La movilización de la CGT del pasado 24 de febrero demostró que es posible estructurar, desde la clase obrera, una oposición popular al nuevo gobierno fondomonetarista. Lo único que está en cuestión es que la dirección sindical que convocó a la marcha tenga la capacidad para desarrollar este objetivo y hacerlo de un modo consecuente.
Una nueva etapa
La concentración tuvo lugar en medio de la fractura de la dirección oficial de la CGT y del abierto divisionismo de la dirección de la CTA.
Que en estas condiciones irrumpan en las calles más de 30.000 trabajadores da cuenta del impulso de lucha que anida en el pueblo y de la crisis de los círculos dominantes para controlar la marcha de los acontecimientos. La división de la burocracia de la CGT, en lugar de debilitar, sirvió para darle más impulso a la movilización. Se reunió una multitud para repudiar el acuerdo de los Daer con el gobierno y manifestar de este modo el repudio anticipado a cualquier burocracia sindical que haga lo mismo. Esto, por sí solo, prueba la agonía mortal en que se encuentra la burocracia sindical.
Por las razones apuntadas, se puede decir que la movilización del 24 inauguró una nueva etapa política. El gobierno aliancista del impuestazo fue puesto a la defensiva. Una prueba de esto es la división que se ha producido en el bloque parlamentario del oficialismo.
Otra prueba es la crisis que enfrentó la orden de Ruckauf para que los diputados peronistas votaran en bloque la reforma laboral. Otra manifestación importante del retroceso estratégico del gobierno ha sido la completa impotencia del Frepaso para actuar como factor de contención de la movilización popular. Fue incapaz de disuadir a su aliado político, el MTA, para que desista de propiciar la movilización del 24, mientras que su otro aliado, la dirección De Gennaro-Maffei, de la CTA, seguidora del clerical Llach, fracasó miserablemente en el propósito de debilitarla, llamando a otra concentración completamente ficticia.
Frepaso y CTA, un cero a la izquierda
La aprobación por la legislatura frepasista de la provincia de Buenos Aires del paquete represivo de Rico y la Bonaerense, constituye la señal de la cuenta regresiva para el experimento político ‘progre’ del Chacho Alvarez. Lo mismo vale para el papel del frepasista Flamarique en la reforma laboral y para la decisión del gabinete de promover el ascenso de los militares comprometidos en los crímenes de la dictadura.
Las posibilidades políticas de la pequeña burguesía 'progre'se han agotado en un abrir y cerrar de ojos; le han alcanzado poco más de dos meses para consumir un capital político que les llevó varios años acumular. Esto facilita la radicalización política de la juventud que se encandiló con el artificio verbal de la pseudo-intelectualidad o con los macaneos de la izquierda que órbita en torno a la burocracia de la CTA.
Esta segunda crisis del gobierno aliancista en menos de 90 días, luego de la represión y las muertes en Corrientes, desnuda la espantosa rapidez del fracaso de su tentativa de superar la recesión económica medíante el acuerdo con el FMI. El impuestazo, la reforma laboral, la emisión de nueva deuda pública para pagar la que vence, han acentuado la crisis y la desesperación de las grandes masas; la continua emigración de empresas a Brasil representa los últimos clavos en el cajón de la política fondomonetarista. La última tapa de la revista Noticias, acusando al gobierno delarruista de inmovilismo, refleja el descontento de las grandes patronales con la marcha general de los acontecimientos y constituye un llamado a profundizar la crisis de la política en curso para provocar un viraje de política y un realineamiento de fuerzas.
Sólo tuvieron que pasar 48 horas desde la última edición de esta revista para que Cavallo y Beliz anunciaran un frente para las elecciones de la Capital.
Podemos derrotar la reforma laboral
Este cuadro político de: 1. incipiente crisis política a poco tiempo de una renovación de gobierno; 2. manifestaciones de insatisfacción de la gran patronal; 3. tendencia a la movilización popular que es además protagonizada por la clase obrera; 4. un gobierno a la defensiva; y 5. acentuación de la impasse económica y de la penuria popular—este cuadro de situación, favorece la acción de los trabajadores y debe ser aprovechado para hacer avanzar sus reivindicaciones. A mediano y largo plazo debe apuntar al desarrollo de una oposición popular bajo el liderazgo político organizado y autónomo de la clase obrera.
¡Pero todo esto significa que es posible derrotar la reforma laboral, es decir hacerla naufragar, impedir su aprobación y forzar a que sea retirada del Congreso! Sólo se necesita profundizar la movilización popular, desarrollar la conciencia de la posibilidad de una victoria. Es necesario llamar a una nueva concentración, frente al Congreso, con el expreso objetivo de impedir su sanción por el Senado e imponer que sea archivada.
