Megafusiones y globalización
El proceso de mayor concentración y centralización capitalista, hasta el presente, había tenido lugar a comienzos de siglo. Se verificó así, la vigencia de las leyes expuestas por Carlos Marx en El Capital. Con la era de los monopolios se conformó definitivamente el sistema imperialista, mediante un reparto o cartelización del mercado por los grandes trusts.
Este fin de siglo parece estar alumbrando una nueva furia monopolizadora, equivalente o superior a aquélla. Refiriéndose a lo que acontece en los EE.UU., "la mayoría de los analistas prevé que esto va a continuar indefinidamente", señala The Economist (1), aunque lo hace con preocupación, porque esta "fiebre de fusiones" o "fusionmanía" como la denomina, "acompañada de una acelerada alza de las cotizaciones de las acciones, de los precios de la propiedad inmobiliaria y de las obras de arte, sugieren que Estados Unidos está desarrollando una burbuja económica" (2).
Por la vía de "fusiones", "adquisiciones", "consolidaciones", "Opas", etc., la prensa capitalista no deja de sorprenderse por la magnitud que está alcanzando este proceso. La ola de fusiones viene acompañada de nuevos paradigmas, que expresan la "creencia generalizada de que la economía de Estados Unidos ha entrado en una nueva era dorada en la que las viejas reglas (por ejemplo, que todo lo que sube puede bajar) ya no rigen" (3).
The Economist, que hasta hace poco era uno de los principales apologistas de ese boom, ha comenzado a virar y a alarmarse: "La reciente locura por las fusiones, incluyendo una oleada de inmensas fusiones bancarias, es una característica saliente de las economías burbuja", lo que dice la revista londinense llevó en cada una de "las oleadas previas de grandes fusiones de este siglo … a los crashes de 1904, 1929 y 1969" (4). "Así como el champagne tiene un sabor maravilloso hasta que las burbujas se le suben a uno a la cabeza, las burbujas financieras tienden a producir fuertes malestares económicos después de la borrachera" (5).
¿Mundialización del capital o purga intercapitalista?
Marx y Engels el último llegó a analizar incluso la primera fase de la gran monopolización que despuntó en la última década del siglo XIX, consideraron siempre a la concentración y centralización del capital como una manifestación de maduración de las relaciones de producción capitalista y, sobre todo, del choque irreconciliable entre las necesidades del desenvolvimiento de las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad dominantes; es decir, del carácter finito o del límite histórico al que arribaba obligadamente este modo de producción.
Bajo el dominio del capital financiero, las crisis de sobreproducción, de proporcionalidad entre los diversos sectores de la producción, de pauperización y polarización crecientes fenómenos característicos de la época capitalista se transforman cada vez más en crisis sistémicas, crisis estructurales de catastróficas consecuencias sociales, que colocan a su etapa imperialista bajo el signo de las guerras y las revoluciones (Lenin). Se sientan así las bases objetivas para el derrocamiento revolucionario del capitalismo.
Contradictoriamente con todo lo que enseñaron Marx y Engels, sin embargo, tras su muerte y en el mismo momento en que transcurría la primera fiebre de fusiones, se abrió paso en la socialdemocracia una concepción diametralmente opuesta: la de un idílico desenvolvimiento económico y social. Igual que ahora, teorías sobre la mundialización o globalización del capital, inundaron el mercado, sosteniendo que la conformación de los monopolios eran la vía para la aldea global (para la socialdemocracia se realizaría por esa vía el socialismo en forma indolora).
Analizando este asunto durante su época, cuando tuvo lugar la primera gran internalización del capital, Nikolai Bujarin explica que la tendencia a la monopolización, a los trusts y a la internacionalización del capital "choca con una tendencia más fuerte", la de "la nacionalización del capital y al cierre de las fronteras" (6). La socialdemocracia como la inmensa mayoría del pensamiento de izquierda de nuestros días, no sólo negaba esta dialéctica; negaba también que el capitalismo fuera un "proceso de contradicciones" que lo conduce inevitablemente a su descomposición y derrumbe. "La sociedad capitalista decía Bujarin polemizando con Rosa de Luxemburgo es una unidad de contradicciones. El proceso del movimiento de la sociedad capitalista es un proceso permanente de reproducción de contradicciones capitalistas. El proceso de reproducción ampliada es un proceso de reproducción ampliada de esas contradicciones. Si esto es así, entonces resulta evidente que estas contradicciones tienen que hacer saltar finalmente el sistema capitalista en su conjunto. Así hemos llegado al límite del capitalismo" (7).
