El PT y la izquierda, año 2000


El Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil surgió en 1980, en una situación que combinó la crisis de la "apertura política" del régimen militar, la irrupción del movimiento obrero (en especial las huelgas del ABC paulista) después de 15 años de retroceso, y la búsqueda de una expresión política independiente de la clase obrera por parte de centenares de activistas. Luego de una primera participación electoral en 1982, en la que obtuvo poca más de 11% de los votos en San Pablo (y porcentajes mucho menores en los otros estados en que se presentó), tuvo un crecimiento electoral espectacular en la década del 80, al punto de ser uno de los primeros en la presudencial de 1989, superando a las principales formaciones burguesas (PMDB, PDS -ex ARENA-, PDT y PSDB), siendo sólo superado en el segundo turno por un aventurero político (Fernando Collor de Mello) en quien la burguesía había puesto sus fichas para evitar la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva, obrero metalúrgico y líder del PT.


 


Durante esa década, Brasil experimentó una fuerte radicalización política que, en el movimiento sindical, barrió a los pelegos (burócratas vinculados al régimen militar) en la mayoría de los sindicatos importantes, hizo surgir la CUT (Central Unida de Trabajadores) y, en el campo, vio surgir luchas de masas por la tierra (Brasi ostenta los más altos índices mundiales de concentración agraria) y al MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra). En el PT, esa radicalización se verificó en la adopción de una perspectiva genéricamente "socialista" (el primer programa, de 1980, no superaba el horizonte democratizante) que, acompañada del liderazgo de Lula, significaba para las masas el poder (gobierno) de los trabajadores.


 


Esa radicalización, que tuvo su punto culminante en los actos de masas de la campaña presidencial de 1989, se produjo en el cuadro de serias limitaciones políticas que ilustraban la relativa inmadurez política de la vanguardia obrera y la acción de restos de la vieja izquierda stalinista, en proceso de descomposición. El PCB (re-legalizado en 1986) ya se encontraba en la crisis profunda que lo llevaría a su desaparición política, crisis proveniente de su completo fracaso frente al golpe militar de 1964, de las escisiones sistemáticas sufridas desde entonces (la mayoría foquistas) y de la propia descomposicíon mundial del stalinismo. El surgimiento del PT fue en verdad el acta de defunción anticipada del PCB, cuyo tronco principal se recicló, después del fin de la URSS, como PPS, un partido abiertamente burgués.


 


Diversos sectores oriundos del viejo stalinismo, abrigados en las más diversas siglas, ingresaron al PT, luego de haberlo combatido en la época de su surgimiento, cuando sólo los trotskistas y el ex MEP (actual “Fuerza Socialista", corriente del PT) apoyaron el llamado de Lula y otros sindicalistas por el PT. Vulgarmente se afirma que el PT fue producto de la convergencia de “sindicalistas, grupos de izquierda, cristianos, campesinos, intelectuales”, etc., como si todos hubiesen entrado simultáneamente y en pie de igualdad, lo que es una completa tergiversación. El ingreso desordenado de la izquierda al PT se dio en el cuadro de una lucha política que determinó nuevas alianzas hasta concluir en la actual composición, programa y tendencias internas del PT.


 


La perspectiva socialista fue subordinada a la adopción de un programa frentepopu-lista (“democrático y popular) y a la realización de las alianzas políticas correspondientes, primero con formaciones semivaciadas, y después abiertamente con partidos burgueses. El proceso mostró los límites de la radicalización política, la cual, sin embargo, provocó también la progresiva marginación de los intelectuales democratizantes que, a inicios de la década de ‘80, formularon para el PT un programa democrático y antisocialista: ese sector concluyó abandonando el PT e integrándose, a partir de 1994, al gobierno “neoliberal" de Femando Henrique Cardoso, FHC, (y a no pocos gobiernos estaduales y municipales del mismo partido). Las alianzas del PT con los “progresistas”, hechas en nombre del “realismo electoral", hicieron que se viviera como una derrota política la victoria, en 1989, de Collor de Mello, un demagogo cuyo único “mérito” fue explotar al máximo las contradicciones políticas de las alianzas del PT para el segundo tumo, en especial con el PDT de Leonel Brizóla (la famosa manipulación de los debates televisivos, en especial de la TV Globo, fue el uso de los recursos propios de la burguesía contra e¡ candidato obrero).


