Una historia del trotskismo cubano: Segunda parte

Otro acontecimiento de la mayor importancia en el mundo de habla hispana durante la década del 30 fue la Guerra Civil Española. Dos aspectos de ésta son relevantes para esta discusión: en primer lugar, los voluntarios cubanos que fueron a pelear a España y sus aportes políticos, tanto en España como a su retorno a Cuba; y en segundo lugar, el impacto de los refugiados que llegaron a Cuba después de la derrota del ejército republicano. El primer punto lo trataré ahora; el segundo, lo discutiré más adelante. Así, aunque el estallido de la Guerra Civil Española coincidió con el período de represión después de la derrota de la huelga de marzo de 1935, el apoyo al gobierno republicano recibió un notable respaldo en Cuba. “El primer escalón de la lucha por defender a la República española tomó la forma de recolección de fondos para abastecer a las tropas republicanas con alimentos, uniformes, cigarrillos y tabaco, etc…”.

“El segundo escalón de la lucha comenzó cuando algunos cubanos expresaron su deseo de ir a España y unirse a las filas de aquellos que defendían la República” (1). El comité que se estableció para seleccionar y despachar a los voluntarios hacia España “incluyó personas que posteriormente se convirtieron en miembros del Partido Auténtico y del Movimiento Joven Cuba” (2). Casi con seguridad, éstos habrían tenido algún contacto con los antiguos trotskistas del PBL.

Así, un trotskista cubano, Juan Breá, que había sido muy importante en estimular la discusión trotskista dentro de la Oposición Comunista y que ya estaba en Europa, fue a España. Desde fines de julio de 1936 hasta febrero de 1937, Breá estuvo en España luchando por la revolución socialista. Trabajó como periodista para La Batalla, el diario del POUM (3), enviando informes desde el frente de Aragón, donde luchó en la milicia del POUM. Más tarde, escribió desde Madrid, donde también tuvo serias discusiones con Juan Andrade, el responsable del POUM allí. De regreso a Barcelona, los stalinistas atentaron dos veces contra su vida. El POUM, con el que tanto Breá como Low habían estado trabajando (4), rehusó darle protección y finalmente tuvieron que alejarse una vez más hacia Francia.

Sus experiencias en España fueron vívidamente contadas en su primer libro, Apuntes de la España Roja (5), que fue inicialmente publicado en Londres en 1937, con un prefacio de C. L. R. James (6). En su introducción, James escribió:

“Su pequeño libro nos muestra el despertar de un pueblo” y “tendremos aquí, mejor que en todo el aluvión de libros sobre España, una excelente visión acerca de la nueva sociedad que está luchando tan desesperadamente por nacer (7). Muchas partes del libro de Breá, principalmente las que tratan de cuestiones políticas y militares, aparecieron primero en las páginas de La Batalla. Sin embargo, su publicación en 1937 en Londres, fue el primer testimonio sustancial en lengua inglesa de la Revolución Española.

En esas páginas, Breá subrayó la confusión ideológica de los anarquistas y anarco-sindicalistas, quienes, en su opinión, “desecharon el poder cuando cayó en sus manos porque sus principios se oponían a tomarlo” (8). También reafirmó el papel totalmente contrarrevolucionario de aquellos que adherían al Comintern mientras, al mismo tiempo, rechazaba achacar toda la responsabilidad por el fracaso de la revolución a su política. Breá escribió: “sería pueril echarle la culpa (a la política stalinista) cuando sabemos muy bien el papel contrarrevolucionario que han estado jugando Rusia y sus acólitos en todos los países. Prevenirse es precaverse. La responsabilidad debe recaer sobre aquellos partidos revolucionarios en España que conocen al stalinismo por lo que es. Me refiero al POUM, a los anarquistas y a los anarco-sindicalistas” (9). Para Breá, el único camino en España era oponer el comunismo al fascismo (10) y argumentó a favor de la necesidad de lo que llamó “un frente común” —esto es, una alianza del proletariado “sin una amalgama de programas” (11).

Sin embargo, en otras cuestiones políticas, Breá mostró algunas diferencias fundamentales con los trotskistas oficiales (12) de la época. Por ejemplo, en su opinión “la Unión Soviética en el momento presente (1937) ya no es más un Estado proletario, y no es todavía uno capitalista” (13). Esta creencia en una tercera alternativa (14) fue expuesta, una vez más, cuando discutió la cuestión de la naturaleza y formación del ejército. Breá sostenía que, hasta que la situación estuviera madura para la formación de un ejército rojo, la fórmula planteada por el POUM debería ser adoptada temporariamente. Esto, en sus palabras, significaba “la aceptación de un comando unificado y la imposición de la disciplina como en un ejército regular, (manteniendo) al ejército bajo el control del pueblo por medio de delegados políticos enviados por los diferentes partidos políticos” (15). Esta actitud es algo equívoca, dado que en agosto de 1936, precisamente al tiempo de su llegada a España, la oportunidad de arrancar de raíz al viejo Estado capitalista estaba a mano. Como los trabajadores rechazaron a los ejércitos fascistas (es decir, al ejército regular), volviendo sus propias armas contra ellos, las tareas democráticas del momento sólo podían ser llevadas a cabo hasta su conclusión por los métodos de la revolución socialista. La teoría aparentemente abstracta de la revolución permanente de Trotsky (16) se había convertido en realidad. De todos modos, Breá veía la cuestión del ejército como central para el éxito (17) y tenía claro que cuando se volvía perfectamente burgués, entonces surgiría una nueva situación con todas las perspectivas para que el Estado obrero fuera finalmente aplastado.

Algunos han sugerido que otro socialista, Wilfredo Lam, el pintor surrealista afro-chino cubano, también fue a Europa y luchó en la Guerra Civil Española (18). Otros (19), sin embargo, sostienen que Lam, que estaba cercano a los trotskistas aunque no era trotskista en ese momento, no estuvo en España durante la Guerra Civil, aunque vivió allí tiempo después.

En total, 850 voluntarios cubanos combatieron por la República española; el primer contingente arribó de Cuba el 15 de abril de 1937 (20), justo en el momento en que la fase ascendente de la revolución estaba por retroceder al cono de sombra de la derrota y la represión, con la derrota de las ‘jornadas de mayo’ de Barcelona.

De cualquier manera, como he señalado, aunque la mayoría del PBL evolucionó hacia el campo Auténtico a fines de la década del 30, hubo otras dos corrientes que emergieron del primer partido trotskista cubano. Estaban aquellos elementos que “formaron grupos terroristas, como la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR)” (21). Este grupo estaba dirigido por Emilio Tro, que había sido miembro de la Oposición Comunista… “Los planteamientos ideológicos (de) la UIR tenían varios elementos del trotskismo” (22).

La otra corriente fue la que constituyó el Partido Obrero Revolucionario (POR) después de 1936 (23). Según Raúl Valdivia, “a fines de la década del 30, los anarquistas y los trotskistas eran pequeños grupos con influencia muy limitada en el movimiento obrero. Unas veces acompañaban a los comunistas, y otras a los anti-comunistas… Los trotskistas tenían algún apoyo en los sindicatos de Oriente, en particular alrededor de Guantánamo, pero se trataba generalmente de dirigentes aislados en un sindicato u otro, sin una organización verdadera y bien establecida ni en los sindicatos ni en el movimiento sindical en su conjunto” (24).