Los bolcheviques, que de acuerdo a la opinión hoy dominante serían unos vulgares catastrofistas, demostraron que tenían razón. Las ilusiones de la socialdemocracia se pagaron muy caro. A pesar de las teorías de la mundialización del capital de Kautsky, la socialización de la producción ejecutada por el capital financiero no condujo a la transición pacífica al socialismo, sino a la 1ª y la 2ª Guerra Mundiales: los cárteles se deshicieron, y los diferentes trusts y Estados imperialistas se despedazaron para defender sus mercados.
La socialización de la producción incesante sin dudas bajo la era moderna, es sólo un polo de las contradicciones de este régimen social de producción (8). Una unidad mundial del capital es una quimera en las condiciones de este régimen social de producción (9). La finalidad ideológica de estas teorías que, de tanto en tanto se remozan, es ocultar las contradicciones insalvables del sistema imperialista y la barbarie a que conduce.
Las modernas teorías sobre la mundialización del capital reaparecieron, a partir de fines de los 60 y principios de los 70, con el agotamiento de la era dorada de la reconstrucción de posguerra y la emergencia de una gran crisis capitalista. Esta crisis se expresó, primero en 1971, en la quiebra de los acuerdos monetarios de Bretton Woods (1944), y después, en dos sucesivas explosiones de los precios del petróleo.
Como manifestación de esta primera gran crisis de posguerra, el imperialismo yanki comenzaba a victimizar a sus socios que había ayudado a reconstruir (plan Marshall).
Fue precisamente el período en que, en Europa, se inició un debate entre un sector de la izquierda académica, que redescubre la vigencia de ciertas imposturas kautskianas, como reacción al superimperialismo norteamericano. Desde entonces los cultores de esas teorías han ido degenerando hacia posiciones cada vez más abyectas (10).
Uno de los cultores de la mundialización fue Nicos Poulantzas, quien pondrá de moda la especie de "la función decisiva, dominante del capital americano a escala mundial" (11), que como fue criticado correctamente por Christian Leucate, "lo lleva paradógicamente a ignorar en lo esencial los efectos de localización y el conjunto de los problemas de circulación que resultan del carácter desigual del desarrollo del proceso productivo capitalista. ¿Es necesario recordar que el capital no solamente no está totalmente unificado, sino también que no se mueve dentro del simple espacio abstracto del mercado mundial? El sistema de las economías nacionales, concebidas como entidades territoriales y políticas, como formaciones sociales distintas, como unidades económicas unidas por el intercambio mundial de los capitales y de las mercancías sigue siendo verdaderamente el lugar principal donde se desarrollan, en formas múltiples, la contradicción entre la socialización mundial de las fuerzas productivas y un proceso de internacionalización del capital realizado bajo la dominación del imperialismo USA" (12).
En todas las apologías de la mundialización del capital, desde Bernstein y Kautsky a Poulantzas, hay un reduccionismo economicista que Bujarin advirtió. Bujarin demostró cómo las contradicciones y las crisis económicas se dirimen siempre en la arena política: "la contradicción entre el trabajo social mundial y la apropiación nacional-estatal se expresa en el conflicto entre las organizaciones estatales del capital y en las guerras capitalistas" (13).
Las ilusiones sobre un capital mundial o una burguesía cosmopolita han dado lugar históricamente a grandes unilateralidades, igualando no sólo a todas las burguesías imperialistas, también a las de los países atrasados; o colocando a esas burguesías nacionales en las antípodas de las primeras, subordinando a un segundo plano la lucha burguesía-proletariado. Ambas imposturas se han combinado, y por supuesto unas se han mutado en las otras. En Argentina hemos conocido todas ellas.
Helmut Kohl, el catastrofista
Por primera vez desde la 2ª Guerra, a fines de junio de 1997, en medio de grandes choques comerciales en Europa y de disputas por la dirección del futuro Banco Central Europeo, el jefe de la mayor potencia del viejo continente Alemania agitó el fantasma de una nueva conflagración mundial. Para Helmut Kohl "habrá guerra o paz en el siglo XXI" (14) en función dijo de cómo se arribe a los objetivos de Maastricht, es decir, la unidad europea y la fortaleza de la moneda única (el euro). Dado que esos objetivos son interpretados en forma diferente por los diversos socios europeos, es evidente que hay un conflicto en ciernes entre las burguesías alemana, francesa, inglesa e italiana, por lo menos, y especialmente, con la norteamericana, y aún la japonesa, que esperan explotar esa unidad en su beneficio (15).
Si el peligro de la guerra fría sirvió, entre otras cosas también, de escudo no contra el comunismo sino para ocultar las grandes contradicciones capitalistas, su desaparición las ha hecho aflorar en forma violenta. Dada la enorme crisis mundial de sobreproducción de mercancías y excedencia de capitales, la caída del socialismo real lejos de contrarrestar esta crisis la ha agravado.
