La última novela del autor peruano, publicada hace pocas semanas, es un nuevo hibrido entre relato ficcional y un trabajo investigativo sobre la historia de la música popular del Perú.
En la parte de ficción, desarrolla el día a día de Toño Azpicueta, maestro de dibujo, ensayista, periodista e investigador de la canción folklórica del país con orillas en el Pacifico. Reconocido como el “Intelectual Proletario” quien a partir de su amistad con José Durand Flores, doctor, comerciante y presentador de artistas, participa de una tertulia donde conoce “algo nuevo en la música”: Lolo Morfino, joven y sumiso guitarrista que con su instrumento provoca sentimiento mucho más fuertes que con la palabra. Pocos días después, luego de publicar una nota sobre dicho músico en una de las revistas más consumidas, se anoticia de su deceso.
La muerte del guitarrista transformará la investigación del periodista en un importante ensayo sobre su vida, que se entremezcla con la propia.
Revolución silenciosa e hispanidad
Tanto en su parte ficcional, pero principalmente en su ensayo, Vargas Llosa desarrolla un reconto de la música local, (de la zona costera, no de la indígena) introduciendo el concepto de revolución silenciosa e hispanidad.
“Había callejones en toma Lima, pero los negros (o morenos), muchos de ellos esclavos emancipados o prófugos, tenían los suyos siempre en Malambo, donde se habían rejuntado sus familias (…) Allí florecerían y poco a poco iría empinándose en la vida social hasta ser aceptada por la clase media y, más tarde, incluso adentrarse en los salones de la nobleza de los ricos, llevada por la gente joven, que de forma natural, iba sintiendo la música española algo anticuada y aburrida, sobre todo comparada con la peruana y estas letras referencias al mundillo y las costumbres locales. (…) Los callejones de Lima fueron la cuna de la música que, tres siglos después de la conquista, se podía llamar genuinamente peruana. (…) En los callejones había ratas, pero también música, y una cosa compensaba la otra”.
La revolución silenciosa, que según el autor crea y desarrolla la cultura popular peruana, con marineras y carnavales (y ayudan a construir la identidad nacional). Pero una independencia poco fortalecida. Como parte de sus conclusiones, Vargas Llosa explica que “la conquista y el dominio de España sobre América Latina tuvo al menos un beneficio: el idioma español, que materializó la hazaña de integrar al continente, al menos en su manera de hablar y de pensar”.
Párrafos más adelante, aclarando su concepción religiosa atea, abraza la idea de “orden” que inculcaron los colonizadores, con la biblia y la espada, bañando de sangre la tierra americana. “El cristianismo ordena toda aquella dispersión bárbara y crea un denominador común para los latinoamericanos, tan diferentes entre sí. ¿Es mejor que exista el cristianismo, pues? Sin duda, pero sin meterse con la música criolla, en un régimen de libertades en el que sean lícitos la picardía, el gracejo y la mano en la espalda. A ratos esas creencias de mi infancia y juventud lasallista vuelven a atraparme, pero tal vez en el fondo soy un ateo. (…) ¿O sea que el español y la religión católica justifican la conquista? No, no es tan fácil de decirlo, amigos míos. Si los ingleses hubieran despoblado luego de gigantescas matanzas, como hicieron en los Estados Unidos”. De este modo, para el autor, no es solo la música la que unifica al pueblo sino también que viene desde “arriba”, el clero y las monarquías.
Así Vargas Llosa, que desde hace años viene efectuando un grito derechista y reaccionario, lleva a conclusiones y sintoniza con aquellos y aquellas que celebran el día de la hispanidad. En Argentina encabezados por los facho-libertarios. “12 de octubre. ¡Feliz día de la hispanidad! Un día como hoy sucedió una de las epopeyas más importantes de la historia de la humanidad. Se avistaban las tierras del continente americano y dos culturas se unían en la hermosa mixtura que es Hispanoamérica. Orgullo de ser hija de esa fusión” (del Twitter de Victoria Villarruel).
