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¿Por qué Altamira ataca a un reagrupamiento de acción contra la guerra imperialista?

Sobre la Conferencia Internacionalista convocada en Nápoles

¿Por qué Altamira ataca a un reagrupamiento de acción contra la guerra imperialista?

Sobre la Conferencia Internacionalista convocada en Nápoles

En la última semana Jorge Altamira lanzó un ataque hacia el llamamiento a una Conferencia Internacionalista convocada para mediados de junio en Italia, que se propone reforzar y ampliar un frente de acción contra la guerra imperialista.

El texto, mandado a firmar como “Julián Asiner” y subido a la página de su grupo político, es un catálogo tan exaltado de insultos y mentiras que decidimos responderle, a pesar de la irrelevancia del grupo de Altamira, para clarificar la verdad respecto al texto de convocatoria a Nápoles, sus objetivos y la naturaleza del trabajo internacional del Partido Obrero, frente a quienes puedan ser llevados a confusión por su artículo. Sabemos que Altamira acude, como es habitual en él, a la falsificación en masa para intentar ser un actor en alguna polémica, multiplicando ejes distractivos y generando una maraña de tangentes. Así que aclaramos que daremos una respuesta puntual, única, a este ataque sin principios, con el solo fin de evitar que pudiera engañar a algún lector con buena fe y desprevenido.

La impugnación de Altamira a la Conferencia de Nápoles no es una crítica parcial, sino que dice que la considera tan nociva que concluye su ataque con la recomendación de que quienes la convocan “continúen su política ajena al socialismo por separado”. ¿Qué le ha generado tal enojo y exasperación a este viejo militante?

Una orientación de trabajo internacional

Entre las múltiples impugnaciones que le hace a la conferencia está justamente su mayor virtud. Altamira la llama un “frente de ocasión, que no tiene por base un programa ni una organización”. Efectivamente no está detrás de la Conferencia una sola organización, sino una multiplicidad de ellas. Cada una con una militancia significativa en su país e internacionalmente, en algunos casos con centenares o varios miles de militantes. No es entonces un “frente de ocasión”, sino un frente de acción, que se propone no solo plasmar un concepto político rector en papel sino poder tomar iniciativas y ser un polo de atracción para las posiciones internacionalistas, que no priman en la izquierda mundial. 

De parte del Partido Obrero, no se trata para nada de una política episódica. En nuestro XXVIII Congreso, en agosto de 2022, votamos un llamamiento internacional titulado “Enfrentemos la guerra imperialista y la catástrofe capitalista” que tomaba nota del salto hacia la guerra mundial, que tiene por principal eje el intento del imperialismo yanqui de salir de su declive mediante un intento de avance colonizador hacia los grandes ex Estados obreros. Tomábamos nota también de que frente a la guerra de Ucrania “un amplísimo sector de la izquierda se ha parado objetivamente en el campo de la OTAN, en nombre del apoyo a la ‘resistencia ucraniana’. Y otro sector se ha ubicado en el campo del gobierno de Putin.” Y que “La capitulación política de la mayor parte de la izquierda había sido anticipada por un largo proceso de adaptación al régimen en la vía de un oportunismo político y organizativo.” 

Concluíamos aquel manifiesto con una orientación de trabajo: “Desde estas concepciones, el XXVIII Congreso del Partido Obrero convoca a las organizaciones del movimiento obrero, de los movimientos populares de lucha y de la izquierda revolucionaria de todo el mundo a poner en pie una campaña internacional contra la guerra imperialista, la barbarie capitalista y sus gobiernos.

El contenido específico de esa campaña internacional está resumido en las siguientes consignas: abajo el armamentismo pro-imperialista, por la disolución de la OTAN, por la expulsión del imperialismo yanqui y europeo y el retiro de las tropas rusas de Ucrania, abajo los gobiernos de la guerra, por la unidad internacional de los trabajadores. Por una lucha común para que la crisis la paguen los capitalistas y por gobiernos de trabajadores y el socialismo.”

“Una campaña de este tipo será el marco propicio en el cual se podrán desarrollar las polémicas y avanzar en una clarificación política al interior de la vanguardia revolucionaria. Solo de un proceso de esas características podrá surgir una verdadera Internacional obrera, socialista y revolucionaria. La Internacional encargada de sepultar al capitalismo.”

Intervenir en una crisis de la izquierda mundial

La presión de la guerra imperialista aportó una mayor fragmentación en la izquierda revolucionaria, poniéndola a prueba. Las posiciones centristas y ambiguas no pueden mantenerse a la hora de apoyar o rechazar la política de guerra impulsada por su propia burguesía. 

Estas divergencias golpearon en todos los espacios políticos del mundo. La CRCI, ya cuestionada por crisis precedentes, vio a parte de sus ex miembros como el EEK (Grecia) y el DIP (Turquía) adoptando una posición pro Putinista, mientras otro miembro fundador, el PCL de Italia, tomó una posición de apoyo al campo Otanista de Zelensky. Si somos serios, debemos enfrentar esta divisoria de aguas, explicitarla, y darnos una política. No alcanza con mirarse el ombligo.

Bajo la presión del imperialismo se partió el NPA francés, y se han procesado graves crisis con críticas por izquierda también en el DSA norteamericano y el Die Linke de Alemania, aunque no han producido escisiones con un carácter revolucionario. Se ha roto el Partido Comunista de España, con un pronunciamiento de la juventud contra la orientación frentepopulista y guerrerista de su dirección. Se rompió la LIS que había fundado el MST, con la sección Turca y parte de la de Pakistán rompiendo con la orientación pro Otan promovida por la dirección de Alejandro Bodart. 

Se ha verificado, resumiendo, una enorme crisis de la izquierda internacional, a la que corresponde responder con un planteo de debate, acción común y reagrupamiento de un polo internacionalista y de clase. La necesidad de este polo es objetiva, no un capricho del PO. 

Corresponden las tareas del frente único y el debate clarificador para intentar reagrupar a los sectores proletarios e internacionalistas del socialismo en un movimiento común, para poder promover la delimitación de los sectores sanos de aquellos integrados al régimen y verificar esa delimitación en la práctica. La vergonzosa reacción de la gran mayoría de la izquierda, alineándose frente a la guerra en Europa detrás de bandos patronales, amerita relanzar el método de reunir a los que se oponen a la guerra en un bloque común, como los revolucionarios lo intentaron hace más de cien años en las reuniones de Zimmerwald y Kienthal. 

En estos años, siguiendo esta orientación, desde el PO hemos organizado debates, paneles, concurrido a reuniones internacionales para discutir, emitido declaraciones conjuntas, organizado acciones de movilización común contra la guerra imperialista y el genocidio en Palestina, múltiples campañas de acción obrera en común contra la represión y realizado reuniones y actos internacionales, tanto de manera online, como presencial, como lo fue la conferencia internacional realizada en Buenos Aires en 2024, con delegaciones de Turquía, Grecia, Italia, España, Estados Unidos, Cuba, Brasil, Chile y Perú. Hemos ido poniendo en pie la coordinación de esta campaña que nos proponíamos formar en 2022. 

A esta orientación Altamira la llama despectivamente “frente bagayero”. Un insulto cuyo sentido, de paso, es confuso. De nuestra parte los trabajadores que recurren para su subsistencia cargando bultos en la frontera nos merecen la mayor consideración e incluso, defensa frente al régimen, más en un momento en que la política trumpiana de Milei y Bullrich militariza las fronteras y tuvo como resultado el asesinato de parte de dos “bagayeros” en Salta y Jujuy en los últimos meses. 

Si lo de “bagayero” se refiere al carácter variopinto del frente, a que este no es homogéneo, que integran grupos que reivindican el marxismo y la independencia de clase pero no provienen del trotskismo o que reivindicándose trotskistas, tienen fuertes diferencias con el PO en muchos puntos políticos y teóricos, hay que decir que esta colaboración en un marco heterogéneo surge como una necesidad de la propia situación profundamente fragmentada y dispersa del movimiento revolucionario internacional. La heterogeneidad puede dar lugar claro, a contradicciones políticas que dificulten una lucha común. Y es claro que partimos de un grado de cohesión muy bajo en el movimiento socialista internacional, lo cual incluye, a pesar de sus avances, a las fuerzas que estamos reuniendo en esta campaña. 

Apuntamos a lograr una mayor homogeneidad sobre la base de un trabajo común, una fuerte discusión política y la verificación en la realidad de la justeza de las distintas posiciones. Para el Partido Obrero la internacional que debe ser refundada es la Cuarta Internacional, por su método y su programa, así como por las tareas históricas que enfrenta. El propio Trotsky desarrolló en distintos oportunidades bloques que mostraban su disposición a buscar una plataforma de acción internacional común más amplia sobre la base de las necesidades más urgentes de la clase obrera: Un ejemplo de esto fue el bloque de los 4 en 1933 donde lanzaron un llamado a una nueva internacional en común la Oposición de Izquierda Internacional y 3 organizaciones europeas, frente al ascenso de Hitler y la claudicación frente a este de la Internacional Comunista.

No convocan a Nápoles una serie de sectas ni un aparato monolítico, sino organizaciones que tienen sus propias tradiciones de lucha internacionalista en sus países y también sus propias acciones, en muchos casos muy significativas. Los acuerdos políticos a los que lleguemos, por ende, no serán de consumo interno, sino una herramienta para la intervención política en la realidad de la lucha de clases.