En la Conferencia de Emergencia de la IVa Internacional en 1940, el Departamento Latinoamericano presentó un informe sobre las secciones latinoamericanas. Con referencia a la sección cubana, declaraba que “en los últimos años, como consecuencia de las condiciones generales del país y de la deserción de algunos de sus dirigentes, las conexiones con el movimiento de masas se debilitaron, trayendo como resultado ciertas dificultades internas. De acuerdo a las últimas informaciones, nuestra sección cubana ha tomado medidas excepcionales para resolver estas dificultades internas. Estableció un Comité Ejecutivo Nacional provisional compuesto por los miembros originales del CEN y los más activos militantes de La Habana; su tarea es preparar el terreno para una conferencia nacional. En esta tarea, el Departamento Latinoamericano ayudó a nuestra sección cubana advirtiendo a los camaradas de Santiago de Cuba, que escribieron una carta al Departamento pidiendo su intervención, que no debían dar ningún paso que pusiera en peligro la unidad del partido. De acuerdo a la última información, están haciendo un esfuerzo especial por penetrar en el movimiento sindical y romper su aislamiento. Desde su formación, han publicado un número de órganos y panfletos. Debido a condiciones financieras extremadamente difíciles, no pueden en la actualidad publicar un órgano regular. Han editado un largo manifiesto sobre la cuestión de la guerra y varios otros que tratan problemas del movimiento revolucionario” (25).

Entre los militantes trotskistas no cubanos que llegaron a Cuba después de la Guerra Civil Española estaba Louis Rigaudias (26). Rápidamente se convirtió en la principal figura del movimiento trotskista cubano. Como él mismo escribió: “munido de una visa cubana, partí de Marsella el 2 de enero de 1942 y permanecí allí hasta octubre de 1945. Me puse a disposición de los trotskistas cubanos y los convencí de publicar un mensuario, que redactaba enteramente” (27).

La culminación del acercamiento entre los comunistas y Batista, que tuvo lugar a fines de la década del 30, se produjo a fines de enero de 1939 con la disolución de la CNOC y la fundación de la Confederación de Trabajadores Cubanos (CTC) (28). Esto fue reforzado en 1940, cuando Batista se presentó como candidato a la presidencia. Vencedor en las elecciones, Batista nombró a Juan Marinello y Rafael Rodríguez como ministros en su gobierno (29). Bajo la dirección comunista, la CTC declaró su “patriótica decisión de evitar las huelgas”. La primera resolución del III° Congreso de la CTC, en diciembre de 1942, declaraba que “los trabajadores a través de la Confederación de Trabajadores de Cuba se ofrecen para colaborar con todos los que quieran luchar conjuntamente en unidad nacional —que significa subordinar las controversias internas al supremo interés de la destrucción del enemigo externo de la patria, y concentrar los esfuerzos de todos los sectores políticos y sociales representativos de la nación en el principal objetivo de ayudar a ganar la guerra” (30).

Con posterioridad a este Tercer Congreso de los Trabajadores Cubanos, los trotskistas publicaron el folleto La voz revolucionaria del trotskismo en el III° Congreso Nacional Obrero, que detallaba su política y actividades en el Congreso (30). El periódico IVa Internacional (31) describía cómo “entre … (la) militante aunque confundida oposición (a los stalinistas en el III° Congreso), estaba un grupo de delegados trotskistas de los sindicatos de los ferrocarriles, las lavanderías, empleados de comercio y trabajadores de las ganaderías, destacado tanto por su militancia sindical como por el hecho de que habían preparado un programa detallado y positivo de acción sindical independiente alrededor del cual pudo reagruparse la oposición anti-stalinista” (33).

El programa de acción presentado por los miembros del POR al Congreso incluía la reivindicación de una “escala móvil de salarios y comités populares de control de precios; … la lucha por la industrialización de Cuba, utilizando la coyuntura de la guerra como una vía de salida a la crisis permanente de la industria del azúcar; … por el mantenimiento de la unidad de clase de los sindicatos sobre la base de una genuina democracia sindical; … una política militar proletaria (similar a la del Socialist Worker’s Party de los Estados Unidos) para entrenar a los trabajadores de Cuba” (34). De acuerdo con IVa Internacional, Pablo Díaz González y Juan Medina, del POR, respondieron a las acusaciones de los stalinistas, que calificaban a los trotskistas como “quintacolumnistas” y “agentes del enemigo” (35). Luego de que los stalinistas rechazaron reconocer a 150 delegados, cuestionando sus credenciales, más de 400 delegados se retiraron del Congreso y formaron con los trotskistas el Frente Democrático Sindical (36). En una reunión de este nuevo organismo, el POR sostuvo que “no podemos pensar… en la formación de un nueva central sindical hasta que no haya sido demostrado de una manera definitivamente clara la imposibilidad de salvar a la CTC de las manos de la pandilla stalino-reformista, a través de un constante y efectivo trabajo entre los trabajadores de base. Nos opondremos a cualquier grupo o tendencia que intente arrastrar al proletariado cubano por el camino del aventurerismo” (37).

El Frente Democrático Sindical votó por no constituir una organización paralela al CTC y, en cambio, luchar por “la convocatoria a un nuevo Congreso de la CTC, sobre la base de una plena y genuina democracia interna” (38).

El 17 de mayo de 1943, los trabajadores ferroviarios fueron a la huelga en la región de Guantánamo, reclamando un aumento salarial del cincuenta por ciento. La regional del POR de Guantánamo lanzó un manifiesto que denunciaba “la traición a la huelga de los ferroviarios por los stalinistas… Mientras Batista mandó rápidamente tropas para manejar los trenes, los burócratas sindicales stalinistas corrieron con igual velocidad a intentar impedir una huelga nacional ferroviaria (39). El Auténtico dirigió la huelga, que fue aplastada después de dos semanas, y seis trabajadores—entre ellos dos miembros del POR, Juan Medina y Luciano García— fueron despedidos (40).

El alineamiento mostró por anticipado la competencia electoral que tuvo lugar en 1944. Esta vez, sin embargo, triunfó Grau San Martín como líder de los Auténticos. Sin embargo, incluso con los Auténticos en el poder, los intentos de los comunistas por formar una alianza policlasista con el gobierno continuaron durante un período. El acercamiento entre los comunistas, en el recientemente formado Partido Socialista Popular (PSP), y el gobierno de Grau San Martín fue posible, por la colaboración durante guerra entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, que sólo llegó a su fin en 1947, cuando la era de la Guerra Fría inauguró un ataque contra cualquier cosa comunista en el hemisferio occidental (41). Como sostuvo la IVa Internacional, después que Grau San Martín fue elegido, hizo olvidar a los trabajadores las demagógicas promesas que había realizado durante la campaña electoral. Atado al imperialismo norteamericano, Grau San Martín necesitaba aliados en el movimiento sindical y los stalinistas estaban a mano. Los necesitaba tanto como ellos lo necesitaban a él. Esto se manifestó, por primera vez, en el IV° Congreso de la CTC, en diciembre de 1944, cuando los dirigentes Auténticos se unieron a los stalinistas para suprimir a la oposición (42).

En los comicios de 1944, el POR intentó presentarse al menos en algunas elecciones locales, aunque esto le fue negado por la Suprema Corte. El POR sostuvo entonces una “campaña de firmas” por dos puestos en el consejo de Guantánamo. Sus dos candidatos, Juan Medina y Luciano García, represaliados en la huelga ferroviaria del año anterior, recibieron más de 1.000 votos oficialmente contados (43).

