Die Linke y su fractura, el partido de la izquierda alemana y su crisis

Die Linke, partido de la izquierda alemana, ha surgido como resultado de la fusión entre el SEP de la ex República Democrática Alemana y el WASG. Sus posiciones, lejos de reflejar a la izquierda, son proimperialistas. En efecto, apoyan a la OTAN en la guerra contra Rusia y a Israel contra los palestinos, defienden el derecho a la existencia del Estado sionista, aunque critican los excesos de Netanyahu, tal como hace el imperialismo yanki, que reclaman de Israel moderación en la ofensiva sobre Gaza, (declaraciones de Tony Blinken, secretario de Estado y Joe Biden, presidente), lo cual es siempre un maquillaje, ya que la defensa del Estado de Israel implica de suyo y objetivamente la limpieza étnica y la expulsión de los palestinos. Die Linke responsabiliza a Netanyahu por el creciente apoyo recibido por Hamas, debido a su indiscriminada ofensiva sobre Gaza, pero respalda a Israel y condena a Hamas.

Die Linke tuvo un importante crecimiento en lo que respecta a su reclutamiento (llegó a 70.000 miembros) como resultado de su oposición a las políticas “neoliberales” de Schöreder a principios de los 2000, y en las elecciones en Hennig-Wellsow ( Estado de  Turingia, ex República Democrática Alemana) en una alianza con Verdes y el SPD (socialdemócratas) y en Wissler (Hesse), como así también se convirtió en una fuerza parlamentaria que en 2021 contaba con 69 escaños sobre 709 en el Bundestag (parlamento). Pero en las elecciones de ese mismo año obtuvo apenas el 4,9%, un verdadero retroceso que es el correlato  de su ausencia en las luchas diarias y de la adaptación creciente a una política de carácter reformista y a su vez pro-imperialista y prosionista, lugar que por un lado ocupó la derecha y por el otro el partido de Sahra Wagenknecht. En realidad Die Linke ha apoyado de palabra las huelgas obreras de 2021, hecho contradictorio con su coexistencia en frentes electorales con el Partido Verde Ecologista y el SPD (socialdemócrata), partidos que llevan adelante una política anti obrera.  

La política de alianzas de Die Linke a la cabeza de los lander (estados regionales) con el SPD (socialdemócratas) y verdes.

Die Linke ha tenido la intención de aliarse a la socialdemocracia (SPD) para enfrentar a Merkel en las elecciones federales de 2021. Dietmar Bartsch, líder de Die Linke en el Bundestag hizo un llamado al SPD Y verdes: “Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad del gobierno” y les ofrecía la mejor oportunidad  para cumplir sus promesas de gobierno: “Para aumentar el salario mínimo nacional, incrementar  los impuestos a los super ricos y acelerar el cambio hacia energías renovables”. Aunque dicho llamado fue ignorado por ambos partidos, Die Linke pretendía extender su política de  alianzas con esos dos partidos que lo llevaron al gobierno en algunos lander. El fracaso electoral de Die Linke, al presentarse solo en 2021, está evidentemente relacionado con la experiencia que sus votantes habían tenido con una alianza de la misma naturaleza, pero dirigiendo esos estados. Cabe repasar esas experiencias: entre 2009 y 2019 cogobernó Brandeburgo (limítrofe con Berlín) junto al SPD. Desde 2014 lo hizo en Turingia con el SPD Y Verdes. En Brandeburgo Die Linke junto al SPD no se opuso a la extracción de lignito, altamente contaminante, y causante del cambio climático. En ese mismo lander en 2009 había prometido quince mil empleos públicos, pero su política de austeridad, la misma del SPD, dio lugar a su incumplimiento. Eso tuvo su impacto: desde 2013 se produjo un reflujo electoral en Brandeburgo y Turingia, que tuvo como consecuencia  la caída entre un 4% y un 6% en los lander orientales en 2017. Antes, y también como fruto de esta política había perdido electores en las circunscripciones, donde en 2009 había obtenido 21, para retroceder a 4 en 2014. Bodo Ramelow, quien fuera ministro presidente en Turingia, junto al SPD, en 2014 votó a favor de la deportación de inmigrantes, lo cual también tuvo impacto en una franja de votantes.

