Volvamos al eje del debate

(Polémica sobre América Latina en el Boletín Interno)

La polémica iniciada por Pablo Giachello con relación a la afirmación de que “la burguesía ha perdido la iniciativa estratégica y ha pasado, potencialmente, a la izquierda independiente de los bloques capitalistas” en el texto “Panorama mundial”, de Jorge Altamira, publicado en EDM Nº 51, ha devenido ahora, con la respuesta de Marcelo Ramal a Gabriel Solano publicada en Boletín Interno N° 42, en un debate sobre “la caracterización histórica y el método de la IV Internacional y del Partido Obrero”.


Es decir, la polémica inicial ha puesto de manifiesto, así parece, diferencias de fondo: nada menos que de estrategia y de método. Esto en sí no tiene nada de malo pero, en realidad, permite huir a nuevos ejes polémicos, sin resolver la cuestión inicial del debate.


Cuando esto acontece, en general se termina polemizando sobre los más variados aspectos, se hace un ovillo y nada queda claro. No le sirve al partido.


El párrafo original cuestionado por Giachello se refiere a la caracterización de la etapa en América Latina, y se ha perdido en el intercambio de documentos.


Mi punto de vista sobre el particular apartado sobre América Latina de “Panorama mundial” es que se trata de un texto groseramente contradictorio.


Por ejemplo: seis renglones más abajo de la cita criticada por Giachello, se dice respecto a Nicaragua, nada menos: “Las masas en lucha, por cierto, no han llegado a esta situación con una perspectiva política propia, lo cual da margen a las maniobras ‘democráticas’ del empresariado y del clero orteguista”.


Ya tenemos un país, una rebelión popular, donde ni potencialmente la iniciativa ha pasado a la izquierda independiente de los bloques capitalistas. Al menos, en Nicaragua, el empresariado y el clero tienen margen de maniobras “democráticas”, es decir, iniciativa.


Pero eso no es todo. Unos renglones más adelante se caracteriza como “campo contrarrevolucionario” a la iniciativa de la burguesía nicaragüense de convocatoria a elecciones adelantadas (campo hacia el cual, dice el texto, “se ha inclinado” el sucesor de Raúl Castro).


Y, a renglón seguido, se califica la situación en Venezuela como “degeneración contrarrevolucionaria” de parte del chavismo continental.


Para el caso de Brasil y Argentina, el texto de Altamira afirma que “la unidad democrática” ha “ganado el respaldo de varios sectores de la izquierda”.


Y antes, en el inicio del apartado sobre América Latina, califica la situación general como de “contraofensiva derechista o neoliberal”. Bien que matiza afirmando esa contraofensiva “no se ha asentado en ningún país”. Aún así, todo lo dicho sobre Nicaragua, Brasil, Argentina, Venezuela, Cuba, están lejos de poder ser ejemplos que “la burguesía ha perdido la iniciativa estratégica y ha pasado, potencialmente, a la izquierda independiente de los bloques capitalistas”.


Se podría decir que el adjetivo “estratégica” es planteado en términos históricos. Pero si así fuera, podemos decir que el capitalismo perdió esa iniciativa hace más o menos un siglo, no obstante, en los últimos cien años asistimos a contrarrevoluciones y revoluciones, frustradas unas y victoriosas otras. A gobiernos parlamentarios y dictaduras. Quiero decir, si así fuera, que se refiera a términos históricos, sería una perogrullada.


Pero no se refiere a términos históricos. Se refiere a la etapa y aquí habría que centrar el debate: “La cuestión del poder está planteada para el proletariado y los campesinos en América Latina en términos de etapa”.


Ahora bien, cómo conjugar esta afirmación con lo escrito por Altamira algunos renglones más abajo, cuando dice que “No existe un solo sector de la izquierda latinoamericana que desenvuelva un planteo de poder, frente a la maduración de la crisis económica y política”.


El proletariado de América Latina tiene en el orden del día en la etapa la cuestión de poder, sin la existencia de una dirección revolucionaria (“no existe un solo sector que desenvuelva un planteo de poder” en la izquierda latinoamericana). Obviando claro está, al Partido Obrero  y… al PT de Uruguay, únicas organizaciones que merecen el calificativo de partido, según surge de la Conferencia Latinoamericana reciente.


¿Qué es esto, sino el planteo que se puede saltear la maduración de la conciencia del proletariado y el campesinado, y el surgimiento de una dirección revolucionaria? El culto al espontaneísmo, el atajo a construir partidos obreros revolucionarios, contradiciendo décadas de lucha política del Partido Obrero y del propio Altamira.


“Panorama mundial”, en su apartado sobre América Latina, caracteriza erróneamente la etapa. Estratégicamente es otra cosa, pero ya no es la etapa.


4/12/18

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