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La guerra imperialista en Ucrania: Una polémica con el MST y el morenismo

La guerra imperialista en Ucrania: Una polémica con el MST y el morenismo

La política de los revolucionarios ante la guerra imperialista en Ucrania divide aguas en la izquierda y el trotskismo a nivel mundial. A más de tres años del conflicto, las víctimas ya se cuentan por centenares de miles. Al momento de escribir estas líneas las negociaciones entre Rusia y EE.UU. no han logrado ni siquiera acordar un alto al fuego. Las promesas de Trump de poner fin a la guerra en Ucrania “en 24 horas” demostraron ser una fantasía. La reciente guerra arancelaria desatada por EE.UU., está haciendo temblar tanto el mapa geopolítico como la economía global y dan cuenta de una tendencia cada vez más fuerte hacia una guerra mundial. Desde el Partido Obrero, junto a organizaciones revolucionarias de una decena de países, elaboramos un Llamamiento y Plan de Acción en oposición a la guerra imperialista.Ver: https://revistaedm.com/documentos/llamamiento-reagrupemos-las-fuerzas-internacionalistas-para-luchar-por-una-salida-revolucionaria-a-la-barbarie-capitalista/ Durante los últimos meses, se ha desarrollado una polémica con el MST-LIS (Movimiento Socialista de los Trabajadores-Liga Internacional Socialista)  en torno a la guerra en Ucrania y la estrategia internacional de los revolucionarios, luego de avanzar este en un “reagrupamiento” con otras corrientes internacionales con las que comparten la misma posición en el conflicto.Ver: https://lis-isl.org/2024/11/21/for-a-regroupment-of-revolutionaries/ Previamente, el SEP de Turquía había abandonado la LIS (habiendo sido uno de los partidos fundadores) debido, justamente, a profundas diferencias en torno a la guerra en Ucrania.Ver: https://revistaedm.com/edm-23-01-08/por-que-nos-fuimos-de-la-lis/ El MST entiende que hay una guerra de liberación nacional como elemento predominante y se ubican, de esta manera, en el mismo campo militar que la OTAN. Mientras que, desde el Partido Obrero, entendemos que se trata de una guerra de carácter imperialista entre la OTAN y Rusia, en disputa por saquear los recursos de Ucrania y por todo el ex espacio soviético. Sostenemos que los revolucionarios debemos oponernos a ambos bandos reaccionarios enfrentados.

La claudicación al imperialismo occidental de buena parte de la izquierda mundial, se debe principalmente a la presión de la propaganda imperialista y la utilización de métodos de colonización más sofisticados y “democráticos” en relación a la contraparte rusa. Pero no es casualidad que todas las corrientes morenistas (además del MST-LIS, también Izquierda Socialista-UIT y la LIT-PSTU) tengan una posición muy similar ante la guerra. Sostengo que se arrastran una serie de concepciones teóricas y caracterizaciones equivocadas sobre la etapa histórica que distorsionan los hechos y explican dicha claudicación. En otras palabras, existen problemas teóricos que no generan los anticuerpos necesarios para resistir ante las presiones del imperialismo. Ya que he pasado la mayor parte de mi vida militante defendiendo las posiciones que a continuación voy a criticar, este texto representa también, una clarificación política de mi ruptura con el MST y el morenismo. El problema parte de interpretar la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS como un hecho esencialmente positivo, y de esta manera, subestimar los intereses del imperialismo yanki y europeo en el ex territorio soviético. Parte de no entender, en su profundidad, la época de crisis, guerras y revoluciones y las determinaciones que produce en el accionar guerrerista del imperialismo. Y parte de la utilización de la categoría de “revolución democrática”, que conduce a graves confusiones a la hora de interpretar las caídas de gobiernos y regímenes y a cortar la relación existente entre los procesos y sus direcciones.

La caída del muro y el rol del imperialismo

Nos retrotraemos a los sucesos que dieron lugar a la disolución de la URSS porque llevaron a una disputa por la conquista de nuevos mercados y áreas de influencia en Rusia y Europa del este. Estos hechos tienen un claro hilo de continuidad con el conflicto actual en Ucrania. El morenismo caracterizó la caída del muro y los sucesivos derrocamientos de los regímenes de la burocracia soviética como revoluciones políticas protagonizadas por el pueblo, sin ninguna dirección política que las encabece. Se lo catalogó como un hecho positivo de la lucha de clases bajo el argumento de que se había derrumbado un aparato contrarrevolucionario como lo fue la burocracia estalinista. En un artículo del MST al cumplirse 30 años de la caída del muro de Berlín, se expresan dichas posiciones con claridad: “En esos años una enorme revolución política enfrentaba y derrotaba a los regímenes estalinistas de la URSS y Europa del Este. La caída del Muro fue su símbolo más potente.” Luego continúa: “La caída de la burocracia estalinista en Alemania y en el resto de la URSS y el bloque del Este, liquidó el orden mundial contrarrevolucionario pactado con el imperialismo. La ausencia de una dirección revolucionaria alternativa llevó a esos procesos, de la mano de la burocracia, a la restauración capitalista."Ver: https://mst.org.ar/2019/11/13/1989-2019-30-anos-de-caida-muro-de-berlin/ En los últimos años el MST ha puesto más énfasis en la fuerza que tuvo una ofensiva ideológica posterior del imperialismo, y que la nueva etapa abierta tuvo un signo contradictorio, pero esto no cambia la esencia de la caracterización. Sobre la definición de que la caída del muro y la desintegración de la URSS representó un triunfo, se incorporan elementos contrarrestantes y no el revés.

Como se puede ver, estas definiciones dan lugar a una grave desorientación política. La restauración del capital en los países donde había sido expropiado representó un retroceso. Implicó la pérdida de conquistas históricas de la clase obrera, empujó a una mayor competencia mundial entre la clase obrera y por ende a una presión para una mayor explotación. A su vez, potenció la ofensiva ideológica del imperialismo que popularizó la falsa idea de que el capitalismo es el único sistema posible. Pero además de mencionar que se “liquidó un orden contrarrevolucionario” sin aclarar que el orden mundial que le sucedió no fue menos contrarrevolucionario, hay una caracterización muy equivocada que tiene un hilo de continuidad para entender la guerra imperialista actual. Para las corrientes que provienen del morenismo, el imperialismo yanki no tuvo ninguna injerencia en los sucesos que dieron lugar a la disolución de la URSS. En el análisis está ausente la presión que ejerció la economía y la política mundial capitalista sobre el bloque de los estados obreros deformados. Es evidente que existió una política activa del imperialismo para presionar a la burocracia y al conjunto de los actores sociales hacia una restauración capitalista. Por eso de ninguna manera se puede hablar de revolución política. Las revoluciones políticas de las décadas anteriores (como la húngara y la checoslovaca) fueron derrotadas. Los levantamientos que llevaron a la desintegración de la URSS, terminaron actuando en el mismo sentido que las políticas impulsadas por la burocracia y el imperialismo, encaminadas a una restauración capitalista (perestroika). Se ha cometido el error de subestimar el rol que jugó el imperialismo y de analizar procesos sin tener en cuenta la influencia que ejercieron las direcciones políticas. Un defecto que persiste en la política hacia la guerra imperialista de hoy.

