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Lenin rescató el internacionalismo proletario

En 1914 y hoy: la guerra imperialista dividió a la izquierda

Los homenajes en el centenario de la muerte de Lenin destacan múltiples aspectos de su vida revolucionaria (constructor del Partido Bolchevique, dirigente de la Revolución rusa de 1917, etc.). Pero hoy, cuando la guerra se ha instalado nuevamente en el centro de Europa y se esparce por todo el mundo (Gaza, etc.), tiene más actualidad que nunca, y se destaca la oposición abierta, proletaria e internacionalista de Lenin, frente a la guerra imperialista que estalló en 1914.

La debacle de la Internacional Socialista

La II Internacional, con sus partidos socialdemócratas, había caracterizado con mucho tiempo de adelanto la marcha inexorable de Europa y el mundo hacia una guerra imperialista. Esta devendría, como consecuencia del desarrollo de la crisis capitalista, en su evolución desde un régimen basado en la libre competencia, a una “etapa superior”, la del capital financiero, los monopolios y el imperialismo. La era de los monopolios, no significaba la desaparición de la competencia entre capitalistas, sino que pasaba a choques mayores, entre competidores más fuertes y salvajes. Y ya no solo en cada país, sino en la arena internacional. Al decir de Lenin, el imperialismo era la “etapa superior del capitalismo” y llevaba a la lucha por el dominio del mercado mundial. Desde fines del siglo XIX la competencia intercapitalista se había lanzado desenfrenadamente a la conquista del mundo, colonizando a las naciones atrasadas en busca del monopolio de materias primas, mercados para sus mercancías y territorios donde invertir los capitales sobrantes en las metrópolis para obtener mayores tasas de ganancias. En la primera década del siglo XX, el mundo ya había sido repartido entre las potencias imperialistas y la competencia se desarrollaba entonces bajo la forma de guerras coloniales interimperialistas (guerras balcánicas, choques por Marruecos, etc.), amenazando con transformarse, inevitablemente, en una guerra mundial imperialista.

Los congresos mundiales de la II Internacional habían fijado una orientación marxista revolucionaria para enfrentar este curso guerrerista de los imperialismos capitalistas. Impulsados por el ala izquierda de los partidos socialdemócratas (Rosa Luxemburgo, Lenin, etc.) se vota -en medio de grandes batallas políticas- una posición militante frente a las guerras imperialistas. En el Congreso Internacional de Stuttgart (1907) el papel de Lenin es trascendente en resumir una resolución contra la guerra, que terminó siendo votada unánimemente:

“Si una guerra amenaza estallar, es deber de la clase obrera de los países que se vean envueltos en ella y de sus representantes en los parlamentos, con la ayuda del bureau de la Internacional Socialista, que es la fuerza de acción y coordinación, realizar todos los esfuerzos para evitar la guerra, por todos los medios que les parezcan más apropiados y que variarán, naturalmente, según la aspereza de la lucha de clases y la situación política general. En el caso de que la guerra pese a todo estallara, los proletarios tienen el deber de entremeterse para hacerla cesar rápidamente y de utilizar todas sus fuerzas en la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las clases populares más profundas y precipitar la caída de la dominación capitalista”.1Congreso Internacional de Stuttgart (1907)

En su propaganda antimilitarista y antibélica, los partidos socialdemócratas denunciaban que cada burguesía iba a intentar presentarse como defensora de la “patria”, la “democracia” o incluso la “civilización”, para arrastrar a la “unión nacional” a los trabajadores de cada país con sus gobiernos. No se votaron solo declaraciones, también instrucciones de movilización.

