Para una historia de la IVª Internacional

Combats et Debats de la IVª Internationale de François Moreau


Desde la Historia de la IVª Internacional, de Pierre Frank (1), no se conocía prácticamente ningún otro texto (2) que reuniera información acerca de la trayectoria de la organización fundada en 1938 por León Trotsky y el movimiento trotskista (como tal, data virtualmente desde 1923, como expresión de la continuidad del programa y la acción del movimiento obrero revolucionario mundial, en los inicios de la burocratización stalinista de la IIIª Internacional). La obra de François Moreau es más amplia que la anterior, y tiene un alcance hasta pocos años atrás.


 


La comparación con aquella Historia es obligada, porque este intento de resumir combates y debates de la IVª, tiene como su antecesora el signo inconfundible de un panegírico de la corriente que se reclamó como su unica sucesora, tras la crisis de 1951/3, que culminó en la escisión de la IVª. Se trata de quienes se identificaron tras las siglas de Secretariado Internacional (SI) de 1951 hasta 1963, y luego actuaron -hasta el presente- como Secretariado Unificado (SU) -o Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI)-. Sus principales dirigentes fueron, primero, Michel Pablo, después Ernest Mandel durante casi 30 años, y en la actualidad, Daniel Bensaïd. La obra es meticulosa en registrar el supuesto predominio de esta corriente en los diferentes Congresos internacionales (del 95% en el famoso IIIº de 1951, que provoca la escisión; en el IVº de 1954, el "70% de los que estuvieron representados en el anterior", y siempre proporciones por el estilo, que parecieran expresar una autoridad sin par). "En efecto -dice F. Moreau a modo de conclusión- la IVª Internacional (es decir el SU) representa hoy, de lejos, el principal cuadro organizativo que se reclama del trotskismo; es quien reagrupa al mayor número de miembros, al mayor número de secciones nacionales, a las organizaciones más significativas, sobre el mayor número de continentes … Ninguno de los comités internacionales que pretendieron reconstruir la Internacional en el curso de los últimos 35 años ha logrado lo mismo, ninguno puede compararse ni de lejos con la IVª Internacional".


 


El esfuerzo por registrar este supuesto desarrollo organizativo no se compadece, sin embargo, con el objetivo que se enuncia en el título de la obra. Es que los debates, la exposición de ideas, la argumentación de las tesis que llevan a las crisis de la organización, brillan por su ausencia, y los principales problemas que hacen al desarrollo de la IVª son relatados con enorme liviandad o pasados directamente por alto. Hay una ausencia total de rigor, y aun de citas o referencias bibliográficas puntuales, que ayuden al lector a orientarse en algún tema o período. Se desprecia, en síntesis, la lucha programática.


 


El desprecio hacia las sectas -como se llama en el libro a todos los críticos del SI/SU-, con todo, tiene el mismo signo de superficialidad que caracteriza toda la argumentación apologética del accionar de aquella corriente.


 


A pesar de todo esto, el libro está cargado de referencias a la extraordinaria lucha librada por los trotskistas en decenas de países para abrirse un camino entre las masas, ilustra acerca de la audacia y el arrojo militante, práctico e intelectual, de los trotskistas en las peores condiciones, cuando las demás corrientes del movimiento obrero abandonaban el terreno, lo que hace que, a pesar de las enormes limitaciones políticas del texto, brinde una oportunidad de acercarnos a la historia de la lucha del movimiento trotskista a escala mundial.


 


El libro contiene, en este sentido, dos "Anexos", que reúnen: el primero, una resumida crónica de todos los agrupamientos y reagrupamientos que cronológicamente se han reivindicado del legado y de la lucha por la reconstrucción de la IVª los que a la fecha de la finalización del libro (sin considerar entonces más que dos reagrupamientos morenistas) sumaban, según F. Moreau, once (3) ; el otro, es sobre las "fuentes" de orden general que se reunieron para el trabajo, las que siendo relativamente abundantes, todo indica que se explotaron escasa y superficialmente. Resulta también llamativo el desprecio de otros materiales, que no pudo desconocer el autor; todo esto redundará lógicamente en la falta de seriedad para fundamentar los principales combates y debateslibrados en nombre de la IVª.


 


François Moreau fue uno de los principales dirigentes de la organización canadiense del SU y editor de su periódico La Gauche, hasta su temprana muerte en septiembre de 1993, a la edad de 37 años. A través del relato del libro, trataremos entonces de comprender los combates y debates que jalonaron al movimiento trotskista. Tendremos así la oportunidad, también, de verificar cuán lejos llegó el pablismo-mandelismo en el abandono del programa obrero revolucionario.