La desintegración de la URSS significó una derrota para la clase obrera y un triunfo para el capitalismo, pero un triunfo efímero y transitorio. La crisis del capitalismo, lejos de atenuarse con la restauración, se amplificó. En la fase de decadencia del capitalismo, la nueva etapa abierta incrementó la competencia entre las potencias imperialistas para la conquista de mercados y el reparto del mundo, dando lugar a guerras y a revoluciones. Las definiciones de Lenin sobre el imperialismo resultan imprescindibles para entender las disputas imperialistas del este europeo en las últimas décadas y, por supuesto, la guerra en Ucrania. La época histórica del capitalismo definida por Lenin como una época de crisis, guerras y revoluciones, está más vigente que nunca. La crisis mundial del 2008 que el capital imperialista no ha podido revertir y la situación de guerra que enfrenta el mundo hoy, no hacen más que confirmarlo.

La guerra imperialista y la crisis capitalista

Los ex territorios soviéticos fueron uno de los escenarios principales de la disputa imperialista por colonizar a los nuevos mercados en proceso de restauración capitalista. Este fue uno de los objetivos de la creación de la Unión Europea. El imperialismo europeo y sus monopolios, lograron incorporar a su bloque a varios países que en el pasado estaban en la órbita soviética, subordinándolos a los estados más poderosos como Alemania y Francia y poniéndolos al servicio del capital financiero imperialista. EE.UU., mediante la OTAN, aprovechó el nuevo escenario expandiendo la alianza militar cerca de la frontera con Rusia, lo que expresa el avance de los intereses del imperialismo yanki en el este europeo. Cabe destacar que la OTAN impulsó la guerra en Yugoslavia, generando una balcanización de la región. La clase dominante rusa, por su parte, buscó encabezar ella misma, en sus propios términos, el proceso de restauración capitalista. Durante la década de los 90, Rusia estaba hundida en la crisis producto de las políticas liberales llamadas “terapia de choque”. Recién a partir de los 2000, luego de la asunción de Putin, como un régimen bonapartista, la economía creció a partir de la suba del petróleo y otros commodities. En ese marco, Putin inició sus pretensiones imperialistas en la región. La historia reciente de Ucrania, no se puede entender si no es a partir de la disputa entre el imperialismo occidental, expresado en la OTAN, y Rusia por dirimir quién de los dos bloques somete al país y a la región política y económicamente. 

Sin embargo, para justificar el alineamiento con la OTAN, en la revista N°7 de la LIS, cuyo artículo se titula “1000 días de agresión rusa a Ucrania: ¡En defensa del marxismo!” (sic) se afirma lo siguiente:“Fue la resistencia popular a nivel nacional la que obligó al imperialismo occidental a empezar a suministrar armas y ayuda a Ucrania en el verano-otoño de 2022. Esta ayuda fue, y sigue siendo, extremadamente insuficiente ya que el imperialismo occidental le tiene pánico a una derrota militar del imperialismo ruso”. Pareciera que el imperialismo occidental no actúa como imperialismo en el este europeo. Siguiendo el razonamiento, EE.UU. y todos los aliados de la OTAN que suministraron miles de millones de dólares en armas en estos tres años de guerra, no lo hacen por un interés imperial, lo hacen simplemente porque una supuesta resistencia popular los obliga. Ridículamente se comete el error de minimizar los intereses opresores y colonizadores de EE.UU. y sus potencias aliadas. En lugar de alertar a la clase obrera ucraniana que la OTAN y el imperialismo yanki son sus enemigos, que actúan para someter a los pueblos y saquear los recursos, la LIS afirma que el suministro de armas, drones, tanques, misiles y todo el apoyo logístico fue insuficiente. Pero además, se afirma que el imperialismo occidental tendría “pánico” de una derrota de Rusia, y nos ofrecen esta argumentación: “A nivel mundial el imperialismo no deja de existir en su compleja dialéctica de unidad y lucha de contrarios que coexisten simultáneamente” y luego continua “El imperialismo occidental está asustado ante cualquier perspectiva de caída del régimen de Putin, de caos y de desintegración de la Federación Rusa en caso de una derrota en la guerra con Ucrania, ya que provocaría una oleada de movimientos de liberación nacional  de los pueblos oprimidos que, probablemente siga la versión socialista de su desarrollo.” Según la LIS, dentro de esta supuesta dialéctica de unidad y lucha de contrarios entre Putin y el imperialismo occidental, estaría primando la unidad. Esta interpretación, además de ir en contra de la realidad de una guerra que continúa a pesar de existir negociaciones entre EE.UU. y Rusia, también contradice los postulados fundamentales de Lenin sobre el imperialismo. 

Refutando a Kautsky, Lenin explicaba que la guerra no era una opción de los gobiernos capitalistas. En la fase imperialista, constituye un rasgo inherente del sistema. Los monopolios ya no compiten ni pueden dirimir sus disputas en términos económicos. La competencia por los mercados se dirime por la fuerza, generando una dinámica objetiva hacia una guerra generalizada. El MST coincide en que la crisis mundial del 2008 no representa una crisis más, es una crisis de alcance civilizatorio, similar a las crisis de finales del siglo XIX o la del 1929-30. Pero, al mismo tiempo, minimizan la situación de guerra actual al hablar de “tensiones políticas y roces interimperialistas”. La crisis capitalista, junto al fin del acople chino-norteamericano, están generando un aumento explosivo de los presupuestos militares de todas las potencias y un incremento de las guerras a lo largo del mundo. La única forma de entender el conflicto en Ucrania es enmarcarlo en una transición hacia una guerra mundial, que se relaciona con la guerra en Medio Oriente y las tensiones en la región de Asia-Pacífico con China. La tendencia no es a la coexistencia entre los imperialismos y las potencias, sino al enfrentamiento. Si el escenario actual no representa una transición hacia una guerra mundial, el MST y la LIS tendrían que explicar de qué otra manera el capitalismo podría superar la crisis histórica en la que se encuentra. Lo cierto es que, ante la imposibilidad de superar la crisis capitalista, el imperialismo necesita colonizar y tener el control de territorios como Rusia, el este europeo y sobre todo China, regiones en las que el capital financiero imperialista no pudo penetrar completamente. El cambio de política de Trump y el imperialismo yanki, lejos de ser una variante pacifista, representa todo lo contrario. Consiste en intentar enfriar el foco de conflicto con Rusia para concentrarse en el enfrentamiento a China. Las reuniones y negociaciones de los últimos meses que incluyeron la pretensión de EEUU de saquear y explotar las llamadas “tierras raras” de Ucrania, muestran a los ojos del mundo que se trata de una guerra imperialista de rapiña. Pero ello implica poner en tensión la alianza con las potencias europeas que rechazan un acuerdo unilateral de Trump con Putin y reclaman, a su vez, una parte del botín. En este contexto, cualquier acuerdo de paz que se pudiera lograr, sería efímero y transitorio. Vale aclarar, que para que los “movimientos de liberación nacional sigan la versión socialista de su desarrollo”, no pueden estar dirigidos por el imperialismo y por direcciones derechistas aliadas. Dejarían de ser movimientos de liberación y pasarían a ser movimientos donde se intenta enfrentar a una potencia opresora, pero para someterse a otra. Ese fue el caso del euromaidán del 2014 y de las recientes movilizaciones en Georgia, donde los manifestantes flameaban banderas de la Unión Europea y los EE.UU.

