El movimiento obrero en la URSS

Reproducido de “Página 12”, 6/6/91


“Gorbachov quería hacerse invitar a la cumbre de los siete en julio para discutir un paquete de medidas dirigidas a poner en marcha, en las mejores condiciones, una verdadera reforma de la economía soviética. Objetivo último: la integración en el mercado mundial. Su decisión de cambiar el sistema económico de la URSS no data de este año.


Pero la experiencia le ha demostrado que podría realizarlo más rápido y de forma más segura si las potencias industriales interesadas por el enorme mercado soviético lo apoyaran de forma considerable. Como ha escrito un economista en Pravda, la URSS podría entonces atravesar el rubicón que la separa del nuevo sistema de forma segura y con un salvavidas sólido sin dar un salto peligroso.


“¿Pero no hay en ello un optimismo un poco forzado? No parece muy fácil que el capital occidental fluya a un país en plena crisis. El Kremlin no tiene solución para los conflictos interétnicos que se enconan. Los drámaticos acontecimientos en la frontera entre Armenia y Azerbaiján lo prueban hasta la evidencia. Pero en las cuatro esquinas del país se incuban otros focos de propagación. Es un obstáculo terrible para la reforma económica.


Exactamente igual que las fallas del sistema de distribución que jamás han producido efectos tan perversos como en la actualidad. Según los expertos americanos, la URSS dispone este año de suficientes productos alimenticios para satisfacer sus necesidades. Ahora bien, la penuria castiga más que nunca y, según las estadísticas oficiales, el aprovisionamiento de carne, por ejemplo, ha bajado el 14 por ciento en Moscú durante el primer trimestre de 1991; el 16 por ciento en Leningrado; el 25 por ciento en Georgia; el 50 por ciento en las repúblicas de Asia, y hasta el 73 por ciento en Armenia. Realmente inexistentes en las tiendas, la carne y otros productos se pueden encontrar en el mercado libre a precios inasequibles para un asalariado incluso bien pagado. ‘¿Por qué pecados padecemos una suerte tan injusta?’, pregunta en el Pravda un obrero de Kuzbas, G. Stepanov. Justo en esta región de Kuzbas (que se encuentra entre las más industrializadas del país), los mineros ya no esperan las respuestas del órgano central del PCUS. La reciente huelga minera ha terminado por apoderarse del país entero de forma muy rápida. En todas partes se han formado comités de huelga para todos los efectos incluso en las fábricas que todavía trabajan normalmente.


Los sindicatos oficiales, al sentir la competencia de los movimientos sindicales independientes, son a menudo los organizadores más activos de estos comités que, sin embargo, les amenazan. No parecen impresionados por el reciente decreto de Gorbachov (aprobado por las repúblicas) que suspende el derecho de huelga en los sectores claves de la economía. Por otra parte, ha sido suficiente que el nuevo sindicato de controladores aéreos amenace con desencadenar una huelga para que el gobierno le haga onerosas concesiones.


“‘Hemos contraído una deuda tan fuerte con nuestros obreros (mal pagados, mal alojados y mal aprovisionados) que, aunque nos arrodilláramos ante ellos durante cinco años, no sería suficiente’, me dijo un alto responsable muy próximo a Gorbachov. Pero los obreros no piden eso. Quieren beneficiarse del paso a la economía de mercado gestionando ellos mismos sus empresas, aunque la palabra autogestión no forme parte de su vocabulario. Piden una mejora de las prestaciones sociales que, en teoría, tienen garantizadas desde hace tiempo. Durante el mitin del 19 de Mayo en la Plaza Roja, los representantes de todos los sindicatos, si bien aceptaban el principio de economía de mercado y de las inversiones occidentales, se reservaban el derecho a veto sobre todo proyecto de privatización o de cambio de estatuto de sus empresas. Esta evolución es muy especial de la URSS. En China nunca ha habido semejante movilización de la base en vísperas de la reforma. En cualquier caso, no más que en Europa del Este.


“Esto no significa que la URSS no vaya a atravesar el rubicón (ya se ha comprometido de sobra a ello), sino que debe hacer frente a un problema de consenso social que no es fácil de solucionar. Gorbachov ha necesitado la participación de Yeltsin para conseguir la vuelta al trabajo en las minas, pero la credibilidad de este último no es inagotable. Resumiendo, el acuerdo en la cumbre entre Gorbachov y las nueve repúblicas crea sólo premisas de un pacto social más amplio que engloba a los sindicatos y a todos los demás ‘interlocutores de la reforma’. Gorbachov ha hablado desde el principio de su voluntad de impedir la acentuación de las desigualdades sociales en la URSS, y debería, por tanto, ser receptivo a las reivindicaciones de una base que no quiere pagar los platos rotos del paso al mercado. ¿Pero ha encontrado el medio de distribuir el costo social de una manera aceptable tanto para los nuevos empresarios como para la gran masa de asalariados? Jugar sólo con la ayuda del ‘tío extranjero’, como dice Pravda, sería un error. Pero según Grigori Yavlinski (refrendado en este aspecto por Gorbachov), sin la participación de este tío, el país irá a la catástrofe. Por tanto, queda por establecer en qué condiciones se puede conceder esta participación y desempeñar un papel realmente determinante. Gorbachov quiere formar parte de la reunión del G-7 para negociarlo y para conseguir de ellos que la ayuda a la URSS se convierta en algo prioritario. Pero, por el momento, los tíos putativos no parecen dispuestos a alterar la agenda de la cumbre de Londres.”

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