Teóricamente, la monopolización de la concurrencia debiera llevar a la mundialización del capital; es decir, forma parte de su reproducción ampliada lógica. Sin embargo, el capital financiero no puede perder su marca de origen, o más rigurosamente, jamás podrá perder la condición nacional (imperialista) sin privarse a sí mismo de los atributos que ha creado para consagrar su dominación. Esto es, su Estado y los recursos puestos a su disposición (¡militarismo!). Tenemos así la cuadratura del círculo, o en palabras de Bujarin, la "reproducción ampliada de sus contradicciones". Trotsky lo explica a su manera, en uno de sus textos más brillantes: el capitalismo dice es "incapaz de desarrollar una sola de sus tendencias hasta el final" (16).
Recientemente, Le Monde publicó un estudio que revelaba que lo sucedido en la industria aeronáutica con la megafusión de la Boeing y la McDonell Douglas, se estaba reproduciendo también en la industria de las telecomunicaciones. "Una tríada" (17) de tres grandes pulpos yankis, con WorldCom-MCI a la cabeza fruto de una megafusión reciente, junto a American Telegraph and Telephone (ATT) y Sprint, conformarán ya "un oligopolio mundial" (18) que "representa el 85% del mercado internacional" (19) de las telecomunicaciones. Esto ha provocado la reacción lógica de otros concurrentes del mercado, en primer lugar las burguesías imperialistas afectadas, que como "Telecom Italia decide dejar plantada a ATT" (20) tras meses de negociaciones para una alianza. Ahora, la italiana se fusionó con la inglesa Cable & Wireless para frenar las pretensiones de desembarco del pulpo yanki en Europa.
La tendencia a las fusiones a la concentración capitalista presupone obligadamente también la contraria (21). Por esto, los mismos estados imperialistas que alientan la concentración de sus monopolios como una vía para salvarlos de la crisis, pueden actuar y actúan en forma diferente, forzando incluso la no realización de determinadas fusiones. Es lo que seguramente está ocurriendo en la aeronáutica comercial de los EE.UU. La ola de fusiones que se desató tras la anunciada alianza de United con Delta plantea "la posibilidad de que las seis mayores aerolíneas de los EE.UU. formen tres grandes empresas que controlarían un 80% de los pasajes (dentro) del país", que según The Wall Street Journal "no le gusta al gobierno de los EE.UU." (22). Esas alianzas, además, tendrían un carácter efímero, "alianzas de marketing (que no llegan a ser fusiones)" (23).
The Wall Street Journal califica de "postura confusa" a la de EE.UU., porque "mientras promueve acuerdos internacionales para compartir vuelos quiere proteger a las pequeñas aerolíneas de las grandes" (24), pero omite que ello estaría dictado por el temor a la entrada de la competencia extranjera y a un sistema de fusiones tan inestable que podría desatar una guerra de tarifas en cualquier momento, derrumbando aún más los beneficios capitalistas.
Ciertamente, la "ola de fusiones y adquisiciones sin precedentes" (25), como la califica Fortune, "a diferencia del boom de fusiones de otras épocas, en que se combinaban compañías de distintos sectores, involucran combinaciones estratégicas de empresas de la misma industria. Su objetivo es utilizar la escala para dominar el mercado" (26).
La furia de fusiones es un recurso excepcional que interpone el capital financiero para evitar las crisis, pero lo que hoy puede ser un recurso contrarrestante, ulteriormente, no hace más que potenciarlas. En una nota en El Capital, Engels dice: "cada uno de los elementos que tiende a oponerse a una nueva repetición de las antiguas crisis alberga en su seno el germen de una crisis futura mucho más formidable" (27).
El capitalismo inglés tuvo un dominio irrestricto del planeta durante más de un siglo. El capitalismo norteamericano que ocupó su lugar a partir de la última posguerra tuvo que vérselas con sus competidores europeos y el Japón, menos de 25 años después. La tendencia a la internacionalización del capital convive obligadamente con la tendencia a su fraccionamiento: "es imprescindible tener en cuenta el desajuste estructural que se opera, en la fase imperialista, entre reproducción económica del capital (cuyo ciclo tiende a estar enteramente internacionalizado) y la reproducción social de las relaciones sociales de producción (cuyo lugar sigue siendo necesariamente la estructura de las formaciones sociales burguesas)" (28).
Concluimos entonces. La unificación mundial del mercado es una contradicción en sí misma. Por un lado, el capital no puede desenvolverse sin alentar y recrear sistemáticamente las desigualdades, la anarquía y el caos inherentes al régimen específico del modo de producción capitalista. Por el otro, el capital tampoco puede reproducirse y desenvolverse en forma ampliada sin provocar una creciente socialización de la producción y una extrema polarización entre un puñado de super-ricos y un inmenso mundo de miserables y explotados. Todo esto alcanza tal magnitud bajo el dominio del capital monopolista que no hace más que exponer, en forma cada vez más aguda, la caducidad histórica de este régimen social, sus tendencias a la putrefacción y a la barbarie y la necesidad ineluctable de su reemplazo.
