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Recuerdos militantes (a 60 años de la fundación del Partido Obrero)

La comisión interna clasista de la Editorial Abril Gráfica

A 60 años de la fundación del Partido Obrero, publicamos una crónica política, realizada por un dirigente obrero de la década del 70, que refleja la orientación de lucha clasista desarrollada. En otras ediciones, iremos publicando otras crónicas militantes, de diversas épocas partidarias. Roberto Gellert sigue siendo hoy un activista militante y dirigente del PO.

La década del 70 se caracterizó por la conquista de numerosas comisiones internas y cuerpos de delegados. El impacto del Cordobazo en la conciencia de miles de trabajadores, convirtió a muchos de ellos en potenciales activistas y delegados sindicales. Política Obrera, nacida en 1964, delimitándose del peronismo, el foquismo y las corrientes oportunistas y centristas (morenismo, posadismo, etc.) comprendió que debía fundirse con el proletariado industrial, palpar su pulso, formar parte directamente de sus luchas y contribuir a la ruptura con el peronismo y con la burocracia en los sindicatos. Ayudar a dotar a la clase obrera de un partido revolucionaria  socialista y luchar por un gobierno obrero. 

Nuestro ingreso a la fábrica tuvo lugar a partir de 1969 (año que ingresó Juan Carlos Venturini  con 21 años de edad) y el 2 de enero de 1970, yo, Roberto Gellert). Luego de haber caído preso,  en octubre de 1969, junto con Susana De Luca y el flaco García, luego de un fallido volanteo en la Unión Ferroviaria de Tolosa, policías de civil nos interceptaron. Susana, fue trasladada a la comisaría de la mujer, nosotros a la seccional Tolosa de la policía provincial. El juez nos sobreseyó, pero el Estado de Sitio dictado por el onganiato, había suspendido las garantías constitucionales. Por lo tanto fuimos trasladados a la delegación La Plata de la Policía Federal donde pasamos toda la noche, y al día siguiente nos trasladaron al edificio de Coordinación Federal, a pasos del edificio del Departamento Central de policía de la calle Moreno, y luego al sector militar del Aeroparque metropolitano, trasladándonos en avión a Rosario, donde permanecimos  un día, en un calabozo con una canaleta como mingitorio, sin ventilación. Protestamos por esa situación, y logramos que nos llevaran a las oficinas, desde donde pudimos observar cómo trasladaban por el playón a detenidos maltrechos por los golpes sufridos durante las jornadas del Rosariazo. Luego de una jornada en Rosario nos trasladaron a la cárcel de Santa Rosa (La Pampa), donde habían estado detenidos antes Elpidio Torres (Smata Córdoba) y Agustín Tosco (Luz y Fuerza Córdoba). Hasta mi detención había estado trabajando en Di Batista, un taller metalúrgico del Barrio de Los Hornos, y vivía en una casa alquilada con otros compañeros del mismo barrio. Al ser liberados, después de un mes, llegué a La Plata, donde me entrevisté con Sergio Villamil, quien me propuso ir a la zona norte del Gran Buenos Aires a militar, en consideración a la gran concentración fabril y obrera de esa regional. Viajé con esa finalidad a Capital, donde me encontré con un compañero dirigente de Política Obrera en la calle Jean Jaures de Once, para después tomar el colectivo 41 a Munro, donde vivía José Alonso. Allí moraba con su compañera Elba y la hija que tenían, muy pequeña. Ya había otro compañero del partido viviendo allí llamado Mario, quien había conseguido trabajo en Colorín. José trabajaba y era delegado en la fábrica del plástico Citoplas. Busqué y encontré trabajo en esa fábrica, pero después de un tiempo me despidieron. Poco tiempo después, entré a trabajar en Editorial Abril. La fábrica estaba en expansión. Al principio me enviaron a desclavar los enormes cajones en los que estaban las nuevas máquinas rotativas que iban a montarse. Más tarde me pusieron en la dotación de una de las rotativas, como sacapliegos. Allí ya trabajaba el compañero Venturini en Retoque. Lo conocí, luego de una cita que me hizo en un departamentito de la localidad de Florida, donde vivía con su compañera Mirta.

Me integré a un equipo del partido, que estaba compuesto por Dora Balumelli (entonces obrera de la fábrica Orea), el Chino Benjamín (obrero de la fábrica de frenos Bendix), José Alonso (obrero de Citoplas), Polaco (Colorín) y Mario (Colorín), Venturini y yo (Editorial Abril). Las reuniones las realizábamos en la casa de Dora. Era un organismo del Partido con el claro propósito de desarrollarnos y crecer en la clase obrera, en una etapa en la que el Cordobazo había dado un vuelco en la situación política y que había influido en la conciencia de la clase obrera argentina. Además del trabajo político/sindical en nuestras fábricas volanteábamos  otras para contribuir al desarrollo de las posiciones del partido Un objetivo era abrir el trabajo sobre la Ford, agitando los volantes de la agrupación Vanguardia Obrera Mecánica (VOM). Todos los domingos a la mañana recorríamos los barrios obreros de Pacheco para relacionarnos con compañeros que trabajaban en la Ford.

Nuestro trabajo en Editorial Abril

Yo trabajaba en rotativas y Venturini en retoque.  Rotativas era una sección insalubre, debido a la tinta y al solvente que se utilizaban. Por esa razón, el convenio colectivo reconocía seis horas de trabajo por turno. El resto de las secciones trabajaba siete horas y media.

En 1968 se había producido la derrota de la huelga de Fabril Financiera, la empresa gráfica con mayor cantidad de obreros del gremio, como resultado del aislamiento a la que fue sometida por parte de la dirección ongarista de la Federación Gráfica Bonaerense (FGB). 

