Una Historia del trotskismo cubano: Primera parte

A. Las raíces de la Oposición de Izquierda cubana

Afines de los años 20, el comunista más importante del Caribe era Julio Antonio Mella. Como líder estudiantil de izquierda se había destacado como un audaz y activo militante en la Universidad de La Habana a principios de los años 20, y que bajo la influencia de las ideas marxistas tuvo una gran responsabilidad en el acercamiento entre los estudiantes y el movimiento obrero. A mediados de 1925 fue una figura central en la fundación del Partido Comunista de Cuba (PCC), pero fue pronto ‘orzado al exilio luego de un proceso que incluyó su arresto, una huelga de hambre y, posteriormente a su liberación, una garantía de que sería arrestado nuevamente, emitida por las fuerzas del Estado durante la presidencia del general Gerardo Machado. A su paso por Centroamérica fue expulsado tanto de Honduras como de Guatemala, antes de recalar en México, donde pronto se convirtió en miembro del Comité Central del Partido Comunista de México (PCM). Durante su estadía en este país, Mella fue también un miembro dirigente de la Liga Anti-lmperialísta de las Américas (LAA) y de la Liga Nacional Campesina (LNC) de México. Fue en representación de estas organizaciones que Mella asistió al Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo en Bruselas, y luego al Cuarto Congreso de la Internacional Sindical Roja (Profintern) en Moscú, en el año 1927. Fue en ocasión de este último congreso, en marzo de 1927, que Mella conoció a Andrés Nin, quien fue el primer contacto cubano con el trotskismo. De acuerdo a Gálvez Cancino, Nin se volcó al programa de la Oposición de Izquierda y su lucha dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, el Comintern y del Profintern contra la política de colaboración de clases de la dirección centroderechista de Stalin y Bujarín (1).

En 1928 se publicó en México el folleto de Mella ¿Qué es el ARPA? La esencia de su razonamiento era que aunque el proletariado pudiera trabajar con las organizaciones de representantes de la burguesía en la lucha nacional contra el imperialismo, la clave que aseguraría una genuina revolución nacional era la independencia y no la subordinación de la clase obrera ante las otras clases (2). Esta condición crucial, que había sido la crítica central de Trotsky contra la política del Comintern durante la Revolución China de 1925-27 (3), apareció por primera vez en forma explícita en los escritos de Mella en momentos en que el Comintern estaba abandonando la táctica derechista del Segundo Período hacia la línea ultraizquierdista del Tercer Período, en el que adoptó una posición aventurerista, caracterizando al resto de las fuerzas dentro del movimiento obrero como social-fascistas. El viraje de Mella hacia la izquierda, sin embargo, no adoptó este carácter sectario y ultraizquierdista.

Mella se mostró particularmente crítico hacia la política del PCM con respecto a la cuestión sindical. Con Alvaro Obregón, postulado en las elecciones presidenciales mexicanas de 1928, y atacando a la oportunista central obrera reformista, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), Mella consideró que había llegado el momento de que el PCM jugara un rol central en la organización de un nuevo cuerpo sindical que actuara como un polo para atraer a aquellas fuerzas que vinieran de la CROM a medida que los ataques se intensificaban. De acuerdo a Gálvez Cancino, Mella sostuvo enérgicamente que el colapso del sindicalismo ‘amarillo’ debía ser utilizado para dotar al sindicalismo de una base clasista y revolucionaria y a mediados de septiembre de 1928 había logrado finalmente que estas propuestas para la creación de una nueva central sindical, la Confederación Unitaria de México (CSUM), fueran aceptadas por la mayoría del Partido. En esta reunión decisiva, la moción presentada por Mella fue apoyada por el futuro líder trotskista Diego Rivera (4). Sin embargo, la adopción de esta decisión había coincidido con el advenimiento del Tercer Período y con el PCM cambiando de posición, para acatarla línea de construir lo que se convirtió en una relativamente pequeña central sindical ‘roja’.

Los motivos sectarios y ultraizquierdistas del PCM no coincidían con los de Mella, quien consideraba a la unidad de clase en la esfera de los sindicatos, como un objetivo estratégico. Para Mella no era significativo que la mayoría de los trabajadores que se acercaban a una nueva organización no fueran comunistas al momento de afiliarse (5). Sefue volviendo cada vez más crítico hacia el zigzag izquierdista del stalinismo, y gran parte de su actividad política a fines de 1928 estuvo condicionada por lo que veía como la forma sectaria en que el PCM estaba perdiendo la oportunidad de constituir una organización sindical de la clase. Trotsky y la Oposición de Izquierda Internacional desarrollaron esta crítica hacia la táctica stalinista del Tercer Período con respecto a las cuestiones sindicales.

Mella fue asesinado en las calles de Ciudad de México en enero de 1929. En ese momento, el PCM culpó a Machado. Sin embargo, de ahí en más, numerosos autores cuestionaron esta versión, sugiriendo que algunos agentes del Comintern, especialmente Vittorio Vidali, estuvieron profundamente involucrados en el asesinato (7). El motivo citado por algunas de dichas versiones es que Mella sentía alguna simpatía por las ideas de la Oposición de Izquierda, y que fue a causa de estas ‘desviaciones’ que fue asesinado.

Tal como hiciera notar Blackwell, en los momentos que precedieron a su asesinato en 1928, “… Mella había sido acusado de trotskista, y sólo se le permitiría permanecer en la dirección [del PCM] … a condición de que renunciara formalmente a las ideas de la Oposición de Izquierda” (8). Gálvez Cancino ha citado también muchas evidencias aportadas por contemporáneos de Mella que sugieren que sentía un gran respeto por el trotskismo (9). Entre éstas se encuentra la idea de que en el PCM, Mella se encontraba en el centro del círculo que después de su muerte daría origen a la Oposición de Izquierda Mexicana (10). También cita la dedicatoria escrita por Mella en la tapa de una copia del libro La Plataforma de la Oposición de Izquierda para un comunista mexicano. Esta reza: “Para Alberto Martínez con el objeto de rearmar al comunismo. Julio Antonio Mella” (11).

Sin embargo, como Blackwell nos hace notar (12), al serle formulada la pregunta de si, “es trotskista”, Mella renegó de la política y posiciones de la Oposición de Izquierda.

En 1928, en México, Mella fundó también la Asociación Nacional de Nuevos Emigrados Revolucionarios de Cuba (AN ERC), con el objeto de unir a los exiliados cubanos en su lucha por desafiar y confrontar al régimen de Machado. Uno de sus más estrechos colaboradores en este proyecto fue Sandalio Junco, el líder de los obreros negros. De acuerdo a Charles Simeón, ambos se encontraban preparando algún tipo de movimiento opositor en el seno del PCC (13). No obstante, sería Junco quien fundaría el verdadero movimiento trotskista cubano.

Sandalio Junco, un panadero de la provincia de Matanzas, fue un líder genuino de los negros y trabajadores en Cuba, que sería asesinado finalmente por los stalinistas en Cuba (14). En diciembre de 1920 participó en la fundación de la Federación Obrera de La Habana (FOH) (15), primera organización sindical regional en Cuba capaz de unir a los trabajadores de distintos oficios e industrias. Junco se unió al PCC en 1926 ó 1927 (16) y se convirtió en el secretario internacional de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), la primera central obrera cubana de alcance nacional. Cumpliendo esta función, viajó a Montevideo en abril de 1928 para la reunión del Comité Preparatorio de la Primera Conferencia Sindical Latinoamericana. De acuerdo a Charles Simeón, tuvo mucha publicidad, lo que motivó que le fuera imposible regresar a Cuba en ese momento (17).

Como resultado de esto, viajó a México para unirse al resto de los exiliados cubanos. En junio de 1929 representó una vez más a la CNOC en la Primera Conferencia Sindical Latinoamericana que se llevó a cabo en Buenos Aires (18). Por un período ocupó también el puesto de “secretario del Secretariado Caribeño del RILU”(19). De vuelta en México, Junco estuvo entre los numerosos exiliados comunistas extranjeros que fueron expulsados a principios del año 30 durante la campaña contra el PCM iniciada por el gobierno de Emilio Portes Gil (20). Finalmente , lograría llegar a Moscú, donde se enfrentaría a las autoridades del movimiento Comunista.

La historia, tal como está recogida en las Obras de León Trotsky, cuenta que Junco “fue ganado a la Oposición de Izquierda en el curso de un viaje a Moscú por el propio Andrés Nin, quien era en ese entonces secretario de la Internacional Sindical Roja. Una versión no verifica refiere, por otra parte, que apenas fue convencido propuso aprovechar una recepción oficial para interpelar violentamente a Stalin a propósito de las persecuciones contra Trotsky y sus camaradas” (21). Alonso Avila repite lo mismo acerca de la iniciación de Junco en el trotskismo: corrió la versión de que Sandalio había tenido una conversación muy desagradable en su entrevista con Stalin, cuando estuvo en la Unión Soviética, a consecuencia de haber expresado sus simpatías por los puntos de vista de Trots-ky”(22). Alonso Avila duda, sin embargo, de la veracidad de esta ‘versión’que involucra a Stalin, aun cuando afirma que ya en Cuba, luego de su regreso de la URSS, Junco evidenció una marcada inclinación hacia la política anti-stalinista del trotskismo (23).

De hecho, esta versión que incluye una confrontación personal con Stalin es la razón citada por Eusebio Mujal para explicar el porqué de la expulsión de Junco del Partido. Mujal afirma que Junco denunció a Stalin en su propia cara como un “traidor al movimiento de la clase obrera mundial (24). Thomas describió cómo “Junco fue abandonado entonces sin documentos ni dinero en Hamburgo, pero no asesinado, dado que Stalin no quería en ese momento verse envuelto en cuestiones raciales”(25). De todas maneras, la versión oficial, de acuerdo a Blasier, es que Junco fue expulsado del Partido en 1930 luego de que se lo acusara de sostener equivocadamente que la revolución en los Estados Unidos era un prerrequisito para el triunfo de la revolución en Cuba.”(26) Goldenberg describe la expulsión de Junco en los siguientes términos: “[en] respuesta a … una carta y a directivas del Bureau del Caribe del Comintern, el Partido Cubano en noviembre de 1930 llevó a cabo un viraje en su política, acompañado por una ‘purga’ en la cual numerosos miembros prominentes, entre ellos Sandalio Junco, fueron expulsados de sus filas”(27).

Aunque Junco fue el primer miembro del PCC en ser expulsado en un movimiento contra la influencia trotskista, a poco de su retomo de la Unión Soviética, otros lo seguirían. De acuerdo a García Montes y Alonso Avila (28,) Luis Busquet, Marcos García Villarreal y Roberto Fontanillas se encontraban entre los acusados de ser trotskistas que fueron expulsados del Partido en ese momento.

Con el PCC fundado recién en 1925 y admitido en el Comintern sólo en 1928, no pudo desenvolver un proceso de aprendizaje para desarrollar un programa en tiempos de feroces conflictos nacionales e internacionales. Además, tuvieron que trabajar clandestinamente durante gran parte del período de Machado con lo que no hubo una real facción u oposición a la por entonces ya stalinista dirección del PCC. Como Blasier sostuvo, “…el impacto inicial del conflicto Stalinista-Trotskista en el Comintern ha sido disipado antes de que alcanzara a influenciar significativamente en el partido”(29).

Sin embargo, cuando Junco volvió a Cuba en 1932, inmediatamente empezó a trabajar criticando la posición del PCC. De acuerdo a Simeón (30), Junco “escribió un memorándum dirigido a la Internacional Comunista, objetando sus análisis de la situación cubana. Sostuvo que no había ninguna alianza con una tradicional oligarquía terrateniente, desde fue destruida en la Primera Guerra de la Independencia de 1868 a 1878. También llamó la atención del Comintern acerca del tamaño e importancia de la clase media cubana, notando que no era la tradicional clase media europea sino una constituida por la burocracia (estatal). Recalcó su importancia en la revolución cubana, y su tendencia a recurrir a la violencia y aún a los métodos terroristas. “Este memorándum, sin embargo, no tuvo ningún efecto en el Comintern y con su expulsión, él se encaminó hacia la construcción de un grupo de Oposición de Izquierda Comunista. Primero tomó el nombre de Oposición Comunista, antes de convertirse en el Partido Bolchevique Leninista (PBL) el 14 de septiembre de 1933 (31).

En resumen, como The Militant afirmó a mediados de 1934, “en Cuba en el verano de 1933 sólo había dos serias organizaciones políticas trabajando entre las fuerzas de clase: el Partido Comunista (stalinista) y el Bolchevique-Leninista… (El grupo trotskista cubano) tenía menos de dos años, y para ese tiempo, todavía adhería a la orientación de reformar al Cl (Comintern) y al PC de Cuba, y era comparativamente una organización pequeña. Su mayor fuerza descansaba en sus conexiones con el movimiento sindical. Contaba con una influencia casi decisiva en la Federación de Trabajo de La Habana, compuesta por treinta sindicatos en los cuales también tenían influencia los anarcosindicalistas” (32).