"Choques sangrientos"
La amenaza del super-canciller alemán (reelecto cuatro veces, aunque ahora parece en caída libre), huelga casi decirlo, no fue un exabrupto. Hay quienes creen que la prepotencia entre países se ejerce sólo contra el mundo semicolonial y ahora los ex-socialistas. A estas naciones sometidas al atraso y el saqueo por el capital financiero, los globalizadores las denominan en desarrollo, no sólo para encubrir esa expoliación, sino sobretodo la propia categoría imperialismo, que han borrado de las ciencias sociales.
Los vendedores de espejitos dicen que la prepotencia estaría en desuso, o que sería ya un rasgo menor o hasta tolerable del mundo avanzado , el cual habría logrado la proeza de hacer desaparecer sus tendencias más destructivas (imperialistas): los choques entre potencias serían ahora civilizados.
Este macaneo, que domina los ámbitos académicos, incluso entre los más izquierdistas (29), no sólo fue desmentido por Kohl; es lo que demuestra el constante in crescendo de los últimos años en materia de choques comerciales y prácticas de dumping (colocación de la producción en el mercado por debajo de su precio de producción) entre los EE.UU., Europa y Japón (30).
La prensa mundial registra así algunas de las más importantes disputas intermonopólicas: "guerra sangrienta" (31) y "jungla por los mercados" (32), por el que protagonizan los grandes pulpos de las telecomunicaciones; "fusión para matar a Airbus" (33), por la unión de los dos grandes de la aeronáutica norteamericana, Boeing-McDouglas, en 1997; "contraataque europeo" (34) por el reciente anuncio de los gobiernos inglés, alemán y francés respaldando la proyectada "fusión de las tres grandes, British Aerospace, Daimler Benz Aero-space y Aerospatiale" (35), socias de Airbus y respectivamente las principales compañías europeas afectadas por la fusión anterior; "racionalizarse o morir" (36), les dijo el ministro de Defensa inglés, George Robertson, a los fabricantes de armamentos y aviones militares de su país. En esas circunstancias, un editorial del Financial Times comparó el "salvataje" que se proponía en el Reino Unido con lo sucedido en EE.UU., donde se logró algo "óptimo según el diario inglés: En cuatro años, las fusiones redujeron la industria de armamentos americana, haciéndola accesible sólo para un puñado de fabricantes" (37); "guerra a muerte" (38) ha titulado Le Monde lo que pasa en la industria del neumático, entre la Bridgeston (japonesa), la Michelin (francesa) y la Goodyear (norteamericana), las tres grandes del sector; "baño de sangre" (39) anunciaba Business Week hace ya siete meses, previendo lo que está ocurriendo en el ámbito financiero y de los seguros.
A pesar de esto, en la prensa capitalista domina un lenguaje lavado o alambicado para referirse a este proceso. Lo que se llaman "fusiones", "consolidaciones" o "adquisiciones" son frecuentemente, en realidad, "take-overs", adquisiciones hostiles o capturas dirigidas a hundir a los competidores para hacerlos desaparecer. No son compras para facilitar la ampliación de la producción, sino para eliminar capitales excedentes del mercado. Lo que se está persiguiendo es el cierre de plantas, la modificación radical de las relaciones laborales (flexibilización, tercerizaciones, etc.) y, sobre todo, una expulsión masiva de trabajadores que dejará las cifras de desempleo actuales que ya alcanzan niveles sin precedentes en toda una serie de países como un recuerdo de buenos tiempos. Este es el gran objetivo que incentiva las fusiones, como lo dicen sin escrúpulos los gerentes de los grandes pulpos.
Se trata de una destrucción masiva de riqueza y fuerzas productivas ¡en medio de un mar de necesidades básicas insatisfechas a escala mundial! Los monopolios no tienen como transformar esa riqueza en capital productivo, los capitales entonces sobran. Las mercancías que ese capital produce no las acepta el mercado, por lo tanto no se verifican como mercancías, es capital muerto.
En estos cierres fabriles y achiques, lo que se envía a la basura no son maquinarias o equipos tecnológicamente obsoletos. Lo sucedido con la planta belga de la Renault reveló que lo que se desecha son plantas ultramodernas.
El Financial Times describió este proceso en lo que se refiere al sector de los seguros y las administradoras de fondos jubilatorios británicos: las "consolidaciones dice tratan de paliar el dolor mortal" que provoca la "sobreexpansión" del mercado (40). Lo que esas consolidaciones persiguen es la reestructuración, la purga de los capitales sobrantes. Lo mismo sucede con las recientes megafusiones financieras: en los últimos años, en los EE.UU., dice The Wall Street Journal, "la facturación (de los bancos) casi no ha crecido. Ni siquiera los bancos más rentables han logrado aumentar su facturación en más de unos cuantos puntos porcentuales por año" (41). Como hemos dicho en Prensa Obrera, "estas concentraciones reflejan la disputa por un mercado que tiene demasiados bancos, demasiadas financieras y demasiados especuladores" (42).