A mediados de 1970, un dirigente de la Comisión General Administrativa, Ismael Ali, contemporáneo de Raimundo Ongaro, fue a la editorial y recorrió secciones con la finalidad de realizar reuniones con los trabajadores y que los compañeros designaran precandidatos. Para mi sorpresa, aunque yo me había mantenido silencioso con respecto a cuestiones políticas y sindicales, alguien me propuso, sin que yo me rehusara. La fábrica había sufrido una derrota en una huelga en 1965. Fui votado por el turno del cual había surgido la propuesta, pero la patronal me impugno, debido a que la ley de Asociaciones Profesionales establecía como condición una antigüedad mínima de un año. Se firmó un petitorio en el turno donde fui elegido, reclamando mi reconocimiento a la flamante comisión interna. Lo presenté en una reunión. La respuesta fue de una especial agresividad contra mí. Hubo una actitud muy faccional por parte de quien era el dirigente máximo en la fábrica, del PRT La verdad, E. B. y un silencio cómplice de Raúl Goldar, de la Lista Verde ongarista. B. fue votado por la Comisión Interna como secretario general. Este faccionalismo de la corriente morenista, junto al conservadurismo en la lucha por las reivindicaciones de la fábrica, fue la característica  que determinó la orientación de los siguientes años. Era para nosotros, objeto de comentarios risueños, que el morenismo caracterizaba entonces que había un retroceso y repetía palabras que se le atribuían a Nahuel Moreno: “Hay que acompañar el retroceso”. Lejos de eso, en especial a partir de la elección de delegados y la expectativa que esto había suscitado, había comenzado a hablarse en las secciones de ciertas reivindicaciones, en especial del salario. Pero la característica de esa Comisión Interna iba a ser la parálisis (“acompañando el retroceso”). La patronal todavía controlaba la situación, los delegados no tenían movilidad gremial. Para mantener el dominio de la fábrica, la patronal sancionaba, poniendo límites: suspendió a tres delegados por moverse fuera de la sección. Como resultado de esto, los activistas, cuyo número había crecido, le plantearon a la comisión interna que había que parar la fábrica para rechazar la sanción. Eso fue decidido en una reunión ampliada de delegados y activistas, quienes para garantizar el paro hicieron piquetes en las proximidades de la planta. Pero mientras la mayoría de los activistas y delegados convencían a los compañeros  sobre la medida de fuerza, los integrantes del PRT La Verdad llamaban a entrar, lo cual quebró el paro, debido a la confusión producida. Días más tarde se realizó una reunión muy numerosa de delegados y activistas en la casa de un compañero de rotativas con la presencia de Francisco Calipo, miembro de la dirección de la FGB, y uno de las manos derechas de Ongaro. En esa reunión B., quien era el secretario general de la Comisión Interna, fue duramente criticado, aunque no fue objeto de ninguna sanción.

En 1971 -como todos los años- se renovaba la Comisión Interna. Al interior de la interna saliente había conflictos, más que de fondo, en cuanto a las reivindicaciones a reclamar y al método para obtenerlas. Gobernaba ya el general Agustín Lanusse (que había reemplazado a Ongania y Levingston), quien más tarde encabezaría la negociación con la multipartidaria para el relevo en orden de la dictadura militar. En marzo de ese año se iba a producir el “Viborazo” contra el interventor militar de Córdoba.  También había tenido lugar la huelga de Petroquímica Sudamericana en La Plata, como parte del creciente nivel de combatividad del movimiento obrero. 

En agosto de 1971 los sindicatos clasistas de Fiat de Córdoba (SITRAC-SITRAM ) convocaron a un congreso, lo cual fue un estímulo, ya que abría la perspectiva de ampliar la lucha a escala nacional, y constituía un paso de ruptura con la burocracia sindical, continuando la tendencia abierta en el Cordobazo. A ese congreso fue una delegación del cuerpo de delegados y  activistas de la Editorial. El debate central giró alrededor de construir una tendencia nacional clasista cuya finalidad fuera enfrentar a la burocracia sindical, ser una alternativa a ella y dar una batalla de conjunto para desalojarla de los sindicatos y la CGT. Quienes defendían esta posición, entre las corrientes sindicales allí presentes, que también tenían su representación en las delegaciones presentes eran Política Obrera y el PRT La Verdad (morenista). Venturini intervino defendiéndola. La izquierda peronista allí representada, el PRT (El Combatiente de Santucho), Vanguardia Comunista y el PCR se opusieron. Sus consignas, en lo formal eran “Ni golpe ni elección, revolución” o “Ni golpe ni elección, insurrección”. Tapaban detrás de esta verborragia revolucionaria una capitulación política y práctica frente a la burocracia sindical. Agustín Tosco de Luz y Fuerza, muy influido por el Partido Comunista no participó del congreso, expresando de este modo la voluntad del stalinismo de vaciarlo. Años después, los partidarios de “Ni golpe ni elección…” (PCR) apoyarían al gobierno de la Triple A y se opondrían a la huelga general de junio-julio de 1975. La CGT DE Los Argentinos, una ruptura de la CGT liderada por Ongaro, no estuvo en el congreso, aunque sí algunos activistas. Ongaro era contrario a un reagrupamiento clasista, su función y la de la CGT de los Argentinos (en decadencia) actuaba como un freno a esa perspectiva. 

En fábrica, la “familia Abril” -modo con que la patronal pretendía disimular la conflictividad latente en la Editorial- y que mantenía, aún luego de la frustración del paro en defensa de los delegados suspendidos, iba a torcerse de alguna forma. Todos los años la patronal organizaba un gran  almuerzo en ocasión del Día del Gráfico en el Club San Andrés en San Martín. Pero ocurrió algo fuera de pronóstico para la patronal, porque un sector considerable de obreros arrojaron alimentos que les habían servido a la mesa en la que estaban sentados los representantes de la empresa. Era todo un síntoma de la situación política, de la evolución de los trabajadores de la Editorial, en un contexto general de radicalización de la clase obrera. 

 En ese contexto tuvieron lugar las elecciones de delegados de 1971 en la planta gráfica de la Editorial Abril. Pero esta vez, lejos de expresar la unidad que la situación exigía, se presentaron dos listas: la Verde del ongarismo y la Celeste, liderada por el PRT La Verdad. La Verde, dirigida por Goldar, no lo llevaba sin embargo a su cabeza. Iba Ismael Moreyra de la sección rotativas como candidato a secretario general, y Goldar era candidato al secretariado. La Celeste tenía, como candidato a secretario general a E. B. La elección tuvo una gran paridad, pero se alzó con el triunfo la Verde con 250 votos contra 225  de la Celeste. Pero no se modificó en absoluto el cuadro de parálisis gremial por parte de la nueva comisión interna. Sin embargo, por fuera de ella, algo se movía, aunque solo intentos. Por ejemplo, los obreros sacapliegos de rotativas  planteaban no limpiar los cuerpos de las máquinas, con estas en movimiento, por su peligrosidad. Los delegados se presentaban como completamente ajenos a las necesidades urgentes. Política Obrera intervenía en forma semiclandestina a través de una agrupación llamada Activistas Gráficos y denunciaba los atropellos patronales, los problemas de inseguridad laboral, en especial en rotativas y encuadernación, pero también en Galvano y Grabado. Los volantes eran dejados en los baños, vestuarios o en una mesa rebatible que había a la entrada del vestuario de varones. Había pocas compañeras mujeres que trabajaban en la sección encuadernación.  Hubo un hecho completamente tangencial respecto a este relato que pudo haber tenido otras consecuencias. Me metieron preso cuando fui a la puerta de un conflicto  de una fábrica de Beccar llamada LLavetex (que tenía afiliados a la AOT Y al sindicato del Caucho). Fui a parar a la comisaría de Beccar junto a una compañera. Allí el oficial que me tomó declaración me dio unas cuantas cachetadas. Estuve preso en un calabozo 4  X 4 con varios presos más, uno de los cuales era un buchón, que intentaba sonsacarme alguna confesión, tirándome la lengua. Venturini habló con la comisión interna para que intercediera.  1972 fue el año en el que la Lista Naranja, que conducíamos ganó la elección de delegados de la planta gráfica de Editorial Abril.  Esa elección fue el fruto de la combinación de la crisis que se mantenía entre la Celeste y la Verde, la insatisfacción de las reivindicaciones de los trabajadores gráficos, y del faccionalismo de los militantes del PRT La Verdad, cuya fuerza fundamental estaba en la sección Retoque. Las elecciones originalmente se realizaron por sección. Pero hubo un hecho que modificó la “normalidad” de la misma. En retoque había tres turnos, en uno de los cuales fue elegido Venturini, compañero de PO. Pero esto, que era completamente legítimo y normal, fue impugnado por E. B. y los militantes del PRT La Verdad, lo cual creó un clima de división en la sección retoque y de confusión entre los trabajadores de Abril. La dirección de la FGB convocó a una nueva elección en diez días. Los militantes de Política  Obrera, con algunos simpatizantes, decidimos tener una política que uniera a los trabajadores tras un programa de reivindicaciones, y con esa perspectiva nos impusimos la tarea de formar una lista de quince candidatos. Hablamos con compañeros, que hasta ese instante eran simpatizantes del PRT La Verdad, recorrimos casas y formamos  una lista unitaria, con los mejores activistas. Así convencimos al Oso Pereyra, a Olivera, a Melogno y logramos que algunos ligados a la Verde integraran la lista, como Greco (encuadernación) y Rehmann (Fotografía). La elección fue ganada con 361 votos a favor, 48 en blanco y 12 impugnados (fue la posición de la derecha ongarista). Los impugnados y las abstenciones fueron el resultado de la orientación de la Celeste (PRT La Verdad y aliados derechistas) (ver nota publicada en Política Obrera 10/11/1972).  La derecha peronista de la Verde intentó formar una lista con obreros peronistas, pero fracasó. En Retoque teníamos un simpatizante, Juan Carlos Cuello y otros simpatizantes nuestros en minoría. La comisión interna estaba encabezada por un compañero que había pasado por las filas del morenismo, Carlos Carabajal (el Lobo), como secretario general. El resultado reveló en primer lugar el desprestigio, tanto de la Verde, como de la Celeste, y su derrumbe (no pudieron formar lista). La lista Naranja ganó como lista de la unidad antipatronal. 