En el documento Programa del Partido Bolchevique Leninista, escrito en octubre de 1933, el PBL declaró que incluía, en sus orígenes una completa revisión de los falsos métodos empleados por los distintos Partidos Comunistas, así como el Comintern (33). Respecto al tratamiento que sus miembros y argumentos recibieron desde el PCC, el PBL, en el mismo documento, escribió que “la dirección del Partido Comunista movilizó todo su aparato burocrático; nos insultó diariamente; desnaturalizó nuestras tesis; cubrió de infamias nuestros documentos. La burocracia, que es incapaz de conducir la revolución, ha demostrado sus inmensas cualidades de falsificaciones y deslealtades. Desde la delación cínica a los cuerpos policíacos, hasta el asalto armado a nuestros locales, recorrió el stalinismo todo el sendero de las cobardías y las bajezas” (34).

Aparte de Junco, otros miembros de este grupo oposicionista eran Gustavo Fraga Jacomino (35), Urbano Armesto, Luis M. Busquets, Roberto Fontanillas, Marcos García Villarreal, Joaquín Grassó, Carlos Gonzáles Palacios, Armando Hado, Carlos Padrón, Fermín Sánchez (36), así como Eusebio Mujal y Charles Simeón. Aunque el Programa del Partido Bolchevique Leninista afirmó, sin ambigüedad que sus miembros procedían de las filas del PCC (37), las raíces políticas de estos dos últimos camaradas, o sea, Mujal y Simeón, en muchas formas describe y define la composición programática del trotskismo cubano.

De acuerdo con Simeón, Eusebio Mujal fue más un maurinísta, o sea, un seguidor de la línea política de Joaquín Maurín, que un trotskista (38). Maurín fue el líder de la Federación Catalana, también conocida como el Bloque Obrero y Campesino, el cual estaba por fusionarse con la antigua Oposición de Izquierda Española, conducida por Andrés Nin para crear el Partido Obrero de Unificación Marxista (POU M) (39), en 1935. Su Federación Catalana es sencialmente un ala derecha, división del Partido Comunista Español, que había mantenido silencio frente a la política derechista del Partido a mediados de los ’20, y mientras estaba ampliamente a favor del desarrollo de frentes populares de izquierda, era severamente crítico de los excesos ultra-izquierdistas sectarios de la táctica del Tercer Período seguidas a fines de la década del ’20 y principios de la del ’30. Los trotskistas consideraban a esta corriente maurinista como ocupando la “línea divisoria de la extrema izquierda de la pequeña burguesía”(40). La trayectoria y el divisionismo derechista de Mujal lo condujeron posteriormente a convertirse en un líder sindical, primero al servicio de los ‘auténticos’ y después de Batista (41).

En forma similar, el mismo Simeón llegó al PBL de la pequeña burguesía de izquierda, arraigada en el medio estudiantil. Fue miembro del Ala Izquierda Estudiantil, grupo de estudiantes controlado por el PCC que se había dividido del Directorio Estudiantil Universitario (42) en 1931. Criticaban al Directorio por ser sólo anti-Machado y no ser antiimperialista. Sin embargo, cuando el viraje ultra-izquierdista, y sectario del Comintern estaba en pleno apogeo, en 1933, fue el frente único lo que se transformó en el semillero de la controversia dentro de la misma Ala izquierda Estudiantil (43).

Fue en este punto que Simeón discutió con el partido y tomó contacto con Junco (44). Alonso Avila había opinado que los trotskistas eran principalmente rebeldes radicales; desde los ’20 quienes siempre se habían rebelado contra la disciplina del Partido, por sobre todo la que fue impuesta como resultado del Sexto Congreso del Comintern en 1928 (45). De nuevo, entonces, aunque el componente estudiantil iba hacia la Oposición Comunista y el PBL en oposición a la política ultra-izquierdista del PCC, ellos, centralmente, no habían desarrollado una crítica a la antigua posición del Segundo Período del Comintern de formar bloques antiimperialistas con los partidos de la burguesía nacional como el Kuomintang en China. Fue esta tendencia de compromiso con la pequeña burguesía nacional la que definió sus trabajos y desarrollos a través de la década del ’30.

B. Los primeros tiempos del trotskismo cubano

Juan Ramón Breá, un militante cubano en España en 1932-1933, quien en palabras de Simeón estimuló la influencia trotskista en la Oposición Comunista cubana, enviando literatura trotskista a Cuba. De particular importancia fue la revista Comunismo, publicada por Juan Andrade y Andrés Nin (46). En marzo de 1933, el grupo de Oposición Comunista cubana hizo entonces su primer contacto colectivo con la Oposición de Izquierda de Europa, con una carta a Nin en España. Esta carta indicó que una oposición existía dentro del PCC, pero reconocía que, aunque ellos fundamentalmente discrepaban con la línea del Partido, la Oposición no se expresaba por medio de una corriente homogénea. Afirmaba, “quizás en España se ignora aun el hecho de que en Cuba ha surgido una Oposición Comunista, en las filas del Partido. Esta Oposición, no es, no puede ser, exclusivamente nacional. Las cuestiones planteadas por nosotros a la dirección del Partido Cubano y de la Internacional Comunista, están fundamentalmente, contra la línea teórica y práctica de estos señores en materia colonial. Ahora bien: en lo que a la línea internacional de nuestra Oposición se refiere, es justo que digamos que no existe aún perfecta unidad. De ahí, el que nosotros nos dirijamos a ustedes solicitando el envío de materiales editados por la Oposición Comunista española, e Internacional. Con ello echaremos las bases para desarrollar ulteriormente nuestro movimiento”(47).

La Oposición Española envió una carta a la Oposición de Izquierda Internacional (Bolchevique- Leninista) en París, que, en el subsiguiente intercambio, inicialmente respondió a los cubanos declarando que “Estamos seguros que a esta altura, nuestros compañeros españoles les habrán enviado al menos una parte de nuestra literatura editada en español. En todo caso nos ocuparemos de solicitárselos”.

El secretariado general de la Oposición Comunista Cubana a su tumo, respondió a este primer contacto internacional organizado, informando a la sección francesa de la Oposición Internacional de Izquierda que ellos no habían recibido ninguno de los materiales requeridos ni en francés ni en español. Ellos también pidieron una urgente consideración a su propuesta para establecer vínculos a los que consideraban de vital importancia para su movimiento (49). La urgencia de este requerimiento, ellos la sostenían describiendo su aislamiento de las luchas teóricas que se venían dando a nivel internacional después de su expulsión del PCC. Los cubanos oposicionistas escribieron: “Al momento vivimos casi sin relaciones con la situación internacional del movimiento obrero comunista europeo. Nuestra exclusión de las filas del partido oficial de Cuba, nos ha dejado apartados de las directivas de la Internacional Comunista para estos pueblos, que son enviadas exclusivamente a los miembros activos del partido. Nuestro material de información y teórico es muy pobre e incompleto. En estos días hemos recibido las resoluciones del C. E. de la Internacional sobre el problema alemán, en la traducción de la Correspondencia Internacional del mes de abril.

Sin embargo, en esta misma carta y con referencia a su trabajo político en Cuba, la Oposición Comunista Cubana era decididamente positiva en la evaluación de sus intervenciones. El balance que hicieron para sí mismo será el siguiente: “En Cuba atravesamos un momento de lucha política aguda. Intensificación de la lucha en ciertos medios proletarios y una franca liquidación de la dictadura gobernante. El imperialismo norteamericano busca fórmulas de acuerdo entre las fracciones burguesas y pequeño burguesas en lucha. El movimiento comunista es muy débil y el proletariado industrial también. El partido oficial, arrumado por los sectarios que lo dirigen, no sabe qué hacer con las frases aprendidas de los manuales de instrucción de uso internacional. La Oposición Comunista en un año, agrupó a su alrededor a casi toda la base proletaria del partido y esta cada día más en contacto con el trabajo de masas. Tenemos que reconocer que no tenemos el control y la influencia deseadas pero trabajamos sin desmayo con ese fin, sin desconocer las dificultades que enfrentamos, especialmente del círculo conspirado en el que operamos. De todos modos, la región agraria más importante de Cuba, el Oriente, está bajo nuestro control. En el último mes hemos conducido victoriosamente tres huelgas en la zona de Guantánamo. Es universalmente conocido el terror que el imperialismo americano ejerce en las plantaciones de azúcar, con lo que puede comprenderse la significación de nuestra huelga. Por otra parte, la mayoría de los sindicatos de La Habana, están ya bajo nuestra influencia. En resumen, podemos asegurar que luchamos sin tregua por la conquista de las masas”.

Los Oposicionistas cubanos terminaron esta carta con un llamado a la unidad de todos los grupos de América Latina de la Oposición de Izquierda y la organización de la Oposición de Izquierda Internacional. Incluyeron una copia de un folleto, En el camino de la Revolución, el cual era un resumen de las tácticas que ellos defendían, y también prometían enviar una copia del programa de la Oposición Cubana tan rápido como esto fuera acordado (52).

Esta serie de contactos internacionales fue continuada posteriormente con una respuesta del Secretariado Internacional (53) de la Oposición de Izquierda Internacional Bolchevique-Leninista en junio de 1933. Esta correspondencia, dirigida a la Oposición de Izquierda Comunista (54), tomaba nota de la queja de los Oposicionistas cubanos, de que no habían recibido ninguna literatura en francés ni en español y prometía asegurar el despacho de futuro material, aunque ellos sólo garantizaban que fuera enviado el material francés. Como ellos escribieron: “Nosotros podemos, por lo tanto, asegurar solamente el envío de material en francés, porque en español no hay nada más que la revista Comunismo, que aparece en Madrid, y que no sale regularmente”. Esta explicación de la incapacidad del Secretariado Internacional de asegurar el envió de ediciones de Comunismo a los Oposicionistas cubanos estaba quizá lejos de ser completa.

Se ha afirmado que la Oposición de Izquierda Española dirigida por Nin y Andrade y, en particular, su periódico Comunismo ejercieron una real influencia en los círculos de Oposición de América Latina. El líder trotskista argentino Héctor Raurich, conocido como Reinaldo Frigerio, y Antonio Gallo, conocido como Antonio Ontiveros, son dos ejemplos citados de notables líderes latinoamericanos que fueron ganados a la Oposición de Izquierda cuando estudiaban en España. El joven maestro mexicano Octavio Fernández también hizo contacto con la Oposición de Izquierda Internacional después de haber leído una edición de Comunismo (56). Sin embargo, a mediados de 1933, las relaciones entre Nin y los Oposicionistas españoles dentro de la Izquierda Comunista de España (ICE) por un lado, y el Secretariado Internacional del ILO en París y Trotsky mismo, por el otro fueron en todo momento bajas. Afines de 1933, los trotskistas franceses y alemanes hablaron de la carencia en la ICE de un programa concreto para la revolución española. El Secretariado Internacional hizo críticas similares y entonces en la Pre-Conferencia del ILO en febrero de 1933 (57), condenaron al ICE por ser la cola del nacionalista pequeño burgués y charlatán de Maurin y estar a favor de participar de las elecciones parlamentarias de una manera contraria a la impulsada por el ILO. Las relaciones declinaron aún más cuando el ICE sucesivamente criticó algunas de las decisiones de esta Pre-Conferencia (58). De acuerdo a Durgan, “inmediatamente después de la Pre-Conferencia, el Secretariado Internacional inició una campaña contra Nin y la dirección del ICE” (59). En abril de 1933 Trotsky mismo hizo una apelación directa a los miembros del ICE, acusando a su dirección de tener apenas alguna posición correcta en serias cuestiones de los tres años previos (60). En agosto de 1933 las relaciones entre la dirección del ICE y las organizaciones internacionales se habían deteriorado hasta el punto que Trotsky escribía acerca de “los peligros y falsedades” de la política de Nin y “toda una serie de errores que habían impedido a la Oposición de Izquierda Española que ganar el lugar que se le abría por las condiciones de la Revolución Española” (61). Con especifica referencia a la influencia sobre los Oposicionistas de América Latina de la revista Comunismo, y las diferencias abiertas entre el ILO con el ICE Trotsky reconoció que “Los éxitos en América del Sur son muy satisfactorios, pero no podemos olvidar que la mayoría utiliza la literatura española. Debemos prestar particular atención a todas nuestras secciones sudamericanas sobre nuestras divergencias con la sección española. Sería bueno enviarles en español mi correspondencia con Nin y al menos dos cartas tratando la cuestión española” (62).

