La segunda vuelta de las elecciones para elegir intendentes y concejales municipales en Brasil, realizada el domingo 27 de octubre, ha confirmado las tendencias apuntadas un mes antes: derrota y retroceso abrumador del oficialista Frente Amplio (FA) integrado por el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y partidos burgueses liberales (PSB, del vicepresidente Alckmin; etc.) y avances de la llamada ultraderecha (Bolsonaro) y principalmente de la centro derecha (el Centrao).
El carácter comunal de las elecciones no demerita su importancia: 150 millones de brasileños fueron a votar en 5569 ciudades. Son las elecciones intermedias, antes de la elección presidencial que se realizara en el 2026.
PSD – 891
MDB – 864
PP – 752
Uniao B – 591
PL – 517
Republicanos – 440
PSB – 312
PSDB – 276
PT – 252
Otros – 674
Los 252 obtenidos por el PT, son en su casi totalidad, pequeños municipios. En las grandes capitales, su retroceso es brutal: solo conquistó una (Fortaleza) -y con una lista donde integró candidatos derechistas de los Republicanos, PSD, PP y MDB- sobre 26 en juego. El PT perdió en distritos donde Lula había ganado en las presidenciales del 2022, particularmente en el norte, con una amplia base de pueblo pobre.
En el ballotage en San Pablo, la capital más importante, con 12 millones de votantes, el candidato del PT, Guilherme Boulos del centroizquierdista PSOL, perdió por más de un millón de votos (59,49 % versus 40,51 %: ¡casi 20 puntos!) contra el actual intendente, Ricardo Nunes (MDB, promovido directamente por Bolsonaro del PL) que iba por la reelección.
Bolsonaro está inhabilitado judicialmente a presentarse como candidato hasta el 2030, lo que ha llevado a especular que Nunes (o su mentor el gobernador Tarcisio) podría ser el candidato presidencial de una coalición derechista, apoyada por el bolsonarismo.
Que está pasando en Brasil y la paradoja de Arcady
El retroceso del FA y el PT de Lula en la primera vuelta (reafirmado en esta segunda jornada), ha causado conmoción entre sus adherentes y simpatizantes enrolados en la izquierda y centroizquierda. La revista Jacobin publicó una nota de Henrique Canary y Gloria Trogo, cuyo título se pregunta: “¿Qué está pasando en Brasil?” (22/10/24), donde se señala que “se ha abierto un debate en la izquierda sobre el balance de las elecciones”.
Ya Valerio Arcady (dirigente de Resistencia, corriente interna del PSOL) se encontraba sorprendido (Jacobin 7/9/24) por la “paradoja” de que la situación económica bajo el gobierno de Lula habría mejorado pero, sin embargo, el bolsonarismo mantenía una porción importante de las intenciones de voto en las encuestas.
La posición publicada ahora en Jacobin, aduce que esto se debería, en primer lugar, que estamos frente a un fenómeno internacional que es el avance de la ultraderecha fascista. Que ha impactado en la “conciencia popular”, constituyendo “una masa política y económicamente reaccionaria, con elementos de fanatismo religioso, extremadamente misógina y altamente racista y LGTB fóbica” de un tercio de la población que adhiere al bolsonarismo.
Pero no explican cómo se ha creado este “fenómeno internacional” del avance de la derecha. No explican el hastío de las masas al verso pseudo progresista con que se ejecutan los “ajustes” fondomonetaristas.
Los autores critican a la “izquierda sectaria” que ha “desaparecido”. Y, afirman, que “tenemos que volver a poner en el horizonte la lucha por el socialismo”, que pasaría hoy en día, en primer lugar, por incorporar las “conquistas civilizatorias” atacadas por el bolsonarismo.
¿Se trataría, entonces, de la lucha por un “capitalismo civilizatorio”?
Para ello, afirman, habría que tomar en forma “permanente”, el camino de una “lucha ideológica, formación y propaganda”. Similar posición planteaba Arcady. Este afirma que Lula ganó las elecciones contra Bolsonaro (integrando el Frente Amplio con la burguesía liberal), pero que la izquierda no desarrolló una “lucha ideológica” contra los postulados del fascismo. La “izquierda” debiera ser, para él, un auxiliar ideológico del frente de colaboración de clases.