Antes de la debacle electoral de 2021 Die Linke sufrió considerables impactos electorales. En Sajonia caía al 18,9% (305.581 votos) en contraste con los 370.359 votos obtenidos en 2009. En Brandeburgo  caía al 18,6%, que implicaba la perdida de la mitad de sus votos (194.000) 20.000 de los cuales fueron a la derecha del AfD. Un dato considerable es que cien mil de sus votantes no fueron a votar.

En 2017 en las elecciones federales el 15% de los obreros sindicalizados  votaron a la ultraderecha, que capitalizó la mitad del electorado que perdió la socialdemocracia. Y  aunque Die Linke no había sufrido la bancarrota  a la que llegaría  en 2021, no cabe duda de que la capitalización por parte de la AfD del retroceso socialdemócrata constituyó un fracaso de Die Linke.

Aunque no se trate de política doméstica, cabe añadir que Die Linke votó en 2014 en el parlamento europeo a favor de las demandas de la TROIKA (FMI, Banco Central Europeo Y Comisión Europea) a Grecia, lo cual constituyó un fuerte ataque a las condiciones de vida del pueblo griego.

 Y, muy grave:  en dos de los  lander que gobernó, Berlín y Turingia, se opuso al BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) contra Israel por el genocidio que ese Estado comete contra el pueblo palestino. Todo en coincidencia con la determinación del Bundestag de perseguir a quienes luchen contra ese genocidio por considerarlo antisemita, del mismo modo que a la iniciativa del boicot mencionado.

El retroceso de Die Linke en materia electoral, que tiene como dato central la caída abrupta de 2021, no ha sido una sorpresa, sino la manifestación de una experiencia sobre su papel en el ejercicio mismo del poder a la cabeza de algunos gobiernos estatales.

A su vez esa política lo llevó a subordinarse a la socialdemocracia en casi todos los planos, no apenas el de las políticas locales, sino en cuestiones sustanciales como los de la política europea, cuyo contenido fue un ataque en regla, en particular contra la clase obrera griega que benefició a los principales bancos de las grandes potencias imperialistas de Europa, entre ellos al Deutsche  Bank.

Die Linke, en definitiva, no ha actuado en el parlamento, ni a la cabeza de los ejecutivos de los estados regionales, como un partido socialista. En el caso del parlamento, está claro que no hizo uso de sus escaños como una tribuna de lucha y denuncia para favorecer la ruptura de las masas con los partidos del capital, la socialdemocracia y los verdes, sino que a menudo respaldó sus políticas anti obreras y contrarias al internacionalismo obrero.

La ruptura de Die Linke

En 2023, como resultado de esta política y de las sucesivas derrotas electorales  tuvo lugar una ruptura de Die Linke, encabezada por Sahra Wagenknecht (que se venía expresando hacía un tiempo), que curiosamente se denomina Alianza por la Razón y  la Justicia Sahra Wagenknecht (por cierto que autorreferencial). El resto del nombre partidario no expresa ningún propósito socialista. Sin embargo, corresponde analizar sus discrepancias con Die Linke con la finalidad de indagar acerca de su estrategia, y en todo caso si es posible guardar alguna expectativa en relación a la defensa histórica de los intereses de la clase obrera. La líder del partido ha criticado fuertemente al primer ministro alemán Olaf Sholz por el envío de armas a Ucrania y la imposición de sanciones a Rusia. También por el apoyo militar a Israel en su ofensiva en Medio Oriente, atacando a la ministra de asuntos externos alemana, Annalena  Baerbock,  que no votó en El Cairo el alto el fuego en Gaza. Pero se ubica en la guerra OTAN-Rusia del lado de esta última respaldando a uno de los bandos opresores de la contienda y está muy lejos de plantear el derrotismo revolucionario y desenvolver esa política en la propia Alemania. Más lejos aún de desarrollar una agitación dentro del movimiento obrero alemán con la finalidad de una acción en Alemania y Europa que abra una perspectiva revolucionaria, enfrentando al movimiento obrero alemán tanto con la OTAN como con la Rusia de Putin. En rigor, la posición de Sahra Wagenknecht es nacionalista de una nación imperialista o mejor dicho tiene una naturaleza europeísta, en el sentido de desprenderse de la tutela norteamericana para pasar a conformar un bloque que incluya a Rusia. Defiende a Rusia en función de lo que ella considera un beneficio comercial para Alemania.

