Crisis capitalista y perspectivas revolucionarias


Documento Internacional del Congreso fundacional del Partito Comunista del Lavorator


En los primeros días de enero, se realizó en Rimini el Congreso fundacional del Partito Comunista del Lavoratori (Partido Comunista de los Trabajdores) de Italia. El proceso de creación del nuevo partido fue impulsado por los militantes de la AMR Progetto Comunista luego de su ruptura con Rifondazione Comunista, como consecuencia del ingreso de este partido en el gobierno de centroizquierda encabezado por Romano Prodi. Publicamos a continuación el Documento Internacional presentado al debate del Congreso. Debido a su extensión, no se publica el capítulo referido al análisis de la situación en los diversos continentes y regiones.


 


La situación mundial está dominada por la crisis del sistema capitalista.


 


Las contradicciones políticas y económicas persisten más allá de la voluntad de la gran burguesía capitalista y de las grandes potencias imperialistas de controlarla. 


 


La caída del sistema stalinista en la URSS no ha provocado "el fin de la historia" ni el nacimiento de un "nuevo orden mundial". En las calles de las ciudades y en los desiertos de Irak, los soldados de la principal potencia mundial están demostrando cuál es el "orden" que el imperialismo ha conseguido crear.


 


Mientras tanto los marxistas no pueden contentarse con este cuadro de situación para determinar su análisis de la situación global. 


 


Crisis capitalista y perspectivas revolucionarias


 


Los teóricos del marxismo, particularmente Lenin y Trotsky, nos han enseñado a evaluar con exactitud las características de cada situación concreta, también a nivel internacional, más allá de toda simplificación, recordando que el capitalismo es por su naturaleza un sistema "anárquico", en cierta medida siempre golpeado por las contradicciones, pero con una gran capacidad de recuperación.


 


Como afirmaba Trotsky en su "Informe sobre la crisis económica mundial y sobre las nuevas tareas de la Internacional Comunista" al tercer congreso de la Internacional Comunista (junio de 1921): "El equilibrio capitalista es un fenómeno extremadamente complejo. El capitalismo produce este equilibrio, lo quiebra, lo restablece para quebrarlo de nuevo, extendiendo al mismo tiempo el ámbito de su dominación. En la esfera económica estas continuas rupturas y estos continuos restablecimientos del equilibrio asumen la forma de crisis y de boom. En la esfera de las relaciones entre los Estados, la ruptura del equilibrio significa guerra; en forma más moderada, guerras aduaneras, guerras económicas o bloqueos. Así, el capitalismo está caracterizado por un equilibrio dinámico, un equilibrio que está siempre en fase de ruptura o en fase de restablecimiento, pero contemporáneamente este equilibrio posee una gran capacidad de resistencia: la mejor prueba consiste en el hecho de que hasta el presente el mundo capitalista no ha sido derrotado".


 


Se trata entonces de analizar con atención las fases de desarrollo de la crisis capitalista.


Luego de la segunda guerra mundial, contrariamente a las previsiones de la casi totalidad de los economistas, de todas las tendencias políticas, e incluso de los marxistas, se abre – luego de un período de inestabilidad general y sustancial estancamiento, como el vivido por el mundo en el período entre las dos guerras mundiales– una fase de crecimiento sin precedentes del capitalismo mundial. Fueron los llamados "treinta años gloriosos" del capitalismo, entre 1945 y 1974.


Añadimos, para evitar un equívoco, que ninguna de las características fundamentales del capitalismo, en particular la ley del valor y por consiguiente la explotación del proletariado y la realidad de la guerra (basta pensar en Argelia o Vietnam) y la opresión imperialista sobre los países dependientes se vio modificada en lo más mínimo.Y además, para introducir correctamente la relación entre crisis económica y procesos revolucionarios (sobre la cual volveremos) recordemos que justamente en la cumbre del boom post-bélico (1968/69) se abrió a escala mundial una fase de ascenso proletario, con características generales pre-revolucionarias y en algunos países revolucionaria que, desde Europa hasta Asia y desde América Latina hasta África sacudió el dominio político del capital.


 


Las contradicciones de la fase precedente y la reducción de las posibilidades de inversión de capital en condiciones de rentabilidad, ligadas a lo que Marx define como "la ley fundamental del capitalismo", o sea "la tendencia a la caída de la tasa de ganancia", han provocado, a mediados de los años ’70, una crisis recesiva internacional (1974/75) que abrió una fase de estancamiento tendencial de la economía a nivel mundial.


 


En su importante escrito "El tercer período de errores de la Internacional Comunista" (1939), en el cual examina la cuestión de la relación entre crisis y radicalización de las masas, polemizando contra las simplificaciones "radicales", Trotsky afirma: "Es falso que una crisis, siempre y en cualquier situación, radicalice las masas… Es falso que la radicalización de la clase obrera corresponda indefectiblemente a un período de declinación del capitalismo". Al mismo tiempo agrega: "Dos o tres años de lucha, incluso un año de lucha económica amplia y victoriosa, rejuvenecerían al proletariado. Y luego de una correcta utilización del impulso económico, la crisis de coyuntura puede dar un serio envión a una real radicalización de las masas".


 


Efectivamente este cuadro de desarrollo y profundización era plausible en diversos países y, es más, comenzó a manifestarse. Fue el papel contrarrevolucionario de las direcciones del movimiento de masas, socialdemócratas, stalinistas, nacionalistas burguesas o pequeño burguesas, lo que determinó la derrota del proletariado. En algunas situaciones centrales, como en Uruguay y Chile, tal derrota, debida en primer lugar a los partidos comunistas stalinistas, fue precedente a la fase de la que estamos hablando. En otros, como la Argentina, fue exactamente al inicio de la nueva fase que el papel criminal del peronismo llevó a la victoria de la reacción militar con la dictadura sanguinaria de Videla.