El Euromaidán y los problemas del concepto de revolución democrática

Este levantamiento, que inició en Ucrania en noviembre de 2013 y culminó en febrero de 2014 con el derrocamiento del por entonces presidente Víctor Yanukovich, cobra relevancia porque da inicio a las hostilidades entre Ucrania y las milicias prorrusas de la región del Dombás. El conflicto estalló cuando el gobierno decidió suspender la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Se lo denomina popularmente “Euromaidán” porque “Maidán” es la plaza de Kiev donde se desarrollaron los enfrentamientos y manifestaciones y “Euro” porque el objetivo principal del levantamiento era que Ucrania se incorporase a la Unión Europea. El movimiento fue encausado por una parte de la oligarquía local pro UE y el imperialismo occidental que avanzó en la semi-colonización del país y aumentó la presión sobre Rusia. Los sucesivos gobiernos fueron derechistas, sometidos al capital financiero internacional y proimperialistas (Poroshenko primero y Zelensky hasta la actualidad). Incluso actúan brigadas neonazis (como el Batallón Azov) que, aunque marginales, se incorporaron al ejército. Sin embargo, todas las corrientes morenistas, incluido el MST, sostienen que hubo una “revolución democrática”.

La situación que abre el Euromaidán es la antesala de la guerra entre Rusia y la OTAN. Así como también, la utilización del concepto de “revolución democrática” para este proceso, representa la antesala de la claudicación a la OTAN de las corrientes morenistas. En la fundamentación del concepto, Nahuel Moreno, sostuvo que Trotsky dejó pendiente un grave problema teórico:Moreno, Nahuel. “Las Revoluciones del siglo XX”, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1986, Pág. 53. así como el revolucionario ruso incorporó la necesidad de una revolución política en los estados obreros burocratizados, es decir, una revolución en el régimen político donde la clase obrera derroque a la burocracia del poder, los estados capitalistas también necesitarían tener una revolución en relación al régimen político, que no modifique el régimen social capitalista. Por ejemplo, el derrocamiento de una dictadura fascista por un régimen democrático burgués. De esta manera, se consolidó en el morenismo una tendencia a interpretar como revolución democrática y un paso hacia el socialismo a toda caída de un gobierno con algún elemento de movilización popular. Pero en los hechos, este método de interpretación conduce a graves errores de caracterización y a alejarse de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. El problema reside en que no todas las caídas de gobiernos son en sí mismas progresivas, ni son parte de un proceso revolucionario. De hecho, una de las estrategias favoritas del imperialismo en la actualidad consiste en impulsar movimientos y asonadas para derrocar gobiernos en nombre de la “democracia”. El error metodológico consiste en aislar la dinámica los procesos políticos de sus direcciones. “Una cosa son los procesos y otra son las direcciones” es uno de los argumentos predilectos esgrimidos para justificar el apoyo al bando de Zelensky y la OTAN. Se tiende a ver como positiva cualquier acción de las masas, minimizando y ubicando en un segundo plano el programa que adoptan, los intereses sociales que expresan y cuáles son las direcciones políticas que hegemonizan el proceso político. En el caso del Euromaidán, por supuesto que existían razones justas en las masas para luchar contra el depuesto gobierno de Yanukovich. Pero el legítimo odio de las masas a un gobierno reaccionario y a la opresión rusa, fue utilizado por el imperialismo occidental para una salida derechista y contrarrevolucionaria: subordinarse a la Unión Europea y a la OTAN y convertir a Ucrania en un enclave para la colonización del ex espacio soviético por el imperialismo. Independizar en forma prácticamente absoluta los procesos de las direcciones, lleva a considerar como espontáneas la intervención de las masas en los acontecimientos, cuando en verdad, la forma en la que intervienen y el programa que levantan, depende en gran medida de la influencia que ejercen las direcciones políticas sobre las masas. Las masivas movilizaciones del Euromaidán, al terminar por adoptar el programa del nacionalismo de derecha ucraniano y del imperialismo occidental, no modificaron la correlación de fuerzas en favor del pueblo oprimido. No significaron el inicio de la lucha por la liberación nacional de Ucrania. Significaron un cambio en la correlación de fuerzas en favor del imperialismo occidental. EE.UU. y las potencias europeas desplazaron a Rusia como fuerza opresora dominante en Ucrania. Ante el nuevo escenario, Rusia intentó recuperar terreno ocupando Crimea y disputando las regiones de Donetsk y Lugansk, dando inicio a las hostilidades. La llamada “revolución democrática” del Euromaidán no significó un paso hacia el socialismo, tuvo consecuencias reaccionarias y lleva a las corrientes internacionales que aplican dicho concepto a ubicarse en el campo de la OTAN.

Veamos entonces el eje central de la política de la LIS-MST sobre la guerra en Ucrania, sintetizada en esta definición: “vemos la combinación de dos procesos: la invasión de un país por parte de la potencia imperialista que lo dominó históricamente; y el conflicto interimperialista global que se dirime también en las trincheras ucranianas. En la medida que no hay una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, identificamos que el proceso predominante es la resistencia del pueblo ucraniano a la invasión del imperialismo ruso. Por lo tanto, la política revolucionaria implica apoyar a la resistencia para que gane y defender el derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano, como así también del Donbass, y a la vez enfrentar las políticas antiobreras de Zelensky y luchar por la disolución de la OTAN.”Ver: https://lis-isl.org/2024/11/21/for-a-regroupment-of-revolutionaries/ El razonamiento consiste en utilizar una característica puntual de la guerra (el hecho de que no haya tropas de la OTAN luchando en el frente, a pesar incluso de la gran cantidad de “técnicos” enviados por las potencias imperialistas) para afirmar que la resistencia a la invasión rusa predomina por sobre el conflicto interimperialista global. Si hubiese tropas regulares de la OTAN peleando en territorio ucraniano, dicen, cambiaría el carácter del conflicto. Pero lo que la LIS-MST no ve o no quiere ver, es que la OTAN no necesita tener tropas para subordinar políticamente en favor de sus intereses a la llamada “resistencia popular”, cuya dirección no es otra que el gobierno pro-imperialista de Zelensky. La lucha contra la opresión rusa en Ucrania, desde antes de la invasión, por su dirección y por su programa, está hegemonizada por el imperialismo occidental. Cuando se afirma que Rusia dominó históricamente a Ucrania se omite que el imperialismo occidental domina actualmente a Ucrania. Los bandos enfrentados se están disputando la colonización del territorio ucraniano y, más en general, de todo el ex espacio soviético. Putin lo hace invadiendo el territorio ucraniano y la OTAN lo hace con métodos más sofisticados y en nombre de la democracia. Entonces ¿Por qué una colonización sería menos mala que la otra? Pretender ser parte, o acompañar la experiencia de una supuesta resistencia popular dirigida políticamente por el imperialismo occidental, es una claudicación a la OTAN, aunque se diga que se luche por su disolución. Si la guerra termina con un triunfo de Ucrania, es un triunfo de la OTAN. El país se consolidaría como una colonia o semi-colonia de EE.UU. y sus potencias aliadas. El hecho de que los actores principales de las negociaciones sean EE.UU. y Rusia habla por sí solo. Si existía alguna duda sobre las pretensiones coloniales de EE.UU., fue rápidamente disipada por la confesión de Trump deseando apropiarse de las “tierras raras” ucranianas.