 


Organizativamente, el frentepopulismo tomó la forma de la estructuración del partido cada vez más según criterios de intervención electoral, y cada vez menos de lucha de clases. La participación directa de los trabajadores organizados decreció a niveles insignificantes, mientras crecía la de caciques electorales y burócratas arribistas. El peso económico de las posiciones ocupadas en el aparato estatal (actualmente el PT participa en el gobierno de 7 estados y en más de 400 municipios, o sea, que dispone de decenas de miles de cargos asalariados en el Estado) pasó a determinar cada vez más las relaciones de fuerzas internas, a través de las afiliaciones masivas y “votos dirigidos” en los encuentros y congresos, lo que fue llevado al paroxismo en el reciente II Congreso Nacional. Todo esto materializa una adaptación e integración crecientes del PT al Estado burgués, en condiciones bastante semejantes a lo que le sucedió a la 


socialdemocracia europea antes de la Primera Guerra Mundial.


 


La adaptación fue también política. Uno de sus aspectos fue la depuración" del PT de sus tendencias trotskistas, a partir de 1990, cuando Causa Operaría, primero, y Convergencia Socialista (LIT) después, fueron excluidas, constituyendo desde entonces partidos separados del PT. Decisiva fue la intervención “de vanguardia en esta depuración de otra tendencia supuestamente trotskista, la DS (Democracia Socialista, vinculada al Secretariado Unificado de la IV Internacional). A partir de 1990, el PT pasó a tener una proyección internacional organizada, con la convocatoria al encuentro latinoamericano de partidos y organizaciones de izquierda, en San Pablo, que constituyó el llamado “Foro de San Pablo”. No se trató, sin embargo, de una protointemacional obrera, porque las resoluciones del Foro (independientemente de su contenido político) nunca tuvieron sino un valor moral (sin ninguna incidencia en la actividad práctica de sus miembros). Y también porque, al lado de partidos y movimientos de lucha reales, fueron convocados grupos fantasmagóricos y formaciones burguesas (como el PRD mexicano o el PDT brasileño; inicialmente fue invitado hasta el Frepaso). Uno de esos partidos, el MBL de Bolivia, en 1993 integró el gobierno Sánchez de Losada, responsable por el decreto del Estado de Sitio, la prisión de centenas de militantes obreros y la tortura de militantes de izquierda (el PO rompió con el Foro denunciando su negativa a denunciar ese hecho y a excluir al MBL).


 


El Foro ha sobrevivido hasta el presente como una especie de espectral Frente Popular continental, incluyendo al PC cubano, y perdiendo importancia frente a las iniciativas claramente más derechistas orquestadas por el yanqui-mexicano Jorge Castañeda (ayudado por el brasileño Roberto Mangabeira Unger, que al igual que el primero es profesor universitario en los Estados Unidos). Cada vez más vacío, es irrelevante para los movimientos de masas de América Latina: como iniciativa meramente propagandística, esta muy por debajo inclusive de los “encuentros” continentales impulsados por el EZLN de México.


 


La derechización del PT se manifestó en el papel secundario que le cupo en las movilizaciones que culminaron con la caída del gobierno Collor. Una de sus figuras más conocidas, la ex intendente de San Pablo Luiza Erundina, llegó a ocupar un ministerio en el interinato presidencial del vice de Collor, Itamar Franco, en el mismo gobierno que cocinó la nueva alternativa política burguesa-fondomonetarista: el Plan Real y la candidatura de FHC (ocupaba el ministerio de Economía del gobierno Itamar). El PT vaciló en adoptar una actitud opositora frente a ese gobierno, separó a Erundina (peno la readmitió posteriormente, antes de su alejamiento para incorporarse al PSB). El PT fue derrotado por el PSDB (FHC), nuevamente en el segundo tumo, en las elecciones presidenciales de 1994 (aunque obteniendo un récord de votos, en términos absolutos y relativos).