La lucha de clases desaparece de la perspectiva estratégica de estos analistas, ligados al PSOL y a Jacobin.
Se trataría de volver al trabajo de propaganda y educación de principios de la formación del socialismo, para acumular con vistas a “educar” al pueblo para que apoye una “perspectiva socialista”, en el plano electoral.
El rol frenador y ajustador del Frente Popular de Lula
“Los límites del gobierno Lula y las alianzas con el centrao”, con este subtítulo el artículo de Jacobin plantea:
“Muchos activistas y corrientes de izquierda se quejan de que algunas de las acciones del gobierno de Lula acaban fortaleciendo a la derecha, como el marco fiscal, las concesiones al centrao, el retroceso de las agendas ideológicas, ciertos nombramientos y otros. Es verdad. El gobierno de Lula ha flaqueado en la lucha contra la extrema derecha y en el simple cumplimiento de las promesas de campaña hechas por el propio Lula. Sería un error negar esta realidad”.
Pero a continuación, afirman: “El problema es que si es difícil con el gobierno de Lula, es imposible sin él”. El objetivo para la izquierda debiera ser, entonces, presionar a Lula a encarar una “lucha” más decidida “contra el fascismo” y en esa tarea no habría más remedio que defender el fortalecimiento de un frente popular democrático y antifascista. Que es lo que habría hecho Lula para asumir la presidencia desplazando a Bolsonaro.
El gobierno de Lula –reconocen- habría demostrado “ser un aliado inestable y vacilante, pero al mismo tiempo indispensable”. Es más, la culpa no sería del todo de Lula, sino de sus aliados “interlocutores de la derecha y del centro (que) no están dispuestos a comprometerse con los puntos mínimos del programa que hizo que el presidente fuera elegido”.
Se trata de un inevitable camino a la derrota aunque se proponga ya no la lucha por el socialismo, sino contra el avance de la derecha.
Lula ha planteado el camino frentepopulista, falsamente “realista” del “mal menor”, estableciendo todo tipo de alianzas con el conjunto de los partidos de la derecha tradicional, para impedir que avance la ultraderecha. En Rio de Janeiro, por ejemplo, Lula llamó a votar por la reelección de Eduardo Paes (del PSD del centrao) contra el candidato de Bolsonaro. Hay que decir que en la lista de Paes iban candidatos derechistas a granel.
En la reciente campaña electoral, Lula y el PT se han aliado directamente con candidaturas del partido de Bolsonaro (PL) en… ¡85 ciudades del Brasil!
En realidad el gobierno de Lula no es solo un gobierno de frente popular, de conciliación de clases, con la burguesía liberal contra la derecha y los fascistas. En su gabinete hay varios ministros derechistas que apoyaron a Bolsonaro (PP, Republicanos, etc.). Es un gobierno frentepopulista sin orilla derecha.
El que abre el camino a la derecha y a los fascistoides es el propio frente popular que tiene como propósito principal, mantener la estabilidad del régimen. Y para ello, frenar y desorganizar toda resistencia de las masas trabajadoras. Mientras las patronales siguen progresando en la superexplotación y se enriquecen y…. la derecha se afianza y promueve.
Desde que asumió, Lula no ha encarado la recuperación de las conquistas que Temer primero y Bolsonaro a continuación, arrebataron a las masas trabajadoras y explotadas (reforma laboral, reforma previsional, etc.). Como Milei en la Argentina nos habla de que la “macroeconomía” del Brasil está mejor (aunque con un déficit público importante, una deuda externa billonaria, etc.), pero la sensación térmica que las masas trabajadoras deben afrontar es una inflación sobre su consumo que no ha sido recuperado desde las épocas bolsonaristas y una precariedad superexplotadora del trabajo. El salario mínimo no ha recuperado lo perdido bajo Temer y Bolsonaro y está por debajo de El Salvador, Honduras, Paraguay y Bolivia.
