- El carácter de Rusia y China en este momento es objeto de un gran debate internacional, no solo en medios periodísticos y académicos, sino en la izquierda. Las definiciones son muy variadas incluso entre las organizaciones con las que hemos empezado a dar pasos en común para montar una iniciativa internacionalista, contra las guerras del imperialismo. Es importante definir la época histórica en la que actuamos. Para el Partido Obrero es claro que seguimos en la etapa de la revolución socialista abierta por la Revolución Rusa de octubre de 1917. Que esta etapa del capitalismo en decadencia, que se ha prolongado por encima de su vida natural, es la del imperialismo, con los rasgos centrales que describió Lenin, agravados, hipertrofiados, por la sobrevida que le han dado a lo largo del siglo XX las traiciones a la revolución del estalinismo y la socialdemocracia y la restauración capitalista que siguió a la burocratización de los Estados obreros. La etapa de catástrofe capitalista, de crisis económicas y sociales, de guerras y choques de masas se ha agravado. Aunque esto es un acicate a la revolución, no equivale a decir que tenemos la victoria asegurada. La disyuntiva es socialismo o barbarie, pero la barbarie no es una amenaza al final del camino, sino crecientemente la realidad que transitamos bajo el capitalismo tardío y decadente, el presente distópico que nos toca vivir. No estamos según nuestra visión en la época de la generalización del desarrollo capitalista armónico y la multipolaridad sino de choques agravados, que amenazan con una tercera guerra mundial.
- Las múltiples posiciones que desprenden de algunos indicadores económicos el cambio de potencia dominante en el mundo nos parecen errados, y superficiales. Un cambio de ese tipo no puede ser determinado de manera indolora, como lo veníamos sosteniendo desde el PO y como se verifica en los hechos que se están desenvolviendo de crecientes guerras y militarización. Múltiples grupos asignan un carácter imperialista no solo a Rusia y China, sino incluso a países semicoloniales como Brasil, Turquía, India o Irán. Lejos de una etapa en la que se ha terminado el desarrollo progresivo del capitalismo y este debe dirimir en guerras el reparto del mundo, parecen concebir una etapa abierta de nuevos desarrollos, donde el nivel de productividad y concentración de EEUU y las potencias de Europa Occidental o Japón puedan ser logradas por las burguesías de países dominados. Esta versión edulcorada, que promovieron por muchos años los organismos internacionales dominados por el imperialismo con sus discursos que presentaban a las semicolonias como “países en vías de desarrollo” no se condice con la realidad. Los choques de los países del BRICS con EEUU ni suponen un frente único (India es aliado militar estratégico de EEUU contra China, sin ir más lejos) ni han dado lugar a una democratización, horizontalidad ni multipolaridad del mercado de finanzas y capitales. Importa tomar nota de un reciente artículo del economista Michael Roberts, “Sobre la economía del imperialismo”, en el que cuantifica la participación privilegiada de las potencias imperialistas en la plusvalía generada en el mundo semicolonial por cuatro vías “el dominio y señoreaje de su moneda; los flujos de ingresos de las inversiones de capital; el intercambio desigual a través del comercio; y los cambios en los tipos de cambio” para concluir que las potencias imperialistas siguen siendo las mismas que hace un siglo y que las BRICS de conjunto se comportan económicamente como países semicoloniales.
- Los que han argumentado el crecimiento de la producción industrial en los BRICS u otros países atrasados para dar por superadas a las potencias occidentales realizan un grave error metodológico. Si quieren representar la desaparición de las viejas potencias deberían analizar no solo el lugar de producción sino la procedencia de las empresas, sus paquetes accionarios y los bancos y fondos financieros que los controlan. Sino el traslado de industrias a México y el sudeste asiático desde EEUU hace décadas hubiese colocado a estos como potencias de primer orden, y evidentemente no es así.