 


Pero el mejor ejemplo de lo que estamos indicando está dado por la experiencia italiana.Aquí, el largo período abierto en 1968 culminaba en 1969/71 en una situación de carácter prerrevolucionario. Siguió a este cuadro de continua radicalidad un período más estable (1972/73). Pero entre 1974 y 1976 tuvo lugar una nueva fase de impetuoso ascenso de masas, que puso en tela de juicio los equilibrios del dominio de la burguesía. La cuestión del poder era objetivamente puesta en discusión. Frente al desarrollo de la crisis, el proletariado – fuerte, a pesar del rol de "bomberos" de las direcciones políticas y sindicales, con éxitos reivindicativos importantes– la relanzaba sobre la burguesía capitalista. El instrumento con el cual se doblegó a la fuerza del proletariado fue el "compromiso histórico". Es decir el instrumento con el cual la burocracia stalinista del PCI (Berlinguer y Cossutta en particular tuvieron un papel central en la elaboración del concepto) buscó resolver su apetito histórico de reingreso en el gobierno de la burguesía italiana, que su posición internacional hacía imposible o muy difícil desde 1947.


Aunque la inserción del PCI en el gobierno fuese solamente parcial y se bloquease luego, una vez que la burocracia realizara el "trabajo sucio" por cuenta de la burguesía, su política fue esencial para derrotar el ascenso proletario.


 


La política de los "sacrificios", tan exaltada como el primer paso para que la clase obrera "formara parte del Estado", la consiguiente "moderación" (en realidad traición) salarial y contractual, fueron inicialmente aceptadas por una clase todavía no conscientemente revolucionaria y presa, en su mayoría, de una ingenua confianza en el grupo dirigente del PCI. Esto llevó rápidamente a una inversión de la fase, a una desmoralización y retroceso de la clase obrera.


 


En distintas formas, y no sin contradicciones, se desarrollaron fenómenos análogos en muchos países. El desarrollo de la crisis capitalista, en este cuadro, lejos de reforzar de manera generalizada la acción del proletariado, fue un elemento de freno del proletariado, golpeado, sin instrumentos de conciencia y organización adecuados, ante fenómenos como la reestructuración industrial, la desocupación masiva, las deslocalizaciones, las tercerizaciones.


 


Otra vez el brillante método marxista de Trotsky (que es el de la mayoría de Lenin-Trotsky en el congreso de 1921 contra las simplificaciones de los sectores "ultraizquierdistas" de la Internacional Comunista) nos ayuda a demostrar la lógica de lo sucedido. Siempre en su texto "El tercer período de errores de la Internacional Comunista", afirma: "el aumento de la explotación no lleva en cualquier circunstancia a una mayor combatividad del proletariado. Así, en una coyuntura decreciente, en un período de crecimiento de la desocupación, sobre todo luego de haber perdido las batallas anteriores, el aumento de la explotación provoca no la radicalización de las masas sino, al contrario, el abatimiento, la desbandada, la disgregación".


 


Esto explica, entonces, la falta de reacción de la masa proletaria ante la coyuntura de crisis capitalista y la intensificación de la explotación y del ataque a las conquistas obreras que ella ha conllevado.


 


Esto no quiere decir que, incluso en esta fase, no haya habido momentos de lucha radicales por parte del proletariado, al menos en algunos países. Así ha ocurrido en Francia con algunas luchas de mineros y metalúrgicos contra los planes de reestructuración masiva de esos sectores por parte del gobierno de la ‘izquierda plural' (presidencia de Mitterrand); en Dinamarca, en 1984, con una huelga general que llevó a cien mil trabajadores a cercar el parlamento; en Italia, en 1983, con un vasto movimiento espontáneo que llevó a una huelga general contra las medidas de ataque a los derechos adquiridos (el pago por enfermedad desde el primer día) puestos en tela de juicio por un gobierno dirigido por el demócrata cristiano Fanfani. Pero estas luchas fueron derrotadas (en Italia gracias al papel de la burocracia; Política Operaria, el periódico de la ahora Lega Operaria Rivoluzionaria, tituló "Una gran lucha traicionada por las direcciones del PCI y CGIL", atrayendo las críticas de un todavía relativamente joven Turigliatto); no sedimentaron conciencia ni memoria de masa, y por lo tanto no revertieron, ni siquiera en aquellos momentos, el curso general negativo.


 


Al mismo tiempo, las burocracias stalinistas dominantes en la URSS y en los Estados obreros deformados iniciaron el proceso de restauración del capitalismo (en los modos y en los tiempos diferenciados que han marcado respectivamente la burocracia rusa y la china). Estos procesos y, en particular la quiebra de la URSS, constituyeron posteriores y terribles golpes al proletariado mundial, ya sea en el terreno de la fuerza estructural de las conquistas adquiridas o en los niveles de conciencia.


 


El proceso de crisis capitalista prolongado parecía destinado a desplegarse en una crisis mayor, al estilo de 1929/33. El momento pareció alcanzarse con la caída de la bolsa de Wall Street en octubre de 1987, en un porcentaje superior al de octubre de 1929. Pero ocurrió exactamente aquello que ya la Tercera Internacional señalaba con una claridad marxista innegable, visto que hablaba, apenas terminada la guerra mundial, la Revolución Rusa y el "bienio rojo", de la gran capacidad del capitalismo para restablecer su equilibrio.