Y se siguen ejecutando “reformas”, para reducir los gastos fiscales, que son claramente antiobreras y antipopulares. Como el reciente recorte del BPC (la Prestación en Efectivo), que otorgaba un salario mínimo a 800 mil discapacitados y ancianos en situación de extrema pobreza. La contención y el ajuste fiscal, significa recortes crecientes a la educación y salud pública. Avance en planes de privatización (Lula prometió licitar 22 terminales portuarias antes del 2025, etc.). Mientras el gobierno llena de créditos y subsidios, en una envergadura desconocida hasta ahora en la economía brasileña, a la oligarquía agroexportadora a través del “Plan Zafra”.
La campaña frentepopulista en San Pablo
En la campaña electoral más importante, la de San Pablo, el candidato del PT y el FA, fue Guilherme Boulos del PSOL, apoyado directamente por Lula. Como vicealcaldesa acompañante, fue seleccionada, también directamente por Lula, Marta Suplicy, que ya fue gobernadora de la megalópolis más grande de Latinoamérica, en el 2001. Rompió con el PT en el 2015. Como arribista pasó por numerosos partidos y coaliciones derechistas. Se sumó al PMDB, y fue una de las espadas más filosas en el apoyo al golpe que destituyó a Dilma Rousseff y colocó en su lugar a Temer. Impulsó la reforma laboral antiobrera que sacó el gobierno golpista, etc. En el último tiempo, Suplicy estaba, hasta hace un par de meses, integrada al gabinete de… Ricardo Nunes. Lula la “convenció” que renunciara, se reafiliara al PT y fuera como candidata a vice de Boulos. Demás está decir que Boulos y el PSOL votaron la derogación de los subsidios a discapacitados y ancianos y buscaron, por todos los medios, congraciarse con la burguesía paulista, prometiendo todo tipo de subsidios y ayudas. Adoptó una plataforma en la que competía con la derecha (tomar más personal policial, etc.). Abandono la lucha contra las privatizaciones, igual que la defensa de la educación y la salud pública, el derecho al aborto legal, etc.
El PT (y el PSOL) lograron no solo una indiferenciación respecto a los partidos burgueses actuantes, sino que su renuncia a encarar la lucha por los reclamos obreros y populares, los pintó de cuerpo entero como charlatanes pseudoprogresistas. Esto es lo que abre el camino al avance de la derecha que plantea “solucionar” los problemas sociales combatiendo la corrupción y el charlatanerismo, impulsando (falsas) inversiones y reformas neoliberales.
La llamada “defensa del hospital público” del lulismo, no resolvió los crecientes y agravados problemas de salud de las masas, con una estructura hospitalaria en ruinas, sin presupuesto, mientras avanza la mercantilización de la salud privada. Igualmente, la “defensa de la escuela pública” con presupuestos recortados por los “ajustes” gubernamentales, con una Universidad Pública cerrada a la masa popular, etc., está siendo acompañada por reformas educativas reaccionarias, que retoman gobernadores derechista como Tarcisio de San Pablo (constitución de “escuelas cívico-militares” que en su momento impulsó el gobierno de Bolsonaro, etc.).
El fracaso de la estrategia de los “partidos amplios”
El PSOL se fundó en el 2004 como una ruptura del PT, crítica a la política antiobrera y proburguesa que desarrollaba el gobierno de Lula. Se constituyó como una federación de grupos intelectuales y de izquierda que tenía una estrategia política electoralista, que quería “volver al PT de los orígenes”.
Durante estas dos décadas de vida, fue mostrado como un ejemplo internacional de los llamados “partidos amplios”, de la llamada “Nueva Izquierda”, donde no imperaba una estructuración militante en la lucha de clases, ni levantaba la consigna estratégica (“sectaria”, afirmaban) de la lucha por un gobierno de los trabajadores. Terminó siendo, en concreto, una federación de reparto de cargos electorales para la obtención de poltronas en los parlamentos y las oficinas de los gobiernos burgueses. Corrientes de izquierda, como el MES (de origen morenista, ligado al ex Secretariado Unificado de la IV Internacional) y Resistencia (ruptura de una fracción acaudillada por Valerio Arcady con el PSTU) fueron animadores entusiastas de esta experiencia. Reconfortados por llegar a los presupuestos estatales, a la sombra del frentepopulismo lulista.