 


La postración al être a la mode de la opinión pequeñoburguesa, que caracterizó históricamente a esta corriente, ha llegado, al presente, a un agudísimo grado de descomposición. La lucha por "una nueva Internacional revolucionaria de masas", dice F. Moreau, concluyendo su obra, "nadie sabría predecir aún como se formará", y deja planteadas sus dudas: "¿puede ser que un nuevo partido obrero de masas, independiente, como el PT brasileño, lance un llamado a formar una nueva Internacional obrera, independiente del stalinismo y la socialdemocracia? (¡El PT, que ha recogido lo peor de aquéllos, y que gobierna de la mano de los grandes capitalistas, incluido el recientemente electo intendente de Porto Alegre, que responde a la sección del SU!) ¿Puede ser de una evolución de las direcciones revolucionarias centroamericanas, que conduzca a una convergencia sobre la base de principios suficientes para formar un reagrupamiento internacional que incluya a la IVª Internacional? (¡El sandinismo, que ha concluido en un pacto con la contra, la Iglesia y el imperialismo!) ¿Pueden ser las sacudidas en curso en los países del Este que conduzcan a la refundación del movimiento comunista sobre nuevas bases?" (¡Pero si todas las alas del movimiento comunista hace rato que no son más que variantes restauracionistas diferentes de la burocracia!).


 


El nombre del trotskismo está sirviendo a esta gente como cobertura para cualquier felonía. Así, no es de extrañar que D. Bensaïd, que prefació la edición del libro en 1994, deseche allí con total desparpajo la tesis fundamental del programa fundacional de la IVª: "¿Si la crisis de la humanidad se reduce después de medio siglo a su crisis de dirección, por qué toda nuestra buena voluntad no habría acertado en su resolución?".


 


Los primeros capítulos de Combats… reconstruyen los orígenes de la IVª desde 1933, cuando la Oposición de Izquierda, después que el stalinismo entrega inerme al proletariado alemán a manos del fascismo, llega a la conclusión de que no queda otro camino que fundar una nueva Internacional. La IIIª bajo el dominio stalinista se ha transformado en un "cadáver". Es éste el período más conocido de la historia de la IVª, fundamentalmente a partir de las obras de León Trotsky. Evitamos entonces detenernos en esos capítulos, para concentrarnos directamente en la etapa posterior al asesinato de Trotski a manos de un sicario del stalinismo.


 


La IVª frente a la guerra


 


F. Moreau da una descripción muy interesante de las fuerzas que componen la IVº al estallar la guerra, sobre sus posiciones en el movimiento obrero y su solidez. Pocos meses antes, en agosto de 1938, en el momento de su fundación, contaba con "algunos millares de miembros en el mundo", en "grupos afiliados en 28 países, pero, en la mayoría de los casos, sus efectivos eran endebles". Estas cifras no consideran a la "sección fundacional soviética, que fue la más importante numérica y políticamente, eliminada físicamente en los campos stalinistas".


 


"A pesar de esta debilidad numérica, las organizaciones trotskistas jugaban un rol importante en la lucha de clases de muchos países. La sección indochina gozaba de una influencia de masas adquirida durante la lucha por la independencia de Vietnam; su candidato conquista la intendencia de Saigón en 1938… En los Estados Unidos, el Socialist Workers Party (SWP) había jugado un rol central en muchas huelgas duras que marcarán su ascendiente sobre el sindicalismo industrial, especialmente la huelga de los hoteles de New York y la huelga de los camioneros de Minneapolis. En Francia, la lucha política de los trotskistas a favor del frente único entre los socialistas y los comunistas había tenido un impacto real…".


 


Este desarrollo, para la época, viene a demostrar el carácter relativo del llamado raquitismo de la IVª. Siempre se abusó de esto para escamotear un examen en profundidad de sus dificultades; si se considera la bancarrota organizativa (no hablemos ya de la política) en que se encontraban las organizaciones tradicionales en los principales países, el capital de la IVª no era en absoluto despreciable.


 


Ciertamente, cuando entre los propios seguidores de Trotsky se manifiestan, en ese período, síntomas de desánimo, como ocurrió en el mismo congreso fundacional de la IVª en agosto de 1938 en el sentido de cuestionar, por ejemplo, su puesta en pie, se está expresando la debilidad de las nuevas camadas y el peso de las derrotas que venían sacudiendo al movimiento obrero mundial en los 15 años anteriores. Con el asesinato del viejo en México, en un momento de reacción política sin precedentes a escala mundial, con la burocracia stalinista en un pacto con Hitler, las tendencias a la desmoralización golpearon profundamente las puertas de la IVª.