Por otra parte, Wagenknecht es partidaria de las viejas industrias contaminantes. Por eso critica a Die Linke, cuyo planteo ecologista es favorable a su eliminación (aunque su alianza con los verdes ecologistas revela acaso las limitaciones de ese planteo en la medida en que estos se inclinaron por defender la energía contaminante por cuestiones vinculadas a la tasa de beneficio del capital alemán), y así es muy ríspida contra la izquierda que levanta posiciones feministas, defensoras de la lucha por los derechos de las diversidades sexuales y anticolonialistas, del lenguaje inclusivo, como así también de la defensa de los migrantes, cuya deportación promueve. Estas posiciones, francamente derechistas, son levantadas en nombre de la supuesta defensa de la clase obrera alemana. En ese sentido expresa que por este camino han olvidado a los trabajadores, sus problemas y sus luchas. Al acusar a la izquierda por  las razones mencionadas defienden la lucha contra la precarización laboral, un salario mínimo de 14 euros la hora, el aumento de impuestos a los grupos concentrados, la lucha contra la inflación  mediante la imposición estatal de precios máximos a la canasta familiar. Por otra parte, ataca  a los fondos de inversión Black Rock, Microsoft, Facebook, Apple, Alphabet, etc., ya que obtienen rentas monopólicas.

Aunque hay quienes dicen que Wagenknecht y su partido son izquierdistas económicamente y derechistas culturalmente, consideramos que establecer compartimentos estancos entre las posiciones defendidas por ese partido es un error. En primer lugar, porque el planteo de la deportación de los migrantes divide a la clase obrera tanto en Alemania como a nivel internacional, incluso en lo que respecta a la lucha por las reivindicaciones económicas (el salario, la precariedad laboral) de la misma clase obrera alemana que cuenta entre sus filas a migrantes, o sus hijos alemanes. En segundo lugar, porque la defensa de los migrantes constituye un aspecto de la lucha internacional de los trabajadores, que en forma práctica puede y debe unir al proletariado de las naciones de las que huyen con la clase obrera alemana.  Con todo, el 25 de febrero de 2023 el partido de Sahra Wagenknecht organizó  una protesta antibelicista con la presencia de 30.000 manifestantes en la puerta de Brandeburgo, en oposición a la OTAN, aunque desde luego que con una perspectiva prorrusa. En la misma echó a un dirigente de la derecha alemana que pretendía aprovechar la masividad  de la movilización. Por otra parte, recogió  un millón de firmas en un manifiesto por la paz firmado por la escritora feminista Alice Schwarzer. Es decir, que oscila entre el pacifismo y su respaldo a Rusia en la guerra, posiciones ambas lejanas del socialismo revolucionario e internacionalista. Muy lejos de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburgo, asesinados por la socialdemocracia alemana por su consecuencia en la lucha contra le guerra imperialista en la perspectiva de transformarla en una lucha contra el imperialismo y por la revolución proletaria.