El PSOL terminó integrándose, directamente, al frente popular con Lula y obtuvo así nuevas concejalías y diputaciones e incluso ministros. En el proceso electoral que acaba de culminar, perdió la única intendencia que había conquistado en todo el período (la de Belem, donde incluso no se había destacado ninguna política no digamos ya socialista, sino tibiamente progresista), así como numerosos concejales en diferentes distritos.
Valerio Arcady decía en el artículo preelectoral de septiembre último que venimos analizando: “Una derrota en São Paulo tendría consecuencias devastadoras”. Llamando a cerrar filas en el apoyo incondicional a Boulos. Esta “derrota devastadora”, efectivamente, producirá una desmoralización masiva en la militancia de Resistencia, del PSOL, del activismo sindical y político que siguió la orientación de apoyar al frente popular de colaboración de clases de Lula, Boulos, el PT, el PSOL y amplios sectores que se reclaman de la izquierda.
No debemos olvidar que esta experiencia fue sostenida durante casi 20 años, hasta las elecciones del 2022 por un amplio arco de organizaciones que se reclamaba de la izquierda trotskista. Estos sectores ya habían hecho una campaña para que Boulos encabezara en su nombre, las candidaturas de San Pablo para esas elecciones. Y, corrientes como la Liga Internacional Socialista (LIS) -en la que actúa el MST de Argentina- siguen dentro del PSOL, han presentado candidaturas en sus listas y apoyado a sus candidatos centrales, incluso por la reelección del intendente derechoso del PSOL en Belem.
Corresponde -por fuera de esta nota sobre las recientes elecciones brasileras- hacer un balance del rol liquidador de los “partidos amplios” que han venido impulsando el ex Secretariado Unificado y gran parte de las corrientes de origen morenista. Porque simultáneamente, se ha roto el otro “gran partido amplio”, el NPA en Francia, entrando una fracción directamente al Nuevo Frente Popular bajo la égida de Melenchon.
La burocracia de la CUT, pivote del frente de colaboración de clases
El pivote del frente popular en Brasil está dado por la subordinación de las centrales y sindicatos obreros, en especial la Central Única de Trabajadores (CUT) a Lula y la política del PT. La CUT se ha caracterizado por no organizar una real y contundente resistencia a los ataques de los gobiernos Temer y Bolsonaro contra las conquistas obreras. Planteaba como perspectiva, “aguantar” hasta las elecciones del 2022, que llevarían a Lula nuevamente al gobierno. Renunciaron a los principios de la lucha de clase, de la acción directa de lucha de los trabajadores.
Desde que subió el gobierno Lula, siguieron con sus planteos de apoyar el frente de colaboración de clases que éste sostenía (y no solo con la burguesía liberal) para… bloquear el avance de la derecha. Pero, el gobierno incorporó a la derecha a su gabinete y constituyó acuerdos con ella y el Centrao en el parlamento para cogobernar al país. Fue cediendo a las presiones de la derecha y bloqueando toda lucha de los trabajadores. Recientemente, la burocracia de la CUT señaló en un comunicado que
“las reformas aprobadas por el gobierno de Bolsonaro transfirió el peso de los problemas económicos del país a la población más pobre”. Pero “las nuevas reglas no lograron reducir las desigualdades y no combatieron los privilegios, impactando desproporcionadamente a los trabajadores de menores ingresos”. La CUT no hace nada para revertir esta situación, promete un gradualismo que es en realidad la aceptación del actual cuadro antiobrero y antipopular.
En su “Plataforma para las elecciones 2024” la CUT no plantea nada más que generalidades sobre el “diálogo” y pedidos de “reactivación industrial” para crear nuevos puestos de trabajo. Ha renunciado directamente, a su papel de organizar la defensa del salario y las conquistas de los trabajadores.
Lucha de clases, base de la independencia política de los trabajadores
Las burocracias sindicales, la de la CUT en primer lugar, han renunciado a la lucha de clases y asumido el papel de consejeras “desarrollistas” de la burguesía, considerando que los parlamentos son el terreno para obtener las reivindicaciones obreras. Es la renuncia lisa y llana a la acción sindical y política independiente.