La Comisión Interna adoptó de inmediato un método de trabajo. En primer lugar realizamos asambleas de sección, muchas en el vestuario para tomar las demandas de los trabajadores. Estas demandas las trasladábamos a las reuniones -rigurosamente semanales- con la patronal, que anotábamos en un libro de reclamos. Comunicábamos las respuestas en nuevas asambleas y a través de la cartelera gremial, que  anteriores comisiones internas no usaban. De esta manera se fue preparando la lucha futura. Hubo hechos que fueron dándole solidez y confianza a los trabajadores. Uno de ellos fue la protesta por los precios del buffet. Se realizaron asambleas en el vestuario. Uno de los activistas que más se destacó fue un compañero de apellido Castro, de la sección Mantenimiento, la clase obrera gráfica se unió alrededor del boicot al buffet. Ningún obrero compraba. A la patronal no la perjudicaba en forma directa ya que no interrumpía la producción, pero entendió que estaba fortaleciendo la actividad gremial y la unidad de los trabajadores. La respuesta de la patronal fue el sostenimiento por su parte de un porcentaje importante del gasto obrero en el buffet, con un ticket cuyo valor era pagado por ella. 

No recuerdo con exactitud en qué mes, tuvo lugar un plan de paros de dos horas por turno resuelto por la FGB. Todo un desafío para la nueva Comisión Interna que estaba en camino de consolidación. El paro salió con mucho esfuerzo. Durante el turno tarde se realizó una asamblea, tal como estaba previsto en el plan de lucha. La patronal vio una oportunidad para hacer retroceder a la Comisión Interna y los progresos que venía teniendo.  Mandó a hablar a sus representantes: el gerente Méndez y el jefe de seguridad, Balcarce, quienes defendiendo la “familia Abril”,  llamaron a levantar las medidas. Pero un obrero de la sección armado, alguien impensado, que no era un reconocido activista, y nunca después lo fue, se paró sobre un tambor en el playón, y en una pieza oratoria emocionante, por lo vibrante, por la convicción con que fue expresada, dio un discurso lapidario contra los explotadores, derrumbando el concepto de “familia Abril”, denunciando las condiciones de trabajo y el salario, en momentos que la empresa estaba creciendo, con nuevas máquinas e inversiones , mayor tiraje de revistas, etc., reventó la intervención patronal. La respuesta fue una ovación obrera estruendosa, y el paro continuó con los representantes patronales fuera de la asamblea. Lamento no recordar el nombre de este  compañero, pero va un homenaje por su pequeño gran papel en este episodio crucial. 

Meses más tarde la patronal despidió a dos trabajadores (uno de encuadernación y otro de Galvano) con poca antigüedad: una provocación. Hicimos asambleas de sección y se votó un paro por su reincorporación. Pero después del primer día el jefe de personal, llego a un “arreglo” con  los mismos (que recibieron una indemnización mayor gracias a la lucha). 

A partir de ese instante se desarrolló una campaña conjunta de la Verde y la Celeste con la intervención de la burocracia encabezada por Aurelio García, secretario de Organización de la FGB, contra la Interna por haber ido a la lucha. Llamaron a una asamblea…  en la sede sindical en Capital (a más de una hora de la fábrica) y un sábado. Aunque el sindicato contrató un micro, una asamblea así no iba a ser concurrida. Solo cuarenta obreros, gran parte de los mismos activistas verdes, celestes y nuestros, que no iba a expresar la totalidad de los trabajadores. La finalidad de la asamblea era la destitución de la comisión interna. La asamblea, lejos de abocarse a discutir un pliego de demandas contra la patronal, se realizó para echar a la representación gremial. La votación fue veinte contra veinte. El fracaso de la maniobra fue claro. En fábrica la masa apoyo a la Comisión Interna electa que se jugaba organizando la lucha obrera, sancionando la actividad facciosa de quienes durante mandatos anteriores no habían desenvuelto ninguna actividad gremial, sino que habían sido meros espectadores de los progresos de la patronal.

Foquismo o Clasismo

Según mis recuerdos, -con precisiones por parte del libro “Negocios y dictadura. La conexión argentino-italiana”( Alejandro Ernesto Asciutto, Cecilia Hidalgo e Inés Izaguirre), en referencia a las fechas exactas- el 27 de noviembre de 1972 “cuatro hombres y dos mujeres del comando “Combatientes de Trelew” del PRT-ERP, realizaron una acción de propaganda armada que consistió en la reducción  del personal de vigilancia del edificio de la calle Roca 4410 de Villa Martelli, el pintado de consignas en las paredes y el arrojamiento  de volantes que comunicaban  la creación de organismos de base de apoyo al ERP. El comando abandonó un auto, un altoparlante y una cinta magnetofónica que no pudo ser utilizada.” La información policial indicaba que probablemente el comando tenía la intención de secuestrar armas de la guardia de la empresa” (Archivo DIPBA). Pocos meses más tarde, el 21 de enero de 1973, “Leone, gerente de la empresa y otro empleado fueron asaltados en su domicilio por cuatro integrantes del ERP. Leone fue juzgado por el grupo y luego interrogado, para luego requerirle a la gerencia las siguientes condiciones: “el cierre de las intimidaciones al personal por medio de la pizarra del establecimiento, que se llegase al convenio colectivo con honradez y buena voluntad y sobre el despido del personal de la fábrica” (“Negocios y dictadura…”).