La acción política de la TIR de Italia, junto al sindicato de base clasista SICOBAS, ha sido la fuerza motriz de múltiples manifestaciones contra la acción militar de su propio gobierno, tanto en relación a Ucrania como a Palestina. Estas acciones han incluido huelgas nacionales y bloqueos a plantas de armamentos y cargamentos de armas en los puertos. En la ciudad de Nápoles, los compañeros del Laboratorio Político Iskra y del movimiento de desocupados 7 de Noviembre organizan una fuerza verdaderamente piquetera, que combina la acción directa con la urbanización masiva de los barrios y una agitación internacionalista y antiimperialista, lo cual, como a los piqueteros argentinos, les ha ganado una gran persecución policial y judicial del régimen de Meloni. Los compañeros de Liberación Comunista (ex Nar) de Grecia son una fuerza política importante en su clase obrera, liderando el frente de izquierda Antarsya, con posiciones antiburocráticas en sindicatos, y centros de estudiantes. Como en Italia, nuestros compañeros han estado al frente de las acciones contra las bases de la OTAN y bloqueando los puertos que llevan armas a los frentes. Los compañeros del SEP en Turquía son un blanco de la persecución de la represión de Erdogan por su rol en el movimiento obrero y estudiantil desde una posición de rechazo de la política reaccionaria de Erdogan en la región y de su opresión del pueblo kurdo. El SWP británico ha sido una fuerza motriz esencial del masivo movimiento por Palestina y de la muy efectiva coordinación de acciones callejeras para barrer de la calle a la ultraderecha y sus pogroms contra migrantes. El MLPD de Alemania, que tiene una inserción significativa en sectores del movimiento obrero, debió superar un intento de proscripción en las elecciones de este año para presentarse como fuerza independiente de la izquierda pro-UE de Die Linke, justamente por sus posiciones de rechazo a la UE y la OTAN. Incluso organizaciones más pequeñas hacen acciones importantes. Comunistas de Cuba ha hecho un aporte al rearme marxista difundiendo la crítica trotskista al carácter restauracionista de la burocracia castrista y al mismo tiempo oponiéndose a la represión de la burocracia y la asimilación de los sectores críticos a posiciones pro-imperialistas. La UFCLP de EEUU ha sido parte de los sectores que trabajaron por la reciente huelga del primero de mayo y de múltiples acciones de frente único contra las ofensivas de Trump. El GAR de México ha estado en la calle con posiciones independientes en las manifestaciones de masas y huelgas que han sacudido a su país. 

¡Cuánto podrían aprender Altamira y sus seguidores de esta voluntad de organización y lucha de cualquiera de los “bagayos” a quienes desprecia! Contamos a quienes no sigan su evolución política, que Altamira reúne un número decreciente de fieles, año a año, (las imágenes de un último acto “central” de primero de mayo en Parque Lezama son esclarecedoras) a quienes, sin embargo, no ha cesado de repetirles que es la única persona en todo el mundo que registra la tendencia internacional a una nueva guerra mundial y la única que registra que la inminencia de la guerra tiene una importancia estratégica. No exageramos ni un poco, y están los vídeos subidos a youtube para quien tenga la paciencia de escucharlos. Resulta que Altamira o no sabe de lo que habla, o miente. No es el único que está conmovido por la guerra. Es un mundo enorme, la vanguardia obrera implica a centenares de miles de personas, a centenares de organizaciones y pasa de todo. Incluso hay organizaciones que no solo HABLAN del tema sino HACEN algo al respecto. El valor de una orientación no es proclamar su carácter estratégico, sino mostrar su capacidad para organizar un avance en las filas obreras hacia el internacionalismo. 

Lo que Altamira llama “turismo político” es el trabajo de reunir a las dispersas fuerzas internacionalistas. Los avances hablan por sí solos, incluso si necesariamente tengan que atravesar contradicciones internas, complicaciones o crisis futuras. Ninguna dificultad de este tipo sería algo nuevo para el marxismo revolucionario. El método contrario, de esperar en un departamento de la ciudad de Buenos Aires a que la vanguardia obrera le toque el timbre para que se ponga al frente de sus fuerzas, no parece estarle dando un buen resultado. El grupo de Altamira ha renunciado, luego de escindir al PO y la CRCI, a hacer cualquier tipo de actividad internacional. Ha entrado en una variante del “mesianismo” autoproclamatorio, “nacional trotskista”, que tuvo Guillermo Lora, que autoproclamaba que la reconstrucción de la IV Internacional iba a pasar necesariamente por la llegada al poder del POR en Bolivia.

Seguir el método sectario y abstencionista que propone Altamira habría llevado, por ejemplo, a Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo de abstenerse de participar de la reunión en Zimmerwald que reunió a las fuerzas socialistas que rechazaron la claudicación socialchovinista de los dirigentes de la II Internacional. En ese evento había elementos pacifistas, simpatizantes de Kautsky y otros reformistas. Sin embargo, la participación de un ala izquierda, revolucionaria, fue un punto de clarificación y reagrupamiento que fue un paso hacia la fundación de la Internacional comunista. 

Sin embargo, Altamira no siempre promovió esta autoproclamación mesiánica . La CRCI no fue en sí misma la confluencia alrededor de un programa y un intento de organización común de partidos que venían de distintas tradiciones y tenían importantes diferencias en algunos puntos. Incluso antes de elaborar un programa desarrollado, se había constituido como Movimiento por la refundación de la Cuarta Interancional definiendo actuar en común alrededor de un programa de cuatro puntos acordado en 1997 en Génova. A la vez, las organizaciones de la CRCI promovieron, correctamente, agrupamientos más amplios para una acción internacional, como las conferencias latinoamericanas, o los encuentros del Centro Balcánico Cristian Rakovsky, donde siempre participaron muchas organizaciones con influencias estalinistas, nacionalistas o foquistas. No era un problema de rechazar organizaciones por su procedencia ideológica, sino definir cuál es el campo de acción política que se buscaba. 

La condición de esta amplitud en el frente único es, por un lado, que el sentido de la acción común sea de acuerdo a los intereses estratégicos de la clase obrera y de los intereses políticos concretos de ésta en el momento, y que haya claridad en las diferencias y debates planteados. Altamira justamente incumplió estos principios cuando como responsable de nuestro trabajo internacional trajo, junto al EEK de Savas Matsas, al congreso del PO en 2018 a Darya Mitina del OKP de Rusia, sin advertir a la militancia del carácter completamente incompatible de sus posiciones con las del Partido Obrero, siendo que es una organización que sostiene, por izquierda, al régimen oligárquico y reaccionario de Putin. Este hecho generó una conmoción en el congreso, con decenas de delegados abriendo un duro debate con las posiciones de Mitina, que había dicho, en un congreso trotskista, que en la Rusia de Putin están resueltas las reivindicaciones de las mujeres, que no existen los homosexuales y que era de interés de la clase obrera rusa apoyar las aventuras militares de Putin. 

El PO pudo, luego de la ruptura con Altamira, estudiar y criticar las posiciones filoestalinistas y defensoras de Putin del OKP Ruso. Altamira no las ha criticado nunca, a pesar de que es, alrededor de estas posiciones campistas que han convergido el EEK y el DIP, con quienes compartimos en su momento una organización internacional común. Recién en 2024 Altamira se ha decidido a criticar las posiciones pro-putinistas del EEK y el Centro Rakovsky. Probablemente esa demora se relacione a sus intentos de sumar al EEK a su interminable campaña faccional contra el PO, lo único verdaderamente “estratégico” en la acción política del Altamira en su etapa de declinación.

Sirve este ejemplo para entender que lo que está en juego y en discusión  entonces es cuál es una orientación principista y divisoria  de aguas  alrededor de la cual reagrupar, y cuando es negativa una acumulación contradictoria que no sirve para avanzar una acción internacional común. 

Un método de falsificación

Altamira sabe que su ataque para desprestigiar la acción internacional que promueve el PO, aunque sea para convencer al grupo de militantes que mantiene, debe simular tener una base principista y no meramente faccional. ¿Cómo justifica entonces su hostilidad a que haya una campaña en común de organizaciones internacionalistas desde una posición de derrotismo e internacionalismo? Dejemos por un lado la acumulación de decenas insultos y descalificaciones y vayamos a los asuntos políticos que resta clarificar. 

El texto de Altamira es una larga serie de afirmaciones falsas, que no se sostienen frente a un examen mínimamente riguroso del documento al que está criticando.

Altamira impugna ya el título del documento que convoca a la Conferencia: “Detengamos la carrera de los capitalistas hacia la guerra con el frente de clase internacionalista de las masas explotadas y oprimidas de todo el mundo” al que le adjudica, al principio de la oración, pacifismo, y a la segunda mitad, populismo. 

Veamos si sus acusaciones se condicen con el texto. 

Altamira dice: “Se trata una prédica del más rancio pacifismo, porque la guerra se encuentra inscripta en la propia dinámica del capitalismo imperialista, que no pude  (sic) ser ‘detenida’ sino convertida en una revolución socialista, o sea en una guerra contra el capital y sus Estados.” 

