“El ritmo de las fusiones no admite respiros” (1). “Cada lunes, un nuevo anuncio bate el récord” (2). “La fiebre de fusiones no dio su última palabra” (3).
Durante los últimos 60 días, en medio de la crisis económica capitalista más profunda desde la última posguerra, no cesa la ola de compras, fusiones o alianzas entre grandes monopolios capitalistas. Han trascendido ampliamente los sectores y las cifras que analizamos en un artículo previo (4).
“Impulsado por el acelerado ritmo de las fusiones de los bancos estadounidenses… llega la consolidación bancaria a Canadá" (5). Siguiendo el ‘modelo’ argentino se ha desatado la ‘comilona’ de la banca mexicana, en una puja entre grandes pulpos europeos y norteamericanos (6). En Europa, a su vez, según Business Week, está en marcha una “guerra de ofertas” por los bancos. Tras la lucha que se libró por el Banque Générale de Bélgica, “se ha roto un molde: los gobiernos europeos ya no podrán proteger sus grandes bancos nacionales… Las fusiones se encaminarán en un estilo más agresivo, como en los Estados Unidos, borrando las fronteras europeas" y “anticipando una ola de despidos en el sector" (7).
La unión de la Bolsa de Filadelfia, la más antigua de los EE.UU., con el American Stock Exchange (Amex) y la Asociación Nacional de Corredores de Valores (NASD), ha dado lugar a la más grande “megafusión" del “mercado de mercados" (8). El “número de mercados de opciones de futuros (y derivados) en EE.UU. (se reduce) de cuatro a tres” (9). “Los secretos nucleares de los bancos” (10) se concentran en menos manos en forma ‘explosiva’.
Desde que las normas ‘antitrusts’ han sido reducidas a su mínima expresión, especialmente en EE.UU. —al punto que altos funcionarios como Greenspan, el jefe de la Reserva Federal, ha terciado a favor de Microsoft en la disputa que le siguen sus competidores por 'cercenamiento de la competencia’ en relación con los programas de acceso a Internet—, la ‘fusionmanía’ parecería estar quebrando todos los obstáculos. “Ola de fusiones arrasa a la publicidad” (11), “fusión en el sector de seguros" (12) de Conseco y Green Tree Financial Corp., dos grandes del ramo, que se han lanzado a ‘consolidarse’ con grandes pulpos de la salud; días después “nace un coloso de los servicios médicos” entre United Healthcare Corp. y Humana Inc. “La empresa combinada será un gigante… con operaciones a lo largo de EE.UU. y en varios otros países” (13). En los ‘servicios’ se produjo, también, “la megafusión de Coopers & Lybrand y Price Waterhouse, dos de las seis mayores firmas de consultoría y contabilidad” (14).
Las barreras ‘legales’ que impedían la vinculación de empresas de telecomunicaciones con medios audiovisuales han sido barridas. Así, siempre en EE.UU., tras la gran fusión de MCI-WorldCom afines de 1997, se unieron ahora SBC y Ameritech, concretando “el mayor acuerdo de la historia del sector de las telecomunicaciones" (15) y la “tercera mayor fusión del mundo" (16). La nueva alianza se transformó en el mayor operador en Norteamérica y “cambiará el mapa de las comunicaciones en EE.UU." (17). Cuarenta y cinco días después, ATT “la mayor telefónica de larga distancia de EE.UU.” (18) se fusionó con TCl, “la principal operadora de TV por cable del país, dos sectores que en el pasado habían intentado fusionarse sin éxito, abriendo nuevos rumbos a las comunicaciones” (19).
A escala mundial, la ola de fusiones está arribando a los sectores más tradicionales de la gran industria, ya muy concentrados desde mucho tiempo atrás. “Las fusiones llegan al sector químico” (20): la holandesa Akzo Nobel NV compró a Courtaulds PLC, “la Rolls-Royce de la industria británica de pinturas y fibras" (21). En la industria biotecnológica, Monsanto engulló primero a Dekalb, una de las semilleras más importantes de los EE.UU., y se fusionó después con Delta and Pine. El pulpo norteamericano acaba de adquirir ahora el negocio mundial de semillas de Cargill, desde donde pretende hacer frente al “bando rival de biotecnología que actualmente trata de integrar DuPont Co." (22), el coloso europeo del sector.
En la industria automotriz, junto a la compra de la Rolls-Royce por la Volkswagen, a principios de mayo, se anunció un “terremoto” (23): la fusión de Daimler Benz, también alemana, con la Chrysler americana. Esto puso “a sus rivales en una encrucijada” (24), porque “en el mercado mundial lo que sobran son autos y barcos” (25). Ahora se anuncia una "lucha darwiniana”, esto es, “matarse" unos contra otros, como lo describe Los Angeles Times (26). Ya hay “vientos de fusión entre Volvo y VW” y The Wall Street Journal estima que en “en comparación con los 20 actuales" quedarán “sólo de 10 a 12 grupos automotrices” (27).