 


La derechización provocó serias crisis internas. En 1993 surgió, del interior de la tendencia dirigente del partido, (la “Articulación”, de Lula), la Articulación de Izquierda (AE), que se transformaría en el núcleo principal del ala izquierda del PT. Sin una definición programática clara, pero defendiendo el principio de un partido militante, el conjunto de las tendencias "de izquierda” llegaría a tener el 45% de los delegados en los siguientes eventos nacionales del PT, ocupando cargos importantes en la Dirección Nacional y en gobiernos estaduales y municipales (por ejemplo, la intendencia de Belém, capital de Pará, ocupada por la Fuerza Socialista).


 


Durante el primer gobierno de FHC ('94/‘98) los principales movimientos de lucha fueron derrotados (en especial la huelga de los petroleros); se procedió a una ola de privatizaciones y despidos en masa, así como a una creciente modificación de las relaciones laborales, instaurando diversas formas de inestabilidad, flexibilización y superexplotación (“banco de horas” y otras), así como diversas modalidades de colaboracionismo clasista, en especial con la CUT (cámaras sectoriales). El principal movimiento de lucha de los años *90, el MST, desarrolló una independencia en relación al PT mucho mayor que la de los movimientos sindicales de la década del ‘80: sus dirigentes critican a la “izquierda institucionalizada”, y llegaron a evocar la posibilidad de una intervención partidaria propia. Con la alteración de las relaciones de fuerza entre las clases, no fue sorprendente que, pese a la acentuación de la miseria social (20% de desempleo en las principales capitales, caída salarial, concentración de la propiedad agraria, expulsión de millones de campesinos y asesinato de centenas de activistas y ocupantes de tierra), FHC saliera victorioso en las elecciones presidenciales de 1998directamente en el primer tumo, con más del 50% de los votos (y con el PT nuevamente en segundo lugar).


 


Estamos lejos, sin embargo, de una derrota histórica de los explotados. Al desgaste político del gobierno se sumó la agudización de la crisis económica mundial. La vigencia y el carácter mundial de la llamada “crisis asiática" se evidenció en la “crisis rusa" de agosto de 1998 y, a inicios de 1999, en la caída espectacular del real brasileño, que sufrió una devaluación de casi 50% en poco más de una semana. El gobierno FHC alcanzó, en los primeros meses de su segundo mandato, índices de impopularidad superiores a los de Collor de Mello en el momento de su “impeachment”. Fue gestándose un nuevo ascenso de luchas urbanas (metalúrgicos) y agrarias, que culminó en las marchas nacionales del MST y en el paro general del 10 de noviembre pasado, cuando la consigna de “Fuera FHC" ganó las calles. Está claro que no sólo la proyección política sino la propia continuidad y centralización de esas luchas está castrada por el carácter burocrático y pro-burgués de la dirección de las principales centrales sindicales (CUT y Fuerza Sindical).


 


Como sea, las primeras proyecciones electorales para el 2000 (municipales) y para el 2002 (generales) ubican al PT en primer lugar, tanto en las presidenciales como en algunas importantes ciudades (tal el caso de San Pablo, corazón político del país). El gobierno, fracturado, lanzó una “apertura" en dirección al PT, tanto de parte del presidente como del jefe del ala derecha de la coalición gubernamental (el bahiano Antonio Carlos Magalháes, jefe del derechista PFL) so pretexto de “gobemabilidad” y “combate a la pobreza” (!), apertura que Lula aceptó pasando por encima de cualquier instancia partidaria. Todo esto provocó nuevas crisis internas y la radicalización del ala izquierda del PT, a esta altura ya en disputa abierta con la "Articulación” no sólo en el PT, sino también en el movimiento sindical y estudiantil (donde presenta sistemáticamente listas alternativas a las de la dirección partidaria).