- El carácter específico de la crisis actual es que el eclipse de la dominación de Estados Unidos no ha podido ser relevado por otra potencia que ocupe un lugar equivalente, no solo en lo económico, sino en la pelea política, militar, diplomática que sustenta esa dominación. Y EEUU no se resigna a retroceder ni ceder el liderazgo. Su burguesía está dividida fuertemente alrededor de los pasos a seguir, pero es claro que pelearán con todos sus recursos para destruir a sus rivales. La presidencia Biden ha tenido este eje, centrada en los preparativos militares de una ofensiva contra Rusia y China que se propone colonizar a estos países. Las pretensiones de estos de instalarse como potencias regionales o mundiales se podrán concretar o no como resultado de los choques profundos que están planteados.
- Las tensiones interimperialistas más importantes, de EEUU con las potencias europeas, no se están expresando de manera abierta, pero son profundas. EEUU bajo Trump operó para quebrar a uno de los socios principales de la UE, con el Brexit. Bajo Biden hicieron volar el oleoducto Nord Stream encareciendo su acceso a los combustibles. Se reaniman los planteos de una fuerza militar europea independiente de la OTAN, y se va a seguir expresando una tendencia al choque del eje francoalemán y EEUU en el futuro.
- Un hecho nuevo no entra en las viejas categorías. Así es la ciencia. El Covid-19 no es un resfrío. Y antes no conocíamos ese virus. Si alguien lo describía con los viejos nombres, se equivocaba. No es exactamente influenza, ni gripe, ni resfrío. Tiene similitudes, pero diferencias. Describir este hecho nuevo, la transición de Rusia y China al capitalismo, mediante la descripción analítica de los rasgos que va tomando es la única manera de realizar una aproximación científica a una realidad específica, que no entra en los viejos esquemas o categorías de forma exacta, porque nunca había sucedido un proceso exactamente como este. Estamos frente a una transición. Rusia y China no son países imperialistas, ni concuerdan con la definición clásica de Lenin.
- Rusia y China sí son países ya capitalistas, como caracterización general, pero no es el mismo desarrollo capitalista que el de EEUU y Europa Occidental. Es un capitalismo que se ha desarrollado absorbiendo la economía y la sociedad de Estados obreros degenerados , en la que el aparato estatal está en manos y es gestionado por la burocracia estalinista reciclada y que en el caso de China sigue presentándose como continuidad del PCCH. Ambos casos tienen sus peculiaridades pero comparten que tuvieron una primera etapa de restauración capitalista plenamente dominada por el imperialismo yanqui y europeo, pero también un momento de ruptura y el establecimiento de gobiernos bonapartistas que chocan con el imperialismo y quieren preservar para sí mismos el control del capitalismo en su territorio.
- Rusia es un país que en términos económicos es más parecido a un país semicolonial que imperialista. Ha tenido un retroceso marcado en su industrialización. No es un centro financiero internacional. El centro de su economía es la venta de materias primas. Pero tiene un enorme peso militar, heredado en gran parte de la Unión Soviética, con el que quiere defender no solo la economía rusa sino un radio de influencia interviniendo sobre sus países vecinos, incluso militarmente. Eso es lo que hemos caracterizado como una potencia regional o imperialismo sui géneris, de anexiones territoriales, más que de imperialismo del tipo moderno. Por eso hemos caracterizado la guerra de Ucrania como interimperialista y reaccionaria de ambos bandos.
- China ha tenido un enorme desarrollo industrial y económico que ha dejado de crecer a los mismos ritmos desde que se rompió el empalme con EEUU y empezaron las guerras comerciales fuertes con el gobierno de Trump. Tiene, como hemos definido en los documentos presentados hacia nuestro 29 Congreso del PO este año, rasgos de semi colonia y rasgos imperialistas. Existe una creciente burguesía privada, aunque esta no es la que domina ni maneja los hilos del aparato del Estado, o sea que no ha logrado consagrarse plenamente como clase dominante. Esta severa limitación del sujeto local de la restauración capitalista es objeto de choques permanentes con el Estado dirigido por el PCCh, cuyo intervencionismo permanente en las empresas refuerza el carácter precario de la propiedad privada, en China. La “seguridad jurídica” que goza el capital imperialista en los países capitalistas avanzados no la poseen los empresarios locales del gigante asiático. Por otro lado, en Hong Kong y en muchísima mayor medida, Taiwán, China no ejerce su soberanía, sino que son territorios sometidos al accionar y tutela del imperialismo. Su sola presencia desmiente la idea de que haya consolidado una posición de potencia imperialista.