Ya no bastan los viejos recursos de las naciones poderosas para contrarrestar las crisis de sobreproducción y las bancarrotas. No basta con descargarlas sobre la inmensa masa de los pordioseros del tercer mundo. Por la magnitud de sus contradicciones y de las del régimen imperialista en su conjunto, las potencias imperialistas están obligadas a despedazarse y a atacar, fundamentalmente, a sus propios trabajadores.
Quiere decir entonces que las megafusiones las que se realizan, y también las que fracasan están indicando una impresionante escalada de toma de posiciones en el mercado, por la vía de recursos extraordinarios. El más importante de estos es la acción de cada estado imperialista, que, como vimos, salen abiertamente a resguardar los intereses de sus monopolios. Se delata así que los pulpos tienden a operar no a través de las leyes de la competencia mercantil, sino de leyes extraeconómicas.
La afamada superioridad del mercado se deschava como un gigantesco fraude. Ya demostró Engels que el darwinismo mercantil que "los economistas celebran como la más grande conquista histórica, es el estado natural no de la civilización sino del reino animal" (43).
Por la vía del monopolio se expresa, en último término, no el dominio de las leyes del mercado, sino la tendencia a su disolución y la del régimen social en que se asienta. Es esto precisamente lo que señalaron las vetustas leyes descubiertas por Marx.
"Ola de fusiones que podría superar la de los barones ladrones…"
Pues bien, en la base de todo este proceso sangriento de fin de siglo reaparece esa tendencia a una furiosa monopolización capitalista como la que se vivió en su momento entre 1890 y 1905/10.
En los EE.UU.,"la magnitud de su volumen está dejando estupefactos a los banqueros de inversión. La intensidad del negocio casi da miedo dice Steve Koch, codirector de fusiones y adquisiciones en Credit Suisse First Boston. Simplemente hay una actividad asombrosa…" (44). Esto se decía un mes antes de desatada la ola de megafusiones bancarias que provocó la de Citicorp el segundo banco comercial con Travelers Group firma Nº 1 en servicios financieros que, cuando se anunció, The Wall Street Journal dijo que "estremece al mundo de las finanzas" y calificó como "la mayor fusión de la historia" (45). A ésta siguió, inmediatamente, la del BankAmerica y NationsBank, quinto y tercer banco comerciales de los EE.UU. y "segunda fusión más grande de la historia de los EE.UU." (46), y, el mismo día, la de Banc One y First Chicago, que seguían a los anteriores en el ránking de los mayores bancos comerciales norteamericanos. "La velocidad vertiginosa de (estos acuerdos) … comenzó, según The Wall Street Journal, hace más de una década" y "en cinco años", dice el ex-presidente del ahora fusionado Banc One, sólo "habrá cinco o seis grandes bancos" (47).
A principios de marzo se decía que "probablemente nos encontremos en medio del mayor auge de uniones en la historia de Estados Unidos. En 1997, hubo una actividad de fusiones y adquisiciones jamás vista anteriormente. Según Securities Data, el valor total de todos los acuerdos anunciados en EE.UU. alcanzó los u$s 908.000 millones, un 47% más que el total de 1996, que fue en sí un año récord. En total se cerraron 11.029 tratos" (48). The Economist lleva las fusiones en los EE.UU. en 1997 hasta "957.000 millones de dólares (equivalente al 12% del PBI), más que los que los 138.000 millones de 1991 (2% del PBI). Este promete ser otro año récord" (49).
También "las fusiones y adquisiciones europeas alcanzaron un nivel récord en 1997, totalizando 419.000 millones de dólares incluyendo a la unión entre los bancos suizos UBS y SBC a principios de diciembre" (50). A pesar de estas cifras, en diciembre, "Philip Keevil, encargado de fusiones y adquisiciones en Salomon Smith Barney uno de los principales bancos de inversión de New York", decía que "sin embargo, Europa, representa la nueva frontera para la expansión de los negocios el próximo año" (51). Así "prevén boom (de fusiones) en Europa en 1998" (52).
Japón parecía refractario hasta hace poco a este proceso. En 1997, las fusiones ascendieron sólo a "10.500 millones de dólares" según Daiwa Securities (53), pero también aquí parece que "la hora de las fusiones ha llegado": una "fiebre de fusiones contagia" a Japón (54). Hasta ahora, "en Japón las fusiones suelen decepcionar a los inversionistas, porque generalmente no resultan en la clase de despidos masivos que pueden aumentar las ganancias de una empresa" (55). Claro que el incremento esperado de las fusiones aquí, también, tiene como "principal motivo la desesperación de muchas compañías japonesas" (56).