En la carta del 29 de junio de 1933, el Secretariado Internacional del ILO también hizo una referencia indirecta de su orientación frente a varios Partidos Comunistas y el Comintern, que había estado experimentando algunas revisiones desde que Hitler había consolidado su posición en Alemania, sin tener que enfrentar una respuesta combativa del Partido Comunista Alemán (KPD). Este problema del grado de independencia política a ser mantenida en relación con el Partido Comunista oficial había sido un hueso duro de roer entre el Secretariado Internacional del ILO y el ICE, con los Oposicionistas españoles abogando por una línea más independiente mucho antes que los eventos en Alemania empujaran al ILO a cambiar definitivamente su posición en agosto de 1933 (63). En la carta, el Secretariado Internacional describía que “Es particularmente importante el hecho de que ya hayan dirigido huelgas después de vuestra constitución en Oposición de Izquierda. Eso demuestra que ustedes tomaron rápidamente el buen camino para ir hacia y ganar a las masas. Aunque no seamos más que una fracción del Partido, no debemos temer dirigirnos abiertamente a las masas en situaciones concretas determinadas. Todo formulismo en ese campo sería funesto para el desarrollo de nuestra organización (64).

En otros punto sustantivos el Secretariado Internacional se refería al folleto En el camino de la Revolución, declarando que les daba unas indicaciones teniendo en cuenta los considerables esfuerzos realizados por la Oposición Cubana para que se den “una plataforma en el terreno nacional en conformidad con los principios generales de la Oposición de Izquierda” (65).

La organización internacional prometió además dedicar sus mejores esfuerzos a un completo y adecuado estudio de los problemas Latino-américanos aunque ellos dudaban de su capacidad para poder hacerlo en ese preciso momento.

Sin embargo le preguntaron al grupo cubano si le gustaría ser puesto en contacto con otras secciones o grupos en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, etc., y de esa forma poder comparar directamente sus experiencias (66). De hecho, la primera sección de la organización trotskista internacional en mencionar al grupo Oposicionista cubano fue la norteamericana Liga Comunista de América. James P. Cannon, en su carácter de secretario, escribió el 25 de septiembre de 1933 al Secretariado Internacional en los siguientes términos: “En las recientes minutas del Secretariado que hemos visto, hubo una referencia a una sección de la Oposición de Izquierda de Cuba. Hasta ahora no fuimos capaces de establecer una conexión directa con ellos. Ya que en el presente desarrollo esto es muy importante, les pedimos que nos manden información si es que la tienen. Y también que le pidan a los camaradas cubanos que se pongan en contacto con nosotros. Les podríamos dar alguna asistencia” (67).

Aparte de la mención en la minuta del Secretariado y el “presente desarrollo” en Cuba, de situación revolucionaria que ha derribado del poder al dictador cubano, general Gerardo Machado, y conducido a la inauguración del gobierno nacionalista de izquierda de Ramón Grau San Martín, esta solicitud de la Liga Comunista de América fue también impulsada por un ataque a la Oposición Cubana en una edición de la época de la revista stalinista norteamericana Comunista. En palabras de Cannon, la Liga Comunista de América “… careció de material con el cual responder” (68).

Durante el comienzo de la década del ’30, el Partido Comunista inició una intensa agitación sobre los trabajadores azucareros. Esto culminó en diciembre de 1932 con la formación del Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA), la primera organización nacional que unía a los obreros de la principal industria cubana (69). Un importante elemento orientador de este proceso fue la contribución de Junco. Como Zeitlin había escrito, “manifestaciones masivas y huelgas en Matanzas y Santa Clara conducidas por Sandalio Junco, expulsado del Partido Comunista por trotskista; su formación del sindicato azucarero en Manzanillo, Oriente, fueron fases importantes de la batalla precursoras a la fundación del SNOIA (70).

En La Habana, los trotskistas también trabajaban en el centro sindical Federación Obrera de La Habana (FOH) y desde allí lanzaban sus ataques verbales a la política del PCC que dominaba la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) (71). Fue esta intervención en el movimiento sindical la que habría de proveer las bases para la intervención de la Oposición Comunista y por lo tanto al rol del Partido Bolchevique-Leninista en la caída de Machado y en subsiguiente período revolucionario de 1933-35.

C. El Partido Bolchevique-Leninista en el período revolucionario de 1933-35

Durante la presidencia del general Machado, desde 1925 a 1933, él creyó que sólo una mano fuerte podía salvar a Cuba, y nunca vaciló en usar los métodos más violentos cada vez que la oposición se atravesaba en su camino. Con el ‘crack’ de Wall Street, sin embargo, en octubre de 1929, y el colapso del mercado norteamericano para el azúcar cubana, la isla fue arrastrada a una crisis económica. El balance de fuerzas en Cuba fue drásticamente alterado. Los salarios cayeron y la desocupación aumentó. La popularidad de Machado se deterioró y esto alentó a la oposición a desafiar abiertamente su régimen. Una brutal represión fue montada pero no fue suficiente para destruir a la oposición (72). A principios de 1933, los trabajadores de la central azucarera de Nazábal tomaron la fábrica, acciones de este tipo se repetían muchas veces a lo largo de ese período. En abril de 1933 la situación de toda la nación se había convertido en crítica y los Estados Unidos enviaron un embajador especial en un intento de negociar una paz social.

Sin embargo, como Rosalio Negrete (74) informó en The Militant del 27 de mayo de 1933, incluso elementos del ejército y de la policía estaban indecisos en su apoyo a Machado. Escribió: “recientes despachos de la provincia de Oriente reportan serias deserciones en las guarniciones de numerosas ciudades pequeñas” (75). Negrete sostenía que las quiebras en ejército parecen “ser inspiradas por el sector de las fuerzas armadas anti-Machado el cual es favorable a una intervención americana (sic)” (76). Afirmó más adelante que “los principales líderes de la Junta de Oposición, en la cual estaban representadas la mayoría de las camarillas burguesas y de la pequeña burguesía, eran opuestos a intervenir en ese momento, ya que eso podría interferir con su propio plan para distribuirse los puestos políticos y las ventajas económicas entre ellos mismos” (77). Señalando el probable desenvolvimiento de la lucha en Cuba, Negrete concluye que “sería ingenuo esperar cualquier acción decisiva del proletariado en la presente coyuntura, pero es cierto que el derrocamiento de Machado podría ser inmediatamente seguido por agudas luchas entre diversos sectores de la burguesía nacional y los intereses imperialistas contrapuestos” (78).

Contrariando este pronóstico, sin embargo, la clase trabajadora tomó la iniciativa, cuando un movimiento huelguista comenzó en La Habana el 2 de julio y se desarrolló rápidamente hacia una huelga general, cortando las comunicaciones por toda Cuba. El embajador norteamericano, Summer Welles, cambió su táctica al pedirle a Machado que acorte su período en el gobierno un año. Su utilidad era ahora limitada para los norteamericanos (79). Bajo la dirección de la FOH y de la CNOC, la huelga se había sostenido más allá de los límites económicos y se había transformado en un movimiento político directo contra el régimen de Machado (80). Como ha escrito Pérez Jr., “la huelga del transporte en la capital se extendió a otros sectores y en un plazo de días todo el movimiento económico se detuvo. A fines de la primera semana de agosto, la huelga general había adquirido la dimensión de una ofensiva revolucionaria y Welles y Machado habían contraído un adversario más formidable que los amenazaba con barrer a un lado, tanto al régimen de Machado como la hegemonía de Estados Unidos” (81).

Machado, tomando pasos para debilitar la ofensiva de la clase trabajadora, ofreció a la dirección stalinista de la CNOC, la legalidad para el PCC y el reconocimiento para la CNOC a cambio de su apoyo al levantamiento de la huelga. La dirección de la CNOC concedió el retomo al orden laboral (82), pero encontró la oposición de la FOH, dominada por el trotskismo y su llamado ignorado por las masas. La huelga continuó victoriosa hasta el 12 de agosto, cuando Machado huyó del país. Los trabajadores en La Habana retornaron al trabajo y un gobierno conducido por Carlos Manuel de Céspedes emergió de la oscuridad política. La ruptura de la ley y el orden, sin embargo, continuó con los mazazos de la justicia revolucionaria aplicada a los oficiales sospechosos de machadistas (83). Negrete, escribiendo en The Militant, advirtió que “José Magrinat, quien fue enviado a México por Machado en enero de 1929 para asesinar al camarada Julio Antonio Mella, no tuvo ni siquiera tiempo para escurrirse por su agujero como una rata” (84). Después, a fines de agosto y en septiembre, una serie de huelgas espontáneas en la industria azucarera alcanzó el punto en el que una parte sustancial de los medios de producción de la principal industria de la isla estaban bajo el control de los comités de huelga. La Revolución era todavía una posibilidad. Como Zeitlin notó, “el primer molino azucarero fue tomado por los obreros en Punta Alegre en Camagüey el 21 de agosto, y en un mes, 36 molinos estaban bajo control obrero. ‘Soviets’ de obreros, campesinos y soldados fueron organizados en Mabay, Jaronu, Senado, Santa Lucía y otras centrales, con control extendido al sistema central de ferrocarriles, puertos y ciudades lindantes y áreas de agricultura en partes de Santa Clara, Camagüey y provincias de Oriente. El movimiento incluyó a casi todos los molinos y zonas azucareras, extendiéndose inclusive a las zonas más remotas. En algunos lugares la bandera roja fue izada, inclusive en varias ferrovías terminales. Las huelgas y tomas de molinos estallaron tan rápido que fue difícil para los comunistas enviar organizadores capaces de orientar y dirigir el movimiento en cada lugar. Ellos mismos fueron tomados por sorpresa por la profundidad de la ofensiva de los obreros azucareros. Las huelgas y tomas estaban, no obstante, mayormente dirigidas por los comunistas. Los comités de huelga supeditados al SNOIA fueron creados en todos los lugares para dirigir la lucha” (85).

Sin embargo, el fin del gobierno de Céspedes vino bajo la forma de la Revuelta de los Sargentos el 4 de septiembre de 1933. La intervención del Directorio Estudiantil Universitario transformó una protesta armada en una revolución política. Bajo la dirección política de los estudiantes, un directorio de cinco hombres formó un nuevo gobierno, que le abrió el camino a Ramón Grau San Martín, la elección del estudiantado radical para presidente. En el día de inicio de su presidencia, Grau unilateralmente proclamó la abrogación de la enmienda Platt y seguidamente nuevas reformas. Sin embargo, el clamor por más y profundos cambios sociales continuó. Milicias obreras fueron formadas y en algunas instancias entablaron combate con las unidades armadas. En todo este período los Estados Unidos rehusaron reconocer la administración de Grau y veían en Batista, el Iíder de la Revuelta de los Sargentos, como la única figura en Cuba que representaba autoridad (86).

Fue en esta coyuntura que John G. Wright, escribiendo un artículo de discusión en The Militant argumentó que es suicida hablar de la inmediata toma del poder. En el período inmediatamente anterior, debe ser librada una batalla defensiva. Una seria decisión de empezar una sistemática y regular lucha está en vías de desarrollo en una considerable masa de trabajadores. Pero primero que todo, ésta debe existir en las filas de la vanguardia revolucionaria. Faltando esta condición es imposible proceder a una directa organización de Soviets. En la medida en que esta condición no exista, la directa realización de Soviets no debe ser promovida. La consigna no es insurrección, sino ¡Defensa Nacional Revolucionaria! ¡ ¡Autodeterminación para Cuba!! ¡ ¡Abajo con la enmienda Platt”.

“…La vanguardia debe liderar el reclamo de la inmediata convocatoria de la Asamblea Constituyente. Las masas deben movilizarse bajo las banderas de las demandas de transición. Al mismo tiempo, con estas consignas democráticas (¡Libertad de expresión!, ¡Libertad de prensa!, ¡Libertad de asamblea!, etc.) se debe agitar ampliamente la consigna de la nacionalización…

“… Pero primero y principal, la vanguardia debe organizar el frente único contra el imperialismo Americano (sic);

“y en este frente único deben ser incluidas no sólo todas las organizaciones obreras sino todas y cada una de las secciones de la pequeña burguesía que estén deseosas y dispuestas para pelear en contra del enemigo común” (87).

La posición de Wright se contrapone en muchas cuestiones con un artículo anterior de The Militant. A mediados de septiembre de 1933, se había argumentado que “los campesinos y trabajadores cubanos, sin embargo, pueden confiar sólo en su propia fuerza, en sus propios organismos populares de lucha, en los Soviets. En este aspecto, no tenemos nada en común con la concepción stalinista de que los Soviets sólo deben ser organizados en el momento de la insurrección proletaria. Eso sólo conduciría, como fue trágicamente demostrado por la política stalinista en China, al fracaso de organizar Soviets en el momento, como centro revolucionario e instrumento obrero y campesino, o si no para caricaturizar los Soviets después que la revolución ha retrocedido” (88).