 


En esas condiciones se realizó, a fines de noviembre de 1999, el II Congreso Nacional del PT, con aproximadamente 950 delegados. Fueron presentadas siete tesis. La izquierda se presentó dividida y disminuida, lo que en parte se explica por el uso sin precedentes de maniobras de aparato, para la elección de delegados, directamente apoyadas en la máquina estatal. La tesis AE-Fuerza Socialista tuvo 21 % de los votos, la de la DS10%, y la lambertista (1) 2%. La Articulación, pese a todo, no obtuvo mayoría absoluta, sino 44%, lo que la obligó a una alianza con la derecha (Democracia Radical, DR, de José Genoíno, con 10% de los votos) para garantizar mayoría en la nueva Dirección Nacional (el candidato de la izquierda a la presidencia del partido, Milton Temer, obtuvo 33% de los votos).


 


Pero esa mayoría sería mucho más estrecha si no se hubiese visto reforzada por la deserción de la DS del “bloque de izquierda”, para componer una “nueva mayoría” en la dirección, con la “Articulación" y la derecha. La DS presentó una tesis donde defiende el “control social del Estado y del mercado", y se opuso a la adopción del “Fuera FHC" planteado por la izquierda, que arrastró a varios sectores de la Articulación. O sea, que la posición de la DS fue factor decisivo en la derechización del PT en el Congreso. La DS está realizando su propia integración al Estado: en la intendencia de Porto Alegre, capital de Río Grande do Sul, ocupada por uno de sus principales dirigentes, practica una política de destrucción de la previsión social pública que nada tiene que envidiar a la del gobierno federal.


 


El peso significativo de la izquierda, sin embargo, obligó a la “Articulación” a maniobrar también con ella. La parte sustancial del Congreso fue consagrada a la discusión de la consigna “Fuera FHC", impulsada por la izquierda y aprobada en todos los Encuentros estaduales previos, con excepción de Paraná. La consigna fue considerada “golpista” por la derecha; la “Articulación", en cambio, reconoció su legitimidad, aunque no su “oportunidad", con lo que consiguió excluirla sin oponérsele frontalmente. La misma suerte corrió el debate sobre “socialismo”, que la derecha pretende excluir, pero que fue conservado como referencia genérica del PT (en esos hechos se basó O Trabalho, lambertista, pana concluir que “el PT continua PT’). Las propuestas políticas de la izquierda (no pago de la deuda externa, reestatización de los sectores privatizados, contra la reforma de la previsión social-jubilaciones) fueron, en cambio, rechazadas. (O Trabalho, que pretendió presentarse como “izquierda de la izquierda”, defendió su tesis dando como ejemplo… el gobierno venezolano, que “convocó una Constituyente para darle voz al pueblo”).


 


El Congreso marcó, por lo tanto, un viraje derechista. Sin embargo, todas las corrientes hicieron un balance positivo de sus resultados, aunque por motivos diferentes y opuestos. Para la derecha (DR) hubo un avance insuficiente, pues no se formuló "un nuevo proyecto económico y político”, o sea, un compromiso más claro con el capital y su Estado (la DR está también en crisis, con la salida del ex intendente de Porto Alegre, Tarso Genro, que creó otra corriente interna con disidentes paulistas de la “Articulación"). Para ésta última, lo fundamental es que se hayan delegado en la Dirección Nacional las cuestiones de organización y estatutos: con eso descuenta la aprobación de su propuesta de elección directa y abierta de las direcciones partidarias, lo que diluye a la base militante en el mar de votos obtenidos en base a las prebendas estatales. Este viraje aparatesco consagrará la derechización.