Hay algo que explica la política xenófoba de Wagenknecht: la búsqueda de los votos de AFD, el partido neonazi alemán. Pretende competir con él en el plano electoral mostrando a sus votantes que la opción no es la derecha neonazi sino esta “nueva izquierda”. Se trata de una expresión  reaccionaria y electoralista. Es decir que para este partido se trata de arrebatarle votos por derecha al partido fascista, pero está unido a él en términos programáticos muy peligrosos, que podrían hacerlo coincidir en el respaldo a especies de pogroms contra los migrantes eventualmente. Dicen sobre su competencia con la derecha: “Es revelador que los ataques más duros contra nosotros vengan de la extrema derecha. No quieren que el nuevo partido desvíe el argumento de un estrecho enfoque anti-migración hacia una política  a favor de la clase trabajadora”. Declaración  muy reveladora que expresa una falacia: que la xenofobia puede ser favorable a la clase obrera sobre la base de sus divisiones por razones de carácter nacional. Pero sus posiciones reaccionarias no quedan ahí. En otra parte de nuestra crítica señalamos su animosidad contra la libertad sexual y los derechos de las mujeres. Sostiene posiciones tales como: “El género dejó de ser un hecho biológico para convertirse en un estado de ánimo” y se opuso a la Ley Trans impulsada por Olaf Scholz (primer ministro) que permite a los menores cambiar de sexo, si son menores de catorce con la presencia de los padres y mayores de esa edad pueden hacerlo con el consentimiento parental, y sin su presencia. La oposición de Wagenknecht ha sido coincidente con  la de AFC (Alternativa Para Alemania) y la Unión Cristiana Democrática. Muchas de las posiciones de Wagenknecht, además, obedecen a que ha aprovechado el creciente desprestigio de la socialdemocracia y los verdes, en razón del empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera alemana, debido a la creciente inclinación de la izquierda (Die Linke por ejemplo) “a la defensa de cuestiones ajenas a las reivindicaciones obreras, tales como el cambio climático, la defensa de los derechos de las mujeres, etc., oponiendo de un modo artificial y caprichoso unas y otras”. Los argumentos, que ya hemos expuesto, tienen en gran medida cierto tufillo stalinista y se asimilan a planteos reaccionarios de la derecha. No olvidemos la persecución staliniana a la homosexualidad, la oposición al psicoanálisis, atacándolo y persiguiéndolo  como ciencia burguesa, el desastre de Chernobyl, debido al desprecio al cuidado ambiental, etc. Es que Sahra, la líder del desprendimiento de Die Linke, inició su carrera en el SED, Partido Socialista Unificado de Alemania Oriental, integrando su dirección hasta la reunificación alemana, del cual es probable que conserve un importante acervo ideológico, muy lejano al bolchevismo, y opuesto a él, ya que la revolución bolchevique abrió sus compuertas a la libertad sexual y a todas sus expresiones. Del mismo modo sucede con su oposición a la lucha contra la contaminación ambiental, cuestión en la que los marxistas revolucionarios han tomado partido desde los inicios del socialismo científico, realizando criticas revolucionarias a la depredación. La posición de este partido también tiene su razón material. Es que el partido de Wagenknecht tiene lazos con la industria contaminante. Así es: su partido es respaldado por el abogado de la industria automotriz, Mohamed Ali y por el burócrata sindical Klaus Ernst de dicha industria, quien defiende la fabricación de autos con motores combustibles.  No hay que olvidar que ante la disminución de la tasa de beneficio los ecologistas verdes y la socialdemocracia alemana contemporánea abandonaron la defensa del ambiente inclinándose por la energía contaminante.

El enorme retroceso de Die Linke, como el partido que se ha presentado como el más radical a la izquierda del Bundestag ha dado lugar a un intento de reubicación política, que en parte ha sido el fruto de cierta necesidad financiera ya que la financiación federal  a las fundaciones de cada partido está vinculada en forma directamente proporcional a los escaños obtenidos (con todo sostuvo la presencia parlamentaria en virtud de que contaba con un pequeño número  de mandatos del Este alemán debido a una cláusula que permite crear un grupo parlamentario si cuenta con esa condición). Por otra parte, el alejamiento y ruptura de  Sahra Wagenknecht ha dado pie al regreso de quinientos  militantes que habían abandonado el partido, miembros de movimientos sociales.