El Congreso Extraordinario de la Internacional realizado a fines de noviembre de 1912 en Basilea fijó posición frente al panorama que dejaban planteado las recientes guerras balcánicas. Allí se llamó a los partidos socialdemócratas a luchar por una federación de los pueblos balcánicos, terminando con las guerras azuzadas por las burguesías e imperialismos. Y se hizo un llamado concreto:

“Los socialistas de Austria, Hungría, Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina [estas últimas recientemente anexionadas por el imperio austrohúngaro] tienen el deber de continuar con todas sus fuerzas su oposición enérgica a todo ataque de la monarquía del Danubio contra Serbia. Es su deber resistir como han hecho hasta ahora ante la política que tiende a despojar a Serbia, por la fuerza de las armas, de los resultados de sus esfuerzos para transformarla en una colonia austríaca, y, por intereses dinásticos, implicar a los pueblos de Austria-Hungría, y con ellos a todas las naciones de Europa, en los más graves peligros”.2Congreso Extraordinario de la Internacional (1912)

Pero cuando se inicia la guerra en 1914, con el ataque del imperio Austrohúngaro contra Serbia (por el asesinato terrorista del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo), Lenin y los sectores internacionalistas se niegan a apoyar a Serbia colocándose en el campo de lucha contra el imperio. Porque ya no se trataba de una lucha por la autodeterminación nacional, sino que era parte integrante de uno de los bandos imperialistas (el de la entente junto a Rusia, Francia y Gran Bretaña). Llamaban a combatir la guerra y a los gobiernos que la promovían.

En cambio, la casi totalidad de los partidos socialdemócratas con diversos argumentos patrioteros se coloca en el bando de la “Unión Nacional” junto a su burguesía contra el enemigo extranjero. Votan los presupuestos de guerra en cada parlamento y apoyan el envió de obreros/soldados de su país a matarse contra los obreros/soldados de otros países, bajo la dirección y en defensa de los intereses de los gobiernos burgueses y dinásticos, contra los pueblos. La totalidad de los 113 diputados socialdemócratas del parlamento alemán (la bancada mayoritaria) votó a favor de aprobar el presupuesto de guerra. (Hubo 14 diputados que se habían pronunciado en contra, pero que se vieron obligados a acatar la disciplina de la posición mayoritaria del bloque). Contradecía todas las resoluciones que se habían ido votando en los congresos de la II Internacional: hicieron causa común con su burguesía imperialista para defender Alemania. Lo mismo sucedió en Francia -donde días antes había sido asesinado el dirigente Jean Jaures- los diputados socialdemócratas votaron a favor de la guerra junto a su gobierno y la burguesía. Y así sucedió también en Austria, Bélgica, etc. Salvo en Rusia, donde el Partido Bolchevique votó en contra, en Serbia y algunos sectores minoritarios, casi todos los integrantes de la II Internacional se alinearon junto a la burguesía de sus países (Plejanov, uno de los líderes históricos del ala menchevique de la socialdemocracia rusa, se colocó del lado del zar y la “patria rusa” contra “el militarismo alemán”). La socialdemocracia que había jurado luchar contra la guerra, se dividió: su ala mayoritaria se entregó a la burguesía, traicionó las posiciones marxistas revolucionarias que había votado reiteradamente. Para el 20 de agosto de 1914, debía volver a reunirse, nuevamente, el Congreso de la Internacional Socialista, en Viena. No se pudo hacer: la Internacional ya no existía, cada partido socialdemócrata había adoptado una posición nacionalista, subordinándose a la burguesía de su país y estaba sumergido en la guerra imperialista.