 


La izquierda, derrotada, tuvo que conformarse con un “a pasar de todo, a la burguesía no le gustó”, esto por las críticas al Congreso realizadas por los principales órganos de la prensa capitalista. Está claro que, para éstos, el PT no es hijo de sus entrañas, con lo que el distanciamiento es natural. Lo principal, sin embargo, es que “las resoluciones del Congreso no hacen avanzar un sólo paso a la dirección del PT en el objetivo de transformarse en alternativa de gobierno fiable para la burguesía. La razón es que el capital reclama una política de destrucción del derecho laboral y de completa privatización del sistema previsional, no simplemente que le garanticen el capitalismo. 


También reclama una reforma tributaria que facilite el pago de la deuda externa y la salida y entrada de capitales, no simplemente que no se va a repudiar la deuda externa. Necesita reforzar las privatizaciones ya realizadas con una mayor ampliación del mercado interno de los servicios al capital extranjero , no apenas que se defienda la vigencia de los contratos firmados" (2).


 


La crisis con que emerge el PT de su II Congreso, por lo tanto, es más importante que la propia derechización. Ella se refiere a: 1) la orientación política del partido con vistas a transformarlo en una alternativa “confiable" para la burguesía, en caso de descomposición del régimen o de crisis revolucionaria; 2) el choque inevitable entre esa orientación y las aspiraciones y luchas del movimiento obrero, campesino y popular. En los dos aspectos, especialmente en el último, es decisivo el papel de la izquierda del PT (así como de los sectores situados a la izquierda y fuera del PT).


 


Lo decisivo no es lo que le guste o no a la burguesía, sino lo que piensen y hagan los trabajadores. ¿Cómo promover una intervención independiente de éstos en las condiciones concretas existentes? La izquierda del PT sólo señala el horizonte de “vigilar", a la dirección pro-burguesa: “Reconocemos la derrota y acatamos las resoluciones del Congreso. Acatar incluye fiscalizar las coaliciones municipales: posibilidad de alianzas amplias no da permiso para oportunismo desvergonzado. Incluye indicar ya nuestro candidato a la presidencia: mantener el Frente no implica pasividad del PT’ (3). Subordinar “la lucha social contra el gobierno” a esos objetivos es condenarse de antemano a una nueva derrota de aparato, inclusive porque esa lucha no puede ser impulsada artificialmente, sino que debe prepararse políticamente a través del reagrupamiento político independiente de su vanguardia. ¡El nivel excepcional de las “luchas sociales" en Brasil en las dos últimas décadas no consiguió impedir la derechización del PT!


 


La izquierda del PT (AE) padece de una limitación programática para plantearse esa tarea, que se verifica en la afirmación de que “es pequeño, en Brasil, el espacio para ser de izquierda y moderado", lo que plantearía una especie de incompatibilidad histórica entre la existencia del PT y la adaptación a la burguesía. Pero esa incompatibilidad no existe: en países de miseria social igual o mayor que el Brasil la izquierda ha llegado al poder y ha gobernado, no sólo no rompiendo con el capitalismo, sino agravando las condiciones sociales y preparando el terreno para una mayor explotación. Lo mismo ha sucedido en Brasil con los gobiernos estaduales del PT.


 


No se trata de una frase suelta: "es poco probable que la destrucción neoliberal prosiga indefinidamente… a) el tejido social brasileño es lo bastante resistente y generará, más temprano o más tarde, una alternativa; b) en segundo lugar, el capitalismo está entrando en una fase internacional de 'cierre de fronteras’, lo que amplia las ventajas de otra política económica (vale recordar que el ciclo iniciado en los años ‘30 recibió un empuje decisivo de ‘desconexión’ resultante de la Gran Depresión y la Primera Guerra Mundial)… el resurgimiento de comentes nacionalistas y keynesianas resulta de esa búsqueda de segmentos burgueses, que encuentra eco en sectores medios y aun entre los partidos de izquierda. Dependiendo de la resistencia social y política a la destrucción neoliberal, esos segmentos pueden ganar importancia, conquistar la hegemonía e imponer una política de desarrollo económico no neoliberal, aprovechando inclusive las condiciones dejadas por la destrucción neoliberal, enormes necesidades de infraestructura, mercado interno deprimido, fuerza de trabajo barata y extensa” (4).


