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Socialismo o barbarie

Guerra imperialista y crisis mundial


Las primeras jornadas de la guerra imperialista contra Irak alcanzan para mostrar la repugnante barbarie de un régimen social históricamente agotado y condenado. Los más altos desarrollos de la ciencia y la tecnología, los frutos más elevados de la creatividad humana y del dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, son puestos al servicio de la masacre sistemática de los pueblos.


 


Miles de toneladas de bombas "inteligentes", guiadas por rayos láser, por sistemas satelitales, con explosivos de altísimo poder, disparadas desde aviones "invisibles", y misiles lanzados desde naves a largas distancias, son utilizados de manera planificada y concienzuda para asesinar a niños, mujeres y civiles desarmados en Bagdad, Basora, Mosul y otras ciudades iraquíes. Las imágenes de la TV muestran las explosiones, los niños heridos, las mujeres amputadas, la bárbara destrucción de una nación atrasada, por la potencia militar más poderosa de la historia.


 


La densidad de la masacre, que en la jerga propagandística del alto mando norteamericano ha sido bautizada como "conmoción y estupor", ha sido planificada para aterrorizar a la población civil. Para que el terror sea completo, en los días previos a la guerra mostraron los efectos de una nueva bomba capaz de liquidar toda vida humana en un radio de 10 kilómetros. Los bombardeos sobre Irak repiten, con las "mejoras tecnológicas" del caso, los bárbaros bombardeos aliados contra la población civil de Dresde en Alemania y el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki hace casi sesenta años, y los salvajes bombardeos norteamericanos contra Hanoi y Vietnam del Norte de los 60. En su etapa de descomposición histórica, el capitalismo produce guerras y masacres con la misma regularidad con que una línea de montaje produce automóviles.


 


Las Bolsas del mundo, y particularmente la de Wall Street, saludaron el comienzo de la masacre con alzas generalizadas de los valores accionarios. Ven en el aplastamiento del pueblo iraquí y en el asesinato de sus niños, mujeres y civiles, la oportunidad de nuevos negocios y beneficios para los pulpos armamentistas, petroleros, de la construcción, de las comunicaciones, y para los bancos que los financian. El capitalismo es la civilización de la barbarie.


 


El imperialismo norteamericano no lanzó la guerra para liquidar los supuestos arsenales de armas de destrucción masiva iraquíes; mucho menos, para "liberar" al pueblo iraquí de la dictadura de Saddam.


 


La guerra contra Irak es un episodio de una larga escalada militar – que comenzó con las guerras de Kosovo y Afganistán, con la extensión de la Otan hacia las fronteras de Rusia y China, y con los acuerdos militares establecidos con las burocracias de las ex repúblicas soviéticas del Caucaso y Afganistán, Japón, Corea y Taiwán – y que continuará con nuevas guerras de opresión y conquista. El objetivo de esta escalada es producir una completa reestructuración de las relaciones entre los Estados y las clases en el plano mundial, que le permita al imperialismo imponer la aplicación de los planes salvajes que son el recurso último para el rescate del capital, luego del sistemático fracaso de las salidas económicas a la crisis que se arrastra desde hace más de treinta años. Lo que está en juego en esta guerra va desde el petróleo irakí a la destrucción de los sistemas de seguridad social y las conquistas sociales de la clase obrera en las metrópolis, la subsistencia de las burguesías nacionales de los países atrasados e, incluso, la propia existencia de la Unión Europea.


 


La división imperialista que llevó a Estados Unidos a actuar sin el respaldo de las Naciones Unidas y la "anulación" del Consejo de Seguridad revelan que la crisis mundial no puede ser resuelta en el cuadro de las relacio nes internacionales existentes.


 


El imperialismo norteamericano busca por esta vía bárbara una salida a la crisis mundial. Es esta crisis – puesta ampliamente de manifiesto por el hundimiento de las Bolsas, el derrumbe de los beneficios, la quiebra de grandes grupos industriales, la crisis de los presupuestos y los déficits fiscales, la amenaza de la deflación, y el derrumbe de países enteros como Argentina y Turquía – y el manifiesto fracaso de la llamada "globalización" como una salida a la crisis, lo que lo empuja a la guerra. Esto explica sus brutales enfrentamientos con las burguesías europeas y las resistencias de las burocracias restauracionistas de Rusia y China, que se ven como víctimas de la reorganización mundial que pretenden imponer los norteamericanos.


 


Frente a la barbarie de la guerra, millones de trabajadores y jóvenes se han levantado en todo el mundo. No sólo entre las naciones agredidas y oprimidas del Tercer Mundo sino, principalmente, en las naciones cuyos gobiernos llevan adelante la masacre: en Gran Bretaña, en Australia, en España, en Italia y en los propios Estados Unidos. El temor de los imperialistas a la movilización popular los lleva a intensificar el ritmo de la masacre – una "guerra corta" – para impedir la extensión de los movimientos de lucha. Responden al repudio popular a la masacre, con una masacre todavía mayor.


 


El ataque contra Irak confirma la experiencia histórica de un siglo de dominación imperialista: la guerra es la consecuencia de la crisis capitalista que empuja a la humanidad por el camino de la barbarie, y, al mismo tiempo, el intento de encontrarle una salida, también bárbara, a la crisis. Pero es precisamente la crisis capitalista, al poner en evidencia las tendencias del régimen social a su autodisolución, la que empuja a los pueblos por la vía de la rebelión. Las movilizaciones populares contra la guerra en Estados Unidos, Europa y en todo el mundo empalman con la rebelión popular de Argentina, con el levantamiento del pueblo boliviano, con la movilización del pueblo venezolano contra los golpistas apoyados por los norteamericanos.


 


Entre las reivindicaciones que levantan estas movilizaciones – el repudio a la guerra y a sus gobiernos, la defensa de las condiciones de vida de los oprimidos, el repudio a la entrega nacional – hay un abismo infranqueable. La crisis mundial del capital y la guerra, que es su consecuencia, ponen a la orden del día una disyuntiva histórica ineludible: el derrocamiento del capitalismo o el hundimiento de los pueblos en la miseria, la opresión y las matanzas; el socialismo o la barbarie.


 


Petróleo


 


No es un secreto que uno de los principales objetivos de la guerra imperialista es echarle el guante a las riquísimas reservas petroleras de Irak, las segundas en el mundo detrás de las de Arabia Saudita (pero potencialmente mayores ya que no se encuentran totalmente exploradas).


 


Bush es un petrolero, al igual que su vicepresidente Cheney; su gabinete está repleto de figuras provenientes de esa industria, que financió su campaña electoral. Es natural, por lo tanto, que en su campaña contra Irak los intereses de las grandes petroleras estén en el primer plano.


 


Desde que llegó a la presidencia, Bush siguió la política de "diversificar" las fuentes de aprovisionamiento petrolero. Su objetivo, según las palabras de un senador oficialista, es "salir de la dependencia de los estados criminales como Arabia Saudita e Irak" (1) y reducir la capacidad de la Opep (el cartel que agrupa a los productores) para manipular los precios del crudo. En esta dirección, autorizó la explotación petrolera en Alaska, impulsó la penetración de las grandes petroleras en los países africanos, respaldó los esfuerzos de Putin por expandir la producción petrolera rusa y la asociación de las petroleras rusas con las occidentales y, finalmente, estableció un protectorado sobre Afganistán para garantizar el trazado de los oleoductos que lleven el crudo de Asia Central hacia Oriente y Occidente.


 


La guerra contra Irak está en el cuadro de esta política, pero va mucho más lejos que todos los movimientos previos. "El cambio de régimen que Bush tiene en mente para Irak puede reescribir todas las reglas del juego petrolero mundial" (2).


 


El indisputado control norteamericano sobre Medio Oriente y Asia Central, sus reservas energéticas y sus vías de acceso, pondría a Europa y a Japón bajo el sofocante control de su "aliado", que tendría en sus manos todos los resortes para imponerles sus intereses en la guerra comercial que los enfrenta.


 


Puesto en el mercado mundial por el "retorno" de los grandes grupos petroleros norteamericanos, el petróleo iraquí provocará una rebaja sustancial y durable de los precios del crudo. Esto les permitirá a las empresas que operen en Irak dejar fuera del mercado a numerosos competidores que operan yacimientos cuyos costos de producción son sustancialmente más altos, como, por ejemplo, Repsol-YPF. Los pulpos podrán apoderarse de estas empresas, y de sus mercados, por monedas.


 


Pero éste es, incluso, un "premio menor". Con la rebaja de los precios del petróleo, caerán también los ingresos de los grandes productores como Arabia Saudita, Venezuela, Irán o Rusia, cuyos presupuestos están basados en la exportación de petróleo. Ante la caída de la "renta petrolera", y bajo la presión de sus abultadísimas deudas externas, esos grandes productores se verán obligados a privatizar sus yacimientos.


 


"Si Estados Unidos controla el petróleo iraquí – dice un informe reciente – estará en posición de poner una severa presión a los precios (mundiales) del petróleo. Riyadh necesita precios relativamente altos, a pesar de sus costos de producción relativamente bajos; su deuda debe ser pagada mediante el flujo de fondos que produce el petróleo. A través de la manipulación del sistema político interno de Arabia Saudita, su potencial c apacidad para manipular los precios del petróleo y la presencia de tropas norteamericanas en sus fronteras, Estados Unidos asume que puede forzar a Riyadh" a abrir sus yacimientos petroleros a las grandes empresas occidentales. (3)


 


La liquidación de la propiedad estatal del subsuelo en los grandes países productores es un reclamo que vienen planteado sistemáticamente en los últimos años los lobbys petroleros y fue recogido por el gobierno norteamericano. En este campo, el objetivo petrolero estratégico de la guerra es forzar la masiva privatización de los yacimientos sauditas, venezolanos, iraníes, rusos, mexicanos… Este fue, por ejemplo, el motor del fracasado golpe contra Chávez en Venezuela: la privatización de PDVSA.


 


Ante la perspectiva del retorno a las primeras décadas del siglo pasado, cuando las llamadas "siete hermanas", las grandes petroleras norteamericanas y británicas, monopolizaban el petróleo mundial (4), es natural que los dirigentes de los grandes pulpos petroleros se declaren "excitados" (5). Esto es lo que explica que contra todos los pronósticos y la experiencia de las guerras pasadas en otras regiones petroleras, el estallido de la guerra de Irak hiciera caer el precio del crudo a su nivel más bajo desde comienzos de año: así se festejaron "los proyectos ambiciosos de las grandes compañías petroleras" [], que se ejecutarán sobre montañas de cadáveres de niños y mujeres asesinados en los bombardeos.


 


Para las burguesías de los países atrasados – en primer lugar, las de los países petroleros, pero no sólo ellas – la guerra es una advertencia de que en el "nuevo mundo" que diseña el imperialismo no hay lugar para veleidades "nacionalistas".


 


La nacionalización de las riquezas petroleras y gasíferas fue un intento (fracasado) de las burguesías nacionales de los países atrasados para concentrar recursos con vistas a impulsar un desarrollo capitalista independiente, en el marco de la dominación mundial del imperialismo. En los países petroleros, más que en ningún otro, estas burguesías nacionales mostraron su incapacidad histórica para superar el atraso nacional: los ingresos petroleros no abrieron en ninguno de estos países un desarrollo industrial o una diversificación económica; mucho menos sirvieron para sacar a las masas explotadas de esos países de la miseria. Al contrario, sólo sirvieron para promover el parasitismo económico (importaciones masivas armas y construcciones faraónicas) y la concentración de la riqueza nacional en manos de pequeñas oligarquías, coronadas o no. La severa caída de los precios internacionales del petróleo que siguió a la crisis asiática de 1997, llevó a estas burguesías petroleras a contraer abultadas deudas externas, que pusieron de manifiesto su completa dependencia del capital internacional.


 


Ahora, en la etapa histórica de su crisis más profunda, el capital mundial se apresta a ajustar sus cuentas con esas burguesías nacionales, "recuperando" por la fuerza y la presión militar la propiedad de los subsuelos.


 


"Reorganización" imperialista de Medio Oriente


 


La guerra contra Irak, sin embargo, no es una guerra por el petróleo, o, para decirlo más exactamente, no es una guerra sólo por el petróleo.


 


Hace unos meses, un comentarista norteamericano advirtió que "para esta administración, el control del petróleo iraquí sería un mero subproducto de una transformación regional mucho más vasta": el establecimiento de "nuevas forma de democracia y un nuevo sistema económico desde el norte de Africa a Afganistán y Pakistán".(6) Para decirlo en las palabras que popularizó el vicepresidente norteamericano Dick Cheney uno de los "cerebros" de la guerra, uno de los objetivos políticos esenciales de la guerra contra Irak es "rehacer el mapa político del Medio Oriente".


