Las “tradiciones nacionales” del PC de Uruguay


La crisis del Partido Comunista uruguayo ha adquirido un carácter explosivo. El desmoronamiento de este partido hace ya tiempo es evidente: miles de afiliados abandonaron sus filas, las finanzas se encuentran en bancarrota, cierran los locales partidarios, desapareció su prensa diaria, no logra presentarse unido en las elecciones sindicales, la UJC está virtualmente disuelta, diariamente la prensa recoge críticas y denuncias de militantes y ex-militantes contra la dirección.


 


Esta crisis es de una importancia evidente, si tenemos en cuenta que el PC ha controlado al movimiento obrero uruguayo en el último medio siglo y que su peso en la “izquierda” llegó en 1989 a casi el 50% de los votos (hoy las encuestas le otorgan una “intención de voto” del 20% de los frenteamplistas —una caída de más del 50% en un sólo año). Hace apenas unos días se realizó en Uruguay un Congreso de la central obrera (PIT-CNT) que tenía por finalidad consagrar la “autorregulación del derecho de huelga” y una mayor burocratización: este operativo político fracasó fundamentalmente por la crisis del PC y el FA, ya que la burocracia sindical no logró reunir el número de votos necesarios para consagrar la reforma estatutaria.


 


En los últimos tres años, la dirección del PCU ha intentado desesperadamente contener esta crisis a través de la llamada “renovación”, que no “renovó” nada: el Comité Central sigue siendo básicamente el mismo que existía antes del golpe de 1973; los planteamientos políticos de la “renovación” resaltan el carácter “democrático” y “frenteamplista” del PC, lo que no es más que la repetición de los planteamientos clásicos del stalinismo.


Una semana después del fallido golpe de Estado en la URSS, el Secretario General del PCU (Jaime Pérez) en una acción desesperada propuso formar “un nuevo partido socialista y democrático con otras fuerzas de izquierda”. Hace apenas un año el mismo Pérez declaraba que “todo está en discusión, excepto el nombre”. La pretensión de que el llamado a conformar un nuevo partido sería una simple continuación de la llamada “renovación” del PCU constituye una maniobra para preservar la “infalibilidad” de la dirección, que se ha visto superada por la crisis.


Ya a mediados de este año la descomposición del PCU había quedado expuesta a través de un documento “suprapartidario” firmado por veinticuatro dirigentes del FA (liderados por la fracción “renovadora” del PC). El “documento de los 24” llama al abandono del planteamiento antiimperialista limitado del FA, para incorporarse a la “revolución científico-técnica”, que pasaría por la “reconversión industrial” y la “integración” (Mercosur más la “Iniciativa para las Américas”). Los “renovadores” del FA y del PC se pasan con armas y bagajes a las posiciones del imperialismo yanqui, tirando por la borda el planteo —propio de los movimientos nacionalistas y los frentes populares— de la autonomía nacional. Abrazando la llamada “reconversión productiva”, plantean la destrucción de las fuerzas productivas y las conquistas laborales.


 


En el PIT-CNT, la “renovación” agrupa a dirigentes de los más variados orígenes políticos (stalinistas, socialistas, ex-foquistas, del partido blanco, socialcristianos) y todos confluyen en la conclusión acerca de la “incapacidad del movimiento sindical en mantener el papel histórico de mediación entre los intereses populares, fundamentalmente de los asalariados, y la clase política y el sector empresarial”. Esto significa que la burocracia se integra a la política del gran capital proimperialista contra las masas. La aceptación de la “reconversión”, del ataque a la fuente de trabajo, de la reducción de personal en el sector público, de las privatizaciones, del pago del salario de acuerdo a la “productividad”, y el boicot a las luchas obreras, revelan este abandono de la burocracia de su rol clásico de arbitraje en la lucha de clases.


 


La propuesta de Pérez de conformar un nuevo partido “socialista y democrático” apunta al “reciclaje” del aparato burocrático del PC para pasar a cumplir una función directamente burguesa. El stalinismo abandona de este modo toda referencia histórica, organizativa e internacional a la clase obrera organizada. En su pasaje a posiciones proimperialistas, los “renovadores” no hacen más que imitar a los Gorbachov y los Yeltsin. La pretensión de disolver al PCU en un nuevo partido y al FA en u-na alianza “más amplia” con otros partidos de la burguesía (“gobierno de mayorías”), abandonando las consignas y planteamientos “nacionales y populares” y asumiendo el punto de vista de la “reconversión industrial” y la “flexibilización laboral”, significa la inserción de la “izquierda” en el Plan Bush.


 


Esto no hace más que confirmar la caracterización marxista de que el stalinismo es la negación de la revolución proletaria. El operativo de “reciclaje” del aparato del PC para ponerlo al servicio de la pequeña burguesía proimperialista es la culminación de una evolución histórica de creciente entrelazamiento de la burocracia con la burguesía mundial. La dirección del PCU “reconoce” su pasado “servilismo ideológico” respecto al PCUS, pero afirma que en lo “nacional” ellos actuaron con independencia y a partir de un análisis de la realidad uruguaya y del carácter de la revolución en nuestro país. La finalidad de este artículo es demostrar que la historia del PCU impugna la pretensión de una trayectoria independiente de este partido respecto de la burocracia del Kremlin. Dicho de otro modo, la historia del PCU demuestra que siempre fue stalinista y contrarrevolucionario.


 


Nacimiento y “stalinización” del PCU


 


El PC uruguayo nació en 1920 cuando el VIII9 Congreso del Partido Socialista resolvió la adhesión a la IIIa Internacional por 1927 votos a favor, 175 en contra y 257 abstenciones. Esto fue un hecho profundamente progresivo, en función del impacto de la revolución rusa en nuestro país y de la lucha de tendencias que existía en el viejo PS (entre el ala reformista y el ala intemacionalista). Sin embargo, el PC surge con grandes limitaciones políticas. La dirección fundadora del PS (Frugoni), abiertamente reformista, declara que respetará la resolución del Congreso y permanecerá en el partido, lo que le es permitido, al punto que el propio Frugoni permaneció en la dirección del diario “Justicia”.


 


La escisión fue el resultado de la votación de las “21 condiciones” para el ingreso a la IC, que se votaron el año siguiente en el VI2 Congreso Extraordinario (1007 votos a favor, 110 votos por la aceptación de las condiciones con reservas). Los frugonianos abandonaron el partido (que pasó a llamarse “Comunista”) y re-fundaron el Partido Socialista.


 


La debilidad política del nuevo partido será, sin embargo, fatal. Nacido antes que nada como expresión de la adhesión a la revolución soviética, la joven dirección será fácilmente sometida por la burocracia emergente en la URSS a la stalinización de la IC. El estrangulamiento de la vida interna del partido, la prohibición de formar fracciones, la depuración de los cuadros más críticos, permitieron la rápida transformación del PC en una agencia de la burocracia soviética.


 


A influjo de la política del Kremlin para China (revolución democrático-burguesa bajo dirección del partido nacionalista —Kuomin-tang—, disolución del PCCh en dicho partido burgués) el PC uruguayo definirá a fines de la década del "20 ¿jue la revolución debería ser “a-graria y antiimperialista, una revolución a' puntada a demoler las relaciones de propiedad semifeudales en el campo» basadas en el gran latifundio, y liquidar la dominación del imperialismo que deforma (…) la (…) economía nacional, reduciendo (al) país a la dependencia semicolonial”. Del carácter “dependiente” y “semifeudal” del país se deducía la necesidad de un período de desarrollo capitalista: esta tarea exigía realizar la revolución democrático-burguesa donde la burguesía nacional estaba llamada a cumplir un rol dirigente y donde la clase obrera debería actuar en su apoyo durante toda una etapa histórica sin plantearse sus propios fines estratégicos como clase (es decir, la revolución socialista).


 


Salvo el breve período de ultraizquierdismo (1929-1934) conocido como el “tercer período”, éste será el soporte “teórico” de la política del PC de seguidismo a la burguesía. Luego del aplastamiento de la clase obrera china por los “aliados progresistas” del Kuomintang, Stalin lanzará a la IC a una política histérica de ultraizquierdismo en función de que se habría inaugurado el “tercer período” revolucionario y estaría planteada la construcción de soviets y la toma del poder en todos lados. El PC uruguayo no fue la excepción en esta política, solamente digamos que como “peculiaridad criolla” se responsabilizó de esta política ultra-izquierdista… ¡¡“a los trotskistas”!! Según el entonces Secretario General del PCU, Eugenio Gómez, todavía en 1934 “seguía predominando en la dirección la orientación del grupo trotskista (!!), que golpeaba indistintamente a la dictadura (de Terra) y a los partidos de oposición cuyos militantes eran apresados y sometidos a la tortura”. “En vez de una lucha centrada contra el imperialismo y el gran latifundio, sobre la base de un programa capaz de unir tras el proletariado a los campesinos, a las capas medias, a las grandes masas populares, impusieron una fraseología extremista acerca de la revolución proletaria. Se repudiaba toda alianza con aquellas clases y capas sociales que por toda una etapa o en torno a determinados problemas, pudieran marchar junto al proletariado. En vez de la lucha de masas en defensa de las libertades democráticas y de las reivindicaciones de los trabajadores atacados por la oligarquía y el imperialismo, formulaban declaraciones señalando que los principales enemigos eran los sectores de la burguesía liberal y de la pequeña burguesía que se o-ponían al golpe de Estado reaccionario”.