Por último, “la era de la consolidación podría estar llegando a las siderúrgicas mundiales”, tras “tumbar (un hindú que ya había comprado una gran siderúrgica en Kazajstán) la ficha más grande" en EE.UU. (28). Así “las fichas de dominó están empezando a caer en la industria siderúrgica de los EE.UU.” (29).
En los cinco primeros meses de 1998, en EE.UU., este proceso de fusiones ha alcanzado cifras impresionantes. Las ‘combinaciones’ empresarias “representan más del doble de los 260.000 millones de dólares en transacciones registradas en un período comparable en 1997 (durante cinco meses cualesquiera consecutivos)… (Cifra que a su vez había sido) el mayor del total anual en los cuatro años anteriores a 1997” (30). Según un analista de la Universidad de Chicago, las fusiones de 1998 “van en camino de contabilizar la friolera de 1,4 billón de dólares”, el equivalente a un 12% “del total de la valuación bursátil”, un 'récord histórico' en materia de “fusiones desde todo punto de vista” (31). "En las últimas cinco semanas —decía a mediados de mayo el diario de California- hubo cinco operaciones de más de 25 mil millones de dólares cada una, un volumen que antes sólo se había alcanzado una vez en la historia” (32). En las semanas siguientes, algunas de las fusiones que hemos mencionado superaron largamente esa cifra.
‘Megafusiones’ y crisis capitalista
Del hecho de que “en EE.UU. se usa cada vez menos efectivo en las fusiones" (33), algunos analistas han concluido que este proceso de súper-monopolización empresaria tendría una base más 'sana', que el que le precedió una década antes. Las fusiones de los '80 se financiaron con los llamados títulos 'basura', conduciendo al derrumbe bursátil de 1987 y a una cadena de quiebras.
Ahora, “los grandes tratos se hacen en acciones en lugar de dinero’ (34). Según un informe de la ‘consultora’ Securies Data, "el componente en efectivo de las fusiones y adquisidores anunciadas este año ha bajado a sólo el 13,4%… (tras un) declive constante respecto del nivel del 42,3% que había alcanzado en 1994” (35).
¿Pero por qué ocurre esto? Porque, según los informes de la Reserva Federal de EE.UU., “el valor de mercado de las acciones está a un nivel récord de un 115% por encima del costo de reemplazar los activos netos” (36). Así, la 'baja' de operaciones en efectivo parece apoyarla idea de que las empresas comienzan a considerar que sus títulos han alcanzado su valoración máxima y quizás hasta estén sobrevalorados’, dice Elizabeth Mackay, principal estratega de inversión de Bear Stearns” (37).
¿Pero cómo se interrelaciona la ‘ola’ de fusiones y de valores 'superinflados' comprometidos en dichas operaciones, con la otra gran ‘ola’ inversa, de deflación mundial, que se expresa palmariamente en la baja de los precios de las materias primas y los ´commodities´?
Algunos medios capitalistas se interrogan en términos alarmantes: ¿“Hasta dónde llegará la ola de fusiones”? (38). La respuesta es, precisamente, que esta ‘furia’ de fusiones es una respuesta capitalista a la crisis.
La crisis capitalista se desenvuelve contradictoriamente, lo cual refleja diferentes momentos y fases de la crisis. Mientras Wall Street sigue actuando como una gran succionadora' de fondos de todo el mundo, porque opera como ‘refugio’ de los capitales, el proceso de fusiones recibe el ‘combustible’ que logra mantenerlo a flote (39). Así mientras los valores bursátiles en los EE.UU., y relativamente aún en Europa, se mantienen ‘altos’, en el resto del planteta los valores y los patrimonios (que los anteriores representan), se desploman. Esta situación no puede mantenerse por mucho tiempo más.
Un reflejo de ello es que los bancos europeos y norteamericanos —grandes protagonistas de la ola de fusiones— van camino a sufrir los mismos problemas que la banca japonesa. Si la fundición de ésta se ha agravado, en gran medida, por el derrumbe de los 'tigres' asiáticos, el del 'oso' ruso presagia para la banca de Occidente una quiebra aún mayor. “Rusia, un campo minado para los bancos occidentales", anunció a fines de junio The Wall Street Journal (40). Para Alemania, por ejemplo, el “riesgo" en "perspectiva”, es equivalente al “que tiene en los cinco países asiáticos más problemáticos’* (41). El endeudamiento actual de todos los ‘emergentes’, como sucede especialmente en América Latina, es mayoritariamente ‘privado’, es decir, mucho más ‘riesgoso' que el ‘financiamiento público’ de la década pasada, que gozaba incluso de garantías reales y ejecutables (en su mayoría, el actual no las tiene). El incumplimiento de esa deuda llevó en su momento a la lona a la banca comercial norteamericana y contribuyó al gran derrumbe de octubre de 1987 de Wall Street (42). Una expresión de esta perspectiva es que debido a que la crisis “le quitó a los inversionistas el apetito por los valores de mercados emergentes" (43), la banca ‘de inversión’ norteamericana en su afán de captar negocios ha bajado sus comisiones a un punto tal que ya “se teme por su rentabilidad”: “‘Estas comisiones (que han caído a un quinto de un año atrás) son como un suicidio’…", dijo un directivo de J.P.Morgan a The Wall Street Journal (44).
