Las elecciones de medio término en Estados Unidos, realizadas en noviembre, han remarcado el tremendo pantano en el que se encuentra la burguesía norteamericana.
El resultado final dio un Congreso dividido. Los republicanos pasaron a tener una pequeña mayoría en la Cámara Baja, mientras los demócratas retuvieron el Senado. Finalmente no se hizo realidad el anuncio de una gran ola republicana que canalizaría la bronca con la situación económica y la impopularidad de la presidencia de Joe Biden. Aunque los republicanos crecieron luego de su derrota en 2020, la tendencia histórica a un giro opositor en las elecciones de medio término tuvo un registro menor que el de otras oportunidades.
A pesar del avance relativo del Partido Republicano, su líder Donald Trump es para todos el gran derrotado de la elección. Los candidatos que él apoyó se impusieron en muchas de las internas del partido, pero luego fueron mayoritariamente derrotados, facilitando la pérdida del Senado. Los candidatos que resaltaban su conexión con Trump y repetían las versiones sobre el fraude electoral del 2020 sacaron en promedio entre 5 y 6 % menos que el resto de los candidatos del partido.
Esto contrastó con la victoria arrolladora en Florida de Ron De Santis, principal rival de Trump para la candidatura presidencial republicana de 2024. De Santis se coronó como gobernador con 19 puntos de diferencia sobre el candidato demócrata, en un estado que en 2020 se había inclinado por Trump por tres puntos.
Mientras todavía se contaban los votos, Trump se apuró en ser el primero en lanzar su candidatura para el 2024. La movida no solo no reunió apoyo de los dirigentes de su partido, sino que fue criticado por un posible rebote negativo sobre el voto de segunda vuelta que queda pendiente para el senador por Georgia.
Que la derrota demócrata fuese menor a la pronosticada no desmiente los bajos niveles de popularidad de Biden, quien está muy lejos de emerger de la elección como figura triunfal. El rechazo a su gobierno y su deterioro personal amplían las perspectivas de que no apueste por su reelección, algo que tendría pocos antecedentes para un presidente norteamericano en su primer término. Pero que fue considerada la mejor opción por dos tercios de los votantes encuestados por el Financial Times durante el día de la elección.
La movilización de votantes demócratas se vio reforzada por el rechazo tanto al fallo de la Corte Suprema conservadora (con varios miembros afines a Trump) contra el derecho al aborto, como a la ocupación putchista del Capitolio de enero de 2021, por parte de elementos de ultraderecha impulsados por el expresidente. Las mujeres votaron en una mayor proporción a candidatos demócratas que se opusieron al fallo, como John Fetterman, que ganó la banca por Michigan en juego en el Senado. Los demócratas se jugaron a contener la movilización callejera contra la sentencia medieval de la Corte y a canalizar el rechazo por la vía de las urnas, algo que ha sido un desastre en términos de generar una reacción rápida y contundente pero les ha dado un importante rédito electoral.
Tres plebiscitos consagraron en sus estados la protección del aborto legal en la constitución local, y en otros tres fue rechazada la tentativa de incluir prohibiciones de la práctica. El 60% de la población nacional apoya que el aborto sea legal en la mayoría de los casos, mientras que solo el 8% sostiene que debe estar prohibido siempre.
Otro componente fuerte fue un crecimiento de los votos jóvenes en una elección de medio término (un 27% del sector entre 18 y 29 años, algo que para Estados Unidos, llamativamente, es alto). Creció la representación del ala “progresista” del partido, sin que Bernie Sanders ni otro de sus representantes aparezca en ninguno de los temas vitales como una contracara de la política oficial.
El trasfondo es la crisis capitalista
No solo han quedado divididas las mayorías en el congreso, dificultando que se avance en dirección alguna en el tratamiento de las leyes que pueda requerir el gobierno. Los liderazgos de ambos partidos están golpeados. Las salidas que ambas alas de la burguesía intentan han mostrado límites muy gruesos para avanzar. Se trata de un empantanamiento de todo el régimen político imperialista yanqui.
La base de esta crisis del régimen es la caída de la tasa de ganancia y la productividad de su economía. La recuperación económica post-pandemia se ha desacelerado y está por detrás de los débiles niveles de crecimiento anteriores al Covid. Sistemas de pronóstico como el del US Conference Board marcan el comienzo de una nueva recesión.