A escala de los EE.UU., "para encontrar un período similar de cambio económico y de fiebre por las fusiones, hay que remontarse al siglo pasado, en la década de 1890" (57), dice Fortune, aunque es evidente que se trata de un fenómeno que se reproduce a escala mundial. Para EE.UU., en moneda a valor constante y con relación a su PBI, esta fiebre de fusiones está ya al nivel de la que la precedió entre 1984 y 1988 (tomando cifras de 1993 a 1997), con un volumen equivalente al 24/25% del PBI. Sólo la fiebre histórica que alumbró con el siglo XX, cuyo punto más alto se alcanzó entre los años 1898 y 1902 tuvo un volumen equivalente al 34% del PBI de la época (58) (entonces, la economía norteamericana no tenía aún la dimensión que alcanzó en los últimos 50 años; mucho mayor en la actualidad de lo que era a principios de siglo, comparada en términos relativos con las otras naciones imperialistas.
"Esta ola" de fusiones, dice Fortune respecto a los EE.UU. "podría sobrepasar la bonanza de la época de los barones ladrones…" (59) (así pasaron a la historia los que protagonizaron la primera gran ola). Ya "las transacciones anunciadas este año ascienden a 444.330 millones de dólares, según Securies Data, una cifra que representa casi la mitad del total récord de 1997" (60); esto en sólo 3 meses y medio de 1998. Está claro que la frontera de las fusiones tampoco ha llegado a los EE.UU.
Por otra parte, la revista de las grandes finanzas yankis que venimos citando se refiere a esas "tres grandes oleadas" (61) cuatrianuales como a procesos independientes, cuando existe plena evidencia que las dos últimas forman parte de un único proceso que estamos recorriendo.
Otro aspecto que estaría indicando que la tendencia presente a las "fusiones" y "consolidaciones" va más allá de todo lo conocido en el pasado es que "ahora se anuncia la fusión de los mercados (las bolsas), que marcaría otro paso en la historia" (62). Las bolsas donde cotizan las acciones y los títulos de la deuda pública de los estados, se encontraban en los EE.UU. ya suficientemente concentradas: "entre 1940 y 1980 … cayeron de 18 a 7" (63). Ahora se anunció la fusión del American Stock Exchange (AMEX), "la segunda Bolsa de los EE.UU." (64), con Nasdaq, importante bolsa surgida de otro proceso de fusiones en los 60, lo que todavía "favorece más la consolidación de las bolsas de EE.UU." (65). Como ha sucedido en todo el mundo, este proceso tiene que ver también con el retroceso relativo de las Bolsas como ámbito natural para la comercialización de las acciones, las que en forma creciente se efectúa a través de los llamados fondos comunes de inversiones y mercados terciarios, que operan no sólo en acciones, sino también el floreciente negocio de opciones y derivados. Por la vía de su fusión los grandes agentes de Bolsa están peleando su tajada del mercado accionario, aunque siguen monopolizando el filón de la especulación financiera internacional que se da a través de títulos y bonos públicos y que ha crecido exponencialmente en los últimos 20 años.
El proceso de fusiones de los mercados de valores se ha extendido, también, al de los llamados derivados: "Hace dos años, la New York Merchantile Exchange, que se concentra en productos de energía, se fusionó con la Commodities Exchange, más fuerte en metales. El año pasado, las bolsas de café y algodón de Nueva York también anunciaron una fusión" (66).
Como se ve, la historia parece configurar una parábola: la monopolización de los barones ladrones ya es un poroto al lado de la actual.
Notas:
1. The Economist, 18/4/98.
2. Idem.
3. Idem (el párrafo entre paréntesis forma parte del texto original). En adelante, de no mediar una explicación como la anterior, los párrafos entre paréntesis dentro de párrafos encomillados, son de N.Mj. Las citas que en adelante se transcriben entre comillas dobles son textuales (respetándose siempre itálicas o encomillados del original).
4. Idem.
5. Idem.
6. Nikolai Bujarin, El Imperialismo y la Economía Mundial, Ed. Pasado y Presente, 1971.
7. Nikolai Bujarin, El Imperialismo y la acumulación del capital, Ed. Tiempo Contemporaneo, 1974.
8. En el Manifiesto Comunista de 1848, Marx y Engels ya decían que "La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, y con él todo el régimen social … La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes". La conclusión que sacaban Marx y Engels de esto, se oponía por el vértice a la de sus epígonos socialdemócratas: llegado a un determinado punto de desarrollo afirman en el Manifiesto "la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiados poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociadad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remienda una crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas" (Versión tomada de "Biografía del Manifiesto Comunista", Ed. Quimantú, 1972).