 


Más recientemente, una consultora anticipaba que "la región que rodea a Irak verá los más dramáticos cambios desde la caída del Imperio Otomano y el acuerdo Sykes-Picot (7) que creó el moderno Medio Oriente. La inserción del poder norteamericano en el centro de esta zona redefinirá dramáticamente el comportamiento de toda la región. Es crucial, sin embargo, comprender que la guerra de Irak no es más una guerra que (la batalla de) Guadalcanal fue una guerra. Es una campaña que será seguida de otras campañas".(8)


 


Los propios jefes militares norteamericanos lo reconocen abiertamente. Cuatro días antes del inicio de los bombardeos, el general norteamericano Wesley Clark fue muy preciso: "Si nuestro último objetivo es obtener el fin de las amenazas terroristas, hay que admitir que Irak no constituye más que una batalla en una campaña más amplia. Una vez que hayamos derrocado a Saddam, habrá que plantear cuál sera la próxima etapa".(9)


 


¿Por qué el imperialismo norteamericano se ve forzado a emprender, por medio de una serie de guerras, un completo rediseño político de la región?


 


En noviembre pasado, cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad la resolución 1441 (que establecía el envío de inspectores de armas a Irak), Prensa Obrera caracterizó que "la perspectiva de una guerra en Medio Oriente no depende del tenor de una resolución sino de la crisis explosiva de la región, que refleja una agudización de la crisis económica y política internacionales. La resolución de la Onu no altera los objetivos políticos del imperialismo norteamericano en la región: la monopolización de la riqueza petrolera iraquí y la completa reorganización política de la región en función de sus propios intereses.(10)


 


"Luego de dos décadas, con el intermedio de la guerra de 1991, el logro de los objetivos políticos de EE.UU. parece más lejano que nunca: Irak está cerrado para las petroleras norteamericanas, al igual que Irán; la crisis en Arabia Saudita amenaza con una guerra civil en el primer productor mundial de petróleo; la crisis turca se agrava; la Intifada palestina no ha sido derrotada y el Estado sionista enfrenta una crisis económica devastadora; la impasse de los regímenes árabes de Jordania, Siria, Líbano y Egipto es manifiesta. Esta crisis de conjunto, en la que se enfrentan además los intereses contradictorios de Estados Unidos, Francia, Rusia y, crecientemente, China, plantea la perspectiva de un estallido bélico en Medio Oriente como vía para resolver una impasse que se ha revelado intratable e insoluble por la vía diplomática… ". (11)


 


Estados Unidos pretende resolver por la vía de la fuerza lo que no pudo resolver en los últimos veinte años por la vía "diplomática" (y que, como consecuencia de la crisis mundial, aparece como imposible de resolver por esa vía en los próximos veinte años).


 


Va a intervenir directamente en la crisis mortal que enfrenta la monarquía saudita para darle una salida en función de sus propios intereses. Arabia Saudita enfrenta una gravísima crisis económica y social (desempleo agudo, caída de los ingresos en un 70%, una enorme deuda externa) en el cuadro de un Estado donde la más elemental forma de organización y representación sindical y política están prohibidas y la represión es brutal. A esta "bomba de tiempo" se suma la enorme masa de trabajadores extranjeros – palestinos, iraquíes y de otros países árabes – cuyas condiciones de vida son miserables y que enfrentan la expulsión como consecuencia del desempleo creciente.


 


En este cuadro, que ha sido calificado como "una bomba de tiempo", se desarrolla una aguda crisis política de la camarilla gobernante, en la cual una fracción plantea una política de independencia frente a Estados Unidos (el ala más radical de la fracción antinorteamericana de la camarilla gobernante es, precisamente Bin Laden, integrante de la familia real).


 


Este sector, por ejemplo, hizo fracasar recientemente las negociaciones para la apertura de la explotación de la riqueza gasífera del reino en beneficio de los mayores pulpos petroleros norteamericanos y algunos europeos (Exxon/Mobil, Shell, British Petroleum, Conoco, TotalFina/Elf y otros). El negocio de 25.000 millones de dólares era "el primer intento saudita de readmitir a las compañías petroleras internacionales desde que el sector energético fue nacionalizado en 1976" (12) y abría el camino para una posterior penetración directa en el campo petrolero. Por eso fue boicoteado por el ala "antioccidental" de la monarquía. El fracaso de estas negociaciones "es una clara señal de que la tradicionalmente pro-norteamericana familia real saudita es incapaz de contener el creciente sentimiento antinorteamericano en el reino". (13) Estados Unidos va a la guerra contra Irak para terminar con el "ala antioccidental" de la monarquía saudita y, si esto fuera necesario, con la propia monarquía de conjunto. En los últimos meses, la prensa saudita difundió versiones de que ciertos "centros de estudios" cercanos a la ultraderecha norteamericana impulsarían la partición de Arabia Saudita.


 


Caracterizando la situación política saudita de conjunto, un corresponsal escribía hace poco que la salida a esta crisis no podrá procesarse sin un "violento estallido político (…) El problema no es qué hará mañana Arabia Saudita; el verdadero problema es si existirá mañana una Arabia Saudita". (14) Bajo una inusitada presión política y militar, el imperialismo intenta darle una salida a la crisis terminal de la monarquía saudita que resguarde sus intereses.


 


Estados Unidos, también, va a intervenir para "reformar" a los regímenes de Irán y Siria o, en caso de no poder hacerlo "pacíficamente", sacarlos del medio. No hace mucho, Thomas McInerney, general de la Fuerza Aérea norteamericana, anticipó que "un año después de la caída de Saddam, Irán se sacará de encima a los mullahs (dirigentes religiosos)". (15)


 


Después de la caída de Saddam, Irán será la potencia más importante de la región fuera de la órbita norteamericana. Desarrolla un programa nuclear independiente (sobre el cual los norteamericanos reclaman el derecho a "inspección internacional") y sostiene a las guerrillas fundamentalistas palestinas. Finalmente, Irán estableció sólidos acuerdos comerciales con Europa, y en particular con Francia, para la explotación de sus riquezas petroleras. Todo esto, en el cuadro de una aguda crisis política interna, pone a Irán como uno de los blancos inmediatos de la presión norteamericana. Pero si Irak puso al descubierto la crisis en las relaciones entre Estados Unidos y Europa, la presión sobre Siria, y especialmente, sobre Irán, donde los intereses europeos son infinitamente más importantes, pondrá el enfrentamiento entre Europa y Estados Unidos al rojo vivo.


 


Con la conquista norteamericana de Irak, Irán y Siria quedarán completamente encerradas por potencias que están dentro de la órbita de Estados Unidos y por las propias tropas norteamericanas. La presión para un "cambio de régimen" en Teherán se hará insoportable. Bajo una presión similar se encontrará Siria, pero "la capacidad de su gobierno para resistir la redifinición de sus políticas será extremadamente limitada". (16)


 


Estados Unidos también intervendrá para ponerle un "punto final" a la cuestión kurda y, sobre todo, a la explosiva cuestión palestina. El propio Bush declaró que es partidario del establecimiento de un "Estado palestino" cuyo momento llegará, dijo, después del derrocamiento de Saddam.


 


¿En qué consiste el "Estado palestino" que ºººplantea Bush y con el que el propio Sharon dice tener una "visión compatible"? Naturalmente, deberá tener las características que ya se plantearon en los "Acuerdos de Oslo", cuya "cuna" fue la primera guerra del Golfo: será desmilitarizado, no controlará sus fronteras, ni su espacio aéreo, ni sus costas y mares adyacentes, y los acuerdos que establezca con otros Estados árabes podrán ser vetados por Israel. Todo esto, claro, además de la "colaboración de seguridad" de las autoridades palestinas con las fuerzas represivas de Israel.


 


Pero, además, deberá incorporar las "nuevas realidades" establecidas en los últ imos años por el Estado sionista. En primer lugar, deberá tener un carácter "temporario" (es decir, estará sujeto a la "buena voluntad" de Israel). En segundo lugar, deberá reconocer la soberanía israelí sobre las colonias sionistas establecidas en Gaza y Cisjordania. En la década que culminó en el año 2000, el número de colonos sionistas creció de 77.000 a 200.000, sin contar a los colonos instalados en la parte oriental (árabe) de Jerusalén. Estas colonias están unidas por una red de carreteras que corta en pedazos el territorio palestino y que se encuentra bajo el control del ejército israelí. Bush y Sharon exigen que las colonias y las carreteras que las unen – y que ocupan la mitad de la superficie de Cisjordania – sean parte integral del Estado de Israel.


 


¿Qué será entonces el "Estado palestino"? Apenas un conjunto de cantones, entrecortados por rutas controladas por el ejército israelí y sitiados por las colonias sionistas y los establecimientos militares que las protegen; en otras palabras, un conjunto de ghettos militarmente controlados por Israel.


 


La sistemática campaña de masacres en los campos de refugiados lanzada por el gobierno sionista es parte integral de la "solución final" de la cuestión palestina que preparan Bush y Sharon.


 


* * *


 


Las potencias imperialistas ya "rediseñaron" dos veces el mapa de Medio Oriente en función de sus intereses. Las guerras, masacres, genocidios y guerras civiles que asolaron la región en los últimos setenta años son el directo resultado de esos "rediseños" y de sus consecuencias: la creación de Estados artificiales (como Kuwait), la imposición de regímenes títeres y monarquías parasitarias en toda la región (algunas de las cuales fueron liquidadas por los movimientos nacionalistas de las décadas del 50, 60, y la del Sha de Irán, por la revolución del 79), el pisoteo de los derechos democráticos y nacionales del conjunto de los oprimidos de Medio Or iente. En la posguerra, la burocracia rusa se sumó a ese "rediseño", al apoyar la creación del Estado sionista.


 


La crisis mundial ha convertido en anacrónico el "reparto del mundo" establecido en las dos posguerras mundiales. El nuevo "rediseño" norteamericano de Medio Oriente – como el franco-británico al finalizar la Primera Guerra Mundial, o el que armaron el imperialismo norteamericano y la burocracia rusa al finali zar la Segunda – no sólo será una nueva fuente de guerras, opresión y masacres contra los pueblos; será, también, el motor de nuevas revoluciones contra la opresión imperialista.


 


Ocupación militar


 


En la reunión que sostuvo con Blair y Aznar en las lejanas islas Azores, Bush puso definitivamente en claro que nunca le importaron la destrucción de las armas de Irak, ni la democracia, ni siquiera el régimen de Saddam Hussein. Cuando reclamó, como condición final, la partida al exilio de su enemigo y de sus hijos y la rendición del ejército iraquí, no ofreció a cambio el retiro de las tropas yanquis sino la ocupación militar "pacífica" de Irak.


 


La ocupación militar prolongada de Irak por parte del imperialismo norteamericano está dictada por su necesidad de asegurar los objetivos estratégicos de la guerra: monopolizar el petróleo iraquí y usar el nuevo protectorado norteamericano como base para nuevas ofensivas y nuevos ataques contra otros regímenes de la región.


 


"Una vez que Irak sea ocupado, las fuerzas norteamericanas tendrán dos misiones. La primera será la pacificación y la reconstrucción de Irak. La segunda será poner una amenaza militar directa a los países de la región (…) La presencia de una fuerza masiva y móvil, permanentemente estacionada en la región, que no dependa de la autorización de otros, redefinirá dramáticamente la región (…) Para que sea efectiva, la amenaza debe ser creíble; Estados Unidos debe estar preparado para llevar adelante otras campañas".(17) La ocupación de Irak es, solamente, el anticipo de nuevas guerras.