Vargas Llosa en “Le Dedico Mi Silencio” y La Libertad Avanza (LLA) con sus discursos y posteos, se unen acompañando la celebración creada por la corona española el 12 de octubre de 1892, para conmemorar “la integración de los reinos de España en una misma monarquía, que inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos” (texto ley 18/1987, España).
Unión cultural y de lenguaje, negacionismo a la barbarie masacradora, y fuerte apoyo a la colonización. Más de 55 millones de aborígenes fueron asesinados, desde el desembarco de las comitivas, encabezadas por Cristóbal Colón en 1492. Cinco siglos igual. No hay nada que festejar. Como lo cantan la banda de rock Divididos “la historia escrita por vencedores, no pudo hacer callar a los tambores”.
Dichos textos crean el terreno necesario para la entrega de extensos territorios a grandes capitales extranjeros. Tanto ayer como hoy en Perú, y en toda Latinoamérica, tierras indígenas son vendidas para desarrollar grandes negocios turísticos, inmobiliarios, mineros y agropecuarios. Reprimiendo ferozmente a los pueblos originarios. Lo demuestra en Argentina la desaparición y asesinato, post desalojo de la gendarmería el 1ro de agosto de 2017, de Santiago Maldonado. Como así también el crimen de Rafael Nahuel, por la avanzada represiva de Prefectura Naval, el 25 de noviembre de 2017 en territorio recuperado de su comunidad Lafken Winkul Mapu.
Como innumerable cantidad de abusos, maltratos y ataques por parte de las fuerzas represivas del Estado. “Luego de llevar a cabo la aprobación de una nueva constitución sin consulta a la población y sin el consentimiento libre, previo e informado de los originarios, hemos encontrado que la policía de la provincia de Jujuy respondió con uso de la fuerza indiscriminada en contra de quienes protestaban por sus derechos” (Anmesty, 05/10/2023).
La apropiación extranjera de territorios naturales nacionales, con más de 530 años de historia en este continente. Con el apoyo del Estado (todos sus gobiernos) y fuerzas represivas, para la explotación y expropiación de recursos naturales y estratégicos como el mar, ríos, arroyos, lagos, carbón, litio, petróleo y piedras preciosas. Privatización y entrega a grandes empresarios como el Grupo Benetton (propietario de 900 mil hectáreas), la Familia Méndez con 750.000 hectáreas, el Grupo Walbrook poseedor de 600 mil hectáreas o el grupo Hailongjiang Beidahuang con más de 300 mil hectáreas, por nombrar algunos de ellos.
El final de la pluma ficcional
Informado por el propio Mario Vargas Llosa y el grupo editorial, a sus 87 años “Le Dedico Mi Silencio” es el cierre de su larga historia en la invención de narraciones.
Calificado como uno de los veinte intelectuales más importantes del mundo, el escritor es reconocido por sus obras a nivel global. Ganador de importantísimas distinciones, como el Príncipe de Asturias (1986), el Miguel Cervantes (1994) y el Nobel de Literatura (2010) “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la rebelión y la derrota” (Fundación Nobel, 21/07/2022).
Referente del “Boom Latinoamericano” junto a Julio Cortázar (Los Premios, 1960. Rayuela, 1963); Carlos Fuentes (Aura, 1962); Gabriel García Márquez (Cien Años de Soledad, 1967); Guillermo Cabrera Infante (Tres Tristes Tigres, 1967); Manuel Puig (Boquitas Pintadas, 1969); Adolfo Bioy Casares (Diario de la Guerra del Cerdo, 1969); Ernesto Sábato (Sobre Héroes y Tumbas, 1961); Elena Garro (Los Recuerdos del Porvenir, 1963); Juan Carlos Onetti (El Astillero, 1961) y María Luisa Bombal (La Maja y el Ruiseñor, 1960) entre otros.
Dicho estallido, que tiene sus inicios en 1960, se da en un momento de álgidas luchas sociales y políticas en el continente y el mundo. Marcados por el triunfo de la revolución cubana (1959), la guerra fría, el inicio de la derrota estadounidense en Vietnam, el Mayo Francés (1968), la Primavera de Praga (1968) y el Cordobazo (1969). Los posteriores golpes de estado y las genocidas dictaduras cívico-militares en toda América Latina son los motivos del freno de ese auge cultural, que no solo fue a nivel literario, sino también se visualiza en la música, el cine, el teatro y las artes plásticas. Un levantamiento cultural en sintonía de un mundo en efervescencia.