En efecto, Trotsky mismo respondió a la declaración de Wright contra la formación de los Soviets y en favor de la formación de un frente único con los elementos progresivos de la pequeña burguesía, alrededor de la consigna de defensa de la revolución nacional, en una carta del 21 de noviembre de 1933. Trotsky escribió, “en tu artículo sobre Cuba, es correcto, por supuesto, que nosotros no podemos proponernos a la conquista del poder como una tarea inmediata, si la mayoría de la pequeña burguesía rural y urbana no nos sigue. Esto sólo puede ser logrado con una directa y abierta batalla en contra de la burguesía ‘nacional’ y los líderes oportunistas de la pequeña burguesía. Yo no entiendo, sin embargo, por qué te declarás en contra de la creación de los Soviets u organismos muy similares a los Soviets. Los Soviets son los organismos de la conquista del poder sólo en un análisis final. En general, los Soviets en condiciones revolucionarias, constituyen la organización básica de lucha del proletariado y los sectores que lo acompañan. Rechazar la creación de los Soviets sólo es posible en la eventualidad de que condiciones externas insuperables lo impidan. Pero ésas no son ni pueden ser consideraciones tácticas que lleven a que los socialistas revolucionarios rechacen la consigna de Soviets, en condiciones en que su creación es totalmente posible” (89).

Con todo, la caída del gobierno de Grau San Martín se produjo en enero de 1934, después de que fue demasiado lejos con sus reformas ordenando el embargo de las plantas propiedad de Estados Unidos. Batista trasladó su apoyo armado desde Grau hacia Carlos Mendieta y en cinco días los Estados Unidos habían reconocido al nuevo gobierno (90).

Durante este período, que había visto al gobierno de Grau San Martín llegar e irse el PCC era la organización dominante dentro del movimiento de la clase trabajadora, aunque “las influencias del Partido eran más débiles en Camagüey, donde la huelga azucarera había sido principalmente conducida por los anarco-sindicalistas y trotskistas… y en la Federación Obrera de La Habana, donde los trotskistas eran dominantes” (91). Este período también vio a los trotskistas cubanos de la Oposición Comunista formar un partido independiente, el Partido Bolchevique-Leninista. Una nota al pie de página en las obras de León Trotsky, informa que sus miembros son un millar. (92) El PBLfue oficialmente constituido el 14 de septiembre de 1933, en una asamblea de “delegados de las secciones y núcleos de la Oposición Comunista de Cuba” (93) y las 64 páginas del programa del Partido fueron preparada por el Buró político del Partido y sometidas a discusión en los encuentros plenarios nacionales, mantenidos en La Habana el 27 y 28 de octubre (94). Sin embargo, el documento sólo se dio a conocer después de tres meses (95). Lo que fue publicado y distribuido por el Partido en el momento de la formación del PBL fue un manifiesto mucho más corto, conteniendo “una declaración inicial de principios definidos y claros” (96). El texto completo fue reproducido en inglés en The Militant del 18 de noviembre de 1933 bajo, el título de “A los trabajadores y los campesinos cubanos: Manifiesto del partido Bolchevique-Leninista de Cuba”.

En el manifiesto el PBL anunciaba que el “… partido emerge después de una larga y dificultosa lucha de más de un año, no vacila en declarar abiertamente ante todos los trabajadores, que surge de la cuna misma del Partido Comunista de Cuba y que es históricamente la negación del mismo” (97). Criticando la falta de un partido revolucionario hasta el momento de su propia formación, el PBL, de forma bastante objetiva, explicó su nacimiento en tal situación revolucionaria. Argumentaron que “sin tener en cuenta nuestros deseos, una vanguardia obrera revolucionaria puede sólo ser organizada en ciertas coyunturas históricas. En períodos de grandes luchas revolucionarias, el flujo y reflujo del movimiento de las masas automáticamente produce los medios necesarios para llevar a cabo exitosamente la creación de un nuevo partido” (98).

Refiriéndose a la Revolución de los Sargentos del 4 de septiembre, el PBL sostenía que esta “revuelta de suboficiales y soldados del ejército abrió una nueva etapa en el proceso revolucionario en Cuba. Esta rebelión confirmó completamente nuestra correcta línea política, en la cual afirmamos, siempre desde marzo de 1933, que la caída de Machado provocaría choques entre el ala de la burguesía reaccionaria de la Oposición y los variados elementos de la pequeña burguesía. La teoría sostenida por los líderes del Partido Comunista bastantes meses atrás (mayo de 1933), de que existía una abierta radicalización de las masas, que “obligaba a las fuerzas de la contra-revolución a unirse”, ha caído por el piso destrozada por la realidad de la situación” (99). Sin notar la militancia espontánea de los trabajadores, de y alrededor de la central azucarera, que ha conducido a las ocupaciones y a la formación de organizaciones de tipo casi soviético, el manifiesto del PBL continúa: “se dice que existe una abierta radicalización de las masas al mismo tiempo que tiene lugar un levantamiento de los cuadros y bases del ejército, y este levantamiento eleva a los elementos de la pequeña burguesía del Directorio Estudiantil al poder” (100).

El análisis del PBL de la situación fue que la pequeña burguesía había tomado el poder político y que “frente a la violenta ruptura de la pequeña burguesía con las reaccionarias fuerzas de ‘mediación’, esta teniendo lugar un reagrupa-miento de las fuerzas de la burguesía y la pequeña burguesía en la lucha por conquistar el poder” (101). Para el PBL, “el imperialismo yanqui… apoya abiertamente la formación de un frente contra-revolucionario conducido por el ABC y Menocal” (102), mientras que en su opinión, “bajo la presión del imperialismo, el gobierno de Grau San Martín sucesivamente se agita, gesticula, amenaza, concede, pero no conduce firmemente el directo y fundamental ataque en contra de la intervención yanqui” (103). Para el PBL, “sólo una posición de clase verdaderamente independiente puede salvar al proletariado de la derrota”, de modo que “sólo la clase trabajadora en alianza con el campesinado pobre puede liberar a Cuba de la opresión imperialista” (104).

Las perspectivas inmediatas del PBL para la revolución en Cuba incluía la tesis de que el proletariado “…está todavía demasiado débil políticamente para reunir al campesinado a su alrededor y tomar el poder” (105). El manifiesto continúa: “como muchas otras colonias Cuba carece de unidad económica independiente, y en su conjunto su economía está todavía en una etapa pre-capitalista” (106).

En cuanto a teoría, el PBL dibujó una clara línea de distinción entre el mismo por un lado y las fuerzas de la pequeña burguesía por el otro. El manifiesto declara que “las diferencias entre los elementos de la pequeña burguesía y nosotros, los Bolcheviques-Leninistas, descansa, en sustancia, en la forma de gobierno capaz de garantizar la independencia de la isla, en sus medios para obtenerla y en las metas” (107). El PBL ataca a quienes argumentan que la revolución proletaria todavía no podía ser realizada porque el proletariado no estaba suficientemente desarrollado en Latinoamérica, y que la lucha debía ser primero limitada a echar al imperialismo. Ellos descartaban esta fórmula “en su totalidad” (108), argumentando que podían”… considerar la lucha no en un sentido aislado sino como parte de la lucha proletaria mundial”. Como tal, el deber de la hora no era “…el de iniciar el desarrollo del capitalismo en América sino el de realizar la revolución agraria, llevando a cabo la revolución socialista y estableciendo la dictadura del proletariado (109). El PBL reiteraba que “la burguesía nacional y la pequeña burguesía, tanto rural como urbana, orgánica e ideológicamente, era incapaz de conducir la lucha revolucionaría del pueblo oprimido hacia su triunfo. Toda conciliación con estos elementos en relación a propósitos específicos la revolución, es una traición a los obreros y campesinos. El entregar estas fuerzas a la conducción de la pequeña burguesía, es repetir concientemente las traiciones en China y México” (110).

El PBL afinó más la línea de demarcación entre ellos y algunas fuerzas políticas de la pequeña burguesía, como los Apristas, encaminándose hacia la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky (111).

Argumentaron que “la revolución agraria anti-imperialista no sólo cumpliría las tareas de la revolución burguesa (liquidación de las formas feudales de producción, liberación nacional, revolución agraria, etc.), sino que debe, por el hecho de que la burguesía no es la fuerza motriz en ella y es llevada a cabo sin el apoyo de la burguesía y en contra de la burguesía, colocar las bases, desde las cuales se puede tomar el camino hacia la revolución socialista y la dictadura del proletariado” (112).

En cuanto a la teoría, entonces, el PBL cubano adoptó posiciones que claramente lo distinguen de aquéllas del PCC. Siguiendo la desastrosa línea del Comintern, el PCC consideró a la administración de Grau San Martín tanto en el campo del imperialismo como Machado. Ellos acusaron a Grau San Martín de “reforzar (su) posición como un representante de las clases explotadoras en Cuba en su lucha en contra de la revolución…. (y) en obtener el apoyo del imperialismo Americano (sic) en contra del creciente movimiento de masas, en la práctica si no formalmente” (113). Sin embargo, enfocando en la “revolución agraria anti-imperialista” el PBL sembró las semillas para hacer concesiones a la pequeña burguesía nacionalista y la subsiguiente degeneración.

El organismo oficial del PBL fue llamado Rayo (114). El editorial de la primera edición, titulado “Cuidado con las aventuras”, hacía “una cuidadosa evaluación de la (entonces) presente situación política en la isla, advirtiendo en contra de los intentos putchistas del stalinismo que, a pesar de la formidable declinación de su influencia y prestigio desde septiembre (de 1933), está ahora llamando a la toma del poder” (115). Según The Militant, otro artículo analítico dibujó “el balance del régimen de Grau San Martín y de la política del Partido Comunista que condujo a la masacre del 29 de septiembre cuando se suponía el funeral de Mella como la señal de una insurrección” (116). La semilla, sin embargo, de la subsiguiente degeneración, fue también denunciada en The Militant en su resumen del informe del Rayo de la situación de la actividad organizativa de la rama del PBL en la Provincia de Oriente. El artículo declaraba que los camaradas del PBL habían sido capaces de construir una extensa organización con unidades en la mayoría de las ciudades importantes y las plantaciones azucareras.

Sin embargo, sendas dificultades internas se habían originado en la sección del partido de Guantánamo, cuyos miembros mantenían agudas diferencias teóricas tales como la del carácter que el partido debía asumir. En la Conferencia Nacional de la Oposición de Izquierda cubana del 14 de septiembre de 1933, en la cual fue decidido el cambio de nombre de la organización por el de Partido Bolchevique-Leninista de Cuba, los camaradas de Guantánamo insistieron en la creación de ‘una asociación abierta de obreros, campesinos y estudiantes’ como contraria a un ‘cerrado’ Partido Bolchevique. La sección de Guantánamo ha funcionado desde entonces independientemente e ignorado las directivas del Comité Central” (117).

Las raíces de la degeneración política, entonces, habían sido sembradas, pero como The Militant sostuvo, el nuevo gobierno de Mendieta, que reemplazó al de Grau San Martín, estaba decidido a liquidar al PBL y las organizaciones obreras en las cuales participaba y jugaba un rol de liderazgo ( 118). Esta aserción fue hecha al comunicar la noticia ‘del arresto de toda la dirección de la Federación del Trabajo de La Habana (FOH). La policía cayó por sorpresa en la reunión del Plenario de la Federación mientras sesionaba, poniendo a todos los miembros bajo arresto… (siendo) Junco el único de los arrestados que fue nombrado” (119). Las siguientes ediciones semanales de The Militant informaban cómo otros miembros del PBL arrestados en el mismo momento, que eran de origen español, eran deportados a España (120). El artículo también transmitía “la urgente súplica de asistencia financiera”.

La edición del 14 de abril de 1934 de The Militant también contenía una traducción de un artículo del Rayo. El artículo, titulado La situación cubana después de Grau”, fue probablemente el artículo al que The Militant se había referido en su edición del 10 de marzo de 1934, porque contenía el análisis del PBL del régimen de Grau San Martín y las lecciones a ser extraídas de la experiencia con los dirigentes de la pequeña burguesía y la provocativa y aventurera política del PCC durante su período en el poder. El artículo fue primero que nada, despreciativo cómo el gobierno de Grau San Martín “en lugar de su aparato de guerra… sus amenazadores gestos … (y) sus llamamientos a la “Ley y Justicia ,… fue desplazado del poder sin un serio intento de resistencia de su parte” por una simple maniobra diplomática (121).