Esos episodios, lejos de favorecer a los obreros gráficos de la Editorial, “justificaron” una contraofensiva patronal, introduciendo confusión entre los trabajadores. Resulta  ridículo pensar que la mejora de las condiciones laborales pueda ser el resultado de una acción extraña a la maduración de los trabajadores, a su organización y unidad. La patronal impulsó un pronunciamiento de repudio y de apoyo a la empresa, que fue contrarrestado  por la acción clarificadora de la organización sindical interna. La comisión interna de la Lista Naranja venía desarrollando una acción metódica, paciente que había permitido avanzar en la lucha antipatronal. En forma concomitante a nuestra acción dentro de fábrica, llevábamos adelante un trabajo de coordinación y reagrupamiento obrero. Para eso habíamos convocado en una sociedad de fomento cercana a la Editorial, un plenario en el que participaron obreros de Abril y otras fábricas. Antes de comenzar el plenario entraron dos militantes foquistas a entrevistarse con nosotros, pero recibieron una respuesta crítica de su acción y se tuvieron que retirar. 

En diciembre de 1972 participamos de la organización, por iniciativa del partido, de un plenario que dio origen al Frente Único Clasista (FUC).  Al ser prohibido por la Policía Federal, que bloqueó la entrada al teatro de la ciudad de Buenos Aires, donde se iba a hacer, lo realizamos en la ciudad universitaria de Núñez (Facultad de Ciencias Exactas) concurrieron más de medio millar de trabajadores. El informe lo dio  un delegado de la metalúrgica BTB (SKF), de apellido Niz, que años más tarde protagonizaría una importante huelga de esta fábrica situada en Pompeya (luego trasladada a Panamericana). Este compañero, años después trabajó en la fábrica gráfica de naipes Justo Rodero, de Chacarita y dirigió un conflicto. Fue un punto de reagrupamiento importante al que concurrimos compañeros de Abril. El plenario de fundación del FUC se realizó el mismo día que el masivo plenario de formación de la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS), en otra área de Ciudad Universitaria.

1973: un giro político  

El “Gran Acuerdo Nacional” entre la dictadura de Lanusse y “La Hora del Pueblo” (multipartidaria hegemonizada por la UCR y el PJ) fue armando una salida electoral, buscando reabrir las ilusiones en que un acceso del peronismo al poder pudiera resolver la crisis nacional y contener la radicalización obrera y juvenil. 

Se fueron creando “ilusiones democráticas”, con el triunfo electoral de Cámpora.  

Sin embargo, esas mismas “ilusiones democráticas” potenciaron la acción directa por parte de la clase obrera, a partir de considerar el “retiro” de la dictadura. Una fábrica muy próxima a Editorial Abril, la metalúrgica EMA había sido ocupada (mayo 1973). Esto impactó en Editorial Abril. Nos dirigimos a la puerta de fábrica, donde en un acto improvisado llevamos nuestra solidaridad. Tiempo más tarde,  en  julio, Venturini y yo recibimos un telegrama de suspensión por dos días por habernos movido de nuestras secciones sin permiso. El “retorno a la democracia” no modificaba el cuadro dictatorial que impera en toda fábrica, donde la patronal pretende hacer valer sus reglas basadas en la propiedad privada. Recuerdo que nos reunimos con Venturini, y decidimos entrar por la fuerza temprano a la mañana siguiente. Me quedé a dormir en su casa. A las 5 y media de la mañana siguiente fuimos al bar que quedaba a una cuadra, donde iban obreros de Abril. Allí decidimos en común caminar con un grupo nutrido  que nos rodeaba, e ingresar sorpresivamente disimulados en ese grupo. Venturini fue detenido, pero yo empujé al jefe de noche que pretendió  interrumpir mi marcha, quien cayó sentado al suelo. Subí las cortas escaleras que comunicaban con el vestuario, el reloj para marcar y la sección rotativas. Entré a la sección, recorrí las máquinas y comenzó el paro. Venturini ya había sido liberado por los vigilantes de la guardia. Luego de que paré rotativas, el paro fue creciendo con rapidez en todas las secciones. Se armó una asamblea general del turno mañana, que decidió parar y tomar la fábrica. Pero a la demanda de levantamiento de la sanción se agregaron diversas reivindicaciones: comedor para los obreros, categorías, aumento de salarios, seguridad para los obreros de rotativas y otras secciones. La ocupación ya era una cosa seria. Desde el teléfono de Rotype (empresa de tipografía y linotipia que no pertenecía a Abril, pero que funcionaba dentro de su terreno) llamé a Dora Balumelli, avisándole sobre lo ocurrido. Pronto acudieron compañeros de la UJS y una delegación del astillero ASTARSA (teníamos un compañero allí). El discurso de un trabajador del Astillero fue muy emotivo y significativo: planteó que entre obreros no había barreras gremiales, que estábamos unidos por nuestra condición de clase. También concurrió Raimundo Ongaro quien dio un encendido discurso, pero… la Federación Gráfica no paró en solidaridad. Al cabo de 48 horas de ocupación, con la presencia policial en la puerta, la intervención de Landaburu, abogado de la FGB, (que se entrevistó con el comisario, etc,) el Ministerio de Trabajo de la Nación convocó a una audiencia de conciliación obligatoria. Yo permanecí en la planta. Concurrieron otros delegados acompañados de activistas. En el transcurso de la audiencia de conciliación no hubo declaración de conciliación obligatoria, sino que la patronal se comprometía a resolver el conjunto de los problemas y reivindicaciones planteadas, acordando una reunión con la comisión interna y la presencia de la FGB. Esto constituía un principio de triunfo. Pero… la Verde y el PST (surgido de la fusión del morenista PRT La Verdad, con una fracción del viejo Partido Socialista de Coral), intentaron confundir: planteaban mantener la ocupación hasta que se concretaran los reclamos, buscando otra vez con sus intervenciones destituir a la comisión interna. Su ultimatismo faccional volvió a fracasar. En la Asamblea hubo intervenciones que rechazaron esta propuesta ultra, denunciando que quienes ahora actuaban de un modo ultra, cuando dirigían no organizaban ninguna lucha, ni asamblea.  