La declaración que crítica, plantea, sin embargo, una formulación que desarrolla en profundidad el tema: “Frente a las guerras de nuestros gobiernos, retomamos las mejores tradiciones socialistas del derrotismo revolucionario, defendemos la confraternización entre soldados de frentes opuestos, la transformación de la guerra imperialista en revolución que derrocando el dominio del capital e instaurando el poder obrero ponga fin a la explotación y a las guerras”. ¿Y el supuesto “pacifismo”?

Veamos el carácter “populista” de plantear un frente de las masas explotadas y oprimidas. Nos resulta redundante explicarle a Altamira que en las actuales condiciones históricas la explotación es la del sistema capitalista y que su componente central es el trabajo asalariado. O sea que es la clase obrera el núcleo central de las masas explotadas, el contingente más numeroso y el de mayor importancia por su relación con los medios de producción y por su posibilidad estratégica de liderar la lucha por su emancipación. ¿Es ambiguo el texto de la convocatoria a Nápoles en este sentido? No. 

Citamos: “La liberación de los oprimidos sólo puede lograrse mediante una lucha dirigida por la clase obrera”. 

Todo el documento denuncia la colaboración de clases y plantea la acción directa de la clase obrera, y la lucha por el poder obrero. Renunciar a la necesidad de que la clase obrera acaudille a otros sectores explotados contra los capitalistas es de un sectarismo obrerista estéril. Sabemos que las críticas de Altamira son improvisaciones. Pero podríamos devolverle múltiples declaraciones contra el obrerismo estéril de la izquierda que le dio la espalda al movimiento piquetero, o que reivindicaba como el ejemplo piquetero contagiaba a sectores sociales pequeño burgueses, como los ahorristas estafados o las asambleas populares de barrios de clase media en la rebelión popular argentina del 2001. ¿Se acordará Altamira?

Altamira dice que el documento no menciona a la burocracia sindical.

La convocatoria de Nápoles dice “(la) integración de la dirección política y sindical de la clase obrera en el Estado capitalista contrasta fuertemente con las grandes explosiones sociales, huelgas y manifestaciones masivas contra las políticas represivas y de austeridad en varias regiones del mundo”.

Altamira dice que la convocatoria “no le escapa a la política identitaria, que divide a los trabajadores de acuerdo a orientaciones sexuales o nacionales, al apoyar la lucha contra ‘el patriarcalismo individual y colectivo (?)’, ‘la discriminación de las minorías’, ‘la destrucción del medio ambiente’, etc., sin la menor caracterización histórica ni social”.

La convocatoria dice que “hay una relación directa entre las proclamas bélicas y de expansión territorial de Trump y su intento fascista de militarizar la sociedad: la histeria contra los inmigrantes y la comunidad LGBT+ es parte de la regimentación social para la guerra que expresa cabalmente la extrema derecha que el bloque de poder de Trump promueve internacionalmente”. O sea que tiene una clara caracterización de porque gobiernos como Trump, Milei y tantos otros hacen de la persecusión de inmigrantes y minorías sexuales un asunto estratégico. Mal favor hacen a la clase obrera los izquierdistas que piensen que este es un asunto que corresponde a un enfoque “identitatrio”. Por suerte quienes organizaron la enorme movilización en Buenos Aires contra los planteos homofóbicos de Milei (contra las posiciones desmovilizadoras del kirchnerismo) no estuvieron pendientes de consejeros como Altamira. La respuesta masiva a la persecución derechista refuerza a la clase obrera, rechazando las maniobras fascistas que quieren dividirla. Enfrentar a los fachos no tiene nada de “identitario”.

Altamira dice que los convocantes “atribuyen con descaro (la ausencia de un movimiento suficiente contra la guerra) a ‘la bancarrota política de la llamada ‘izquierda’, ahora completamente cooptada por el establishment capitalista’; o sea a ellos mismos. Un sincericidio para quienes vienen de formar un interbloque con el PJ en el Congreso Nacional”.

La calumnia ridícula de querer presentar al PO en Argentina como ejemplo de izquierda cooptada y al Frente de Izquierda como una colectora peronista no resiste la menor comprobación con la realidad. No solo somos un bloque independiente en el parlamento, como lo hemos sido siempre. Somos la fuerza política más perseguida y odiada por la burguesía argentina, por nuestro rol en la organización de los trabajadores ocupados, desocupados, jubilados, la juventud y las mujeres. Por nuestro impulso al uso de la acción directa en piquetes y huelgas. Por nuestra campaña de denuncia del genocidio sionista.

¿Y el resto de las organizaciones? ¿No sabe Altamira de la persecución al SICOBAS y el movimiento de desocupados 7 de noviembre en Italia? Que se informe que son el sector que más se ha destacado por la combatividad y la organización de capas precarizadas de la clase obrera, al costo de una enorme persecución judicial y policial. La dirección del SEP en Turquía y gran parte de su militancia han pasado entera por las detenciones y la cárcel por su destaque en la lucha contra Erdogan. Los compañeros de Comunistas en Cuba han sufrido detenciones, despidos y listas negras. ¿Con que derecho este hombre, cuya actuación política actual es completamente intrascendente, puede largar livianamente la calumnia de “cooptación al Estado”?

Por otro lado, esta convocatoria llega luego de múltiples encuentros, jornadas de movilización e iniciativas, que en Italia, por ejemplo, han incluido paros nacionales y movilizaciones de miles. Así que es absurdo no solo calificar a los convocantes de “cooptados al Estado” sino también de que no hayamos puesto todas nuestras fuerzas justamente a poner en pie un movimiento frente a la guerra imperialista.

Altamira dice que la denuncia del militarismo y el rearme bélico que hace la convocatoria “se retrotrae a una etapa histórica superada”, ya que se corresponde al “período preimperialista, a partir de los Estados que ingresaron tardíamente en la economía mundial, como fue el caso de Alemania”. ¡Cuánta ceguera! El documento denuncia el rearme militar alrededor de la Unión Europea y el Reino Unido de una fuerza militar propia, independiente de EEUU y la OTAN. Es un factor extremadamente dinámico de la situación actual. Y es un problema estratégico para reagrupar a la izquierda revolucionaria, mientras parte de sus fuerzas quieren hacer eje político unilateralmente en Trump y la ultraderecha fascistizante, dando apoyo implícito o explícito al militarismo que promueven Starmer, Macron y Merz. La bancada parlamentaria de Die Linke se acaba de dividir sobre el voto a los créditos de guerra. La Conferencia de Nápoles puede votar una campaña común de miles de militantes en Europa contra el rearme de sus gobiernos imperialistas que posan de “liberales” y “democráticos” por oposición a Trump. Y a Altamira le parece que el tema ya quedó desactualizado… El tema es hoy un punto nodal, tanto como cuando frente al voto de la socialdemocracia a los créditos de guerra, funcionando como un parteaguas inicial del movimiento socialista internacional, al inicio de la primera guerra mundial. Alguien que le alcance una brújula.

Oponerse al bloqueo yanqui no equivale a apoyar a los BRICS

Altamira crítica que la convocatoria denuncie el carácter reaccionario de los gobiernos chino y ruso, y niegue que el BRICS tenga progresividad alguna. La ofensiva de Trump está caracterizada en la convocatoria como el eje de la crisis internacional, la tendencia a la guerra comercial y a una nueva guerra mundial. Esta ofensiva, como la de Biden a su manera en el gobierno anterior, responde al declive de Estados Unidos como potencia central. Y su ofensiva tiene un enorme peligro para la humanidad, por la extensión de sus recursos económicos y militares. 

Sin embargo, el campo internacionalista no puede limitarse a ser solo anti-yanki o anti-OTAN. Quienes militan por la victoria de Putin en Ucrania no son fuerzas proletarias. Putin quiere lograr que Rusia emerja como una potencia imperialista a fuerza de despliegue militar, aunque no tenga las condiciones de los países imperialistas consolidados que son el centro del capital financiero internacional. La defensa de los campistas de un bando “multilateral”, un “sur global” o un bando de potencias “progresivas” deriva en un apoyo al nacionalismo burgués y a regímenes explotadores y reaccionarios. 

El campismo que pretende censurar a los trabajadores que se levantan contra la explotación capitalista porque sus Estados tengan choques diplomáticos o militares con EEUU no tiene nada en común con una posición de clase. Reivindicamos a quienes se levantan contra la opresión en China o en Irán, desde el punto de vista de las reivindicaciones de clase. 

Altamira le contrapone al texto que afirma “El proyecto BRICS no es una alternativa ‘multilateral’ al imperialismo occidental, sino un bloque contradictorio de estados reaccionarios y explotadores” la afirmación de que este es “el intento de las burguesías nacionales, incluido el gran capital agrario, de aflojar esa dominación [del imperialismo norteamericano] mediante acuerdos comerciales con Rusia y China, como es el caso, especialmente, de Brasil” y reivindica “el derecho nacional de América Latina a comerciar con quienes quiera, en oposición al boicot norteamericano”.

La defensa de la libertad comercial de Altamira es más propia de un liberal que de un marxista. Pero, ¿se limitan las BRICS puramente a relaciones comerciales? ¿Son para Brasil y para la región una forma efectiva de aflojar la opresión? El tema no es abstracto.  Es el gran eje de parte de las fuerzas nacionalistas y estalinianas de la región, así como de los gobiernos en retroceso de signo castrista, sandinista y chavista. Ninguno de estos gobiernos es equivalente al imperialismo norteamericano en su rol interancional, pero eso no agota el problema.