 


El “Frente Popular Antifacista”


 


En enero de 1935 se produce un levantamiento de sectores batllistas y blancos frente al que el PC permaneció neutral. Gómez, que regresaba de uno de sus frecuentes viajes a Europa con la línea “actualizada”, urgió a la dirección del PCU a lanzar un manifiesto en apoyo a esa intentona que fue rápidamente sofocada. La burocracia stalinista se pasaba ahora a la política de frentes con la burguesía democrática (“frentes populares”). La URSS ingresaba a la Sociedad de las Naciones (1934) y firmaba con Francia un pacto de no agresión y apoyo recíproco en caso de guerra, frente a lo cual el PC francés votaba los créditos de guerra al imperialismo galo.


 


Lo que había sucedido en el medio era la derrota de la clase obrera alemana (ascenso del nazismo) como consecuencia de la política ultra-izquierdista del PCA (que caracterizaba a la socialdemocracia como “socialfascismo” y se negaba a hacer frente común con ésta contra los nazis). El ascenso de Hitler sin que el PC y la socialdemocracia le opusieran resistencia significaba la derrota de la clase obrera más numerosa y politizada de Europa y la amenaza militar contra la URSS. Ante las consecuencias de esta política criminal, Stalin girará a un acercamiento con las potencias “democráticas” e instará a los PC a conformar “frentes populares” (de colaboración de clases).


 


El viraje provocó una crisis en el PC, al punto que uno de sus dirigentes (Rizzo) declaró en el CC. “Hasta 1935 me consideraba un teórico de la revolución democrático-burguesa, pero llegó el VII9 Congreso (de la IC), no comprendí más nada, tiré los libros y dejé por cuenta de otros la responsabilidad de la dirección del Partido”. El informe del búlgaro Dimitrov al VII" Congreso de la IC caracterizaba al fascismo no como expresión de la descomposición capitalista sino como expresión de la fracción “más reaccionaria”, “más chauvinista” del capital financiero internacional, por lo que se planteaba unir en su contra a “todo el pueblo”, incluidos sectores burgueses “democráticos”. Los partidos de oposición a Terra que horas antes eran caracterizados como los “principales enemigos” pasaban a ser considerados los “aliados” del “Frente Popular de Liberación”.


 


En junio de 1936, el PC por intermedio de Gómez planteará que el fascismo recorre el mundo “como una ola sangrienta” y que ‘la tarea fundamental de los pueblos es la de reunir a todas las fuerzas contra ese enemigo, para vencerlo y establecer un régimen de libertad”. En nuestro país, afirma Gómez, “el Frente Popular es el camino para restablecer la democracia y derrotar al gobierno dictatorial de Terra que en alianza con Herrera, abre el país a la penetración imperialista, aplica una política de miseria y retrogradación económica y que, tras un manto institucional y legalista, pone en práctica medidas de corte fascista contra las libertades y derechos de la mayoría de la población”. La “terrible explotación del imperialismo”, “los efectos regresivos del latifundio” y la “acción reaccionaria del gobierno” son, según el PC, las causas de la miseria del pueblo. El PC levanta un programa que no plantea sin embargo la expropiación del imperialismo y que sólo propone la “expropiación de los latifundios de los reaccionarios y sostenedores de la dictadura”. A continuación afirma que “si bien creemos que ese programa es justo, como algunos partidos afirman que es demasiado amplio, el Partido declara que está dispuesto a realizar el Frente Popular por un punto central, la lucha por un gobierno democrático”.


 


Dicho “programa” estaba destinado a unir en el FP a todas las clases sociales: “En el frente popular deben entrar las fuerzas obreras, el estudiantado, el artesanado, los pequeños capitalistas, todo el campesinado, capas de la burguesía y mismo capas de los ganaderos. Estas dos últimas capas pueden marchar un trecho junto a todo el pueblo, en defensa de la independencia de nuestro país del imperialismo, que impone también terribles cargas contra la burguesía nacional y contra ciertos ganaderos”. En aras de esta “concertación” el PC llegó a plantear en 1937 que aceptaría apocar “cualquier candidato de la oposición, sin programa y sin participación de los comunistas”. Más adelante se “autocriticó” de estos extremos, proponiéndose “un programa para sostenerlo con un solo candidato a la presidencia de las fuerzas democráticas” en las elecciones de 1938. Ante el fracaso de las gestiones por el candidato único a la Presidencia por la posición abstencionista de los partidos opositores (boicot), el PC decidirá “apoyar la candidatura presidencial de Frugoni, en vista de la ausencia de un candidato único de las fuerzas democráticas”.


 


Apoyo al gobierno del General Baldomir


 


En las elecciones de 1938 triunfó el General Baldomir, según el propio PC, “surgido del propio campo de la dictadura terrista”. Sin embargo se caracteriza a la candidatura de Baldomir como la “menos obsecuente” con la dictadura y “más servible (…) al anhelo creciente de las masas en forma del restablecimiento de las libertades públicas”, por lo que se consideró que el triunfo del general terrista expresaba el “descontento con la situación”.


Inmediatamente el CC del PC caracteriza que existen “posibilidades de producir cambios en el gobierno, rompiendo el bloque reaccionario del 31 de marzo (de 1933, fecha del golpe de Terra), mediante el aprovechamiento táctico de las contradicciones que lo minaban” El PC previene sin embargo que el “éxito descansa en la movilización del pueblo, de todas las fuerzas democráticas unidas, en las que el gobernante encontrará apoyo para cada obra que se proponga por el restablecimiento de la democracia y el bien del pueblo”.


La oposición política lanza un movimiento por la “normaización democrática”, que se concreta en un “Movimiento por Nueva Constitución y Leyes Democráticas” que el PC apoya aportando “un programa de reforma de la Constitución en sus aspectos político, económico y social”, declarando “estar dispuesto a entenderse con otras fuerzas a condición de que se liquidaran las leyes reaccionarias de la dictadura y la traba antidemocrática del Senado “medio y medio”. La consigna del momento era “democracia sí, fascismo no” y se reclamaba a Baldomir que cumpliera su promesa de reformar la Constitución.


 


En 1940, el PC caracteriza al gobierno Baldomir como “el fruto de un bloque más amplio que el de 1983 entre  la gran burguesía  y el gran latifundio, con intervención abierta de los imperialistas anglo-yanqui-germanos, a la sazón entregados a pactos y compromisos orientados fundamentalmente a la guerra antisoviética”, pero que “por su origen de compromiso, representa intereses profundamente contradictorios, que la presión de los imperialistas rivales y sus agentes traidores quieren liquidar reclamando el golpe de Estado. De esta situación y de la falta de apoyo popular surgen as vacilaciones del gobierno”. Se realizará una nueva “autocrítica” describiendo la actitud del PC como “de mera expectativa, con críticas aisladas, declarando en general que los comunistas apoyábamos al gobierno para que realizara sus promesas”, pero que “apoyar al gobierno fue y sigue siendo justo”. “Pero apoyarlo con las masas (!!!), reclamando el cumplimiento de las promesas progresistas formuladas”. “En lugar de la crítica aislada ante cada actitud negativa o contraria al pueblo, debe reclamarse directamente al presidente una política de independencia nacional y que sancione las mejoras económicas que reclaman los obreros, los campesinos y toda la masa laboriosa del país”.


 


Se reclamaba al gobierno de la gran burguesía y el latifundio, y de los imperialistas an-glo-yanqui-germanos, una política de independencia nacional. Dicha “independencia” pasaba según el PC por la “neutralidad” en la guerra imperialista que se estaba desarrollando (Stalin ya había firmado un pacto con Hitler en 1939), como analizaremos más adelante.


 


En 1940 se insiste en la política de frentes populares “contra el imperialismo y la reacción”, la que debía “orientarse hacia la conquista de un gobierno popular. Este gobierno, llamado a realizar el programa del proletariado para toda la nación, debe ser un poder representativo de la clase obrera, del campesinado, de la pequeña burguesía y de la burguesía democrática, bajo la dirección política del proletariado” (?!).