El PBL retomó lo que ellos habían “afirmado de que el rol hegemónico de la pequeña burguesía conducía al gobierno (de Grau San Martín) a una política indecisa de zig-zags” (122).

Programáticamente, las tareas que el PBL se había encomendado a sí mismo durante el período de zig-zags, las cuales, según el mismo artículo, le fueron impuestas por la militancia del proletariado, incluían: “continuar ardientemente el trabajo de reagrupar al proletariado, para exigir del gobierno de la pequeña burguesía la realización de su propio programa demagógico (tribunales revolucionarios, distribución de la tierra, Asamblea Constituyente, etc.); para pelear por la constitución de las Juntas Revolucionarías como un paso en la organización de los Soviets, y al mismo tiempo llevar adelante un trabajo intenso entre las masas para prepararlas para la defensa contra las agresiones del Gobierno (123). El PBL sostenía que tal táctica mantendría al movimiento revolucionario en la cresta, preparando a las masas para el período en que la “cobarde pequeña burguesía tuviera que volverse en contra de las masas” (124).

En la cuestión del PCC, el PBL acusaba al Partido Comunista oficial de “tomar una postura esquemática y sectaria, (la cual) conducía al proletariado a la masacre, y le causaba l pérdida de confianza en su propia capacidad revolucionaria” (125). Más específicamente, describían cómo la política provocativa del PCC los conducía a gritar “en contra del ‘gobierno asesino de Grau-Batista-Carbo describiéndolo como un “bloque burgués-feudal-terrateniente-imperialista”. Y entonces ellos llamaban a la insurrección… El 29 de septiembre fue la culminación de esa imbecilidad política. El día del entierro de Mella fue elegido como el día de la insurrección, y entonces el ejército, que ya había empezado a fraternizar con los obreros, masacró a estos últimos en las calles de La Habana” (126).

El PBL criticó más aún las acciones del aventurerista PCC después del fiasco de la insurrección fallida. Escribieron: “entonces el Partido, perdiendo toda su orientación, lanzó el llamado a la huelga general. Esto hubiera conducido a la mayor y completa derrota de los trabajadores si la Federación del Trabajo de La Habana, previendo el desastre, no les hubiera mostrado el camino. Los Bolcheviques-Leninistas lograron éxito en hacer retornar a los trabajadores a sus posiciones, y ésa es la razón por la cual el presente período de lucha no está cerrado.

“Pero esto no fue suficiente para curar las heridas hechas por los aventureros. El desorden provocado en el proletariado permitió al Gobierno parar en seco la ofensiva de los obreros” (127).

Marcos García Villarreal, uno de los líderes del PBL, reiteró la enorme culpa que los trotskistas cargaban al PCC en un artículo especialmente escrito para The Militant y publicado el 28 de abril de 1934. García Villarreal escribió: “ningún partido de los trabajadores tuvo alguna vez mayor responsabilidad histórica que la que cayó directamente sobre la burocracia stalinista del Secretariado Caribeño (sic), y del Partido Comunista de Cuba… El stalinismo cubano ha sido convertido en el factor más negativo dentro del proceso del desarrollo revolucionario. La culpa entera por la derrota proletariado cae en los hombros del stalinismo, sin ninguna limitación” (128). García Villarreal describía que “habiendo crecido y fortificado su influencia, el stalinismo, por su visión política estrecha, aisló a la clase trabajadora, empujándola hacia la ruta de las aventuras; zig-zags violentos; abruptas retiradas… clasificó al gobierno de la pequeña burguesía de San Martín como un “gobierno burgués-feudal, lacayo del imperialismo”. Tan amplia teoría implica una aplicación práctica. Todos los esfuerzos fueron dirigidos hacia el derrocamiento del gobierno de Grau, en beneficio, no de la clase trabajadora, sino de la reacción imperialista que estaba preparando una vez más su regreso al poder con el aparato estatal” (129). García Villarreal describió cómo la política sectaria del PCC los condujo a confundir todos sus enemigos en una masa sólida. Las disputas internas dentro de las clases enemigas, en vez de ser utilizadas en interés de los trabajadores, fueron consideradas sin importancia por los stalinistas” (130). Su argumento, en esencia, fue que el PCC condujo a los trabajadores a batallas prematuras que los agotaron y confundieron, de modo que cuando el proletariado se vio forzado a luchar, fue ya demasiado tarde: Carlos Mendieta había sido elevado al poder del gobierno en los atléticos hombros de los Marines Americanos’ (131).

El PC recibió mayores críticas de García Villarreal por su respuesta a la ‘reacción desenfrenada’, entonces en pleno auge en Cuba. Declaró que “el stalinismo ha ordenado que, en caso de revolución, la propiedad de los holdings imperialistas feudales debía ser respetada, porque el imperialismo es un enemigo ‘infinitamente superior” (132). Esta “vergonzosa capitulación” que, en la opinión de García Villarreal, completó la traición del PCC, fue presentada como ‘el más delicado fruto’ del pacto Litvinoff-Roosevelt (133), esto es, “el respeto por la dominación del capital financiero yanqui” (134).

La perspectiva inmediata del PBL para la orientación y el trabajo futuro después de la caída del gobierno de Grau San Martín, reposaba en su análisis de que “el desplazamiento del gobierno de Grau San Martín por un bloque derechista… encuentra al proletariado en una actitud defensiva… La tarea inmediata hoy es luchar sin cuartel contra las leyes fascistas y en defensa de las conquistas ganadas como la jornada de ocho horas en todas las industrias. En esas batallas que asumirán gigantescas proporciones en los molinos azucareros, es posible construir una resistencia más firme para el comienzo de luchas mayores por la organización sindical” (135). Esta perspectiva ‘defensiva’ fue reiterada en el artículo de García Villarreal en The Militant del 28 de abril de 1934. Allí escribió que, históricamente, la llegada de Mendieta al poder “es una derrota para el proletariado. Sólo preparando la defensa enérgica y concientemente, alcanzando a todas las organizaciones de masas para la creación de un frente único; construyendo el equipamiento combativo del proletariado que protegerá el retroceso y preparará las ofensivas del mañana, es posible detener la desintegración de las filas obreras bajo los golpes de la reacción” (136).

Con todo, a mediados de 1934, el movimiento huelguístico estaba otra vez en ascenso. The Militant, en octubre de 1934, informaba que “huelgas generales de significado político revolucionario han tenido lugar en varias ciudades y en varias industrias”, mientras que “trabajadores de numerosas plantaciones de azúcar y líneas de transporte se están preparando para batallas más profundas en la época del comienzo de la zafra, o cosecha” (137). The Militant argumentaba que esta ola de huelgas indicaba “la necesidad de cierta forma de organismo permanente de frente único” (138).

Sin embargo, en el terreno, la situación de la clase trabajadora y sus dos principales organizaciones, la FOH controlada por los trotskistas, y la CNOC controlada por los stalinistas, estaba lejos de permitir la acción común en una atmósfera que permitiera la libertad para la crítica política. De acuerdo con García Montes y Alonso Avila, “la pugna entre Sandalio Junco y César Vilar (139) se había convertido en una cuestión de extrema violencia. Aquél acusaba a éste de utilizar a los obreros para su mero encumbramiento personal y para servir a sus intereses políticos sectarios. Sandalio Junco obtuvo inclusive que el Sindicato de la Construcción juzgara a César Vilar por haberse aburguesado como dirigente sindical” (140). Citaron una particularmente exitosa huelga en el sector del comercio, que fue dirigida por la FOH y a la cual se unieron empleados de la North American Company, que tenía grandes tiendas en La Habana. García Montes y Alonso Avila también citan un ejemplo de extrema violencia cuando un grupo armado miembros del Partido Comunista salió de las oficinas de la CNOC y atacó a compañeros en el interior del edificio de la FOH, controlada por los trotskistas. Este asalto causó un muerto y varios heridos (141).

Entonces, a pesar del aumento de la militancia industrial, la empeorada relación entra la FOH y la CNOC, en una atmósfera creada tanto por los intercambios verbales como por los asaltos físicos, combinada con las raíces políticas de los miembros del PBL, determinaron en gran medida la interpretación y dirección del llamado del PBL a alcanzar “todas las organizaciones de masas para la creación de un frente único”. Aunque en teoría no habían apoyado al gobierno de Grau San Martín, caracterizándolo como un comité de la pequeñoburguesía que podía satisfacer tanto las demandas del proletariado como las de la burguesía, dependiendo de quién expresara sus reclamos más estridentemente, no mantuvieron una clara posición sobre la necesidad de la revolución proletaria como única vía al socialismo. En pocas palabras, después de la caída del gobierno de Grau San Martín, el PBL sustituyó el trabajo por un genuino frente único antiimperialista, por frentes antiimperialistas democráticos.

En el documento “Resoluciones sobre la presente situación política y nuestras tareas en ella”, fechado el 16 de octubre de 1934 y al que se arribó después de tres reuniones regulares del Comité Central del PBL (142), su posición sobre la correcta estrategia a seguir, esto es, revolución democrática o proletaria, fue expuesta con una total falta de claridad. La resolución señalaba en una parte que: “de aquellos que perdieron el poder el 16 de enero de 1934, se han formado desde entonces tres grupos políticos: el Partido Revolucionario Cubano, el Partido Nacional Agrarios/ Joven Cuba, que constituye el factor más heterogéneo y al mismo tiempo del cual más se puede esperar. En consecuencia, nuestra política consiste en empujar al ABC (¿con?) toda otra fuerza que no sea favorable a él, para hacer imposible a la pequeñoburguesía alcanzar un acuerdo con las clases dominantes, reagrupar al proletariado en tomo a nosotros, aplastar al stalinismo” (143).

Las concesiones del PBL al nacionalismo pequeñoburgués fueron específicamente expuestas en su análisis de Joven Cuba. “Debemos caracterizarla (a Joven Cuba) como la izquierda de ese partido, entre la pequeñoburguesía y el proletariado. Teniendo una base teórica esencialmente nacionalista y pequeñoburguesa, se declara como un enemigo del imperialismo … como toda ruptura todavía sostiene, como si hiciera sus primeros pasos, el cordón umbilical que recuerda la matriz de la cual proviene. La vida por sí misma está limpiando a Joven Cuba de sus elementos originales, y está (¿moviéndose?) hacia un campo donde seguramente será absorbida … Su mayor defecto sigue radicando precisamente en que comandando una fuerza militar y teniendo una militancia armada, Joven Cuba subestima las condiciones políticas necesarias para la revolución, para caer en el fetichismo de la organización técnica del acto insurreccional por sí mismo. El aventurerismo es su debilidad orgánica. Sin embargo, la desintegración del Partido Revolucionario Cubano le ha dado a Joven Cuba una base de masas más fuerte, y esto aparentemente ha modificado su política.

Convencida de que la insurrección es un punto de coronación de un definido proceso político, Joven Cuba ahora se aproxima a la clase obrera y no duda en proponer el frente único. Tomándola como una coyuntura, es necesario desarrollar una política realista hacia ella. Joven Cuba simboliza en realidad un grupo en movimiento, cuyos miembros no pueden sino permanecer en el campo de los trabajadores o bien en las filas de la reacción. El futuro demostrará que no puede continuar existiendo con su actual programa como una organización separada” (144).

El PBL estaba alejándose de la posición bolchevique, que sostiene que aunque el proletariado puede trabajar con las organizaciones representativas de la burguesía y la pequeñoburguesía en lucha contra el imperialismo, debe preservarse la independencia del movimiento de la clase obrera, incluso si está sólo en forma embrionaria (145). No contrapusieron abiertamente la revolución proletaria, la única revolución capaz de llevar a cabo incluso las más elementales tareas de la revolución burguesa en una semicolonia, al programa de la revolución democrática antiimperialista preconizada por la Joven Cuba. No se delimitaron claramente de las fuerzas pequeñoburguesas de Joven Cuba, no importa cuán ‘izquierdistas’ parecieran; el PBL fracasó en comprender lo que Lenin llamó su ‘tarea especial’, esto es, “la lucha contra los movimientos democrático-burgueses dentro (de su propio país)” (146). Las concesiones del PBL en lo concerniente a la teoría quedaron expuestas cuando escribieron que, como “la represión aumenta, sectores de la pequeñoburguesía han sido obligados a promover ruidosas protestas. La ahora abierta política de asesinatos públicos, ha tornado definitivamente a los grupos ‘auténticos’ hacia una posición de retroceso en el terreno electoral, y por otra parte, de preparación de la ‘insurrección’. Cuando, después de ocho meses de propaganda ‘pacifica’, el partido de Grau San Martín confesó que esa vía estaba temporariamente exhausta, automáticamente colocó tanto la ventaja como la responsabilidad sobre los hombros de su ‘ala izquierda’ (Antonio Guiteras). Políticamente, el ala izquierda ha vencido a sus adversarios de la derecha y el centro. Pero la izquierda está muy lejos de ser un partido de masas capaz de llevar a la práctica una genuina insurrección popular. Esta es el ala izquierda que busca contacto con nosotros y establece la primera condición para ‘unir la lucha contra la reacción, a la preparación conjunta de la insurrección. De todos los rincones de la isla, nuestros camaradas, regocijados, informan sobre estas propuestas de frente único. Sabemos que la situación es crítica y requiere de cuidado… A esas proposiciones, les damos la siguiente respuesta concreta: Estamos deseosos de entrar en ese frente único, pero sobre la base de un programa de acción concreto. La aplicación de este programa de acción es nuestra principal tarea” (147).