De este modo se expresaba Mario Vargas Llosa en aquellos revueltos años 60. “Dentro de diez, veinte o cincuenta años -declaraba, el 4 de agosto de 1967, en Caracas- habrá llegado a todos nuestros países, como ahora a Cuba, la hora de la justicia social y América Latina entera se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que hoy la ofenden y la reprimen. Yo quiero que esa hora llegue cuanto antes y que América Latina ingrese de una vez por todas en la dignidad y en la vida moderna, que el socialismo nos libere de nuestro anacronismo y de nuestro horror” (Le Monde Diplomatique, noviembre 2010).
A la hora de analizar la obra del escritor más conocido del altiplano “las novelas reflejan un estilo propio en las que predominaban historias transcurridas en espacios urbanos influenciados por condiciones políticas y sociales de los países latinoamericanos de donde son oriundos sus autores. El tiempo narrativo podría comenzar por el final de la historia y luego saltar sin respetar la linealidad de los acontecimientos” (Enciclopedia Humanidades, 2016-2023).
Los inicios literarios de Vargas Llosa tienen más de medio siglo de historia. En febrero de 1957 publica en la revista Mercurio su primer relato breve, en formato de cuento, titulado “Los Jefes”. El texto relata y describe una rebelión estudiantil contra los directores del colegio, ante el brusco e intempestivo cambio en las condiciones de estudio y evaluación.
Inspirado en sucesos reales vividos por el autor, mientras cursaba el cuarto año en el colegio San Miguel de Piura (ciudad colonial, ubicada en el noroeste del Perú y presente en varias de sus obras literarias). Anécdota que también cuenta en sus memorias “El Pez en el Agua” (1993).
“Los inspectores Gallardo y Romero vieron entonces, sorprendidos, que de pronto decaía el bullicio y se organizaban filas antes de concurrir al recreo. Estaban apoyados en la pared, junto a la sala de profesores, frente a nosotros, y nos miraban nerviosamente. Luego se miraron entre ellos. En la puerta habían aparecido algunos profesores; también estaban extrañados.
-¡Oigan!- gritó, desconcertado –Todavía no…-
-Calla- repuso alguien, detrás. -¡Calla, Gallardo maricón! Gallardo se puso pálido. A grandes pasos, con gesto amenazador, invadió las filas. A su espalda, varios gritaban: “¡Gallardo maricón!”.
-Marcharemos- dije –Demos vuelta al patio.
Primero los de quinto. Comenzamos a marchar taconeábamos con fuerza, hasta dolernos los pies. A la segunda vuelta –formábamos un rectángulo perfecto, ajustado a las dimensiones del patio- Javier, Raygada, León y yo participamos:
-Ho-ra-rio; Ho-ra-rio; Ho-ra-rio…
El coro se hizo general.
-¡Más fuerte!- prorrumpió la voz de algún que yo odiaba: Lu -¡Griten!-
De inmediato, el vocerío aumentó hasta ensordecer.
-Ho-ra-rio; Ho-ra-rio; Ho-ra-ri-rio.” (Los Jefes, 1957).
En 1963 publica “La Ciudad y los Perros”. Novela donde denuncia las condiciones de vida y educación en el colegio militar Leoncio Prado. Desde la mirada de “El Poeta” se describen los abusos, maltratos y vejámenes de las instituciones educativas castrenses. Duchas heladas, apaleamientos, torturas (físicas y psicológicas) a los novatos. Porque no pensarlo como un anticipo del accionar genocida de las fuerzas armadas en todo el continente.
“O comés o te comen, no hay más remedio” (La ciudad y los perros, 1963).