 


El PC ante la guerra


 


El pacto Hitler-Stalin en 1939 puso fin temporariamente al idilio de la burocracia con los imperialismos “democráticos”. Del frente antifascista, se pasa a defender el pacto con el nazismo. Gómez caracteriza a ese pacto como un “triunfo” de la URSS. “En vez de avanzar sobre la URSS, Hitler debió firmar el pacto germano-soviético, que significó la quiebra de los planes de cruzada mundial antisoviética”.


 


La pirueta dejó al PC muy mal parado frente a los aliados” del PS y la oposición burguesa, particularmente luego del reparto de Polonia entre Hitler y Stalin, y el inicio de la guerra entre Alemania y Francia e Inglaterra. Muchos militantes abandonarán las filas del PC avergonzados.


 


La consigna de “democracia o fascismo” que había conducido a plantear incluso una política de colaboración con el presidente norteamericano Roosevelt, da paso a una verborragia “antiimperialista”. Roosevelt pasa a ser el “campeón del anticomunismo”.


 


La consigna de “neutralidad” ante la guerra imperialista, estaba en la línea del pacto Hitler-Stalin. Frente a una guerra inter-imperialista por el reparto del mundo la clase obrera mundial no puede permanecer en una actitud de pasividad y neutralidad. Los trabajadores de las naciones imperialistas beligerantes tienen por objetivo transformar la guerra imperialista en guerra civil del proletariado contra la burguesía: esa fue la política del marxismo revolucionario —y en primer lugar de los bolcheviques durante la primera guerra imperialista. En las colonias o semicolonias que no participan directamente de la guerra, la “neutralidad” es la política de un sector de la burguesía nativa para negociar una parte mayor en el reparto de 1? renta internacional. La línea de “neutralidad es por ello una línea de presión sobre gobierno; y coloca a la clase obrera a la zaga de la burguesía. De lo que se trata es de desenvolver una acción audaz de lucha antimperialista, justamente cuando la lucha inter-imperialista plantea amplias posibilidades para la lucha por la emancipación nacional.


 


La invasión de la URSS por el ejército alemán provocará un viraje en la posición del PCU, que pasará a reclamar la unidad con los EEUU contra el “fascismo” y hasta la entrada del Uruguay en la guerra. Evidentemente el ataque a la URSS planteaba a la clase obrera mundial su defensa incondicional frente al imperialismo, es decir, la defensa de las conquistas de la revolución que se mantenían pese al dominio burocrático, y que eran atacadas por el imperialismo alemán. La posición del stalinismo, de unidad estratégica con los imperialismos “aliados” significó utilizar el tema de la defensa de la URSS para asegurarle al imperialismo aliado su posición frente a la clase obrera y a las colonias.


 


La opción volvió a ser “democracia o fascismo”. Se confundía a sabiendas el derecho de la URSS a entrar en acuerdos “militares” con los aliados, con la colaboración con el imperialismo en el patio trasero en éste. La burocracia de Stalin seguía una política de colaboración histórica con el imperialismo que todos los PCs, incluidos los de los países víctimas del imperialismo, siguieron al pie de la letra. Entre ellos el PCU. El PC propugnaba la unidad con los agentes “democráticos” del imperialismo en el país, los que pugnaban justamente por pasar de la órbita inglesa a la yanqui, y que eran los peores enemigos de la clase obrera, de la revolución y del Estado Obrero.


El PC planteó que “en nuestro país, debemos crear el gran frente democrático nacional que una a todo el pueblo y conseguir que el Uruguay entre sin tardanza en el frente de los pueblos que luchan contra la barbarie nazi”. El herrerismo, que pugnaba la neutralidad, pasó a ser considerado el “principal enemigo” al igual que el peronismo argentino, contra el cual el PC llegó a reclamar la intervención militar yanqui.


 


Cuando en diciembre de 1941 los EEUU ingresan a la guerra (luego del ataque japonés a Pearl Harbour) el gobierno proyanqui de Baldomir rompe relaciones diplomáticas con Alemania y Japón. El PC caracteriza que la medida responde al “reclamo popular”.


 


El PC apoyó el golpe de Estado de Baldomir (1942), quien postergó las elecciones, previstas para marzo, hasta noviembre y convocó a una reforma constitucional. Ante las nuevas elecciones “planteó a los demás sectores una candidatura única a la presidencia, en torno a un programa de lucha contra el nazismo y sus agentes”. El triunfo de Amézaga (colorado, proyanqui) fue caracterizado como un “triunfo de las fuerzas antifascistas”.


 


Nuevamente el PC plantea el apoyo al gobierno, previniendo que está sometido “al juego de dos fuerzas”: los latifundistas y sectores de la gran burguesía (el imperialismo ahora no existe) y de otro lado el “movimiento de masas, en un gran ascenso, lo que imprimió a su gobierno un rumbo en general progresista”. La política general del PC pasa por el “movimiento de ayuda a las naciones aliadas”.


 


Esta política llevó al PC a boicotear la huelga de los frigoríficos en 1943, porque ésta le restaba alimentos a los “aliados” británicos. Los dirigentes de la huelga fueron acusados de ‘nazis, lo cual provocó la escisión de la UGT (central dominada por el PC).


 


La “dependencia” frente al imperialismo había desaparecido en las caracterizaciones del PC. En febrero de 1943 Gómez realizó un informe ante el CC, en el que señala que la miseria de las masas “se debe al nazismo que desencadenó la guerra y al mantenimiento del gran latifundio, de la estructura semifeudal del campo, lo que determina la falta de desarrollo agrario e industrial y la miseria de las masas”. La euforia es total cuando Amézaga reinicia relaciones diplomáticas con la URSS.


 


La “unidad nacional”


 


Como prueba de “buena voluntad” ante los imperialismos “aliados” Stalin decretó la disolución de la IC, la que hacía tiempo no tenía nada que ver con el partido de la revolución socialista mundial fundado por Lenin y Trotsky en 1919. El búlgaro Dimitrov comunicó en mayo de 1943 a todas las secciones que la “Internacional” quedaba disuelta.


 


El PC uruguayo saludó la medida: “La Internacional Comunista se disuelve victoriosa después de derrotar a los que querían desviar al proletariado de la senda de marxismo, después de organizar las fuerzas y formar los cuadros dirigentes en la clase obrera. La Internacional Comunista se disuelve victoriosa luego e cumplir su objetivo histórico en el campo de la teoría, de la acción social y de la práctica histórica de millones de hombres. Según el PC esta medida ‘‘facilitaba (…) el trabajo de todos los patriotas de los países que conservaban sus libertades democráticas, en el sentido de unir a todas las fuerzas democráticas en un frente único antifascista. Facilitaba asimismo la creación del frente mundial único contra el fascismo”, con lo cual se reconocía que la disolución estaba destinada a facilitar el acercamiento al imperialismo yanqui.


 


La política del PCU pasó a ser la “Unidad Nacional” con la burguesía “democrática”, “para contribuir eficazmente a la derrota definitiva del nazi-fascismo, combatir a sus quintacolumnas en el orden interno y resolver, indisolublemente ligado a ello, los agudos problemas económicos de las masas laboriosas, por la movilización y la lucha de esas mismas masas, decidiendo el cambio de la estructura en crisis del país”. Como programa de este movimiento de “Unidad Nacional” para la “política internacional” se planteaba entre otros puntos “bregar para que el gobierno promueva un amplio movimiento para que todos los países de América declaren la guerra a la Alemania hitleriana y actúen de acuerdo, para la destrucción total de las quintacolumnas”, “desarrollo de un amplio movimiento de ayuda a las Naciones Aliadas, particularmente a la URSS”, “RUPTURA CON LA ARGENTINA MIENTRAS EXISTA UN GOBIERNO PRO-NAZI”. “Por un vasto intercambio americano (sic) para facilitar el desarrollo industrial de estos países”. Como se ve, la “Iniciativa de las Américas” tiene sus antecedentes.


 


El PC plantea, por consiguiente, “afianzar al gobierno del Dr. Amézaga, consolidar la democracia, asegurar y desarrollar la defensa nacional, bregar por el progreso, salvaguardar las libertades y realizar una o-bra de efectivo bienestar popular”. También se plantea conformar un “bloque parlamentario integrado por todas las fuerzas antifascistas” y aún más la constitución de un “gobierno de unidad nacional”. El le de mayo de 1944, el acto se realizó con la consigna de fondo de “UNIDAD NACIONAL” y de “GABINETE DE UNIDAD NACIONAL”.