9. Lenin destruyó la definición de Kautsky acerca de una época ultraimperialista que presentababa idílicamente como "una fase de unión y no de lucha de los imperialismos del mundo entero, una fase de la cesación de las guerras en el régimen capitalista, una fase de explotación en común del universo por el capital financiero unido a escala mundial", y como antesala … del socialismo (Lenin, El Imperialismo, fase superior del capitalismo).
10. Entre estos figuraban los fundadores de la escuela que domina el pensamiento crítico de las universidades francesas, el regulacionismo (Aglieta y Cía.). Oriunda del marxismo, terminó siendo fiel servidora del imperialismo patrio. Incluso la mayoría de sus críticos de izquierda han sido impregnados por sus vicios (lo veremos más adelante, a la luz de las explicaciones que dan al proceso de fusiones que estamos estudiando). El pasaje de los regulacionistas al campo abierto del imperialismo francés, para cuyas fundaciones trabajan, se operó bajo el primer gobierno socialista de Miterrand, lo que coincidió con el pasaje de muchos ex-trotskistas a esta escuela (Pierre Salama entre los más destacados).
11. Christian Leucate, Internacionalización del capital e imperialismo, Ed.Fontamara, 1978. N.Poulantzas va a redescubrir en las naciones imperialistas golpeadas por la crisis aliados del movimiento popular en Europa, una burguesía nacional.
12. Nikolai Bujarin, Teoría Económica del Período de Transición, Ed. Pasado y Presente, 1972.
13. Idem.
14. International Herald Tribune, 3/7/97.
15. En el curso de 1997 Prensa Obrera analizó esos choques en una serie de artículos: "La burguesía europea contra las cuerdas" (Luis Oviedo, Nº 534, 10/4/97), en el que se analizó la fusión de los pulpos siderúrgicos alemanes Thissen y Krupp y el cierre de Renault-Vivorde; "La norteamericanización del mercado mundial" (Jorge Martín, Nº 533, 3/4/97), sobre el acuerdo mundial de desregulación de las telecomunicaciones; "La nacionalización del capital mundial: la fusión de Boeing y McDonell-Douglas" (Luis Oviedo, Nº 525, 2/1/97) y "Estados Unidos versus Europa" (Luis Oviedo, Nº 550, 31/7/97) referido a la misma fusión, donde ya se señaló que: "Nunca en los últimos cincuenta años, la tensión comercial entre Europa y los Estados Unidos había alcanzado tal punto de violencia".
16. El pensamiento de Marx, prefacio al resumen del primer volumen de El Capital realizado por Otho Rühle, Ed.Abraxas, 1974.
17. Le Monde Diplomatique, marzo 1998.
18. The Wall Street Journal, 16/4/98.
19. Idem.
20. Idem.
21. En este punto recomendamos especialmente el texto clásico de Rosa de Luxemburgo, Reforma o Revolución.
22. The Wall Street Journal, 27/4/98.
23. Idem (texto entre paréntesis del original).
24. Idem.
25. Fortune, 12/3/98.
26. Idem.
27. El Capital, Tomo III.
28. Christian Leucate, op. cit. Párrafos entre paréntesis del original.
29. La revista Herramienta que responde al ex-trotskista Mas (no es una chicana) es un receptáculo privilegiado de este tipo de posiciones. En su ejemplar Nº 5, "primavera-verano 1997/98", se reproducen cuatro ponencias de calificados profesores marxistas en una mesa debate sobre "mundialización-globalización del capital" que organizó la revista, donde sus invitados no dejaron ni siquiera algún ícono del marxismo en pie: Astarita "no advierte un curso hacia una nueva guerra interimperialista", hay "bloques comerciales proteccionistas", "devaluaciones competitivas", "lucha por las zonas de influencia entre las grandes potencias" … pero todo esto "puede prolongar un modo de acumulación débil, pero ya no se trataría de la crisis crónica aguda de la que nos hablan las visiones catastrofistas …"; Luis Briones Rouco sostiene que "el capitalismo ha cambiado" tanto, que ataca a los "analistas marxistas (que) se resisten a que la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia no sea ya más la ley fundamental de la economía política …". "Al capital dice este profesor en esta etapa le interesa reducir al máximo el desperdicio de trabajo productor de ganancias. Este cambio es muy importante pues implica que las crisis de sobreproducción que eran una pesadilla para el sistema se han transformado sólo en un mal sueño" ¡Qué bárbaro!