Un año atrás, Greenspan ya se refirió a la “exuberancia irracional” de los mercados; ahora Paul Volcker, otro ‘duro’ que rigió los destinos de la Reserva Federal durante la era reaganiana, alertó sobre el riesgo de la creciente ‘desregulación’ que ha facilitado la ola de fusiones y el ‘boom’ de Wall Street: “La ironía es que una de las cuestiones planteadas en el Congreso hoy, como resultado de las fusiones recientes, es la presión política que se ejerce para debilitar las barreras tradicionales a las combinaciones de comercio y bancos— precisamente la práctica de Asia y otras regiones contra la cual nos posicionamos como una importante fuente de debilidad institucional—” (45).
La crisis capitalista mundial está arribando a una situación que tendrá que desembocar, oportunamente, en un derrumbe no sólo de la ‘burbuja’ financiera de Wall Street sino fundamentalmente en una desvalorización fenomenal de los valores comprometidos en esta ola de fusiones.
Los valores ‘inflados’ de estas ‘mega'-operaciones son algo así como 'estertores' para evitar lo peor. Esta ‘depredación’, “predice(n), conducirá a un desastre mundial”. Es lo que plantea “John Gray, el viejo pensador conservador (inglés)”, según denuncia en un libro “La falsa aurora: los delirios del capitalismo moderno" (46).
Una manifestación extrema para evitar un derrumbe generalizado de los ‘poderosos’ —y de sus estados— es el intento de cargar el costo de la crisis exclusivamente sobre las espaldas de los países ´débiles'. De aquí la aspiración imperialista de alcanzar un “Acuerdo Mundial de Inversiones" que dé ‘garantías’ a los megamonopolios para su apropiación del planeta entero (47).
El potencial de derrumbe que está presente en esta ola de fusiones ha quebrado todos los ‘paradigmas' que formularon los apologistas de la iniciativa ‘privada’ y de la panacea del ‘mercado’. Aunque se presenta travestida de ‘neoliberal’, la aguda senilitud presente del capitalismo se expresa, como en los críticos años ‘30, en un reclamo generalizado de 'socorro' de los grandes capitalistas a sus estados. “‘Si en un país hay cincuenta entidades financieras y una de ellas quiebra, paciencia; el gobierno no tiene por qué intervenir’— explica el doctor Marc Faber, economista y administrador de inversiones de Hong Kong, conocido por sus opiniones iconoclastas—. Pero, ¿y si sólo hay dos? Como gobierno, ¿estamos obligados a sacarlas del apuro? En otras palabras, ¿estamos creando compañías demasiado grandes para ir a la quiebra?’. Sin embargo, no hay garantías eternas, ni aún para los colosos” (48)
Paul Samuelson, un ‘nobel’ de Economía, acaba de reclamar para Japón “propuestas heréticas”, una enérgica intervención estatal que impida un crash mundial: “épocas desesperadas requieren medidas desesperadas” (49). Un mes antes, el mismo Samuelson decía: “No hay dónde esconderse cuando se produce una caída global y general de las acciones y bonos. Fondos compensatorios especulativos, ayudados por computadoras cargadas con sofisticados softs financieros y futuros en derivados, intensificarán la caída para exagerar la fuerza correctiva de la economía de los fundamentáis (50). Cuando la burbuja estalle, se habrá pinchado la nueva burbuja de la invencibilidad de Estados Unidos y de la muerte de los ciclos económicos” (51).
Una respuesta ‘extraordinaria' a la caída de los beneficios
A pesar de la ‘burbuja’ financiera, “algunos entendidos de Wall Street—dice un artículo de Los Angeles Times— aseguran que una baja importante del precio de las acciones no bastaría para terminar con la oleada de fusiones. Gracias a los espectaculares aumentos de las utilidades de esta década, muchas grandes corporaciones estadounidenses se encuentran en perfecto estado financiero y estarían en condiciones de endeudarse para financiar compras con sentido estratégico” (52). Otros ‘entendidos’ sostienen que la ola de fusiones resume una supuesta ‘bonanza’ económica en los EE.UU. y el Viejo Continente.