 


Después de derrocar a Saddam, Estados Unidos pretende imponer en Irak un gobierno militar, que será secundado por una "administración civil" encabezada por un general norteamericano retirado. La presencia de los militares norteamericanos al frente del gobierno iraquí "durará mucho más tiempo del que nadie (en el gobierno de Bush) está dispuesto a admitir".(18) Algunos llegan a arriesgar que la presencia norteamericana se extenderá "por una generación".(19)


 


Lo que parece un "plan" es, sin embargo, la consecuencia de "una completa ausencia de claridad y de consenso (en el gobierno norteamericano) de qué pasará en Irak después de la caída de Saddam".(20) Existe una aguda lucha interna entre las distintas fracciones que integran el gobierno de Bush sobre cómo gobernar Irak, por lo que el establecimiento de un gobierno militar norteamericano en Bagdad surge – coinciden la prensa británica y la francesa – de la "ausencia de soluciones mejores".(21)


 


Pero los propios militares llamados a ejercer el protectorado muestran "muy poco entusiasmo" en hacerse cargo del país.(22) Por su propia experiencia, los altos mandos reproducen las críticas que realizó todo un sector del imperialismo norteamericano – Henry Kissinger, el general Clark, ex comandante de la Otan, y la ex canciller Madeleine Allbright – acerca del "extremo peligro" que significará para las tropas norteamericanas ocupar Irak durante años. M. Allbright, la ex secretaria de Estado de Clinton, fue extremadamente clara cuando señaló que Bush "no tiene una opción ganadora en la era post-Saddam": una prolongada ocupación norteamericana "podría dar nuevas herramientas de organización a los terroristas anti-norteamericanos en todo el mundo"; una rápida retirada, en cambio, "haría caer al país en la guerra civil".(23)


 


La guerra reemplazará a la dictadura de Saddam por la dictadura directa del ejército norteamericano. Sobre este punto, nadie se hace ilusiones en la "democratización" de Irak: "Estados Unidos creará un gobierno títere. Si ese gobierno funcionara realmente como se dice en Washington, como representativo de todos los grupos étnicos de Irak, se desintegraría en una semana. Pero como ninguno ha sido elegido por nadie y como todos esos títeres serán digitados por los Estados Unidos, es irrelevante que esos grupos se encuentren divididos sobre diferentes líneas étnicas. Una genuina función gubernamental está muy lejos en el futuro".(24) La "restauración de la democracia" es sólo propaganda para incautos.


 


El manejo militar de Irak tendrá un costo enorme para Estados Unidos. Los 100.000 millones de dólares que costará derrocar a Saddam resultará "cambio chico" frente al costo de la reconstrucción del país. Ante esta alternativa, el Departamento de Estado "desarrolla planes" para que las Naciones Unidas jueguen un "papel central" después de la guerra. "Estados Unidos tendrá que volver a las Naciones Unidas"(25) para manejar Irak, lo que constituye una ostensible contradicción con la política de Bush de ir a la guerra sin el respaldo de la Onu.


 


Pero un ala del gobierno yanqui se opone tenazmente a poner Irak bajo el control de la Onu, porque esto limitaría la capacidad del imperialismo para usar a Irak como base de operaciones de futuras campañas en Medio Oriente. El secretario de Defensa, Rumsfeld, por ejemplo, atacó públicamente a la administración de la Onu en Kosovo y Timor Oriental, que había sido presentada por Blair como un "modelo". Para este sector, la guerra es, en realidad, la oportunidad de "sacarse de encima" a la Onu. El enfrentamiento dentro del gobierno norteamericano es brutal: "Las relaciones entre el Departamento de Estado y la dirección civil del Pentágono son peores que nunca".(26)


 


En el destino de Irak se manifiestan las tendencias contradictorias del propio imperialismo norteamericano frente a la crisis mundial.


 


Turquía kaput


 


Las brutales contradicciones de la "coalición" que armó Estados Unidos para invadir Irak – que incluía en el mismo bando a los kurdos y a Turquía, uno de los opresores históricos del pueblo kurdo – no esperaron que se iniciaran las hostilidades para saltar por los aires.


 


A principios de marzo, el Parlamento turco se negó a autorizar el despliegue de 62.000 soldados norteamericanos en su territorio, que sería utilizado como base de lanzamiento del ataque norteamericano contra el norte de Irak. El acuerdo, trabajosamente preparado, establecía una "compensación económica" de 30.000 millones de dólares para Turquía. En su intento de obtener el acuerdo con Turquía, el imperialismo norteamericano había efectuado otras concesiones fundamentales, como el hecho de que un general turco esté presente en el gobierno militar y que un funcionario del gobierno integre la "administración civil" norteamericana que gobernará Irak y que el ejército turco participaría en el desarme de las milicias kurdas. Pero nada de esto hizo retroceder al Parlamento turco en su negativa por la sencilla razón de que "la presencia de tropas norteamericanas en la región limitaría su capacidad de actuar de acuerdo a sus propios intereses".(27)


 


Cuando ya las primeras bombas caían sobre Bagdad, el Parlamento turco autorizó el uso de su espacio aéreo por parte de Estados Unidos, pero lo condicionó a la aprobación por parte de los norteamericanos de la presencia de las tropas turcas en Irak. El gobierno norteamericano, temeroso de los inevitables enfrentamientos que se producirían ante la entrada de las tropas turcas en el Kurdistán iraquí, vetó su ingreso y, al mismo tiempo, retiró la oferta de "compensación económica". Pese al veto norteamericano, Turquía envió destacamentos de "fuerzas especiales" que se estacionaron en el Kurdistán iraquí, en las inmediaciones de la frontera con Turquía. Seis días después de iniciadas las operaciones, los cielos turcos siguen cerrados a las naves norteamericanas y británicas.


 


La insistencia de Turquía en desplegar sus propias tropas en el norte de Irak se explica por su temor a que los kurdos aprovechen la caída de Saddam para establecer un "gobierno autónomo" que relance la lucha nacional de los kurdos de la propia Turquía. En particular, Turquía declaró públicamente que no permitiría que las milicias kurdas se apoderaren de las ciudades de Mosul y Kirkuk, cabezas de dos de las zonas petroleras más ricas de Irak; el gobierno turco teme que el manejo petrolero le dé a los kurdos el "músculo financiero" necesario para impulsar una lucha independentista que se extendería más allá de las fronteras iraquíes.


 


Las arbitrarias divisiones territoriales trazadas por las potencias coloniales en Medio Oriente al finalizar la Primera Guerra Mundial, y los acuerdos de Yalta entre el imperialismo y la burocracia soviética al finalizar la Segunda, dejaron al pueblo kurdo sin un Estado nacional. Los treinta millones de kurdos conforman el mayor pueblo en todo el planeta que carece de un Estado propio, y se encuentra disperso en varios Estados: en Turquía (donde constituyen el 20% de la población); Irak (el 25%) e Iran (el 17%); también hay comunidades kurdas en Siria y en la ex república soviética de Armenia.


 


El pueblo kurdo lleva adelante una lucha centenaria por su autodeterminación nacional e independencia; en el curso de esta lucha heroica, ha sido masacrado en innumerables oportunidades por el propio imperialismo y por los regímenes nacionalistas o proimperialistas de la región. A partir de 1991, sin embargo, las direcciones kurdas lograron establecer en el norte de Irak una "zona autónoma" bajo la protección de las armas norteamericanas. Esta "zona autónoma" es un protectorado norteamericano cuya función no es garantizar la independencia nacional del pueblo kurdo (los norteamericanos permitieron que el levantamiento kurdo de 1991 fuera aplastado sangrientamente por Saddam), sino desenvolver la dominación del imperialismo.


 


Tanto Turquía como Irak y los restantes Estados de la región vetan el nacimiento de un Estado kurdo (e incluso de un Kurdistán "autónomo" en el seno de un Estado federal iraquí), porque lo consideran un factor de "desestabilización" de toda la región.


 


El fracaso de las negociaciones entre Estados Unidos y Turquía para la apertura del "frente norte" constituye un golpe de importancia para los norteamericanos desde el punto de vista de las operaciones militares, que no podrán utilizar sus divisiones blindadas "pesadas" y que deberán limitarse a valerse de tropas aerotransportadas, dotadas de armamento mucho más liviano. Pero los principales daños son políticos.


 


El fracaso de las negociaciones pone en cuestión una alianza política y militar – la de Estados Unidos y Turquía – que fue uno de los puntales de la política norteamericana en Medio Oriente en los últimos cincuenta años, y pone a Turquía frente a una crisis política devastadora.


 


Una intervención unilateral del ejército en el Kurdistán iraquí sería, simplemente, desastrosa para Turquía: la enfrentaría directamente a Estados Unidos y también a Europa, que le ha advertido que su entrada en la guerra podría liquidar las posibilidades de su ingreso a la Unión Europea; por otro lado, dada la oposición norteamericana a la intervención unilateral turca, una entrada masiva de tropas y el inevitable enfrentamiento que se produciría con las milicias kurdas tendrían como resultado "acelerar la autonomía ku rda".(28) Pero si no interviene (con el agravante de que su negativa a permitir el ingreso de las tropas norteamericanas ha dejado a las milicias kurdas como la principal fuerza militar sobre el terreno), podría ver nacer en su frontera una "entidad nacional" kurda. Ahora que el imperialismo norteamericano se prepara a "redibujar el mapa de Medio Oriente", "el recuerdo de cómo las potencias occidentales dividieron el Imperio Otomano, creando Irak con tres de sus porciones, obsesiona a Turquía".(29)


 


En estas condiciones explosivas, Turquía deberá enfrentar la amenaza de la cesación de pagos, que se verá agravada por la retracción comercial que provocará la guerra. En los últimos dos años, Turquía sufrió una quiebra económica sólo comparable a la argentina. La crisis de los bancos y el peso insoportable de la deuda externa llevaron al gobierno a un acuerdo con el FMI que tuvo consecuencias desastrosas para la población trabajadora: la moneda se devaluó a la mitad, la inflación anual es del 70%, la caída de la producción fue del 10% anual, la miseria es masiva, el desempleo supera el 20%. No es de extrañar que, en estas condiciones, el régimen político turco se haya derrumbado en las últimas elecciones: los tres partidos que integraban la coalición gubernamental no llegaron, en conjunto, al 7% de los votos.


 


El nuevo gobierno "islámico moderado" encabezado por Recep Erdogan, necesita desesperadamente el concurso del imperialismo para escapar a la quiebra. Con una economía quebrada, una deuda de 100.000 millones de dólares y el enorme daño para su comercio exterior que significará la guerra, la pérdida de los 30.000 millones prometidos por los norteamericanos será un golpe demoledor; además, el paquete de "salvataje" acordado con el FMI podría hundirse si no hay acuerdo con Estados Unidos. Para "salvar" este acuerdo, el gobierno deberá llevar adelante un plan de austeridad "salvaje", que lo llevará a chocar con los explotados turcos.


 


La caída de la Bolsa turca en un 13% en un solo día, inmediatamente después de que el Parlamento rechazó el acuerdo sobre las tropas, y la devaluación de la lira después de que los norteamericanos dejaron sin efecto la "compensación económica", reflejan los temores de la burguesía a la cesación de pagos que planea sobre el país. Todo esto, en un cuadro de masiva oposición popular a la guerra y a las medidas de "ajuste" que exige el FMI, plantea la caída del gobierno turco, apenas cuatro meses después de haber asumido.


 


El gobierno "musulmán moderado" no es más que una anécdota pasajera en el proceso del derrumbe de régimen político como consecuencia de la quiebra capitalista turca.


 


Una trampa mortal para los kurdos


 


"En un plazo de pocas semanas – escribe un corresponsal británico en el norte de Irak, los kurdos de Irak – reemplazaron a los turcos como los aliados claves en el frente norte de la guerra contra Saddam Hussein. Las reclaciones entre Estados Unidos y Turquía están en baja y, por una vez en su historia, los kurdos tienen una gran potencia de su lado".(30)


 


El fuerte de este corresponsal, con toda seguridad, no es la historia. Porque no es cierto que los kurdos nunca han tenido "una gran potencia de su lado". Todo lo contrario.


 


En 1920, el Estado turco que sucedió al Imperio Otomano amenazaba tomar por la fuerza los yacimientos petroleros de Kirkuk y Mosul, en el Kurdistán iraquí, en manos de los ingleses. Estos firmaron entonces, con las direcciones kurdas de la época, el Tratado de Sevres (agosto de 1920), que preveía el establecimiento de un Estado nacional kurdo para ganar su apoyo contra los turcos. Pero en 1921, apenas zanjadas las divergencias entre turcos e ingleses, Gran Bretaña desconoció el Tratado de Sevres y firmó en 1923 el Tratado de Lausana, que dividió el Kurdistán entre Turquía, Irak e Irán. Los kurdos se rebelaron ante la "traición" británica pero fueron salvajemente reprimidos por las tropas de ocupación inglesa; el entonces ministro de Colonias Winston Churchill, impulsó la utilización de gases contra las "tribus incivilizadas" kurdas.(31)


 


Setenta años después, en 1991, luego de la primera guerra del Golfo, Bush padre llamó a los kurdos a levantarse contra Saddam. Cuando éstos se levantaron siguiendo su llamamiento, Estados Unidos simplemente se cruzó de brazos a observar cómo los kurdos eran masacrados por las tropas iraqiuíes.