 


Se expresaron básicamente, como bien lo informa F. Moreau, en torno a dos cuestiones políticas centrales: la defensa de la URSS y la práctica del "derrotismo revolucionario" en los países imperialistas. Ambos fueron los dos grandes combates de Trotsky antes de su muerte. Respecto al primer punto Trotsky dejó una obra monumental de extraordinaria vitalidad, En Defensa del Marxismo.


 


La "endeblez" de la IVª no estaba en las insuficiencias de su programa, sino en la débil estructuración de sus cuadros y en la escasa experiencia de los mismos. Pero esto mismo ratifica la justeza del apuro, si se quiere, de León Trotsky por poner en pie la IVª. Porque para preservar la continuidad teórica y práctica del marxismo y armar programáticamente a los destacamentos capaces de actuar en los grandes acontecimientos revolucionarios que sobrevendrían a la carnicería imperialista (y sobre los cuales reposaban todos los análisis de la IVª), habría necesariamente que estructurar una sólida vanguardia obrera en una organización centralizada (lo que por otra parte, el trotskismo venía planteando desde 1933).


 


Aunque F.Moreau no saca esta conclusión, de lo que él informa se desprende que la dirección de la joven organización cuartainternacionalista, después del asesinato de León Trotsky, fue virtualmente quebrada políticamente. "La corriente que exigía la revisión de la posición sobre la URSS obtiene el cuarenta por ciento de los votos en el congreso del SWP de 1940 y deja la organización poco tiempo después para constituir un grupo distinto. La lucha de tendencias en el SWP americano había repercutido también en los otros países, sobre todo en Francia, y en el seno del Secretariado Internacional (SI) elegido en el Congreso de 1938, del que muchos de sus miembros habían emigrado a New York al inicio de la guerra. La mayoría entre ellos se pronuncia por la oposición americana, revirtiendo la posición adoptada en el congreso mundial, lo que crea una situación más bien extraña, ante la imposibilidad de reunir las instancias de la IVª Internacional para reemplazarlos". Más adelante, agrega: "Por una parte, las relaciones con Europa estaban cortadas, y por la otra, el SI se vio desaprobado por el SWP americano … la mayoría de los miembros del SI se sumaron a la tendencia aparecida en 1940 en las filas del SWP, que rechazaba la caracterización de la URSS como Estado obrero y se oponía a su defensa". Esa corriente (liderada por Shachtman) va a terminar renegando del marxismo y desapareciendo en el curso de pocos años.


 


Aunque F. Moreau no se lo proponga, está diciendo que se ha producido una crisis política en la dirección de la IVª, que socava la posibilidad de la organización de actuar. Ni Pierre Frank, ni Jean Jacques Marie, señalaban este problema. Por lo general, se cargó siempre la responsabilidad de la inacción de la IVª en los golpes represivos que sufrió un verdadero genocidio, mediante la ejecución de valiosísimos cuadros a manos del nazismo y el stalinismo. Pero todo indica que ese exterminio sólo pudo tener los resultados catastróficos que alcanzó, en términos de paralización de la acción cuartainternacionalista, en el marco de la pérdida de rumbo de la dirección de la IVª Internacional.


 


El libro informa sobre las cuestiones que suscitan debates en la IVª, pero su abordaje no permite comprender claramente la naturaleza de los problemas. F. Moreau reconoce que "la marcha victoriosa del nazismo arrojaba en el pánico a la mayor parte de la izquierda y conducía a muchos a revisiones teóricas monstruosas". Cita así el caso de "la dirección del grupo trotskista alemán", que va a asumir el planteo de la defensa de un nuevo período de "revolución democrática" en los países imperialistas ocupados. F. Moreau no lo dice, pero esta posición va a ser asumida por el secretario del Comité Ejecutivo de la IVª, Jean Van Heijenoort (Marc Loris), quien va a desenvolver abiertamente esta tesis. Estamos hablando ahora de la fracción del SI que se mantuvo junto al SWP liderado por Cannon, y leal supuestamente a los planteos de la IVª. Marc Loris es el mismo dirigente que va a defender, en América Latina, la tesis de la "equivalencia" entre las burguesías de los países oprimidos y opresores, y que va a negar todo valor a la tareas de emancipación nacional aquí (¡en los países imperialistas, que habían culminado hacía tiempo sus tareas nacionales, sí; en los países atrasados, donde cumplían históricamente aún una función progresiva, en cambio, no!) (4).


 


Las posiciones de este tipo significaban un abandono total de las posiciones que había enarbolado la IVª. El Manifiesto "Frente a la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial", redactado por León Trotsky y adoptado por una conferencia internacional reunida en Nueva York entre el 19 y el 26 de mayo de 1940 (5), criticaba por anticipado cualquier conducta impresionista frente a un avance mayor del hitlerismo sobre otras naciones de Europa, y ratificaba el pronóstico cuartainternacionalista acerca de las perspectivas revolucionarias, planteando la necesidad de promover el derrotismo en todos los países imperialistas.