 


The Economist, punto de referencia para el análisis político y económico del capitalismo, iniciaba de esta forma su editorial del 11 de junio de 1988, no por casualidad titulado "El milagro económico de 1988": "El derrumbe accionario de octubre pasado habría podido arruinar la economía. Hasta el momento, milagrosamente, esto no ha sucedido. Entonces incluso las previsiones más ‘rosadas' hablaban de una desaceleración del crecimiento: las más negras daban por sentada la depresión". Esto, en cambio, no se verificó; la economía continuó creciendo por algunos años y luego sí hubo una recesión, de alcance limitado, en 1991/92. Desde fines de esa crisis, el crecimiento económico ha conocido una escalada positiva (con la breve excepción de la fase recesiva del 2000/2001), con la duplicación del producto total mundial, poniendo fin al período de semi-estancamiento de 1974/92.


 


¿Cuáles son las causas de esta inversión del rumbo?


 


Naturalmente son múltiples. Como siempre, es difícil para todos los análisis, incluso los marxistas, señalarlas completamente. Pero existe un elemento ciertamente central: la restauración del capitalismo en los ex Estados obreros burocratizados y en particular en China.


 


Por mucho tiempo (y todavía hoy para muchos), los marxistas revolucionarios han considerado de manera prioritaria la situación en la ex URSS.En un cierto sentido era lógico.Era el primer Estado obrero,la cuna del impulso propulsor en el mundo del siglo pasado, la "superpotencia" contrapuesta a los Estados Unidos. Lo que aparecía era la dificultad del proceso de restauración en Rusia, no desde el punto de su rapidez (las privatizaciones salvajes de la mitad de los años ’90, bajo Yeltsin, han concluido tal proceso) sino desde el punto de vista de la importancia respecto a la posibilidad de re-equilibrio para el capitalismo mundial. Ciertamente las inversiones de capital en Rusia, al menos hasta los últimos años, han sido relativamente modestas. Parecía, justamente, que el propio concepto de los marxistas revolucionarios, en el primer período de la crisis, según el cual "El capitalismo podría reencontrar un equilibrio y una expansión solamente a través de una reapropiación de los mercados de la URSS y de los otros Estados obreros deformados, en particular en la Europa del este", no se llegaba a realizar completamente y que esto fuera uno de los elementos de la continuidad de la crisis. En realidad, exactamente, aquel reequilibrio se realizaba, pero en otro escenario, el chino (y en un nivel menor, pero importante en Vietnam y la mayoría de los Estados de la Europa centro-oriental).


 


China se ha transformado en una reserva para las inversiones extranjeras y, en este sentido, para la contención de la crisis de sobreproducción del capitalismo mundial. La tasa de crecimiento de la economía china ha estado, en los últimos 15 años, cercana al 10 por ciento anual (superando las tasas de crecimiento de los países imperialistas de la época del boom post-bélico); China se ha convertido en el mayor acreedor de los Estados Unidos y se ha creado un mercado interno totalmente nuevo en enorme expansión que incluye alrededor de 150 a 200 millones de personas, una minoría en China de cerca del 15 por ciento de la población (la nueva gran y pequeña burguesía) pero enorme por su entidad numérica.


 


¡En este sentido podemos afirmar que la naturaleza contrarrevolucionaria del stalinismo se ha afirmado no solamente en su dominio totalitario antiobrero, no solamente en la restauración del capitalismo, sino también en haber sido el instrumento de reequilibrio del capitalismo mundial, que realmente se ha salvado recuperando para sus inversiones – y también para sus mercancías– los mercados de los ex Estados obreros degenerados/deformados!


Frente al ascenso económico del capitalismo mundial en los últimos quince años, es obvio que nos preguntemos si tiene sentido continuar hablando de crisis del capitalismo mundial. La respuesta es sí. Tiene pleno sentido continuar hablando de crisis del capitalismo mundial.


 


Para los marxistas no existen los esquemas preconcebidos: Declive o estancamiento del producto mundial = crisis. Ascenso del producto = estabilidad o ausencia de crisis.


 


Cierto aumento o disminución de la producción y del producto es un elemento central en la evaluación de la situación general. Sin embargo, va correlacionado a otros elementos que, coordinados dialécticamente entre sí, llevan a una evaluación general de toda la situación económicosocial.


 


Podemos señalar en forma resumida alguno de los elementos contradictorios que caracterizan la situación mundial.


 


El desarrollo de capitales ficticios, carentes de una relación con los medios de producción y bienes reales, ha alcanzado niveles exponenciales y constituye un elemento de perturbación grave de la economía mundial.


 


Las recurrentes crisis bursátiles, entre las cuales se encuentra la que está desarrollándose hoy en día, son un ejemplo de dichas situaciones de inestabilidad. No obstante, las sucesivas crisis bursátiles internacionales han tenido también el resultado, hasta hoy, no de preparar una crisis mayor, sino más bien de reducir el riesgo de la misma. Si la burbuja especulativa no hubiese explotado en 2002, el riesgo de una crisis mayor hubiese sido mucho más amplio. Cuando se controlan dichas explosiones, el mismo sistema bursátil, incluso gracias al desarrollo de la economía real, ha podido volver a crecer (en los hechos, Wall Street está a niveles muy superiores a los anteriores a la explosión de la burbuja).


 


El endeudamiento de la economía más importante del mundo, Estados Unidos, está en un nivel excepcional. En la época del boom post-bélico, la economía estadounidense, dominante gracias al papel jugado en la guerra mundial, era la reserva de la reactivación, al mismo tiempo su impulso y su principal fuente de financiación. Sin dejar de lado las contradicciones fundamentales del capitalismo, este hecho tenía visos de racionalidad. El país más desarrollado económicamente era al mismo tiempo el mayor acreedor. En la actualidad el papel se ha invertido. Estados Unidos tiene una enorme deuda que para colmo crece de manera exponencial pasando, en los últimos diez años, de 140 (1997) a 856.000 millones de dólares (2006). Hasta hoy, esto ha sido un elemento de contención de la crisis porque significa que Estados Unidos consume capital y bienes en exceso, garantizando en parte el desarrollo económico de los otros países del mundo. Pero este crecimiento no puede continuar sin límites y, antes o después, como para cualquier deudor, puede llegar la necesidad de saldar las deudas o de declararse en bancarrota, con efectos devastadores para la economía no solamente de los Estados Unidos sino de todo el mundo.