En su periódico Revolución Proletaria del 1° de mayo de 1944, el POR daba su evaluación sobre Grau en su declaración sobre la elección presidencial. Afirmaba: “El giro a la derecha y hacia el conservatismo de Grau, que está más claramente expresado en la candidatura vicepresidencial de Raúl de Cárdenas, figura de relieve de la reacción doméstica, el abandono incondicional por el líder Auténtico de la lucha antiimperialista en favor del imperialismo ‘democrático’ y, finalmente, la presentación por el Partido Revolucionario Cubano de seguidores confesos de Machado como sus candidatos… son las pruebas de la liquidación de la dirección auténtica de toda manifestación revolucionaria del partido; indican cómo la dirección ha roto con los deseos e intereses de las masas, que continúan recordando los gloriosos acontecimientos de 1933″ (44).

Sin embargo, como criticó la IVa Internacional, “a partir de esta evaluación correcta, extrajeron la siguiente conclusión errónea y confusa: ‘no proponemos el apoyo a Grau San Martín como el “mal menor”; le damos apoyo crítico en conformidad con la teoría leninista, como una táctica en la lucha contra el enemigo inmediato de la clase obrera: esto es, la dictadura policíaco militar de Batista, enmascarado bajo el disfraz de la Coalición Socialista Democrática…” (45).

Otra vez, la tendencia a vaciar el bolchevismo de su contenido revolucionario era evidente. El POR, como antes el PBL, sustituiría una genuina perspectiva independiente de la clase obrera por la táctica de adaptarse al nacionalismo democrático. Como proseguía la IVa Internacional: “incuestionablemente, el primer deseo de las masas era sacarse de encima al auto-perpetuado régimen de Batista. E incuestionablemente, ésta es la razón por la cual corrieron confusamente hacia la ilusoria esperanza representada por la bandera ´auténtica´ de Grau. Pero esa es, precisamente, la razón por la cual la tarea de lo revolucionarios era diferenciarse claramente de esta bandera traicionera y, de la mejor manera posible, hacer oír la voz de la genuina lucha antiimperialista” (46).

Con esto, la IVa Internacional concluía señalando que “el PRO (sic) está ahora empeñado en una discusión y reevaluación de su política electoral, en la cual están participando compañeros de otros países” (47).

En su periódico Revolución Proletaria, el POR elaboró sus posiciones sobre la cuestión sindical y la orientación hacia el gobierno de Grau San Martín y el Partido Auténtico. Aunque la reevaluación revisó formalmente su orientación hacia el gobierno de Grau San Martín, su examen no se extendió hasta escarbar las raíces de sus pasadas concesiones al nacionalismo democrático de los Auténticos. En un artículo, el POR argumentaba que “el PRC (A) no puede hacer otra cosa en la actualidad que ayudar a engañar a las masas. Las pretensiones revolucionarias, que en el pasado nuclearon sus filas con buenos elementos revolucionarios, se han diluido bajo el impacto implacable de nuestra realidad colonial, prevista para estos países en la tesis de Trotsky sobre la Revolución Permanente. Sólo un fuerte partido, con la bandera del socialismo revolucionario, puede tener éxito en la lucha por la Liberación Nacional y Social de Cuba. Los que hablan de ‘salvar al autenticismo’ pierden el tiempo o se lo hacen perder a los demás” (48).

Este mismo artículo, sin embargo, finalizaba señalando que la tarea de los revolucionarios es construir la vanguardia revolucionaria que pueda conducir a los oprimidos en la lucha por ganar lo que ha sido hecho pedazos por la realidad del período imperialista de posguerra y el “post-batisterismo del autenticato” (49). Esta verborragia de izquierda sugería que el autenticismo post-Batista era cualitativa o cuantitativamente diferente del autenticismo durante el período en que Batista estuvo al mando.

En la siguiente edición de su periódico, el POR hablaba del gobierno de Grau San Martín como “caracterizado hasta ahora por su inepcia y vacilación” (50), pero también de la primera medida del gobierno que tenía contenido revolucionario (51).

En Revolución Proletaria de mayo de 1946, el POR publicó artículos sobre la Conferencia de Abril de la IVa Internacional en Bélgica, sobre el quinto aniversario de la muerte de Juan Ramón Breá, así como también dos importantes artículos sobre las posiciones del POR acerca de las elecciones y de la cuestión sindical. Esta edición también incluyó un suplemento que presentaba traducciones de ¿Qué es la Revolución de Octubre y Qué es la Revolución Permanente, de Trotsky (52).

En el artículo que intentaba clarificar su posición sobre el apoyo a Grau San Martín en la elección presidencial de 1944, y a los candidatos del PRC (A) que apoyaran un programa mínimo de reivindicaciones de la clase obrera, el POR declara que esta posición “se comprobó cómo enteramente justa” (53).

Continuaba: “El triunfo de Grau San Martín sirvió para cerrar la etapa sangrienta del batistato, abriendo el periodo liquidatorio de las ilusiones del pueblo en el reformismo pequeñoburgués de Grau y su ‘cubanidad’…” (54). El subsecuente fracaso del Grauismo en el poder, argumentaba el POR, “ha iniciado la etapa de las rectificaciones en la conciencia de las masas. Lenta pero firmemente comienza a operarse el cambio en el pueblo y los elementos más combativos dentro de las filas del PRC… tratan de encontrar una nueva orientación” (55).

El POR también repitió el pronunciamiento que hizo en la edición 1° de junio de 1944 de Revolución Proletaria. “Pero no debemos fomentar vanas ilusiones al dar nuestro apoyo crítico a Grau San Martin. Lo hemos dicho en otra ocasión, y lo repetimos ahora, que desde el momento que el PCT echó a un lado su credo antiimperialista en aras del imperialismo ´democrático´, cerró toda posibilidad de reformismo progresista, porque en Cuba, por la mecánica de la dominación capitalista extranjera, una simple huelga por demandas económicas en una central azucarera adquiere de inmediato el carácter de lucha antiimperialista. Creemos, al contrario, que por la vía del poder o el camino de la derrota, en la consulta del 1° de junio, se liquidará el programismo pequeño- burgués del Partido Revolucionario Cubano. Y con esto se abrirán nuevos horizontes y posibilidades prácticas para el forjamiento de un partido verdaderamente revolucionario, de un partido que lleve a su realización la liberación nacional y social de Cuba, bajo la bandera del socialismo revolucionario” (56). A pesar de su insistencia en que no se deben sembrar ilusiones en la pequeño-burguesía, el POR no retiró sus confusas posiciones de brindar apoyo crítico a lo que él mismo veía como el nacionalista democrático PRC, esto sobre la base de que, de cualquier manera, la historia resultante arrastraría a las fuerzas pequeñoburguesas de los Auténticos, y que mejor era una victoria de Grau San Martín que una de Batista. El bloque electoral de Grau San Martín incluyó a nacionalistas burgueses que eran abiertamente hostiles a los intereses del movimiento (57), por lo que el POR continuó la tradición del trotskismo cubano de no establecer una clara demarcación entra la vía de la revolución proletaria y la del antiimperialismo democrático. Es más, sustituyó la tarea de luchar por un partido comunista revolucionario por el objetivismo histórico.

Un segundo artículo de importancia, en la edición de mayo de 1946 de Revolución Proletaria, trataba acerca de la cuestión sindical, sobre si continuar trabajando dentro de la CTC, en un intento por regenerarla, o construir una nueva central sindical (58). El POR argumentaba que, a pesar del hecho de que los lazos entre el PSP y el gobierno eran crecientes, y en consecuencia la CTC se estaba convirtiendo cada vez más en un bloqueo a la radicalización del proletariado, la política correcta era explicar sistemáticamente a los trabajadores la orientación oportunista de la burocracia sindical y ganar el debate por el método de la lucha de clases en las elecciones de la CTC (59).