Pero además, el hecho de que por el momento no haya tropas de la OTAN combatiendo, de ninguna manera significa que no sea parte imprescindible de la guerra. La alianza hegemonizada por EE.UU. ha suministrado prácticamente la totalidad del material bélico, ha desembolsado miles de millones de dólares en préstamos y ayuda financiera, se otorga apoyo de inteligencia, logístico y apoyo satelital mediante Starlink, la empresa de Elon Musk. Además, se provee de formación y adiestramiento para manejar el equipo bélico y un largo etcétera. Todos estos elementos son posiblemente mucho más importantes que tener tropas de infantería en la dinámica que adquieren las guerras modernas. No existe ninguna posibilidad de que Ucrania sostenga una guerra que ya cumplió tres años sin el involucramiento de la OTAN. Es evidente que la dirección y el ritmo de la guerra lo define el imperialismo occidental, que está utilizando a Ucrania y a su pueblo como carne de cañón, como un proxy, que por supuesto, es el que se lleva la peor parte. Cuando desde Washington se dio autorización para utilizar misiles norteamericanos de largo alcance ATACAMS, al día siguiente se lanzaron sobre el territorio ruso. Probablemente un soldado ucraniano fue el que apretó el botón, pero queda claro que la orden de utilizarlo y los tiempos se definieron en EE.UU. Afirmar que la OTAN no es parte de la guerra y minimizar su intervención, no se sostiene por ningún lado. 

Otra de las justificaciones para ubicarse en el bando de la OTAN es la defensa del derecho de autodeterminación de Ucrania. Pero el problema nuevamente, es que la soberanía de Ucrania no está siendo atacada únicamente por Rusia, también ocurre la colonización financiera, con los métodos “democráticos” del imperialismo occidental. La LIS-MST, reconoce que la autodeterminación debe hacerse en forma independiente también de la OTAN y del gobierno ucraniano. Pero al ubicarse en el campo militar bajo la dirección de la OTAN y Zelensky, en los hechos, la autodeterminación a partir de un triunfo de Ucrania en la guerra, significaría el sometimiento a los planes de dichas direcciones. La autodeterminación, para los revolucionarios, no puede ser un fin en sí mismo. Es necesario precisar, en cada contexto de la lucha de clases, si la autodeterminación representa un avance hacia el socialismo, o si es utilizado para los intereses del imperialismo ¿Qué resultado positivo podemos esperar de un proceso de autodeterminación tutelado y bajo la injerencia del imperialismo occidental? De hecho, la decisión de incorporarse a la OTAN, por ejemplo, puede presentarse como parte del derecho a la autodeterminación. Lo correcto es defender la autodeterminación y la unidad de Ucrania en forma consecuente contra de todas las potencias opresoras, tanto de Rusia como del imperialismo occidental. La liberación nacional de Ucrania sólo se puede lograr luchando contra ambos bandos, sólo se puede lograr luchando contra la guerra.

Una política revolucionaria frente a la guerra imperialista.

Los socialistas revolucionarios de Argentina y del mundo debemos desarrollar una fuerte campaña política contra la guerra. Una guerra que tiene al pueblo ucraniano y al pueblo ruso como sus principales víctimas. La tarea de los partidos trotskistas debe ser desarrollar movilizaciones contra la OTAN, repudiando y denunciando la carrera armamentística de los principales gobiernos, que conlleva ajuste para las masas. Un gran ejemplo han sido los bloqueos al envío de armas en Italia y otros países. Los trabajadores y el pueblo ucranianos y rusos deben oponerse a la guerra y luchar contra sus gobiernos opresores. La política correcta ante la guerra imperialista es el derrotismo revolucionario.  A los que sostenemos esta política independiente frente a la guerra imperialista, se nos dice que no tendríamos ninguna posibilidad de levantarla en Ucrania y de empalmar con las masas ucranianas, que es un planteo meramente propagandista. Pero ese argumento, además de falso, no es más que la constatación de la claudicación al imperialismo democrático. Que utiliza el nacionalismo ucraniano como punta de lanza de sus intereses imperialistas. Como lo hicieron Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX, muchas veces los revolucionarios tenemos que sostener posiciones contra la corriente y son esos momentos los que ponen a prueba a las organizaciones. Pero no es cierto que la consigna de “guerra a la guerra” no empalme con las masas. De ambos lados del frente, se advierte un fuerte crecimiento de las deserciones y las manifestaciones de disidencia.Ver: https://revistaedm.com/edm-24-12-15/ucrania-deserciones-en-ambos-frentes/ Cada vez está quedando más claro que esta guerra es ajena a los intereses de los pueblos que están sufriendo una carnicería. Una política verdaderamente internacionalista debe llamar a la confraternización de la clase obrera rusa y ucraniana y apuntar sus armas contra sus propios gobiernos. La guerra en Ucrania es hoy el escenario principal del enfrentamiento entre las potencias y de una transición hacia una guerra mundial. Al poner de manifiesto lo peor de la barbarie capitalista, las guerras son las parteras de las revoluciones. Solo con la revolución socialista se podrá garantizar la paz.


Referencias bibliográficas:

-Congreso por la Refundación de la IV Internacional, Buenos Aires, abril de 2004. “Tesis Programáticas para la IV Internacional” https://po.org.ar/programa/tesis-programaticas-cuarta-int/

-Carta del Comité Central del SEP (Partido Socialista de los Trabajadores - Turquía) a los miembros de la Liga Internacional Socialista.“¿Por qué nos fuimos de la LIS?”, https://revistaedm.com/edm-23-01-08/por-que-nos-fuimos-de-la-lis/

-Manifiesto del PO al III evento internacional León Trotsky, “La vigencia del Leninismo Trotskismo. En la época de la crisis capitalista, guerras y revoluciones.”https://revistaedm.com/edm-24-11-03/la-vigencia-del-leninismo-trotskismo/

-Lenin Vladimir Ilich “El imperialismo fase superior del capitalismo”, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1960.

-Moreno, Nahuel “Las revoluciones del siglo XX”, Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1986. 