 


F. Moreau describe crudamente cómo los imperialismos democráticos no dejan en ningún momento de actuar en su carácter de potencias coloniales, y cómo explotan la guerra para desangrar inescrupulosamente a los pueblos de la URSS en primer lugar, y del mundo entero. "En plena invasión alemana, el gobierno francés había rechazado hacer retornar las escuadras estacionadas en Siria… no había nada peor para la burguesía francesa que aquello que comprometía su imperio en Medio Oriente". Después de la invasión alemana a la URSS, roto el pacto germano-soviético por imperio de los hechos, y mientras los imperialismos democráticos entraban en negociaciones con la burocracia, éstos "continuaban el estacionamiento de sus principales contingentes armados en sus colonias, en lugar de enviarlos a combatir a las tropas alemanas o japonesas, revelando así sus verdaderas prioridades".


 


En los países coloniales, los trotskistas, en esas condiciones, dice F. Moreau, "jugaron un rol importante en muchos países", curiosamente donde todo indica que los lazos con el centro dirigente estaban rotos. Es el caso "especialmente en Vietnam, en Indonesia, en la India y en Ceylán (Sri Lanka). Existió una guerrilla de inspiración trotskista en Birmania, los comunistas de bandera roja. Lamentablemente, su fuerza en organización nunca estuvo a la medida de su influencia de masas, lo que los hacía víctimas preferidos de la represión que se abatía en todas partes sobre ellos: no solamente de las autoridades coloniales, sino también de los nacionalistas burgueses y los stalinistas".


 


A pesar de las enormes dificultades que dominan la actuación de los trotskistas, en toda esta primera etapa en Europa bajo la ocupación nazi, van a ocupar precisamente en este período, antes del gran ascenso que deviene después de la derrota nazi en Stalingrado y de la sublevación italiana que acaba con los fascistas, un rol fundamental en la resistencia. Resistencia que en esta primera etapa no es generalizada, pero que de haberse encontrado estructurada en torno a una perspectiva de conjunto que la IVª, como organización, había perdido, a pesar del titánico esfuerzo de diferentes grupos aislados en muchos países, habría colocado probablemente a la IVª con posiciones más sólidas para la etapa siguiente. Quebrado de hecho el centro dirigente y rotas las relaciones internacionales por la guerra (pero fundamentalmente, derivado de lo anterior) (6), hay sectores trotskistas que vacilan, y que van a llevar en Francia, durante los dos primeros años de ocupación, una orientación que tiene muchos puntos en común con la del grupo alemán exiliado allí del que ya hablamos: estos sectores, creyendo que la ocupación nazi va para largo, se plantean actuar en las organizaciones colaboracionistas.


 


F. Moreau no habla de esto. Destaca, en cambio, que "los trotskistas fueron efectivamente los primeros en lanzarse a la resistencia, desde 1940, cuando los partidos comunistas buscaban todavía arreglarse con los ocupantes nazis, en el cuadro del pacto germano soviético de 1939". Los stalinistas, en este período, diciendo practicar también una táctica derrotista, obraron en realidad como colaboracionistas del gobierno de Vichy, es decir, de la ocupación nazi, tal como se los obligaba su obediencia a la burocracia.


 


Es indudable que lo que dice F. Moreau es cierto en lo fundamental. Fue en este período que estamos analizando, que el "RSAP holandés (una organización que se reclamaba trotskista, aunque no formó parte del congreso fundacional) informa F. Moreau tuvo un rol de primer orden en la huelga general de 1942 contra la deportación de los judíos, lo que llevó a la ejecución de Henk Sneevliet, principal dirigente de la organización". Trotskistas franceses y alemanes van a darse una táctica de derrotismo revolucionarioextraordinaria, para llevar a la práctica entre las tropas alemanas de ocupación. Van a publicar Arbeiter und Soldat (obrero y soldado), un periódico en alemán, dirigido a las tropas nazis, ¡entre las que se construyen células clandestinas!, llamándolas a la solidaridad obrera internacional contra todos los gobiernos imperialistas. Los trotskistas se afirmaban en la convicción de que las tropas de ocupación iban a terminar desintegradas, como efectivamente ocurrió. La resistencia, dominada por elementos stalinistas después de 1941/2, se oponía a toda idea de fraternización revolucionaria, levantando el planteo nacionalista reaccionario de "a cada cual su boche" (despectivo respecto al alemán, planteando una línea de venganza, que transformaba al obrero-soldado alemán, que era una víctima de la guerra, en el supuesto victimario de los pueblos de los países ocupados). "Los principales implicados en ese trabajo fueron finalmente descubiertos y fusilados", informa F. Moreau.