 


El principal acreedor de Estados Unidos, con una modificación de la situación mundial inconcebible hace veinte años, es China, que posee cerca de 900.000 millones de dólares en bonos del Tesoro norteamericano. La liquidación de este "enorme tesoro" por parte de los chinos, mediante su venta en el mercado internacional (hipótesis que muchos han definido como "la bomba de tiempo" de la economía mundial), podría ser una catástrofe para los Estados Unidos. Pero por el momento no existen indicios de una decisión de tal género, que representaría un grave riesgo incluso para la economía china.


 


El desarrollo económico de esta fase se basa en el ataque constante y necesario a las conquistas del proletariado y su superexplotación. En las fases precedentes del largo ascenso capitalista y del boom prolongado (la llamada "belle époque" a caballo entre 1800 y 1900 y las tres décadas 1945-1975), el proceso de desarrollo implicaba concesiones reformistas incluso en la confrontación con el proletariado. Naturalmente jamás se ha tratado de "gentiles regalos" sino de conquistas obtenidas con las luchas o con el miedo de parte de los capitalistas de los desarrollos revolucionarios (también con referencia, de un cierto momento en más, a la existencia de países fuera del control capitalista que mostraban, más allá de todas sus deformaciones, la posibilidad de una alternativa al sistema capitalista). En este sentido, la concepción de Lenin de que "las reformas progresivas son el subproducto de la lucha de clases revolucionaria" es plenamente válida (si se piensa en el subsidio a la desocupación por tiempo indeterminado obtenido en Alemania en 1919, incluso en una época que no era de desarrollo sostenido). Pero los márgenes reformistas, amplios, existían objetivamente en tales períodos de ascenso. Es más, desde el mismo punto de vista de la acumulación capitalista, el desarrollo salarial del proletariado se transformaba, dentro de ciertos límites, en un elemento positivo del desarrollo. Para aclarar: que el proletariado de los países imperialistas se haya transformado en los años ’50 y ’60 de simple productor también en consumidor de bienes durables (autos, televisores, heladeras, lavadoras, etcétera) ha sido uno de los elementos importante del boom de esta fase.


 


Hoy, en cambio, una característica objetiva imposible de eliminar del capitalismo es el aumento de la tasa de explotación, con el ataque al salario en sus tres formas: directo, indirecto ("Estado de bienestar") y de retiro (pensiones) en todo el mundo; con el ataque mundial a conquistas de muchas décadas – si no de un siglo– , de la clase obrera, como el desarrollo sin precedentes de la flexibilidad salvaje y la relativa precariedad de masas; con una intensificación masiva de los niveles de productividad. Esta alcanza niveles inconcebibles en los ex Estados obreros burocráticamente deformados, y en particular en China, donde gracias al régimen totalitario del stalinismo restauracionista, el nuevo proletariado se encuentra trabajando y viviendo en condiciones peores que las del proletariado de la época de la "revolución industrial". La lucha del capital por recuperar la tasa de ganancia, frente al pleno despliegue de la ya recordada “ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia", se traduce en este proceso mundial, constante e irrenunciable. A pesar de que hoy el proletariado es un importante consumidor de bienes durables de nueva generación (computadoras, celulares, etcétera), ésta es la realidad. Los márgenes reformistas se cierran. De un lado, está el enriquecimiento de la burguesía, ya sea de la gran burguesía capitalista o de vastos sectores de la pequeña burguesía, en particular urbana, pero en los países imperialistas también rural (gracias a los subsidios estatales) y, del otro, un empobrecimiento del proletariado, del semiproletariado y de estratos proletarizados (o subproletarizados) de la pequeña burguesía, en particular por la migración del campo a la ciudad en los países dependientes. Ninguna hipótesis keynesiana podría cambiar tal realidad objetiva que implica la imposibilidad para el capital de una política redistributiva. El "neoliberalismo" es la cobertura ideológica de esta situación objetiva y no su causa. Y esto es tan cierto que un gobierno como el de Chávez en Venezuela, que no realiza ni siquiera una política redistributiva como los gobiernos "progresistas" de la época de post-guerra, sino que se limita a utilizar el superávit proveniente del petróleo para no empeorar las desigualdades sociales (e incluso… desde 1998 a 2005 la ganancia del 20% más rico ha pasado del 50,2 del total al 52,5%, mientras que la del 20% del sector más pobre de 4,7 al 3,7%) le parece a muchos en la izquierda como "radical", si no como revolucionario.


 


En cambio, no constituye novedad la expansión de los gastos bélicos. Este elemento, y las guerras que provoca, han sido propios de todo el período que parte de la segunda guerra mundial, incluso el boom postbélico (del que fue uno de los componentes "favorables", pensemos en la guerra de Vietnam). El keynesianismo real siempre se ha manifestado de este modo.


 


Sintetizando, el actual período de desarrollo capitalista se caracteriza por contradicciones más agudas que en cualquier fase precedente análoga y por un necesario ataque a las conquistas de los trabajadores y se basa en una superexplotación de la clase obrera, en particular en los ex Estados obreros y en los países dependientes.


 


En este cuadro se inserta también la crisis ambiental a nivel mundial. 