Los nacionalistas burgueses que han pretendido abrir camino a una mayor autonomía aprovechando los choques entre potencias y jugando a la “tercera posición” no han abierto camino de liberación real alguno. Perón y muchos otros han pretendido poder explotar las diferencias entre bandos imperialistas y agrupar “no alineados”. Por supuesto que nos oponemos a las presiones imperialistas de EEUU para forzar relaciones exclusivas, a bloqueos como los impuestos contra Cuba y Venezuela, o a cualquier otra forma de presión económica, diplomática o militar. Pero con independencia de eso, el Partido Obrero, siempre señaló que los choques circunstanciales del nacionalismo burgués con el imperialismo no podían dar lugar a la liberación nacional sino rompían con los límites de la defensa de la propiedad privada, para poder movilizar contra el imperialismo a las masas obreras, populares y campesinas en una lucha revolucionaria. El programa de los trotskistas es el monopolio del comercio exterior y la nacionalización de la banca bajo control obrero, el desconocimiento de la deuda externa para un plan de desarrollo nacional, el gobierno de trabajadores, la unidad socialista de América Latina. Claro que un Estado obrero podría aprovechar los choques internacionales para desarrollar su propio desarrollo económico, y eso es lícito. Pero la clase obrera no es la clase cuya estrategia está reflejada por el proyecto BRICS. Los países oprimidos no nos podremos liberar buscando el mejor precio de commodities en el mercado internacional. 

Reseñábamos recientemente en esta revista que “América Latina, sin haber dejado de ser el “patio trasero” de los yanquis, se ha transformado en el escenario de una fuerte disputa comercial y económica, y en consecuencia geopolítica, entre Estados Unidos y China.” La mayor presencia comercial, en infraestructura y en algunas bases militares de China no ha sido un factor de menos opresión para esos países. 

En el pasado, chavistas, lulistas y kirchneristas se apoyaban en los precios altos de materias primas a nivel internacional para prometer proyectos de integración regional, que nunca se consolidaron. En el presente, por el contrario, la dispersión y retroceso de esos nacionalistas es total. Donde los nacionalistas se han aferrado al poder mediante el uso intensivo de la represión como en Venezuela o Nicaragua, no se ha vivido una transformación social a favor de los trabajadores, como con la revolución cubana en su momento, sino un retroceso brutal en las condiciones de vida de la población, que es explotado para la propaganda imperialista. El PO se ha opuesto a las manifestaciones contra el fraude de Maduro en Venezuela que reclamaban la entrega del poder a la derecha pro-yanqui, contra la posición del morenismo en todas sus expresiones. Pero esta oposición no puede equivaler a un embellecimiento de la situación actual. 

Denunciar a la burocracia restauracionista de Cuba, como lo hacemos el PO y Comunistas, firmantes del documento de Nápoles, parte justamente de defender las conquistas de la revolución socialista en Cuba que esta burocracia socava, y que el imperialismo pretende liquidar definitivamente con un ingreso militar a la isla. No vamos a defender a la revolución cubana embelleciendo a la burocracia que es hoy su sepulturera.

El PO denunció al nacionalismo latinoamericano en una etapa de mucha mayor potencia de este que la actual, mostrando que no era una salida para los pueblos de la región. Altamira reclama que apoyemos a estos nacionalismos en su etapa de declinación y senilidad.

Palestina necesita una lucha obrera y socialista

La mayor prueba de la comprensión de la lucha nacional y anti-imperialista del reagrupamiento que convoca a Nápoles es su reivindicación del derecho al retorno del pueblo Palestino y del derecho a la rebelión de este. Son los términos en los que todo el movimiento por Palestina expresa la necesidad de una Palestina libre, del río hasta el mar, en el mundo entero. El PO ha llevado esta defensa a los lugares de trabajo, a los medios de comunicación masiva y nos ha valido la persecución del sionismo y el Estado argentino por esta conducta destacada por todos los amigos de la causa palestina. Nuestros compañeros de convocatoria en Inglaterra, Italia y Grecia, entre otros, han estado igualmente en la primera fila del movimiento masivo por Palestina en sus países. 

El 8 de octubre de 2023 Vanina Biasi concurría con una bandera palestina al debate presidencial en Argentina y polemizaba con las primeras espadas del sionismo en la televisión nacional. Frente a expresiones timoratas en la izquierda, el PO defendió la legitimidad de la toma de rehenes por la resistencia palestina, cuyo acierto ha sido demostrado ya que es el único recurso que esta tiene para lograr la liberación de centenares de presos y los ceses de fuego temporales que han podido conquistar.

El mismo 8 de octubre, Altamira sacó un comunicado vergonzoso, diciendo que las acciones de la resistencia del 7 eran “sospechosas” de haber sido realizadas en connivencia con la inteligencia israelí y aclaraban que desde su organización no “apoyaban ni se hacían responsables por la estrategia de las facciones palestinas”. En el momento que la presión sionista e imperialista se puso más dura el mismo Altamira que quiere dar clases de imperialismo salió corriendo a desmarcarse. 

Altamira dice que el documento de convocatoria “propone derrocar [a los gobiernos nacionalistas de Medio Oriente] de la mano del imperialismo”, y lo asocia con un debate sostenido entre Altamira y el dirigente del SWP, Alex Callinicos. Altamira hace especial hincapié en todo su texto en tratar de calumniar a las posiciones del SWP británico. Es muy fácil recurrir a la página de este y poder corroborar que esto no es así. 

Pero si Altamira no ha podido sacarse la duda con tan fácil recurso, estaba la respuesta en el mismo documento de convocatoria que multiples organizaciones, entre ellas, el SWP, suscribimos: “Rechazamos los bombardeos y amenazas hacia Yemen e Irán que EEUU e Israel están intensificando”. 

En Irán, en Líbano y en todo el Medio Oriente, más allá de lo que diga Altamira, existe la lucha de clases. No existe solo un “movimiento nacional”. Y la derrota del imperialismo y el sionismo no vendrá de los ayatollas y los mullahs, sino de las obreras, los obreros y los campesinos. Las rebeliones de Líbano en 2021 y de Irán en 2022 fueron procesos de autonomía y lucha de los obreros de esos países, no complots imperialistas. Por eso los revolucionarios los respaldamos. El “eje de la resistencia” que reivindica Altamira en su texto y cita como argumento para censurar la reivindicación de la lucha de clases dentro de los países de Medio Oriente ha tenido una actitud, salvo excepciones, de inacción frente al genocidio en Gaza. Se suma a la complicidad abierta de la mayoría de los gobiernos de la región. La derrota del sionismo y el imperialismo vendrá de la lucha de obreros y explotados, no de los gobiernos burgueses. 

Con esta orientación, proletaria y no campista, los convocantes de Nápoles pudimos reunir, en un Foro contra la represión y persecución política el 26 de abril, a colectivos que organizan a los obreras textiles en Irán en sindicatos y se oponen a la pena de muerte contra sus dirigentes; a quienes sufren la persecución política y sindical bajo la Rusia de Putin; a obreros de las minas de uranio de capital chino en Namibia que sufren fuertes represalias patronales y estatales por impulsar la organización sindical. 

Rechazamos el ultimátum campista de Altamira: o están con el imperialismo o con el régimen islamista de Irán. Nada de esto significa que, como nos quiere adjudicar Altamira, estos distintos Estados reaccionarios jueguen el mismo rol en el escenario internacional. Estamos en contra de la injerencia imperialista, de cualquier ataque de Estados Unidos, estamos por su derrota, y apoyamos, militar y no políticamente a la burguesía de cualquier país explotado que entre en choque directo con el imperialismo. Pero no se puede igualar esto a apoyo político alguno. Estamos con las expresiones de la clase obrera CONTRA estos gobiernos burgueses opresores. Estamos con los reclamos de sus mujeres CONTRA la opresión. No estamos de acuerdo con que se usen estos reclamos excusa para una intervención imperialista. No aceptamos la censura campista a los genuinos reclamos y movimientos de lucha de los obreros y mujeres. 

Como las falsificaciones son muchas, incluso a veces varias por oración, vamos a tener que dejar unas cuantas sin contestar. El texto de Altamira solo ofrece impotencia, arbitrariedad y ensimismamiento sectario. Es un camino que no lleva a ningún lado, solo a su propio ombligo. Como anunciamos desde un primer momento del artículo, aclarados estos asuntos, no vamos a continuar ningún intercambio con Altamira y su grupo al respecto. Las calumnias y el llamado a la pasividad no merecen que prolonguemos ahí nada de nuestra atención.

La orientación de la Conferencia de Nápoles es un camino lleno de desafíos. Reunirá delegados de organizaciones que representan a varios miles de militantes y que, unidos por importantes principios y definiciones políticas, tenemos también diferencias marcadas. Nos proponemos avanzar en la coordinación política, iniciativas y campañas comunes contra la guerra y también en el debate y la clarificación de esas divergencias. Cualquier paso que demos, con aciertos y errores, será más valioso que la autoproclamación, el faccionalismo y la pasividad, que no son exclusivas de Altamira, sino rasgos muy extendidos en la izquierda internacional, que deben ser desterrados para constituir organizaciones que puedan servir a la clase obrera como instrumento revolucionario.