La oposición internacionalista de Lenin

Lenin estaba exiliado en Austria. El estallido de la guerra con Rusia hizo que lo encarcelaran inmediatamente. Liberado días después se fue a Suiza, que era neutral. Cuando recibió la noticia de que la socialdemocracia alemana había votado los créditos de guerra y hecho causa común con el gobierno del Kaiser, al principio, no lo podía creer. Pensaba que era una fake news (falsificación) de la época, hecha por el gobierno alemán. Repuesto de la sorpresa, al día siguiente de su llegada a Suiza (5/9/1914) convocó a un plenario de los militantes bolcheviques exiliados que, residentes en la zona, podían reunirse inmediatamente. Allí planteó su posición internacionalista y la hizo votar. Una docena de bolcheviques presentes la aprobó y se redactó un documento que fue enviado de inmediato a la dirección de Petrogrado, a los miembros de la Duma y a otros centros. A las semanas llegaba la confirmación de que los dirigentes bolcheviques dentro de Rusia coincidían con su contenido. Firmado por “Un grupo de socialdemócratas miembros del POSDR” planteaba que se trataba de una guerra imperialista y que la clase obrera no podía apoyar a ninguno de los bandos en pugna, que lanzaba a los trabajadores de cada país contra los trabajadores de los países enemigos, en defensa de los intereses de conquista de sus burguesías. Denunciaba la traición contra el socialismo de los socialdemócratas alemanes al votar los créditos de guerra, al igual que las direcciones socialdemócratas de la mayoría de la II Internacional (Francia, Bélgica, etc.). Esta traición significaba el fracaso ideológico y la debacle de la Internacional Socialdemócrata. Era el resultado del oportunismo en la socialdemocracia. Las votaciones contra la guerra se habían desarrollado bajo fuertes luchas contra la derecha oportunista que se venía afianzando en la estructura dirigente del Partido Socialdemócrata alemán. La presión (y corrupción incentivada) de la burguesía imperialista había hecho que los líderes socialdemócratas se plegaran “críticamente” al militarismo imperialista de sus burguesías. Para Lenin la tarea principal de la socialdemocracia rusa era, en primer lugar, la lucha implacable contra el gobierno zarista, rechazando plegarse a las consignas de “unión nacional” y “defensa de la patria” que el chauvinismo imponía en ese momento. Los diputados bolcheviques en la Duma se negaron a votar los presupuestos de guerra y terminaron presos, exiliados en Siberia.

Lenin planteaba la necesidad de una propaganda internacionalista intensa sobre los soldados de todos los ejércitos desarrollando la necesidad de dirigir sus armas no contra los soldados/trabajadores de otros países, sino contra sus gobiernos y clases dominantes. Es lo que Lenin llama el “derrotismo revolucionario”: intervenir en la guerra enfrentando al gobierno de cada país, buscando su derrocamiento revolucionario.

Esta posición, aislada en una primera etapa, fue luego abriéndose camino. (Lenin le pide a Robert Grimm, dirigente de la izquierda del Partido Socialista Suizo que imprima en su periódico extractos del texto. Según J. J. Marie en su biografía de Lenin, este les responde negativamente porque todo el mundo lo consideraría como “fruto del delirio”).

Pero el desarrollo de la guerra con su barbarie (muertes, mutilados, hambre) fue haciendo cambiar el espíritu de la militancia y de las masas. A fin de año cuando se vuelven a votar en el parlamento alemán los presupuestos de guerra, 2 diputados rompen con la “disciplina de partido” y votan en contra y otros 9 se abstienen públicamente. Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo son los portavoces de la oposición internacionalista alemana. Un volante repartido en las concentraciones obreras plantea: “¡El enemigo principal de cada uno de los pueblos está en su propio país!”. Llamando a levantarse contra el gobierno y la burguesía de su país, tal como lo habían planteado Lenin y los bolcheviques para Rusia. En marzo de 1915 ya son 31 los diputados que no votan a favor de los créditos de guerra.

Derrotismo revolucionario e Internacional revolucionaria

Lenin unía el “derrotismo revolucionario” a la necesidad de poner en pie una nueva Internacional, que reemplazara el cadáver socialimperialista (socialista de palabra, imperialista de hecho) de la socialdemocracia de la Segunda Internacional. Para Lenin, una nueva Internacional era más necesaria que nunca para transformar la guerra imperialista en una guerra civil revolucionaria, acabando con los poderes burgueses. Esto implicaba preparar partidos revolucionarios delimitándose no solo de la derecha socialdemócrata que incluso se integraba en los gobiernos imperialistas, sino también del centro oportunista (Kautsky, etc.) que, habiendo acompañado el apoyo a los gobiernos burgueses, empezaba a plantear la necesidad de “la paz” y la reconstrucción de la II Internacional cuando finalizara la guerra. Un centro que era contrario a la revolución socialista.