-Rieznik, Pablo (editor) “Un mundo maravilloso. Capitalismo y socialismo en la escena contemporánea”, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009.

La política de los revolucionarios ante la guerra imperialista en Ucrania divide aguas en la izquierda y el trotskismo a nivel mundial. A más de tres años del conflicto, las víctimas ya se cuentan por centenares de miles. Al momento de escribir estas líneas las negociaciones entre Rusia y EE.UU. no han logrado ni siquiera acordar un alto al fuego. Las promesas de Trump de poner fin a la guerra en Ucrania “en 24 horas” demostraron ser una fantasía. La reciente guerra arancelaria desatada por EE.UU., está haciendo temblar tanto el mapa geopolítico como la economía global y dan cuenta de una tendencia cada vez más fuerte hacia una guerra mundial. Desde el Partido Obrero, junto a organizaciones revolucionarias de una decena de países, elaboramos un Llamamiento y Plan de Acción en oposición a la guerra imperialista.1Ver: https://revistaedm.com/documentos/llamamiento-reagrupemos-las-fuerzas-internacionalistas-para-luchar-por-una-salida-revolucionaria-a-la-barbarie-capitalista/ Durante los últimos meses, se ha desarrollado una polémica con el MST-LIS (Movimiento Socialista de los Trabajadores-Liga Internacional Socialista)  en torno a la guerra en Ucrania y la estrategia internacional de los revolucionarios, luego de avanzar este en un “reagrupamiento” con otras corrientes internacionales con las que comparten la misma posición en el conflicto.2Ver: https://lis-isl.org/2024/11/21/for-a-regroupment-of-revolutionaries/ Previamente, el SEP de Turquía había abandonado la LIS (habiendo sido uno de los partidos fundadores) debido, justamente, a profundas diferencias en torno a la guerra en Ucrania.3Ver: https://revistaedm.com/edm-23-01-08/por-que-nos-fuimos-de-la-lis/ El MST entiende que hay una guerra de liberación nacional como elemento predominante y se ubican, de esta manera, en el mismo campo militar que la OTAN. Mientras que, desde el Partido Obrero, entendemos que se trata de una guerra de carácter imperialista entre la OTAN y Rusia, en disputa por saquear los recursos de Ucrania y por todo el ex espacio soviético. Sostenemos que los revolucionarios debemos oponernos a ambos bandos reaccionarios enfrentados.

La claudicación al imperialismo occidental de buena parte de la izquierda mundial, se debe principalmente a la presión de la propaganda imperialista y la utilización de métodos de colonización más sofisticados y “democráticos” en relación a la contraparte rusa. Pero no es casualidad que todas las corrientes morenistas (además del MST-LIS, también Izquierda Socialista-UIT y la LIT-PSTU) tengan una posición muy similar ante la guerra. Sostengo que se arrastran una serie de concepciones teóricas y caracterizaciones equivocadas sobre la etapa histórica que distorsionan los hechos y explican dicha claudicación. En otras palabras, existen problemas teóricos que no generan los anticuerpos necesarios para resistir ante las presiones del imperialismo. Ya que he pasado la mayor parte de mi vida militante defendiendo las posiciones que a continuación voy a criticar, este texto representa también, una clarificación política de mi ruptura con el MST y el morenismo. El problema parte de interpretar la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS como un hecho esencialmente positivo, y de esta manera, subestimar los intereses del imperialismo yanki y europeo en el ex territorio soviético. Parte de no entender, en su profundidad, la época de crisis, guerras y revoluciones y las determinaciones que produce en el accionar guerrerista del imperialismo. Y parte de la utilización de la categoría de “revolución democrática”, que conduce a graves confusiones a la hora de interpretar las caídas de gobiernos y regímenes y a cortar la relación existente entre los procesos y sus direcciones.

La caída del muro y el rol del imperialismo

Nos retrotraemos a los sucesos que dieron lugar a la disolución de la URSS porque llevaron a una disputa por la conquista de nuevos mercados y áreas de influencia en Rusia y Europa del este. Estos hechos tienen un claro hilo de continuidad con el conflicto actual en Ucrania. El morenismo caracterizó la caída del muro y los sucesivos derrocamientos de los regímenes de la burocracia soviética como revoluciones políticas protagonizadas por el pueblo, sin ninguna dirección política que las encabece. Se lo catalogó como un hecho positivo de la lucha de clases bajo el argumento de que se había derrumbado un aparato contrarrevolucionario como lo fue la burocracia estalinista. En un artículo del MST al cumplirse 30 años de la caída del muro de Berlín, se expresan dichas posiciones con claridad: “En esos años una enorme revolución política enfrentaba y derrotaba a los regímenes estalinistas de la URSS y Europa del Este. La caída del Muro fue su símbolo más potente.” Luego continúa: “La caída de la burocracia estalinista en Alemania y en el resto de la URSS y el bloque del Este, liquidó el orden mundial contrarrevolucionario pactado con el imperialismo. La ausencia de una dirección revolucionaria alternativa llevó a esos procesos, de la mano de la burocracia, a la restauración capitalista.»4Ver: https://mst.org.ar/2019/11/13/1989-2019-30-anos-de-caida-muro-de-berlin/ En los últimos años el MST ha puesto más énfasis en la fuerza que tuvo una ofensiva ideológica posterior del imperialismo, y que la nueva etapa abierta tuvo un signo contradictorio, pero esto no cambia la esencia de la caracterización. Sobre la definición de que la caída del muro y la desintegración de la URSS representó un triunfo, se incorporan elementos contrarrestantes y no el revés.

Como se puede ver, estas definiciones dan lugar a una grave desorientación política. La restauración del capital en los países donde había sido expropiado representó un retroceso. Implicó la pérdida de conquistas históricas de la clase obrera, empujó a una mayor competencia mundial entre la clase obrera y por ende a una presión para una mayor explotación. A su vez, potenció la ofensiva ideológica del imperialismo que popularizó la falsa idea de que el capitalismo es el único sistema posible. Pero además de mencionar que se “liquidó un orden contrarrevolucionario” sin aclarar que el orden mundial que le sucedió no fue menos contrarrevolucionario, hay una caracterización muy equivocada que tiene un hilo de continuidad para entender la guerra imperialista actual. Para las corrientes que provienen del morenismo, el imperialismo yanki no tuvo ninguna injerencia en los sucesos que dieron lugar a la disolución de la URSS. En el análisis está ausente la presión que ejerció la economía y la política mundial capitalista sobre el bloque de los estados obreros deformados. Es evidente que existió una política activa del imperialismo para presionar a la burocracia y al conjunto de los actores sociales hacia una restauración capitalista. Por eso de ninguna manera se puede hablar de revolución política. Las revoluciones políticas de las décadas anteriores (como la húngara y la checoslovaca) fueron derrotadas. Los levantamientos que llevaron a la desintegración de la URSS, terminaron actuando en el mismo sentido que las políticas impulsadas por la burocracia y el imperialismo, encaminadas a una restauración capitalista (perestroika). Se ha cometido el error de subestimar el rol que jugó el imperialismo y de analizar procesos sin tener en cuenta la influencia que ejercieron las direcciones políticas. Un defecto que persiste en la política hacia la guerra imperialista de hoy.