 


Toda sociedad dividida en clases, como ya nos han recordado Marx y Engels, tiene una relación de explotación de la naturaleza que tiende, en nombre de los resultados máximos inmediatos, a ser destructiva de un correcto equilibrio ecológico. Esto siembre ha sido verdad, en particular para el capitalismo. Pero hoy día los desarrollos tecnológicos, al mismo tiempo grandiosos y limitados, utilizados en función de la maximización de las ganancias tienden a convertir en potencialmente catastrófica la evolución de la situación ambiental a nivel planetario. Sobre este terreno deberemos profundizar en la próxima fase, tanto de nuestro partido como en las organizaciones internacionales (CRCI), a la que formalizaremos nuestra adhesión en este Congreso, desarrollar un debate más profundo tanto de la situación concreta como del programa político.


 


Se incluye en ese ámbito la explotación de las principales fuentes de energía (petróleo, gas) pero también del agua (fuente de energía, de vida económico-social en general y necesidad primaria). En este terreno, la competencia entre los diversos intereses de las varias potencias capitalistas, no sólo imperialistas, sino también ex Estados obreros degenerados/deformados, se está agudizando. Como es obvio, el control de las fuentes energéticas ha sido uno de los factores principales (si no el único) de las guerras de la última fase y también, como en África, de los "conflictos por procuración" (guerras civiles locales cuyos oponentes están respaldados por potencias imperialistas en lucha) y las contradicciones en este terreno y sobre el control del agua tenderán a agudizarse cada vez más, constituyendo un ulterior elemento de inestabilidad del cuadro mundial.


 


¿Las contradicciones de la actual situación mundial desembocarán en una crisis mayor, del tipo de la de 1929?


 


El marxismo permite analizar las situaciones concretas, ver la dinámica y los desarrollos potenciales, no conocer la realización concreta en términos de tiempo y de modalidad. Si fuera necesario, la historia de más de un siglo y medio de movimiento comunista marxista confirma este concepto. Toda vez que los grandes del marxismo se han aventurado (es cierto que sin pretender la certeza) a expresar valoraciones sobre el futuro, la historia concreta ha demostrado ser más compleja.


 


Dicho esto, es claro que esta posibilidad (no certeza) existe.


 


¿La actual "crisis de los préstamos norteamericanos" puede, por consiguiente, representar el detonante? Parece improbable.


 


Pero lo que es más importante no es la previsión. El marxismo revolucionario no es una simple teoría de análisis económico; es una teoría política científica revolucionaria de conjunto, que tiene como fin "la caída de la sociedad burguesa y de las instituciones estatales creadas por ésta" (Engels, "Oración fúnebre por Marx"). En este sentido, es importante analizar la relación entre la actual situación económica y social, su evolución concreta y potencial y la lucha de clases.


Ya hemos visto como el marxismo revolucionario "ortodoxo" enfrenta de manera dialéctica la relación entre la crisis y el ascenso de las masas. Se trata de relacionar tal método con la situación actual.


 


El proletariado ha sufrido en la fase precedente grandes derrotas. Su fuerza estructural, como organización y composición, en los centros de fuerza de la fase precedente, ha sido duramente golpeada. Pero el proletariado no sólo no se ha reducido sino que incluso ha aumentado, desde un punto de vista cuantitativo e incluso porcentual, en una escala sin precedentes. No sólo el proletariado en general (incluidos sectores de capas medias cada vez más proletarizadas, como los maestros) sino la propia clase obrera industrial. Aunque se ha reducido, aunque no en términos drásticos, en los viejos países imperialistas, se ha mantenido en términos sustancialmente constantes en la ex URSS y Europa centro-oriental y ha aumentado grandemente en China, Indochina, India y la mayoría de los otros países del llamado "Tercer Mundo".


 


Las teorías sobre el "fin de la clase obrera", la "sociedad post-industrial", etc. no son más que imágenes estupidizantes, frecuentemente de mala fe, que forman parte del armamento antiproletario y antirevolucionario del capitalismo, sea, como es obvio, cuando vienen de la derecha, de los ideólogos reaccionarios o "progresistas" de la burguesía, sea que vengan de la izquierda, como en Italia, de Toni Negri o defensores análogos de las "multitudes" que tienen en realidad una matriz social pequeño burguesa.


 


Estas teorías han sido usadas concientemente por la burguesía y sus agentes políticos y sindicales en el movimiento obrero para golpear los niveles de conciencia de la clase obrera y favorecer la ofensiva contra ella.


 


Como se ha dicho, el proletariado experimentó de manera pesada la contraofensiva capitalista y de la crisis económica, y en los ex Estados obreros, la realidad de la restauración política (y en China de la derrota del movimiento antiburocrático de 1979).


 


A partir de mediados de los ’90 ha habido movimientos importantes que han vuelto a proponer una iniciativa de la clase obrera. De Corea en 1994 e Italia el mismo año (lucha contra el proyecto de reforma jubilatoria del gobierno Berlusconi) a Francia a fines del ’95. Estos movimientos han obtenido incluso éxitos parciales, pero no han podido ni sabido, en las condiciones dadas, abrir una duradera inversión de la tendencia, ni sobre el plano global, ni en sus propios países. En la fase sucesiva asistimos incluso a importantes movimientos de radicalización de las masas, pero en los cuales, en general, el proletariado industrial no ha tenido el rol central.