En la última semana Jorge Altamira lanzó un ataque hacia el llamamiento a una Conferencia Internacionalista convocada para mediados de junio en Italia, que se propone reforzar y ampliar un frente de acción contra la guerra imperialista.

El texto, mandado a firmar como “Julián Asiner” y subido a la página de su grupo político, es un catálogo tan exaltado de insultos y mentiras que decidimos responderle, a pesar de la irrelevancia del grupo de Altamira, para clarificar la verdad respecto al texto de convocatoria a Nápoles, sus objetivos y la naturaleza del trabajo internacional del Partido Obrero, frente a quienes puedan ser llevados a confusión por su artículo. Sabemos que Altamira acude, como es habitual en él, a la falsificación en masa para intentar ser un actor en alguna polémica, multiplicando ejes distractivos y generando una maraña de tangentes. Así que aclaramos que daremos una respuesta puntual, única, a este ataque sin principios, con el solo fin de evitar que pudiera engañar a algún lector con buena fe y desprevenido.

La impugnación de Altamira a la Conferencia de Nápoles no es una crítica parcial, sino que dice que la considera tan nociva que concluye su ataque con la recomendación de que quienes la convocan “continúen su política ajena al socialismo por separado”. ¿Qué le ha generado tal enojo y exasperación a este viejo militante?

Una orientación de trabajo internacional

Entre las múltiples impugnaciones que le hace a la conferencia está justamente su mayor virtud. Altamira la llama un “frente de ocasión, que no tiene por base un programa ni una organización”. Efectivamente no está detrás de la Conferencia una sola organización, sino una multiplicidad de ellas. Cada una con una militancia significativa en su país e internacionalmente, en algunos casos con centenares o varios miles de militantes. No es entonces un “frente de ocasión”, sino un frente de acción, que se propone no solo plasmar un concepto político rector en papel sino poder tomar iniciativas y ser un polo de atracción para las posiciones internacionalistas, que no priman en la izquierda mundial. 

De parte del Partido Obrero, no se trata para nada de una política episódica. En nuestro XXVIII Congreso, en agosto de 2022, votamos un llamamiento internacional titulado “Enfrentemos la guerra imperialista y la catástrofe capitalista” que tomaba nota del salto hacia la guerra mundial, que tiene por principal eje el intento del imperialismo yanqui de salir de su declive mediante un intento de avance colonizador hacia los grandes ex Estados obreros. Tomábamos nota también de que frente a la guerra de Ucrania “un amplísimo sector de la izquierda se ha parado objetivamente en el campo de la OTAN, en nombre del apoyo a la ‘resistencia ucraniana’. Y otro sector se ha ubicado en el campo del gobierno de Putin.” Y que “La capitulación política de la mayor parte de la izquierda había sido anticipada por un largo proceso de adaptación al régimen en la vía de un oportunismo político y organizativo.” 

Concluíamos aquel manifiesto con una orientación de trabajo: “Desde estas concepciones, el XXVIII Congreso del Partido Obrero convoca a las organizaciones del movimiento obrero, de los movimientos populares de lucha y de la izquierda revolucionaria de todo el mundo a poner en pie una campaña internacional contra la guerra imperialista, la barbarie capitalista y sus gobiernos.

El contenido específico de esa campaña internacional está resumido en las siguientes consignas: abajo el armamentismo pro-imperialista, por la disolución de la OTAN, por la expulsión del imperialismo yanqui y europeo y el retiro de las tropas rusas de Ucrania, abajo los gobiernos de la guerra, por la unidad internacional de los trabajadores. Por una lucha común para que la crisis la paguen los capitalistas y por gobiernos de trabajadores y el socialismo.”

“Una campaña de este tipo será el marco propicio en el cual se podrán desarrollar las polémicas y avanzar en una clarificación política al interior de la vanguardia revolucionaria. Solo de un proceso de esas características podrá surgir una verdadera Internacional obrera, socialista y revolucionaria. La Internacional encargada de sepultar al capitalismo.”

Intervenir en una crisis de la izquierda mundial

La presión de la guerra imperialista aportó una mayor fragmentación en la izquierda revolucionaria, poniéndola a prueba. Las posiciones centristas y ambiguas no pueden mantenerse a la hora de apoyar o rechazar la política de guerra impulsada por su propia burguesía. 

Estas divergencias golpearon en todos los espacios políticos del mundo. La CRCI, ya cuestionada por crisis precedentes, vio a parte de sus ex miembros como el EEK (Grecia) y el DIP (Turquía) adoptando una posición pro Putinista, mientras otro miembro fundador, el PCL de Italia, tomó una posición de apoyo al campo Otanista de Zelensky. Si somos serios, debemos enfrentar esta divisoria de aguas, explicitarla, y darnos una política. No alcanza con mirarse el ombligo.

Bajo la presión del imperialismo se partió el NPA francés, y se han procesado graves crisis con críticas por izquierda también en el DSA norteamericano y el Die Linke de Alemania, aunque no han producido escisiones con un carácter revolucionario. Se ha roto el Partido Comunista de España, con un pronunciamiento de la juventud contra la orientación frentepopulista y guerrerista de su dirección. Se rompió la LIS que había fundado el MST, con la sección Turca y parte de la de Pakistán rompiendo con la orientación pro Otan promovida por la dirección de Alejandro Bodart. 

Se ha verificado, resumiendo, una enorme crisis de la izquierda internacional, a la que corresponde responder con un planteo de debate, acción común y reagrupamiento de un polo internacionalista y de clase. La necesidad de este polo es objetiva, no un capricho del PO. 

Corresponden las tareas del frente único y el debate clarificador para intentar reagrupar a los sectores proletarios e internacionalistas del socialismo en un movimiento común, para poder promover la delimitación de los sectores sanos de aquellos integrados al régimen y verificar esa delimitación en la práctica. La vergonzosa reacción de la gran mayoría de la izquierda, alineándose frente a la guerra en Europa detrás de bandos patronales, amerita relanzar el método de reunir a los que se oponen a la guerra en un bloque común, como los revolucionarios lo intentaron hace más de cien años en las reuniones de Zimmerwald y Kienthal. 

En estos años, siguiendo esta orientación, desde el PO hemos organizado debates, paneles, concurrido a reuniones internacionales para discutir, emitido declaraciones conjuntas, organizado acciones de movilización común contra la guerra imperialista y el genocidio en Palestina, múltiples campañas de acción obrera en común contra la represión y realizado reuniones y actos internacionales, tanto de manera online, como presencial, como lo fue la conferencia internacional realizada en Buenos Aires en 2024, con delegaciones de Turquía, Grecia, Italia, España, Estados Unidos, Cuba, Brasil, Chile y Perú. Hemos ido poniendo en pie la coordinación de esta campaña que nos proponíamos formar en 2022. 

A esta orientación Altamira la llama despectivamente “frente bagayero”. Un insulto cuyo sentido, de paso, es confuso. De nuestra parte los trabajadores que recurren para su subsistencia cargando bultos en la frontera nos merecen la mayor consideración e incluso, defensa frente al régimen, más en un momento en que la política trumpiana de Milei y Bullrich militariza las fronteras y tuvo como resultado el asesinato de parte de dos “bagayeros” en Salta y Jujuy en los últimos meses. 

Si lo de “bagayero” se refiere al carácter variopinto del frente, a que este no es homogéneo, que integran grupos que reivindican el marxismo y la independencia de clase pero no provienen del trotskismo o que reivindicándose trotskistas, tienen fuertes diferencias con el PO en muchos puntos políticos y teóricos, hay que decir que esta colaboración en un marco heterogéneo surge como una necesidad de la propia situación profundamente fragmentada y dispersa del movimiento revolucionario internacional. La heterogeneidad puede dar lugar claro, a contradicciones políticas que dificulten una lucha común. Y es claro que partimos de un grado de cohesión muy bajo en el movimiento socialista internacional, lo cual incluye, a pesar de sus avances, a las fuerzas que estamos reuniendo en esta campaña. 

Apuntamos a lograr una mayor homogeneidad sobre la base de un trabajo común, una fuerte discusión política y la verificación en la realidad de la justeza de las distintas posiciones. Para el Partido Obrero la internacional que debe ser refundada es la Cuarta Internacional, por su método y su programa, así como por las tareas históricas que enfrenta. El propio Trotsky desarrolló en distintos oportunidades bloques que mostraban su disposición a buscar una plataforma de acción internacional común más amplia sobre la base de las necesidades más urgentes de la clase obrera: Un ejemplo de esto fue el bloque de los 4 en 1933 donde lanzaron un llamado a una nueva internacional en común la Oposición de Izquierda Internacional y 3 organizaciones europeas, frente al ascenso de Hitler y la claudicación frente a este de la Internacional Comunista.

No convocan a Nápoles una serie de sectas ni un aparato monolítico, sino organizaciones que tienen sus propias tradiciones de lucha internacionalista en sus países y también sus propias acciones, en muchos casos muy significativas. Los acuerdos políticos a los que lleguemos, por ende, no serán de consumo interno, sino una herramienta para la intervención política en la realidad de la lucha de clases.