 


Lo que muestra la experiencia histórica es que cada vez que "una gran potencia" imperialista dijo estar "del lado de los kurdos", fue el anticipo de una nueva masacre. Esta experiencia histórica, sin embargo, no ha enseñado nada a las direcciones nacionalistas kurdas, que siguen una política abiertamente antinacional, ya que se han colocado en la primera línea del plan de guerra norteamericano. Las milicias de los partidos nacionalistas se encuentran bajo el comando directo de las fuerzas norteamericanas (32) y los partidos kurdos se han integrado plenamente al frente político de la oposición iraquí que juega como "respaldo civil" de la invasión norteamericana. Hace ya mucho tiempo que estas mismas direcciones abandonaron, en los hechos, la consigna nacional histórica, la de una república kurda única. En función de sus intereses de clase – asociarse a los vencedores en la explotación de las riquezas petroleras del Kurdistán iraquí – abandonaron las reivindicaciones nacionales y colaboran con la agresión norteamericana.


 


Pero la ocupación militar de Irak por parte de los Estados Unidos liquidará la "autonomía" de que han gozado los kurdos iraquíes desde 1991. En el cuadro de un gobierno militar de ocupación centralizado, los kurdos "serán reducidos a un Estado (iraquí) único en el que serán una minoría".(33) El alto mando norteamericano ya indicó que impedirá que las milicias kurdas aprovechen la ofensiva contra Saddam para ganar el control de Mosul y Kirkuk, dos ciudades históricamente kurdas y centro de una de las regiones petroleras más ricas de Irak. La recomposición de las relaciones políticas, hoy en baja, entre Turquía y Estados Unidos se hará, sencillamente, a expensas de los kurdos y sus reivindicaciones nacionales.


 


La existencia de la cuestión nacional kurda en Irak – y de la opresión de la burguesía iraquí sobre el pueblo kurdo – no altera el carácter de la guerra en curso, que es una guerra imperialista, de saqueo y opresión. Las direcciones nacionalistas kurdas pretenden que, mediante la alianza con el imperialismo, lograrán hacer avanzar la causa de la independencia nacional. ¿Cómo podría un pueblo liberarse a través de una guerra de opresión y conquista? ¿Cómo podrían los kurdos "liberarse" en el cuadro de un agravamiento de la opresión nacional en la región y del fortalecimiento de las potencias opresoras?


 


La defensa del derecho del pueblo kurdo a su autodeterminación nacional y a establecer un Estado independiente nunca puede justificar la política proimperialista de las direcciones nacionalistas kurdas ni desmentir el hecho de que están embarcadas en una guerra imperialista que ahogará en sangre las reivindicaciones y los derechos democráticos y sociales de todos los pueblos de Medio Oriente y, entre ellos, los del propio pueblo kurdo.


 


Un gigante con pies de barro


 


El imperialismo ha diseñado fantásticos planes para ocupar Irak, reorganizar políticamente Medio Oriente e incluso reorganizar el conjunto de las relaciones internacionales a partir de la guerra de Irak y de las que le sigan. Pero todos esos planes chocan con una contradicción esencial: el Estado que pretende reorganizar el mundo a su imagen y semejanza es débil, política y financieramente.


 


En el marco del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Estados Unidos no sólo no logró alinear a Francia, Rusia, China y Alemania; tampoco logró llevar a sus posiciones a los restantes integrantes del Consejo de Seguridad, entre los que se encuentran países política, financiera y militarmente subordinados a los Estados Unidos como México, Chile, Pakistán, Guinea, Camerún y Angola. De la "coalición" que encabeza, sólo dos países – Gran Bretaña y Australia – han consentido enviar tropas. A último momento, España se bajó de la guerra; Italia se había bajado mucho antes. Más aún, algunos de sus "aliados", como Jordania o los países de Europa del Este, simplemente han sido alquilados y su apoyo deberá ser pagado en dólares contantes y sonantes. En el caso de Turquía, ni siquiera pagando logró que lo autorizara a desplegar tropas en su territorio. Demasiado poco para una potencia que pretende rediseñar el mundo.


 


A la debilidad externa hay que agregarle, además, las divisiones internas del propio imperialismo norteamericano, que habrán de plantearse abiertamente como consecuencia de la crisis económica y de los enfrentamientos con Europa (¡y ni qué decir si la guerra "se complica"!).


 


Este Ejecutivo debilitado por las condiciones de la crisis mundial, carece de las condiciones financieras necesarias para llevar adelante la empresa que se propone.


 


"Las ambiciones imperiales de Bush – dice una revista de centroizquierda norteamericana – se apoyan en arenas movedizas y finalmente se hundirán con seguridad. No se puede sostener un imperio desde la posición débil de un deudor, tarde o temprano los acreedores cortarán el chorro. Esta humillante lección fue aprendida por Gran Bretaña a principios del siglo pasado y Estados Unidos enfrenta el mismo problema (…) La ambición norteamericana de dirigir el mundo está pesadamente hipotecada".(34)


 


Precisamente, el mayor secreto de la guerra en curso no es militar sino económico: ¿cuánto costará la invasión a Irak? El jefe de asesores económicos de Bush, Lawrence Lindsay, perdió su empleo por hacer pública una estimación de 100.000 millones de dólares. Las estimaciones más realistas, sin embargo, llegan a los 600.000 millones.(35)


 


Al mismo tiempo que infla el gasto militar por la invasión de Irak, el gobierno norteamericano impulsa una rebaja de impuestos de 1,5 billon de dólares para la próxima década. El eje de la reforma de Bush es transferir la carga impositiva de los beneficios del capital al consumo popular.


 


La combinación del aumento del gasto militar con rebaja de impuestos, cuando Estados Unidos ya tiene un déficit fiscal del 3,5% de su PBI, llevó a la decana de una de las más importantes universidades de economía británicas a afirmar que "la guerra carece de estrategia financiera.(36) Menos académico, un editorialista calificó la política fiscal de Bush como "lunática".(37)


 


Para fines de la década, el déficit fiscal norteamericano superará el 10% de su PBI. ¿Cómo se pretende financiar este déficit monumental? "La Casa Blanca está asumiendo implícitamente que el resto del mundo pagará una parte sustancial de la cuenta".(38) La pretensión de que el conjunto de la economía mundial financie el déficit fiscal de los Estados Unidos (cuya función es subsidiar masivamente al capital norteamericano bajo la forma de un enorme gasto militar y la sistemática reducción de impuestos al capital) es un síntoma manifiesto de parasitismo en la economía, supuestamente, más pujante del planeta.


 


¿Pero? por qué los europeos, los asiáticos y los sauditas querrían financiar la expansión militar norteamericana cuando, precisamente, uno de los objetivos de esta expansión es golpear los intereses de los capitalistas europeos, asiáticos y de las "petromonarquías"? El déficit fiscal norteamericano muestra la incapacidad del Ejecutivo más poderoso del planeta para conciliar las explosivas contradicciones de la crisis mundial.


 


En realidad, "ya hay signos preocupantes de que los extranjeros están comenzando a reducir sus masivas tenencias de dólares y de activos en dólares", lo que está provocando la caída del dólar.


 


En este punto, se cruzan los intereses contradictorios de los propios grupos capitalistas norteamericanos. La revista Business Week, que representa los intereses financieros, advertía en septiembre pasado, en una nota editorial, que "Estados Unidos no puede ir solo (a la guerra)". Para los editores, "el cambio radical de orientación de la política exterior norteamericana" bajo Bush y su pretensión de "libertad de acción unilateral (…) amenaza los intereses económicos globales de los Estados Unidos". Es que mientras la guerra favorece los intereses de la industria armamentista y petrolera; afecta a los bancos y a la Bolsa, que se financian en gran medida con fondos provenientes del exterior, de los países árabes, Europa y Japón. Sin la "cooperación con naciones que se están volviendo crecientemente antagónicas con Estados Unidos, ¿quién financiará la deuda pública o el déficit del comercio exterior norteamericano?".(39) El agravamiento de la crisis fiscal norteamericana, las convulsiones económicas que provocarán la agudización de los choques entre las grandes potencias, la carga de la ocupación de Irak y la continuidad de la política guerrerista, agravarán las contradicciones que se ventilan al interior de la propia burguesía norteamericana.


 


El debilitamiento del dólar llevaría a Estados Unidos a "opciones dolorosas": un aumento sostenido de la tasa de interés, que hará "caer la inversión y los niveles de vida", o "profundos recortes en educación, salud y jubilaciones".(40) En esta dirección, el gobierno de Bush ya señaló "su deseo de privatizar la seguridad social y el sistema de salud pública".(41)


 


En resumen, la "estrategia financiera de la guerra" reposa en un ataque sin precedentes a las conquistas sociales históricas de los trabajadores norteamericanos. Anticipándose a la explosiva tensión social que provocarán estos ataques, el gobierno norteamericano viene reforzando sistemáticamente los aparatos represivos y de espionaje internos con la excusa de la "lucha contra el terrorismo".


 


Crisis mundial


 


La guerra contra Irak tiene lugar en un marco histórico preciso, el de la crisis histórica del régimen de la dominación social del capitalismo, que se manifiesta en la transformación de las crisis financieras en bancarrotas capitalistas y quiebra de regímenes políticos y la tendencia internacional de los explotados a protagonizar huelgas, manifestaciones de masas, piquetes y rebeliones populares.


 


Esta crisis histórica se evidencia en la tendencia deflacionaria y depresiva que enfrentan Estados Unidos y Europa como consecuencia de los derrumbes bursátiles, las quiebras de grandes empresas, la montaña de deudas incobrables, la contracción del crédito y del comercio mundial y la sobreacumulación de capital en todas sus formas, como la que golpea a Japón desde hace mas de una década, sin salidas a la vista.


 


Las distintas salidas "económicas" que ha intentado el capital mundial en las últimas décadas – la globalización financiera, la apertura de las economías, las privatizaciones, el desarrollo de nuevos sectores tecnológicos, las fusiones empresarias, la penetración en Rusia y China y los intentos de coordinación de una política económica mundial por la vía de los "organismos multilaterales" – han fracasado; los tres grandes bloques imperialistas se encuentran, conjuntamente, en depresión.


 


Es en este cuadro histórico que el capitalismo busca una salida por medio de la guerra y del sometimiento efectivo y real de las naciones atrasadas y las masas de los desaparecidos bloques "socialistas".


 


La invasión de Irak – como antes las de los Balcanes y Afganistán – muestra la tendencia general del imperialismo a resolver la crisis mundial por la vía de las guerras. Este camino plantea una agudización de las contradicciones del imperialismo norteamericano y las burguesías europeas y japonesa, así como convulsiones y crisis crecientes para las burocracias restauracionistas china y rusa.


 


La guerra contra Irak es apenas una de las muchas y extraordinarias manifestaciones de la crisis histórica del capitalismo.


 


Estados Unidos y Europa


 


Alrededor de la guerra de Irak se libró una violenta batalla política internacional, que enfrentó a Estados Unidos y Gran Bretaña con Francia, Alemania y Rusia y que tuvo como escenarios el Consejo de Seguridad de la Onu, y la Otan. Los enfrentamientos fueron tan violentos que "Francia y Estados Unidos se trataron mutuamente como enemigos durante el proceso diplomático en las Naciones Unidas".(42) Cualquiera sea la evolución futura, "los daños son irreparables".(43)


 


El enfrentamiento, sin embargo, no se reducía simplemente a Irak. En este punto, en realidad, todos acordaban en forzar su "desarme", poner al país bajo "control internacional" y abrir la explotación de sus riquezas petroleras a las compañías extranjeras. El propio Le Monde define el planteo de Chirac como "un protectorado de las Naciones Unidas que habria obligado a Irak a desarmarse gracias a la presión exterior de los Estados Unidos y al control interno de los inspectores".(44) Ni siquiera; su causa es la guerra: tanto Francia como Alemania y Rusia declararon más de una vez que no descartan el uso de la fuerza como "último recurso" para imponer esos objetivos.(45)


 


Lo que enfrenta a los dos bloques es más de conjunto. Para decirlo en las palabras de un diplomático francés, "lo que está en juego supera el caso iraquí (…) lo que se define es todo el sistema de relaciones internacionales en la posguerra fría".(46)


 


El corresponsal del Financial Times en París escribía a mediados de febrero que "hubo un gran cambio en las posiciones, las tácticas y las actitudes de Francia en el último mes". Hasta la aprobación de la resolución que envió a los inspectores a Irak, dice, Francia siguió una política de "cooperación" con Washington, pero desde entonces, observa, "se sintió obligada a construir una alianza contra Estados Unidos".(47) Francia, confirma otro observador, "no simplemente expresó sus objeciones a los planteos de los Estados Unidos sino que utilizó sus recursos agresivamente para bloquear los objetivos norteamericanos".(48)


 


¿Qué llevó a Francia a "sentirse obligada" a armar una alianza con Alemania y a actuar "agresivamente" para bloquear a Bush?