Durante el gran auge de Japón de los '60 y los '70, y más tarde de los ’Nic’s del sudeste asiático, se destacó a la región como una ‘locomotora’ del desenvolvimiento económico mundial. Tenía altas tasas de ahorro interno, de inversión y procesos productivos innovadores; en cuanto en EE.UU. y Europa, esos indicadores caían sistemáticamente.
La base del ‘boom’ asiático se sostuvo, claro, en las enormes tasas de ganancia de las corporaciones, arrancadas por la vía de una enorme superexplotación obrera. El ‘despegue 'asiático pareció ‘equilibrar1 al sistema capitalista, aunque era la expresión de un anacronismo o ‘anormalidad´ el fenomenal estancamiento del capitalismo norteamericano y europeo.
Diferentes análisis han demostrado que, en los últimos 40 años, la tasa de beneficio, especialmente en los EE.UU., ha caído sistemáticamente. La tasa de beneficio capitalista alcanzó su peor momento, a mediados de los ‘80, cuando se la cifró aproximadamente en un tercio de la vigente a fines de los ‘40 y principios de los ‘50. Lo mismo sucedió con las tasas de ahorro e inversión (53).
El proceso de recomposición de los beneficios ha tenido un carácter muy parcial y limitado, e incluso hay crecientes evidencias de que esa recuperación se ha quebrado. Un reciente estudio (54), ilustra las tasas de beneficio industriales relevantes, en los países centrales en su conjunto y en los EE.UU:
1946/68 69/73 74/78 79/83 84/88 89/93 1993
EE.UU. 32,7 21,3 17,4 12,1 14,6 15,6 14,9
OCDE (55) 25,5 19,8 14,4 11,3 13,8 13,7
La ola de fusiones, dictada para expulsar capital concurrente y elevar así los beneficios, no ha logrado quebrar esta tendencia. El Financial Times señaló que “de acuerdo con un reciente estudio sobre fusiones en los EE.UU., de Mercer Management Consulting, el 57 por ciento de todos los acuerdos sellados desde mediados de los '80 rindieron beneficios promedio en baja, en la industria, durante los tres años siguientes —difícilmente pueda afirmarse que esto es un resonante aval a las fusiones y adquisiones" (56). The Economist afirmó, en febrero pasado, lo mismo: “El retomo sobre el capital invertido cae después de las fusiones. En los acuerdos más grandes de la última década, los rendimientos obtenidos por las empresas involucradas cayeron en promedio de un 12 a un 4 por ciento después de tres años de realizados” (57).
La ola de fusiones, con excepción, relativamente, de la industria de las comunicaciones y los servicios financieros, no está dictada en lo fundamental por un proceso de innovaciones tecnológicas y de incremento de la productividad (58).
“Las ganancias de productividad de la era informática son sólo un mito", ha escrito Stephen Roach, el economista jefe de la banca de inversión Morgan Stanley (59). Considerando las siete economías más poderosas del mundo, Roach afirma: “El crecimiento de la productividad está declinando actualmente en estos países, de un promedio del 4,5 por ciento al año en los ’60 a un 1,5 por ciento en los '90. En los EE.UU., donde la producción por trabajador ha crecido más rápido que en Europa,… estos logros pueden ser atribuidos a las jornadas más largas de trabajo en los EE.UU.” (60). En el boletín que publica el Morgan Stanley, el Global Economic Forum, que dirige el economista citado, refiriéndose a la economía norteamericana, el mismo Roach ha sostenido ahora que hay un “embuste en el secreto de los logros de productividad de los años recientes”. “No hay nada especial en materia de productividad del trabajo”. “El 70% de las ganancias de productividad se explican, en los ’90, por una espectacular compresión en el incremento de los costos laborales” (61).
El ´emblemático' caso Boeing
El proceso incesante de centralización monopólica parece presagiar las próximas turbulencias de Wall Street y los grandes mercados de Occidente. Este pronóstico vale para todas las ´megafusiones’, incluso para aquellas como las bancadas o las de los pulpos de las comunicaciones, donde los avances tecnológicos —como el de la fibra óptica o el desarrollo de computadoras con capacidad de almacenaje y de procesamiento en cuestión de segundos de millones de datos—, parecen tener una importante incidencia en la determinación de fusiones.
Una experiencia aguda de todo esto la ofrece Boeing. Se trata de un ejemplo ‘emblemático’ porque, en el curso de unos años, Boeing se fue ‘consolidando’, devorando a toda una serie de competidores y proveedores, hasta llegar a su fusión con la McDonnell Douglas. Mediante ese proceso “Boeing se ha ido convirtiendo en el mayor fabricante de aviones militares en el mundo, así como el primer proveedor de bienes y servicios tanto para el Pentágono como para la Nasa” (62). Además "posee una participación impresionante de dos tercios del mercado mundial de aviones comerciales” (63).