Zimmerwald y Kienthal

A iniciativa del Partido Socialista Italiano se convoca a una conferencia de partidos o fracciones socialistas que estuvieran en contra de la guerra. Esta se reúne en septiembre de 1915 en el pueblito de Zimmerwald en Suiza. 38 delegados de 11 países (la II Internacional reunía centenares de delegados en sus congresos). Lenin constituye un “ala izquierda” y propugna manifiestos que comprometieran a una militancia concreta. Se opone a los discursos floridos, sin trascendencia militante. Propone un manifiesto en el que llama a los socialistas a luchar:

“para rechazar cualquier presupuesto militar, abandonar inmediatamente los ministerios, desenmascarar desde la tribuna parlamentaria, en la prensa legal y si ello es imposible, en la prensa ilegal, el carácter capitalista y antisocialista de la guerra actual, librar la lucha más intransigente contra el socialismo patriota, aprovechar cualquier movimiento popular que se derive de los efectos mismos de la guerra (como la miseria, las pérdidas de hombres, etc.) para organizar manifestaciones antigubernamentales, propagar la solidaridad internacional en las trincheras, apoyar toda huelga económica y buscar transformarla, si las circunstancias son favorables, en huelga política”.3Conferencia de Zimmerwald (1915)

Lenin vincula la lucha contra la guerra con la formación de una organización política revolucionaria independiente, la construcción de partidos y de una nueva Internacional que intervenga para poner fin a la guerra y al capitalismo.

En medio de duros debates, la posición de la izquierda reúne solo 8 votos y es rechazada especialmente por las delegaciones alemana, francesa e italiana.

Lenin tiene que llegar a un compromiso. El manifiesto aprobado (por unanimidad) denuncia el carácter imperialista de la guerra y la traición de los dirigentes socialdemócratas que se han plegado a “la unión nacional”, pero no se enfrenta con el “centro” acaudillado por Kautsky y es genéricamente vago respecto a las acciones a adoptar. Se limita a plantear la necesidad de una “paz sin anexiones, ni indemnizaciones de guerra” y, por supuesto, no menciona la necesidad de una nueva Internacional (¿para qué?).

Lenin acepta el texto, porque es un pequeño paso adelante, pero no responde a la necesidad de una política clara y determinante frente a la guerra.

Terminada la reunión, reúne a la izquierda y propone editar, en primer lugar en alemán, un folleto con el Manifiesto de Zimmerwald, incluyendo una nota con la posición levantada que critica las insuficiencias del texto.

La preocupación de Lenin es cómo avanzar en la delimitación con el “centro” kaustkista, considerado como el principal escollo para una evolución revolucionaria de las masas.

De todas maneras, el manifiesto de Zimmerwald causa un revuelo importante en Alemania, donde es repartido en miles de declaraciones en las fábricas.

En abril de 1916 se reúne una segunda Conferencia Internacional contra la guerra en Kienthal (Suiza) con 43 delegados. La izquierda zimmerwaldiana dirigida por Lenin se refuerza: obtiene 12 votos permanentes y en algunos puntos llega a los 20. El debate se centra con más fuerza en si es necesario que los presentes mantuvieran la unidad en un mismo partido e internacional con los socialdemócratas que hicieron y venían haciendo causa común con los gobiernos guerreristas. Lenin se pronuncia por la escisión que debería dar lugar a la formación de la III Internacional. Pero encuentra la oposición de Martov (menchevique internacionalista ruso, los alemanes, franceses y otros) a romper con la II Internacional. La conferencia volvió a sacar un nuevo manifiesto contra la guerra, que tendría más trascendencia agitativa que el anterior de Zimmerwald, especialmente en Alemania. El Primero de Mayo de 1916, la organización Espartaco en Alemania convocó a los obreros a una marcha contra la guerra. A la cabeza de la manifestación se coloca Liebknecht, voceando “abajo la guerra” y arrojando volantes. Detenido inmediatamente es juzgado y condenado a prisión. Detrás de él detienen a Rosa Luxemburgo y otros dirigentes de Espartaco. Pero el movimiento obrero alemán va despertando: se inician huelgas, etc.

Lenin llega a la conclusión de que todavía no han sido creadas las condiciones para impulsar la III Internacional.

No dejará de bregar por la necesidad de estructurar en todos los países partidos revolucionarios delimitados de los oportunistas y de los centristas que quieren la unidad con estos.

