrupar a la izquierda revolucionaria e internacionalista

La barbarie que genera esta etapa de capitalismo decadente no se limita de ninguna manera a la represión estatal, las guerras y la pobreza. La búsqueda de ganancia capitalista en otros rubros frente al estancamiento de la productividad transforma en grandes industrias al narcotráfico, la prostitución y la trata de personas, con consecuencias sociales desastrosas. El racismo, la doble opresión de la mujer tanto en su carácter de mujer como de trabajadora, la persecución al colectivo LGBTQ, reaparecen virulentamente como la ideología de la defensa de los privilegios de las clases dominantes y el status quo capitalista amenazado por sus crisis. Apoyamos las luchas de las mujeres trabajadoras y del colectivo LGBTQ por sus derechos laborales y civiles.

La organización anárquica de la producción en función de lucros empresariales en competencia, en vez de planificada para el bien común es el marco del desarrollo del calentamiento global y otras expresiones del desastre ambiental que está generando este sistema social. Millones viven sin las elementales condiciones de urbanización, transporte e higiene que el desarrollo de la humanidad hace posible y que una economía planificada pondría al alcance de todos.

Pero frente a este presente distópico, toda la historia del movimiento obrero, el análisis científico de la realidad y un balance de nuestra experiencia internacional de lucha nos brinda un optimismo revolucionario que nos fortalece y sostiene en la lucha. La fuerza de la clase obrera y los explotados se abre paso, se levanta contra las condiciones de explotación y los gobiernos de sus enemigos de clase. Expresa la necesidad histórica de superar una situación insoportable.

En estos años miles han salido a luchar a las calles, en rebeliones y movimientos de masas. Asistimos en Francia a la huelga general más importante desde 1936. Las movilizaciones de masas por George Floyd en Estados Unidos en 2020 o las que tiraron a Mubarak en Egipto están entre los movimientos de lucha más masivos en la historia de la humanidad. Otros miles han buscado modificar el sistema apoyando a fuerzas políticas que hablan en nombre del “socialismo”. Las direcciones de la izquierda integrada al sistema, junto a las de la burocracia sindical integrada al Estado, han jugado un rol sistemático de desmovilización e integración al régimen político de la rebeldía y el reclamo de transformación social e incluso revolución de estos miles de jóvenes y obreros. DSA en Estados Unidos, Boric en Chile, Petro en Colombia, entre tantos otros, han servido para canalizar hacia el sistema estas ansias de transformación, cooptando organizaciones de lucha y llevando a amargas frustraciones a estas experiencias de rebelión.

Este proceso de integración al Estado ha pegado un nuevo salto justo cuando la catástrofe capitalista es puesta al desnudo de cara a millones, con la extensión de las guerras de rapiña imperialista.

En 2022, una gran parte de las organizaciones que se reivindican revolucionarias tomaron frente a la invasión rusa a Ucrania, una posición de emblocamiento con uno de los bandos reaccionarios en el conflicto. Bajo la mentira de que las tropas organizadas por la Otan podían ser compatibles con una pelea por “autonomía” o “independencia nacional”, constituyeron una pata izquierda de la campaña militar de Occidente para penetrar en Europa del Este, con una variante de su campaña de argumentos democráticos. Algunos fantasean con una guerra “dual” que es por un lado imperialista y de la Otan, a la que no apoyan, y por otro, de liberación nacional, a la que apoyan. Pero tal dualidad solo existe en su cabeza. El régimen de Zelensky es tan independiente de la Otan como lo era Vietnam del Sur de las potencias occidentales. Por  otro lado, otro sector de la izquierda usó argumentos campistas para respaldar la invasión de Ucrania ordenada por Putin, que claramente no tiene objetivo progresivo alguno.

En 2023 el levantamiento de la resistencia palestina y el subsiguiente comienzo del genocidio en la Franja de Gaza, que generó una reacción de masas significativa en todo el mundo, no tuvo, sin embargo, una respuesta homogénea tampoco entre la izquierda. Hay quienes respondieron con pacifismo, y tomando distancia de la resistencia palestina, aún entre quienes reclaman un cese al fuego y el fin de los bombardeos.

Es un profundo error negarse a dar apoyo a un pueblo oprimido y sus organizaciones cuando chocan con el imperialismo y un enclave suyo como es el Estado sionista, excusándose en las profundas diferencias estratégicas y programáticas que separan a los revolucionarios de las organizaciones religiosas o nacionalistas. Allí donde existe una lucha nacional, como indudablemente existe en Palestina, los revolucionarios podremos pelear por la dirección de esa lucha, para llevarla a la victoria con una estrategia socialista, solo sobre la base de una participación plena en todas las etapas del combate. Sin embargo, los revolucionarios siempre mantienen su independencia de la clase dominante y utilizan abiertamente la propaganda socialista para poder ser una alternativa para los pueblos oprimidos, en lugar de la hipocresía de los reaccionarios líderes islamistas y nacionalistas de Oriente Medio. Los internacionalistas formamos parte de un movimiento general y elegimos el lado del pueblo oprimido y su derecho a defenderse con todos los medios a su alcance para emprender esa lucha contra el imperialismo y sus engendros.