La desintegración de la URSS significó una derrota para la clase obrera y un triunfo para el capitalismo, pero un triunfo efímero y transitorio. La crisis del capitalismo, lejos de atenuarse con la restauración, se amplificó. En la fase de decadencia del capitalismo, la nueva etapa abierta incrementó la competencia entre las potencias imperialistas para la conquista de mercados y el reparto del mundo, dando lugar a guerras y a revoluciones. Las definiciones de Lenin sobre el imperialismo resultan imprescindibles para entender las disputas imperialistas del este europeo en las últimas décadas y, por supuesto, la guerra en Ucrania. La época histórica del capitalismo definida por Lenin como una época de crisis, guerras y revoluciones, está más vigente que nunca. La crisis mundial del 2008 que el capital imperialista no ha podido revertir y la situación de guerra que enfrenta el mundo hoy, no hacen más que confirmarlo.

La guerra imperialista y la crisis capitalista

Los ex territorios soviéticos fueron uno de los escenarios principales de la disputa imperialista por colonizar a los nuevos mercados en proceso de restauración capitalista. Este fue uno de los objetivos de la creación de la Unión Europea. El imperialismo europeo y sus monopolios, lograron incorporar a su bloque a varios países que en el pasado estaban en la órbita soviética, subordinándolos a los estados más poderosos como Alemania y Francia y poniéndolos al servicio del capital financiero imperialista. EE.UU., mediante la OTAN, aprovechó el nuevo escenario expandiendo la alianza militar cerca de la frontera con Rusia, lo que expresa el avance de los intereses del imperialismo yanki en el este europeo. Cabe destacar que la OTAN impulsó la guerra en Yugoslavia, generando una balcanización de la región. La clase dominante rusa, por su parte, buscó encabezar ella misma, en sus propios términos, el proceso de restauración capitalista. Durante la década de los 90, Rusia estaba hundida en la crisis producto de las políticas liberales llamadas “terapia de choque”. Recién a partir de los 2000, luego de la asunción de Putin, como un régimen bonapartista, la economía creció a partir de la suba del petróleo y otros commodities. En ese marco, Putin inició sus pretensiones imperialistas en la región. La historia reciente de Ucrania, no se puede entender si no es a partir de la disputa entre el imperialismo occidental, expresado en la OTAN, y Rusia por dirimir quién de los dos bloques somete al país y a la región política y económicamente. 

Sin embargo, para justificar el alineamiento con la OTAN, en la revista N°7 de la LIS, cuyo artículo se titula “1000 días de agresión rusa a Ucrania: ¡En defensa del marxismo!” (sic) se afirma lo siguiente:“Fue la resistencia popular a nivel nacional la que obligó al imperialismo occidental a empezar a suministrar armas y ayuda a Ucrania en el verano-otoño de 2022. Esta ayuda fue, y sigue siendo, extremadamente insuficiente ya que el imperialismo occidental le tiene pánico a una derrota militar del imperialismo ruso”. Pareciera que el imperialismo occidental no actúa como imperialismo en el este europeo. Siguiendo el razonamiento, EE.UU. y todos los aliados de la OTAN que suministraron miles de millones de dólares en armas en estos tres años de guerra, no lo hacen por un interés imperial, lo hacen simplemente porque una supuesta resistencia popular los obliga. Ridículamente se comete el error de minimizar los intereses opresores y colonizadores de EE.UU. y sus potencias aliadas. En lugar de alertar a la clase obrera ucraniana que la OTAN y el imperialismo yanki son sus enemigos, que actúan para someter a los pueblos y saquear los recursos, la LIS afirma que el suministro de armas, drones, tanques, misiles y todo el apoyo logístico fue insuficiente. Pero además, se afirma que el imperialismo occidental tendría “pánico” de una derrota de Rusia, y nos ofrecen esta argumentación: “A nivel mundial el imperialismo no deja de existir en su compleja dialéctica de unidad y lucha de contrarios que coexisten simultáneamente” y luego continua “El imperialismo occidental está asustado ante cualquier perspectiva de caída del régimen de Putin, de caos y de desintegración de la Federación Rusa en caso de una derrota en la guerra con Ucrania, ya que provocaría una oleada de movimientos de liberación nacional  de los pueblos oprimidos que, probablemente siga la versión socialista de su desarrollo.” Según la LIS, dentro de esta supuesta dialéctica de unidad y lucha de contrarios entre Putin y el imperialismo occidental, estaría primando la unidad. Esta interpretación, además de ir en contra de la realidad de una guerra que continúa a pesar de existir negociaciones entre EE.UU. y Rusia, también contradice los postulados fundamentales de Lenin sobre el imperialismo. 

Refutando a Kautsky, Lenin explicaba que la guerra no era una opción de los gobiernos capitalistas. En la fase imperialista, constituye un rasgo inherente del sistema. Los monopolios ya no compiten ni pueden dirimir sus disputas en términos económicos. La competencia por los mercados se dirime por la fuerza, generando una dinámica objetiva hacia una guerra generalizada. El MST coincide en que la crisis mundial del 2008 no representa una crisis más, es una crisis de alcance civilizatorio, similar a las crisis de finales del siglo XIX o la del 1929-30. Pero, al mismo tiempo, minimizan la situación de guerra actual al hablar de “tensiones políticas y roces interimperialistas”. La crisis capitalista, junto al fin del acople chino-norteamericano, están generando un aumento explosivo de los presupuestos militares de todas las potencias y un incremento de las guerras a lo largo del mundo. La única forma de entender el conflicto en Ucrania es enmarcarlo en una transición hacia una guerra mundial, que se relaciona con la guerra en Medio Oriente y las tensiones en la región de Asia-Pacífico con China. La tendencia no es a la coexistencia entre los imperialismos y las potencias, sino al enfrentamiento. Si el escenario actual no representa una transición hacia una guerra mundial, el MST y la LIS tendrían que explicar de qué otra manera el capitalismo podría superar la crisis histórica en la que se encuentra. Lo cierto es que, ante la imposibilidad de superar la crisis capitalista, el imperialismo necesita colonizar y tener el control de territorios como Rusia, el este europeo y sobre todo China, regiones en las que el capital financiero imperialista no pudo penetrar completamente. El cambio de política de Trump y el imperialismo yanki, lejos de ser una variante pacifista, representa todo lo contrario. Consiste en intentar enfriar el foco de conflicto con Rusia para concentrarse en el enfrentamiento a China. Las reuniones y negociaciones de los últimos meses que incluyeron la pretensión de EEUU de saquear y explotar las llamadas “tierras raras” de Ucrania, muestran a los ojos del mundo que se trata de una guerra imperialista de rapiña. Pero ello implica poner en tensión la alianza con las potencias europeas que rechazan un acuerdo unilateral de Trump con Putin y reclaman, a su vez, una parte del botín. En este contexto, cualquier acuerdo de paz que se pudiera lograr, sería efímero y transitorio. Vale aclarar, que para que los “movimientos de liberación nacional sigan la versión socialista de su desarrollo”, no pueden estar dirigidos por el imperialismo y por direcciones derechistas aliadas. Dejarían de ser movimientos de liberación y pasarían a ser movimientos donde se intenta enfrentar a una potencia opresora, pero para someterse a otra. Ese fue el caso del euromaidán del 2014 y de las recientes movilizaciones en Georgia, donde los manifestantes flameaban banderas de la Unión Europea y los EE.UU.