 


Los trotskistas van a sufrir la pérdida de cuadros fundamentales durante la guerra, la mayoría de ellos muertos en los campos de concentración, cuya maquinaria industrial de exterminio los imperialismos democráticos nada hicieron por detener. Sobre esto dice muy poco F. Moreau. Pero es altamente probable, a la luz de recientes investigaciones, que los trotskistas estuvieran a la cabeza de los levantamientos en los principales ghetos y campos, que terminaron a pesar de su heroísmo, todos ellos en tremendas masacres (7).


 


No tenemos documentación de otras manifestaciones de cómo los trotskistas practicaron el derrotismo en los diferentes países imperialistas. Pero es evidente que no lo hicieron en todas partes de una manera mecánica e idéntica, y mucho menos bajo una forma pasiva o pacifista. F. Moreau no agrega más nada, pero es conocida la táctica que recomendó Trotsky para los EE.UU., por las discusiones que desenvolvió con los dirigentes del SWP antes de su muerte. No conocemos qué resultado se sacó de ello (y aun si se implementó efectivamente y cómo). Consistía en exigir la elección de los oficiales mediante la voluntad popular, una orientación dirigida a transformar al Ejército en una milicia popular, apuntando a canalizar el espíritu democrático que llevaba a los trabajadores a enrolarse, en nombre de la causa, contra el totalitarismo fascista. De esta forma, ésta no quedaba reducida a un ajuste de cuentas entre bandidos imperialistas. Se abría así una brecha para plantear un programa de reivindicaciones contra la guerra imperialista, junto a reivindicaciones obreras y socialistas para el propio país.


F. Moreau sí da cuenta de la lucha que libran los trotskistas para impedir la política de los PC "de bloquear o ahogar los movimientos huelguísticos en los países anglo-sajones en el curso de la guerra", en tanto los militantes cuartainternacionalistas "sufrían la represión por su rol en esos movimientos, tanto en Gran Bretaña, en los EE.UU. como en Canadá. Dieciocho dirigentes del SWP fueron condenados a penas de 12 a 18 meses de prisión por su denuncia de los objetivos de guerra imperialistas del gobierno americano".


 


Los trotskistas frente al gran ascenso


 


Al igual que Pierre Frank y Jean J. Marie, F. Moreau coincide en que los trotskistas quedaron reducidos, sobre el final de la guerra, a la "impotencia", sin ninguna posibilidad de modificar los acontecimientos, precisamente cuando estalla una situación revolucionaria en los principales países capitalistas de Europa la más importante del capitalismo hasta el presente, exactamente como lo había previsto la IVª. ¿Cómo fue posible que la corriente política mejor preparada haya sido reducida prácticamente a la nada?


 


Es indudable que la reconstrucción de las organizaciones que mandelistas y lambertistas llaman siempre tradicionales, como ya vimos, no partía de ninguna autoridad de éstas por su comportamiento en los primeros años de la guerra. No basta, entonces, con el cliché tradicional, del que hace uso y abuso F. Moreau, como que "la disposición de medios y de efectivos infinitamente más fuertes" de esas organizaciones…; o que "el factor tiempo es crucial en política, sobre todo en los períodos de crisis revolucionarias, pues ellas no duran eternamente". F. Moreau reconoce que "difícilmente se podrían imaginar condiciones más favorables para la conquista del poder" (por la clase obrera), en un cuadro en que "los partidos burgueses estaban frecuentemente desacreditados por su colaboración con el ocupante". En Francia y en Italia, los PP.CC. se transforman, objetivamente, en los factores determinantes de la reconstrucción del Estado, lo que provoca "efectivamente dice F. Moreau un principio de ruptura de la vanguardia obrera con el stalinismo". El jefe del PC francés, llegado directamente desde Moscú, hecho vicepresidente del gobierno de De Gaulle, proclama que lo primero de todo (es para los trabajadores) producir, que la huelga es un arma de los trusts y ordena desarmar a los maquis tras la consigna un solo Estado, un solo Ejército, una sola policía.