Criticando el rechazo del Auténtico a “tener nada que hacer con las elecciones a Constituyente” (148), en la ‘ Resolución sobre la presente situación y nuestras tareas en ella”, el PBL destacó que el Buró Político del Partido “ha publicado su consigna en Rayo: ¡Por una Constituyente no controlada por el gobierno! (149). En apoyo a ella, enviaron una carta a todos los partidos democráticos de Cuba (150).

Levantando la consigna de “una Constituyente no controlada por el gobierno, elegida en los centros de trabajo y de estudio”, el PBL argumentaba que “iniciamos, en una forma embrionaria, los soviets, y establecemos la dualidad de poder por primera vez. Dadas las terribles condiciones prevalecientes en el país, puede esperarse una drástica reacción gubernamental que impida llevar a la práctica estas propuestas. Entonces, el Frente Único se desenvolvería como un órgano de lucha activa. Debemos estar preparados, cuando las circunstancias lo requieran, a sustituirlo por la consigna de “frente único de lucha contra el gobierno y por la formación de juntas revolucionarias (consejos)”. Las juntas revolucionarias (consejos) funcionando en cada pueblo, centrales azucareras, etc., formadas por representantes de los dos partidos (el de Guiteras y el nuestro) tendrían a su cargo la preparación de la lucha en su conjunto. Es así como debemos comenzar la insurrección, y como debemos influenciarla y dirigirla desde adentro. Si, después de toda la preparación necesaria, el acto técnico de la insurrección tiene lugar como culminación del proceso político, entonces el frente único cesa automáticamente. Es casi seguro que la pequeñoburguesía alcanzará el poder. Pero la fuerza que impulsa la revolución hacia adelante es la clase obrera dirigida por nuestro partido. Es entonces que podremos llevar a la práctica la transformación de la revolución democrática en revolución socialista. Es entonces que a través de una transformación dentro de las juntas revolucionarias, los auténticos consejos de obreros, campesinos y soldados nacerán de las masas. Es entonces que la consigna “Todo el poder a las Juntas” adquirirá su contenido revolucionario de masas” (151).

A pesar de la insistencia del PBL en que el éxito del Frente Único no depende de su habilidad para intrigar con el adversario, como acusaban los stalinistas, sino del “desplazamiento hacia nosotros de las fuerzas más capaces, más … vivas de la revolución”, no existía una clara delimitación entre ellos y las fuerzas revolucionarias pequeñoburguesas de la Joven Cuba. Como proseguía la resolución, “cuando el propósito principal para el que fue creado, desaparece, el frente único como instrumento revolucionario ya no tiene más ninguna razón para existir. Debemos estar preparados para el momento en que tenga lugar su completo desplazamiento” (152). La revolución proletaria, aunque formalmente todavía planteada como objetivo final, era vista como el resultado de ciertos procesos objetivos que podrían desarrollarse si se le daba la prioridad a la revolución democrática antiimperialista.

Cuando Carlos Mendieta llegó al gobierno, la designación de Batista como presidente cubano, a principios de 1934, fue enfrentada con una serie de huelgas. Ese crecimiento de la militancia fue contenido temporalmente por el comando militar (153). Sin embargo, el descontento, aumentó otra vez a principios de 1935, y se convirtió en una huelga general. La huelga fue iniciada por los estudiantes y docentes, en paro desde el 12 de febrero. El movimiento obrero organizado -que de acuerdo con Zeitlin todavía se estaba recobrando de sus derrotas de 1934- dudó, y sólo lanzó un llamado a la huelga el 11 de marzo (154).

El PBL, “conciente de la debilidad de las organizaciones obreras, concentró todas sus fuerzas en el fortalecimiento del Comité de Defensa Proletaria, creado previamente (frente unido) de manera que la huelga general pudiera tener una dirección centralizada y una posibilidad de victoria. Pero ante esta propuesta, nos encontramos con la oposición lisa y llana de una parte del partido stalinista, que deseoso de mantener su propia hegemonía, llamó a una huelga separadamente del Comité, y de otro lado, con la oposición de los líderes de los estudiantes y la pequeñoburguesía. que buscaban precipitar el movimiento” (155).

“Por tres días enteros reinó el terror” (156). Fue declarada la ley marcial y “hordas de policías y militares invadieron las calles y dispararon contra los trabajadores allí donde se reunieran. Los locales centrales de todas las organizaciones proletarias fueron asaltados, saqueados y demolidos” (157). Estas medidas, “las más extremas en la historia de la república”, derrotaron rápidamente al movimiento huelguístico (158).

Refiriéndose al período inmediatamente precedente y a! siguiente, a la huelga de marzo de 1935 y a las concesiones del PBL al frente democrático antiimperialista. Alexander escribió que “el PBL fue totalmente explícito en sus planes para organizar una ‘revolución democrática antiimperialista de obreros y campesinos’, incluso publicando un programa de gobierno que había sido acordado entre el PBL y Joven Cuba. Esta proclamación despertó fuertes protestas de la sección norteamericana de la Oposición Internacional de Izquierda, el Worker’s Party. A. J. Muste, el secretario general del Worker’s Party, objetó tanto la consigna de gobierno de “obreros y campesinos” como la colaboración con Joven Cuba, sugiriendo que debía establecerse un comité de unidad más amplio, incluyendo a los stalinistas. Estas críticas parecen haber tenido poca influencia en la política inmediata de los trotskistas cubanos.

“Pero había claramente considerables divergencias en el seno del PBL. El secretario general del partido puso a consideración del Secretariado Internacional, en París, un informe en el cual se refirió a las tensiones dentro del partido entre aquellos que identificaba como los ‘reales defensores del cuartainternacionalismo, y los elementos más ‘oportunistas” (159).

Durante la corta pero decisiva huelga y sus consecuencias, las oficinas de la FOH, dirigida por el PBL, fueron atacadas, todos los muebles y equipos fueron saqueados, los documentos robados y todos los que estaban en ellas, golpeados y luego arrestados. Entre los muertos en otros centros estaba Cresencio Freire, miembro del PBL y dirigente del sindicato de los panaderos (160). Más aún, posteriormente, los tribunales de excepción “pronunciaron sentencias de seis a diez años contra miembros del Partido Bolchevique Leninista”. En octubre de 1935, el PBL tenía 30 militantes detenidos, la mayoría eminentes dirigentes políticos y sindicales (161).

D. El trotskismo cubano durante el período frentepopulista de la Internacional Comunista

Zeitlin argumentó que el fracaso del movimiento revolucionario de 1935 y el ‘terror blanco’ que se desencadenó contra las organizaciones de clase de los trabajadores “provocaron una transformación del carácter radical del movimiento” (162). Continuaba: “el fracaso de la revolución fue responsable por la desmoralización de la clase obrera y el agotamiento de las energías revolucionarias de los trabajadores. Desorientada, desorganizada, con muchos de sus veteranos dirigentes detenidos o muertos, la situación era de tal naturaleza que podía esperarse el crecimiento de un limitado sindicalismo de naturaleza reformista” (163).

De esa manera, se había creado la base material para otra capitulación de las fuerzas revolucionarias dentro del PBL. Revisiones previas de las conquistas programáticas de los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista ya habían llevado al PBL al punto de formar bloques estratégicos con varias fuerzas nacionalistas pequeñoburguesas, y eso, a su turno, provocaría que la mayoría de los afiliados del PBL desertaran del comunismo revolucionario para unirse a las filas de esas fuerzas.

Después del asesinato de Antonio Guiteras (164), la perspectiva del PBL fue trabajar dentro de las filas de Joven Cuba. Fracasando en reconocer la naturaleza histórica de la derrota, R. S. de la Torre escribió en The New International que “la penetración del PBL en las filas de Joven Cuba, la simpatía que sus miembros tienen por nuestro partido, abren buenas perspectivas para nuestra organización. La pequeñoburguesía no busca frenar sus intenciones insurreccionales. Es una cuestión de vida o muerte para ella. Aquí se ofrece una brillante oportunidad al partido proletario para demostrar sus capacidades de liderazgo” (165).

El oportunismo del PBL, que se origina en su confusión sobre la línea táctica del Segundo Período de la Internacional Comunista y el rechazo stalinista de ésta en favor de la orientación sectaria del Tercer Período, llevaron a la disolución dentro del movimiento nacionalista democrático en el plazo de dos años. Simeón resume la evolución y eventual disolución de los trotskistas de la FOH y el PBL a mediados de la década del 30 de la siguiente manera: “la Federación Obrera de La Habana dio apoyo tácito a los tres meses de gobierno revolucionario de Grau San Martín en 1933… (En 1935/36) el Partido Bolchevique Leninista se desintegró. El propio Simeón dejó el grupo en 1934, uniéndose a los Auténticos. Mujal ingresó a Joven Cuba, como Sandalio Junco, más tarde, se convirtió en secretario sindical de Joven Cuba, antes de unirse al Partido Auténtico” (166).

La fracasada huelga de marzo 1935 y la desintegración del PBL también coincidieron con la promoción de la política del Frente Popular (167), iniciada por la Internacional Comunista en su sexto Congreso. El PCC, sin embargo, inicialmente fue rechazado en sus intentos de formar un frente popular con el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) de Grau San Martín (168). Como consecuencia, tuvo lugar una gradual reconciliación entre Batista y los comunistas a partir de 1937. Batista declaró una amnistía para todos los presos políticos en 1937 y permitió a los comunistas organizar el Partido Unión Revolucionario (PUR). Poco después permitió al ilegal PCC publicar un periódico, Hoy, y dos meses más tarde, en julio de 1938, la asamblea plenaria del Partido Comunista decidió adoptar “una actitud más positiva hacia Batista”, que ya no fue descripto como “un centro de la reacción sino “como el defensor de la democracia”. Las familiares tácticas del Frente Popular procedieron a manifestarse en Cuba. En setiembre de 1938, Batista restauró el status legal del PCC. El PUR desapareció. Después de eso, los comunistas retomaron su campaña contra los Auténticos y los partidos opositores a Batista. En los años de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista “en su dirección de los trabajadores, en la práctica abandonó cualquier concepción tanto de lucha de clases como de antiimperialismo” (169).

Sobre los trotskistas, Alonso Avila escribió: “cuando los comunistas se pusieron de acuerdo con Batista, hubo otra pugna y purga en el partido… Los purgados salieron con el sambenito de trotskistas. Un poco después, la presencia de Trotsky en México despertó algunos entusiasmos en ciertos jóvenes intelectuales de izquierda que se iniciaban en las labores periodísticas. Algunos eran ex apristas y algunos ex comunistas… En definitiva, la mayoría de aquellos revolucionarios terminó por incorporarse al PRC (Auténtico), por entender que era el partido que interpretaba las ideas revolucionarias en Cuba y el que se oponía a Batista y a los comunistas” (170).

Este era el paso lógico para los miembros del PBL que habían mantenido una posición confusa en su relación con las fuerzas pequeñoburguesas en lucha por una revolución democrática antiimperialista. La clase obrera había sido derrotada y sus raíces orgánicas e implantación en la clase obrera, vía FOH, había sido tan golpeadas que el abandono de la lucha por la primacía de la revolución proletaria, aplicada inconsecuentemente en la práctica, fue completo. La trayectoria política de Sandalio Junco es quizás el más esclarecedor ejemplo de la disolución del PBL en el campo pequeñoburgués. Después de unirse a la Joven Cuba y haber trabajado en el desarrollo de sus lazos con la clase obrera, se unió al Partido Auténtico donde, junto con Eusebio Mujal, formó la Comisión Nacional Obrera del PRC (Auténticos), que permaneció como un centro de oposición a la dirección stalinista del movimiento sindical (171). Cuando Junco fue asesinado por un grupo de pistoleros stalinistas el 8 de mayo de 1942 en Sancti Spiritu durante un acto en conmemoración del séptimo asesinato de Antonio Guiteras, The Militant mostró cómo la prensa stalinista había denunciado a Junco en términos usualmente reservados a los trotskistas, es decir, ‘quintacolumnistas’, en los días inmediatamente anteriores al asesinato (172). En la opinión de The Militant, “como secretario sindical del Partido Revolucionario Cubano, él pertenecía a su ala izquierda, enfatizando la necesidad de la acción independiente de la clase obrera. Era un encarnizado oponente a la línea del Frente Popular de los stalinistas. Estaba por la defensa de la Unión Soviética, pero se oponía a apoyar a los imperialistas en la guerra. Su último artículo, publicado unos pocos días antes de su asesinato fue un ataque a la capitulación ante el imperialismo del dirigente stalinista Blas Roca” (173).