La acción política de la TIR de Italia, junto al sindicato de base clasista SICOBAS, ha sido la fuerza motriz de múltiples manifestaciones contra la acción militar de su propio gobierno, tanto en relación a Ucrania como a Palestina. Estas acciones han incluido huelgas nacionales y bloqueos a plantas de armamentos y cargamentos de armas en los puertos. En la ciudad de Nápoles, los compañeros del Laboratorio Político Iskra y del movimiento de desocupados 7 de Noviembre organizan una fuerza verdaderamente piquetera, que combina la acción directa con la urbanización masiva de los barrios y una agitación internacionalista y antiimperialista, lo cual, como a los piqueteros argentinos, les ha ganado una gran persecución policial y judicial del régimen de Meloni. Los compañeros de Liberación Comunista (ex Nar) de Grecia son una fuerza política importante en su clase obrera, liderando el frente de izquierda Antarsya, con posiciones antiburocráticas en sindicatos, y centros de estudiantes. Como en Italia, nuestros compañeros han estado al frente de las acciones contra las bases de la OTAN y bloqueando los puertos que llevan armas a los frentes. Los compañeros del SEP en Turquía son un blanco de la persecución de la represión de Erdogan por su rol en el movimiento obrero y estudiantil desde una posición de rechazo de la política reaccionaria de Erdogan en la región y de su opresión del pueblo kurdo. El SWP británico ha sido una fuerza motriz esencial del masivo movimiento por Palestina y de la muy efectiva coordinación de acciones callejeras para barrer de la calle a la ultraderecha y sus pogroms contra migrantes. El MLPD de Alemania, que tiene una inserción significativa en sectores del movimiento obrero, debió superar un intento de proscripción en las elecciones de este año para presentarse como fuerza independiente de la izquierda pro-UE de Die Linke, justamente por sus posiciones de rechazo a la UE y la OTAN. Incluso organizaciones más pequeñas hacen acciones importantes. Comunistas de Cuba ha hecho un aporte al rearme marxista difundiendo la crítica trotskista al carácter restauracionista de la burocracia castrista y al mismo tiempo oponiéndose a la represión de la burocracia y la asimilación de los sectores críticos a posiciones pro-imperialistas. La UFCLP de EEUU ha sido parte de los sectores que trabajaron por la reciente huelga del primero de mayo y de múltiples acciones de frente único contra las ofensivas de Trump. El GAR de México ha estado en la calle con posiciones independientes en las manifestaciones de masas y huelgas que han sacudido a su país. 

¡Cuánto podrían aprender Altamira y sus seguidores de esta voluntad de organización y lucha de cualquiera de los “bagayos” a quienes desprecia! Contamos a quienes no sigan su evolución política, que Altamira reúne un número decreciente de fieles, año a año, (las imágenes de un último acto “central” de primero de mayo en Parque Lezama son esclarecedoras) a quienes, sin embargo, no ha cesado de repetirles que es la única persona en todo el mundo que registra la tendencia internacional a una nueva guerra mundial y la única que registra que la inminencia de la guerra tiene una importancia estratégica. No exageramos ni un poco, y están los vídeos subidos a youtube para quien tenga la paciencia de escucharlos. Resulta que Altamira o no sabe de lo que habla, o miente. No es el único que está conmovido por la guerra. Es un mundo enorme, la vanguardia obrera implica a centenares de miles de personas, a centenares de organizaciones y pasa de todo. Incluso hay organizaciones que no solo HABLAN del tema sino HACEN algo al respecto. El valor de una orientación no es proclamar su carácter estratégico, sino mostrar su capacidad para organizar un avance en las filas obreras hacia el internacionalismo. 

Lo que Altamira llama “turismo político” es el trabajo de reunir a las dispersas fuerzas internacionalistas. Los avances hablan por sí solos, incluso si necesariamente tengan que atravesar contradicciones internas, complicaciones o crisis futuras. Ninguna dificultad de este tipo sería algo nuevo para el marxismo revolucionario. El método contrario, de esperar en un departamento de la ciudad de Buenos Aires a que la vanguardia obrera le toque el timbre para que se ponga al frente de sus fuerzas, no parece estarle dando un buen resultado. El grupo de Altamira ha renunciado, luego de escindir al PO y la CRCI, a hacer cualquier tipo de actividad internacional. Ha entrado en una variante del “mesianismo” autoproclamatorio, “nacional trotskista”, que tuvo Guillermo Lora, que autoproclamaba que la reconstrucción de la IV Internacional iba a pasar necesariamente por la llegada al poder del POR en Bolivia.

Seguir el método sectario y abstencionista que propone Altamira habría llevado, por ejemplo, a Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo de abstenerse de participar de la reunión en Zimmerwald que reunió a las fuerzas socialistas que rechazaron la claudicación socialchovinista de los dirigentes de la II Internacional. En ese evento había elementos pacifistas, simpatizantes de Kautsky y otros reformistas. Sin embargo, la participación de un ala izquierda, revolucionaria, fue un punto de clarificación y reagrupamiento que fue un paso hacia la fundación de la Internacional comunista. 

Sin embargo, Altamira no siempre promovió esta autoproclamación mesiánica . La CRCI no fue en sí misma la confluencia alrededor de un programa y un intento de organización común de partidos que venían de distintas tradiciones y tenían importantes diferencias en algunos puntos. Incluso antes de elaborar un programa desarrollado, se había constituido como Movimiento por la refundación de la Cuarta Interancional definiendo actuar en común alrededor de un programa de cuatro puntos acordado en 1997 en Génova. A la vez, las organizaciones de la CRCI promovieron, correctamente, agrupamientos más amplios para una acción internacional, como las conferencias latinoamericanas, o los encuentros del Centro Balcánico Cristian Rakovsky, donde siempre participaron muchas organizaciones con influencias estalinistas, nacionalistas o foquistas. No era un problema de rechazar organizaciones por su procedencia ideológica, sino definir cuál es el campo de acción política que se buscaba. 

La condición de esta amplitud en el frente único es, por un lado, que el sentido de la acción común sea de acuerdo a los intereses estratégicos de la clase obrera y de los intereses políticos concretos de ésta en el momento, y que haya claridad en las diferencias y debates planteados. Altamira justamente incumplió estos principios cuando como responsable de nuestro trabajo internacional trajo, junto al EEK de Savas Matsas, al congreso del PO en 2018 a Darya Mitina del OKP de Rusia, sin advertir a la militancia del carácter completamente incompatible de sus posiciones con las del Partido Obrero, siendo que es una organización que sostiene, por izquierda, al régimen oligárquico y reaccionario de Putin. Este hecho generó una conmoción en el congreso, con decenas de delegados abriendo un duro debate con las posiciones de Mitina, que había dicho, en un congreso trotskista, que en la Rusia de Putin están resueltas las reivindicaciones de las mujeres, que no existen los homosexuales y que era de interés de la clase obrera rusa apoyar las aventuras militares de Putin. 

El PO pudo, luego de la ruptura con Altamira, estudiar y criticar las posiciones filoestalinistas y defensoras de Putin del OKP Ruso. Altamira no las ha criticado nunca, a pesar de que es, alrededor de estas posiciones campistas que han convergido el EEK y el DIP, con quienes compartimos en su momento una organización internacional común. Recién en 2024 Altamira se ha decidido a criticar las posiciones pro-putinistas del EEK y el Centro Rakovsky. Probablemente esa demora se relacione a sus intentos de sumar al EEK a su interminable campaña faccional contra el PO, lo único verdaderamente “estratégico” en la acción política del Altamira en su etapa de declinación.

Sirve este ejemplo para entender que lo que está en juego y en discusión  entonces es cuál es una orientación principista y divisoria  de aguas  alrededor de la cual reagrupar, y cuando es negativa una acumulación contradictoria que no sirve para avanzar una acción internacional común. 

Un método de falsificación

Altamira sabe que su ataque para desprestigiar la acción internacional que promueve el PO, aunque sea para convencer al grupo de militantes que mantiene, debe simular tener una base principista y no meramente faccional. ¿Cómo justifica entonces su hostilidad a que haya una campaña en común de organizaciones internacionalistas desde una posición de derrotismo e internacionalismo? Dejemos por un lado la acumulación de decenas insultos y descalificaciones y vayamos a los asuntos políticos que resta clarificar. 

El texto de Altamira es una larga serie de afirmaciones falsas, que no se sostienen frente a un examen mínimamente riguroso del documento al que está criticando.

Altamira impugna ya el título del documento que convoca a la Conferencia: “Detengamos la carrera de los capitalistas hacia la guerra con el frente de clase internacionalista de las masas explotadas y oprimidas de todo el mundo” al que le adjudica, al principio de la oración, pacifismo, y a la segunda mitad, populismo. 

Veamos si sus acusaciones se condicen con el texto. 

Altamira dice: “Se trata una prédica del más rancio pacifismo, porque la guerra se encuentra inscripta en la propia dinámica del capitalismo imperialista, que no pude  (sic) ser ‘detenida’ sino convertida en una revolución socialista, o sea en una guerra contra el capital y sus Estados.” 

