Carta al Congreso (Testamento Político)

22 de diciembre de 1922 - 4 de enero de 1923

I

Yo aconsejaría mucho que en este Congreso se introdujesen varios cambios en
nuestra estructura política.
Desearía exponerles las consideraciones que estimo más importantes.
Lo primero de todo coloco el aumento del número de miembros del CC hasta
varias decenas e incluso hasta un centenar. Creo que si no emprendiéramos tal
reforma, nuestro Comité Central se vería amenazado de grandes peligros, caso
de que el curso de los acontecimientos no fuera del todo favorable para nosotros
(y no podemos contar con eso).

También pienso proponer al Congreso que, dentro de ciertas condiciones, se dé
carácter legislativo a las decisiones del Gosplán, coincidiendo en este sentido con
el camarada Trotsky, hasta cierto punto y en ciertas condiciones.
Por lo que se refiere al primer punto, es decir, al aumento del número de
miembros del CC, creo que esto es necesario tanto para elevar el prestigio del
CC como para un trabajo serio con objeto de mejorar nuestro aparato y como
para evitar que los conflictos de pequeñas partes del CC puedan adquirir una
importancia excesiva para todos los destinos del Partido.

Opino que nuestro Partido está en su derecho de pedir a la clase obrera de 50 a
100 miembros del CC, y que puede recibirlos de ella sin hacerla poner
demasiado en tensión sus fuerzas. Esta reforma aumentaría considerablemente
la solidez de nuestro Partido y le facilitaría la lucha que sostiene, rodeado de
Estados hostiles, lucha que, a mi modo de ver, puede y debe agudizarse mucho
en los años próximos. Se me figura que, gracias a esta medida, la estabilidad de
nuestro Partido se haría mil veces mayor.

23 de diciembre de 1922

II

Por estabilidad del Comité Central, de que hablaba más arriba, entiendo las
medidas contra la escisión en el grado en que tales medidas puedan, en general,
adoptarse. Porque, naturalmente, tenía razón el guardia blanco de Rússkaya Mysl
(creo que era S. F. Oldenburg) cuando, lo primero, en el juego de esas
gentes contra la Rusia Soviética ponía sus esperanzas en la escisión de nuestro
Partido y cuando, lo segundo, las esperanzas de que se fuera a producir esta
escisión las cifraba en gravísimas discrepancias en el seno del Partido.
Nuestro Partido se apoya en dos clases, y por eso es posible su inestabilidad y
sería inevitable su caída si estas dos clases no pudieran llegar a un acuerdo.
Sería inútil adoptar unas u otras medidas con vistas a esta eventualidad y, en
general, hacer consideraciones acerca de la estabilidad de nuestro CC. Ninguna
medida sería capaz, en este caso, de evitar la escisión. Pero yo confío que esto
se refiere a un futuro demasiado lejano y es un acontecimiento demasiado
improbable para hablar de ello.

Me refiero a la estabilidad como garantía contra la escisión en un próximo futuro,
y tengo el propósito de exponer aquí varias consideraciones de índole puramente
personal. Yo creo que lo fundamental en el problema de la estabilidad, desde
este punto de vista, son tales miembros del CC como Stalin y Trotsky. Las
relaciones entre ellos, a mi modo de ver, encierran más de la mitad del peligro
de esa escisión que se podría evitar, y a cuyo objeto debe servir entre otras
cosas, según mi criterio, la ampliación del CC hasta 50 o hasta 100 miembros.
El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos
un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la
suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según demuestra su
lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías
de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad.
Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está
demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente
administrativo de los asuntos. Estas dos cualidades de dos destacados
jefes del CC actual pueden llevar sin quererlo a la escisión, y si nuestro
Partido no toma medidas para impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie lo espere.

No seguiré caracterizando a los demás miembros del CC por sus cualidades
personales. Recordaré sólo que el episodio de Zinoviev y Kamenev en Octubre
no es, naturalmente, una casualidad, y que de esto se les puede culpar
personalmente tan poco como a Trotsky de su no bolchevismo.
En cuanto a los jóvenes miembros del CC, diré algunas palabras acerca de
Bujarin y de Piatakov. Son, a mi juicio, los que más se destacan (entre los más
jóvenes), y en ellos se debería tener en cuenta lo siguiente: Bujarin no sólo es
un valiosísimo y notabilísimo teórico del Partido, sino que, además, se le
considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus concepciones
teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas,
pues hay en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que jamás
ha comprendido por completo la dialéctica).

Viene después Piatakov, hombre sin duda de gran voluntad y gran capacidad,
pero a quien atraen demasiado la administración y el aspecto administrativo de
los asuntos para que se pueda confiar en él en un problema político serio.
Naturalmente, una y otra observación son valederas sólo para el presente, en el
supuesto de que estos dos destacados y fieles militantes no encuentren ocasión
de completar sus conocimientos y de corregir su unilateral formación


23 de diciembre de 1922

SUPLEMENTO A LA CARTA DEL 24 DE DICIEMBRE DE 1922


Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro
medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en
el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la
forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro
hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo
por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más
atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede
parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de
prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca
de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una
pequeñez que puede adquirir importancia decisiva.

4 de enero de 1923

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