La posguerra, el trotskismo adormecido

A fines de la década del 40 y en la del 50, los trotskistas cubanos no intervinieron como partido sobre una base nacional. El POR más o menos se desintegró. Esto fue, en parte, porque después de que Grau San Martín rompió con el PSP en 1947, buscó amigos en el movimiento sindical que se opusieran a los stalinistas. En ese momento, los trotskistas, en su stalinofobia, casi se fusionaron programáticamente con el superficial antiimperialismo ‘democrático’ del PRC (A) y de los burócratas del PRC (A). El colapso en la independencia política implicó que ya no había más razón para mantener la independencia organizativa. Como escribió Alonso Avila, los comunistas “siempre consideraron al PRC como un refugio de trotskistas. En parte, no les faltaba razón. Véase la insistencia de Blas Roca y Lázaro Peña… Cuando los ‘auténticos’ llegaron al poder, (se) podía encontrar a los trotskistas en las oficinas de los líderes del gobierno a quienes les escribían declaraciones, discursos, artículos” (60). Alonso Avila señala que, durante el retorno político de Batista en el golpe de estado en 1952, se podía encontrar trotskistas en los ‘grupos de acción trataban de equiparlos teóricamente (61), mientras que un tercer grupo comprendía a aquellos que “prefirieron lucir por ellos mismos, siempre eternos disconformes, derivaron hacia el ‘ortodoxismo’” (62).

Otros, una vez más, se unieron a los pistoleros, las bandas de terroristas y gangsters que crecieron en un corrupto sistema político Algunos de ellos terminaron en la extrema derecha. Mary Low Machado cuenta cómo Rafael Soler, el ex dirigente trotskista de Santiago de Cuba, se convirtió en un gangster y asesinó al organizador de la oposición a Trujillo en Cuba en las décadas del 40/50, Pipi Hernández. Soler entró en contacto con Hernández vía Mary Low, con el argumento de que estaba buscando trabajo. Hernández le dijo a Soler que se reuniría con él a la mañana siguiente y que vería qué podía encontrarle. Soler arribó en el momento acordado y lo asesinó. Voló a la República Dominicana a recoger su paga y fue contratado como pistolero de Trujillo. Soler regresó más tarde a Cuba como parte de la fuerza que desembarcó en Bahía de los Cochinos con el apoyo de los yanquis. Fue capturado por los cubanos y, después de mendigar cobardemente por su vida, fue fusilado contra un paredón (63).

Otro trotskista que giró hacia la extrema derecha fue Roberto Pérez Santiesteban, el dirigente del grupo de La Habana, que fue a Guatemala y terminó en toda suerte de organizaciones de derecha (64).

La reorganización del POR (T) y la revolución de 1959

De acuerdo con Quatriéme Internationale, una organización trotskista funcionó abiertamente en Cuba hasta 1946, cuando “la represión se descargó contra ella” (65). Sin embargo, Gilly respondió a esto argumentando que el grupo se disolvió alrededor de 1947, no como consecuencia de la represión sino a causa, según le informaron antiguos compañeros, de que “la mayoría de la sección cubana adhirió a la tendencia antidefensista o schachmanista, y rompió después de 1946 para seguir a esta tendencia, y como consecuencia, desapareció rápidamente” (66). Con esto, no hubo una organización trotskista formalmente constituida durante la lucha de guerrillas dirigida por el Movimiento 26 de Julio entre 1956 y 1959. Sin embargo, de acuerdo con Gilly, “los trotskistas intervinieron. Desde el momento en que no había sección, y la Internacional era incapaz de ayudar a organizar una, los compañeros trotskistas se involucraron en la lucha revolucionaria allí donde y como pudieron… El grupo central que reorganizó la sección participó en la lucha armada” (67).

IVa Internacional señaló que los trotskistas jugaron un papel importante en Acción y Sabotaje, una sección del Movimiento 26 de Julio, y el grupo reconstituido, que se formó en 1960, estaba integrado por algunos de esos camaradas junto con otros que habían sido expulsados del PSP en 1953, por “revisionismo” y “trotskismo” (64).

Angel Fanjul señala que “el trotskismo se ha convertido en una parte de la tradición viva del proletariado cubano” (69), cuando recuerda a Julio Antonio Mella, Sandalio Cujas y Medina, “que murió en las cárceles de Batista por su defensa del trotskismo” (70). Fanjul recuerda a sus lectores que Pablo Díaz, el editor de Revolución Proletaria, el periódico del POR en la década del 40 y principal líder de la oposición en los sindicatos, fue uno de los veinte sobrevivientes del desembarco del Granma en 1956 y responsable del aparato financiero de las guerrillas. Fanjul escribió que “tanto jóvenes como viejos cuadros lucharon en la guerra de guerrillas. Recuerdo a Mirella, que era poco más que un niño, junto a Juan e Idalbertico Ferrara, el primero un sargento de un escuadrón de ametralladoras, y el segundo un médico militar en el frente guerrillero de Oriente. También estaba el compañero Antonio Torres, de La Habana, presidente del sindicato ferroviario… Otros compañeros, que no puedo nombrar pero que conozco muy bien, trabajaron en posiciones claves en la campaña de sabotaje urbano en apoyo a las guerrillas” (71).

The Internationalist (72) reiteró que los trotskistas participaron en la insurrección dirigida por el Movimiento 26 de Julio. Señaló que “si bien el POR (T) como tal no jugó un papel, muchos militantes (incluida la mayoría de los que iniciaron el POR (T)…) participaron activamente en la lucha armada del pueblo cubano. Estaban entre los expedicionarios del Granma, entre los guerrilleros de la Sierra Madre (sic), y entre los que ayudaron a organizar el sabotaje. Otros compañeros, en los sindicatos, dirigieron acciones de los trabajadores de gran importancia, especialmente entre los trabajadores ferroviarios” (73).

The Intemationalist anunció que el POR (T) fue fundado el 6 de febrero de 1960, se unió a la IVa Internacional y fue propuesto para ser reconocido como sección en el siguiente Sexto Congreso. The Intemationalist reconoció que su fundación fue “precipitada y grandemente facilitada gracias a la incansable actividad del BLA (el Buró Latinoamericano de la IVa Internacional), y su delegado en Cuba” (74). Una carta fechada el 19 de febrero de 1960, del Buró Político Provisional del POR (T) al Secretariado Internacional de la IVa Internacional y al Buró Latinoamericano de la IVa Internacional, detallaba informaciones sobre su reorganización como partido a escala nacional (75). La carta señalaba que una dirección provisional había sido elegida hasta el Primer Congreso del POR (T) y que la primera edición de su periódico estaba siendo preparada, la cual estaba planeada para aparecer el 10 de marzo y cada dos semanas a partir de entonces (76).

El delegado enviado por el Buró Latinoamericano de la IVa Internacional fue referido como la Camarada Miranda por Gilly (77). De acuerdo a Gilly, fue enviada a Cuba a principios de 1959 para ayudar a reorganizar al grupo y retomar el contacto con la Internacional. Estamos lejos de “una actitud sectaria hacia el Movimiento 26 de Julio. Intervino en debates y habló por la radio. Era muy respetada por los castristas” (78).

The Intemationalist presentó en abril una copia de la invitación que los trotskistas cubanos distribuyeron entre los trabajadores en ocasión de la reunión inaugural del local central del POR (T) en Guantánamo, el 7 de marzo de 1960 (79).

La primera edición del periódico del POR (T) está fechada en abril de 1960.