El Euromaidán y los problemas del concepto de revolución democrática

Este levantamiento, que inició en Ucrania en noviembre de 2013 y culminó en febrero de 2014 con el derrocamiento del por entonces presidente Víctor Yanukovich, cobra relevancia porque da inicio a las hostilidades entre Ucrania y las milicias prorrusas de la región del Dombás. El conflicto estalló cuando el gobierno decidió suspender la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Se lo denomina popularmente “Euromaidán” porque “Maidán” es la plaza de Kiev donde se desarrollaron los enfrentamientos y manifestaciones y “Euro” porque el objetivo principal del levantamiento era que Ucrania se incorporase a la Unión Europea. El movimiento fue encausado por una parte de la oligarquía local pro UE y el imperialismo occidental que avanzó en la semi-colonización del país y aumentó la presión sobre Rusia. Los sucesivos gobiernos fueron derechistas, sometidos al capital financiero internacional y proimperialistas (Poroshenko primero y Zelensky hasta la actualidad). Incluso actúan brigadas neonazis (como el Batallón Azov) que, aunque marginales, se incorporaron al ejército. Sin embargo, todas las corrientes morenistas, incluido el MST, sostienen que hubo una “revolución democrática”.

La situación que abre el Euromaidán es la antesala de la guerra entre Rusia y la OTAN. Así como también, la utilización del concepto de “revolución democrática” para este proceso, representa la antesala de la claudicación a la OTAN de las corrientes morenistas. En la fundamentación del concepto, Nahuel Moreno, sostuvo que Trotsky dejó pendiente un grave problema teórico:5Moreno, Nahuel. “Las Revoluciones del siglo XX”, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1986, Pág. 53. así como el revolucionario ruso incorporó la necesidad de una revolución política en los estados obreros burocratizados, es decir, una revolución en el régimen político donde la clase obrera derroque a la burocracia del poder, los estados capitalistas también necesitarían tener una revolución en relación al régimen político, que no modifique el régimen social capitalista. Por ejemplo, el derrocamiento de una dictadura fascista por un régimen democrático burgués. De esta manera, se consolidó en el morenismo una tendencia a interpretar como revolución democrática y un paso hacia el socialismo a toda caída de un gobierno con algún elemento de movilización popular. Pero en los hechos, este método de interpretación conduce a graves errores de caracterización y a alejarse de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. El problema reside en que no todas las caídas de gobiernos son en sí mismas progresivas, ni son parte de un proceso revolucionario. De hecho, una de las estrategias favoritas del imperialismo en la actualidad consiste en impulsar movimientos y asonadas para derrocar gobiernos en nombre de la “democracia”. El error metodológico consiste en aislar la dinámica los procesos políticos de sus direcciones. “Una cosa son los procesos y otra son las direcciones” es uno de los argumentos predilectos esgrimidos para justificar el apoyo al bando de Zelensky y la OTAN. Se tiende a ver como positiva cualquier acción de las masas, minimizando y ubicando en un segundo plano el programa que adoptan, los intereses sociales que expresan y cuáles son las direcciones políticas que hegemonizan el proceso político. En el caso del Euromaidán, por supuesto que existían razones justas en las masas para luchar contra el depuesto gobierno de Yanukovich. Pero el legítimo odio de las masas a un gobierno reaccionario y a la opresión rusa, fue utilizado por el imperialismo occidental para una salida derechista y contrarrevolucionaria: subordinarse a la Unión Europea y a la OTAN y convertir a Ucrania en un enclave para la colonización del ex espacio soviético por el imperialismo. Independizar en forma prácticamente absoluta los procesos de las direcciones, lleva a considerar como espontáneas la intervención de las masas en los acontecimientos, cuando en verdad, la forma en la que intervienen y el programa que levantan, depende en gran medida de la influencia que ejercen las direcciones políticas sobre las masas. Las masivas movilizaciones del Euromaidán, al terminar por adoptar el programa del nacionalismo de derecha ucraniano y del imperialismo occidental, no modificaron la correlación de fuerzas en favor del pueblo oprimido. No significaron el inicio de la lucha por la liberación nacional de Ucrania. Significaron un cambio en la correlación de fuerzas en favor del imperialismo occidental. EE.UU. y las potencias europeas desplazaron a Rusia como fuerza opresora dominante en Ucrania. Ante el nuevo escenario, Rusia intentó recuperar terreno ocupando Crimea y disputando las regiones de Donetsk y Lugansk, dando inicio a las hostilidades. La llamada “revolución democrática” del Euromaidán no significó un paso hacia el socialismo, tuvo consecuencias reaccionarias y lleva a las corrientes internacionales que aplican dicho concepto a ubicarse en el campo de la OTAN.

Veamos entonces el eje central de la política de la LIS-MST sobre la guerra en Ucrania, sintetizada en esta definición: “vemos la combinación de dos procesos: la invasión de un país por parte de la potencia imperialista que lo dominó históricamente; y el conflicto interimperialista global que se dirime también en las trincheras ucranianas. En la medida que no hay una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, identificamos que el proceso predominante es la resistencia del pueblo ucraniano a la invasión del imperialismo ruso. Por lo tanto, la política revolucionaria implica apoyar a la resistencia para que gane y defender el derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano, como así también del Donbass, y a la vez enfrentar las políticas antiobreras de Zelensky y luchar por la disolución de la OTAN.”6Ver: https://lis-isl.org/2024/11/21/for-a-regroupment-of-revolutionaries/ El razonamiento consiste en utilizar una característica puntual de la guerra (el hecho de que no haya tropas de la OTAN luchando en el frente, a pesar incluso de la gran cantidad de “técnicos” enviados por las potencias imperialistas) para afirmar que la resistencia a la invasión rusa predomina por sobre el conflicto interimperialista global. Si hubiese tropas regulares de la OTAN peleando en territorio ucraniano, dicen, cambiaría el carácter del conflicto. Pero lo que la LIS-MST no ve o no quiere ver, es que la OTAN no necesita tener tropas para subordinar políticamente en favor de sus intereses a la llamada “resistencia popular”, cuya dirección no es otra que el gobierno pro-imperialista de Zelensky. La lucha contra la opresión rusa en Ucrania, desde antes de la invasión, por su dirección y por su programa, está hegemonizada por el imperialismo occidental. Cuando se afirma que Rusia dominó históricamente a Ucrania se omite que el imperialismo occidental domina actualmente a Ucrania. Los bandos enfrentados se están disputando la colonización del territorio ucraniano y, más en general, de todo el ex espacio soviético. Putin lo hace invadiendo el territorio ucraniano y la OTAN lo hace con métodos más sofisticados y en nombre de la democracia. Entonces ¿Por qué una colonización sería menos mala que la otra? Pretender ser parte, o acompañar la experiencia de una supuesta resistencia popular dirigida políticamente por el imperialismo occidental, es una claudicación a la OTAN, aunque se diga que se luche por su disolución. Si la guerra termina con un triunfo de Ucrania, es un triunfo de la OTAN. El país se consolidaría como una colonia o semi-colonia de EE.UU. y sus potencias aliadas. El hecho de que los actores principales de las negociaciones sean EE.UU. y Rusia habla por sí solo. Si existía alguna duda sobre las pretensiones coloniales de EE.UU., fue rápidamente disipada por la confesión de Trump deseando apropiarse de las “tierras raras” ucranianas.