Tres años más tarde llega a las librerías “La Casa Verde”. Relato ficcional donde entrelaza tres historias, tomando como contexto central la instalación de un prostíbulo en Piura. Don Anselmo, forastero fundador del burdel. García, cura del condado, quien, junto a otros parroquianos defensores de la “moral” desarrollan una fuerte campaña contra el “antro de la perversión”. Las trabajadoras sexuales, sus clientes y los negocios impuros (narcotráfico, robos, malandras, etc). Novela que no se inclina en apoyo a ninguno de los dos sectores. Termina siendo una crónica de sucesos. Jugando con la ambigüedad y los cambios de nombres de los personajes. Apodos y motes que equivalen a distintos actos, acciones o etapas de sus vidas. ¿Los defensores de la moral están tan limpios? ¿Quién es policía y quién ladrón? Sin decirlo, un retrato de una sociedad y un régimen, en crisis y dado vuelta.
“El miedo es como el amor (…) cosa humana” (La Casa Verde, 1963).
En 1967 escribe “Los Cachorros” relato corto, donde jugando con la metáfora, a partir de un hecho real sucedido en la capital peruana (mordedura de un perro y posterior castración de un joven) lo lleva a desarrollar un crítico análisis de la sociedad limeña (y la sociedad burguesa en su conjunto) y a la religión católica. “Esta novela corta o relato largo me parece, de algún modo, una metáfora nuclear en la obra de Mario Vargas Llosa. En Los Cachorros creo que el tratamiento de la realidad es íntimamente metafórico, parabólico: la recurrencia característica de los temas de educación, la familia, la amistad, en sus marcos de violencia moral, y aún la recurrencia del contexto juvenil, están en esta novela más íntimamente trabajadores en la escritura, no porque sean más fluidos o transparentes, sino porque son justamente, más contradictorios o paradojales, lo que está más cerca de una visión más compleja de la realidad en la literatura” esgrime como análisis el escritor y crítico literario Julio Ortega el mismo año en que se presentó el cuento.
Para finales de la década de los 60 (1969) Vargas Llosa presenta “Conversaciones en la Catedral”. Una de las obras más comprometidas con la denuncia del avance represivo en el Perú (y el continente). Particularmente en su país, haciendo lupa en la dictadura encabezada por el general Manuel A. Odría.
El libro inicia con el pensamiento de Santiago Zalavala, protagonista del relato, preguntándose “¿En qué momento se había jodido el Perú?” cuestionamiento que se hace el autor en toda su carrera literaria.
La Catedral es un bar, y la novela relata el debate entre Zalavala y parroquianos sobre las condiciones políticas, sociales, económicas y la cultura de su lugar. Un nuevo fresco de la comunidad en la que vive el propio Vargas Llosa.
“Con dogmaticos o con inteligentes, el Perú estará siempre jodido. Este país empezó mal y acabará mal. (…) Yo también detesto la política, pero que quiere. Cuando la gente de trabajo se abstiene y deja la política a los políticos el país se va al diablo” (Conversaciones en la Catedral, 1969).
La llegada de los 70 trajo consigo golpes cívico-militares en todo el continente. Asesinatos, secuestros, torturas, represión y censura son medidas que se desarrollan en todos los países. Vargas Llosa, al igual que muchos de los intelectuales y artistas anteriormente nombrados fue perseguido y es obligado a exiliarse al viejo mundo (París, Francia). Ciudad donde narra una nueva obra jugada por su temática. “La Tía Julia y el Escribidor” (1977) describe la relación amorosa entre Mario, joven con sueños de ser escritor y Julia Urqui, mujer divorciada y catorce años mayor que él (lo que provoca un enfrentamiento familiar). Sin escaparle a la subjetividad de los procesos genocidas en su tierra. “Yo escribo sobre la vida y mis obras exigen el impacto de la realidad” (La tía Julia y el escribidor, 1977).
“La Guerra del fin del Mundo” será su primera obra de la década de 1980. En ella recrea el combate desarrollado en el norte brasilero (Bahía) a finales del siglo XIX, en plena formación de un Estado liberado de la colonia portuguesa. La lucha entre el ejército y el movimiento popular socio-religioso, dirigido por Antonio Conselheiro (Consejero en portugués).
Vargas Llosa explica la intervención, y el poder, de la iglesia católica en la construcción del poder, la imposición de una ideología preponderante, de una educación y cultura sobre el pueblo.