De acuerdo con Gilly, “los stalinistas lanzaron una brutal campaña en contra, más aún dado que esta gente —siguiendo su táctica usual— ganó control sobre los medios de prensa del Estado” (80).

Entre abril de 1960 y abril de 1961 fueron impresas ocho ediciones de Voz Proletaria:

Voz Proletaria: Año 1, n° 1, abril de 1960.

Voz Proletaria: Año 1, n° 2, 28 de junio de 1960.

Voz Proletaria: Año 1, n° 3, setiembre de 1960.

Voz Proletaria: Año 1, n° 4, octubre de 1960.

Voz Proletaria: Año 1, n° 5/6, noviembre/diciembre de 1960.

Voz Proletaria: Año 2, n° 7, enero/febrero de 1961.

Voz Proletaria: Año 2, n° 8, marzo de 1961.

Voz Proletaria: Año 2, n° 9, abril de 1961 (76).

Sin embargo, la edición de mayo de 1961 de Voz Proletaria fue prohibida antes de que pudiera salir a la venta. Su imprenta fue allanada y las copias del periódico y de los impresos de una edición del libro de Trotsky, La Revolución Traicionada, que estaba en preparación, fueron destruidas (82). De acuerdo con el periódico IVa Internacional, el allanamiento de la imprenta fue llevado a cabo por un funcionario del Ministerio de Trabajo que era también miembro del PSP y que dijo que estaba actuando bajo instrucciones del ministerio (83). El POR (T) presentó inmediatamente una protesta ante el gobierno de Fidel Casto (84), mientras que el Buró Latinoamericano (BLA) de la IVa Internacional publicó una declaración, fechada el 14 de junio de 1961, sobre los pasos dados contra la sección cubana. El BLA declaró que “nos dirigimos al gobierno cubano reclamando el derecho del Partido Obrero Revolucionario (Trotskista) de Cuba a publicar sus periódicos y libros y a utilizar plenamente la democracia revolucionaria… La revolución cubana es anti-imperialista y anti-capitalista. Los trotskistas cubanos han desarrollado y desarrollan sus actividades y sus publicaciones, como hacen los trotskistas de todo el mundo, en defensa incondicional de la revolución cubana, y por una lucha intransigente contra el imperialismo y el capitalismo… Ellos fueron los únicos que a través del mundo iniciaron una campaña por la defensa y el apoyo a la revolución cubana, al mismo tiempo que el Partido Comunista se oponía al movimiento de Fidel Castro, diciendo que era una aventura …”.

“Los trotskistas fueron los primeros, y los únicos hasta el 1° de Mayo, que reivindicaron que Cuba es un Estado obrero y que llamaron a defenderlo como un Estado obrero. Mientras tanto, los partidos comunistas todavía están intentando presentar al Estado cubano y a la revolución cubana como si fuera sólo una revolución patriótica, un frente entre los revolucionarios y los capitalistas. Para que la revolución pueda superar esta etapa, la vía principal es la organización soviética a través de consejos de obreros, de campesinos y de soldados, y el pleno goce por las masas de su derechos democráticos a defender la revolución, a apoyarla como primera necesidad de sus vidas y también a obtener e imponer el derecho a la libre expresión de ideas, de tendencias y de posiciones políticas. Esta es la vía por la cual las masas expresarán sus ideas, sus iniciativas, y en la cual participarán activamente en la dirección de la revolución, haciéndola invencible.

“Llamamos al gobierno cubano y a la revolución a levantar las medidas tomadas contra el periódico del Partido Obrero Revolucionario (Trotskista) de Cuba. Llamamos a las masas de América Latina a protestar contra las medidas represivas tomadas contra los derechos democráticos revolucionarios del POR (T) de Cuba, a reclamar al Estado obrero cubano el cese de estas medidas y el castigo de los funcionarios que las adoptaron, y a reclamar por los derechos democráticos revolucionarios de las tendencias revolucionarias anti-imperialistas y anti-capitalistas que defienden incondicionalmente al Estado obrero cubano.

“… Este ataque contra el derecho democrático revolucionario del Partido Obrero Revolucionario (Trotskista) es parte de y una expresión de las contradicciones a través de las cuales la revolución cubana y el Estado obrero marchan hacia adelante…” (85).

De acuerdo a un artículo en New America (86), “la cuestión de la supresión (del POR-T) fue primero planteada en los Estados Unidos por los partidarios de ‘Cornucopia’, un grupo radical que había sido activo en Fair Play for Cuba”. El mismo artículo planteaba que The Militant sólo publicó una declaración sobre la supresión del POR (T), “después de que los hechos se hicieron conocidos para el público radical de los Estados Unidos (sic)” (87).

De acuerdo a Gilly, después de que Voz Proletaria fue suprimida “continuó apareciendo en forma mimeografiada. No era clandestina, siempre rechazamos esa opción. Luchábamos por el derecho a la existencia legal de una tendencia trotskista en el Estado obrero. Esto era algo mucho más importante que nuestro pequeño grupo y su pequeño periódico. Era una cuestión de principios, un punto clave de nuestro Programa de Fundación -el derecho de las tendencias revolucionarias a existir en un Estado obrero.

“Los camaradas de la sección cubana participaron en sus lugares de trabajo y en sus barrios de todas las tareas de la revolución. Todos ellos pertenecieron a la milicia y participaron del trabajo voluntario de los domingos. La sección incluso adoptó una resolución diciendo que ninguno que no se uniera a las milicias o no participara en el trabajo revolucionario podría unirse a ella. Los compañeros participaron en la campaña de alfabetización, en la cosecha de café en las brigadas de la zafra azucarera, en los Comités de Defensa de la Revolución (88).

Fanjul expresó el programa de los trotskistas en Cuba en los siguientes términos, nosotros luchamos por la expropiación sin compensación de todas las compañías imperialistas y de propiedad de capitalistas cubanos de interés público bajo control de los trabajadores; por la planificación de la economía; por la reforma agraria y la revolución agraria; por la disolución de todos los órganos del Estado burgués y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos basado en consejos de obreros y de campesinos libremente electos y sujetos a revocación; por el establecimiento de milicias de obreros y campesinos armados; por la ruptura de todos los pactos económicos, comerciales, políticos, culturales y militares que unen a Cuba con el mundo imperialista y en particular con el imperialismo yanqui; por el derecho a tener más de un partido obrero- etc.” (89).

Sin embargo, como puntualiza Fanjul más adelante en el mismo artículo, “entre los puntos que despertaron más furor… estaba uno que decía exactamente: ‘Por la expulsión de la base naval de Guantánamo, la vanguardia de la revolución’…” (90). Fanjul intenta clarificar esta reivindicación señalando que en realidad nunca llamaron a una marcha sobre la base de Guantánamo, pero que los “stalinistas tomaron esta frase como la base para otra mentira” (91).

Sin embargo, José G. Pérez, en una respuesta tanto a Gilly como a Fanjul calificó esta llamado a Cuba a expulsar al imperialismo de Guantánamo como una provocación (92), y además, pintó un cuadro del POR (T) como sectarios ultraizquierdistas que estaban intentando construir un ala izquierda contra el gobierno revolucionario (93).

Durante 1962, en ocasión de la ‘crisis de los misiles’, cada miembro del POR (T) estuvo en sus respectivas unidades militares, o de milicia y un comunicado enviado al gobierno el 24 de octubre puso a su disposición a la organización como un todo. En relación con esto, Gilly admite que “fue un gesto simbólico, dada nuestra pequeñez. Pero ésa fue la posición política que tomamos” (94).