En medio de un 'auge 'de la aviación aerocomercial —que la ‘crisis asiática’ todavía no quebró— significativamente la revista Fortune afirma: “El problema de Boeing —y por cierto es bien grande— es que la estación de servicio de su barrio probablemente opera con mayor eficiencia que la compañía aeroespacial más grande del planeta. Las técnicas de producción anticuadas de Boeing acarrean un costo enorme. Cada alteración, incluso las que parecen de carácter menor, como cambiar la ubicación del soporte de una lámpara de emergencia, consume miles de horas de tiempo de ingeniería, requiere cientos de páginas de dibujos detallados y su ejecución cuesta cientos de miles, si no de millones de dólares. Boeing, admirada mundialmente como el titán de la industria estadounidense, así como el gran exportador y líder de su sector, ha conseguido prosperar con métodos tan arcaicos. Las razones son lo suficientemente claras. A sus principales clientes (aerolíneas protegidas por la regulación y el Departamento de Defensa que gasta libremente) les importa poco el precio. Asimismo, Boeing no ha tenido un competidor supereficiente que provenga del Japón (ni de ningún otro lado) que le esté pisando los talones" (64).
“Los analistas —se decía a principios de febrero— esperan que Boeing produzca beneficios de aproximadamente tan sólo 37 centavos por acción en 1997, una caída brusca comparada con la cifra pro forma de 1996 (ajustada por las fusiones) de u$s 1,88 por acción” (65). Finalmente no sólo hubo caída de los beneficios, sino que Boeing reconoció, en marzo, que en 1997 sufrió “su primera pérdida anual en medio siglo" (66). Días después, tras una serie de tragedias protagonizadas por aviones modelo 737 de diversas aerolíneas en el mundo, Boeing fue obligada a inspeccionar esas aeronaves. Esto condujo al anuncio de una nueva caída de los ingresos para el primer trimestre de este año, “tres veces mayor de lo que muchos analistas esperaban" (67). Ahora por la ´crisis asiática’ que le provocó a la Boeing la cancelación de un 30% de los pedidos de jets- jumbo para este año, The Economist habla de que “Boeing (va) a los tumbos" y, más aún, “está siendo sobrepasada por los primeros indicios de una quiebra" (68).
La conclusión de la revista inglesa es instructiva. “Tal como van las cosas, este año Airbus captará la mitad del mercado mundial. Si esto es lo que está sucediendo a Boeing durante el tercer año del auge en materia de aeronaves jet, ¿qué diablos ocurrirá cuando se inicie la retracción?" (69).
Conclusiones
El derrumbe tendencial de los beneficios capitalistas no ha podido ser contrarrestado por las fusiones y mega-adquisiciones capitalistas. Aunque el derrumbe actual abre una enorme posibilidad de adquirir empresas quebradas, esto está condicionado por la evolución de la propia crisis y las medidas proteccionistas que adopten los afectados. El crecimiento de EE.UU., de las dos últimas décadas, alcanzó un promedio vegetativo del 1 al 1,5% anual. “En los EE.UU., la economía más abierta del mundo —declaró el ya citado Lester Thurow en las recientes jomadas de la Asociación de Bancos de la Argentina— el PBI creció un 36 por ciento desde 1973 hasta 1995” (70); y aun así, “los salarios de los trabajadores autónomos descendieron un 14%" (71) (no hablemos de los correspondientes a la clase obrera). Esta misma situación es la que caracteriza a Europa, de un modo general.
La teoría según la cual la 'compresión de la demanda interna ’—reducción de salarios, flexibilización laboral, impuestos al consumo, etc. — y el ‘impulso de las exportaciones’ incrementaría la riqueza de las naciones, la eficiencia y la productividad, ha quedado en ruinas. Aún antes de desatarse la crisis asiática, una economista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Isabelle Grunberg, decía que debido a la “saturación gradual del mercado mundial" y “frente a una demanda nacional y mundial que pierde velocidad —y que se manifiesta en una caída de los principales productos industriales—, los beneficios que las empresas sacan de la reducción de costos laborales no van a ser invertidos en la producción de bienes y servicios suplementarios. Peor aún, la inversión será defensiva. Consistirá en volver a comprar rivales, en consolidar sus operaciones, en reducir sus costos de producción mediante despidos o el recurso a la subcontratación”(72). Por esto precisamente, después de junio de 1997, se ha acentuado la furia de fusiones (73).