Cuarenta y ocho horas después de la ocupación se hizo la reunión con la patronal. Ésta fue concediendo una por una cada reivindicación: comedor para los obreros a precios económicos, recategorización con ajuste salarial, aumento de salarios general para los obreros de toda la fábrica. Discusión de reivindicaciones, sección por sección, que fueron resueltas en reuniones con el jefe de seguridad industrial. Y se arrancó algo fundamental: la movilidad gremial, y un cuarto de delegados, que fue el centro organizativo del activismo de la fábrica. A partir de este triunfo obrero la comisión interna adquirió enorme prestigio, y se derrumbó el de la oposición faccional. No obstante, no desapareció el faccionalismo, que se disimuló por un tiempo. 

En 1973, haciendo inversiones, la patronal abrió una nueva sección: offset. En las máquinas rotativas offset comenzaron a imprimirse dos revistas más, una de ellas Asterix. Dos integrantes de la JTP pasaron de la sección grabado a esa sección, ingresó Pedro Cáccamo, un viejo activista y delegado gráfico con mucho oficio, y otro de una organización foquista, que no estoy en condiciones de caracterizar. Además hubo un compañero muy valioso de apellido Sabbino, muy lector y culto. Allí la acción combinada de la JTP y este nuevo activista foquista tuvo una característica divisionista. Sin embargo, pronto pudimos ganar al Partido a Pedro Caccamo. Lo mismo ocurrió con Juan Carlos Cuello, y Carabajal, junto a un compañero de la UJS de Laboratorio, Padín. Otros integrantes de esa comisión interna que triunfaría nuevamente en la elección de 1973 eran Héctor Barrientos de armado y Lazatti de encuadernación. Además del compañero Oskorip de fotografía. Todos fueron nuestros aliados políticos. Y aunque el delegado de la sección grabado cuyo apellido era Cruz era del PC, era muy combativo y actuaba muy unitariamente. Todo ocurría en el contexto de una lucha antiburocrática que iba creciendo. Los obreros ceramistas de Zona Norte, luchaban por expulsar a la burocracia de Salar, a quien le ganan la elección, pero la burocracia copa con armas la filial Villa Adelina. Cosa que es resistida por los obreros ceramistas que los echan, pero los matones de la burocracia asesinan al trabajador de apellido Bache. Para el gremio ceramista. Una delegación de Abril va al entierro. Un hecho relevante: en setiembre de  1973, una lista clasista ganaba el cuerpo de delegados de Miluz por amplio margen a la lista de la burocracia de Zambeletti. Tiempo más tarde la fábrica va a ser ocupada por los obreros, obteniendo importantes reivindicaciones. Esta lista estaba encabezada por el compañero Jorge Fischer, quien un año más tarde sería asesinado (junto a Miguel Angel Buffano) por las Triple A.

En marzo de 1974 iba a tener lugar una de las luchas más importantes de la etapa. 

La comisión interna de Acindar de Villa Constitución fue conquistada por parte de un agrupamiento clasista encabezada por Piccinini. Desconocida por la burocracia de la UOM (Lorenzo Miguel). Esto provocaría la reacción de los trabajadores de las otras dos grandes empresas de Villa Constitución, Metcon y Marathon, a las que se añadieron Cilsa, Vilber los portuarios, los maestros de Santa Fe, etc. La nueva dirección antiburocrática dirigida por la lista Marrón de Piccinini, en virtud de los ataques del estado contra los obreros metalúrgicos llamaba a un Plenario Sindical Nacional que se terminaría realizando (en una cancha de futbol de Villa Constitución) en abril de 1974. Fue un hito importante en la elevación de los obreros de Abril. Se votó en Asamblea General (un método ya habitual en la fábrica) la concurrencia al plenario con el planteo de formar una Coordinadora Nacional Clasista para enfrentar la ofensiva derechista del gobierno de Perón (cuyo retorno a la presidencia tenía esa finalidad). En ese plenario estuvieron presentes René Salamanca (dirigente del PCR y del SMATA Córdoba) y Agustín Tosco. Editorial Abril asistió con 30 compañeros en un micro que salió de la puerta de la fábrica. En el plenario tuvo una brillante intervención Jorge Fisher, que fue con mandato de la Asamblea de Miluz que sostenía la necesidad de una Coordinadora Nacional Clasista. Salamanca y Tosco se opusieron a su formación, en una clara demostración de su adaptación al gobierno y a la burocracia sindical. La Juventud  Trabajadora Peronista (JTP) boicoteo el Plenario. El PCR se opuso a formar una Coordinadora Clasista.  

En el aniversario del Cordobazo (29/5/1974), la triple A asesinaba a tres obreros del PST. El 31 de julio asesinaban al diputado  Rodolfo Ortega Peña, que había formado una bancada propia, rompiendo con el gobierno de Perón. Ese mismo día, horas antes, una delegación de obreros de la Editorial Abril (de la que participé) se entrevistaba con el diputado en el Congreso, para denunciarle la nueva ofensiva patronal (incentivada por el gobierno) contra la organización gremial. Éramos objeto de un hostigamiento  con amenazas de vaciamiento y cierre de la empresa. Fuimos al entierro de Ortega Peña,  en una caravana de micros que fue detenida por la Federal, poniendo presos a todos los pasajeros. Nos liberaron al día siguiente. Contra esa ofensiva habíamos dejado guardias de trabajadores los fines de semana. En el transcurso de 1974, no obstante la queja de la patronal sobre su situación económica, podíamos observar que la producción crecía y  las ventas aumentaban. Se organizó una Asamblea General que votó un reclamo salarial del 75%. La asamblea le dio un plazo a la patronal, cumplido el cual se iniciaron paros. La patronal nos llamó luego de algunos días y condicionó la discusión salarial al levantamiento de los paros. Una maniobra desmovilizadora. Discutimos en la comisión interna como superar esa maniobra y resolvimos proponer a la Asamblea General un trabajo a reglamento furioso, que era casi equivalente a un paro. La asamblea lo votó, entendiendo que era  una contra maniobra para responder a la de la patronal.  El conflicto se ganó, arrancándose el porcentaje reclamado.

El 14 de diciembre eran secuestrados y asesinados nuestros compañeros de Miluz, Jorge Fischer y Miguel Angel Buffano, por parte de la Triple A. 

Un hecho de capital importancia fue el quite de la personería gremial a la FGB el 19 de agosto de 1974, acusada por el ministro de trabajo Ricardo Otero (un burócrata sindical) de “querer romper el pacto social”. La actitud de la dirección verde fue muy pasiva. Capitulaba, para no enfrentar abiertamente al gobierno de Isabelita Perón. No atinó siquiera a un paro de repudio,  ni intentó sostener al sindicato funcionando. En ese contexto, Zakour (que había sido segundo de Ongaro) y que había anticipado su posición renunciando a la dirección de la FGB  poco antes,  fue nombrado interventor. Luego, disuelta la FGB, “fundó” el Sindicato Gráfico Argentino. La directiva ongarista intervenida se negaba activamente a promover una Coordinadora de Comisiones Internas. Pasado un tiempo, el sindicato Gráfico Argentino ya había “afiliado” a miles de trabajadores, situación que nos llevó a decidir nuestra afiliación, para poder dar una batalla dentro de esa organización gremial. La lista Verde decidió  mantenerse al margen sosteniendo una posición de pasividad impotente. En las elecciones que iban a tener lugar, pudo haber intervenido con posibilidades de ganar el sindicato con la bandera de lucha contra la intervención y la defensa de la organización obrera contra la ofensiva lopezreguista. Prefirió recluirse en el local del Sindicato… de Farmacia. Cabe señalar que esta ofensiva  integraba una ofensiva más general, entre ellas la de quite de personería de la FOTIA (Sindicato del Azúcar de Tucumán, de la Asociación de periodistas, la negativa del reconocimiento legal de la CTERA (docentes), las presiones sobre el secretario general del Sindicato Fideero, obligándolo a renunciar por el conflicto de Matarazzo.