 


El gran movimiento contra la "globalización neoliberal" ha sido fundamentalmente un movimiento de la juventud precarizada, desocupada o semiocupada, que precisamente se rebelaba contra las consecuencias más evidentes, en especial en los países imperialistas, de la presente crisis capitalista, con la ilusión de la mayor parte del movimiento (ilusión alimentada por sus direcciones) de poder hacer caer al "neoliberalismo" sin hacer caer al capitalismo. En la propia América Latina, que ha visto el desarrollo de la situación de mayor radicalización, la dificultad (con la importante excepción de Bolivia) de la clase obrera de tomar la dirección del movimiento de masas ha limitado los desarrollos revolucionarios (así ha ocurrido, en particular, con el ascenso revolucionario argentino de 2001/2002, donde el proletariado industrial no ha sabido tomar la antorcha que le ofrecían los desocupados e incluso sectores de la pequeña burguesía).


 


Sin embargo, cualesquiera sean los tiempos precisos, la tendencia es a un retome del rol central de la clase obrera industrial. Incluso acontecimientos recientes, como en Chile, son síntomas de esta realidad. Ninguna "multitud" genérica podrá sustituirla nunca. Ya en otras épocas su rol fue puesto en cuestión al interior de la izquierda. A mediados de los años ’60, dos figuras diferentes, como el revolucionario Che Guevara en América Latina y el teórico reformista de izquierda Andrè Gorz en Francia, hablaban del aburguesamiento y de la pérdida de la centralidad de la clase obrera industrial. El primero miraba hacia los campesinos y al "foco guerrillero"; el segundo a los técnicos y a una versión del control de los trabajadores sobre las empresas en forma intermedia entre el conflicto y la colaboración de clases (y será una concesión con la cual coqueteó por un momento incluso Ernest Mandel). La realidad del gran ascenso obrero de 1968/69 de Francia a Argentina, de Italia a Chile, hizo desechar estas concepciones que, sin embargo, tienden constantemente a reproducirse, en formas diversas, en sectores de la izquierda, carente de teoría marxista e impresionada de las debilidades, algunas reales, otras aparentes, de la clase obrera industrial, incluso por largos períodos.


 


Al mismo tiempo, es importante subrayar un fenómeno contradictorio. La crisis de dirección del proletariado que se expresa con la disolución o el redimensionamiento de los viejos partidos obreros, y en particular del stalinismo (el ejemplo más clamoroso es el del PC italiano), se ha dado en una etapa de la fase de retroceso político del proletariado; tiene, sin embargo, un carácter contradictorio. En verdad, la vieja relación de confianza, a veces religiosa, en las direcciones tradicionales ha dejado el lugar, incluso entre quienes continúan siguiéndolas, a un sentimiento de duda y desconfianza, que si tiene un aspecto negativo, tiene también un aspecto positivo, en la medida en que hace que la base de masas de las direcciones tradicionales sea, efectiva o potencialmente, más receptiva a las posiciones alternativas de los marxistas revolucionarios.


Si este es el cuadro general de reflexión, ¿qué relación existe, pues, entre esto y la posible precipitación de una crisis capitalista de tipo depresivo?


 


Hemos esclarecido el concepto con anterioridad. La posición según la cual el desarrollo de una crisis global devastadora llevaría necesariamente a una reacción radical o revolucionaria del proletariado no tiene nada que ver con la teoría marxista consecuente. Ciertamente, una crisis mayor del capitalismo lo debilitaría ideológicamente, mostrando ulteriormente sus límites. Por otra parte, en una primera fase, una crisis mayor podría tener sobre un proletariado en el cual la recuperación es todavía frágil y débil, los efectos desmoralizantes que ya Trotsky, como hemos visto, recordaba.


 


El problema, por lo tanto, para los marxistas revolucionarios, no es apostar a la crisis general, declararla inevitable e inminente, sino analizar la evolución concreta de la situación, la evolución de la conciencia de las masas proletarias, su capacidad de remontar la pendiente de las derrotas pasadas frente a las contradicciones, aunque sólo o principalmente en el terreno superestructural del enemigo de clase. 


 


La ofensiva del capitalismo en las décadas pasadas ha sido, en los hechos, globalmente victoriosa, pero ha dejado enormes contradicciones, envueltas en algunos elementos inflamables que abonan largamente la vía que puede, en condiciones favorables, prender fuego. Es la historia de las explosiones principales de lucha obrera en las últimas décadas. Imprevistas, radicales, pero dado el cuadro del período, destinadas a agotarse rápidamente. A menos que una vanguardia revolucionaria suficientemente fuerte sepa darle, en el marco de la lucha, conciencia de lo que está en juego y de las perspectivas.


 


Los partidos revolucionarios no crean la radicalización y las explosiones revolucionarias (los marxistas revolucionarios rusos, Lenin y Trotsky incluidos, fueron sorprendidos, tanto en enero de 1905 como en febrero de 1917,por el estallido de la revolución), pero pueden y deben utilizarlas de la mejor manera desde el punto de vista de la perspectiva anticapitalista. Huyendo de todo esquematismo, de tipo catastrofista por cierto, pero también de otro signo. Por ejemplo, es el propio Trotsky quien, frente a otras hipótesis esquemáticas, sobre las relaciones entre el retome de las luchas económicas victoriosas como premisa necesaria de toda radicalización política de masas (concepto hoy bien presente en Italia con muchos que eternizan el esquema de los años ’68 y posteriores), afirma: "En ciertos períodos, las masas pueden ser absorbidas por la lucha económica y manifestar poco interés por las cuestiones políticas. Al contrario, luego de haber sufrido varias derrotas importantes sobre el terreno de la lucha económica, las masas pueden imprevistamente volver su atención al campo político".


 


En este sentido, el análisis y la propuesta aquí señalada están lejos de ser "pesimistas". O si deseamos, combina, en la mejor tradición marxista, "el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad". Entendiendo como voluntad no el puro deseo de una vanguardia revolucionaria, sino la comprensión por parte de esta vanguardia de la potencialidad existente y de la necesidad de intervención conciente, como partido marxista revolucionario, para explotarla al máximo, precisamente con su propio rol subjetivo voluntario.