La economía de EE.UU., dice la misma economista, se parece crecientemente a “la economía del hámster” o de “la noria”: “el reverso del decoro del crecimiento norteamericano" es una economía “donde hay que trabajar cada vez más para mantener su nivel de vida" (74). Una economía — ¡estamos hablando de EE.UU., la economía del ‘sueño americano1— que va camino, inexorablemente, a un ‘despertar’. “Este año los dividendos bajaron a menos del 1,5% por primera vez en la historia norteamericana… Cada día, nuevos anuncios en Wall Street dan cuenta de una caída superior a la esperada en las ganancias del segundo trimestre” (Daily Telegraph, reprod. en Clarín, 28/6);
Los grandes 'teóricos’ norteamericanos, intentando salvar la economía mundial de una deflación generalizada, están —como dice el viejo adagio- buscando la paja en el ojo del ‘enfermo’ asiático, y son incapaces de ver la viga de la gran ‘enfermedad’ del capitalismo norteamericano, donde se concentra la clave de todos los problemas del capitalismo de fin de siglo.
2 de julio de 1998
Notas:
1. La Nación, 13/6.
2. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, I7/5.
3. La Nación, 16/5.
4. Ver En Defensa del Marxismo N° 20, 5/98.
5. The Wall Street Journal, 20/4.
6. Esta puja es correlato, también, de otra entre grandes pulpos automotrices de ambos continentes. Al igual que los yankis usan a Irlanda. Portugal y España, en Europa, para penetrar la Unión Europea; los pulpos del Viejo Continente quieren aprovechar las 'ventajas comparativas' de México esto es, sus bajos salarios—, en el Nafta, para penetrar el mercado norteamericano.
7. Business Week, 1/6. Es interesante advertir, como ya lo indicáramos en el artículo anterior, que la ‘expansión de la banca española, primero hacia América Latina, ahora en Italia (participando en forma minoritaria de la compra de la estatal Banca Nazionale del en los 'mercados' como un signo de debilitamiento: los títulos de deuda del Banco Bilbao Vizcaya acaban de ser degradados por las consultoras de Wall Street.
8. The Wall Street Journal, 12/6.
9. Ibídem.
10. Time, 25/5; la revista se refiere así a la explosividad de esas operaciones especulativas de los bancos que se ´cubren´ unas con otras y cuya contabilidad es tan volátil como sus cotizaciones. Aquellos ´instrumentos´, cuya progresión fue la base de la ´globalizacion´ (especulación) financiera internacional en los últimos 15 años, representan “en la actualidad 25 billones de dólares, una cifra que excede el tamaño de todas las economías combinadas de los EE.UU., Europa y Japón” (ibídem).
11. The Wall Street Journal, 21/5
12. Id. Ant., 8/4.
13. Id. Ant., 29/5.
14. Id. Ant., 22/5.
15. Id. Ant., 11/5.
16. Los Angeles Tunes, reproducido en Clarín 17
17. The Wall Street Journal, 11/5.
18. Id. Ant., 25/6.
19. Ibídem.
20. Id. Ant., 21/4.
21. Ibídem.
22. Id. Ant., 30/6.
23. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, 10/5.
24. The Wall Street Journal, 8/5.
25. Lester Tliurow, en La Nación, 24/6.
26. Reproducido en Clarín, 10/5. Las primeras víctimas seguramente serán los fabricantes coreanos, y luego algunos japoneses: “Nissan y Mitsubishi, entre los ‘vulnerables"' (The Wall Street Journal, 8/5). El empecinamiento de GM por quebrar a toda costa la huelga de la planta de Flint, en los EE.UU. —al momento de cerrarse este artículo el conflicto entraba en su cuarta semana— tiene que ver, indudablemente, con todo este proceso.
27. The Wall Street Journal, 1 /7.
28. Id. ant., 18/3.
29. Ibídem.
30. The Wall Street Journal, 12/6.
31. Los Angeles Tintes, reproducido en Clarín, 17/5.
32. Ibídem.
33. The Wall Street Journal, 17/4.
34. Fortune, 23/12/97.
35. The Wall Street Journal, sin fecha.
36. Ibídem.
37. Ibídem.
38. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, 17/5.
39. En el mismo sentido, mientras los más diversos países se hunden, los grandes monopolios imperialistas, y especialmente los yanquis, están ´aprovechando´ la crisis para quedarse por chirolas con las privatizaciones en curso en Rusia y Brasil. Este proceso dejara seguramente a las privatizaciones ejecutadas mediante los famosos mecanismos de ´capitalización de deuda´ – como sucedió en Argentina – casi con una aureola de ´dignidad´. En el mismo sentido, la baja del precio del petróleo es explotada para obligar no solo a Rusia sino a países como México y Venezuela, a un remate generalizado de sus yacimientos a favor de los grandes pulpos; mientras tanto las monedas y los presupuestos de estos países se hunden, porque son sostenidos mayormente por recursos provenientes de la explotación del crudo. Lo mismo está ocurriendo en Chile respecto del cobre. La caída del precio del metal ´sirve´ a los pulpos para reclamar la entrega de las minas aun en poder del Estado. Una vez más, esto es presentado como una vía para el ´saneamiento´ de las finanzas públicas. Ulteriormente, como lo indica toda la experiencia histórica, no hará más que agravarlas. Así procede la ´lógica´ del capital.