Pero además, el hecho de que por el momento no haya tropas de la OTAN combatiendo, de ninguna manera significa que no sea parte imprescindible de la guerra. La alianza hegemonizada por EE.UU. ha suministrado prácticamente la totalidad del material bélico, ha desembolsado miles de millones de dólares en préstamos y ayuda financiera, se otorga apoyo de inteligencia, logístico y apoyo satelital mediante Starlink, la empresa de Elon Musk. Además, se provee de formación y adiestramiento para manejar el equipo bélico y un largo etcétera. Todos estos elementos son posiblemente mucho más importantes que tener tropas de infantería en la dinámica que adquieren las guerras modernas. No existe ninguna posibilidad de que Ucrania sostenga una guerra que ya cumplió tres años sin el involucramiento de la OTAN. Es evidente que la dirección y el ritmo de la guerra lo define el imperialismo occidental, que está utilizando a Ucrania y a su pueblo como carne de cañón, como un proxy, que por supuesto, es el que se lleva la peor parte. Cuando desde Washington se dio autorización para utilizar misiles norteamericanos de largo alcance ATACAMS, al día siguiente se lanzaron sobre el territorio ruso. Probablemente un soldado ucraniano fue el que apretó el botón, pero queda claro que la orden de utilizarlo y los tiempos se definieron en EE.UU. Afirmar que la OTAN no es parte de la guerra y minimizar su intervención, no se sostiene por ningún lado. 

Otra de las justificaciones para ubicarse en el bando de la OTAN es la defensa del derecho de autodeterminación de Ucrania. Pero el problema nuevamente, es que la soberanía de Ucrania no está siendo atacada únicamente por Rusia, también ocurre la colonización financiera, con los métodos “democráticos” del imperialismo occidental. La LIS-MST, reconoce que la autodeterminación debe hacerse en forma independiente también de la OTAN y del gobierno ucraniano. Pero al ubicarse en el campo militar bajo la dirección de la OTAN y Zelensky, en los hechos, la autodeterminación a partir de un triunfo de Ucrania en la guerra, significaría el sometimiento a los planes de dichas direcciones. La autodeterminación, para los revolucionarios, no puede ser un fin en sí mismo. Es necesario precisar, en cada contexto de la lucha de clases, si la autodeterminación representa un avance hacia el socialismo, o si es utilizado para los intereses del imperialismo ¿Qué resultado positivo podemos esperar de un proceso de autodeterminación tutelado y bajo la injerencia del imperialismo occidental? De hecho, la decisión de incorporarse a la OTAN, por ejemplo, puede presentarse como parte del derecho a la autodeterminación. Lo correcto es defender la autodeterminación y la unidad de Ucrania en forma consecuente contra de todas las potencias opresoras, tanto de Rusia como del imperialismo occidental. La liberación nacional de Ucrania sólo se puede lograr luchando contra ambos bandos, sólo se puede lograr luchando contra la guerra.

Una política revolucionaria frente a la guerra imperialista.

Los socialistas revolucionarios de Argentina y del mundo debemos desarrollar una fuerte campaña política contra la guerra. Una guerra que tiene al pueblo ucraniano y al pueblo ruso como sus principales víctimas. La tarea de los partidos trotskistas debe ser desarrollar movilizaciones contra la OTAN, repudiando y denunciando la carrera armamentística de los principales gobiernos, que conlleva ajuste para las masas. Un gran ejemplo han sido los bloqueos al envío de armas en Italia y otros países. Los trabajadores y el pueblo ucranianos y rusos deben oponerse a la guerra y luchar contra sus gobiernos opresores. La política correcta ante la guerra imperialista es el derrotismo revolucionario.  A los que sostenemos esta política independiente frente a la guerra imperialista, se nos dice que no tendríamos ninguna posibilidad de levantarla en Ucrania y de empalmar con las masas ucranianas, que es un planteo meramente propagandista. Pero ese argumento, además de falso, no es más que la constatación de la claudicación al imperialismo democrático. Que utiliza el nacionalismo ucraniano como punta de lanza de sus intereses imperialistas. Como lo hicieron Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX, muchas veces los revolucionarios tenemos que sostener posiciones contra la corriente y son esos momentos los que ponen a prueba a las organizaciones. Pero no es cierto que la consigna de “guerra a la guerra” no empalme con las masas. De ambos lados del frente, se advierte un fuerte crecimiento de las deserciones y las manifestaciones de disidencia.7Ver: https://revistaedm.com/edm-24-12-15/ucrania-deserciones-en-ambos-frentes/ Cada vez está quedando más claro que esta guerra es ajena a los intereses de los pueblos que están sufriendo una carnicería. Una política verdaderamente internacionalista debe llamar a la confraternización de la clase obrera rusa y ucraniana y apuntar sus armas contra sus propios gobiernos. La guerra en Ucrania es hoy el escenario principal del enfrentamiento entre las potencias y de una transición hacia una guerra mundial. Al poner de manifiesto lo peor de la barbarie capitalista, las guerras son las parteras de las revoluciones. Solo con la revolución socialista se podrá garantizar la paz.


Referencias bibliográficas:

-Congreso por la Refundación de la IV Internacional, Buenos Aires, abril de 2004. “Tesis Programáticas para la IV Internacional” https://po.org.ar/programa/tesis-programaticas-cuarta-int/

-Carta del Comité Central del SEP (Partido Socialista de los Trabajadores – Turquía) a los miembros de la Liga Internacional Socialista.“¿Por qué nos fuimos de la LIS?”, https://revistaedm.com/edm-23-01-08/por-que-nos-fuimos-de-la-lis/

-Manifiesto del PO al III evento internacional León Trotsky, “La vigencia del Leninismo Trotskismo. En la época de la crisis capitalista, guerras y revoluciones.”https://revistaedm.com/edm-24-11-03/la-vigencia-del-leninismo-trotskismo/

-Lenin Vladimir Ilich “El imperialismo fase superior del capitalismo”, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1960.

-Moreno, Nahuel “Las revoluciones del siglo XX”, Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1986. 

-Rieznik, Pablo (editor) “Un mundo maravilloso. Capitalismo y socialismo en la escena contemporánea”, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009.

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