Gilly también recuerda cómo en al menos dos ocasiones, durante ese período en Cuba, miembros del POR (T) fueron encarcelados por lapsos de un mes o más y que sólo fueron liberados después de la intervención personal de Guevara (95). Los arrestos de miembros del POR (T), sin embargo, continuaron después de que Gilly abandonó Cuba. Comenzaron el 9 de noviembre de 1963, cuando Andrés Alfonso fue detenido después de distribuir copias de Voz Proletaria entre sus compañeros de trabajo (96). Floridia Fraga fue arrestada en diciembre, seguida por Ricardo Ferrara el 2 de diciembre después que comenzara a hacer averiguaciones sobre ella (97). Según Spartacist, en la primavera de 1964 los tres fueron sometidos a un juicio que fue cerrado al público. “Fueron acusados de; a) distribuir un periódico ilegal; b) abogar por el derrocamiento del gobierno cubano, y, c) ser críticos hacia Fidel Castro. Floridia Fraga y Ricardo Ferrara fueron sentenciados a dos años cada uno; Andrés Alfonso recibió una sentencia de cinco años” (98).

La represión continuó cuando Roberto Tejera fue arrestado después de que comenzara a hacer averiguaciones sobre sus tres camaradas (99). Entonces, el secretario general del POR (T) y editor de Voz Proletaria, e Idalberto Ferrera, fue arrestado en su domicilio. La oficina del POR (T) fue arrasado y copias del periódico y otros documentos fueron confiscados (100). Declarados culpables de los mismos cargos que los demás, Roberto Tejera fue sentenciado a seis años e Idalberto Ferrera, el dirigente del grupo, recibió nueve años. Según el Spartacist, que el líder recibiera la sentencia más severa indicaba “el carácter puramente político de la represión” (101).

Otros pasos tomados contra los trotskistas cubanos y el POR (T) fueron la cancelación del permiso de residencia a Juan Posadas y su deportación, mientras que a los miembros cubanos del grupo que pretendían asistir a una reunión internacional de la tendencia de Posadas en Europa, se les impidió salir del país (102). La persecución también incluyó el despido de compañeros, a los que se les hizo prácticamente imposible encontrar otro empleo fuera del estrecho sector privado (103).

En un artículo en Spartacist de fines de 1965, se informaba cómo los trotskistas cubanos fueron liberados después de haber firmado una carta aceptando la disolución del POR (T) y retirarse de la IVa Internacional (104). El dirigente de la tendencia a la cual adherían, Juan Posadas, “llamó a sus seguidores cubanos a repudiar sus compromisos y reanudar su actividad política” (105).

Una conclusión

El trotskismo en Cuba, como en todos lados, tiene sus raíces en divergencias políticas dentro del Partido Comunista. En el caso de Cuba, una minoría no conformista no aceptó la línea ultraizquierdista y sectaria del ‘Tercer Período’ de la Internacional Comunista. Sin embargo, a diferencia de otros lugares es, con el PCC formado en agosto de1925 y enseguida sometido a un período de proscripción, tuvo pocas oportunidades de funcionar como partido con un debate abierto y la verificación de la teoría en la práctica. Como esta Oposición Comunista no se desarrolló hasta que el ‘Tercer Período’ estuvo en pleno ascenso, no desarrolló una crítica de las posiciones del anterior ‘Segundo Período’ de la Internacional Comunista de formar bloques antiimperialistas con los partidos burgueses democráticos que levantaban un programa antiimperialista. Esta marca de nacimiento de compromiso con el nacionalismo pequeño- burgués definió al trotskismo cubano hasta 1960.

Desde su fundación, el Partido Bolchevique Leninista tuvo serias divisiones internas con una de sus mayores secciones, Guantánamo, que ignoraba las directivas del Comité Central y actuaba independientemente, siguiendo una política de formación de un amplio bloque ‘progresivo’. La sección de Guantánamo fue una de las pocas que mantuvo cierto grado de continuidad hasta la supresión final del trotskismo en Cuba bajo el régimen de Castro.

De todas maneras, el oportunismo del PBL en Guantánamo se extendió a todo el partido desde la huelga de marzo de 1935, cuando tuvo comienzo su apoyo acrítico hacia la revolución antiimperialista democrática. La stalinofobia personal y política de sus miembros hizo que la alianza que el PBL forjó en esa etapa con la izquierda pequeñoburguesa de Joven Cuba fuera menos sorprendente.

Después de la derrota de marzo de 1935, la mayoría del PBL abandonó la política revolucionaria y disputaría con el stalinismo acerca de quien encontraría la vía más ‘progresiva’ para colaborar pacíficamente con los defensores de la propiedad privada imperialista. Aquellos que se mantuvieron formalmente dentro de las filas del movimiento trotskista internacional formaron el Partido Obrero Revolucionario. Sin embargo, éste no rompió con el concepto de la revolución antiimperialista democrática, como lo demuestra el llamado del POR a votar por los Auténticos de Grau San Martín en las elecciones de 1944.

Durante los años de la segunda posguerra, el POR no existió como partido. Pequeños grupos de compañeros actuaban en varias ciudades, sin un centro democrático que coordinara la teoría y la actividad. Simpatizantes y personas que habían sido miembros del POR, sin embargo, fueron activos en el movimiento antiimperialista ‘democrático’ en y alrededor del Movimiento 26 de Julio. No había, sin embargo, una fracción organizada. Fue sólo con la intervención del Secretariado de la IVa Internacional que el POR (T) fue reconstruido en el fomento en que la presión de los castristas hacia la izquierda estaba alcanzando su pico. Sin embargo, la debilidad numérica y la pobre implantación del POR (T) en la clase obrera fue tal que cuando esas fuerzas de izquierda retrocedieron y el stalinismo tuvo una creciente influencia en la revolución, las medidas burocráticas iniciadas por un funcionario del Ministerio de Trabajo fueron suficientes como para suprimir a los trotskistas cubanos.


Notas:

La primera parte de esta nota fue publicada en En Defensa del Marxismo n°14, Sep. 96.