40. The Wall Street Journal, 25/6.
41. Ibídem.
42. Así nuestro subcontinente, que los ‘gurtíes' presentan como inmune a la 'crisisasiática', será sin lugar a dudas la próxima víctima.
43. The Wall Street Journal, 25/6.
44. Ibídem. Por lo indicado —¿haciendo quizás honor a la 'ingeniería post-moderna’?— los bancos, explica “Tarik Rafique, de la agencia de calificaciones crediticia Standard & Poor’s”, se están poniendo “muy creativos”: ahora “Wall Street negocia bonos respaldados por las remesas de los expatriados” en las naciones imperialistas, es decir, por los fondos que los salvadoreños y ‘sudacas ’ en los EE.UU., los turcos, marroquíes y otros en Europa, envían a sus familias en sus países (The Wall Street Journal. 25/3). Actualmente; “estos , instrumentos financieros ocupan el primer lugar en la lista” de los negocios bancarios, dice otro 'especialista ’ (ibídem). Algunos analistas, dice The Wall Street Journal, consideran* que por esta vía los negocios financieros “han minimizado los riesgos (y) se prevé que los bonos respaldados por remesas reciban una buena calificación”, ya que, por ejemplo, los residentes turcos en Alemania dejarían el dinero en marcos, permitiendo a los “dueños de los bonos no preocuparse por los posibles altibajos de la lira turca, o por cambios en la política del gobierno turco” (ibídem). El problema de estos ‘instrumentos' es que saltarán también por los aires cuando los países 'centrales' comiencen a expulsar a los anteriores, como lo están haciendo Hong Kongy Malasia con los inmigrantes indonesios explotados en esas naciones, y como se está insinuando en la política que vienen aplicando todas las naciones imperialistas con sus inmigrantes, inclusive bajo los gobiernos 'socialistas’o ‘laboristas’. Aunque sus conductores no vean el precipicio, el capitalismo se dirige por un camino de comisa.
45. Los Angeles Tunes, reproducido en Clarín, 17/5.
46. The Sunday Tunes, reproducido en La Nación, 29/5.
47. Ver Prensa Obrera, N°579,2/4. Ese ‘acuerdo ’ ha sido descripto por un conocido periodista inglés, John Pilger, como “el avance imperial más importante del último medio siglo” (The Sunday Tunes, citado arriba). Sin embargo, el ‘acuerdo’ se encuentra parado no sólo por la reacción que ha provocado en muchos países, sino por las propias luchas intestinas entre los grandes pulpos, especialmente entre los europeos y norteamericanos. El 4 de junio, EE.UU. y la Unión Europea firmaron un acuerdo “con el fin de mejorar el cumplimiento de las leyes internacionales en materia de competencia”, que expresamente “no se aplica para los temas políticamente más comprometidos. No abarca las fusiones ni las adquisiciones de una empresa por otra, debido a que existen diferencias entre las leyes de la UE y de EE.UU.” (Financial Times, 5 y 9/6). Expresión de esto son las trabas que la UE ha puesto, desde hace más de dos años, a la concreción de la alianza entre American Airlines y British Airways, “que debía ser la mayor (aerolínea) del mundo y quizás la más lucrativa” (The Wall Street Journal, 16/6). La alianza acordada en 1996 fue superada desde entonces por varias otras fusiones, especialmente entre aerolíneas europeas que desde entonces ‘presionan’ a la UE para 'bombardear' esa alianza que ”controlaría el 60% del tráfico aéreo entre EE.UU. y el Reino Unido y un 70% de los vuelos entre Londres y Nueva York (una de las rutas más importantes del mundo)” (ibídem).
48. The Sunday Times, citado arriba.
49. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, 28/6.
50. Los economistas burgueses se dominan así a los indicadores que refieren a la ´economía real´, por ejemplo, la producción de materias primas manufacturas, etc.
51. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, 26/4.
52. Los Angeles Times, reproducido en Clarín, 17/5.
53. Esto explica, por ejemplo, que en medio de la ‘bonanza’ de los beneficios ‘recuperados’, la infraestructura de la mayoría de los países de Europa y EE.UU. sufra un deterioro que algunos medios han comparado con el de cualquier ‘republiqueta ’ (no nos referimos, por supuesto, a los consabidos ‘gastos sociales’ —en educación, hospitales, etc.—, sino a caminos, transporte, etc.).
54. Andrew Glyn, “Does aggregate profitability really matter?”(¿Es realmente la masa de los beneficios lo que importa?), en el Cambridge Journal of Economics, sept/97.
55. Los países que conforman la OCDE trascienden a los imperialistas, peto resulta un indicador apropiado en la medida que las cifras están consolidadas.