 


La evidencia de que, bajo la ofensiva norteamericana, Francia y Alemania estaban perdiendo el control político de la Unión Europea. Lo que alteró el comportamiento franco-alemán fueron las declaraciones comunes firmadas por Gran Bretaña, España, Portugal, Italia, Dinamarca y la totalidad de los países de Europa del Este (es decir, quince de los 25 miembros de la UE "expandida"), al margen de la UE, respaldando la invasión norteamericana a Irak. "Las huellas norteamericanas en estas declaraciones están por todos lados".(49)


 


La ofensiva norteamericana está poniendo en cuestión el proceso de extensión de la Unión Europea, en la misma medida en que el bloque pro-norteamericano "bien podría ser mayoritario después de la extensión".(50)


 


Otro aspecto de esta ofensiva es el hundimiento del acuerdo para la unificación de Chipre, dividida desde 1974 entre turcos y griegos. La Unión Europea respaldaba este acuerdo para incorporar, en el 2004, a la isla reunificada, pero la diplomacia norteamericana lo torpedeó. El fracaso de la unificación de Chipre es un nuevo golpe al proceso de ampliación de la Unión Europea porque, además, dificulta aún más la ya difícil entrada de la propia Turquía a la UE.


 


El fracaso del acuerdo de Chipre, las crecientes dificultades al ingreso de Turquía y la alineación de los países de Europa Oriental con Estados Unidos constituyen una inocultable victoria política norteamericana: "El envenenamiento del proceso de extensión de la UE (es) una prioridad política para Estados Unidos desde hace mucho tiempo".(51)


 


Como parte de esta ofensiva, Estados Unidos se plantea pasar a la Otan a un segundo plano y retirar una parte de sus tropas de Europa. Un profesor norteamericano observa que los aliados europeos de Estados Unidos son Estados costeros, lo que le permitiría retirar tropas del continente (en particular de Alemania) mientras mantiene un pleno acceso a los mares que rodean Europa. Sobre la "vieja Europa" pesa la amenaza de verse rodeada por los portaaviones norteamericanos.


 


El vértigo de esta crisis fracturó por dentro a cada uno de los bloques enfrentados. En Estados Unidos, The New York Times (52) acusa a su propio gobierno de "socavar al Consejo de Seguridad" y, por esta vía, "provocar un colapso en el sistema de seguridad colectiva". En el partido de Chirac, por su parte, ha aparecido una fracción "bushista", partidaria de sumar a Francia al carro de guerra norteamericano (53).


 


La crisis europea fogoneada por los norteamericanos, apenas está en sus comienzos. Franc ia y Alemania ya advirtieron a España y Portugal que no seguirán subsidiando el desarrollo de esos países mediante las llamadas "políticas de solidaridad".(54) Los países de Europa del Este tendrán subsidios reducidos "y no tendrán los mismos derechos que España y Portugal en los años 80", cuando ingresaron a la UE.(55) Pero, como advierte Le Monde (56), la Unión Europea "no sobreviviría a una supresión de las políticas de solidaridad".


 


No hay que sorprenderse de que, en este cuadro, Francia y Alemania hayan reflotado la idea de "una Europa de dos velocidades", en la que los aliados europeos de Estados Unidos serían excluidos de la unión política. El ex ministro socialista francés Pierre Moscovici advirtió que la participación de Gran Bretaña en una invasión a Irak sin la autorización de las Naciones Unidas sería "el fin del camino europeo de Blair".(57) España, por su parte, denunció el plan franco-alemán como "la ruptura total de la Unión Europea".(58)


 


¿Qué alternativas enfrentan Francia y Alemania? Según Jacques Sapir, director de la francesa Escuela de Altos Estudios Sociales, sólo les caben dos caminos. El primero, un enfrentamiento abierto con Estados Unidos, lo que provocará "una sucesión de crisis europeas con el ascenso de posiciones cada vez más nacionalistas". Lo que lleva entonces a la "segunda solución: que Francia y Alemania acepten la tutela norteamericana. Con consecuencias claras: la declinación de nuestras industrias y de nuestras tecnologías (es decir, de "nuestros capitales"), que resultaría de su integración en los sistemas de investigación y desarrollo norteamericanos".(59)


 


Guerra armamentista e industrial


 


El enfrentamiento en las Naciones Unidas es la traducción "diplomática" de una lucha despiada que libran Estados Unidos y Europa en el plano de la industria militar.


 


La razón esencial por la cual Tony Blair respalda la embestida militar contra Irak es que la suerte de la única industria británica de peso en el mercado mundial está estrechamente ligada al Pentágono. La industria armamentista británica – centrada en la defensa aeroespacial – es la segunda en el mundo. Las seis mayores empresas británicas de defensa le venden más al Pentágono que al propio Estado británico; desde 1997, sus ventas a EE.UU. se duplicaron. Su centro de gravedad se ha desplegado a los Estados Unidos, donde sus ventas e inversiones crecen rápidamente, especialmente después del 11 de septiembre. "No es una tendencia; es una estampida sangrienta": así describe The Economist el entrelazamiento de la industria de defensa británica con el Pentágono.(60)


 


Pero mientras el Pentágono otorga generosos contratos a las empresas británicas y comparte con ellas sus desarrollos tecnológicos más "sensibles", las industrias armamentistas de Francia y Alemania no gozan de ninguno de estos privilegios; al contrario, el Pentágono las considera "rivales". Lo mismo sucede con los británicos en Europa: las grandes firmas británicas no tienen mercado en Europa continental.


 


La rivalidad entre las empresas armamentistas se agravó después del 11 de septiembre, porque "Bush y el Pentágono sostienen de manera aún más agresiva a sus empresas" y "han reducido prácticamente a todos los demás al rango de Estados vasallos. Si esto continúa, no quedará más que una industria de defensa, la norteamericana".(61) Así, la Dassault francesa perdió a manos de la Boeing y la Martin Lockheed jugosos contratos de provisión de aviones caza para Australia y Corea… "a pesar de que las evaluaciones técnicas, de costo y las proposiciones de transferencia de tecnología había colocado al Rafale francés por delante del F-15K norteamericano".(62) Pero el "golpe de gracia" para Francia y Alemania fue la resolución, por parte de los gobiernos de Europa del Este, de confiar su reequipamiento militar a empresas norteamericanas, en medio de grandes protestas de las empresas alemanas y francesas y de sus gobiernos, que los acusan de "ingratos" y de "traicionar el espíritu europeo".(63)


 


La lucha de los capitales norteamericanos (y sus "vasallos" británicos) con los capitales franceses y alemanes en la industria armamentista es apenas un aspecto de una lucha industrial más amplia, en la que los europeos están llevando la peor parte.


 


"Los más recientes informes sugieren que la perspectiva de las mayores empresas industriales del continente europeo raramente ha sido tan sombría".(64) El mismo informe refiere que los gerentes y accionistas de "los nombres más venerables de la Europa industrial, (…) de las empresas más representativas de cada país" entraron en "pánico" ante la perspectiva de quiebras y retrocesos sin precedentes en sectores enteros, desde la fabricación de automotores, hasta la industria del acero, la mecánica, la de las construcciones civiles, la química, la aeronáutica y espacial, la de fabricación de computadoras y teléfonos celulares. La Europa industrial es un continente en ruinas.


 


En los últimos años, las grandes empresas industriales europeas acumularon montañas de deudas para financiar su expansión – mediante compras y fusiones. Pero, a la hora de pagar sus deudas, se encuentran con que los mercados están en retroceso y que sus clientes desaparecieron. La combinación de deudas enormes y una capacidad ociosa creciente derrumbó los beneficios de las empresas industriales: el rojo es el color predominante en todos los balances. Su situación financiera se ve agravada por la aguda crisis de los fondos de pensión que cubren a sus trabajadores y que se han hundido como consecuencia de las caídas bursátiles: en toda Europa, el agujero financiero de los fondos de pensión trepa a los 450.000 millones de dólares.


 


Los grandes grupos industriales europeos están "tan desesperados"(65) que salieron a vender sus activos menos rentables… para encontrar que no tenían compradores. Ahogados financieramente, están obligados a vender sus activos más rentables. Fiat anunció la venta de Fiat-Avio, su división más rentable, para salvar a la deficitaria Fiat Auto; Invensys, "el último de una larga fila de grupos industriales británico al borde de la quiebra"(66), después de haber malvendido algunos activos secundarios ahora se ve obligado a vender sus mejores activos para pagar su deudas bancarias. Alstom, fabricante de barcos y ferrocarriles, al que se califica como "la joya de la corona industrial de Francia" (ídem), tuvo que vender sus dos divisiones más rentables para reducir su deuda. Así, las grandes empresas están concentrando los peores negocios, lo que anticipa una quiebra segura; esto explica que ante la noticia de la venta de los activos más rentables de la Alstom, sus acciones cayeran el 50% en un solo día.(67) En los últimos dos años, Alstom perdió el 90% de su valor bursátil, un derrumbe en una escala que hasta ahora sólo se había visto en el siniestrado sector de las telefónicas.


 


El derrumbe de la Europa industrial se suma a la continuidad de la imparable caída de la "nueva economía" de las telecomunicaciones (68) y de los bancos que financiaron la expansión industrial y de las telecomunicaciones. Los más amenazada son los alemanes, al punto que "los mercados han comenzado a descontar lo impensable: la quiebra de bancos alemanes".(69)


 


La competencia con sus rivales norteamericanos está destrozando a las empresas europeas. La devaluación del dólar y la revaluación del euro están comprimiendo dramáticamente sus márgenes de beneficio.


 


Pero la principal ventaja de las norteamericanas es el enorme y creciente gasto militar, que les permite compensar la caída (que también se registra en los Estados Unidos) de la demanda civil. La General Electric, por ejemplo, vende más motores de aviones al Pentágono que a todos sus clientes comerciales juntos. Los 310.000 millones del dólares de presupuesto militar de Estados Unidos – contra 144.000 millones de toda Europa – es un enorme subsidio al capital norteamericano. – Estados Unidos, se lamenta Le Monde, – hace de la investigación y el desarrollo un arma de guerra.(70) Europa se ve obligada a renunciar a competir con los norteamericanos en este terreno para evitar el hundimiento financiero que le ocasionaría una carrera armamentista.


 


El contraste con las empresas europeas es abismal. AEDS, fusión de la alemana Dasa con las francesas Matra y Aerospatiale, principal accionista de Airbus y fabricante de los satélites europeos Arianne, a la que se califica como "el corazón de la defensa europea"(71), planea despedir a 1.700 trabajadores y su futuro se presenta "oscuro" (ídem). Giat, fabricante del tanque Leclerc, enfrenta su sexta reestructuración en diez años, con el despido de 3.500 de sus 6.700 empleados, como consecuencia de las enormes pérdidas que enfrenta por la reducción del número de tanques que le comprará el Estado francés (sólo 406 cuando se preveían 1.400). El astillero estatal francés DCN, fabricante de buques de guerra y submarinos nucleares, anunció la supresión de mil empleos (el 10% de su fuerza laboral) en los próximos tres años.


 


En esta lucha industrial mortal, y en particular en la rama de las industrias militares, no sólo se juega el destino de determinados grupos sino por sobre todo el propio futuro industrial europeo. No es tal o cual grupo sino el capital europeo en su conjunto lo que está en cuestión. Esta es una de las razones centrales de la división de la Unión Europea frente a la guerra y del enfrentamiento de Francia y Alemania con Estados Unidos.


 


Europa: un tembladeral político


 


El descomunal enfrentamiento con los Estados Unidos – y sus consecuencias, la fractura de la Unión Europea y las crisis de las Naciones Unidas y la Otan – desestabilizaron a todos los gobiernos del continente. Desde el At lántico hasta Rusia, Europa es un tembladeral político.


 


En Alemania, la perspectiva de "perder el Este" desató una crisis política mayúscula. La burguesía alemana no parece dispuesta a sostener el choque en que se ha empeñado Schroëder con los Estados Unidos. Para verlo no hay más que recordar que la principal empresa industrial alemana, la Daimler Benz, está asociada con la Chrysler de Detroit.