Los trotskistas, en los acontecimientos cruciales que recorren a las grandes masas, están reducidos a la impotencia, porque en lo fundamental están reducidos a una lucha faccional respecto a la actitud a asumir frente al movimiento de la resistencia de los maquis y la reconstitución del movimiento popular bajo el dominio del frente popular, que revela el abismo y la discontinuidad que se ha producido entre los militantes trotskistas. De todo esto, hay un silencio total en la obra de F. Moreau. Los trotskistas se encuentran divididos, incluso, en términos de organizaciones diferentes, entre una posición capituladora frente al gaullismo, y otra sectaria que embloca a toda la resistencia en el campo de la reacción. Luego de la reconstitución de un Secretariado Europeo en febrero de 1944, se produce una reunificación del trotskismo francés, sobre una base de compromisos que tiene ya la simiente de los enjuagues característicos de los acuerdos oportunistas de los períodos posteriores. Por medio de una política de concesiones mutuas, que permite que cada uno interprete las resoluciones a su modo, los trotskistas no van a lograr abrirse camino hacia las masas. Van a volver a refractar las características de organizaciones cerradas de los períodos de reacción política del pasado, en un período de extraordinaria iniciativa de las masas. Todo lo cual va a llevar a un progresivo abandono de las caracterizaciones políticas previas del movimiento trotskista. La incapacidad para dotarse de un programa para la acción en un período excepcional de lucha de clases, lleva ulteriormente a la degeneración.


 


Pierre Frank, en 1968, va a decir en su Historia, que "la colaboración (entre la URSS y las democracias imperialistas) contribuirá a dar a la resistencia un carácter de clase ambiguo". François Moreau, haciendo un balance de la actuación de los trotskistas en este período, llega, 20 años después, a la conclusión de que la IVª falló en su pronóstico fundamental respecto al derrumbe del stalinismo. Según F. Moreau, la "tesis" de que "en un caso (una revolución política) o en otro (su caída bajo los golpes de la agresión nazi) el stalinismo sería eliminado", no se dio. Todo el análisis de la IVª habría fallado en consecuencia, porque "Trotsky aparentemente había subestimado la amplitud de la derrota sufrida por la clase obrera soviética a manos de la burocracia stalinista".


 


A partir de aquí, F. Moreau olvida lo que él mismo había mostrado acerca del desprestigio previo del stalinismo (del período del pacto con Hitler), y de la reacción que provocó entre las masas su política de reconstrucción del capitalismo en toda Europa occidental. El stalinismo llega, según F. Moreau, a "la cumbre de su prestigio y su influencia sobre las masas obreras europeas" tras "la victoria soviética sobre la Alemania hitleriana".


 


Como se puede ver, la confusión no puede ser mayor. Por un lado, la política de coexistencia pacífica (en realidad, de contrarrevolución inducida por medio de las direcciones traidoras lo que no siempre se logra pacíficamente, como ocurre concretamente en Grecia, donde se marcha abiertamente a una guerra civil) es presentada como inductora de un cambio progresivo de la resistencia bajo el dominio directo del imperialismo democrático (la ambigüedad de la que habló Pierre Frank); por el otro, el impresionismo que provoca la conducta del stalinismo, que envuelto en acontecimientos revolucionarios que quiso evitar, y no pudo, va a explotar los mismos de la forma más pérfida. Pero sin lugar a dudas, esos acontecimientos minaron históricamente su monolitismo, llevando a los primeros grandes cismas de su aparato internacional (el titismo y el maoísmo, que rompiendo los compromisos de Stalin con los imperialismos democráticos, van a conducir empíricamente a las masas por la vía de la revolución) y a que las masas soviéticas y del glacis sufran, bajo la forma de una brutal opresión consentida por supuesto por el imperialismo la "supervivencia" del stalinismo (¡según algunos estudios, la represión a las masas populares después de la guerra hasta 1953, cuando muere Stalin, fue la peor de todas las épocas!). ¡Por esto es que el prestigio de la URSS es hasta fomentado por el imperialismo, que antes y después de la guerra fría, actúa favoreciendo abiertamente a las organizaciones stalinistas en Occidente, allí donde por falta de otros recursos no tiene a quién recurrir! ¡Contradictoriamente, el stalinismo sobrevive no gracias a la política de Stalin, a sus aciertos, sino al fracaso de sus pronósticos y su estrategia! El stalinismo sobrevive en una situación de impasse de la revolución mundial, que es el fruto de un ascenso sin precedentes de las masas como sólo fue capaz de pronosticar el trotskismo que es contenido in extremis por el stalinismo.


 


F. Moreau descarga virtualmente sobre las masas soviéticas la responsabilidad por la ausencia de un desenlace revolucionario en Occidente y en la propia URSS, y anula la razón de ser de un partido marxista revolucionario: "la removilización de las masas obreras soviéticas sobre la que Trotsky contaba no se produjo, al menos en gran escala. La burocracia stalinista se mantiene firmemente en su sitial". Antes había dicho que "el ascenso de las luchas obreras en el mundo, al final de la guerra, no encuentra más que un límite en la URSS". La derrota del hitlerismo habría sido mérito de la burocracia, no de las masas. Como si la represión que se descarga sobre ellas no fuera la expresión del pánico de la burocracia a que éstas le pasen la factura de sus errores previos (¡Stalin había descabezado al Ejército Rojo en vísperas de la entrada de la URSS en la guerra y confió hasta el último instante en su pacto con Hitler!). Como se ve, la bancarrota no puede ser más completa.