En las elecciones gráficas realizadas meses después, en el contexto del encarcelamiento de Raimundo Ongaro, la oposición antiburocrática presentaba una lista encabezada por un compañero de Política Obrera, Venturini (integrada con la izquierda, PC, PST, etc. y el activismo), contra la burocracia lopezreguista de Zakour. Venció  la lista de Zakour, Azul y Blanca, con más de 5.000 votos contra alrededor de 1500 de la antiburocrática y clasista Lista Gris. Como un dato sobre la importancia que le dábamos a esta elección realizamos una reunión especial para definir nuestra intervención en una casa de la calle Vélez Sarsfield de la ciudad de Buenos Aires. Hicimos un recuento de fuerzas, que nos permitió organizar a compañeros de La Prensa  y Schcolnik (donde teníamos compañeros), de Editorial Atlántida, donde teníamos un delegado, y acercamos otros compañeros delegados, como por ejemplo un compañero de apellido Regal, delegado de un taller gráfico importante de la localidad de  Martínez, otro de apellido Trigo, de Imprenta Metodista. Militantes de la lista Marrón reconocidos que estuvieron en la lista fueron Romano y Rafael Mench, que había trabajado en la cooperativa Cogtal. El dirigente más importante del PST era Petroni.

En la fábrica, se iba volviendo más dura la política de la empresa, aunque la comisión interna, sobre la base de la realización de asambleas constantes iba obteniendo reivindicaciones y respondiendo  a la ofensiva patronal. Algo muy sintomático de esa situación fue el sucesivo nombramiento de dos nuevos jefes de relaciones industriales pertenecientes a las fuerzas armadas y a la policía: uno, el capitán de navío Edo y el otro el comisario de la federal Palmieri. La experiencia positiva de los obreros de Abril hizo que esta vez la elección de delegados fuera casi sin votos en blanco, incorporándose nuevos candidatos de las secciones, del mismo modo que había ocurrido en 1973. 

Tiempo después de realizarse la elección en el Sindicato Gráfico, la lista marrón del PC rompió la lista en una Asamblea de balance de la misma, en la que casi nos fuimos a las manos. Los motivos eran que no coincidían con la política de independencia obrera de la lista. Es que el PC ya estaba planteando una salida de “gobierno de amplia coalición cívico militar” con un apoyo “crítico” al gobierno peronista. El golpe de 1976 pondría negro sobre blanco el significado de esa orientación, ya que el PC apoyó al “ala democrática” de la dictadura: a Videla.

Un hecho que revela la combatividad y el ejercicio de la defensa de los compañeros amenazados por la represión, en la Editorial lo constituye un hecho: una mañana posterior a nuestras permanencias en las instalaciones de la fábrica para evitar su vaciamiento, un policía uniformado dejó una citación a declarar para Venturini y para mí. Dimos a conocer este hecho a los compañeros, quienes en cada sección planteaban hacer una asamblea y parar, dándonos el aval para no ir a declarar. Como resultado de esta actitud, días después aparece una jueza, quien nos aguardaba en la sala de reuniones de la empresa, aclarándonos que no estábamos imputados, y que la declaración iba a ser testimonial. Hecho esto, la medida de fuerza se levantó.     

Parte de la lucha de Editorial Abril fue el apoyo a los compañeros de Rotype, que tenía una planta en Capital y otra dentro de las instalaciones de Abril, actuando como una tercerizada. La lucha común arrancó que los compañeros de Rotype pasaran a Editorial Abril como integrantes del plantel obrero, reconociéndoles la antigüedad y aumentándoles los salarios. Luego la comisión interna hizo ingresar a Luis Navalese, viejo activista del gremio, de izquierda, vinculado a la lista Verde, quien tiempo después sufrió, en el mes de mayo, el intento de secuestro por parte de la policía. Solicitamos una licencia para él y lo sostuvimos con colectas de los compañeros de la fábrica. En la acción terrorista raptaron a la esposa y a los dos hijos de Luis, ya que a él no lo encontraron. Ese mismo mes fue asesinado uno de los hijos de Raymundo Ongaro  que se encontraba preso (los dos hijos restantes fueron objeto de atentados que fallaron). Los obreros de Abril, de inmediato pararon la producción y fueron al velorio, en su casa de Los Polvorines. La burocracia de Zakour no repudió el asesinato del hijo de su ex compañero. Ongaro fue llevado al velorio esposado en un auto policial, un hecho de una crueldad enorme. 

Las cosas también estaban cambiando en la Editorial. El dueño, Civita, había sido amenazado por la Triple A, debido a que competía en los negocios de Papel Prensa con empresas vinculadas a Licio Gelli y la logia P2, vinculado al lopezrreguismo. Lo reemplazó Raúl Burzaco que había venido a imponer una línea más represiva contra la actividad y la lucha sindical, un verdadero provocador que concurría a las reuniones amenazante con un grabador. En definitiva, era un hombre vinculado a una orientación abiertamente antiobrera. En 1976 los Civita se deshacen de las acciones de la empresa para venderle el paquete a Rizzoli.

Manifestaciones represivas contra los delegados gráficos fueron el secuestro de Pedro Caccamo, delegado de offset, quien fue golpeado y llevado hasta La Reja, cerca de Luján; la llegada de un contingente policial al anterior domicilio de Héctor Barrientos, situado en Banfield, lo cual obligo a este compañero a alojarse en la casa de un compañero del Partido.