En 1945, con la caída de Berlín en manos del ejército rojo, la campaña por la “Unidad Nacional” continuó. El 2 de junio el PC envió una carta a Amézaga “proponiéndole que convocara a todos los sectores políticos para estructurar un programa que contemplara las aspiraciones de las masas, y la formación de un gobierno de unidad nacional” Al PS se le envió una nota similar proponiendo entre otras cosas el “apoyo al gobierno del Dr. Amézaga a los fines de reorganizar la economía nacional, para continuar manteniendo la solidaridad con las naciones aliadas en la guerra contra el nazismo, y por la consolidación de la democracia”. Hitler no existía más, la conveniencia de los acuerdos militares con los aliados estaba superada por la finalización de la guerra, sin embargo el stalinismo y el PCU plantean proseguir la alianza con el imperialismo, delatando sin ambigüedades su alcance estratégico.


 


El PC plantea la “defensa de la unidad de las tres grandes potencias” como una consigna fundamental (!). En ese sentido, denuncia la posición del canciller Serrato en una reunión de cancilleres en San Francisco, de “hacer el juego a la acción de división y perturbación de la unidad de las grandes potencias” y de “tratar de sabotear la dirección en la vigilancia de la paz de las grandes naciones que habían ganado la guerra”. El imperialismo yanqui, el opresor de América Latina, era proclamado ¡¡como garante de la paz!!


 


“Alianza de liberación nacional y justicia social”


 


El inicio de la llamada “guerra fría” desvirtuó las últimas ilusiones sembradas por el stalinismo en el imperialismo. Obligado a pesar suyo a un viraje más, el PC pasó a plantear “la lucha contra los provocadores de una nueva guerra; impedir que América se transforme en una plaza de armas para una tercera guerra mundial y para la agresión contra la URSS”. La brega por una “política exterior independiente” que pasaría por la “defensa de la paz”, la “colaboración con la ONU”, “contra las fuerzas imperialistas que incitan a la agresión contra la URSS”, por el “estrechamiento de relaciones con la Unión Soviética y con las nuevas democracias”.


 


En junio de 1946 se explícita el viraje: “Levantamos hasta hace poco la fórmula de la Unidad Nacional que fue primeramente el camino de unir a todos los antifascistas para contribuir a la victoria, requisito indispensable de la lucha liberadora nacional”… “Levantamos en las nuevas condiciones internacionales de postguerra, la fórmula de unir a todas las fuerzas progresistas en una alianza de liberación nacional y justicia social, es decir, en el esfuerzo por avanzar rápidamente en la ruta revolucionaria de liberación nacional —indisoluble de los objetivos económicos de la revolución democrático-burguesa— con el proletariado, la fuerza emancipadora de este siglo, a su frente”. Consecuentemente se plantea como consigna un “gabinete de coalición de las fuerzas progresistas”. Se plantea como aliados: “l9) Los campesinos, como punto central de la lucha que debemos desarrollar por la división de la tierra, contra los desalojos, por semillas, contra la carestía de la vida. 29) 


 


Las capas pequeño-burguesas, y aquí colocamos un gran acento, pues tienen una importante fuerza en nuestro país. 39) Parte de la burguesía progresista: aquellos industriales que poseen posibilidades de desarrollo de su industria y que sin embargo encuentran numerosas dificultades por la penetración imperialista y el latifundio, huérfanos de cualquier clase de ayuda del Estado. La burguesía marchará un trecho por el camino de la revolución democrático-burguesa; será un aliado que intentará aminorarla, que temblará ante el desarrollo de las luchas de las masas, pero un aliado con cuyas fuerzas debe contarse en este período”.


 


Este planteamiento no significará que el PC “haya descartado la posibilidad de apoyar, en determinadas condiciones, otro gobierno que no fuese todavía un gobierno popular revolucionario”. En 1951 se declara que “el Partido participará en cualquier coalición que signifique trabar la política de guerra del imperialismo o enfrentar cualquiera de sus actos de colonización del país. El Partido apoyará cualquier gobierno que realice una política de paz”.


 


El “frente democrático” con la burguesía nacional fue la política sistemática del stalinismo en el período de Eugenio Gómez —con excepción del período ultraizquierdista entre 1929 y 1934.


 


La crisis de 1955


 


En julio de 1955 la dirección del PCU —encabezada por Rodney Arismendi— da un “golpe” interno contra Eugenio Gómez. En rapidísimo proceso, el ex-secretario general y su hijo son expulsados del partido y condenados como dirigentes de una “conspiración fraccional antisoviética y anticomunista”, “al servicio del imperialismo yanqui” y que pretendían sustituir “el sagrado principio político del internacionalismo proletario por una ideología nacionalista-burguesa”. Gómez, por su parte, caracterizará a sus adversarios como “trotskistas-oportunistas”. La crisis del PCU reflejaba, evidentemente, la lucha de distintas fracciones burocráticas en la URSS, la que había comenzado incluso antes de la muerte de Stalin (1953). Gómez representaba al ala “dura”, “sectaria”, afectada por la “guerra fría”, en cambio Arismendi representa la burocracia “kruschevista”, demo-burguesa y “pacifista”. El ascenso de Arismendi de ninguna manera expresó la “uruguayización” del PCU.


 


La pretensión de que esta depuración de 1955 habría convertido al PCU en un “adelantado” del “antiestalinismo” que en forma reiterada difunden los actuales dirigentes del PC, no resiste el menor análisis. El XVI2 Congreso (1955) que siguió a la expulsión de los Gómez, estaba presidido por los retratos de Lenin y Stalin. En el informe del CC, Arismendi planteó que “bajo la ruta de Marx, Engels, Lenin y Stalin el partido sabrá encontrar los caminos de la unión de la clase obrera y el pueblo (…)”. En 1952, Arismendi había sido el delegado del PC uruguayo al XIX2 Congreso del PCUS, donde expresó: “Saludo particularmente con la más profunda y acendrada emoción al camarada Stalin, maestro y guía de los trabajadores del mundo, el teórico, creador y el sabio renovador de la ciencia, el constructor, el artífice del comunismo”.


 


Arismendi tenía desde hace tiempo grandes responsabilidades en la dirección del PCU, la cual por otra parte se alineó unánimemente contra Gómez y detrás de Arismendi. Arismendi había “debutado” políticamente con una defensa de 4os i(proceso8 de Moscú”, con los cuales Stalin masacró a toda la generación de revolucionarios que protagonizó la Revolución Rusa, y en particular a todo el Comité Central bolchevique de 1917 —con la excepción de Lenin, muerto en 1924, y de Trotsky que había sido expulsado de la URSS y sería asesinado en México en 1940. En el folleto “La justicia soviética, defiende al mundo” (1938), el “joven” Arismendi defendía también el asesinato de revolucionarios en España por la policía política de Stalin: “Todavía no extinguido el alboroto de la prensa burguesa tejido en torno a los Procesos de Moscú, el cable transmitió la noticia del Proceso realizado en España contra los trotskistas. La misma prensa que condenara, calumniara y deformara la verdad sobre los procesos de Moscú, ha guardado cuidadoso silencio sobre los Procesos de Barcelona. ¿Por qué ante situaciones idénticas se adoptan actitudes tan diferentes? ¿Es que acaso, en Barcelona, como en Moscú, no se han procesado, condenado y fusilado a conocidos trotskistas? ¿Entonces? Se ha guardado silencio sobre los procesos españoles porque difundir su verdad significaba admitir que se había calumniado a la Unión Soviética. Que se había mentido sobre sus ‘Procesos’. Que en España, como en la URSS, los trotskistas se revelaban como a-gentes del fascismo internacional”. “Todos saben —continúa— que en España se fusila únicamente a los agentes de Franco, Hitler y Mussolini. Tal ha sido la razón del fusilamiento, después de un proceso público, de los trotskistas españoles”. Un año después Stalin firmaba un pacto con Hitler y “Herr Trotsky”, agente de Hitler y Mussolini, pasaba a ser “Mr. Trotsky”, agente del imperialismo anglo-francés. Este es el Arismendi “democrático”, que sería el testimonio de un PCU incontaminado por el stalinismo contrarrevolucionario. ¡En Uruguay también hay que reclamar la verdad histórica!


 


La “Declaración Programática” de 1958


 


El XVII2 Congreso (1958) aprobó un nuevo estatuto y la “Declaración Programática”. La misma no hace más que continuar y desarrollar los planteamientos clásicos del stalinismo: “revolución democrático-burguesa”, “alianza con la burguesía progresista”, “gobierno de coalición”, etc.


 


La “Declaración” comienza afirmando que con sus “riquezas naturales, el Uruguay podría construir una economía independiente y desarrollada y asegurar una vida feliz, de bienestar material y cultural, incluso a una población varias veces mayor que la que actualmente lo habita”. Si Stalin planteaba que el extenso territorio de la URSS tenía “todas las condiciones” para la “construcción del socialismo integral” en el país, al margen de la economía mundial y de la re-volu-ción mundial, el PC uruguayo repetía ese “mesianismo nacional” staliniano pero sin plantear el socialismo: su meta era un “gobierno democrático de liberación nacional” en el marco del capitalismo.