En el contexto de su crisis que se manifestó en la ruptura de Sahra Wagenknecht y el ingreso de los militantes mencionados, entre el 17 y 19 de noviembre de 2023 se realizó en Augsburg  un congreso de Die Linke, cuya característica  fue el eclecticismo y la existencia de compromisos de naturaleza oportunista. Por ejemplo, en torno a la cuestión palestina, mientras hasta meses recientes respaldaban la persecución a los militantes  pro- palestinos y la represión a cualquier manifestación de apoyo a la lucha contra el genocidio sionista, por considerarlo antisemita, el congreso ha dado un aparente viraje. Condena la ocupación de los colonos y el ejercito sionista de Cisjordania, y la política de Netanyahu y la represión a las manifestaciones pro-palestinas, y añaden que es necesario acabar con el antisemitismo y el racismo. Pero al mismo tiempo condenan la acción del 7 de noviembre de 2023 llevada adelante por Hamas, que no fue más que la respuesta a los atropellos sionistas sistemáticos. Por ejemplo, el reclamo de la liberación de los rehenes y la tregua reclamada por el congreso de Die Linke debe tener como correlato la libertad de los miles de presos palestinos sin juicio previo, sin ningún cargo, que se hacinan en las cárceles sionistas, lo cual está ocurriendo a cuentagotas, detalle significativo que Die Linke no menciona siquiera. Es decir que sus ataduras con el sionismo y el mismo imperialismo alemán se mantienen bajo cierto maquillaje que lo disimule frente a militantes más a la izquierda que han impedido el sostenimiento sin ambages de una posición indisimuladamente pro-sionista. No estamos muy lejos de una certeza si decimos que la urgencia por un compromiso en el sentido mencionado tiene que ver con la cercanía de las elecciones europeas (Parlamento europeo) con el Partido de la Izquierda europea en junio de 2024. No obstante, coexisten en Die Linke alas pro-OTAN que demandan armas para la autodefensa  en Ucrania para reforzar la lucha contra Rusia ¿eso irán a defender en la campaña electoral para el parlamento europeo y desde sus escaños parlamentarios si alcanzan alguno? ¿Debe ser esa la función de la izquierda en el terreno parlamentario? Desde luego que no. Pero asistimos a una expresión también de la posición de una considerable porción de la izquierda europea y mundial que ha perdido el rumbo y se ha echado a los brazos del imperialismo. Hay algunos aspectos del programa de Die Linke que tienen una apariencia progresiva; por ejemplo, la supresión de los servicios secretos. Sin embargo, Die Linke no se propone destruir el Estado burgués alemán, ni se plantea la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa, en el marco de la lucha contra el imperialismo y la propia Unión Europea como una expresión de las crecientes tendencias belicistas, que colocan al mundo y a Europa al borde de una nueva guerra mundial, antes bien sostienen “el reinicio de la Unión Europea como una unión pacifista, democrática, social y ambiental”, una pretensión que en el contexto presente suena como un contrasentido, en la medida en que pretender eso de naciones imperialistas va contra su misma naturaleza. La supresión de los servicios secretos como propósito carece de potencia y sentido si no es en el marco de una política integral que tenga hoy como centro una definición practica y programática alrededor de la destrucción del Estado genocida de Israel, la lucha contra la OTAN y Rusia sobre la base del planteo de guerra a la guerra que implique que los pueblos y las clases obreras de Ucrania y Rusia tengan una política derrotista para convertir esa guerra en una lucha directa contra sus propios opresores.  Porque, volviendo a la cuestión de los servicios secretos, hay que señalar que el espionaje de las naciones imperialistas no es más que la expresión de las tendencias crecientes a la guerra, como manifestación de la descomposición del régimen capitalista a escala mundial. Bien mirado, si se analiza este compromiso oportunista en el congreso de Augsburg  se puede concluir que en nada se diferencia con la estrategia general de Die Linke votada en ocasión de su fundación. Y está claro que es así ya que el partido de izquierda de Alemania que nos ocupa señala que su finalidad es “Un orden económico diferente que subordine la regulación mercantil de la producción y distribución a las necesidades sociales y al control democrático, social y ecológico” o añade conceptos tales como “un control estricto de la competencia” o “la lucha por una sociedad incluyente”, etc. Y a esto lo define como “socialismo con democracia”, que no es más que una falsificación del socialismo, en función de la defensa del régimen capitalista, en cuyo seno, y bajo las condiciones de las relaciones de producción capitalistas pretende mejorar de un modo utópico las condiciones de existencia de las masas. Es que al no cuestionar esas relaciones de producción capitalistas, esto es: el derecho del capital a explotar a la clase obrera, la defensa del derecho a la propiedad capitalista, con apenas un “control democrático y ecológico”, que ni siquiera convoca a la clase obrera a ejercerlo, como forma de organizar la lucha integral contra la clase capitalista en todos los planos, y en forma consecuente, ya que la clase obrera como tal puede llevarlo adelante  hasta el final terminando con el régimen capitalista que es responsable de la catástrofe ambiental para garantizar su tasa de beneficio, ese control termina convirtiéndose en palabras sin futuro. Basta retroceder apenas una docena de meses para recordar como los ecologistas, en medio de la crisis energética dieron vía libre a la explotación del carbón  y del petróleo, renunciando a las energías limpias y renovables . Es que, como podemos observar, no existe en el planteo estratégico de Die Linke la lucha por un gobierno de los trabajadores ni en Alemania, ni en Europa, ni en el mundo. Esto, en un contexto de crecientes tendencias a una conflagración mundial, como lo expresa la intervención de la OTAN en la guerra de Ucrania, con el respaldo del gobierno de Sholz, las declaraciones de  Macron en el sentido de redoblar la apuesta bélica, las de la primera ministra de Estonia  en el mismo sentido, y las de la presidenta de la  comisión europea, Van Leyden, así como la provocación yanki, con la visita de Kamala Harris a Taiwán, en una flagrante demostración de una escalada contra China, la masacre contra el pueblo palestino por parte del Estado sionista, todas expresiones de una clase capitalista que busca una salida a su crisis y descomposición en el campo de las armas. Pero cabe agregar que ni siquiera en el plano de las reivindicaciones económicas elementales Die Linke responde a los intereses de la clase obrera. En efecto, al referirse a las jubilaciones plantea una  “pensión solidaria para todos que evite la pobreza y que sea financiada en partes iguales por trabajadores y empresas. Carece de una posición clasista. Es que no considera que la pensión (jubilación)  es un salario diferido, y que como tal debe ser pagado por los capitalistas, que deben ser los únicos que deben aportar. Al referirse a la educación se limita a defender la gratuita, pero no hace referencia a que sea laica y científica, lo cual es una concesión al clero, aunque se enfrenta a él apoyando una legislación que  habilite el aborto.