La lucha contra la guerra y la Internacional

Al estallar la Revolución rusa y con la llegada de Lenin a Rusia, este planteará en las famosas Tesis de Abril: “La bancarrota de la Internacional de Zimmerwald. Necesidad de crear una Tercera Internacional”. Las tesis critican que “la Internacional de Zimmerwald adoptó desde el primer momento una actitud vacilante, “kautskista”, “centrista”, lo que obligó inmediatamente a la izquierda de Zimmerwald a retirarse, a separarse de los demás y a publicar su propio manifiesto”. “El defecto principal de la Internacional de Zimmerwald y la causa de su bancarrota fueron su vacilación e indecisión en un problema tan esencial, de decisiva significación práctica, como el de romper totalmente con el socialchovinismo y la antigua Internacional socialchovinista”.

Lenin plantea: “Somos nosotros quienes debiéramos fundar ahora mismo, sin dilación, una nueva Internacional revolucionaria, proletaria; o, mejor dicho, no debemos tener miedo de reconocer públicamente que esa Internacional ha sido ya fundada y actúa”.

La fundación formal de la III Internacional se realizará finalmente en marzo de 1919. Pero la lucha por ella fue fundamental en impulsar la lucha contra la guerra imperialista y por transformarla en una guerra civil revolucionaria (revolución en Hungría, Alemania, etc.).

La demora jugó un rol negativo pues los estallidos revolucionarios, encontraron a la clase obrera sin organizaciones revolucionarias reconocidas, debilitando su intervención. La “utopía” se transformó en realidad:

“Con la Revolución rusa de febrero-marzo de 1917, la guerra imperialista comenzó a transformarse en guerra civil. Esta revolución dio el primer paso hacia la finalización de la guerra. Pero se requiere un segundopaso, a saber, que el poder político pase a manos del proletariado para asegurar la finalización de la guerra. Ello será el comienzo de una ‘ruptura’ mundial, de una ruptura en el frente de los intereses capitalistas, y solo rompiendo ese frente, el proletariado puede salvar a la humanidad de los horrores de la guerra y ofrecerle los beneficios de la paz”4(Lenin, 1917).

La guerra imperialista hoy

La guerra entre la OTAN y Rusia, que se libra centralmente en el territorio de Ucrania, está por entrar en su tercer año de desarrollo con más de medio millón de víctimas entre muertos y heridos. Nuevamente, las causas de esta conflagración que amenaza con extenderse en Europa y en todo el mundo (agresión sionista/imperialista sobre Gaza y el pueblo palestino, preparativos militares imperialistas contra China, etc.) tiene como base y origen la crisis del capitalismo imperialista. La bancarrota capitalista mundial del 2008, considerada por muchos como la mayor de la historia del capitalismo, es la que ha dado bríos renovados a las tendencias guerreras del imperialismo. Pero, a diferencia de la primera guerra y en parte, de la segunda guerra mundial, no se trata solo de un combate entre potencias imperialistas por un nuevo reparto capitalista del mundo. Se busca volver a colonizar crecientemente países atrasados, muchos de los cuales obtuvieron la soberanía e independencia política formal como consecuencia de las crisis planteadas en la Primera y Segunda Guerra Mundial (Medio Oriente, etc.). Y, fundamentalmente, avanzar en la restauración capitalista/imperialista de los Estados donde había sido expropiado el capitalismo (Rusia, China, etc.).

La restauración capitalista impuesta en esos Estados por la traición de la burocracia stalinista con colaboración del imperialismo se ha realizado de una manera “deformada” considerada desde el punto de vista del imperialismo. La privatización de las empresas estatales se realizó básicamente a favor de una burguesía “artificialmente” creada por la misma burocracia. Una burguesía oligárquica formada entre el círculo de las relaciones burocráticas. Apoyada por el imperialismo, como un paso adelante en la labor contrarrevolucionaria, el objetivo imperialista es avanzar en una colonización total y directa de esos territorios. El desarrollo de la OTAN, la alianza militar estratégica impulsada por el imperialismo yanqui en asociación con los imperialismos europeos tiene como objetivo ir cercando a Rusia y preparar una ofensiva militar frontal que podría llegar hasta a dividir Rusia para mejor colonizarla (como hizo con Yugoslavia). La “guerra comercial” en desarrollo entre EE.UU. y China tiene como telón de fondo las alianzas militares para crear una OTAN del Pacífico (Japón, Corea del Sur, Australia, etc.) que estratégicamente permita dar paso a la guerra militar abierta y a la colonización imperialista de China.