 


Que el “keynesianismo” resurja después del “neoliberalismo”, como lo demuestra el apoyo de la burguesía europea a movimientos tipo Attac (o el apoyo de Clinton a las reivindicaciones proteccionistas de la burocracia sindical norteamericana, que son también las de sectores del capital imperialista yanqui), basándose en la “destrucción”  y en la fuerza de trabajo barata y extensa” dejadas por el neoliberalismo, sólo demuestra que ambos son caras de la misma moneda (el gran capital), y que ambos son alternativas del imperialismo. En los países imperialistas, se combinan perfectamente keynesianismo económico con destrucción (‘neoliberal) de las conquistas sociales (y con gobiernos de izquierda). El llamado “neoliberalismo" no corresponde a ninguna ideología “antiestatista", sino a una necesidad orgánica del capital, en una fase determinada de su crisis, de ampliar su campo de explotación. El keynesianismo y el nacionalismo no son lo contrario de la destrucción de las conquistas sociales.


 


El desarrollo “no neoliberal" y nacionalista de la década del 30 no fue la antesala del desarrollo social, sino de la barbarie (Segunda Guerra Mundial) preparada por ese desarrollo “autárquico”. La alternativa a la “destrucción” no es la “resistencia del tejido social brasileño", sino la organización de los trabajadores para la toma del poder. Si por tal tejido social se entienden las conquistas sociales (inclusive legislativas), cabe decir que el "tejido" brasileño está lejos de ser “resistente”, incluso comparado con el de otros países latinoamericanos: 


en pocos países existen índices mayores de concentración de la riqueza y polarización social.


 


Poner en pie una alternativa obrera, un movimiento de clase independiente, es también una tarea internacional, pues el “tejido social” capitalista es, antes que nada, mundial. En este punto, la AE mantiene la misma posición "unitaria” que en el PT: “Debemos acompañar atentamente -sin sectarismos ni exclusivismos- todas las articulaciones internacionales en curso: zapatistas, comunistas, izquierda del Foro de San Pablo, las varias iniciativas que se reclaman de la IVa Internacional” (5). Todas esas “articulaciones" ya tienen, porlo menos, una década de historia, en algunos casos varias décadas: si no se realiza un balance que deslinde a las corrientes incapaces de situarse en un terreno de combate contra el capital, ese “acompañamiento" puede transformarse en una espera eterna.


 


Pero, así como el enemigo fundamental está dentro de las propias fronteras, también lo está el adversario. ¿Cómo defenderla previsión social pública apoyando al gobierno del PT de Río Grande do Sul, partidario declarado de cobrar los famosos 11% de los jubilados, una de las bases de la reforma previsional privatizadora de FHC? Sin olvidar que el Ministro de Economía (Fazenda) de ese gobierno pertenece a la DS…


 


La izquierda del PT surgió y se desarrolló diferenciándose del adaptacionismo, nacional e internacional, de la dirección partidaria. Para elaborar una alternativa superadora debería discutir críticamente sus propios postulados programáticos, o condenarse a ser un apéndice de izquierda de esa dirección y de su evolución derechista.


 


 


Notas


 


1. Se refiere al grupo O’Trabalho, ligado a la corriente internacional lambertista [NdE],


 


2. Prensa Obrera, N° 650, 9/12/99.


 


3. Valter Pomar, Corre/o da Cidadania, 11/12/99


 


4. Valter Pomar, En Defensa del Marxismo, N° 21, octubre 1998.


 


5. Ia Conferencia Nacional de la AE, Resoluciones, mayo 19992. Valter Pomar, Correio da Cidadania, 11/12/99.


 

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