Canary y Trogo, los autores del artículo de balance que hemos analizado críticamente en esta nota, plantean persistir en este camino de la colaboración de clases tomando como eje de estructuración al gobierno de Lula. “Lucha política e ideológica hasta 2026” afirman taxativamente tomando como norte estratégico las elecciones presidenciales dentro de dos años, para… llamar a votar por el frente popular con la derecha incluida que promovería Lula.
De ahora en más, Lula tomará, casi con seguridad, los resultados electorales adversos, para profundizar aún más la alianza con la derecha menos (formalmente) fascista, en todos los planos, incluso incorporando a nuevos sectores en su gabinete. La tendencia política será recostarse cada vez más, en el Centrao, transformándolo en el nervio político del régimen. No pasaron 72 horas del resultado electoral y ya el gobierno del PT del estado de Piaui, presentó ante la Bolsa de San Pablo, un proyecto de privatización del sistema de aguas. Y la bancada del PT en la Cámara de Diputados, con el auspicio directo de Lula, anunció, este miércoles 30, apoyar la candidatura de Hugo Motta (Republicanos-PB) en las elecciones internas para la presidencia de la misma.
Romper con el gobierno burgués frentepopulista de Lula, romper con el frente de conciliación de clases, es condición sine qua non para poder estructurar una línea de defensa de las masas trabajadoras. El gobierno de Lula no es un aliado, es enemigo de los trabajadores, es el agente de los capitalistas y ejecuta sus planes. La lucha contra el gobierno de Lula se impone porque es el que ejecuta los ataques de la burguesía contra las masas y defiende las conquistas reaccionarias que impuso la derecha (con su colaboración pasiva) en el periodo reciente anterior. No les quepa dudas que el gobierno formalmente centroizquierdista de Lula recibirá el apoyo de la derecha, cuando este enfrente los reclamos y las luchas de los trabajadores, que le exigirá cada vez más mano dura contra las rebeliones obreras y populares.
Es necesaria la total independencia de la clase obrera y de sus organizaciones de masas de la burguesía, sus partidos y sus frentes policlasistas de colaboración. Es necesario retomar el camino, independiente, de la lucha de clases. Un objetivo directo, es echar a la burocracia que ha usurpado la dirección de las organizaciones sindicales y de masas e imponer nuevas direcciones clasistas.
“Es necesario una fuerte lucha ideológica con el gobierno al frente” nos dicen los articulistas del PSOL. Su política consistirá en presionar a Lula para que la asuma: “El peso de Lula es tan grande que puede cambiar ideológicamente el juego”, nos dicen. Su perspectiva es establecer nuevos bloques de fuerzas en los parlamentos para frenar el avance de la derecha. Nos dicen: “el PSOL debe comprometerse a formar parte de este proceso desde sus modestas posiciones en los movimientos sociales y en las instituciones”.
En el Programa de Transición, Trotsky señaló taxativamente que los frentes populares y el fascismo son dos últimos recursos del capitalismo en crisis, para bloquear la organización independiente de la clase obrera e impedir la lucha por el gobierno de los trabajadores y el socialismo. El primero, le abre el camino al fascismo, si ve que no puede contener la protesta social y que esta amenaza revolucionariamente al estado burgués.
Hay debates en curso en la izquierda brasileña que, con otras características, también se manifiestan en la izquierda argentina. No se trata de desarrollar unilateral y principalmente una “lucha ideológica” contra las concepciones “filosóficas” (emprendedurismo, etc.) del gobierno de Milei, para crear una “alternativa” socialista que se vislumbraría en próximos resultados electorales. Esto es un electoralismo oportunista nada original. La lucha ideológica, contra la burguesía y sus expresiones políticas, siempre debe hacerse. Pero el eje pasa por organizar e impulsar la lucha de la clase trabajadora y los explotados (jubilados, estudiantes, etc.) para terminar con el gobierno del hambre y la miseria. Lula es una variante de este gobierno.
La alternativa socialista se impondrá en el terreno de la lucha de clases. Como fue en la historia del movimiento obrero y socialista las grandes luchas por la jornada de 8 horas y otros reclamos (jubilación, vacaciones, etc.). Las huelgas generales impusieron las conquistas históricas de los trabajadores y abrían el camino para luchar por la destrucción del estado burgués y la imposición de gobiernos de trabajadores.