  1. Ver Instituto del Movimiento Internacional de la Clase Obrera, Comité Soviético de Veteranos de Guerra, International Solidarity With The Spanish Republic 1936/39, Moscú. Editorial Progreso, 1976. pp. 102/103. Las páginas sobre Cuba en este libro (pp. 102/106) detalla los nombres de muchos voluntarios cubanos que lucharon en España. Su contenido político, sin embargo, sólo revela hasta qué punto los stalinistas utilizan la metodología de un cerebro vacío cuando escriben historia. Así, aunque refieren el hecho de que el “gobierno reaccionario” simpatizaba con el ejército fascista rebelde en España (p. 103) ocultan el apoyo del Partido Comunista al primer gobierno de Batista. También señalan que “los voluntarios que volvían de España inmediatamente se unían a la lucha contra el fascismo y el imperialismo es un propio país. Muchos de ellos jugaron un papel activo en la lucha contra la dictadura de Batista” (p. 106). Otra vez ocultan que aquellos que “jugaron un papel activo en la lucha contra la dictadura de Batista” también lucharon contra el Partido Comunista, que apoyó al gobierno de Batista durante la Segunda Guerra.
  2. Ver Instituto del Movimiento Internacional de la Clase Obrera, Comité Soviético de Veteranos de Guerra, ibíd., p. 103.
  3. El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) fue fundado en 1935 mediante la fusión del Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín con la Izquierda Comunista Española de Andrés Nin. Trotsky señaló que a pesar de que afirmaba basarse en la teoría de la revolución permanente, en la práctica aislaban a la vanguardia revolucionaria de la clase. El POUM fue, según el punto de vista de Trotsky. el principal obstáculo en el camino de la creación de un partido revolucionario. Ver Trotsky. L. D. The Spanish Revolution (1931/39). New York. Pathfinder. 1973, pp. 317/318.
  4. Mary Low Machado fue la compañera de Juan Ramón Breá desde 1933 hasta su muerte en 1941, trabajó para el POUM en su estación de radio en lengua inglesa, así como también escribía en su periódico en lengua inglesa, The Spanish Revolution. Entrevista concedida al autor por Mary Low Machado el 18 de julio de 1995, en Chorleywood, Hertfordshire. Inglaterra.
  5. Apuntes de la España Roja fue inicialmente publicado en Londres en 1937 por Martin Secker y Warburg. que también publicaron Homage lo Catatonía de Orwell. Fue reimpreso en San Francisco en 1979 por City Lights con una nueva introducción de Eugenio Fernández Granell, uno de los fundadores junto a Nin de la Oposición Comunista Española.
  6. C. L. R. James nació y creció en la Trinidad colonial y pasó la mayor parte de su vida adulta en Gran Bretaña y Estados Unidos. Fue reclutado en el movimiento trotskista en Londres a mediados de la década del 30 y se unió al Grupo Marxista que trabajaba en el Independent Labour Party. Fue un crítico feroz del imperialismo y un enemigo implacable del stalinismo. y con un extraordinario rango de intereses también hizo contribuciones a la literatura, crítica, estudios culturales, teoría política, filosofía e historia. Ver Grimshaw, A., ‘C. L. R. James (1901/1989), en Revolutionary History. Vol. 2, n°3, otoño de 1989. pp. 40/42; y Richardson, A., ´Introduction’, en James, C. L. R„ World Revohttion, 1917/36. New Jersey. Humani- ties Press. 1993. pp. XI-XIX. Una extensa lista de artículos sobre C. L. R. James es citada, poco antes de su muerte, en Revolutionary History. Vol. 2. N° 2, verano de 1989. pp. 70.
  7. Ver James. C. L. R., ‘Introduction’, pp. VI-VII; en Low. M. y Breá. J.. Apuntes de la España Roja. Londres, Martin Secker y Warburg, 1937.
  8. Low, M. and Breá, J., ibid, p. 247.
  9. Low. M. and Breá, J., ibid, p. 254.
  10. Low, M. and Breá, J., ibid, p. 254.
  11. Low, M. and Breá, J., ibid, p. 256.
  12. Los trotskistas en España durante la Guerra Civil estaban divididos en dos grupos; uno fuera del POUM, los Bolchevique- Leninistas. que fueron reconocidos como los representantes oficiales del trotskismo mundial; y un pequeño grupo dentro del POUM que, bajo la dirección del italiano Nicola di Bartolomeo publicaba El Soviet. Este último grupo criticaba al grupo oficial por su conducta sectaria, la cual -argumentaban- los había llevado a auto-excluirse del POUM. Ver Revolutionary History, Vol. 5, n° 4, primavera de 1995. p. 225.
  13. Low, M. and Breá. J., ibid, p. 255, nota 1.
  14. Sugerir que un Estado puede no ser en esencia ni proletario ni capitalista sólo deja la posibilidad de ser pequeñoburgués. Así, Breá tanto rechazó al marxismo como método de análisis a la vez que no distinguió entre un Estado obrero sano y uno degenerado sin entenderlo.
  15. Low, M. and Breá, J., op. cit., p. 252.
  16. La teoría de Trotsky de la Revolución Permanente sostiene, entre otras cosas, que en el cumplimiento y la consolidación incluso de las tareas democráticas burguesas durante las revoluciones en los países menos desarrollados, la revolución debe ir más allá de los límites de la revolución democrática transformándose en socialista. La revolución socialista no es vista como la etapa final a la cual se llegará en alguna fecha futura después de que haya tenido lugar una primera etapa de desenvolvimiento capitalista. En realidad, la revolución debe ser continua o ‘permanente’, pasando inmediatamente a una etapa post-capitalista. Para una exposición completa de esta teoría, ver Trotsky. L.D., The Permanent Revolution; Results and Prospects (1906), Londres, New Park Publitions, 1982.
  17. Low, M. and Breá, J., op. cit., p. 253.
  18. Ver, por ejemplo, la carta fechada el 3 de julio de 1995 de Paolo Casciola al autor.
  19. Esta visión, por ejemplo, fue establecida en una entrevista dada al autor por Mary Low Machado el 18/7/95, en Chorleywood, Hertforshire, Inglaterra.
  20. Ver Instituto del Movimiento de la Clase Obrera Internacional. Comité de los Veteranos de guerra soviéticos, op. cit., p. 103.
  21. Los lazos de Fidel Castro con la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) son descriptos en Martin. L., The Early Fidel: Roots os Castros’s Communism, Secaucus (New Jersey), Lile Stuart Inc., 1978, p. 28. Describe a la UIR como un grupo pistolero cuyos miembros recibían subsidios del aparato de Grau.
  22. Ver el manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a R. J. Alexander. op. cit.
  23. Ver el manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a R. J. Alexander, op. cit.
  24. Ver el manuscrito de una entrevista dada por Charles Simeón a R. J. Alexander. En Ciudad de México, el 20 de enero de 1971.
  25. Ver Reissner. W. (editor), Documents Of The Fourth International: The Formative Years (1933/1940), New York, Pathfinder Press. 1973. p. 382.
  26. Louis Rigaudis, también conocido como Rigal y Charles Millner, había nacido en Turquía pero se unió al movimiento trotskista en Francia en 1933, después de haber ido a París a estudiar en 1928. Una biografía política de Rigaudis fue escrita por Paolo Casciola para el Centro de Estudios Pietro Tresso (CSPT).
  27. Ver la carta de Louis Rigaudis a Jean Maitron, fechada el 6 de amyo de 1979 (CSPT).
  28. Ver Zeitlin, M., op. cit., pp. 52/53.
  29. Ver Zeitlin, M., op. cit., p 61.
  30. Ver Zeitlin, M., op. cit., pp. 59/60.
  31. Ver Fourth International, agosto de 1943, p. 254.
  32. Fourth International era la revista teórica mensual de la IVa Internacional.