“En lugar de hablar de justicia e injusticia, libertad y opresión, sociedad sin clases y sociedad de clases, hablaron en términos de dios y el diablo. (…) Es más fácil imaginar la muerte de una persona que la cien o mil… multiplicado, el sufrimiento se vuelve abstracto. No es fácil conmoverse por cosas abstractas” (La guerra del fin del mundo, 1981).
Noviembre de 1984 no será un mes más para el escritor, ya que presentará su nueva creación, “Historia de Mayta”. Un ensayo en formato de novela, sobre el devenir de Alejandro Mayta, dirigente del Partido Obrero-Trotskista del Perú (PO-T). Quién en 1958 encabeza en Jauja un importante e histórico levantamiento popular, duramente reprimido. Que lo lleva a largos años tras las rejas.
Con esta nueva novela, el autor comienza a mostrar un incipiente giro derechista. Jugando una doble función, como narrador y ensayista, llegando a la conclusión de catalogar a las acciones del protagonista como “el remedio fue peor que la enfermedad”.
El docente y crítico literario Luis Ángel del Castillo Saldaña da en la tecla en sus análisis. “A través de sus primeras novelas, Vargas Llosa proponía el poder de la literatura para contribuir al cambio social, pero con Historia de Mayta ya no mantiene el aura colectivista de antaño, de cambiar de a poco o indirectamente la vida de las personas en pro de una vida más justa y equitativa, ya no se proyecta hacia el futuro de la humanidad, sino que ahora es más individual. Desde esta perspectiva; ya no se proyecta hacia el futuro de la humanidad. Desde esta perspectiva, esta novela es una reflejo explícito y panfletario de su cambio ideológico, de su praxis novelística y su nueva concepción de la orientación acorde y en sintonía con su nueva postura ideológica” (Desde El Sur, 12/01/2020).
Para 1986, Vargas Llosa se sumerge en el género policial. Con la novela “¿Quién Mató a Palomino Molero?” donde relata la investigación del crimen de un joven cadete de la fuerza aérea, destinado a Piura. Nuevamente como en “La Ciudad y Los Perros” efectúa una fuerte denuncia a la corrupción y el ocultamiento de información, por parte de las fuerzas represivas del Estado. “Escribí ¿Quién Mató a Palomino Molero? por la indignación que me produjo el asesinato de un joven avionero de la base aérea militar de Talara que quedó misteriosamente silenciado por la burocracia oficial” explica el escritor en la presentación de su obra.
Así también con su incursión por temáticas de corte erótico, con “El Elogio de la Madrastra” (1988) buscando romper con el tabú, ahonda en el amor platónico, las relaciones frívolas, el incesto, lo lúdico y cotidiano, como forma de analizar (y criticar) a la institución de la familia burguesa. “…tuvo la ocurrencia de ir transformando lo que para el común de los mortales era una rutina que ejecutaban con inconsciencia de máquinas -cepillarse los dientes, enjuagarse, etc.- en un quehacer refinado que, aunque fuera por un tiempo fugaz, hacía de él un ser perfecto… tenía la semana distribuida en órganos y miembros: lunes, manos, martes, pies, miércoles, orejas, jueves, nariz, viernes, cabellos, sábados, ojos y domingos, piel” (El elogio de la madrastra, 1988).
Continuando con la misma temática, en 1997 publica “Los Cuadernos de Don Rigoberto”. Un directivo de una compañía de seguros que se escapa de la realidad cotidiana navegando por sus fantasías y deseos sexuales guardados en su blog de notas personales. Poniendo en sus páginas temáticas como la represión moral, donde la religión ocupa un lugar preponderante, en sociedad con el Estado Burgués. “El derecho es una técnica amoral que sirve al cínico que mejor la domina” (Los cuadernos de Don Rigoberto, 1997).
Y “Travesuras de la niña mala” (2006) donde relata la enfermiza y tormentosa relación de dos individuos, durante cuatro décadas, con el trasfondo de fuertes cambios políticos y sociales a nivel global en la segunda mitad del siglo XX.