El tercer trimestre consecutivo de caída en la producción está marcando un descenso de las ganancias capitalistas. Esto incluso cuando se está licuando el “costo laboral”: la suba anual media de los salarios es del 3%, contra un 8% de inflación. La caída en la productividad, a su turno, refuerza la tendencia inflacionaria. Y la caída de la tasa de ganancia, que afecta al conjunto de los sectores, intensifica la huelga de inversiones, que abandonan la producción e ingresan en circuitos especulativos. El impacto central de esta crisis económica es una mayor polarización social y económica y un aumento de la miseria que se deriva del desempleo y la inflación.1Roberts, M. (8/11/2022) US mid-term elections: it’s the economy, stupid!, The Next Recession. Recuperado de: https://thenextrecession.wordpress.com/2022/11/08/us-mid-term-elections-its-the-economy-stupid/
Los precios del combustible siguen teniendo subas muy marcadas gracias al impacto de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia sobre la disponibilidad. Mientras se acerca el invierno boreal, los niveles de stock de combustible están en un punto bajo histórico. En el último año los aumentos de combustible para automóviles fueron de un 47%, mientras el aceite para calefacción subió 70%.
Amazon anunció 10 mil despidos, mientras que Meta, la dueña de Facebook, WhatsApp e Instagram, ya despidió 11 mil empleados, reduciendo un 13% su padrón. Elon Musk arrancó con 3.700 despidos tras adquirir Twitter, a los que se suman otros 1.200 despidos encubiertos generados por sus ultimátums. De conjunto, el sitio especializado en la industria tecnológica tech.co contabiliza por lo menos 76 mil despidos en el sector en lo que va del 2022.
La cuarta suba consecutiva de las tasas de interés de la Reserva Federal no ha tenido éxito en frenar la inflación. Se ha abierto un debate entre sus funcionarios sobre la necesidad de hacer subas más pequeñas, por el riesgo de provocar una recesión. Mientras tanto, su titular Jay Powell dijo que prevé que las tasas, actualmente entre 3,75 y 4%, llegarán a 4,6% si la inflación no cede. Y muchos ya colocan ese número por encima del 5%.2Smith, C. (24/11/2022) Most Fed officials support a reduction in pace of rate hikes, Financial Times. Recuperado de: https://www.ft.com/content/422c0466-94e4-4d89-85e3-b1006a0d3feb
La debilidad económica de Estados Unidos puede tener consecuencias que modifiquen estructuras financieras internacionales con décadas de vida. Luego de 20 años de apreciación del dólar frente a las principales monedas del mundo, en noviembre se devaluó un 3%. Se trata de la traducción financiera de una hegemonía norteamericana endeble y cuestionada.
La recomposición obrera
Sigue en curso la recomposición del movimiento sindical frente a la inflación y a niveles de explotación brutales. La tan comentada “gran renuncia” fue una respuesta a este deterioro procesada de manera individual, pero se ha puesto en marcha una respuesta colectiva, de sindicalización y huelgas salariales.
En el primer semestre de 2022 hubo un 57% más de planteos de plebiscito para sindicalizar empresas. Es la tendencia más alta de la última década. Las grandes cadenas como Amazon y Starbucks, que están entre los grandes objetivos de sindicalización de los procesos en marcha, han reaccionado con brutales campañas de amedrentamiento que incluyen despidos ilegales y sabotaje de los plebiscitos gremiales. Los funcionarios del gobierno de Biden que se declaran “pro-sindicatos” no han tenido reacciones significativas frente a ello, dejando hacer a las grandes corporaciones.
Solo en Starbucks se han producido 70 huelgas locales en lo que va del año. Ya ha habido muchos más paros en los meses que van de 2022 (281 paros contabilizando hasta octubre) que en todo el 2021 (260), y la tendencia sigue en alza. Entró en huelga en noviembre la Universidad de California, donde 48 mil trabajadores académicos distribuidos en más de 10 sedes reclaman un 100% de aumento salarial. La medida ya lleva en este momento más de dos semanas, constituyendo la huelga universitaria más grande de la historia del país.
La mayor tensión se procesa en la discusión del convenio laboral ferroviario, que ya lleva meses y que ha involucrado a Biden y su gabinete directamente para presionar contra la huelga. Funcionarios y patrones insisten en querer imponer un convenio sin días de enfermedad pagos. Luego de que un nuevo plebiscito obrero rechazase esta propuesta, Biden ha pedido que el Congreso dé a este convenio laboral fuerza de ley, para impedir que los ferroviarios realicen el paro que tienen previsto para los primeros días de diciembre.
Aun con una burocracia sindical profundamente integrada al Partido Demócrata, todo indica que se están preparando choques más profundos de los trabajadores con los capitalistas y que el carácter profundamente patronal del gobierno Biden es indisimulable.
Los progres de la OTAN
El plan de “normalización” política y colaboración bipartidaria de Biden no ha avanzado ni un centímetro. Integrantes de la nueva mayoría republicana en la Cámara Baja ya han declarado que promoverán investigaciones contra Biden (en espejo de las que la mayoría demócrata llevó adelante contra Trump, tanto bajo el gobierno de este como en la primera etapa del de Biden). Han citado como posibles temas la manera de retirar las tropas de Afganistán, así como el enriquecimiento de Hunter Biden, el hijo de Joe, en Ucrania bajo el gobierno de Obama.