En otro orden de cuestiones de vital importancia, tales como la guerra, Die Linke se ha revelado como pacifista al plantear en su programa “Por la paz y el desarme, contra el imperialismo y la guerra”, “por un mundo libre de armamentos”, etc. El planteo omite señalar que la guerra es el resultado de la existencia de Estados imperialistas que compiten entre sí  por el mercado mundial, la explotación de la fuerza de trabajo en el planeta, los recursos naturales, etc. Que por lo tanto un planteo pacifista no arma a las masas explotadas para enfrentar a la guerra y sus causantes. En la presente situación se impone, en especial en Alemania, como integrante de la OTAN, el planteo de guerra a la guerra, la ruptura con la OTAN y el impulso de una movilización de la clase obrera alemana contra la presencia de bases de la OTAN, planteo curiosamente ausente en el programa de Die Linke, porque para obtener el desarme hay que arrancarlo a partir de la acción directa de las masas. Por otra parte, un mundo libre de armas es un planteo inocuo si no hay una acción de masas que suprima el régimen capitalista e imponga la destrucción de su Estado. Este planteo está ausente porque no plantea la disolución de la Bundeswehr (ejército) sino que demanda que sean retiradas todas las misiones en el extranjero y el uso de la fuerza armada sin fines represivos. Pero sí brilla por su ausencia la exigencia del retiro de la OTAN y de sus bases, siendo que el ejército alemán es parte de esa fuerza armada del imperialismo, asistimos a un planteo que se anula a sí mismo. Además, pedirle al ejército alemán que no sea represivo cuando la verdadera naturaleza del mismo en el Estado capitalista es esa, en especial en la etapa imperialista por la que atravesamos, es un planteo nulo de toda nulidad. De todos modos, estas consideraciones, siendo sustanciales, tienen una clarificación a partir de la misma realidad, en la medida en que Die Linke, mediante sus principales representantes ha revelado que está del lado de la OTAN. Así lo han declarado Klaus Lederer, su candidato a la alcaldía de Berlín, y el ministro presidente de Turingia, Bodo Ramelow, al demandar armas para Ucrania.