En términos de apoyo incondicional a la resistencia palestina, muchísimas organizaciones de izquierda han quedado a la derecha de los miles de estudiantes que ocupan las universidades contra el genocidio. Y también entre las organizaciones que más simpatizan con Palestina, muy pocas comprenden lo decisivo que es el levantamiento general de las masas explotadas del mundo árabe y de Oriente Medio para la victoria de la causa palestina.

Estas múltiples contradicciones han seguido aumentando la fragmentación en el campo de la extrema izquierda. Incluso hay quienes apoyan a Zelensky y al mismo tiempo condenan a Netanyahu, pretendiendo desconocer el explícito hilo conductor que ata a ambos emprendimientos militares sostenidos por la Otan, cuyas partidas presupuestarias se tratan de manera conjunta en los parlamentos y las cumbres de los países imperialistas.

Necesitamos una herramienta de la clase obrera para pelear por una estrategia revolucionaria que pueda llevar a la victoria a nuestras luchas, a las próximas rebeliones. Necesitamos una fuerza obrera que pueda contrarrestar la violenta campaña de embrutecimiento y chovinismo con la que la burguesía quiere emborrachar a los pueblos.

Nos hemos ido reuniendo, discutiendo, tomando resoluciones e iniciativas comunes, practicando la solidaridad proletaria, entre un creciente número de organizaciones que, aún con diferencias políticas y viniendo de tradiciones distintas, nos reconocemos en un campo común de internacionalismo e independencia frente a los problemas políticos centrales de la etapa. Podemos seguir avanzando en esta práctica de unidad para dar un salto en el reagrupamiento de los internacionalistas. Estaremos sin duda haciendo un aporte para constituir los partidos de combate de la clase obrera y la internacional revolucionaria que necesitamos para poder transformar nuestras luchas en victorias.

– ¡Detengamos la guerra Otan-Rusia en Ucrania! ¡El enemigo está en casa! Unidad de los trabajadores de ambos lados de la frontera. ¡Abajo los gobiernos responsables de la guerra!

– ¡Alto al genocidio en Gaza, Palestina libre! ¡Apoyemos la resistencia palestina! ¡Alto a la opresión nacional, racial, étnica y religiosa en todas partes! Por un boicot obrero internacional a Israel.

– Libertad a los presos políticos en todos los países. Basta de persecución al movimiento obrero, la izquierda y los movimientos anti-bélicos.

– ¡NO a la carrera armamentística y a la economía de guerra! ¡Salud y educación gratuitas para todos!

– Contra las reformas laborales y jubilatorias antiobreras

– Por una escala móvil de salarios que impida que la inflación destroce nuestras condiciones de vida.

– Nacionalización bajo control obrero de las industrias que cierren o realicen despidos masivos. Reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario ¡Trabajar menos, trabajar todos!

–Abajo la Unión Europea imperialista. No al soberanismo nacionalista. Por la confraternización de los trabajadores de Europa, incluida Rusia, contra la guerra imperialista.

– ¡No a la injerencia imperialista en Sudán, Congo Khinshasa y en todas partes! Condenamos la injerencia colonialista francesa en África Occidental y la de todas las grandes potencias en el continente.

– Independencia de Puerto Rico, Nueva Caledonia y todos los territorios coloniales.

– ¡No a la opresión de los kurdos! Por el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos oprimidos.

-¡Abajo los dictadores reaccionarios de Oriente Medio! ¡Lucha de clases contra el derramamiento de sangre racial y religioso! ¡Viva el Oriente Medio socialista!

– ¡Abajo el nacionalismo chovinista y la xenofobia! ¡Internacionalismo obrero!

– Por una sociedad sin explotación ni guerra, de armonía entre la humanidad y la naturaleza.

– Por gobiernos de trabajadores, revolución social anticapitalista y el socialismo internacional.

Proletarios de todos los países y oprimidos del mundo entero, ¡unámonos!

Partido Obrero (Argentina)

Tendenza Internazionalista Revoluzionaria (Italia)

NAR (Grecia)

SEP (Turquía)

Fuerza 18 de Octubre (Chile)

Tribuna Classsista (Brasil)

Comunistas (Cuba)

Agrupacion Vilcapaza (Perú)

Inqilabin Sesi (Azerbaiyán)

UFCLP (Estados Unidos)

Acción Roja – Iniciativa Roja (Serbia-Croacia)

S.I. Cobas (Italia)

Laboratorio Político Iskra (Italia)

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