A pesar de los claros signos en este sentido, una parte fundamental de la izquierda se ha alineado en el campo de las potencias imperialistas de la OTAN, caracterizando que se trata de una guerra en defensa de la democracia y la autodeterminación nacional de Ucrania, agredida por el imperialismo ruso comandado por Putin. Cualquier semejanza con la actitud asumida por la socialdemocracia que justificaba su alineamiento en la Primera Guerra Mundial del lado de la entente “democrática” contra la agresión de Austria a Serbia, no es casualidad.

Ucrania es un peón del ajedrez imperialista y sus masas trabajadoras son carne de cañón en esta guerra.

Un sector minoritario de la izquierda internacional se ha alineado del lado de Putin, desconociendo el carácter restauracionista del mismo no solo en el plano económico, sino también en las aspiraciones a recrear el viejo imperialismo de ocupación militar del zarismo.

A diferencia del voto de los partidos socialdemócratas en los parlamentos de 1914 a favor de los créditos de guerra, la izquierda actual, mucho más débil (no cuenta con parlamentarios) que la socialdemocracia de principios del siglo XX, reclama que los gobiernos imperialistas aumenten el envío de armas al gobierno títere de Zelensky, lo que significa el aumento de los presupuestos militares. La Liga Internacional de Trabajadores (LIT-CI), por ejemplo, reclama ante el empantanamiento y agotamiento militar de las fuerzas ucranianas, que el imperialismo yanqui y mundial envíe más armas y más letales (misiles, etc.) para relanzar nuevas ofensivas militares (ver nota especifica adjunta en esta edición).

La consigna lanzada por Liebknecht y saludada por Lenin, de que el enemigo de cada pueblo está en la burguesía de su propio país, ha sido abandonada por estas corrientes que capitulan frente al guerrerismo imperialista. La causa de “la paz” -para la izquierda oportunista- estaría dada por la derrota a manos de la coalición ucraniana/OTAN de Rusia. El planteamiento de transformar la guerra imperialista en una guerra civil contra el capital queda solo para rememorar la historia pasada, no como una guía para la acción revolucionaria de hoy. No plantean el derrotismo revolucionario y la confraternización entre los soldados y pueblos en guerra para terminar con los gobiernos burgueses guerreristas de su propio país, e instaurar así, automáticamente, las bases para “la paz” colocando gobiernos de trabajadores que pongan en práctica el final de la guerra dando lugar a la revolución socialista como plantearon e hicieron Lenin y los bolcheviques en la primera guerra mundial.

En la guerra sionista contra los palestinos en Gaza vemos también este tipo de tendencias, donde hay sectores minoritarios de la izquierda que defienden el Estado sionista de Israel, un Estado de colonos basado en la expulsión permanente y creciente del pueblo palestino y critican el carácter fascista que habría asumido la resistencia palestina, renegando del apoyo planteado por Lenin, y luego por la III Internacional, a la rebelión de los pueblos coloniales y semicoloniales contra el imperialismo opresor.

Ucrania e Israel se han transformado en formidables bases militares imperialistas destinadas a enfrentar las rebeliones populares en sus zonas de influencia, defendiendo los intereses imperialistas y convirtiéndose en puntos de apoyo fundamentales para el desenlace en una guerra mundial del imperialismo. Igualmente, es el camino recorrido por Taiwán que -plantean- estaría defendiendo su soberanía de la autocracia imperialista china.

En contraste con la política oportunista que prevalece en la izquierda es hora de retomar la “tradición” internacionalista proletaria, revolucionaria.

Más que nunca: necesitamos de una conferencia internacional contra la guerra imperialista que reagrupe políticamente y en la acción movilizadora a las corrientes que enfrentan la guerra imperialista con posiciones revolucionarias, de derrotismo revolucionario y lucha por gobiernos obreros.


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