- Al mismo tiempo, un choque de fondo e incluso una guerra va a poner en juego a todas las clases sociales. La clase obrera ha tomado proporciones enormes, no está sindicalizada y carece de los derechos laborales elementales. La burocracia observa con detalle la evolución allí, que sabe puede tornarse volcánica. Por otra parte, el campesinado sigue viviendo en tierras nacionalizadas por la revolución de 1949, donde la falta de un mercado privado de tierras es uno de los terrenos en los que no ha completado su avance la restauración capitalista.
- La restauración capitalista ha estado íntimamente asociada al proceso de la crisis mundial capitalista. La integración de los ex Estados obreros a la órbita capitalista representó una apuesta crucial del capital internacional por superar el impasse económico en que se encontraba la economía mundial capitalista y reforzar el orden imperialista mundial. La restauración capitalista, aun cuando todavía estaba en pie la burocracia estalinista de la Unión Soviética, era un proceso impulsado por el imperialismo, no un proceso endógeno, autónomo. El endeudamiento, los organismos internacionales, fueron vehículos de esta política. Bajo Yeltsin y caído el muro este saqueo fue mucho más directo, como en China en la etapa del “acople” con EEUU. Esta política de la restauración siempre estuvo ligada, para las potencias imperialistas, a una política de colonización. El objetivo apuntó, desde el vamos, a reducir a Rusia y China a la condición de semicolonias del imperialismo, lo cual implica moldear sus regímenes políticos e imponer gobiernos dóciles y subordinados a los dictados al imperialismo e incluso, si fuera menester, avanzar en una desintegración territorial, como pudieron realizar con Yugoslavia mediante la promoción de conflictos militares y divisiones nacionales. La absorción de Ucrania a la UE, la OTAN y a ser un protectorado económico y militar norteamericano es un escalón de esa política, que enfrenta un impasse con la guerra. En este marco, el avance del imperialismo choca con los apetitos e intereses de la elite dirigente y local capitalista nativa de Rusia y China que defienden su lugar en el proceso de restauración capitalista. Alentados inicialmente por el gran capital internacional, los regímenes restauracioncitas de Rusia y China se han ido convirtiendo en un obstáculo creciente para las aspiraciones imperialistas.
Esta confrontación no ha sido resuelta, sigue planteada y el destino final de Rusia y China no puede saltarse esa confrontación. El carácter de estos procesos constituye la clave central que permite entender la dinámica de los acontecimientos mundiales. En esta confrontación, no se puede perder de vista el lugar que ocupa cada uno de los actores en la economía y el tablero político mundial. Hay barcos yanquis con la alianza militar Quad en el mar de China, no barcos chinos en Pearl Harbour. Hay tropas yanquis, operativos de la CIA y drones yanquis en el este europeo, no tropas rusas en Alaska o Centroamérica. Esta es la naturaleza de estos choques entre potencias reaccionarias. Y sin considerar progresivo a ninguno de los bandos esta es la dinámica real del proceso. Desde ya que los gobiernos capitalistas, oligárquicos, restauracionistas de Rusia y China no ofrecen una salida favorable a los intereses de los explotados, una perspectiva que solo la clase obrera, el campesinado y los oprimidos entrando en escena podrán replantear.
Entre la ofensiva de Trump y el colapso de los demócratas. ¿Qué política debe tomar la izquierda frente a la victoria electoral de Trump y el gobierno de ofensiva que prepara en Estados Unidos?
Por Guillermo Kane.