La causa del “atraso de la economía” y de los “sufrimientos de los trabajadores y el pueblo” es, según la “Declaración Programática”, la “apropiación de los medios principales de producción por los monopolios extranjeros y una minoría privilegiada de grandes explotadores: latifundistas y grandes capitalistas; ello les permite apoderarse de los frutos del trabajo nacional, trabar el progreso, condenar a los obreros a una dura explotación y hacer vegetar a las masas populares en una vida sin horizontes”. A partir de esta caracterización, se afirmaba que la crisis económica y la política del imperialismo “provocan una diferenciación en la gran burguesía: la gran burguesía entreguista (y la) gran burguesía conciliadora”. Por supuesto que la estrategia del PC pasaba por “ganarse” a la gran burguesía conciliadora.


 


“La contradicción principal de la estructura económico-social del Uruguay —afirma la “Declaración”— es la contradicción entre las fuerzas productivas que pugnan por desarrollarse y las relaciones de producción, basadas en la dependencia del imperialismo y el monopolio de la tierra, que frenan ese desarrollo. Ella se expresa también en la contradicción entre el imperialismo, los latifundistas y los grandes capitalistas antinacionales, y todo el pueblo u-ruguayo, los obreros, agricultores y ganaderos pequeños y medios, los intelectuales y estudiantes, los empleados del Estado y privados, los jubilados y pensionistas, los artesanos y pequeños comerciantes, y la burguesía nacional, constituida, en lo fundamental, por la burguesía media”. Este es el fundamento para el planteo “e-tapista” de la revolución; primero una revolución “agraria y antiimperialista” que abriría paso a un amplio desarrollo de las fuerzas productivas en el marco capitalista, recién después la revolución socialista que expropia al capital.


 


El “gobierno democrático de liberación nacional” que llevaría adelante la “revolución agraria y antiimperialista” garantizaría la propiedad capitalista: “la propiedad de los industriales y comerciantes nacionales y de los campesinos y arrendatarios no latifundistas que no conspiren contra el poder popular, será respetada y defendida por la ley”, es decir, a palos y tiros. Un aspecto fundamental de este nuevo gobierno sería su política exterior, la que “tendrá como norte la defensa de la paz mundial y de la soberanía y los intereses nacionales, y el desarrollo de las relaciones amistosas y de los intercambios comerciales y culturales con todos los países del mundo, particularmente con la Unión Soviética y demás países socialistas y con los pueblos hermanos de América Latina”. El objetivo del crecimiento del comercio con la URSS será una constante en la política del PC, al punto que entre 1985 y 1989, la política exterior del gobierno colorado proimperialista de Sanguinetti recibió el apoyo del Frente Amplio justamente por su política de ampliar las relaciones comerciales con la URSS.


 


La “Declaración Programática” establece también la “vía uruguaya” de la revolución: tras afirmar que una “revolución social” no puede hacerse “de manera gradual, evolucionista, reformista”, se aclara “ello no significa, sin embargo, que sea obligatoria la vía de la guerra civil”, sino que “es posible conquistar el poder político por vías pacíficas y convertir al parlamento en un auténtico órgano ejecutor de la voluntad popular”. Esta es la orientación que se profundizará en el período siguiente.


 


El freno de las masas en aras de la “salida electoral”


 


La década del ’60 fue para Uruguay —como para toda América Latina— una década de grandes luchas de masas. El triunfo de la revolución cubana empalmó con la radicalización de la juventud y del movimiento obrero.


En un marco de radicalización y ascenso de la lucha de las masas, la política del PC buscó permanentemente desviar a la clase obrera hacia la “vía electoral y parlamentaria” y la alianza con la burguesía. En 1962 conformará el Fidel junto a grupos escindidos de los partidos tradicionales, ante la negativa del PS y un sector escindido del Partido Nacional —que había conformado la Unión Popular— de conformar un frente común. En 1966 el PC buscará nuevamente la conformación de un “frente democrático” e impulsará una reforma constitucional alternativa a la “reforma naranja” impulsada por las principales fracciones burguesas y que consagraba el fortalecimiento del Poder Ejecutivo contra las masas y en detrimento del Parlamento.


 


La participación del PC en la “Organización Latinoamericana de Solidaridad” — Arismendi fue vicepresidente de la OLAS— no significó en ningún sentido un abandono de la “vía pacífica” y “democrática” consagrada en el XVII9 Congreso. Mientras declaraba su apoyo a la revolución cubana y hasta al “foquismo” en el resto de América Latina, en Uruguay la política del PC era el freno de la lucha de las masas y su desvío al camino electoral y parlamentario. El propagandeado “apoyo” del PCU a la guerrilla del “Che” en Bolivia no pasó de los proyectos (no mandó ni un hombre ni un arma al país del altiplano), por lo que hay que concluir que esta


actitud del PCU frente a la OLAS y el foquismo tenía que ver con la necesidad de mantener cierta influencia en las masas y en particular en la juventud, que tenía enormes simpatías hacia los grupos foquistas. Según los propios dirigentes del PC, Arismendi jugó un papel fundamental para evitar una ruptura entre el castrismo y la burocracia rusa, lo que por otra parte hubiera conducido a la fractura de los PC latinoamericanos y probablemente del uruguayo.


 


En el período 1968-1969, frente a las “medidas prontas de seguridad” (virtual Estado de Sitio) y la “militarización” de los sindicatos (bancarios, electricidad, frigoríficos) se produce un inmenso ascenso de masas. Las luchas estudiantiles se profundizan y cientos de miles de ciudadanos marchan en los entierros de estudiantes asesinados; en el movimiento obrero varios sindicatos van a la huelga, existe toda una tendencia a la huelga general contra las medidas de seguridad, en apoyo a los bancarios y a los obreros de UTE (electricidad).


El PC —que controlaba la CNT— bloquea esta tendencia, y aísla las grandes huelgas obreras provocando un reflujo relativo del movimiento obrero. El senador del PC, Enrique Rodríguez, defendería en enero de 1971 esa “táctica”, afirmando que ella no condujo a una “confrontación total prematura, sino a lograr el desgaste del enemigo (…) mientras el pueblo mantiene, en lo esencial, su prestancia combativa, el resultado de esa táctica debe expresarse con cierta claridad ahora cuando se abre lo que llamaríamos la “salida política”. Dicho de otro modo: ¿la táctica empleada cumplió el papel de crear unas mejores condiciones para que el pueblo actúe en el período político que a-hora se acerca? De alguna manera ése era uno de los fundamentos de la conducta a-sumida ante las ‘medidas´ Y bien: ¿puede dudarse que también en ese terreno —el estrictamente político-electoral— los resultados de la táctica empleada rendirán, sin falta, frutos maduros?”. Mario Acosta, burócrata sindical de la construcción, defendía esta política afirmando que “la aplicación del programa de la CNT” requiere “desplazar al gobierno de la oligarquía”, “una revolución en la estructura de poder”, por lo que pretender la conquista de las reivindicaciones populares a través de la huelga general sería “economismo”: dichas reivindicaciones pasarían por la “salida política” (elecciones de 1971).


 


Esta argumentación parlamentarista “sistemáticamente” utilizada antes por el “PC de Gómez” y más adelante por el PC “arismendista”— ha conducido a la derrota de miles de huelgas obreras y al estrangulamiento de las tendencias a la huelga general. La negativa a la huelga general por parte de la burocracia del PC equivale potencialmente a condenar a la derrota toda lucha obrera, en tanto toda acción consecuente de las masas está planteando, al menos potencialmente, la perspectiva de la huelga general.


 


El Frente Amplio


 


Desde el año 1968 diversos grupos burgueses y pequeño-burgueses comenzaron a señalar que la agudización de la lucha de clases ponía en riesgo al régimen político. El PDC, por intermedio de Juan Pablo Terra, hizo un llamado a conformar un “frente” con todos los opositores al gobierno pachequista, para que las masas vieran una perspectiva electoral por fuera de los partidos tradicionales que ya estaban enormemente desprestigiados.