Se estaba preparando un gran choque, ya que la crisis mundial del capitalismo, (el aumento de los precios del petróleo, etc.) iban a determinar un giro, cuya expresión fue el “rodrigazo”. A mediados de 1975, asumía Celestino Rodrigo el ministerio de economía. Se habían firmado convenios con aumentos salariales del 100%s. Rodrigo los anuló en el contexto de una devaluación monetaria del 100% y un aumento de tarifas del 200%. El ataque a las condiciones de vida de la clase obrera se iba a combinar con el proceso de conquistas de cuerpos de delegados en todo el país, con fuerte presencia en la zona norte del Gran Buenos Aires. Puedo constatarlo por experiencia personal, pero en el libro “Negocios y Dictadura….” dice que: “En este contexto, el 16 de junio se produjo la primera marcha  de los obreros de la Ford de  General Pacheco en demanda de un aumento de salarios. La movilización, que contó con varios miles de obreros, tenía como objetivo manifestarse en la Plaza de Mayo y en la sede central del SMATA (sindicato de mecánicos). A la columna inicial se sumaron contingentes de las empresas Alba, Sylvapen, Editorial Abril y otros centros fabriles”. “El 23 de junio se convocó la constitución de una COORDINADORA INTERFABRIL, por iniciativa de las comisiones internas y delegados de la EDITORIAL Abril, Laboratorios Squibb, Tensa, Laboratorios AVON, Santini, y la adhesión del Sindicato de Ceramistas de Villa Adelina.” (ídem). También estaban Laboratorios Lazar, La Hidrófila, 3M, EMA, Paty, Del Carlo, Productex, Cartonex, AstillerosAstarse y Mestrina, Terrabusi, Matarazzo, Frigor y otras. 

El anuncio de las medidas por parte del gobierno obligó a la burocracia de la CGT  a declarar un paro con movilización el 27 de junio a Plaza de Mayo, que llenó la misma con 80.000 obreros.

Días más tarde se realizó  una asamblea abierta en el sindicato ceramista de Villa Adelina. Hablé en esa asamblea denunciando la situación y planteé nuestra consigna de ese momento: “Fuera Rodrigo y López Rega”. Otros compañeros de nuestro partido eran delegados metalúrgicos de Santini y EMA, gráficos de Editorial Atlántida, activistas en Squibb, etc.

Aunque la burocracia sindical no quería seguir la lucha, las coordinadoras desarrollaron la huelga. Es que la burocracia se rindió ante la decisión del gobierno de Isabel de dar una migaja frente a la escalada inflacionaria; solo un 50%. El 3 de julio un nuevo paro arrancado desde abajo se cumplía en el Gran Buenos Aires y capital. Una columna que inició su camino en Ford llegó a las proximidades de la intersección entre la Panamericana y la General Paz gritando: “Isabel, Isabel ¿cuánto gana un obrero, cuánto gana un coronel?”.  La columna de alrededor de 20.000 obreros era esperada por fuerzas policiales bien armadas y con carros de asalto. Se realizó una asamblea (en la que hablé) donde se decidió retroceder. 

Rodrigo y Lopez Rega tuvieron que renunciar, se homologaron los aumentos salariales impuestos en las paritarias (más del 100%), etc.

Durante los meses subsiguientes se morigeró la situación inflacionaria. Pero Isabel, y Luder luego, decretaron la persecución a los luchadores, con el argumento de combatir a la guerrilla. Fue el antecedente de la campaña de exterminio de la dictadura. En ese lapso se realizó, en el salón Felipe Vallese de la CGT, una Asamblea General del Sindicato Gráfico para discutir el salario y el convenio. Concurrimos con muchos obreros de la Editorial. Querían hacer pasar un salario de miseria, que nuestras intervenciones denunciaron. La burocracia dio por aprobada su moción sin votarla, imponiendo esa decisión con matones armados con pistolas y cadenas. Cabe señalar de paso que el régimen de funcionamiento sindical con el zakourismo del Sindicato Gráfico Argentino se había modificado, ya que en la Federación Gráfica Bonaerense los plenarios de delegados permitían la participación de activistas, independientemente de la orientación que se votara. Pero la nueva burocracia lopezreguista tenía un funcionamiento basado en plenarios de secretarios generales de comisiones internas, que era poco convocado.

Un dato que expresó la huelga es que las acciones foquistas desaparecieron de la escena, y solo reaparecieron con el reflujo obrero. Concluida la huelga general, recibí amenazas del “Comando Libertadores de América” (después Triple A), en la casa de mis padres. Eso determinó que se resolviera en reunión de activistas y delegados que sacara una licencia circunstancial para que no corriera peligro al concurrir a fábrica. Me sostenían los compañeros con colectas que reunían el monto de cada quincena. Igualmente, a veces concurría a la fábrica para realizar reuniones de delegados y salía de la misma, después de que compañeros observaran desde los techos y saliendo con autos a verificar la existencia de algún peligro. Me sacaban en auto acostado en el asiento trasero.En agosto se realizó  un plenario en un club de Beccar con 400 activistas y delegados de la COORDINADORA DE LA ZONA NORTE. Pero la conflictividad había comenzado a disminuir.  

Pocos días antes del golpe, en el transcurso del Plan Mondelli, nuevo ministro de economía, que aplicaba un nuevo rodrigazo, se realizó una asamblea de varias fábricas en Florida, especialmente constituida por obreros de La Hidrófila y Abril, pero también de Squibb.   

Un aspecto no tocado aún, y que cobró importancia es la intersindical de gráficos y periodistas, y también los trabajadores de publicidad. Se hacían asambleas importantes de los trabajadores de prensa, en las que participaba la comisión interna gráfica. En ellas se debatían los problemas comunes y se acordaban acciones conjuntas. Un dato sobre la comisión interna de los periodistas es que en ella figuraban compañeros como Ernesto Ekaizer (entonces de nuestro partido), quien emigrado a España ocupó un cargo de relevancia en un reconocido diario; Jorge Bernetti, luego decano de la facultad de periodismo de La Plata y Mempo Giardinelli, renombrado novelista, que también se exilió después del golpe. Otra destacada delegada administrativa fue Eva Escudero, ganada al partido, en cuya casa me alojé por cuestiones de seguridad.

Un dato del giro represivo  estaba constituido por la sucesión de secuestros de activistas, de los cuales tenía una responsabilidad directa la DIPBA y las fuerzas armadas, entre ellos  compañeros de Astarsa, Fitam Eveready, Cormasa. En el caso de los trabajadores de Astarsa, fueron arrancados libres y con vida de las fuerzas represivas como fruto de una gran movilización (habían sido torturados). En ese marco, la Editorial Abril,  fue objeto de un atentado, que la patronal respondió  con una solicitada salida en el diario La Prensa donde denunciaba “una suerte de terrorismo industrial, que solo busca la destrucción de nuestras instituciones, y de nuestro modo de vida, mediante el más artero caos social”, una clara declaración contra el cuerpo de delegados al que  pretendía sacarse de encima, en la misma línea del gobierno de Isabel y Luder, y de Balbin contra la “guerrilla fabril”, aludiendo a la lucha obrera. Los obreros de la Editorial estábamos atravesando en ese momento por un plan de lucha, y nuestra concepción y método era completamente ajeno a un atentado a la patronal, a la que combatíamos con los métodos de la lucha de clases. 