Esta bastante confusa posición de apoyar la acción independiente de la clase obrera y oponerse a las tácticas del Frente Popular de la Internacional Comunista desde dentro de las filas de los Auténticos, él mismo una amalgama de clases sociales, definió al temprano trotskismo cubano. Esto también puede explicar por qué la influencia trotskista se hundió en los últimos años de la década del 30 en comparación con la de los stalinistas. La base social para la colaboración de clases, es decir, la propiedad privada, todavía existía en Cuba, pero fue el Partido Comunista, con todo su prestigio internacional, antes que el movimiento trotskista, quien podría hacer aceptar alianzas de distintas clases a la clase obrera en tiempos de crisis.


  1. Ver Gálvez Cancino, A., ‘Julio Antonio Mella: Un Marxista Revolucionario (Debate en tomo asu vida y a su muerte)’, p. 118, in: Críticas de la Economía Política, n° 30, 1986, México D.F., Ediciones El caballito, pp. 101/151.
  2. Ver Mella, J.A., ¿Qué es el APRA?, Lima, Editorial Educación, 1975, en particular, p. 24.
  3. Ver Frank, P., Ixi Citaría Internacional: La Larga Marcha de los Trotskistas, London, Ink Links, 1979, p. 31/33.
  4. Ver Gálvez Cancino, A., op.cit. pp. 133-4.
  5. Algunos de los escritos de Mella que incorporan esa línea política no sectaria fueron originalmente publicados en Defensa Proletaria, N° 5, 20 de enerode 1929yreimpresosenGálvezCancino,A., op.cit., pp. 143-4.
  6. Ver Ttotsky, L.D., “The Question of Trade Union Unity”, en Trotsky, L.D., LeónTYotsky On The TVade Unions, New York, Pathfmder Press, 1975, pp. 45-53.
  7. Ver, por ejemplo, RienÜ’er, K., Comunistas Españoles en América, Madrid, Edita-a Nacional, 1953, 130-9; Alba V., Esquema Histórico del Comunismo en Iberoamérica, México D.F., Ediciones Occidentales, 1960, p.61; Gorkin. J., Cómo Asesinó Stalin aTrotski, Barcelona, Plazay Janes, 1961, p.204; y Suchlicld, J., University Students And Revolution In Cuba, 1920-1968, Florida, University of Miami Press, 1969, p.22.
  8. Ver Blackwell, R., “JulioAntonio Mella”, p.l, en: The Militant (New York), 15 de enero de 1931 (BNL).
  9. Ver Gálvez Cancino, A., op.cit. pp. 144-47.
  10. Ver Gálvez Cancino, A., op.cit. pp. 146-47.
  11. “Para Alberto Martínez con el propósito del rearme comunista, Julio Antonio Mella” (Traducción propia, G.T.). Citado en Gálvez Cancino, A., op.cit., p. 145. Alberto Martínezfue más tarde uno de los líderes fundadores de la Oposición de Izquierda mexicana con Russell Blackwell. Ver Gálvez Cancino, A., op.cit., p. 147.
  12. Ver Blackwell, R., op.cit. p. 1.
  13. Ver p. 1 del manuscrito de una enüevista dada por Charles Simeón a RJ.Alexander en Union City, New Jersey, el 12 de abril de 1970 (RJA).
  14. Ver el artículo “Dirigentes obreros asesinados por el stalinismo en Cuba”, en: The Militant, Vol. VI, N° 25,20 de junio de 1942, p. 1. (BNL)
  15. Riera Hernández, M., Historial ObreroCubano 1574-1965, Miami, Rema Press, 1965, p. 275. La F.O.H. fue un centro sindical formado en momentos de unaola huelguística y demostraciones callejeras en La Habana contra alzas agudas en el costo de vida La condujeron juntos anarcosindicalistas y reformistas, aunque fue el anarcosindicalismo, que en aquel tiempo incluía a Junco, el que tomó el control durante esos témp anos años. Ver García Montes, J. y Alonso Avila, A., Historia del Partido Comunista de Cuba, Miami, Ediciones Universal, 1970, pp. 31-2.
  16. Ver Gddenberg, B., “The rise and fall of a Party: The CubanCP (1925-59)”( Ascenso y caída de un Partido, el PCC), p. 66 N° 19. en: Problems of Communism, Vol. 19, N° 4, julio-agosto 1970, pp. 61-80.
  17. Ver p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ.Alexander, op.cit.
  18. Ver p. 1 de la carta de Antonio Alonso Avila a RJ.Alexander, fechada el 21 de marzo de 1970. (RJA).
  19. Ver “Arrest Leaders Of The Cuban Labor Movement”, en: The Militant (New York), 7 de abril de 1934, p. 1 (BNL).
  20. Ver Carr, B., Marxism and Communism In Twentieth-Century México, Lincoln, University of Nebraska, 1992, pp. 45 y 340, N° 97.
  21. León Trotsky, Oeuvres, marzo-julio 1933, París, Publicaciones del Instituto León Trotsky, 1979, p. 161,N° 11 (SP)
  22. Citado de la p. 1 de la carta de Antonio Alonso Avila a R.J. Alexander, fechada el 21 de marzo de 1970 (RJA).
  23. Ver GarcíaMontes, J. y Alonso Avila, A., op.cit. p. 115.
  24. Ver Thomas, H., Cuba: The Pursuit of Free-dom, New York, Harpers and Row, 1971, p. 597, N° 60.
  25. Ver Thomas, H., op.cit p. 597, N° 60.
  26. Citado en Blasier, S.C.,The Cuban and Chilean Communist Parties, Instruments of Soviet Policy. 1935-48. PhD Thesis (no publicada), Columbia University, Ann Arbor, Michigan, 1956, p. 23. Blasier declara que Junco fue expulsado en 1930, pero Hugh Thomas y Charles Simeón dan el año 1932 como fecha de esa expulsión del P.C.C. Ver Thomas, H, op.cit. p. 597, y p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ. Alexander, op. cit. En esa entrevista, Simeón volvió a expresar que no es cierto el planteo de que Junco disintió con el P.C.C. porque le desagradó que César Vilar fuera nominado secretario general de la CNOC delante suyo. Tilomas, sin embargo, está supuestamente citando el trabajo de Blasier.
  27. Ver Goldenbarg, B., op.cit. p. 66.
  28. Ver García Montes, .1., y Alonso Avila A., op.cit. p. 115.
  29. Ver Blasier, S.C., op.cit. pp. 22-3.
  30. Ver p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ. Alexander, op. cit.
  31. Ver p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ. Alexander, op. cit Simeón dice actualmente que el Partido Bolchevique Leninista (PBL) fue formado en 1934, pero en el documento Programa del Partido Bolchevique Leninista está señalado que el PBL fue formado el 14 de septiembre de 1933. Ver Programa del Partido Bolchevique Leninista La Habana Imprenta O’Reilly # 36, 1934, p. 7 (HI).
  32. Ver “Stalinist Record In the Cuban Revolution’, en: The Militant (New York). 16 de junio de 1934, p. 3 (BNL).
  33. Ver Programa del Partido Bolchevique Leninista loc.cit.
  34. Ver Programa del Partido Bolchevique Leninista loc.cit
  35. Antes de unirse a la Oposición Comunista, Gustavo Fraga Jacomino fue miembro del PCC pero tuvo profundos desacuerdos con los líderes stalinistas. Junto con AntonioToresy otros elaboró las tesis que organizaron el Movimiento de los Trabajadores dentro del Movimiento 26 de Julio Un breve esbozo biográfico de Gustavo Fraga Jacomino aparece en Vanguardia Telefónica, el órgano de la Federación de las Trabajadores Telefónicos de Cuba en su ejemplar de septiembre de 1959, y fue reproducido en inglés en The International, febrero de 1960, Vol. 4, N° 3, p. 7 (SP)
  36. Ver Riera Hernández, M., op.cit. p. 286.
  37. Ver Programa del Partido Bolchevique Leninista loc.cit
  38. Ver p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ.Alexander, op.cit.
  39. El POUM fue formado en 1935 en base a la fusión del Bloque Obrero-Campesino de Joaquín Mauiin y la Oposición de Izquierda de Nin. Trotsky consideró que, aunque en su puntualización teórica trataban de basarse en la fórmula de la revolución permanente, en la práctica aislaban a la vanguardia revolucionaria de la clase. Fue el POUM, desde el punto de vista de Trotsky, el principal obstáculo en el camino de la creación de un partido revolucionario. Ver Trotsky, L.D., op.cit., pp. 317/8.
  40. Esta cita particular está tomada de Durgan A., “The Spanish Trotskists and The Foundation of The POUM”, p. 20, en: The Spanish Civil War: El punto de vista de la Izquierda Revolucionary History, Vol. 4, N° 1/2, Invierno 1991/2.pp. 11-53. Las páginas 15 a21 del trabajo de Durgan tratan en detalle la política de la Federación Catalana y su líder Maurin.
  41. Ver Karol. K.S.. Guerrillas In Power, London, JonathanCape, 1971.p. 126 N°64. Karol bosqueja el argumento de que el mujalismo, un tipo de sindicalismo corrupto, que defendía los salarios con una completa despreocupación por asuntos políticos, en parte explica la despolitización de la clase obrera cubana y su falla de actividad en la Revolución de 1959.
  42. Directorio Estudiantil Universitario una organización estudiantil pequeñoburguesa contra ria a Machado, formada a mediados de 1927, con el propósito de oponerse al régimen. Muchos de los líderes iniciales de la ruptura hacia Ala izquierda Estudiantil fueron miembros del PCC y pronto se colocaron al frente del partido. Ver Suchlicki, J., University Students and Revolution In Cuba, 1920-68, Florida, University of Miami Press, 1969, pp.24/8.
  43. Ver Aguilar, L.E., Cuba 1933: Prólogo a la Revolución. Ithaca, Comell University Press, 1972, p. 117.
  44. Ver p. 1 del manuscrito de una entrevista dada por Challes Simeón a RJ.Alexander, op.cit.
  45. Verp. 1 del manuscrito de una carta de Antonio Alonso Avila a RJ.Alexander, op.cit.
  46. Ver p. 2 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ.Alexander, op.cit.
  47. Carta de Juan López a Andrés Nin, La Habana 31/3/1933.
  48. Ver la caita de la Oposición de Izquierda Internacional (Bolchevique-Leninista) en París a los camaradas de La Habana, sin fecha (IISH).
  49. Ver la carta del secretariado general de la (Oposición Comunista Cubana a la sección francesa de la Oposición de Izquierda Internacional, fumada por A.Goinez Villar, el secretario general, sin fecha (IISH).
  50. Carta del secretario General de la Oposición Comunista Cubana a la sección francesa de la Oposición de Izquierda.
  51. Idem.
  52. Ver la caita del Secretariado General de la Oposición Comunista Cubana a la sección francesa de la Oposición de Izquierda Internacional, firmada por A. Gómez Villar, secretario general, sin fecha íbid.
  53. El Secretariado Internacional fue un comité electo de la Oposición de Izquierda Internacional.
  54. En febrero de 1933, una preconferencia organizada por la ILO acordó tomar el título de “oposición Comunista Internacional Bolchevique-Leninista”, para todas sus secciones nacionales. Ver Dutgan, A., op.cit. p. 24.
  55. Ver la carta del Secretariado General de la Oposición de Izquierda Internacional Bolchevique-Leninista a la Oposición de Izquierda Cubana, fechada el 29 de junio de 1933. (IISH)
  56. Ver León Trotsky, Oeuvres, marzo-julio 1933, op.cit.. p 161, N” 11.
  57. La preconferencia de la posición de Izquierda Internacional tuvo lugar en París del 4 al 8 de febrero de 1933, esto es, unos pocos días después de ser designado Hitler como canciller en Alemania La resolución adoptada en París fue escrita por Trotsky y puede ser leída en “Writings of León Trotsky ’, 1932-3, New York, Palhfinder.
  58. Ver Durgan, A., op.cit. pp. 22-4.
  59. Ver Durgan, A., op.cit., p 24
  60. Ver Trotsky, L. D.. The spanish Revolution (1931/39). New York, Pathfinder, 1973, pp. 195-198
  61. Ver Trotsky, L. D., Thr Spanish Revolution (1931/39), ibid, pp. 198-201
  62. Ver León Trotsky, Ouvres, marzo-julio 1933, op. Cit. P. 161
  63. La Oposición Internacional de Izquierda decidió fonnar nuevos partidos independientes de los Partidos Comunistas oficiales y fundar la Liga Comunista Internacional (LCT), corno primer paso en el camino de la creación de una nueva Internacional, en agosto de 1933. La Izquierda Comunista Española, sin embargo, había trabajado en numerosas organizaciones obreras disidentes, y con cierta independencia del PC español desde 1931. Ver Durgan A., op. cit. para un completo seguimiento de las oiganizaciones marxistas no stalinistas durante el período y sus relaciones con los partidos stalinistas.