En los años siguientes distintas fracciones de los partidos tradicionales fueron rompiendo con estos partidos y sumándose al planteo de un frente. El sector de Rodríguez Camusso desde el Partido Nacional y los de Michelini y Roballo desde el Partido Colorado, se sumaron al PDC, el FideL, al PS y a la UP, junto a otros sectores de intelectuales (“Marcha”), en la conformación del FA. Pese a los intentos por diluir a los partidos de base obrera (PC, PS) a través de todo un operativo que llevó a conformar primero el “Frente del Pueblo” entre el PDC y la 99 (Michelini), el que llamó a la conformación del frente y hasta lo bautizó (“Frente Amplio”), era evidente que los grupos burgueses y pequeñoburgueses tenían escasísimo respaldo electoral, reposando la organización y la capacidad de movilización del frente en los partidos de izquierda. Esto es característico de los “frentes populares”: la alianza con la burguesía no agrega ningún respaldo de masas y sí la limitación de la estrategia del frente en los marcos capitalistas. En realidad, la burguesía no se alineaba detrás de los Seregni, los Michelini, los Terra y los Rodríguez Camusso, sino que permanecía mayoritariamente en los partidos tradicionales. El PC y el PS se aliaban no con la burguesía sino con abogados y generales que no eran más que la “sombra” de la clase capitalista.


 


La conformación del FA reforzaba la política de contención del movimiento de masas por el PC en aras de la pretendida “vía democrática” al socialismo. Este cretinismo parlamentario se produce en el período de más descarada militarización del Estado: “medidas prontas de seguridad”, “Estado de guerra interno”, “comunicados 4 y 7 de las FFAA”, creación del “Consejo de Seguridad Nacional”, y luego golpe del 27 de junio de 1973. Frente a todo este proceso la política del PC y del FA fue de evitar una “confrontación total prematura” y así se pavimentó el camino de las derrotas obreras. En 1972, la política de “pacificación” del Frente Amplio y el PC —mientras el pachecato arrestaba, torturaba y asesinaba militantes populares— permitió el reforzamiento de la militarización del Estado sin oponerle resistencia.


 


En febrero de 1973 este proceso llega a un punto culminante cuando los mandos militares reclaman la remoción del Ministro de Defensa, y lanzan los famosos “comunicados 4 y 7” donde exponen un programa que el PC caracterizaba de “progresista”. El PC planteará la “unión de los orientales honestos”, y que la contradicción no es “militares-civiles”, sino “oligarquía-pueblo”, y llamará a las FFAA a converger con el “pueblo” contra la “oligarquía” Esta política estaba fundamentada en la existencia de una supuesta corriente (peruanista en el ejército. Ante ello, el PC (y Seregni) plantearán la renuncia de Bordaberry y coquetearán con las FFAA. La crisis del régimen se resuelve transitoriamente con un acuerdo entre Bordaberry y las FFAA que da origen al COSENAy el recambio del ministro cuestionado, lo que no merece la más mínima respuesta de parte del FA y la CNT.


 


Las ilusiones en los “militares progresistas” durarán en el PC por varios años. Todavía en 1974 pintaban consignas que aludían a una convergencia cívico-militar. Héctor Rodríguez afirma que “Todavía en 1975 los militantes del PC escribían en las paredes: *Gobierno popular como en Portugal”* (algunas de esas pintadas todavía pueden leerse). Marina Arismendi (hija del ex-secretario general del PC) va más lejos y afirma que “Nosotros sufrimos un revolcón, con respecto a ciertos preconceptos que teníamos, ya en diciembre de 1975 cuando los comunistas empezaron a caer en masa en manos de la dictadura y nos encontramos con que aquella idea de que no nos iba a pasar nada era errónea, y había compañeros que hablaban en la tortura, y había una nueva realidad que nos encontraba mal parados y que dejó profundas cicatrices”. ¡Todavía en diciembre de 1975 los militantes del PC tenían la idea” de que “no les iba a pasar nada”!


 


No es nada casual que enl973, después de los «comunicados 4 y 7” y la creación del COSE-NA, el PC planteara realizar un 1- de mayo “festivo”, con trajes típicos y desfile de gauchos, una verdadera “fiesta del trabajo”. En las concentraciones obreras los militantes del PC silenciaban la consigna “liberar a los presos por luchar” con la aplanadora “CNT, unidad”.


 


Frente al golpe de junio, la clase obrera se lanza a la huelga general cuando espontáneamente las fábricas son ocupadas. La dirección de la CNT convoca en primera instancia a un paro de 24 horas, que se prorrogaría eventualmente, según declaró el dirigente bancario V. Semproni (que en esa época era vicepresidente de la CNT). El programa de la huelga no contemplaba la caída de la dictadura, sino que se planteaba una plataforma de negociación con los mandos golpistas: renuncia de Bordaberry, asunción de Sapelli (vicepresidente), “consulta popular”. Las negociaciones de la dirección de la CNT con la cúpula militar en función de una “salida” constitucional a la crisis política condujeron al desangre y el desflecamiento de la huelga general. Tras 15 días de huelga y ocupación de los lugares de trabajo —que en muchos casos fueron desocupados por los milicos y re-ocupados hasta seis y siete veces — la dirección de la CNT declaró el levantamiento de la huelga y el pasaje a nuevas formas de lucha”.


 


La “Convergencia Democrática”


 


Bajo la dictadura, particularmente a partir de 1975 y 1976, el PC lanza la consigna de la “Convergencia Democrática” contra la dictadura. Arismendi caracteriza las dictaduras del continente como “fascistas” lo cual implicaba que estaban sostenidas exclusivamente en la fracción “más reaccionaria” del imperialismo y el gran capital, y que existía todo un sector “democrático” de la burguesía que era “aliado” de la clase obrera en la lucha antidictatorial.


 


En realidad ya en 1976 el imperialismo comenzaba a plantear la “institucionalización” de la dictadura uruguaya: Bordaberry —quien pretendía instaurar un régimen corporativista prohibiendo incluso a los partidos tradicionales— fue derrocado por los mandos militares, los que se dieron un “cronograma” de institucionalización, que contemplaba la votación de una “constitución” reaccionaria en 1980, y elecciones más adelante. En la caída de Bordaberry jugó un papel importante el ministro de Economía Vegh Villegas, hombre del imperialismo ligado a la 15 de Jorge Batlle (Partido Colorado).


 


Los sectores burgueses “opositores” buscaban un acuerdo con la dictadura militar para establecer un “cronograma” de “institucionalización”. Reclamaban la desproscripción de los candidatos de los partidos tradicionales y convocatoria a elecciones de acuerdo a la Constitución del ’67, sin la izquierda o a lo sumo legalizando al PDC y al PS. Este era el reclamo en particular de los colorados, quienes temían que la ilegalización de la izquierda provocará el voto de ésta por los sectores del Partido Nacional que lideraba Wilson Ferreira Aldunate.


 


La dictadura siguió adelante con su cronograma y en 1980 convocó al plebiscito de “reforma constitucional” recibiendo una derrota estrepitosa. En el movimiento obrero y estudiantil había comenzado todo un proceso de recomposición, que incluso en 1980 se había expresado en paros parciales en numerosas empresas ante el traslado del feriado del l2 de mayo. Este proceso de construcción de las organizaciones de masas continuará desarrollándose a partir de la derrota del plebiscito nacional.


 


En 1981 comienzan las negociaciones formales entre la cúpula militar y los representantes de los dos partidos tradicionales. Estos partidos comenzaron a reorganizarse con vistas a las elecciones internas de 1982 que acordaron convocar con la dictadura, con vistas a elecciones nacionales en 1984.


 


En todo ese período, el PC había formalizado una alianza con el terrerismo (la “Convergencia Democrática en Uruguay”), al punto que en las elecciones internas de 1982 planteará el voto de la izquierda hacia los “sectores progresistas” de los partidos tradicionales (y en particular, hacia el sector liderado por Wilson Ferreira). Esta posición chocó con la posición a-sumida por el PDC y Seregni, quienes convocaron a votar en blanco para “marcar” la presencia de la izquierda y negociar su legalización para 1984. Seregni y el PDC apoyaban las negociaciones con los militares y de hecho se integraban a la estrategia colorada que cubría la posibilidad de una desproscripción de la izquierda.


 


En el movimiento de masas el PC intentaba bloquear toda esa tendencia a la recomposición del activismo obrero y estudiantil, pretendiendo disciplinar a esa nueva generación de luchadores a las direcciones de la CNT y de la FEUU en el exilio. El surgimiento del PIT y de ASCEEP y su desarrollo masivo a través de actos gigantescos (l2 de Mayo y 25 de setiembre de 1983) eran el resultado de la descomposición de la dictadura y de la recomposición de las masas, y planteba en perspectiva el derrocamiento del régimen militar. Desde 1983 comienza a gestarse un ascenso muy importante de las masas —con manifestaciones callejeras que enfrentaban abiertamente la represión— y de autoorganización de las masas en sus sindicatos por empresa y por rama de la producción. El PC intenta bloquear este proceso de reconstrucción de las organizaciones de masas lanzando a través de su aparato en el exterior (CNT, FEUU), un paro general prematuro y tratando de “amarilla” a la joven dirección del PIT y de ASCEEP que apostaba al fortalecimiento de los sindicatos a través de luchas parciales en cada lugar. Cuando en enero de 1984 la tendencia a la huelga general irrumpa abiertamente a través de la ocupación de diversas fábricas (ILDU, TEM, huelga de la pesca, transporte, etc.), el PC se o-pondrá a la huelga general e incluso intentará obstaculizar el paro del 18 de enero —al que la “oposición” burguesa salió a atacar por la televisión.