 


Pero la posición de la burguesía alemana no es el único factor de crisis política; tanto o más importante es la presión norteamericana. El influyente presidente del Consejo para la Política de Defensa de Estados Unidos, Richard Perle, traza el siguiente cuadro: "El canciller actual se irá y Alemania volverá a la normalidad, es decir a reconocer la importancia de la relación norteamericano-alemana, y comprenderá que el enfrentamiento no es la mejor manera de proteger los intereses alemanes".(72) Los norteamericanos están promoviendo la caída de Schroèder. Exactamente ésas son las intenciones que la prensa norteamericana le atribuye a Rumsfeld y al gobierno norteamericano: "promover la aniquilación política del canciller Gerhard Schroèder y un cambio de régimen en Alemania".(73)


 


Pero quebrar a Alemania es el primer paso para luego quebrar a Francia. El gobierno de Chirac salió severamente debilitado de su choque con Estados Unidos: su pretensión de impulsar una "política exterior y de defensa común europea" quedó en la ruina ya que en el continente, además de Alemania, sólo Bélgica, Luxemburgo y Suecia lo respaldaron. Su pretensión de jugar un papel "más importante" en Medio Oriente también fue golpeado ya que no pudo bloquear la guerra.


 


Si Alemania, sin Schroëder, y Rusia, con Putin, pueden llegar a un reacomodamiento de sus relaciones con el imperialismo norteamericano, el caso de Francia es distinto: "Washington buscará dar un ejemplo de las consecuencias que traen los intentos activos de bloquear la política norteamericana (…) una muestra de que los costos de resistirse a las políticas de Estados Unidos son muy elevados…".(74) Algunos de los planteos que se escuchan en Estados Unidos son excluir a Francia de la Otan y "transferir" su banca permanente en el Consejo de Seguridad a la Unión Europea.(75)


 


Pero si Schroèder enfrenta una crisis política por no ir a la guerra, Blair, Berlusconi y Aznar la enfrentan por su apoyo a la aventura militar. Todos ellos se encuentran ante un masivo repudio popular; en las manifestaciones monstruo que se vienen realizando en Londres, Roma y Madrid, no sólo se repudia la guerra sino que se reclama, como en Argentina, "¡Fuera Blair!", "¡Fuera Aznar!" y "¡Fuera Berlusconi!".


 


Blair debió enfrentar una serie de renuncias en su gabinete y un número mayor de renuncias en cargos ministeriales menores. Robin Cook, jefe de la bancada laborista en la Cámara de los Comunes, ya presentó su renuncia. El bloque parlamentario laborista se fracturó casi por la mitad. En estas condiciones, la continuidad del gobierno dependería de la oposición conservadora.


 


El fondo de la crisis política es el masivo repudio popular a la guerra, el cual tendrá consecuencias electorales a corto plazo: los activistas del partido en los "bastiones laboristas" dan cuenta del "profundo descontento" de sus votantes laboristas tradicionales. Un alto funcionario del gobierno norteamericano reconoció que Blair "fue demasiado lejos; fue más allá de sus posibilidades".(76)


 


Blair espera que una rápida victoria le permita capear la crisis política. Es cierto que si la guerra se complica, la caída de Blair estaría planteada a la orden del día. Pero incluso con una victoria, su gobierno, dividido y repudiado, estará herido de muerte. En esas condiciones, se verá obligado a enfrentarse con los norteamericanos: Blair viene sosteniendo que Irak debe ser rápidamente puesto bajo la administración de la Onu, algo que los más altos funcionarios de la Casa Blanca rechazaron explícitamente. Uno de esos func ionarios declaró brutalmente acerca del futuro del primer ministro británico: "No tengo lástima por Blair (ya) que demostró una debilidad que permitió la rebelión de los miembros de su partido y su gabinete".(77) Blair será una de las primeras víctimas imperialistas de la guerra imperialista.


 


Pero la crisis de Blair tiene un impacto "transatlántico". "El futuro de Bush está en las manos de Blair", afirma Linda Bilmes, catedrática de Harvard, en referencia a que su concurso lo único que le permite a Estados Unidos decir que encabeza una "coalición", y al "atractivo" que representaría el primer ministro laborista para un ala del partido demócrata norteamericano. La crisis política que enfrenta Blair es, también, una amenaza para la presidencia norteamericana.


 


En medio del tembladeral, Blair, Chirac, Schroëder, Aznar y Berlusconi se ufanan de que sus opositores internos – sean conservadores, socialistas, demócrata-cristianos o centroizquierdistas – están en ruinas. Europa se debate entre gobiernos tambaleantes y oposiciones impotentes: son los regímenes políticos y sus instituciones, de conjunto, los que están en cuestión.


 


Rusia y China frente a la guerra


 


Una de las recriminaciones más habituales que sus enemigos políticos imperialistas dirigen al secretario de Estado norteamericano Colin Powell es haber "dado por seguro" el apoyo de las burocracias restauracionistas de Rusia y China a la guerra imperialista contra Irak. Hasta el último minuto, el Departamento de Estado norteamericano desarrolló febriles negociaciones con los enviados de Moscú para sumar a Rusia. ¿Acaso el Kremlin y Pekín no habían apoyado la guerra contra Afganistán? ¿Acaso Putin no había autorizado el despliegue de bases y tropas norteamericanas en las ex repúblicas soviéticas de Asia Central?


 


Esta vez, sin embargo, Rusia se alineó detrás de Francia y Alemania (aunque con un "perfil" mucho más bajo); la oposición de China a la guerra, por la propia voluntad de la burocracia de Pekín, pasó desapercibida.


 


El "error de apreciación" de los diplomáticos norteamericanos no sólo se apoyaba en la conducta de las burocracias rusa y china en la reciente guerra afgana; tomaba en consideración, por sobre todo, los sólidos lazos financieros, económicos y políticos establecidos por las burocracias restauracionistas con el imperialismo norteamericano. En particular, el Departamento de Estado consideró que los poderosos intereses petroleros, que son el verdadero poder en Rusia y que se han asociado extensamente con los grandes pulpos petroleros imperialistas, llevarían al Kremlin a la guerra para asegurar, de esta manera, la presencia de las petroleras rusas en la explotación de los yacimientos iraquíes después del derrocamiento de Saddam.


 


El entrelazamiento petrolero entre los grandes pulpos rusos y las empresas norteamericanas y británicas es espectacular. La empresa petrolera rusa TNK-Tyumen contrató a tres grandes capitalistas occidentales – Sir Peter Walters (ex presidente de la British Petroleum y del Midland Bank), Sir William Purves (ex director del HSBC Bank) y el norteamericano James Harmon (ex presidente del Export-Import Bank norteamericano y director del banco de inversiones británico Schroders) para encabezar su nuevo consejo de administración, con el cual espera ser admitida en la Bolsa de Londres, algo que ya han conseguido las dos mayores petroleras rusas, Lukoil y Yukos. Esta última contrató para encabezar sus oficinas londinenses a Lord Owen, ex secretario laborista de Relaciones Exteriores.


 


La elección de "Sires" y "Lores" por parte de las empresas petroleras rusas para encabezar sus consejos de administración "ilustra el hecho de que el mercado accionario de Londres pasó a ser visto, cada vez más, como un medio para atraer dinero internacional". La designación del norteamericano Harmon, por su parte, "demuestra la gran mejora de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos registrada después de los ataques del 11 de septiembre".(78)


 


Mientras las empresas rusas se "abren" al capital externo, los grandes pulpos petroleros corren a Rusia. La British Petroleum compró una cadena de estaciones de servicio en los alrededores de Moscú y está asociada a TNK en la petrolera Sidanko; por sus inversiones, BP es la tercera petrolera rusa. Shell invierte 2.000 millones de dólares anuales para desarrollar el yacimiento gasífero de Sajalin-2, mientras que Exxon desarrolla Sajalin-1, en el extremo este del país. Además del petróleo, se desarrollan inversiones en tierras, ferrocarriles, servicios financieros e infraestructura para la exportación petrolera. Este activo movimiento de capitales ha permitido que la Bolsa de Moscú creciera un 70% en el 2001 y más del 30% en el 2002, mientras las Bolsas occidentales se derrumbaban.


 


Otra manifestación del entrelazamiento petrolero fue la "cumbre petrolera ruso-norteamericana" que tuvo lugar en Houston en los primeros días de octubre pasado y que estableció una "asociación" entre los dos países en materia de explotación petrolera y gasífera. Sus resultados prácticos fueron el aumento de las exportaciones de


 


crudo ruso a Estados Unidos (ya representan el 20% de las importaciones norteamericanas en ese rubro), el aumento de las inversiones de los grandes grupos norteamericanos en la industria petrolera y gasífera rusa, y el establecimiento de acuerdos de reparto de la producción, como el que ya estableció ExxonMobil para la explotación gasífera en los yacimientos Sajalin-1, en el extremo oriental de Rusia.


 


Los intereses de los grupos restauracionistas que se apoderaron de las enormes petroleras rusas explican la "confianza" que tenía el Departamento de Estado en lograr que Rusia se sumara a la guerra. Tanto más cuando, según la prensa, Washington se había comprometido a "compensar" a Rusia – con una tradicional inserción de negocios en Irak – por las pérdidas que sufriría por la caída de Saddam, y cuando, además, Irak había anulado – como represalia por las negociaciones entre las petroleras rusas y el gobierno norteamericano – el contrato que le permitía a la Lukoil explotar uno de los mayores yacimientos iraquíes.(79)


 


Los intereses sociales de la camarilla restauracionista, y en particular los intereses petroleros, empujaban al gobierno de Putin al carro de guerra norteamericano. Pero el error de la diplomacia norteamericana fue no ver que "la guerra plantea serios riesgos para Rusia. El primero es que la rebaja de los precios del petróleo, que sería la consecuencia de la puesta en funcionamiento de los yacimientos iraquíes, hoy apenas explotados, pondría a Rusia – cuyo presupuesto se basa en los ingresos petroleros – ante una grave crisis financiera y presupuestaria. La gran crisis financiera rusa de 1998 coincidió, precisamente, con la caída de los precios internacionales del petróleo después de la crisis asiática. El segundo es que el bloque político armado por Estados Unidos con los países de Europa del Este no sólo apunta contra Francia y Alemania sino también contra Rusia".(80)


 


Al amenazar con una rebaja permanente de su renta petrolera y al reforzar el cerco político y militar imperialista en sus fronteras, la guerra amenaza con aumentar, todavía más, la subordinación de Rusia al imperialismo. Por eso, el presidente ruso Putin justificó su oposición de Rusia al ultimátum presentado por Estados Unidos y Gran Bretaña en las Naciones Unidas afirmando que "(las divergencias) no son sobre Irak (sino) sobre el día después".(81) Es decir, sobre la situación que debería enfrentar Rusia como consecuencia de la guerra.


 


"La guerra imperialista (Balcanes, Chechenia, Afganistán, Irak….) ilumina un fenómeno crucial de la época actual, a saber, que la restauración capitalista en la ex URSS, que comenzó la burocracia stalinista hace más de 70 años, no puede ser coronada dentro de límites locales o exclusivamente económicos, sino que constituye necesariamente una empresa contrarrevolucionaria que deberá afectar a todas las naciones, mundialmente. La revolución de 1917 significó la posibilidad de un salto cualitativo en el nivel de la civilización; la restauración del capitalismo sólo es posible por medio de un retroceso del nivel histórico de la civilización mundial. Es cierto que hay un choque de civilizaciones, pero no entre la islámica y la occidental sino entre la capitalista y el socialismo". (82)


 


Estados policiales: la guerra contra el "enemigo interno"


 


Los tembladerales políticos desatados por los preparativos guerreros, el agravamiento de las tensiones sociales como consecuencia de la crisis capitalista y la necesidad, para el capitalismo, de desarrollar un ataque sistemático, a fondo, contra las conquistas sociales y de organización de los trabajadores, son las raíces sociales de la tendencia mundial del capital al desaforado fortalecimiento de los aparatos represivos y de espionaje interno.


 


El caso más visible es el norteamericano. La "Ley Patriótica", aprobada después del 11 de septiembre, permitió a los organismos de seguridad imponer un conjunto de ataques a los derechos políticos fundamentales con la excusa de la "guerra contra el terrorismo". Se ha legalizado la violación de la privacidad, de la correspondencia, de la vivienda; se han recortado severamente los derechos a la defensa en juicio y se ha autorizado a los servicios de espionaje interno a espiar e infiltrar, sin orden judicial, a cualquier organización social, política, sindical o religiosa. Una resolución judicial estableció que las grabaciones "de inteligencia" pueden ser usadas como prueba en un juicio criminal, algo que hasta ahora estaba expresamente prohibido. Está claro por que las organizaciones de defensa de los derechos civiles denunciaron el espionaje interno como "un peligroso paso hacia un Estado policial".(83)


 


Se ha creado un "superministerio de seguridad interior", que reúne 170.000 agentes y absorberá parcialmente las tareas de 22 agencias existentes. Este monstruo burocrático centralizará el control de fronteras, puerto s e infraestructura y el espionaje de las personas que pasan por ellas (o que trabajan en ellas). Como "esto no alcanza", el gobierno estudia la creación de una nueva agencia de inteligencia interior, paralela y parcialmente competidora con el FBI y la CIA.