Nada de esto fue planteado por Moyano en la Plaza, a pesar de que declaró que la convocatoria iniciaba una etapa de lucha. Quedaron al desnudo de este modo las limitaciones insalvables de la dirección que convocó al acto y que defendió esta convocatoria en la crisis interna de la burocracia cegetista.
Limitaciones de la burocracia convocante
Esas limitaciones son de dos tipos. De un lado, la dirección del MTA se ha condicionado a sí misma a un frente con los Miguel, Rodríguez y Martínez, que no están en absoluto interesados en desarrollar una oposición popular al gobierno fondomonetarista, sino en resolver sus problemas inmediatos de caja (deudas de obras sociales) y los problemas de caja de las patronales a las que sirven (subsidios). Moyano y Palacios quieren que este frente les sirva para llegar a la secretaría general de la CGT, algo que identifican con la recuperación de la CGT, o sea de que vuelva a ser un canal reivindicativo. El problema es que una real recuperación de la CGT no puede ocurrir por medio de concesiones políticas que permitan que el gobierno consiga una victoria más contra las masas imponiendo la reforma laboral.
Llamamos a Moyano y al MTA a que aprovechen el liderazgo político que han conquistado en las últimas semanas para convocar a una concentración de masas de inmediato para impedir la aprobación de la reforma laboral.
El frente nacional es un callejón sin salida
La segunda limitación de la dirección que impulsó la movilización del 24 es que concibe el desarrollo de una alternativa popular al fondomonetarismo en términos de un frente nacional, o sea en alianza con la gran patronal nativa (la cual en todos sus estamentos está fuertemente ligada al más fuerte capital extranjero). La reactivación económica que reclama con alcance estratégico esta dirección, es planteada con métodos capitalistas -por ejemplo, devaluación de la moneda, reducción de las tasas de interés, protección aduanera, subsidios fiscales y otras medidas similares. Los defensores de esta política sostienen que cualquier perjuicio que estos métodos capitalistas pudieran ocasionar a las masas (inflación, desvalorización de los salarios), estaría ampliamente compensado por la mayor ocupación que resultaría de la reactivación productiva. El mayor empleo reforzaría la capacidad defensiva de la clase obrera, reforzaría a los sindicatos y daría con esto una salida a la situación desesperante del pueblo.
Pero, ¿quién dijo que los métodos capitalistas aseguran una reactivación económica o que ésta asegura un reforzamiento social de los trabajadores? La debilidad de la gran patronal nativa frente a los pulpos extranjeros y su descomunal subordinación al capital financiero internacional cuestionan e incluso inviabilizan cualquier medida de reactivación que afecte a aquellos intereses. El ejemplo más claro de esto es la reciente experiencia ecuatoriana, donde la devaluación llevó… al quiebre de la moneda nacional y… a la dolarización. Lo mismo vale para un país más fuerte, Brasil, cuya devaluación benefició por sobre todo a los que especularon contra la moneda nacional, el real; y aunque también sirvió a algunos grupos exportadores, no logró bajar las descomunales tasas de interés que cobran los bancos, no impidió la continua extranjerización de la banca y no mejoró para nada, sino que empeoró, la situación de los trabajadores.
Los nacionales con la reforma laboral
Una política de reactivación con métodos capitalistas, en Argentina, acabará también en el caos, servirá para enriquecer a los especuladores y no dará ninguna salida a las masas. La devaluación es un ‘lujo’ que todavía podrían darse los capitalistas de Estados Unidos, de Japón o de los países más fuertes de Europa. Los explotadores nativos, que durante más de veinte años han venido apoyando políticas antinacionales, no tienen la consistencia, ni la capacidad, para defender una política nacional, ni es ya tampoco su función histórica. Someterse a su dirección política, o sea a su programa, es sacar pasaje para una nueva gran derrota.
¡Pero, ahora mismo, esos explotadores nacionales no quieren saber nada de una nueva movilización popular que sirva para enterrar la reforma laboral! Esos explotadores nacionales quieren una reforma laboral incluso peor que la que se tramita en el Congreso.
La política del Frente Nacional constituye, hoy por hoy, un obstáculo para j la victoria del pueblo trabajador.
Reclamamos entonces una nueva movilización popular para enterrar la reforma laboral, denunciando que no se recuperará la CGT para los trabajadores con una política de acomodamiento a los Miguel y José Rodríguez, y que no se logrará la reactivación económica en beneficio de la clase obrera, con una estrategia adaptada a los intereses de la gran patronal nativa.