Debates al interior de la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires

Al interior de la Coordinadora de la zona norte, que, hay que destacarlo, tuvo rasgos muy unitarios, tuvieron lugar algunos debates de naturaleza estratégica. Por ejemplo: la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) con presencia en importantes empresas, como Squibb, Lazar, Astarsa y otras, planteaba la necesidad de apoyar un Frente de Liberación Nacional, colocando de esta manera a la clase obrera y sus luchas, subordinadas a la burguesía  nacional, cuya política estaba fracasando, y a la que esa clase obrera enfrentaba con una extraordinaria huelga general. Este planteo se traducía en términos políticos al surgimiento del Partido Peronista Auténtico, un sustituto, de emigrados del aparato peronista, que pretendían reciclar al peronismo. El PST, con presencia en varias empresas, entre ellas Del Carlo, ceramistas, etc, sostenía posiciones de ilusión en la burocracia sindical, planteando a la Coordinadora presionarla para que luche. Otra posición era la del Peronismo de Base, del Consejo Obrero de La Hidrófila (gran fábrica textil de Florida), de características  paralelistas, ya que existía  en la fábrica un cuerpo de delegados ligado a la burocracia de Adelino Romero (secretario general de la AOT). Estos activistas que integraban el Consejo Obrero actuaban como la dirección sindical de la empresa, pero no participaban de las elecciones que convocaba el sindicato, lo cual les impedía intervenir como cuerpo de delegados, influyendo sobre otras fábricas textiles. No obstante, en materia de democracia sindical (asambleas, etc) su acción fue combativa y permitió que los trabajadores arranquen reivindicaciones. Cabe señalar también que en esa etapa había obreros combativos ganados al PRT (ERP), como en el caso de la fábrica de tintas, cerca del Ferrocarril Belgrano, cuyo delegado discutía conmigo, y en una ocasión, cuando fui a buscarlo a la puerta de fábrica, me enteré que hacía un tiempo no concurría más. Poco tiempo después de ocurridos los hechos del cuartel Viejo Bueno, en el que fueron masacrados (en una provocación) decenas de militantes del ERP. Una acción ajena a la maduración  de la clase obrera, que ya había puesto de manifiesto su inclinación al método de la acción huelguística de masas. Cabe señalar que complementariamente al intento de subordinar a los trabajadores a la política de la burguesía, por parte de la JTP (Montoneros),  tuvo también su correlato en el abandono de delegados de Squibb de esa corriente, pasando a la clandestinidad. En concordancia con el abandono de la JP universitaria, en momentos en que era fundamental aferrarse a la clase obrera y dotarla de una política independiente. La huelga general de junio/julio de 1975, había reabierto una situación  prerevolucionaria, de choque directo con el estado burgués, de crisis de los partidos patronales y desprestigio del gobierno peronista. Política Obrera definió una política cuyo esfuerzo era centralizar las luchas de la clase obrera de la etapa: “Fuera el gabinete reaccionario, por el frente único de los partidos obreros y combativos.  Por un plan económico y político de la CGT, los sindicatos y los cuerpos de delegados. Con la huelga fraccionada y discontinua la burocracia nos quiere llevar a un desgaste. Por la huelga general centralizada con ocupación de fábricas, comités interfabriles  y congreso de bases de la CGT”. Las coordinadoras eran embriones de organismos de doble poder y una expresión de la situación revolucionaria,  pero la burocracia seguía dirigiendo los sindicatos y la CGT, y que todo el esfuerzo debía estar dirigido a combinar la fuerza de los cuerpos de delegados de las coordinadoras, con la intervención de estos en las organizaciones sindicales con una política de conquistarlos, desalojando a la burocracia sindical, principal obstáculo al desenvolvimiento victorioso de esa situación  revolucionaria. En rigor, aun en la búsqueda de formulaciones transitorias hacia el gobierno obrero y campesino, ese era nuestro planteo fundamental, y a eso dirigió nuestro partido el esfuerzo y la intervención en las coordinadoras: a la elección de delegados combativos, la lucha por el congreso de bases, por una nueva dirección del movimiento obrero. 

El golpe del 24 de marzo de 1976 no nos sorprendió, ya que lo habíamos pronosticado y pudimos salvar muchos compañeros, debido a ese pronóstico realizado en nuestro Congreso de diciembre de 1975. Cuando tuvo lugar, yo vivía en Liniers, en una casa que me había proporcionado un compañero que aún milita en el partido. Inmediatamente supe que debía, preventivamente, evitar concurrir a la fábrica, que paró ese día en repudio. Sin embargo, contraviniendo las directivas de mi dirección, para evitar el despido, semanas más tarde a la mañana temprano, entre a la vigilancia de la empresa, donde me impidieron el ingreso a la planta avisándome que no pertenecía ya a la empresa. Me quedé hablando con compañeros del turno mañana que entraban y del turno noche que salían. Mientras lo hacía entró un ‘grupo de tareas’ de civil preguntando por mí. Me señalaron, circunstancia que de inmediato los hizo ponerme las manos atrás, esposándome. Empujándome hacia la calle me metieron en un Peugeot 504, mientras los obreros salían al playón arrojándoles proyectiles. Mellevaron en un viaje breve a la que después supe que era la comisaria de Villa Martelli, donde estuve cuatro horas, escuchando simulacros de tortura  con una manta sobre mi cabeza. Al cabo de esas horas me sacaron la manta, me llevaron frente al comisario, me devolvieron mis documentos y me soltaron. ¿Casualidad? De ninguna manera: los compañeros, al llegar a la planta, me enteré, formaron comisiones que recorrieron comisarías y no dejaban salir a los jefes de la empresa. Caminé desde la comisaría a la calle general Paz y Mitre, cerca de la estación Padilla, sitio en el que tomé un taxi hacia la planta de Editorial Abril. Al llegar abrieron el portón de dos aguas  de par en par y me alzaron en andas. Un detalle a señalar es que uno de los compañeros de la sección retoque reconoció a uno de los represores, a quien gritó su nombre: “capitán Garde” debido a que había hecho el servicio militar con él. Un simbólico triunfo político contra la dictadura, que revelaba las reservas de la clase obrera y los años de lucha en defensa de compañeros víctimas de la represión, basados en el método de la Asamblea General y de la unidad antipatronal. Tiempo después debí irme de la Editorial porque la dictadura había impuesto sus condiciones: secuestraba, asesinaba, desaparecía compañeros. Pero debo agradecer especialmente a Juan Carlos Cuello, obrero de Retoque, ganado al partido durante esos años, el papel que tuvo en salvarme la vida. 

Nuestra historia en la Editorial Abril expresó una época de ascenso del movimiento obrero. Con sus matices, revela la evolución de la clase obrera hacia el clasismo, pero también sus límites, la de un proletariado que no pudo terminar de sacarse de encima a la burocracia sindical y el enorme lastre constituido por el peronismo. El golpe fue el resultado en gran parte de esa insuficiencia, ya que el peronismo, no fue apenas un freno y una valla de contención, fue un actor directo en la acción represiva, mediante la Triple A, cuya acción fue insuficiente para derrotar a las masas.

En otro contexto, hoy se repite la historia, en el sentido de que los explotados argentinos deberán romper con la burocracia sindical y el peronismo y crear un partido socialista revolucionario, camino en que está empeñado el Partido Obrero.

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