 


No es difícil comprender, entonces, por qué la IVª, en el teatro fundamental de los acontecimientos, sale incluso del período de ascenso de la posguerra con "las fuerzas trotskistas reducidas, como dice F. Moreau a una escala grupuscular". De la incapacidad para dotarse de un programa, se va a desarrollar lentamente toda una concepción que va a conducir al seguidismo a la burocracia staliniana, que más tarde, a partir de 1948, se va a expresar en el terreno de las ideas, plasmándose plenamente en el IIIer. Congreso internacional de 1951.


 


La descomposición pablista. El III er. Congreso Internacional


 


A sus dificultades políticas, la militancia trotskista sufre después de la barbarie del hitlerismo la represión de las democracias, y fundamentalmente, del stalinismo (y aun de aquellos que, rompiendo empíricamente con él, se mantienen presos de sus esquemas y prejuicios). F. Moreau lo describe así para los principales países: "La sección vietnamita, la más influyente antes de la guerra, había sucumbido bajo la represión combinada de los japoneses, de los británicos (que ocuparán brevemente Vietnam del Sur), de los franceses y del Partido Comunista Vietnamita (PCV); su líder, Ta Thu-thau, fue asesinado por un stalinista vietnamita. Las secciones de Europa oriental conocerán la misma suerte bajo la ocupación soviética; ellas se encontraban entre las más fuertes antes de la guerra, sobre todo en Polonia y en Checoslovaquia. La sección griega, muy influyente en la Resistencia, fue diezmada por una doble represión, la de las fuerzas imperiales contra los comunistas y la de los stalinistas contra los trotskistas"(8).


La obra de F. Moreau no da cuenta de las luchas políticas libradas por los trotskistas en este período crucial, pero señala despectivamente que el movimiento cuartainternacionalista estaba ganado por la "atmósfera de recalentamiento de la época". El sentido de estas palabras, como se va a ver, no es otro que cuestionar todas las afirmaciones anteriores sobre las potencialidades revolucionarias del período abierto en la posguerra.


Cuando se reúne el Congreso de la IVª, a fines de mayo de 1948 (el segundo congreso internacional, casi 10 años después del primero) las organizaciones trotskistas dirimen, una vez más, un debate dice F. Moreau con "los partidarios de una revisión de la posición trotskista sobre la URSS", "una pequeña minoría, cuya influencia se limitaba en lo esencial a Francia y Gran Bretaña. Cornelius Castoriadis el hoy conocido filósofo posmoderno iría a romper con la sección francesa para lanzar la revista Socialismo y Barbarie", evolucionando al poco tiempo hacia posiciones contrarrevolucionarias. Según dice F. Moreau, en esa época la IVª "continúa caracterizando a los países de Europa del Este como estados capitalistas. El congreso mundial rechaza las enmiendas planteadas por el Revolutionary Communist Party de Gran Bretaña, que concluía ya que eran Estados obreros degenerados bajo el modelo de la URSS y que era necesario entonces defenderlos contra el imperialismo occidental". F. Moreau se pregunta si "la expansión aparente del stalinismo (no) parecía contradecir directamente la tesis trotskista clásica que señalaba que la URSS era una formación social inestable y transitoria; ¿no se trataba más bien de un régimen estabilizado y más aún en vías de reforzarse?".


 


Al poco tiempo del Congreso, se produce la ruptura de Tito con Stalin y el violento ataque del último contra el primero. La IVª se alinea con Tito y "las secciones europeas organizarán brigadas de jóvenes para ir a Yugoslavia para ver la realidad y poder contarla ". F. Moreau describe implícitamente el error de las falsas ilusiones de la dirección de la IVª, ya que al poco tiempo Tito "sostiene la posición americana en la guerra de Corea", buscando apoyarse en el imperialismo frente a la burocracia rusa.


 


"La toma de posición de la IVª Internacional a favor del Norte en la guerra de Corea dice F. Moreau provoca una escisión en Gran Bretaña en 1951, de donde surge el grupo de los Socialistas Internacionalistas IS. Este grupo propone una actitud de neutralidad en la guerra de Corea, así como ante la eventualidad de una guerra mundial, pues consideraba a partir de ahora a la URSS como capitalista e imperialista".