  33. Ver Fourth International, agosto de 1943, p. 254.
  34. Ver Fourth International, agosto de 1943, p. 254.
  35. Ver Fourth International, 1943, p. 254.
  36. Ver Fourth International 1943, p. 254.
  37. Ver Fourth International 1943, p. 254.
  38. Ver Fourth International 1943, p. 255.
  39. Ver Fourth International 1943, p. 255.
  40. VerStuart. J.B., ‘Cuba’sElections: Background And Analysis’, en Fourth International, julio de 1944. p. 205/08.
  41. Ver Zeitlin. M., op. cit., pp. 65.
  42. Ver Fourth International, abril de 1945, p. 127/8.
  43. Citado en Stuart. J.B., op. cit., p. 208.
  44. Citado en Stuart. J.B., op. cit., p. 208.
  45. Citado en Stuart. J.B., op. cit., p. 208.
  46. Citado en Stuart. J.B., op. cit., p. 208.
  47. Citado en Stuart. J.B., op. cit., p. 208.
  48. Ver ‘El Mundo Libre’ y ‘Cuba para los cubanos’, p.2, en ‘Revolución Proletaria’. (N° 17), año 2. N° 8.31 de diciembre de 1945.
  49. Ver ‘Revolución Proletaria’, n° 8. año 2. 31 de diciembre de 1946.
  50. Ver ‘Debe ser una medida transitoria’, p.1 en ‘Revolución Proletaria n°9. año 2.31 de diciembre de 1946.
  51. Ver Revolución Proletaria, (n° 18). año 2 n° 9. Io de abril de 1946.
  52. Ver Revolución Proletaria, (n° 19), año 3 n° 1. mayo de 1946.
  53. Ver ‘El POR fija su posición frente a las elecciones’, pp. 1/3. Revolución Proletaria’. (n° 19). año 3. 1 de mayo de 1946.
  54. Ver ‘El POR fija su posición frente a las elecciones’, pp. 1/3. ‘Revolución Proletaria’, (n° 19). año 3. 1 de mayo de 1946.
  55. Ver ‘El POR fija su posición frente a las elecciones’, pp. 1/3, Revolución Proletaria’, (n° 19). año 3, I de mayo de 1946.
  56. Ver ‘EI POR fija su posición frente a las elecciones’, pp. 1/3. ‘Revolución Proletaria’. (n° 19). año 3. I de mayo de 1946.
  57. Ver Stuart. J. B., op. cit., p. 208.
  58. Ver Díaz. P.. ‘Regeneración de la CTC o Nueva Central Sindical’, en Revolución Pmle-taria, (n° 19). año 3.n” I,mayo de 1946, pp. 4.
  59. Ver Díaz, P. ibid., p.4.
  60. Ver p. 3 de una carta de Antonio Alonso Avila a R. J. Alexander. fechada el 21 de marzo de 1970. op. cit.
  61. Ver p. 3 de una carta de Antonio Alonso Avila a R. J. Alexander, fechada el 21 de marzo de 1970. op. cit.
  62. Ver p. 3 de una carta de Antonio Alonso Avila a R. J. Alexander, fechada el 21 de marzo de 1970. op. cit.
  63. Mary Low Machado llegó por primera vez a Cuba después de la caída de Machado a mediados de los años 30 con su compañero Juan Ramón Brea. Juntos habían ido a España durante la Guerra Civil, donde Mary trabajó para el POUM en su estación de radio en lengua inglesa, así como también escribía en su periódico en lengua inglesa The Spanish Revolution. De regreso a Cuba, ella se unió al POR, abandonándolo en la década de 1950 después de que su inactividad culmina en su rechazo a la oferta de trece o quince minutos semanales en una estación de radio con el argumento de que no tenía tiempo para escribir esas intervenciones. Entrevista concedida al autor por Mary Low Machado el 18 de julio de 1995, en Chorleywood, Hertfordshire. Inglaterra.
  64. Entrevista concedida al autor por Mary. Low Machado el 18 de julio de 1995, en Chorleywood. Hertfordshire, Inglaterra. Como dijo Mary Low “¡Qué podían decir los trotskistas cuando los stalinistas señalaban los prontuarios de semejantes personas para acusar a los trotskistas en general de ser agentes del imperialismo!”.
  65. Citado de Quatrieme Internationale, mayo de 1960, p. 83. Ver Gilly, A., ‘Carta Abierta a Jack Barnes sobre el trotskismo en Cuba’, p. 492, en Intercontinental Press, 11 de mayo de 1981. pp. 490/493.
  66. Ver Gilly. A., op. cit.. p. 492.
  67. Ver Gilly. A., op. cit.. p. 492.
  68. Ver ‘Reorganización del POR cubano y la primera edición de Voz Proletariaen Fourth International, n° 9. primavera de 1960, pp. 66/67.
  69. Ver Fanjul A., ‘El papel de los trotskistas en la revolución cubana’, p. 493, en Intercontinental Press. 11 de mayo de 1981, pp. 493/496.
  70. Ver Fanjul, A., op. cit.. pp. 493.
  71. Ver Fanjul. A., op. cit.. pp. 493/494.
  72. The Internationalist era el boletín de información bimensual del Secretariado de la IVa Internacional.
  73. Ver The Internationalist. ‘Bases del POR’, Io de abril de 1960. Vol. 4. n° 7. p. 18.
  74. Ver The Internationalist, ‘La fundación del POR cubano’. 15 de marzo de 1960, Vol. 4 n° 6, p. 1 + 3.
  75. Esta carta fue impresa en The International ist, 15 de marzo de 1960, Vol. 4, n° 6, p. 7.176. Ver The I/iternationalist. 15 de marzo de 1960, Vol. 4. n°6. p. 7.
  76. Ver The Internationalist, 15 de marzo de 1960, Vol. 4. n°6. p. 7.
  77. Ver Gilly. A., op. cit.. p. 492.
  78. Ver Gilly. A., op. cit.. p. 492.
  79. Ver The Internationalist, “El POR cubano abre su local’. I° de abril de 1960, Vol. 4, n° 7. p. 2. La invitación apareció en su original en castellano y traducido al inglés.
  80. Ver Gilly, A.. op. cit., p. 492.
  81. Fotocopias de las primeras ocho ediciones impresas de Voz Proletaria, el periódico del POR (T) cubano, en la Hoover Institution, Standford, California.
  82. Ver ‘Declaración del Buró Latinoamericano de la IVa Internacional’, p. 62, en Fourth International, primavera/verano 1961, n° 13, pp. 62/63.
  83. Ver Fourth International, ibid., p. 62.
  84. Ver Fourth International, ibid., p. 62.
  85. Ver Fourth International, ibid., p. 62/63.
  86. Este artículo en New America opinaba que la acción contra el trotskismo pro-Castro, que sólo podrían proceder en base a una ideología completamente comunista (es decir, stalinista), indicaba el creciente poder de los stalinistas en Cuba. Ver New America, 22 de setiembre de 1961.
  87. Ver New America, ibid. El Spartacist fue muy lejos al argumentar que J. Hansen y el SWP de los Estados Unidos “nunca protestaron contra los arrestos hasta después de que el gobierno cubano pareció tomar la iniciativa liberando a los detenidos”, Ver ‘Trotskistas cubanos’, Spartacist, n° 5, noviembre/ diciembre de 1965, ibid., p.4.
  88. Ver Gilly, A., op. cit., p. 492.
  89. Ver Fanjul. A., op. cit., pp. 495/496.
  90. Ver Fanjul. A., op. cit., pp. 495/496.
  91. Ver Fanjul. A., op. cit., pp. 495/496.
  92. Ver Pérez, J.G., ‘Cómo los sectarios representaron mal al trotskismo en Cuba’, en Intercontinental Press. 11 de mayo de 1981, pp. 497/504.
  93. Para una exposición completa de estos argumentos, ver Pérez. J.G., ibid., pp. 497/ 504.
  94. Ver Gilly. A., op. cit.. p. 492.
  95. Ver Gilly, A., op. cit., p. 492.
  96. Ver ‘Libertad a los trotskistas cubanos’, p.l, en Spartacist. n° 3. enero/febrero de 1965, ibid., p. 1 + 12/15. Este artículo fue escrito después de que su autor estuviera uno o dos meses de visita en Cuba, durante los cuales tuvo varias reuniones con León Ferrara, el hijo del dirigente trotskista detenido.
  97. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.12.
  98. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.12.
  99. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.12.
  100. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.13.
  101. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.13.
  102. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.13.
  103. Ver Spartacist. n° 3, enero/febrero de 1965, ibid., p.13.
  104. Ver Trotskistas cubanos’, Spartacist, n° 5, noviembre/diciembre de 1965, ibid., p.4.
  105. Ver Spartacist, n° 5, noviembre/diciembre de 1965. ibid.. p.4.

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