  64. Ver la caita del Secretariadolntemaeional déla Oposición de Izquierda Internacional Bolchevique-Leninista a la Oposición de Izquierda del comunismo cubano, fechada el 29 de junio de 1933, op.cit.
  65. Ver la carta del Secretariado Internacional de la Oposición de Izquierda Internacional Bolchevique-Leninista a la Oposición de Izquierda del comunismo cubano, fechada el 29 de junio de 1933, op. cit.
  66. Ver la caita del Secretariado Internacional de la Oposición de Izquierda Internacional Bolchevi-que-Leninista a la Oposición de Izquierda del comunismo cubano, fechada el 29 de junio de 1933, op. cit.
  67. VerCannon.J.P. Writings andSpoeches, 1932-34: The CoinmunLst League ()fAmerica 1932-34, New York. Monad Press, 1985, p. 270.
  68. Ver Cannon, J.P., ibid., p. 270.
  69. Ver Zeitlin. M., Working CJass Politics In Cuba: Astudy in Political Sociology, PhD Thesis, University of California Berkeley, UniversityMi-crofilms Inc., Ann Arbor, Michigan, 1964, p. 35.
  70. Ver Zeitlin, M., íbid., p. 36.
  71. Ver García Montes, J. y Alonso Avila A., op. cit.. p. 164.
  72. Ver Aguijar, LE., “Cuba c,1860-c. 1930”, pp. 50-54, en: Bethell, L. (ed), Cuba: AShoit Histoiy, Cambridge. CUP, 1933, PP. 21-55.
  73. Ver Zeitlin, M., íbid., p. 36.
  74. Russell Blackwell (Rosario Negrete) nació en New York en 1904. Trabajó para la Internacional Coinunista en México, pero rompió con el stalinismo volcándose ; trotskismo después de leer el periódico norteamericano The Militant. Fundó un grupo trolskista por fuera del Partido Comunista de México pero fue al poco tiempo expulsado del país. De nuevo en los EE.UU. se sumó a la Liga Comunista Trotskista de América. Compartió las críticas del POUM al trotskismo, militando en el POUM. luchó y fue herido en las barricadas, junto a sus militantes y a los de la CNT durante las Jomadas de Mayo. Ver Alba V. y Schwartz S., Spanish Marxism versus Soviet Communism, New Brunswick Transaction Books, 1988, pp-294/96: y la introducción a “Negrele and ehki From Barcelona’’, p. 34, en: Revolutionary History, Vol. 1,N° 2, Verano I988i
  75. Ver Negrete. R.
  76. Gárit P- 2.
  77. Ves Negrele R., íbid, p. 2.
  78. Ver Negrete R . íbid, p. 2.
  79. Ver PérezJr., LA., “Cuba c. 1930-1959”, pp. 63-4. en: Bethell, L. (ed), Cuba: A Short History, op.cit. pp. 57-93.
  80. Ver Zeitlin, M., op. cit., p. 38.
  81. Ver Pérez Jr., L.A.. op. cit., p. 65.
  82. Ver Pérez Jr., L.A., op. cit., p. 65: y ZeiUin, M., op.cit
  83. Ver Pérez Jr., L.A., op.cit. pp. 67/8.
  84. Ver Negrele. R., “The Overflow of the cuban revolt”, en The Militant (New York), 26 de agosto de 1933, p. 3 (BNL).
  85. Ver Zeiüin. M. op.cit. pp. 40-1.
  86. Ver Zeitlin, M. op.cit., pp. 39-41; y Pérez Jr., L.A., Cuba Under The Platt Amendment 1902-34, Pittsburgh, University of Pittsbuigh Press. 1986, pp.322-332.
  87. Ver Wright, J.G., “Problems of Üie cuban revolution”, en: The Militant (New York), 28 de octubre de 1933, p. 3 (BNL).
  88. Ver The Militant (New York), 16 de septiembre de I933,“Program and Perspéctives lor the cuban proletaria!”,pp. 1-4. Sintomáticamente, Wright se reincorporó a la Oposición de Izquierda de los EE.UU. … Ver León Trotsky. Ouvres, noviembre de 1933-abri! de 1934, París, Publicaciones del Instituto León Trotsky, 1979, p. 77 N”2.
  89. Ver Breitinan, G. (ed), Writings of León Trotsky; Supplement (1929-33), New York Pathfinder, 1979. p. 333. Trotsky dirigió esa carta al camarada Vanzler. Joseph Vanzler era el (seudónimo) de John G.Wright. Ver León Trotsky, Oeuvres; Noviembre de f933-abrilde 1934, op.cit., p. 77, N°2.
  90. Ver Zeitlin, M., op.cit., p 41; y Pérez Jr., L.A., Cuba UnderThe PlattAmendment 1902-34, Pitts-buigh. University of Pittsburgh Press, 1986, pp. 322/32.
  91. Ver Zeitlin, M., op.cit. p. 45.
  92. Ver León Trotsky. Oeuvres, noviembre de 1933-abril de 1934. op.cit, p. 78, N”5.
  93. Ver “To tlie Cuban Workers and Peasants’, p. 3, en The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, pp. 3-4. (BNL).
  94. Ver Programa del Partido Bolchevique Leninista op.cit. prefacio, p. 3.
  95. De acuerdo al prefacio de ese mismo programa, eso fue debido al déficit de recursos para que fuera publicado. Ver Programa del Piulido Bolchevique Leninista op.cit, prefacio, p. 3.
  96. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  97. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  98. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  99. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  100. Ver The Militant (New York). 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  101. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  102. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933. opcit.
  103. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933. opcit.
  104. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933. opcit.
  105. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  106. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  107. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  108. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  109. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  110. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  111. La teoría de la Revolución Permanente sostiene, entre otras cosas, que en el período de la revolución, para cumplir y consolidar incluso las tareas democrático burguesas en los países escasamente desarrollados, deben superarse los límites de la revolución democrática y acometer tareas socialistas. La Revolución Socialista no debe ser vista así, como el estadio final que vendría en un futuro incierto después de que se haya consolidado una primer etapa de desarrollo capitalista. Para una amplia exposición de esta teoría ver Trotsky, L.D., The Permanent Revolution. Resultáis And Prospectó (1906), London, New Park Publications, 1982.
  112. Ver The Militant (New York), 18 de noviembre de 1933, op.cit.
  113. Citado en Blasier, S.C., op.cit., p. 22.
  114. The Militant (New York) del 10 de marzo de 1934 informa que recibió la primer edición de 8 páginas tamaño tabloide de Rayo. Ver “The Cuban Bolshevik-Leninists”, en: The Militant (New York), 10 de marzo de 1934, p. 2. (BNL)
  115. Ver The Militant (New York), loc.cit.
  116. Ver The Militant (New York), loc.cit. Detalles de los planes del PCC se pueden ver en García Montes, J. y Alonso Avila, A., op.cit. p. 141.
  117. Ver The Militant (New York), 10 de marzo de 1934, op.cit.
  118. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, op.cit.
  119. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, op.cit.
  120. Ver “Cuban Arrests”, en: The Militant, 14 de abril de 1934.
  121. Ver “The CubanSituation after Grau”, en:The Militant (New York), 14 de abril de 1934, p. 3. (BNL).
  122. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  123. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  124. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  125. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  126. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  127. Ver The Militant (New York), 7 de abril de 1934, íbid, p. 3.
  128. Ver “Stalinism KneelsTo American Imperia-lisin”, en: The Militant (New York), 28 de abril de 1934, p. 3 (BNL) Este artículo fue escrito en abril de 1934 en La Habana
  129. Ver The Militant (New York), 28 de abril de 1934, íbid.
  130. Ver The Militant (New York), 28 de abril de 1934, íbid.
  131. Ver The Militant (New York), 28 de abril de 1934, íbid.
  132. Ver The Militant (New York), 28 de abril de 1934, íbid.
  133. El pacto Litvinoff-Roosevelt comprometió al gobierno de los EE.UU. concediéndole reconocimiento oficial al gobierno soviético.
  134. Ver The Militant (New York), 28 de abril de 1934, op.cit
  135. Ver The Militant (New York), 14 de abril de 1934, op.cit, p. 3.
  136. Ver The Militant (New York), 14 de abril de 1934. op.cit.
  137. Ver “Striki Wave Rises In Cuba” en: The Militant (New York), 13 de octubre de 1934, p. 3. (BNL)
  138. VerThe Militant (NewYork), 13 de octubre de 1934, íbid.
  139. César Vilar fue el secretario general de la CNOC.
  140. Ver García Montes, J. y Alonso Avila A., op.cit., p. 164.
  141. Ver García Montes, J. y Alonso Avila A., op.cit., pp. 164-5.
  142. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934 y firmada por A. Gómez Villar, secretario general del PCB por el Comité Central, p. 1. (PRL)
  143. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 1.
  144. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 3.
  145. Eso fue establecido con mucha claridad por Lenin en el Segundo Congreso de la III Internacional. Ver Theses and Manifestos of the First-Four Congresses of the Third International, London, Pluto Press, 1983, p. 80.
  146. Ver Theses and Manifestos of the First-Four Congresses of the Third International, loc.cit.
  147. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 4-5.
  148. Ver la caita titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 5.
  149. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934. íbid. p. 5.
  150. Ver la caita titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934. íbid. p. 5.
  151. Ver la carta titulada Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 5.
  152. Ver la carta titulada “Resolución sobre la situación política presente y nuestras tareas”, fechada el 16 de octubre de 1934, íbid. p. 5.
  153. Ver Zeitlin, M., op.cit. pp. 42-3.
  154. Ver Zeitlin. M.. op.cit pp. 43-4.
  155. Ver De La Torre, R.S., “The Situation In Cuba”, p. 205, en: The new International, octubre de 1935, pp. 204-5.
  156. Ver De La Torre, R.S., íbid, p. 205.
  157. Ver De La Torre. R.S., íbid, p. 205.
  158. Ver Zeiüin. M., op.cit. pp. 44.
  159. Ver Alexander, RJ., International Trotskism 1929-85. A Documented Analysis Of the Movement. London, Duke University Press, 1991, p. 229.
  160. Ver De La Torre, R.S., íbid, p. 205.
  161. Ver De La Torre, R.S., íbid, p. 205.
  162. Ver Zeitlin. M.. op.cit pp. 47.
  163. Ver Zeitlin, M., op.cit pp. 47.
  164. Antonio Gueiteras fue tomado por sorpresa y asesinado por el ejército cubano cerca de Matanzas, justo cuando estaba huyendo para México en mayo de 1935. Ver De laTorre. RS., íbid. p. 205.
  165. Ver De laTorre, R.S.. íbid, p. 205.
  166. Ver pp. 1-2 del manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a RJ.Alexander, op.cit.
  167. El Frente Popular es un bloque de dos o más partidos políticos de clases sociales antagónicas. La política del frente Popular, o Frente del Pueblo fue de la III Internacional en 1935.
  168. Ver Zeitlin, M.. op.cit.. pp. 49.
  169. Detalles de la política del Partido Comunista en los años siguientes a la derrota sufrida en marzo de 1935 se encuentran reseñados en Zeitlin, M., op.cit. p. 49.
  170. Ver p. 3 de la carta de Alonso Avila A., a Alexander, R.J., del 21 de marzo de 1970.
  171. RieraHernández, M., op.cit. p. 138. La lista de los miembros de la Comisión se encuentra en Riera Hernández, M., op.cit. p. 293.
  172. Ver The Militant (New York), 20 de junio de 1942, op.cit. Rienffer sastiene que Junco, íntimo amigo de Mella cuando estuvieron juntos exiliados en México, no creía que Machado tuera el responsable del asesinato de Mella. Ver Rienffer, K.. Comunistas Españoles en América. Madrid, Editora Nacional, 1953, p. 29.
  173. Ver The Militant (NewYork). 20 de junio de 1942, op.cit.

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