La declaración que crítica, plantea, sin embargo, una formulación que desarrolla en profundidad el tema: “Frente a las guerras de nuestros gobiernos, retomamos las mejores tradiciones socialistas del derrotismo revolucionario, defendemos la confraternización entre soldados de frentes opuestos, la transformación de la guerra imperialista en revolución que derrocando el dominio del capital e instaurando el poder obrero ponga fin a la explotación y a las guerras”. ¿Y el supuesto “pacifismo”?

Veamos el carácter “populista” de plantear un frente de las masas explotadas y oprimidas. Nos resulta redundante explicarle a Altamira que en las actuales condiciones históricas la explotación es la del sistema capitalista y que su componente central es el trabajo asalariado. O sea que es la clase obrera el núcleo central de las masas explotadas, el contingente más numeroso y el de mayor importancia por su relación con los medios de producción y por su posibilidad estratégica de liderar la lucha por su emancipación. ¿Es ambiguo el texto de la convocatoria a Nápoles en este sentido? No. 

Citamos: “La liberación de los oprimidos sólo puede lograrse mediante una lucha dirigida por la clase obrera”. 

Todo el documento denuncia la colaboración de clases y plantea la acción directa de la clase obrera, y la lucha por el poder obrero. Renunciar a la necesidad de que la clase obrera acaudille a otros sectores explotados contra los capitalistas es de un sectarismo obrerista estéril. Sabemos que las críticas de Altamira son improvisaciones. Pero podríamos devolverle múltiples declaraciones contra el obrerismo estéril de la izquierda que le dio la espalda al movimiento piquetero, o que reivindicaba como el ejemplo piquetero contagiaba a sectores sociales pequeño burgueses, como los ahorristas estafados o las asambleas populares de barrios de clase media en la rebelión popular argentina del 2001. ¿Se acordará Altamira?

Altamira dice que el documento no menciona a la burocracia sindical.

La convocatoria de Nápoles dice “(la) integración de la dirección política y sindical de la clase obrera en el Estado capitalista contrasta fuertemente con las grandes explosiones sociales, huelgas y manifestaciones masivas contra las políticas represivas y de austeridad en varias regiones del mundo”.

Altamira dice que la convocatoria “no le escapa a la política identitaria, que divide a los trabajadores de acuerdo a orientaciones sexuales o nacionales, al apoyar la lucha contra ‘el patriarcalismo individual y colectivo (?)’, ‘la discriminación de las minorías’, ‘la destrucción del medio ambiente’, etc., sin la menor caracterización histórica ni social”.

La convocatoria dice que “hay una relación directa entre las proclamas bélicas y de expansión territorial de Trump y su intento fascista de militarizar la sociedad: la histeria contra los inmigrantes y la comunidad LGBT+ es parte de la regimentación social para la guerra que expresa cabalmente la extrema derecha que el bloque de poder de Trump promueve internacionalmente”. O sea que tiene una clara caracterización de porque gobiernos como Trump, Milei y tantos otros hacen de la persecusión de inmigrantes y minorías sexuales un asunto estratégico. Mal favor hacen a la clase obrera los izquierdistas que piensen que este es un asunto que corresponde a un enfoque “identitatrio”. Por suerte quienes organizaron la enorme movilización en Buenos Aires contra los planteos homofóbicos de Milei (contra las posiciones desmovilizadoras del kirchnerismo) no estuvieron pendientes de consejeros como Altamira. La respuesta masiva a la persecución derechista refuerza a la clase obrera, rechazando las maniobras fascistas que quieren dividirla. Enfrentar a los fachos no tiene nada de “identitario”.

Altamira dice que los convocantes “atribuyen con descaro (la ausencia de un movimiento suficiente contra la guerra) a ‘la bancarrota política de la llamada ‘izquierda’, ahora completamente cooptada por el establishment capitalista’; o sea a ellos mismos. Un sincericidio para quienes vienen de formar un interbloque con el PJ en el Congreso Nacional”.

La calumnia ridícula de querer presentar al PO en Argentina como ejemplo de izquierda cooptada y al Frente de Izquierda como una colectora peronista no resiste la menor comprobación con la realidad. No solo somos un bloque independiente en el parlamento, como lo hemos sido siempre. Somos la fuerza política más perseguida y odiada por la burguesía argentina, por nuestro rol en la organización de los trabajadores ocupados, desocupados, jubilados, la juventud y las mujeres. Por nuestro impulso al uso de la acción directa en piquetes y huelgas. Por nuestra campaña de denuncia del genocidio sionista.

¿Y el resto de las organizaciones? ¿No sabe Altamira de la persecución al SICOBAS y el movimiento de desocupados 7 de noviembre en Italia? Que se informe que son el sector que más se ha destacado por la combatividad y la organización de capas precarizadas de la clase obrera, al costo de una enorme persecución judicial y policial. La dirección del SEP en Turquía y gran parte de su militancia han pasado entera por las detenciones y la cárcel por su destaque en la lucha contra Erdogan. Los compañeros de Comunistas en Cuba han sufrido detenciones, despidos y listas negras. ¿Con que derecho este hombre, cuya actuación política actual es completamente intrascendente, puede largar livianamente la calumnia de “cooptación al Estado”?

Por otro lado, esta convocatoria llega luego de múltiples encuentros, jornadas de movilización e iniciativas, que en Italia, por ejemplo, han incluido paros nacionales y movilizaciones de miles. Así que es absurdo no solo calificar a los convocantes de “cooptados al Estado” sino también de que no hayamos puesto todas nuestras fuerzas justamente a poner en pie un movimiento frente a la guerra imperialista.

Altamira dice que la denuncia del militarismo y el rearme bélico que hace la convocatoria “se retrotrae a una etapa histórica superada”, ya que se corresponde al “período preimperialista, a partir de los Estados que ingresaron tardíamente en la economía mundial, como fue el caso de Alemania”. ¡Cuánta ceguera! El documento denuncia el rearme militar alrededor de la Unión Europea y el Reino Unido de una fuerza militar propia, independiente de EEUU y la OTAN. Es un factor extremadamente dinámico de la situación actual. Y es un problema estratégico para reagrupar a la izquierda revolucionaria, mientras parte de sus fuerzas quieren hacer eje político unilateralmente en Trump y la ultraderecha fascistizante, dando apoyo implícito o explícito al militarismo que promueven Starmer, Macron y Merz. La bancada parlamentaria de Die Linke se acaba de dividir sobre el voto a los créditos de guerra. La Conferencia de Nápoles puede votar una campaña común de miles de militantes en Europa contra el rearme de sus gobiernos imperialistas que posan de “liberales” y “democráticos” por oposición a Trump. Y a Altamira le parece que el tema ya quedó desactualizado… El tema es hoy un punto nodal, tanto como cuando frente al voto de la socialdemocracia a los créditos de guerra, funcionando como un parteaguas inicial del movimiento socialista internacional, al inicio de la primera guerra mundial. Alguien que le alcance una brújula.

Oponerse al bloqueo yanqui no equivale a apoyar a los BRICS

Altamira crítica que la convocatoria denuncie el carácter reaccionario de los gobiernos chino y ruso, y niegue que el BRICS tenga progresividad alguna. La ofensiva de Trump está caracterizada en la convocatoria como el eje de la crisis internacional, la tendencia a la guerra comercial y a una nueva guerra mundial. Esta ofensiva, como la de Biden a su manera en el gobierno anterior, responde al declive de Estados Unidos como potencia central. Y su ofensiva tiene un enorme peligro para la humanidad, por la extensión de sus recursos económicos y militares. 

Sin embargo, el campo internacionalista no puede limitarse a ser solo anti-yanki o anti-OTAN. Quienes militan por la victoria de Putin en Ucrania no son fuerzas proletarias. Putin quiere lograr que Rusia emerja como una potencia imperialista a fuerza de despliegue militar, aunque no tenga las condiciones de los países imperialistas consolidados que son el centro del capital financiero internacional. La defensa de los campistas de un bando “multilateral”, un “sur global” o un bando de potencias “progresivas” deriva en un apoyo al nacionalismo burgués y a regímenes explotadores y reaccionarios. 

El campismo que pretende censurar a los trabajadores que se levantan contra la explotación capitalista porque sus Estados tengan choques diplomáticos o militares con EEUU no tiene nada en común con una posición de clase. Reivindicamos a quienes se levantan contra la opresión en China o en Irán, desde el punto de vista de las reivindicaciones de clase. 

Altamira le contrapone al texto que afirma “El proyecto BRICS no es una alternativa ‘multilateral’ al imperialismo occidental, sino un bloque contradictorio de estados reaccionarios y explotadores” la afirmación de que este es “el intento de las burguesías nacionales, incluido el gran capital agrario, de aflojar esa dominación [del imperialismo norteamericano] mediante acuerdos comerciales con Rusia y China, como es el caso, especialmente, de Brasil” y reivindica “el derecho nacional de América Latina a comerciar con quienes quiera, en oposición al boicot norteamericano”.

La defensa de la libertad comercial de Altamira es más propia de un liberal que de un marxista. Pero, ¿se limitan las BRICS puramente a relaciones comerciales? ¿Son para Brasil y para la región una forma efectiva de aflojar la opresión? El tema no es abstracto.  Es el gran eje de parte de las fuerzas nacionalistas y estalinianas de la región, así como de los gobiernos en retroceso de signo castrista, sandinista y chavista. Ninguno de estos gobiernos es equivalente al imperialismo norteamericano en su rol interancional, pero eso no agota el problema.