56. Financial Tunes, 14/10/97
57. The Economist, 7/2.
58. Curiosamente, parece que el parasitismo de las economías ‘burbujas’ ha tenido un efecto ‘benéfico’ en el campo de la tecnología y el incremento de la 'productividad´ de las citadas ramas: “Los avances tecnológicos en el sector de las comunicaciones… han hecho del lavado de dinero un problema cada vez más sofisticado y de difícil solución” (El Cronista, 23/9/97). En cambio, la ‘improductividad’ capitalista para desarrollar una cura al cáncer, para tomar un ejemplo nomás, no sorprende a quienes investigan en la materia. Un médico especialista en el tema, de la Universidad de Harvard, explicó por qué en forma muy sencilla: “El financiamiento de la ciencia funciona como cualquier otra inversión” (The New York Times, reproducido en La Nación, 9/5). Así se verifica, también, cómo en una medida nada despreciable, el desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología bajo el capitalismo se rige como una función de la acumulación y de los beneficios. Y sobre todo, su desarrollo Se usa para reforzar el dominio capitalista de las fuerzas productivas (y de manera superlativa, a la fuerza productiva más importante, la clase trabajadora).
59. Financial Times, 13/8/97
60. Ibídem.
61. Global Economic Forum, 16/3. En el artículo ya citado del Financial Times, Roach sostenía que “en los ´60 se soñana que la era de la tecnología de las computadoras permitiría a estas resolver por nosotros las cosas, haciéndonos más soberanos. Robots iban a ser programados para servirnos café, hacer nuestras camas, traernos diarios… nada de esto ha sucedió. Aun 30 años más tarde, las corporaciones han sucumbido a la misma clase de fantasías creyendo que las inversiones en computadoras y las innovaciones en los multimedios fomentarían la productividad de su fuerza de trabajo”. Roach demuestra que para llevar esas ´fantasías´ a la realidad se habrían requerido fuertes inversiones que los empresarios no quisieron desembolsar.
Aunque este hombre del capital no arriba a esta conclusión, lo que nos está diciendo es que los capitalistas no ‘invierten’ intuyendo el peligro de una mayor caída de los beneficios. ¡He aquí el parasitismo de la ‘era de la informática’!
El capital, ‘innovador’ por naturaleza para vencer en la competencia mercantil, en materia de ‘innovaciones’ productivas, sin embargo, incrementa cada vez más su carácter 'conservador' y parasitario. La señalada saturación de los mercados —que conduce a lo anterior—, en último término, es una expresión de la tendencia a la imposibilidad de realizar la plusvalía y el capital en la reproducción.
Un estudio del Trade Union Congress, del Reino Unido, desmitificó ahora el supuesto recupero reciente de la productividad británica. “Las ganancias de productividad que se proclaman responden a la prolongación de la jomada de trabajo y no a una mayor eficiencia. El trabajador británico trabaja 9% más horas por año que el alemán y 5% más que el francés, pero la productividad horaria se encuentra 20% abajo de la de esos países. En los 90, mientras la productividad creció 2,2% por año, los salarios reales lo hicieron sólo al 1,2%, y en consecuencia las ganancias se incrementaron un 37% en el mismo período. Sin embargo, el coeficiente de inversión se encuentra entre los más bajos de los países industrializados: 16,6% en 1997 contra 18,7% promedio para la Unión Europea” (Financial Times, 23/4).
62. Fortune, 3/2.
63. Ibídem.
64. Ibídem.
65. Ibídem.
66. The Wall Street Journal. 17/3.
67. Id.Ant., 10/4.
68. The Economist, reproducido en El Economista, 19/6
69. Ibídem. La Boeing no tiene nada que envidiar de Airbus, de la que se ´queja´ por los ´subsidios´ encubiertos que recibe su competidor europeo de los estados que la integran. La firma norteamericana no solo abastece en exclusividad a la potencia imperialista poseedora del mayor arsenal aeroespacial de la historia. Recientemente recurrió directamente a Clinton para que éste ´gestionara´ pedidos de aeronaves en el exterior para la empresa, como ha sucedido primero con Irlanda, y ahora en China durante su visita.
70. La Nación. 14/6.
71. Ibídem.
72. Le Monde, reproducido en Clarín, 22/6/97.
73. La cháchara sobre la ‘bondad’ de todo los ‘esfuerzos’ que se reclamaban, que traerían aparejado ‘la suba del ingreso, de la demanda efectiva, el desarrollo de nuevas actividades económicas, la creación de nuevos empleos’, etc., etc., prédica que era tomada como una ‘bendición’ en los países del ‘Tercer Mundo ’ y los ex- ‘socialistas ’, se ha transformado ahora en “la maldición de ser emergentes” {La Nación, 28/6). Lo mismo decía la Gazeta Mercantil de San Pablo: “ser emergente ha dejado de ser un buen negocio” (24/5).
74. Ídem nota 65.