 


Resumiendo. La recuperación económica del capitalismo mundial por la modalidad en la cual se ha desarrollado no ha eliminado la crisis social y económica en la cual hoy vive el mundo. La clase obrera ha sufrido importantes derrotas en las últimas décadas, pero existe una tendencia, todavía en sus inicios, a una recuperación de su rol antagonista. Las contradicciones económicas del capitalismo tienden a una crisis mayor que, sin embargo, no es segura. Los marxistas revolucionarios no deben apuntar sus esperanzas sobre esa crisis, sobre la base del esquema, extraño al marxismo e históricamente combatido por Trotsky – y por Lenin– según el cual la crisis capitalista provoca una reacción de radicalización del proletariado. El potencial de recuperación y, en particular, de explosiones radicales de la lucha de clases está dado, más allá de la obvia existencia de los antagonismos sociales propios del modo de producción capitalista, de las particulares y agudas contradicciones de la presente situación del capitalismo. En este cuadro, los marxistas revolucionarios deben valorar con atención, a la escala mundial de varios continentes, de regiones homogéneas en ellos y en cada país, el estado de la dominación capitalista, de la conciencia de las masas, de las contradicciones, positivas y negativas de la situación, sobre el terreno económico, social y político. Concientes de que su intervención organizada puede ser un elemento determinante, no en provocar la radicalización de los conflictos de clase sino para desarrollarlos en términos más positivos.


 


La construcción de una nueva dirección revolucionaria es el objetivo central y el instrumento esencial para tal finalidad. Hoy como ayer, el objetivo central de los comunistas revolucionarios es construir, en cada país, partidos de vanguardia, basados sobre una clara teoría marxista, centrados sobre el proletariado – especialmente sobre la clase obrera industrial– , democráticamente centralizados, dispuestos a intervenir en cada lucha y en primer lugar en las fases de radicalización de masas, para plantear la perspectiva del poder de los trabajadores y del socialismo como única solución a la crisis capitalista y a sus consecuencias destructivas sobre el proletariado y sobre otros estratos y sectores sociales explotados.


 


La situación internacional en general Dos son los elementos fundamentales del cuadro político internacional en el último período que adquieren una validez general central a escala mundial. El primero es el proceso de restauración del capitalismo en los Estados obreros degenerados/deformados; el segundo es el fracaso de la tentativa norteamericana de regimentar al mundo por medio de una rápida victoria sobre el tablero meso-oriental y particularmente en Irak.


 


La situación internacional en general 


 


Dos son los elementos fundamentales del cuadro político internacional en el último período que adquieren una validez general central a escala mundial. El primero es el proceso de restauración del capitalismo en los Estados obreros degenerados/deformados; el segundo es el fracaso de la tentativa norteamericana de regimentar al mundo por medio de una rápida victoria sobre el tablero meso-oriental y particularmente en Irak.


 


La caída de la URSS y de los otros Estados de su bloque y el proceso de restauración del capitalismo en China e Indochina, se desarrollan paralelamente, de manera algo inesperada en los tiempos, con rapidez respecto de la fase precedente que aparecía de estabilidad burocrática, pero ciertamente esto no debería ser históricamente sorprendente para los marxistas revolucionarios consecuentes, al contrario.


 


La teoría trotskista original sobre este terreno es clara; sobre el rol históricamente restauracionista de la burocracia stalinista. Basta ver "La revolución traicionada" y aún más el "Programa de transición" y "En defensa del marxismo".


 


Para resumir el pensamiento trotskista basta citar lo que afirma el "Programa de transición": "El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado obrero, destruye las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo".


 


Es verdad que la mayoría de los epígonos de Trotsky fueron sorprendidos por lo que sucedió. En los hechos, habían olvidado el sentido real de la teoría trotskista e incluso, a causa de la prolongación histórica del dominio stalinista y de su capacidad de expansión en la posguerra, habían absolutizado su existencia, no atribuyéndole ya una naturaleza históricamente transitoria. Y esto sea que lo hayan hecho desde una vertiente de adaptación política, sea de una vertiente de stalinofobia, sea considerando que la restauración del capitalismo habría constituido un éxito del capitalismo tal que resultaba incompatible con su crisis.


 


Pero la realidad ha confirmado la validez general de la teoría trotskista. Es cierto que desde el ángulo negativo de la alternativa planteada en el "Programa de transición" y por lo tanto con una derrota de alcance histórico del proletariado.


 


El proceso de restauración del capitalismo se ha desarrollado en forma diversa en varios países del ex bloque soviético, pero ciertamente en términos relativamente rápidos. En Alemania del Este hubo una rápida asimilación a la Alemania Occidental desde el punto de vista económico-social; aunque en una forma de subdesarrollo respecto del resto de la Alemania imperialista.


En el lado opuesto, la restauración del capitalismo en Rusia ha visto inicialmente un rol muy limitado del capital extranjero (lo que ha llevado al engaño a muchos comentaristas marxistas, incluidos inicialmente nosotros, respecto del rol central de la restauración en los Estados obreros degenerados/deformados en el re-equilibrio económico del capitalismo mundial). El mecanismo principal, funcional a los intereses de la burocracia, ha sido la estafa de la "privatización popular", es decir de la distribución de títulos de propiedad de las acciones de las empresas a sus empleados, en cantidad obviamente diferente según el nivel jerárquico (desde ya privilegiando a los gerentes), libremente comerciables. Así, obreros y empleados, reducidos a la miseria por la recesión y la caída de los salarios y de los servicios sociales, han vendido en masa, a bajo valor, sus títulos de propiedad a quien tenía el dinero para comprarlos, es decir a los gerentes y a los dirigentes de la vieja burocracia, que lograron convertirse en propietarios de las empresas que en un tiempo dirigían. Junto a esto, como es sabido, estuvo el papel de sectores gansteriles-mafiosos, en las condiciones económicas de lanzarse a la constitución de sociedades financieras y otras. 