 


En ese lenguaje deliberadamente poco riguroso del libro, F. Moreau informa que es "en esta época, (que) la perspectiva de una nueva guerra mundial dominaba los espíritus. Pero esta vez se tratará de una guerra entre la Santa Alianza capitalista e imperialista bajo la dirección de los Estados Unidos, de una parte, y el bloque de los Estados obreros burocráticos bajo la dirección de la URSS, por el otro. La IVª Internacional no sería neutral en un conflicto tal".


 


La guerra fría va a suplantar, así, en la dirección de la IVª a la lucha de clases. F. Moreau señala lo fundamental de estas posiciones. "En estas condiciones se podía esperar que la burocracia de Moscú imprimiera una orientación ultra radical a los partidos comunistas en la lucha contra los gobiernos burgueses, pues se trataba de una cuestión de vida o muerte para ella misma. Los tiempos de los regateos con el imperialismo habían terminado". Como recuerda el autor, Michel Pablo, va a hablar de "siglos de transición".


 


En el IIIer. Congreso Internacional, reunido en 1951, sólo la mayoría de la sección francesa va a oponer resistencia a esta monstruosa degeneración. F. Moreau reproduce, con un dejo de desprecio, esas críticas, que destacaban "que Pablo subordinaba las masas a la burocracia staliniana", al decir que aquéllas actuaban como "una fuerza suplementaria que vendría a sumarse a las fuerzas materiales y técnicas del Estado Obrero". Aunque "la dirección francesa tienta oponer a Ernest Mandel frente a Michel Pablo, en su lucha contra el primero" (9), "los documentos sometidos por la dirección internacional fueron adoptados por una mayoría del 95%", incluyendo destaca F. Moreau al "SWP americano (que) particularmente se solidariza con la dirección internacional".


 


El viraje que se impone a partir de este Congreso se completa con la táctica de "la integración de los trotskistas en los partidos de masas", esto es, con el entrismo. A excepción dice F.Moreau de los partidos entonces "más influyentes de la IVª", el Lanka Sama Samaja Party (LSSP), de Ceylán, y el Partido Obrero Revolucionario (POR), de Bolivia, y de la organización chilena no se explica aquí porqué, se aprueba esa táctica que implica "sólo el mantenimiento de un sector independiente que continuaría produciendo en cada país las publicaciones abiertamente trotskistas". Para F. Moreau, "se trataba de un balance implícito (del fracaso) de la orientación del IIº Congreso a favor de la construcción de partidos trotskistas de masas".


 


Estas posiciones van a llevar, tempranamente, a escisiones de diferentes grupos "ultrapablistas" el término es de F. Moreau, los casos más destacados en los EE.UU., Gran Bretaña y Canadá, que abiertamente "preconizan la disolución de la IVª Internacional y la adhesión a los partidos comunistas en todos los países" (10). Se hace del entrismo, así, toda una orientación apologética y rastrera extrema del stalinismo. En América Latina, esto lo va llevar a cabo el secretariado regional, bajo la dirección de Posadas, que va terminar rompiendo con la IVª a principios de los 60. El propio Michel Pablo va a terminar, poco después, de la misma manera, actuando abiertamente como asesor del gobierno nacionalista de Ben Bella de esto nos informa F. Moreau, como luego lo van a hacer otros dirigentes trotskistas en otros países (en nuestro continente, el caso más conocido es el del peruano Bejar con el gobierno de Velazco Alvarado).


 


Si se trata de hacer un balance dice F. Moreau "los historiadores del movimiento revolucionario… reconocerán sin dudas a la dirección internacional de los años cincuenta el inmenso mérito de haber impedido la degeneración sectaria de la IVª Internacional". La crítica de F. Moreau al pablismo se hace claramente por derecha, ya que considera virtualmente infundados por "catastrofistas" los análisis de entonces de la IVª, porque son siempre "la celebración de ascensos revolucionarios cada día más fuertes".


 


Del supuesto retroceso de este período, F. Moreau extrae una regla sobre el comportamiento de los PP.CC.: "¿Por qué dice los partidos stalinistas pegan frecuentes virajes a la derecha en los períodos de ascenso de las luchas, y virajes a la izquierda en los períodos de recule?". Pretende justificar así, con esta tremenda idiotez, los desatinos de la corriente que representa, que por la vía del entrismo llevó a la extinción de sus principales secciones europeas. F. Moreau describe, así, la "paradoja" de la sección italiana, "víctima del más grande éxito por su trabajo entrista en el seno del Partido Comunista Italiano (PCI)", porque cuando en 1968/9 deciden formar organizaciones independientes, las "oposiciones" que ellos habían contribuido a forjar "impiden la progresión de la sección italiana durante años".


 

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