 


Los proyectos represivos son verdaderamente "orwellianos": el Pentágono está desarrollando un sistema que le permitirá "cruzar" las informaciones que cada agencia tiene sobre los ciudadanos, incluso sin una orden judicial, algo hasta ahora prohibido por la "ley de privacidad" de 1974. Así, los organismos de espionaje interno podran "colectar información sobre cada compra que usted haga con una tarjeta de crédito, cada revista a la que se suscriba, cada receta médica que presente, cada sitio de Internet que visite, cada correo electrónico que mande o reciba, cada depósito bancario, cada viaje que haga y cada evento al que concurra"(84)… y todo esto sin ninguna intervención judicial. Al frente de este proyecto ha sido puesto un verdadero "demócrata", el vicealmirante John Poindexter, asesor de Seguridad Nacional de Reagan y el principal responsable d e la "operación encubierta" que permitió financiar ilegalmente a los contras nicaragüenses mediante la venta ilegal de misiles a Irán.


 


Una parte sustancial de esta legislación represiva está dirigida contra la clase obrera, sus organizaciones y sus conquistas.


 


Perdida entre las decenas de páginas del proyecto de ley enviado por el gobierno al Congreso para crear una "superagencia" de seguridad interna, está la prescripción que permite al Ejecutivo, según su propia voluntad, "dejar sin efecto todos los convenios colectivos de trabajo". El sindicato de empleados públicos (AFGE) denunció este proyecto como "un código de guerra para reducir los salarios, el seguro de salud, los derechos jubilatorios, los derechos de contratación, la defensa contra los despidos y el derecho a la organización y negociación colectiva".(85)


 


Existe, por parte del Estado norteamericano, una política consciente para regimentar y encuadrar a las organizaciones obreras por medio de los organismos represivos. El Departamento de Justicia lanzó el programa "Tips", por el cual se busca enrolar a varios millones de trabajadores que por su empleo tienen relación frecuente con el público, en una vasta red de informantes. El intento de poner a los trabajadores y a sus organizaciones bajo la bota de los servicios de inteligencia fue rechazado de plano por los sindicatos nacionales de los trabajadores de correos y de las empresas de servicios eléctricos, lo que obligó al Departamento de Justicia a excluirlos del "programa". La central sindical de California lo comparó con "los esfuerzos en la Alemania nazi para convertir a los trabajadores en una red de informantes y espías".(86)


 


La excusa de la "seguridad nacional" fue esgrimida por Bush para imponer la conciliación obligatoria a los portuarios en huelga de la Costa Oeste norteamericana y la ocupación militar de los puertos durante el conflicto.


 


Los ataques a las libertades públicas y a las libertades de organización de la clase obrera son una de las razones que llevaron a numerosas organizaciones sindicales a pronunciarse, muy tempranamente, contra la guerra. Un ejemplo es la convención del Consejo de Organizaciones Sindicales del Estado de Washington, que representa a 600 sindicatos con 450.000 afiliados en todo el Estado, que votó en septiembre pasado una "Resolución contra la guerra y contra la ley patriótica…" que llama a rechazar la "ley patriótica" y otras medidas estatales de "anti-terrorismo", y a no cooperar con los agentes del FBI y la Agencia de Seguridad Nacional que espían y acosan a los ciudadanos políticamente activos, a las minorías y a los inmigrantes; reclama la liberación inmediata de cientos de sospechosos del 11 de septiembre, detenidos sin identificación, y que el gobierno ponga fin a la "guerra contra el terrorismo".(87)


 


Pero no se trata sólo de los Estados Unidos. En toda Europa también se fortalecen los organismos y las leyes represivas en nombre de la guerra "contra el terrorismo", que atacan principalmente a los inmigrantes (es decir, al sector más explotado y desprotegido de la clase obrera del continente). En Grecia, por ejemplo, se votó una ley que permite la extradición a Estados Unidos de sospechosos de "terrorismo" aún cuando los delitos que se les imputen hayan prescripto para la legislación griega y europea.(88)


 


Bajo todos los gobiernos constitucionales se incrementa el régimen de espionaje, represión y control policiales. Este curso confirma el carácter reaccionario de la democracia en la época de la descomposición capitalista: la política democratizante continúa siendo el instrumento político fundamental del imperialismo contra las masas y las naciones oprimidas.


 


Con las banderas de la "democracia", el imperialismo no sólo marcha a la guerra en el exterior; también marcha a la guerra contra su propio "enemigo interno", la clase obrera.


 


Los pueblos contra la guerra


 


La Primera Guerra Mundial, la Segunda, Corea, Vietnam, Afganistán: no es la primera vez que el imperialismo lanza una guerra de opresión, de masacre y de rapiña contra los pueblos del mundo.


 


Pero hoy, en la guerra de Irak, es la primera vez en la historia que el imperialismo marcha a la guerra en el marco de una oposición popular, de masas, de carácter mundial y que tiene como epicentros en un movimiento común, a los pueblos de los países agredidos – los iraquíes en primer lugar, los palestinos, los pueblos árabes de Medio Oriente – y a los pueblos de los países que llevan adelante la masacre. Las imágenes de pueblos enfrentados por la propaganda chovinista de sus propios gobiernos, llevados al matadero en función de los intereses de los capitalistas, ha dado paso a la de una lucha común de los pueblos del mundo, de una punta a la otra del planeta, con una consigna única: abajo la guerra y sus gobiernos.


 


Saliendo a la calle, manifestando, bloqueando el paso de trenes y convoyes militares, las masas se han convertido en un factor y uno relevante de la política mundial. Si no, que lo digan Aznar y Berlusconi, que decidieron no enviar tropas al combate por temor a la gigantesca oposición de sus propios pu eblos.


 


La guerra – que la conciencia popular en todos los países identifica con el petróleo y con la dominación del mundo por parte del imperialismo norteamericano – es la gota que rebalsó el vaso de la paciencia popular, agotada por los despidos, la flexibilización, el retroceso en sus condiciones de vida, la pauperización, el ataque a las libertades democráticas y de organización. Las decenas de millones de personas que se movilizaron en todo el mundo contra la guerra pusieron de manifiesto su antagonismo irreconciliable con los Bush, los Blair, los Aznar y los Berlusconi.


 


No es por azar que en Gran Bretaña, uno de los epicentros de la movilización contra la guerra, haya tenido lugar en el último año un ascenso de las luchas obreras y un direcciones opuestas a la burocracia tradicional de los sindicatos más importante de la última década. Tampoco que las mayores manifestaciones hayan tenido lugar en los países que impulsaban la masacre, es decir en aquellos países donde las manifestaciones tienen un carácter abiertamente antigubernamental y no están cubiertas por la falsa máscara de la "unión nacional" con los gobiernos "pacifistas".


 


"La actitud de las masas contra la guerra y de oposición al imperialismo está combinada con una furia social por el dramático deterioro de las condiciones de vida y el desempleo producidos por la crisis capitalista y las medidas antipopulares tomadas por los gobiernos burgueses y las instituciones financieras internacionales. El propio curso bélico está educando a millones sobre que la crisis social económica del mundo es tan profunda que no puede ser resuelta solamente por medios económicos".(89)


 


Las movilizaciones contra la guerra revelan que la tendencia a la rebelión popular no es una "pecualiaridad" argentina o, cuando mucho, latinoamericana; revelan, como caracterizó el último Congreso del Partido Obrero, que "el Argentinazo es una tendencia internacional". Por eso, mientras los piqueteros se movilizan con la consigna "¡Fuera Duhalde!" y los explotados bolivianos levantan la de "¡Fuera Sánchez de Lozada!", en Europa reclaman "¡Fuera Blair!", "¡Fuera Aznar!" y "¡Fuera Berlusconi!", y en los Estados Unidos "¡Fuera Bush!". "Cambio de régimen en la Casa Blanca" fue, según la corresponsal de un diario argentino, la consigna más coreada en la enorme movilización de 200.000 personas realizada el sábado 2 de marzo en Nueva York.


 


En la misma medida en que Bush y Blair recorrian el camino hacia la guerra, la juventud y los trabajadores recorrian el camino de las movilizaciones. Ya en septiembre pasado se realizaron movilizaciones enormes en Londres y Roma; en octubre tuvieron lugar las primeras grandes manifestaciones en los Estados Unidos, con casi un millón de manifestantes en distintas ciudades. En noviembre, un millón de personas se movilizo en Florencia. En todas estas manifestaciones se destacó una muy fuerte presencia sindical y obrera.


 


A la gran movilización mundial de veinte millones del 15 de febrero le siguieron numerosas manifestaciones en todo el mundo. Algunas, como los bloqueos a los trenes y convoyes de municiones y pertrechos y el bloqueo de las bases y aeropuertos militares en Italia, tuvieron un carácter marcadamente revolucionario.


 


"La movilización está siendo impulsada y desarrollada por un colectivo de organizaciones en el cual hay un conjunto numeroso que integra esta lucha a su combate general contra el capitalismo y el imperialismo. Para centenares de comités y decenas de miles de militantes y activistas, el combate contra Bush es contra un sistema social y político; contra la barbarie capitalista que se expresa en Irak y se manifiesta en todo el mundo (…) las organizaciones del movimiento obrero, en fábricas y en lugares de producción, están directamente implicadas en el movimiento desde su comienzo. Hubo un paro de 15 minutos convocado por los sindicatos, que tuvo un seguimiento del 80 por ciento en las grandes empresas españolas. La manifestación del 15 de marzo en Milán, la más numerosa (700 mil personas), fue convocada por la CGIL. El método de la huelga general ya está presente…".(90) Con el inicio de la ofensiva, constata un diario francés, "el movimiento antiguerra se radicaliza".(91)


 


En un movimiento de esta masividad, es natural que se manifiesten tendencias políticas diversas y contradictorias, desde un ala declaradamente proimperialista, partidaria del "desarme de Irak por vías pacíficas" (92), hasta un ala revolucionaria y clasista. En estas condiciones, la orientación política de las organizaciones de la izquierda adquiere una importancia vital.


 


El centroizquierda en general, y el Secretariado Unificado en particular, se esfuerzan por llevar la movilización contra la guerra al terreno del pacifismo proimperialista. El periódico de la Liga Comunista Revolucionaria, sección francesa del SU, llega al extremo de plantear un verdadero frente único con el imperialista Chirac: "Hay que aprovechar – dice – todo lo que contraría las empresas belicistas de Bush. Es por esta razón que, junto con las cien organizaciones de la coalición anti-guerra francesa, reclamamos que nuestros gobernantes (¡sic!) vayan hasta el final de sus discursos generales y utilicen todos los medios a su disposición".(93) Pero el "reclamo" de la LCR era, simplemente, un saludo a la bandera cuya función era justificar el apoyo a Chirac por cuanto el presidente francés ya había adelantado que vetaría en las Naciones Unidas, "bajo cualquier circunstancia" según sus propias palabras, cualquier resolución que aprobara la invasión a Irak.


 


El 20 de marzo, es decir después de que empezaran a caer las primeras bombas sobre Bagdad, el Secretariado Unificado emitió una declaración política; un día después, sus secciones europeas hicieron lo propio. En ninguna de esas dos declaraciones políticas se critica la naturaleza imperialista de la oposición de Chirac y Schroëder a la guerra, y en ambas declaraciones se llama a luchar contra la guerra pero no a luchar contra los gobiernos imperialistas "pacifistas".


 


Todo esto ilustra el significado exacto del reclamo que levantaba Rouge después de las manifestaciones del 15 de febrero: "por una Europa de la paz y la democracia"(94), es decir por una Europa unificada detrás de las posiciones de Chirac y Schroëder.