30. Estos choques no hacen más que incrementarse. Antes el GATT (Acuerdo Mundial de Aranceles) y ahora su sucesor, la WTO (Organización Mundial del Comercio) han demostrado una total impotencia para zanjar las disputas en torno a las políticas agrarias, de los llamados servicios (informática, finanzas, etc.), en las telecomunicaciones y la industria automotriz, entre los más destacados. En 1997, a los choques ya citados en la nota 15, sobresalieron los siguientes: la Unión Europea volvió a frenar la entrada de chips provenientes de Japón, después de una fuerte denuncia de dumping (Financial Times, 1/4/97), mediante la aplicación de una política de precios mínimos. También la Unión Europea prohibió la importación y comercialización de carnes con hormonas, lo que según el Financial Times "constituye un precedente que puede convertirse en un boomerang para medidas sanitarias que EE.UU. podría aplicar sobre las importaciones, sobre todo en materia de métodos y procesos de producción" (11/5/97). Es decir, una tendencia sistemática entre las naciones imperialistas a todo tipo de artilugios para contrarrestar la competencia (lo que hacen sin escrúpulos, desde siempre, contra los países semicoloniales aunque cada vez más, con mayor perfidia lo hacen en nombre de la preservación de la ecología y de normas fitosanitarias). Japón y los EE.UU. tienen también grandes disputas. Una de las más importantes tiene que ver con la pretensión de la norteamericana Kodak de penetrar en ese mercado, cosa que le es vedado por Fuji, que se vale de prácticas desleales según el pulpo yanki. Los grandes pulpos japoneses, como sucede en torno a las películas, tienen todavía un virtual monopolio de su mercado interno (ídem, 4/3/97). Siendo la segunda nación del planeta por la dimensión de su producto bruto (PBI), a pesar de su estancamiento en los últimos 10 años y de su retroceso relativo en relación al PBI mundial, el 13% de este último está representado aún sólo por la economía japonesa. Yankis y europeos no sólo quieren quebrar esa reserva de mercado de los monopolios japoneses, sino que fundamentalmente, a partir de la crisis del sudeste asiático, pretenden desplazarlos de esa región, donde Japón ocupaba el lugar de potencia mayor. Ahora son también los más afectados: "En números la banca nipona ha dado al resto de Asia seis veces más crédito que la anglosajona. Según el Banco de Ajustes Internacionales (Basilea), al empezar la crisis la exposición financiera japonesa sumaba 276.200 millones de dólares, contra apenas 46.400 millones de la estadounidense" (El Economista, 3/4/98). La creciente depreciación del yen frente al dolar es una manera de hacer barata la compra de activos en Japón por parte de extranjeros, y sobre todo, provoca una mayor salida de fondos japoneses hacia los EE.UU. Martin Wolf, conocido editorialista del Financial Times ha puesto de relieve la "seria contradicción en lo que se pide a Japón desde el exterior, en particular desde los EE.UU. Por una parte, se le reclama desregular su economía y, en particular, su sistema financiero, lo que en las condiciones de alto ahorro de ese país no puede sino redundar en una fuerte salida de capital y, por lo tanto, en una debilidad de su moneda. Y por el otro, se objetan los superávits comerciales financiados por esa salida de capitales producto de este tipo de cambio deteriorado" (7/4/98). El mundo semicolonial, por último, es también un creciente coto de caza en función de esa disputa intermonopolista e interestatal. "Fabricantes de autos norteamericanos y europeos han hecho de México, y de sus salarios bajos, armas clave para contrarrestar la competencia japonesa, aprovechando los aranceles que fueron eliminados como resultado del Nafta para utilizar al país como plataforma para exportar hacia EE.UU." y donde "los trabajadores en las ensambladoras de la Chrysler ganan el 4% del salario de sus colegas norteamericanos" (The New York Times, reproducido en La Nación, 26/4).
31. Financial Times, 19/12/97.
32. The Economist, 4/4/98.
33. Le Monde, 14/7/97.
34. Financial Times, 23/3/98.
35. Financial Times, 7/10/97.
36. Idem.
37. Le Monde, 19/3/97.
38. Idem.
39. Business Week, 27/10/97.
40. Financial Times, 10/3/98.
41. The Wall Street Journal, 14/4/98.
42. Prensa Obrera, Nº 581, 16/4/98.
43. Dialéctica de la Naturaleza, Ed.Problemas, 1941, itálicas del original. El texto entre guiones, dentro del párrafo encomillado de Engels, es mío.
44. Fortune, 3/3/98.
45. The Wall Street Journal, 7/4/98.
46. Fortune, 3/3/98.
47. Idem.
48. Idem.
49. Ambito Financiero, 24/12/97.
50. Idem.
51. The Wall Street Journal, 13/4/98.
52. Idem.
53. Idem.
54. Fortune, 23/12/97.
55. Idem.
56. Idem.
57. Idem.
58. Fortune, 3/3/98.
59. The Wall Street Journal, 17/4/98.
60. Idem.
61. Fortune, 3/3/98.
62. Ambito Financiero, 17/3/98.
63. The Wall Street Journal, 16/3/98.
64. Ambito Financiero, 17/3/98.
65. The Wall Street Journal, 16/3/98.
66. Idem.