Otra ofensiva de la mayoría republicana podría consistir en no habilitar una nueva expansión de endeudamiento. Se calcula que el Tesoro se quedaría sin fondos para mediados del 2023, y, sin ese permiso, podríamos asistir al primer default soberano de EEUU, de consecuencias catastróficas para el sistema financiero mundial. Una decisión de este tipo llevó a un cierre temporal de los servicios públicos en el 2011, durante el gobierno de Barack Obama. La aprobación de nuevos presupuestos puede transformarse en un pantano para los dos años restantes del gobierno de Biden.3(17/11/2022) In a Republican house, investigations and fiscal clashes loom, The Economist. Recuperado de: https://www.economist.com/united-states/2022/11/17/in-a-republican-house-investigations-and-fiscal-clashes-loom
La expectativa de que la ofensiva imperialista en los de avanzar hacia la colonización de Rusia y China sea la que abra una nueva bonanza para Estados Unidos tiene fuertes límites. El daño generado por la guerra en Ucrania a la economía internacional, y en particular europea, hace que muchos integrantes de la OTAN promuevan la posibilidad de lograr un acuerdo de paz, contra la política del gobierno ucraniano de Zelinsky, sostenido por la posición guerrerista extrema de la administración Biden. Pero el límite mayor lo expresa el hartazgo de los trabajadores, que cargan con el grueso del peso económico de la guerra y sus consecuencias. La inflación tiene un inmenso impacto negativo en Estados Unidos y es el gran motor del reanimamiento sindical que se está viviendo.
No solo está por verse la posibilidad de un avance mayor del área de influencia de la OTAN sin generar un desastre nuclear, como amenaza el choque con Putin. Un avance en las hostilidades con Rusia y China implicaría de mínimo una movilización militar significativa de tropas estadounidenses y europeas, sino directamente una conscripción militar. Para un gobierno que entra en problemas por los aumentos de precios que supone sostener la guerra, reimponer un nivel de movilización militar que cayó luego de la derrota en Vietnam hace medio siglo constituye un obstáculo político difícil de resolver.
Cuando estuvo en el gobierno, Trump fue también un agresor imperialista criminal. Extendió los asesinatos con drones en el extranjero, por ejemplo, profundizando una tendencia que se venía desarrollando bajo la presidencia de Obama. Sin embargo, el encolumnamiento fanático de los demócratas le ha dado espacio a Trump para hacer una campaña “pacifista”, pidiendo un acuerdo inmediato en Ucrania y señalando que el gobierno de Biden lleva al riesgo de una guerra nuclear. El ala progresista del partido, mientras tanto, tiene terror de expresar disidencia alguna con la política de guerra. Cuando 30 diputados del grupo “progresista” interno de la bancada demócrata sacaron una carta el 24 de octubre pidiendo un cambio de política en Ucrania y favoreciendo un acuerdo de paz, en menos de 24 horas se retractaron por la presión de la Casa Blanca. El reemplazo al frente de los diputados demócratas de Nancy Pelosi, que anunció su jubilación luego de que perdieran la mayoría, será Hakeem Jeffries, un político al servicio de las grandes empresas, financiado por Wall Street y el lobby de Israel.4Fedor, L. (26/11/2022) Democratic heir-apparent to Pelosi looks at making history, Financial Times. Recuperado de: https://www.ft.com/content/847819e3-43d0-4ac0-9063-af402fa42ca8
El ala progre del partido no le cuestiona a Biden el liderazgo del partido. No cuestiona la orientación de gobierno. Incluso cuando este choca con conflictos obreros, con los que demagógicamente se alinean. Ni Bernie Sanders ni las figuras más nuevas aparecen como cabezas alternativas. Esta profunda integración al Estado imperialista, que los neutraliza como canal de desarrollo de una alternativa y de las propias luchas, ha sido pagado con un gran crecimiento de cargos en el Estado; su fidelidad a los Biden y Pelosi ha recibido su premio. Los Demócratas Socialistas, el ala más “ideológica” de esos progresistas, tiene seis diputados nacionales y por lo menos 135 cargos electivos a nivel de estados, condados y ciudades. En muchos lugares cubren responsabilidades en las bancadas demócratas. Se han transformado en un canal importante para hacer carrera política en el Estado burgués, con el concurso de la mayoría de la izquierda norteamericana que participa allí, más o menos críticamente. A pesar de este crecimiento en cargos electorales, muchos informes marcan la desmoralización de la generación militante que se integró a esta corriente política.
¿Trumpismo sin Trump?