 


La “concertación”


 


El PC lanza una campaña descomunal en torno a la “concertación” con los partidos tradicionales, que se encaminaban abiertamente a pactar con la dictadura. Esta orientación logró imponerse, no sin una intensa lucha con todo un sector de activistas que pugnaban por colocar al movimiento obrero a la cabeza de la lucha antidictatorial.


 


En ese período los “aliados” de la “Convergencia Democrática”, viendo que la estrategia colorada era la que se imponía, plantearon a la cúpula militar un acuerdo que proscribía a la izquierda y postergaba las elecciones por un año. Este acuerdo fue rechazado por la dictadura— por influencia de los colorados y del propio imperialismo.


 


La liberación de Seregni fue un aspecto fundamental para la viabilización de la llamada “concertación” y la negociación con los mandos militares. El mismo día de su liberación, el general frenteamplista llamó a los manifestantes que lo aplaudían a no lanzar “ni una consigna negativa”: era su respuesta al reclamo popular que se expresaba en el “se va a acabar la dictadura militar”. El PC, luego de la muerte de la “Convergencia Democrática”, se puso a la cabeza de esta orientación seregnista de alianza con el coloradismo.


 


En junio, el líder blanco Wilson Ferreira intenta una acción desesperada para evitar la consumación del acuerdo FFAA-Partido Colorado. El 16 de junio se embarca hacia Montevideo, intentando una reacción de sectores militares blancos que permitiera su legalización. Ferreira fue detenido y “procesado” frente a lo cual el FA y el PC no lanzaron ninguna movilización, abandonando a su ex-“aliado”.


El 27 de junio la “multipartidaria” y el PIT convocan a un “paro cívico” concebido como presión para la negociación con los militares. Escasas horas antes de que el paro comenzara, el Partido Colorado y el Frente Amplio declaran estar dispuestos a negociar con la dictadura: el Partido Nacional rechaza esta negociación reclamando la libración previa de Ferreira. Comienzan así las negociaciones que llevarán al famoso “pacto del Club Naval” que consagró la continuidad jurídica, económica y política del Estado, es decir, que los mismos sectores del gran capital estaban detrás de la dictadura y de la “democracia”, además la intocabilidad de los mandos “fascistas” y un régimen de “autodesignación” de los mandos militares (los ascensos se harían en base a propuestas de la oficialidad). En el “Club Naval” se acuerda la convocatoria a elecciones con presos y con proscriptos (los principales candidatos del Partido Nacional y el Frente Amplio no podían participar de la elección: Ferreira continuaba preso y Seregni estaba proscripto). El “pacto” creó un enorme descontento en las bases del FA.


 


“Consolidar la democracia”


 


En 1985 el PC lanza la consigna “consolidar la democracia” y “avanzar en democracia ’.


 


La tesis del stalinismo sostenía que era posible transitar desde la “democracia del Club Naval hacia una “democracia avanzada” que era una etapa previa al “gobierno democrático de liberación nacional” y por supuesto al socialismo. Como antes los gobieinos de Baldomir y Amézaga, el PC sostiene que el gobierno de Sanguinetti responde a la “gran burguesía conciliadora” y que está sometido a la presión de “dos fuerzas” (el imperialismo de un lado, las masas del otro) y que de lo que se trata es de “presionarlo” para que adopte un programa progresista”.


 


Resucita toda la orientación de “Unidad Nacional” esta vez bajo la forma de la “Concertación Nacional Programática”. La CONAPRO fue el intento de un gran “pacto social” que estableciera “consensualmente” un programa económico que postergaba el salario a la “reactivación económica” y al pago de la deuda externa, regimentando al movimiento obrero. La CONAPRO fracasó en sus aspiraciones “estratégicas”, pero el PC aseguró la regimentación de las masas desde la dirección del PIT-CNT.


 


En 1984 y 1985 se había producido toda una burocratización de las organizaciones de masas, particularmente con el retorno de los viejos burócratas de la CNT que venían del exilio o salían de prisión. Estos viejos dirigentes cayeron como “paracaidistas” en las direcciones de los sindicatos y del PIT, en un proceso de “cenetización” de la central obrera. El propio nombre de la central (PIT-CNT) vino a consagrar la burocratización del PIT. A la cabeza de todo este proceso de copamiento y regimentación estuvo el PC.


Desde la dirección del PIT-CNT, el PC bloqueó todas las tendencias a la huelga general que se produjeron desde 1985, repitiendo su actuación de los años ’68 y *69. Cientos de huelgas y ocupaciones obreras derrotadas fueron el saldo de esta política de “concertación” con el régimen sanguinetista.


 


El Frente Amplio había avanzado en el proceso de integración al Estado. Si en el período 1971-1973 quedó colocado como ala izquierda de la crisis por la tremenda polarización política existente, desde 1984 el FA pugnará justamente por evitar toda polarización y pasar a “jugar en la cancha grande” (Seregni). El FA integró los directorios de los Entes autónomos (empresas estatales) y participó en las comitivas oficiales en los viajes al exterior, apoyando la política exterior de Sanguinetti ya que la misma coincidía con la política internacional de la burocracia rusa (Contadora, reintegro de Cuba a la familia de Estados americanos”, etc.). El FA también participó en todas las negociaciones tendientes a consagrar la impunidad “legal de la camarilla militar, e incluso redactó algún proyecto en ese sentido. Cuando colorados y blancos llegai on a un acuerdo sobre el punto, el FA permaneció al margen del mismo pero no convocó ni siquiera a un miserable paro general contra la amnistía a los torturadores. El movimiento contra la ley de impunidad que comenzó a gestarse contó al principio con el vacío del PC y del FA, los que finalmente decidieron coparlo conformando una “comisión de notables” con sectores de los partidos tradicionales y el FA.


 


El PC utilizó al referéndum contra la impunidad como un instrumento para lograr la “paz social”. Con el argumento de que las huelgas perjudicaban el movimiento contra la impunidad, y que el centro de la lucha pasaba por la recolección de firmas contra la ley, el PC logró aislar las grandes luchas que se produjeron (Onda, Cutcsa) y reforzar la burocratización del movimiento sindical (I2 Congreso Extraordinario del PIT-CNT en 1987), culminando el proceso de copamiento y regimentación del PIT.


 


La “renovación”


 


Ya en el XXI9 Congreso (1988) la dirección del PC comenzó a plantear la necesidad de la “renovación”. En ese congreso se reafirmó la posición de que “defender y profundizar la democracia” es la “tarea permanente, de alcance histórico, que trasciende la simple consolidación en un período de salida de la dictadura, para transformarse en una gran definición táctica y estratégica y en una responsabilidad de principios de la izquierda”. El “descubrimiento” del “valor universal de la democracia” es la gran “adquisición” del XXI9 Congreso… ¡en lo que no hace más que repetir la monserga tradicional del stalinismo! En el XXI9 Congreso se establece como “vía uruguaya al socialismo”… el “avance en democracia” y el Frente Amplio. “El gobierno del FA (que en ese momento incluía al “centroizquierdista” Nuevo Espacio) y sus posibles aliados (que provendrían de los partidos tradicionales) permitirá construir una democracia avanzada mediante la profundización democrática y transformaciones radicales. La concebimos como nuestra vía de aproximación a la revolución agraria y antiimperialista, en tránsito al socialismo”. Se llegaba así al cretinismo parlamentario más depurado, y la negación más abierta de la revolución proletaria y el gobierno obrero (dictadura proletaria). Poco después del Congreso, Pérez provocaría gran revuelo entre los militantes comunistas al anunciar por televisión que el PC rechazaba “toda dictadura, incluso la del proletariado”. No hacía más que llevar hasta sus últimas consecuencias el planteamiento del congreso: “Los comunistas uruguayos consideramos la democracia como una conquista estratégica, de profundo valor histórico, que debemos defender y profundizar, en la perspectiva de su realización más plena y profunda en el socialismo”.