Iniciado el nuevo siglo y milenio, Vargas Llosa publica una nueva obra contestataria, titulada “La Fiesta del Chivo”. Donde denuncia los abusos cometidos por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, en la primera mitad del siglo XX en República Dominicana. El libro toma su titulo de un popular merengue dominicano, “Mataron al Chivo” que hace referencia al asesinato de Trujillo el 30 de mayo de 1961. Demostrando la interrelación que mantenía el autor con la cultura popular americana, durante toda su carrera.
“Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado, un amigo que espera, olvidado, un alma que perdona, destruido, un corazón que llora. (…) Dudaba a veces de la trascendencia de dios, pero nunca de la función del catolicismo como instrumento de contención social” (La fiesta del chivo, 2000).
En 2010 publica “El Sueño del Celta”, donde narra la vida de Sir Roger Casement, cónsul británico en Irlanda, denunciante de las atrocidades colonialistas de la corona inglesa en el Congo Belga.
“La política, como todo lo que se vincula al poder, saca a veces a la luz lo mejor del ser humano -el heroísmo, el sacrificio, la generosidad-, pero, también, lo peor, la crueldad, la envidia, el resentimiento, la soberbia” (El sueño del Celta, 2010).
Una nueva fecha, donde se vuelve a visualizar el giro reaccionario de Vargas Llosa, es el 12 de septiembre de 2013. Con la presentación de su nueva novela “El Héroe Discreto” relata una fuerte denuncia a la sociedad peruana. Explotando el drama, con toques de humor, catalogando al pueblo de “vagos”, declarando como “terroristas” a la guerrilla Sendero Luminoso. “Qué tiempos aquellos que, como decía el tango, se fueron para no volver” (El héroe discreto, 2013).
“Cinco Esquinas” (2016) es una continuidad, en el armado del cuadro de un Perú, que llega al final del siglo XX. Un balance negro de su historia. Una fuerte denuncia al gobierno de Alberto Fujimori, nuevamente al accionar del grupo guerrillero maoísta Sendero Luminoso y a la prensa amarillista.
Pasa de firmar el “Manifiesto en apoyo a los Guerrilleros Peruanos” (década de 1960) donde explica que para cambiar las cosas “el único recurso es la lucha armada” a una crítica dilapidadora.
“Su vida había estado día y noche en la cuerda floja: no vivía en cinco esquinas, uno de los barrios más violentos de Lima, con asaltos, peleas y palizas por doquier. Muchas veces ella y su jefe habían bromeado sobre lo que arriesgaban con los destapes escandalosos en lo que eran expertos. “Algún día nos pegarán un tiro, Retaquita, pero consuélate, seremos dos mártires del periodismo y nos levantaran una estatua” (Cinco Esquinas, 2013).
No se debe olvidar que en 1990 Mario Vargas Llosa jugó fuerte en política, siendo candidato a la presidencia del Perú por el Frente Democrático (FreDemo), perdiendo las elecciones con Alberto Fijimori, postulante de Cambio 90.
“Tiempos Recios” quedará como su anteúltima novela, publicada en 2019, donde relata cómo se planificó y ejecutó el golpe de estado de 1954, que terminó con el gobierno de Jacobo Arbenz, y aupa al general Carlos Castillo Armas a la presidencia en Guatemala. Según el autor, la novela muestra “la América Latina del horror, de la barbarie y la violencia, un mundo muy atractivo para la literatura, pero no en la vida real, llena de injusticias”. Dejando planteado así, una crítica, tanto a los golpes genocidas, como al accionar de los levantamientos populares en el continente. Sin decirlo, explotando la idea de la guerra de los dos demonios.
Pese a sus vaivenes ideológicos, Mario Vargas Llosa nos deja una importante bibliografía que le han hecho frente a la avanzada de dictaduras cívico-militares, pero no desde trono de la intelectualidad, de la sabiduría, sino del llano, de barrio, de la calle, trayendo en sus libros la voz del pueblo trabajador en su cotidianidad. Es por ello que se ha transformado en uno de los autores más consumidos en el continente. La prosa que acompañó (y acompaña) las luchas de un pueblo, que gana las calles contra cualquier intento de avasallamiento de sus derechos humanos.