El proyecto político de Trump fue el gran perdedor de las elecciones de noviembre, quedando muy por detrás de los promisorios pronósticos. El rechazo a la sentencia de la Corte contra el derecho al aborto jugó en ello un papel destacado. Aunque los demócratas no harán nada para defender efectivamente ese derecho, la antipatía de una parte importante del electorado es una señal de un límite político al plan de ofensiva directa y brutal contra los derechos de las masas que subyace detrás de esta variante de reintentar un bonapartismo fascistoide. La rebelión contra la militarización y la violencia policial que siguió al asesinato de George Floyd en 2020 fue un golpe enorme a esa perspectiva. No han reunido las relaciones de fuerzas para aplastar a los trabajadores, las mujeres y los movimientos de lucha en general. Estos, incluso, dan señales de reorganizarse y de tener una moral de combate alta.
Trump se apresuró a lanzar su candidatura para el 2024, buscando mostrar que el resultado no lo afectaba. Pero lo hizo en un acto deslucido que no contó con el apoyo de legisladores republicanos electos ni de los que continuarán en funciones en el próximo término. Donantes billonarios republicanos como Stephen Swarzman de Blackstone y Ken Griffin de Citadel han anunciado que no apoyan la candidatura del ex mandatario y piden un recambio en el partido. Rupert Murdoch, mandamás del consorcio mediático Fox y gran trampolín de Trump, dio la orden de que se lo rubricara como “perdedor” de la elección e impulsa la candidatura de De Santis. Larry Hogan, gobernador republicano de Maryland, lo responsabilizó por los límites de los resultados electorales, en un cuadro de alta desaprobación de la gestión de gobierno de Biden. “Es la tercera elección que Donald Trump nos hace perder”, se sumó su colega de New Hampshire, Chris Sununu.
Se están procesando múltiples causas civiles y criminales contra Trump, que van desde su responsabilidad en el putsch del 6 de enero y el intento de modificar fraudulentamente el resultado electoral en Georgia, a la evasión de impuestos, negocios fraudulentos o la retención de documentos confidenciales del Estado. La Justicia sigue siendo un terreno en el que la burguesía puede condicionar a quien en su mayoría considera un representante político problemático y desgastado. Incluso la Corte Suprema resolvió poner documentación fiscal de Trump para la investigación de una de las causas.
Dentro de los límites de la votación republicana, han tenido algunas victorias importantes. Ya marcamos el triunfo arrollador en Florida, que catapulta a De Santis como candidato presidencial. También tuvieron una victoria en territorios tradicionalmente demócratas, dando vuelta varios distritos suburbanos de Nueva York. Fueron estos triunfos los que permitieron a los republicanos hacerse de la mayoría entre los diputados nacionales. Parecen haber explotado a su favor el desprestigio del aparato demócrata que sostuvo a Andrew Cuomo, quien tuvo que renunciar de la gobernación neoyoquirna en 2021 por denuncias de acoso sexual múltiple.
De Santis, el principal rival de Trump, no expresa un giro hacia la moderación para el Partido Republicano. Es un conservador, racista, homofóbico, perseguidor de los inmigrantes y enemigo de los derechos de las mujeres. No tiene el historial de crisis previas y causas judiciales que arrastra Trump, pero surgió con el apoyo del expresidente, de su propio riñón. Hace campaña atacando la posibilidad de educación sexual en las escuelas y prohibiendo libros. Glen Youngkin, el gobernador de Virginia, es otro que se imagina pudiendo lanzar un trumpismo sin Trump y con mejores modales.
Todos estos candidatos conviven con la ultraderecha, que se ha vuelto una parte inseparable de su partido e incluso del aparato del Estado. 24 procesados por la toma del Capitolio son policías retirados o en actividad, y 135 de los 900 detenidos en las investigaciones están vinculados al aparato de seguridad. Informes del Departamento de Defensa previos al putsch reconocieron que 50 miembros habían sido denunciados como neonazis o supremacistas blancos, aunque el número real es infinitamente mayor.
Trump quiso dar una salida bonapartista, de poder personal, al estancamiento del régimen político norteamericano. Los que pretenden fungir como nuevos referentes nacionales del Partido Republicano tienen menos condiciones que él para un liderazgo personal que pueda ser la base de un régimen bonapartista. Son sin embargo, igualmente derechistas y reaccionarios. Las bandas de ultraderecha y las ofensivas reaccionarias que han puesto en marcha merecen una atención especial del movimiento obrero y la izquierda para ser enfrentadas y derrotadas en las calles.
El impasse estratégico de la burguesía norteamericana, la crisis social y el crecimiento de la lucha obrera dan una oportunidad histórica para que la vanguardia obrera y de izquierda se reagrupe en forma independiente, con la perspectiva de poner en pie un partido de la clase obrera en Estados Unidos.