 


Reflejo del acercamiento entre la burocracia y el imperialismo, el planteamiento del XXI-Congreso queda al desnudo cuando afirma que “hoy más que nunca es necesario el esfuerzo conjugado de todas las fuerzas y sectores que quieren salvaguardar la vida en la tierra, en un inmenso y activo pronunciamiento que abarque a comunistas, socialdemócratas, socialistas, cristianos, demócratas burgueses, hombres y mujeres de las más diversas creencias .y sectores sociales y condiciones sociales, incluyendo sectores de la burguesía imperialista; pueblos y gobiernos que quieran evitar la hecatombe bélica. Es decir, un gran movimiento que inclusive más allá de la lucha de clases aísle a los grupos más agresivos”. ¡No es más que la reedición del “gran frente único de los pueblos en defensa de la libertad” planteado por Stalin en 1941!


 


El XXII2 Congreso (1990) ratificará la misma línea, pero expresándose abiertamente una lucha de tendencias. La oposición —a la que la prensa califica de “ortodoxa”— señalaba el carácter “idílico” del planteamiento oficial del PCU (“vía consensual al socialismo”, “transformación del Estado burgués en un estado de nuevo tipo”, etc.) pero no lo caracteriza como una posición pequeño-burguesa ni como la continuación del stalinismo.


 


El FA es “partido de gobierno”


 


A partir de 1990, el Frente Amplio es “partido de gobierno” con la victoria en Montevideo (gobierno municipal). La dirección del FA afirma que de la gestión de la intendencia capitalina dependerá el posible triunfo electoral de 1994, por lo que hay que hacer “buena letra” y convivir con el gobierno de Lacalle. La apelación a la siguiente elección nacional como la “salida política” a todos los males de las masas es el recurso tradicional del FA y del PC, para contener las luchas obreras.


 


El FA gestiona la intendencia de Montevideo como parte del Estado burgués. Tabaré Vázquez no llega al gobierno departamental como un trabajador que va a utilizar ese puesto como punto de apoyo en la lucha de las masas contra el Estado burgués, sino justamente como un funcionario de ese Estado. Es así que asume una “política exterior” agasajando al presidente norteamericano George Bush en su visita a Montevideo (4/12/90) y recibe frecuentemente a mandatarios reaccionarios del continente (Salinas de Gortari de Méjico en 1990, Cristiani en 1991) y hasta a militares yanquis de la Operación Unitas (aun cuando el FA —con alguna excepción— vota “contra” la realización de dichas maniobras militares conjuntas). Vázquez ha rechazado las ocupaciones de tierras de cooperativistas de vivienda, y hasta ha llamado a la policía para desalojarlos de terrenos municipales. Más recientemente estableció una “reglamentación” de la venta callejera para satisfacer la demanda del gran comercio instalado de eliminar a los vendedores ambulantes. Frente a la resistencia de los “ambulantes” la intendencia frenteamplista apeló a los “granaderos” para apalear a los vendederes callejeros que se oponían a esta “reglamentación”, imponiendo una virtual “militarización” en la principal avenida de Montevideo.


 


En 1991 se realizó el II2 Congreso del FA en el que se puso de relieve la crisis del PC y del FA y se desató una lucha de tendencias. Siguiendo la evolución de la burocracia rusa, la dirección del PC se vuelca a posiciones abiertamente patronales y hasta proimperialistas, a través del llamado “documento de los 24”. En el Congreso —destinado en un 1007c a ser “opción de gobierno” en 1994— los “renovadores” no votaron un párrafo que establecía que dado que ningún partido lograría el 51% de los votos había que hacer alianzas con la derecha para dar apoyo parlamentario a su gobierno, porque “podría oscurecer la idea básica, de principios, de que la búsqueda de tales mayorías no está motivada ni exclusiva ni principalmente por la virtual imposibilidad de lograr más del 50% de los votos en 1994, sino porque el logro del más amplio consenso social y político seguirá siendo necesario aún en el caso de que el Frente se convirtiese en mayoría absoluta del Parlamento”. Para ios 24” —que defienden el “consenso social” incluso como vía al socialismo las alianzas no deberían tener ningún límite hacia la derecha, y más que alianzas deberían ser una completa convergencia política e ideológica con  los partidos del gran capital.


 


Notablemente, mientras afirman discutir una reforma constitucional para “parlamenta-rizar” el sistema, los “renovadores” del FA rechazan así el método del gobierno parlamentario (existencia de mayoría y minoría) y aún el régimen republicano —porque el “consenso más amplio” con el gran capital y los bancos supone un régimen político bonapartista, sigiloso y conspirativo. No es casual que en el documento preparatorio del Congreso del FA, se reprodujera una frase de Seregni de 1985 que afirmaba “que todo sistema multipartidista es inestable y tiende a la recomposición de un bipartidismo” y que en “el largo plazo el Frente Amplio amenaza la vida misma de uno de los dos partidos tradicionales”. El planteo del bipartidismo y hasta el unipartidis-mo revelan el carácter falso del “parlamentarismo” frenteamplista. El PC y el FA no se engañan: en una sociedad profundamente sacudida por los antagonismos de clase, se impone la tendencia al bonapartismo —es decir, al fortalecimiento del Estado y el régimen político contra las masas.


 


Perspectivas del PC y el FA


 


Los “renovadores” del PC y el FA expresan una tendencia común a toda la izquierda democratizante latinoamericana: el apoyo al Mercosur (e incluso la negativa a rechazar el acuerdo “4 + 1” en el marco de la “Iniciativa para las Américas”) revela la inserción de esta “izquierda” en la política de Bush. El abandono del programa de “reformas” y de “autonomía nacional” y el apoyo a la integración “americana” y a la “reconversión industrial” (privatizaciones, desmantelamiento de la industria nacional, desocupación masiva, superexplotación) expresa la evolución de la pequeña burguesía democratizante que —de disputar una porción de la renta nacional a la voracidad del imperialismo— ha pasado a sumarse a la política del imperialismo y a defender su participación en la renta nacional contra las masas.


 


Toda esta evolución implica crisis y desgarramientos. En el Congreso del FA se expresó toda una oposición que pretende mantenerse en el rol tradicional del nacionalismo o antiimperialismo de contenido burgués. Sin embargo, esta posición es partidaria también de “ampliar las alianzas” hacia la derecha —haciendo la reserva de que estas alianzas deben tener contenido “antiimperialista y antioligárquico”. Las limitaciones del ala “izquierda” se manifiestan antes que nada en que no caracteriza a la derecha como proimperialista y por lo tanto no comprende la incompatibilidad de peimanecer en un frente común.


 


En el movimiento obrero, la crisis del PC tiene ya un carácter explosivo. En sindicatos históricamente dominados monolíticamente por el stalinismo (construcción, metalúrgicos), el PC no pudo presentarse unido en las elecciones sindicales y apenas logró el 50% de los votos, registrándose el surgimiento de agrupaciones que nuclean activistas combativos y antiburocráticos que lograron una votación masiva. Es más, las propias listas “oficiales” del PC están en una aguda crisis: en el reciente congreso del PIT-CNT, el PC del SUNCA se abstuvo y el del UNTMRA votó en contra del estatuto con el cual los “renovadores” pretendía reforzar su dominio en el movimiento obrero.


El operativo de “autorreforma” del PC está terriblemente cuestionado. La propuesta de Pérez, que debía plebiscitarse en diciembre entre todos los afiliados, se someterá a plebiscito recién en abril del '92 y “suavizada” (no se nombra al partido del “socialismo democrático” sino que se señala la necesidad de acercarse a las corrientes que defienden este planteamiento). Los “ortodoxos” —oposición a Pérez— pretenden reunir 5.000 firmas para convocar a un Congreso antes de abril (ya llevan 4.200 firmas de afiliados) y de esa forma abortar el plebiscito. Al margen de la lucha entre “renovadores” y “ortodoxos” se encuentra una gran parte del partido, que rechaza a ambas fracciones y muchas veces opta por abandonar la militancia orgánica. Los “renovadores” consideran crucial la Conferencia departamental de Montevideo que se reunirá en noviembre, ya que una derrota en la misma significaría el hundimiento de toda la “renovación”. No es nada casual que primeras figuras de la “renovación” se presenten como candidatos a la departamental, como Federico Martínez —el más votado en la reciente elección del Comité Ejecutivo nacional— o Esteban Valenti —que en el XXII2 Congreso rechazó postularse al Comité Central y que encabezó a “los 24”.


 


La operación de “reciclaje” de la vieja dirección “arismendista” está condenada al fracaso. La “renovación” no ofrece ningún programa político, salvo la profundización de las tendencias burguesas del viejo stalinismo. Si la evolución actual de la burocracia soviética deja en claro que durante toda su existencia tanteó y buscó en el imperialismo mundial un punto de apoyo para derrocar las conquistas de la Revolución de Octubre y transformar sus privilegios malhabidos en derechos de propiedad, la crisis actual del PC revela que la vieja dirección stalinista busca transformar su aparato en un partido “democrático” burgués.


 


 

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