El ‘nacional' Cavallo está con De la Rúa
La lectura del último número de Noticias permite descubrir que la carta de las patronales que reclaman la reactivación económica en beneficio de ellas mismas no es el programa de la CGT o del MTA sino el de… Cavallo. Porque es Cavallo el que les dice que la mentada reactivación necesita que los aportes patronales a las Cajas de seguridad social se reduzcan a cero; que se reduzcan o eliminen los impuestos que gravan a las patronales; que el tipo de cambio debe dejar de ser fijo para pasar a ser fluctuante; que hay que abrir áreas e inversión privatizando la salud y la educación; que la reforma laboral debe abolir cualquier tipo de convenio colectivo para pasar al contrato individual como ocurre en Nueva Zelanda y como se pretende imponer en Australia; o que hay que establecer un fuero especial del poder judicial para rematar en forma sumaria las garantías ofrecidas por los consumidores que no puedan pagar sus créditos bancarios.
Pero el propio Cavallo ha debido reconocer que la voz de mando la tiene el FMI, que apoya al gobierno, y por eso él mismo ha apoyado el acuerdo con el Fondo, con su secuela de ajuste, impuestazos y recesión. A Cavallo los capitalistas no le permiten que enfrente a De la Rúa, le exigen que lo apoye, como lo hacen De la Sota, Ruckauf y Reutemann. El frente patronal cruje, pero todavía no ha venido desde el Norte la orden de romperlo.
Una política obrera de conjunto
Importa muchísimo que los activistas obreros o sindicales, o los luchadores en general, hagan una reflexión sobre el conjunto de la nueva situación política.
Es que la fractura de la burocracia de la CGT y el dislocamiento de la política de apoyo de la burocracia de la CTA al gobierno de la Alianza, así como facilitaron la realización de la gran movilización del 24 pasado, también abren una oportunidad para revitalizar a los sindicatos y recuperarlos para una política obrera. La burocracia sindical no ha ganado autoridad, sino que la ha perdido, como consecuencia de la crisis y de la movilización. Esto no solamente vale para los Daer, Cavalieri y West Ocampo; vale especialmente para los menemistas Rodríguez, Miguel, Gerardo Martínez, etc., que hoy se presentan a contramano de la política que apoyaron durante más de una década.
Los últimos acontecimientos los ponen ante sus afiliados y obreros en general como unos fracasados. No solamente han tenido que cambiar la posición política que tenían con Menem sino que tampoco serán capaces de mantenerse en esta nueva posición: ya mismo están frenando una nueva movilización y ya mismo están negociando con el gobierno ese nuevo cambio de posición. Un apoyo al frente con los Rodríguez y los Miguel bloquea la posibilidad de aprovechar esta oportunidad.
Lo que sí permitirá aprovecharla es armar un gran movimiento de agitación para desarrollar el interés despertado por la nueva situación entre la masa de los trabajadores, y a través de esto armar la alternativa de una nueva dirección. La inquietud por la discusión de convenios de trabajo podemos aprovecharla para reclamar que se efectivice a todos los compañeros contratados, pues de qué otro modo podrían estos compañeros participar en cualquier negociación colectiva. Por esto mismo, es la oportunidad para reivindicar que se aumenten los salarios y que el mínimo o básico no pueda ser inferior a los 600 pesos.
Estas reivindicaciones deben servir para obligar a la deliberación de las comisiones internas, en especial en las grandes empresas, y en las regionales de la CGT, que están convocadas para los próximos dias. Para poder desarrollar esta política y para darnos todos los medios necesarios para que llegue a la mayor cantidad de compañeros, es necesario organizamos, organizar a la vanguardia que se pone al frente, en un polo clasista. Esta política servirá enormemente para arrancar asambleas de fábrica y sindicales y la convocatoria de congresos de delegados con mandatos de la base.
Un polo clasista y una estrategia política
De la Rúa pudo haber subido al gobierno hace sólo 90 días, pero su política tiene más de una decena de años de vigencia. No ha tenido mucho tiempo para actuar como victimario de los trabajadores, pero ese poco tiempo lo ha usado a fondo, incluida la represión que se cobró la vida de cuatro compañeros correntinos. Aunque joven por el tiempo que lleva en la Rosada, por su política es re-viejo, incluso está agotado. El ritmo de desarrollo de la crisis en marcha dependerá de algunos factores básicos, como la evolución de la crisis económica internacional, la fuerza de su impacto regional y, por sobre todo, la lucidez con que actúen la vanguardia de los obreros y el conjunto de los trabajadores. Pero su base y su dirección están establecidas.
Su único desenlace positivo será que la clase obrera asuma la dirección política del país.