Los nacionalistas burgueses que han pretendido abrir camino a una mayor autonomía aprovechando los choques entre potencias y jugando a la “tercera posición” no han abierto camino de liberación real alguno. Perón y muchos otros han pretendido poder explotar las diferencias entre bandos imperialistas y agrupar “no alineados”. Por supuesto que nos oponemos a las presiones imperialistas de EEUU para forzar relaciones exclusivas, a bloqueos como los impuestos contra Cuba y Venezuela, o a cualquier otra forma de presión económica, diplomática o militar. Pero con independencia de eso, el Partido Obrero, siempre señaló que los choques circunstanciales del nacionalismo burgués con el imperialismo no podían dar lugar a la liberación nacional sino rompían con los límites de la defensa de la propiedad privada, para poder movilizar contra el imperialismo a las masas obreras, populares y campesinas en una lucha revolucionaria. El programa de los trotskistas es el monopolio del comercio exterior y la nacionalización de la banca bajo control obrero, el desconocimiento de la deuda externa para un plan de desarrollo nacional, el gobierno de trabajadores, la unidad socialista de América Latina. Claro que un Estado obrero podría aprovechar los choques internacionales para desarrollar su propio desarrollo económico, y eso es lícito. Pero la clase obrera no es la clase cuya estrategia está reflejada por el proyecto BRICS. Los países oprimidos no nos podremos liberar buscando el mejor precio de commodities en el mercado internacional. 

Reseñábamos recientemente en esta revista que “América Latina, sin haber dejado de ser el “patio trasero” de los yanquis, se ha transformado en el escenario de una fuerte disputa comercial y económica, y en consecuencia geopolítica, entre Estados Unidos y China.” La mayor presencia comercial, en infraestructura y en algunas bases militares de China no ha sido un factor de menos opresión para esos países. 

En el pasado, chavistas, lulistas y kirchneristas se apoyaban en los precios altos de materias primas a nivel internacional para prometer proyectos de integración regional, que nunca se consolidaron. En el presente, por el contrario, la dispersión y retroceso de esos nacionalistas es total. Donde los nacionalistas se han aferrado al poder mediante el uso intensivo de la represión como en Venezuela o Nicaragua, no se ha vivido una transformación social a favor de los trabajadores, como con la revolución cubana en su momento, sino un retroceso brutal en las condiciones de vida de la población, que es explotado para la propaganda imperialista. El PO se ha opuesto a las manifestaciones contra el fraude de Maduro en Venezuela que reclamaban la entrega del poder a la derecha pro-yanqui, contra la posición del morenismo en todas sus expresiones. Pero esta oposición no puede equivaler a un embellecimiento de la situación actual. 

Denunciar a la burocracia restauracionista de Cuba, como lo hacemos el PO y Comunistas, firmantes del documento de Nápoles, parte justamente de defender las conquistas de la revolución socialista en Cuba que esta burocracia socava, y que el imperialismo pretende liquidar definitivamente con un ingreso militar a la isla. No vamos a defender a la revolución cubana embelleciendo a la burocracia que es hoy su sepulturera.

El PO denunció al nacionalismo latinoamericano en una etapa de mucha mayor potencia de este que la actual, mostrando que no era una salida para los pueblos de la región. Altamira reclama que apoyemos a estos nacionalismos en su etapa de declinación y senilidad.

Palestina necesita una lucha obrera y socialista

La mayor prueba de la comprensión de la lucha nacional y anti-imperialista del reagrupamiento que convoca a Nápoles es su reivindicación del derecho al retorno del pueblo Palestino y del derecho a la rebelión de este. Son los términos en los que todo el movimiento por Palestina expresa la necesidad de una Palestina libre, del río hasta el mar, en el mundo entero. El PO ha llevado esta defensa a los lugares de trabajo, a los medios de comunicación masiva y nos ha valido la persecución del sionismo y el Estado argentino por esta conducta destacada por todos los amigos de la causa palestina. Nuestros compañeros de convocatoria en Inglaterra, Italia y Grecia, entre otros, han estado igualmente en la primera fila del movimiento masivo por Palestina en sus países. 

El 8 de octubre de 2023 Vanina Biasi concurría con una bandera palestina al debate presidencial en Argentina y polemizaba con las primeras espadas del sionismo en la televisión nacional. Frente a expresiones timoratas en la izquierda, el PO defendió la legitimidad de la toma de rehenes por la resistencia palestina, cuyo acierto ha sido demostrado ya que es el único recurso que esta tiene para lograr la liberación de centenares de presos y los ceses de fuego temporales que han podido conquistar.

El mismo 8 de octubre, Altamira sacó un comunicado vergonzoso, diciendo que las acciones de la resistencia del 7 eran “sospechosas” de haber sido realizadas en connivencia con la inteligencia israelí y aclaraban que desde su organización no “apoyaban ni se hacían responsables por la estrategia de las facciones palestinas”. En el momento que la presión sionista e imperialista se puso más dura el mismo Altamira que quiere dar clases de imperialismo salió corriendo a desmarcarse. 

Altamira dice que el documento de convocatoria “propone derrocar [a los gobiernos nacionalistas de Medio Oriente] de la mano del imperialismo”, y lo asocia con un debate sostenido entre Altamira y el dirigente del SWP, Alex Callinicos. Altamira hace especial hincapié en todo su texto en tratar de calumniar a las posiciones del SWP británico. Es muy fácil recurrir a la página de este y poder corroborar que esto no es así. 

Pero si Altamira no ha podido sacarse la duda con tan fácil recurso, estaba la respuesta en el mismo documento de convocatoria que multiples organizaciones, entre ellas, el SWP, suscribimos: “Rechazamos los bombardeos y amenazas hacia Yemen e Irán que EEUU e Israel están intensificando”. 

En Irán, en Líbano y en todo el Medio Oriente, más allá de lo que diga Altamira, existe la lucha de clases. No existe solo un “movimiento nacional”. Y la derrota del imperialismo y el sionismo no vendrá de los ayatollas y los mullahs, sino de las obreras, los obreros y los campesinos. Las rebeliones de Líbano en 2021 y de Irán en 2022 fueron procesos de autonomía y lucha de los obreros de esos países, no complots imperialistas. Por eso los revolucionarios los respaldamos. El “eje de la resistencia” que reivindica Altamira en su texto y cita como argumento para censurar la reivindicación de la lucha de clases dentro de los países de Medio Oriente ha tenido una actitud, salvo excepciones, de inacción frente al genocidio en Gaza. Se suma a la complicidad abierta de la mayoría de los gobiernos de la región. La derrota del sionismo y el imperialismo vendrá de la lucha de obreros y explotados, no de los gobiernos burgueses. 

Con esta orientación, proletaria y no campista, los convocantes de Nápoles pudimos reunir, en un Foro contra la represión y persecución política el 26 de abril, a colectivos que organizan a los obreras textiles en Irán en sindicatos y se oponen a la pena de muerte contra sus dirigentes; a quienes sufren la persecución política y sindical bajo la Rusia de Putin; a obreros de las minas de uranio de capital chino en Namibia que sufren fuertes represalias patronales y estatales por impulsar la organización sindical. 

Rechazamos el ultimátum campista de Altamira: o están con el imperialismo o con el régimen islamista de Irán. Nada de esto significa que, como nos quiere adjudicar Altamira, estos distintos Estados reaccionarios jueguen el mismo rol en el escenario internacional. Estamos en contra de la injerencia imperialista, de cualquier ataque de Estados Unidos, estamos por su derrota, y apoyamos, militar y no políticamente a la burguesía de cualquier país explotado que entre en choque directo con el imperialismo. Pero no se puede igualar esto a apoyo político alguno. Estamos con las expresiones de la clase obrera CONTRA estos gobiernos burgueses opresores. Estamos con los reclamos de sus mujeres CONTRA la opresión. No estamos de acuerdo con que se usen estos reclamos excusa para una intervención imperialista. No aceptamos la censura campista a los genuinos reclamos y movimientos de lucha de los obreros y mujeres. 

Como las falsificaciones son muchas, incluso a veces varias por oración, vamos a tener que dejar unas cuantas sin contestar. El texto de Altamira solo ofrece impotencia, arbitrariedad y ensimismamiento sectario. Es un camino que no lleva a ningún lado, solo a su propio ombligo. Como anunciamos desde un primer momento del artículo, aclarados estos asuntos, no vamos a continuar ningún intercambio con Altamira y su grupo al respecto. Las calumnias y el llamado a la pasividad no merecen que prolonguemos ahí nada de nuestra atención.

La orientación de la Conferencia de Nápoles es un camino lleno de desafíos. Reunirá delegados de organizaciones que representan a varios miles de militantes y que, unidos por importantes principios y definiciones políticas, tenemos también diferencias marcadas. Nos proponemos avanzar en la coordinación política, iniciativas y campañas comunes contra la guerra y también en el debate y la clarificación de esas divergencias. Cualquier paso que demos, con aciertos y errores, será más valioso que la autoproclamación, el faccionalismo y la pasividad, que no son exclusivas de Altamira, sino rasgos muy extendidos en la izquierda internacional, que deben ser desterrados para constituir organizaciones que puedan servir a la clase obrera como instrumento revolucionario.

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