El programa de Die Linke puede y debe ser objeto de una crítica visceral y sin concesiones. Pero hay algo que se desprende de las consideraciones vinculadas a su concepción estratégica, a saber: socialismo con democracia. De su texto se desprende que teniendo su origen en un partido de Alemania del Este, esto es la Alemania dominada por la burocracia stalinista, está presente la consideración de que en dicho Estado había socialismo, pero no libertad, que para Die Linke equivale a la democracia del Estado burgués, en cuyo seno hay que construir el socialismo, lo cual requeriría, no la destrucción del Estado burgués, sino la transformación paulatina del mismo en su contrario mediante la legislación, la promoción de cooperativas, etc. Está  claro que esto no es viable (la experiencia histórica lo ha probado), así como tampoco que el Estado capitalista regule el mercado en función de los intereses de las masas. La superación del socialismo utópico y el surgimiento del socialismo científico  hace cerca de dos siglos han dado cuenta de esta cuestión en los albores del capitalismo, mucho más hoy en la etapa de su declinación. Pero, por otra parte, es falso que en Alemania del Este existía el socialismo; se trataba de un Estado obrero burocrático impuesto por los tanques del ejército  staliniano, respaldados por los acuerdos de Yalta y de Postdam con los Estados imperialistas para impedir la revolución en Europa. En rigor, la existencia del socialismo implica como punto de partida la dictadura proletaria y la disolución paulatina del Estado en concomitancia con la libertad, completamente inverso a aquello que caracterizó a Alemania del Este, donde el Estado desde el punto de vista represivo era agobiante y se fortalecía. Wagenknecht, la fracción de Die Linke que se convirtió en partido también considera lo mismo que Die Linke respecto al Estado obrero burocrático extinguido de Alemania del Este. Pero la división en dos Alemanias fue un crimen contra la clase obrera alemana ya que la dividió en su lucha contra el capital imperialista. Por eso los revolucionarios hemos planteado la unidad socialista de Alemania sobre la base de la revolución política en el este y el desalojo de la burguesía alemana del poder, destruyendo su Estado en el oeste en el marco de la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa. La clase obrera alemana deberá recobrar su tradición revolucionaria de la gran revolución de 1918 y el levantamiento obrero en Alemania del este en 1953. No está presente en el programa de Die Linke esta consideración, lo cual explica su adaptación al Estado alemán, a la socialdemocracia y a los verdes, incluso en cuestiones vitales como la guerra de Ucrania y la defensa del Estado de Israel.              

Tanto Die Linke como el partido de Wagenknecht son expresiones de una izquierda cuya estrategia es ajena a la revolución socialista. Una respalda a la OTAN y al Estado masacrador israelí, la otra al opresor Putin, la persecución a las minorías nacionales, sexuales, etc. La clase obrera alemana padece de una vacante, es decir de una dirección políticamente independiente, socialista e internacionalista. Ese es el desafío, cuya urgencia es evidente ante las tendencias pronunciadas a una masacre mundial creciente provocada por las naciones imperialistas.  La conclusión obligada y definitiva es que la salida a la guerra y la obtención de la paz no se obtendrán sobre la base de una concepción pacifista, antes bien partirán de la lucha de la clase obrera rusa contra Putin y del proletariado ucraniano contra Selenski, batalla en la que los explotados de ambos países deberán unirse para liquidar la explotación y la masacre a la que son sometidos. Como parte de esto la clase obrera alemana y europea deberán jugar un papel central, en la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de Europa.


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