 


La subordinación política al imperialismo "pacifista" es un camino de derrota. El camino de la victoria es la lucha por la independencia política de los explotados frente a todos los gobiernos imperialistas, la crítica despiada al "pacifismo" imperialista de Chirac y Schroëder y la denuncia implacable de las Naciones Unidas como una cueva de bandidos y conspiradores imperialistas contra los pueblos del mundo. "La guerra de liberación contra el barbarismo de la guerra imperialista debe ser desarrollada hasta la total erradicación de las raíces de la guerra: el derrocamiento del imperialismo, de toda la maquinaria estatal represiva de los gobiernos capitalistas y burgueses y su reemplazo por órganos de poder obrero para derrocar al imperialismo y construir un mundo de paz y justicia social, el mundo socialista".(95)


 


La escala de las movilizaciones y su ascenso y radicalización desde el comienzo de la guerra plantean objetivamente la posibilidad de derrotar al imperialismo y parar la guerra por medio de la acción revolucionaria de las masas.


 


Para ello son necesarias las manifestaciones de masas, las huelgas generales, los bloqueos de bases militares y del transporte de personal y materiales militares. Pero, por sobre todo, es necesaria una política que, partiendo del repudio de los pueblos a las guerras y sus gobiernos, se plantee aprovechar las crisis políticas y las conmociones económicas y sociales que provocan la guerra y la crisis capitalista para transformar la guerra imperialista contra los pueblos, no en una paz imperialista, sino en una guerra de liberación nacional y social de los pueblos oprimidos y de la clase obrera contra el capitalismo.


 


La alternativa histórica es la revolución proletaria y el socialismo, o la barberie de las guerras y la miseria sin fin.


 


Argentina y la guerra


 


En Argentina existen dos posiciones claramente antagónicas frente a la guerra imperialista de Irak.


 


Una es la del pueblo, que repudia en forma masiva el ataque norteamericano, y que rechaza la participación argentina en el conflicto (según las encuestas, el rechazo a la guerra, del 87% de la población, es el más alto en el mundo).


 


La otra es la del gobierno de Duhalde y del conjunto de los candidatos del régimen político, que se prepara, en las condiciones que le permite la crisis, a participar de la guerra.


 


Argentina no mandará tropas de combate, como en principio habían reclamado los norteamericanos, dicen Duhalde y Ruckauf. Es que además de su dudoso valor en las operaciones, Duhalde teme que el envío de tropas hunda las chances de cualquier candidato del PJ, algo que fue "comprendido" por la Casa Blanca. Pero Duhalde ya se ha comprometido a enviar "ayuda humanitaria" que en todos los casos será ejecutada por personal militar. Es lo que en la jerga castrense se denomina "personal militar no combatiente". Es exactamente el mismo tipo de "colaboración" que prestará Aznar, declarado partidario de la guerra para aplastar a Irak.


 


Así, Duhalde no sólo se integra al frente político que sostiene la guerra imperialista en Irak sino también al esfuerzo bélico de los Estados Unidos.


 


Pero no son sólo Duhalde y Ruckauf. Uno a uno, los candidatos del régimen político son los candidatos de la guerra. Kirchner, el candidato de Duhalde, naturalmente apoya la intervención "humanitaria" oficial. Menem declara que "debemos estar en la primera línea de combate". La Carrió reclama el "desarme de Irak" (es decir su dominación política y militar por parte del imperialismo) apegándose a la letra de la resolución 1441 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas".


 


No sólo para terminar con la desocupación, la miseria y la entrega; también para terminar con la guerra, la consigna es "¡Que se vayan todos!".


 


 


NOTAS:


 


1. Financial Times, 13 de septiembre de 2002.


 


2. The Economist, 12 de septiembre de 2002.


 


3. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


4. British Petroleum y Exxon, por ejemplo, eran dueñas de todas las reservas iraquíes.


 


5. Financial Times, 25 de febrero de 2002.


 


6. The Washington Post, 12 de octubre de 2002.


 


7. En 1916, Gran Bretaña y Francia, con el concurso de la monarquía zarista, establecieron un pacto secreto para el reparto de las respectivas "áreas de influencia" de cada potencia sobre los despojos del Imperio Otomano que se conoce como "tratado Sykes-Picot": Siria y Líbano quedarían bajo la "influencia" francesa mientras que el resto de las posesiones asiáticas y meso-orientales del Imperio Otomano, (Egipto, Palestina, Irak, Irán, Arabia Saudita) quedarían en manos de los británicos. Este reparto secreto entre bandidos fue denunciado públicamente por el gobierno revolucionario ruso encabezado por Lenin el 23 de noviembre de 1917, apenas dos semanas despues de tomar el poder; el comisario de Asuntos Exteriores era León Trotsky.


 


8. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


9. Liberation, 17 de marzo de 2003.


 


10. Prensa Obrera, "La guerra es la política por otros medios"; 14 de septiembre de 2002.


 


11. Idem anterior.


 


12. Financial Times, 25 de julio de 2002.


 


13. Business Week, 9 de agosto de 2002.


 


14. Corriere della Sera, 6 de septiembre de 2002.


 


15. The Washington Post, 8 de octubre de 2002.


 


16. Stratfor, Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


17. Idem anterior.


 


18. Financial Times, 28 de febrero de 2003.


 


19. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


20. Financial Times, 28 de febrero de 2003.


 


21. Ver Financial Times (5 de marzo de 2003) y Le Monde (1° de marzo de 2003).


 


22. Financial Times, 5 de marzo de 2003.


 


23. Financial Times, 27 de septiembre de 2003.


 


24. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


25. Financial Times, 28 de febrero de 2003.


 


26. Financial Times, 28 de febrero de 2003.


 


27. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias"; 19 de marzo de 2003.


 


28. Financial Times, 24 de marzo de 2003.


 


29. Idem anterior.


 


30. Idem anterior.


 


31. David Fromkin, "Cómo fue dibujado el mapa del Medio Oriente".


 


32. Le Monde, 21 de marzo de 2003.


 


33. The New York Times, 9 de diciembre de 2002.


 


34. The Nation, 5 de septiembre de 2002.


 


35. William Nordhaus, "Irak: las consecuencias económicas de la guerra"; en The New York Review of Books, 5 de diciembre de 2002.


 


36. Laura DAndrea Tyson, "Una guerra que carece de estrategia financiera"; en Financial Times, 25 de febrero de 2003.


 


37. Financial Times, 6 de marzo de 2003.


 


38. Financial Times, 25 de febrero de 2003.


 


39. Business Week, 23 de septiembre de 2002.


 


40. Idem


 


41. Financial Times, 25 de febrero de 2003.


 


42. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias", 19 de marzo de 2003.


 


43. Le Monde, 13 de febrero de 2003.


 


44. Le Monde, 22 de marzo de 2003.


 


45. Mucho menos, lo que la opuso a Estados Unidos fue la defensa, por parte de Francia, de "principios que van más allá de la propia Francia"; como sugiere Le Monde (21 de marzo de 2003) en referencia al "multilateralismo" y la "vigencia de la ley internacional". No hace mucho, cuando un golpe de Estado amenazó los intereses franceses en la república africana de Costa de Marfil, el propio Chirac envió unilateralmente, sin ninguna "consulta internacional", a la Legión Extranjera a defender los intereses amenazados de las empresas francesas. Con la misma unilateralidad intervino Francia en la crisis de Ruanda, en la que está acusada de complicidad en la masacre de cientos de miles de civiles.


 


46. Le Monde, 7 de marzo de 2003.


 


47. Financial Times, 14 de febrero de 2003.


 


48. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias", 19 de marzo de 2003.


 


49. Le Monde, 9 de febrero de 2003.


 


50. Le Monde, 22 de marzo de 2003.


 


51. Financial Times, 25 de febrero de 2003.


 


52. The New York Times, 6 de marzo de 2003.


 


53. Le Mode, 6 de marzo de 2003.


 


54. Finalcial Times, 25 de febrero de 2003.


 


55. Idem.


 


56. Le Monde, 1° de marzo de 2003.


 


57. Financial Times, 6 de marzo de 2003.


 


58. El País, 7 de marzo de 2003.


 


59. Le Monde, 4 de marzo de 2003.


 


60. The Economist, 14 de septiembre de 2002.


 


61. Le Monde, 27 de septiembre de 2002.


 


62. Idem anterior.


 


63. Le Monde, 9 de febrero de 2003.


 


64. Financial Times, 11 de marzo de 2003.


 


65. Idem anterior.


 


66. Idem interior.


 


67. Le Monde, 13 de marzo de 2003.


 


68. Con apenas seis días de diferencia, France Telecom y Deutsche Telekom anunciaron pérdidas que pulverizan todos los récords históricos en Europa: 22.000 millones de dólares para los franceses; 26.000 millones para los alemanes. Otra empresa representante de la "nueva economía", la francesa Vivendi, declaró pérdidas por 25.000 millones de dólares.


 


69. Financial Times, 14 de marzo de 2003.


 


70. Le Monde, 20 de marzo de 2003.


 


71. Le Monde, 14 de marzo de 2003.


 


72. Le Monde, 13 de febrero de 2003.


 


73. International Herald Tribune, 11 de febrero de 2002.


 


74. Stratfor, "Análisis de la guerra de Irak: Consecuencias", 19 de marzo de 2003


 


75. International Herald Tribune, 11 de febrero de 2002.


 


76. Times, 12 de marzo de 2003.


 


77. Financial Times, 15 de marzo de 2003.


 


78. The Guardian, 30 de septiembre de 2003.


 


79. El gobierno norteamericano, según la prensa, otorgó numerosas concesiones a Rusia para conseguir su apoyo en la guerra: anunció que derogaría las leyes que restringen el comercio entre los dos países, que respaldaría el ingreso de Rusia en la OMC, que el Senado norteamericano ratificaría el "tratado de Moscú" sobre reducción de arsenales nucleares y, finalmente, a pedido de Moscú, agregó varias organizaciones chechenas a su lista de "grupos terroristas".


 


80. Prensa Obrera, 13 de marzo de 2003.


 


81. Financial Times, 7 de marzo de 2003.


 


82. Jorge Altamira; "Choque de civilizaciones"; en Prensa Obrera, 20 de marzo de 2003.


 


83. The Guardian Weekly, 24 de noviembre de 2002.


 


84. The New York Times, 14 de noviembre de 2002.


 


85. Labor Notes, noviembre de 2002.


 


86. Idem anterior.


 


87. Counterpounch, 1° de octubre de 2002.


 


88. En Grecia, junto con la imposición de "leyes antiterroristas", se desarrolla una violenta campaña macartista contra las organizaciones de la izquierda revolucionaria. Con la excusa del juicio contra los integrantes de la organización foquista "17 de Noviembre", montado en base a las dudosas "confesiones" arrepentidos y declaraciones de los agentes de los servicios de inteligencia, han sido detenidos y son juzgados militantes obreros que jugaron un papel relevante en la lucha contra la "dictadura de los coroneles" (y de una conocida oposición a los métodos foquistas) como el trotskista Théologos Psaradellis y el anarquista Yannis Serifis. El objetivo del juicio es extirpar de la memoria colectiva del pueblo la heroica lucha contra el Estado policial de los "coroneles".


 


89. Declaración del Movimiento por la Refundacion de la IV Internacional; "¡Después del 15 de febrero: ¡podemos ganar la guerra contra la guerra imperialista!"; en Prensa Obrera, 6 de marzo de 2003.


 


90. Marcelo Gramar; "Un gran plan de lucha contra la guerra"; en Prensa Obrera, 20 de marzo de 2003.


 


91. Le Monde, 22 de marzo de 2003.


 


92. Los organizadores de la marcha madrileña del 15 de febrero – el Psoe, Izquierda Unida y las centrales sindicales UGT y Comisiones Obreras – llamaron a marchar para demostrar que "se puede desarmar a Saddam sin guerra" (El País, 12/2). Para estos "pacifistas", la opresión de las naciones puede seguir su curso pero, eso sí, con "políticas alternativas" a la guerra.


 


93. Rouge, 13 de marzo de 2003. Que Rouge se dirija respetuosamente al imperialista y mafioso Chirac como "nuestros gobernantes" no es del todo incorrecto; finalmente, la LCR votó por Chirac en la segunda vuelta de las elecciones francesas y, por lo tanto, Chirac es "su" presidente. En aquella oportunidad, la LCR apoyó a Chirac con los mismos argumentos que ahora: "hay que aprovechar , dijo entonces, todo lo que contraría la victoria electoral de Le Pen". Como se ve, en los momentos de crisis aguda, la "unión sagrada" de la LCR con la burguesía francesa es toda una línea de conducta estratégica.


 


94. Rouge, 20 de febrero de 2003.


 


95. Declaración del Movimiento por la Refundacion de la IV Internacional; "¡Después del 15 de febrero: ¡podemos ganar la guerra contra la guerra imperialista!"; en Prensa Obrera, 6 de marzo de 2003.


 

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