El proceso ha sido análogo en las otras repúblicas de la ex URSS, aunque con una intervención mayor del capital extranjero.


 


En los Estados de la Europa centro-oriental, el proceso ha combinado elementos diversos: "privatizaciones populares" con adquisición por parte de la vieja burocracia como en Rusia; intervención importante de capitales extranjeros; restitución de los bienes a los antiguos propietarios expropiados a fines de los años ’40; con un amplio papel, por ejemplo, del primer elemento en Polonia y del último en la República Checa; mientras, en Rumania se conoce, por ejemplo, el papel masivo de las inversiones de capitales italianos (al punto de mudar la sede de la asamblea anual de la Confidustria – la central empresaria italiana– de Treviso… a Timisoara).


De este modo, con la destrucción del viejo aparato estatal stalinista (en gran medida, en particular en la URSS, por parte de la propia burocracia dominante), y el proceso de privatización salvaje, a mediados de los años '90, la restauración del capitalismo quedó completamente realizada.


El proceso de la restauración del capitalismo en China es un desafío a la teoría marxista.


Que este proceso se ha desarrollado enormemente es una evidencia fáctica e incluso hemos subrayado su importancia central en la situación mundial.


 


A pesar de eso, hasta hoy hemos considerado que el proceso de la restauración no estaba completado y hablábamos de China como de un Estado obrero deformado en disolución. Varios factores, tanto estructurales como superestructurales, empujaban a mantener tal caracterización. Si en gran medida la economía china ya estaba en manos privadas (cerca del 50% del producto, de cualquier modo inferior al 80/85% de la economía rusa), la gran industria pesada era todavía principalmente de propiedad estatal, en términos escasamente modificados respecto de la situación anterior. En este cuadro, el hecho de que Hong Kong haya vuelto a manos de la República Popular, no integrándose completamente al Estado sino manteniéndose como una suerte de entidad distinta, un rico "protectorado", indicaba ciertamente la situación todavía no completamente resuelta de la economía y de la sociedad china. Finalmente, cuestión fundamental, existía y existe el mantenimiento de la estructura de poder totalitaria burocrático-stalinista centrada sobre el Partido Comunista. Una estructura que ha sido históricamente la expresión superestructural de la naturaleza social característica de un Estado obrero burocráticamente degenerado/deformado. Por esto, en otras experiencias de restauración capitalista (URSS, etcétera), un pasaje fundamental, preliminar al pleno desarrollo del propio proceso, ha sido la destrucción de ese aparato estatal en favor de formas políticas análogas a las de la sociedad burguesa.


 


Hoy, sin embargo, el proceso de restauración del capitalismo alcanzó, en la situación china, un nivel tal que se hace difícil afirmar que no nos encontramos frente a un Estado capitalista, aunque con un fuerte sector estatal, cuya preservación es exactamente necesaria al desarrollo del capitalismo chino, tanto en el plano interno como en el internacional. El desarrollo de inversiones públicas y privadas chinas en el mundo, como por ejemplo en algunas zonas de África, en conflicto directo con multinacionales occidentales, es un índice de la transformación de la economía china.


Es evidente que el proceso de transición de la sociedad china, a diferencia de la rusa, no está completamente realizado. Pero si esto es verdad, el proceso ha avanzado de tal manera que mantener para China el concepto de Estado obrero degenerado, aunque en disolución, no parece adecuado a la realidad. Los próximos años serán decisivos para ver si tal transición se completa también con la superación de la precedente estructura estatal (y con una ulterior reducción del sector público de la economía) o si deberemos enfrentar una necesaria actualización y desarrollo de la teoría marxista, obviamente siempre sobre sus propias bases. Como afirmaba Gramsci, y con la claridad de un Lenin, marxista ortodoxo, como se definía, que no tenía temor a recordarle a sus compañeros anclados a las formas de viejas teorías superadas, la frase del Fausto de Goethe: "Gris es la teoría, pero verde es el eterno árbol de la vida".


 


El otro elemento central de la situación mundial es el fracaso norteamericano en Irak y sus consecuencias mundiales. Bush padre buscó crear el "nuevo orden mundial" con la guerra de 1991, con Estados Unidos a la cabeza de una coalición mundial. El resultado, como es evidente, ha sido muy diferente a sus esperanzas y el mundo se ha desarrollado, en presencia de un ascenso puramente económico, en un cuadro de desorden político social.


 


Bush hijo buscaba recuperar la situación con el pretexto de la "guerra contra el terrorismo". También él ha fracasado. Este hecho, independientemente de la modalidad concreta del fracaso, de las fuerzas actuantes contra el imperialismo norteamericano y sus aliados (sobre lo que volveremos), es el dato fundamental de la situación. Naturalmente, la característica reaccionaria de las fuerzas que dirigen el movimiento de resistencia no deja de impactar negativamente sobre el desarrollo de conjunto de la situación mundial, en tanto limita en gran medida el impacto positivo que tal resistencia puede tener sobre las masas proletarias y juveniles.


 


Si el fracaso norteamericano sobre el tablero no sólo de Irak, sino también de Afganistán, no ha sido todavía más neto es debido al hecho de que ha encontrado aliados que lo han ayudado. No sólo Gran Bretaña sino también, más allá de algunos momentos de diferenciación, el resto de las potencias imperialistas europeas. 


 


Este último elemento es un dato significativo de la situación mundial en el sentido que, frente a la caída del "bloque soviético", Europa no se ha plantado en oposición al rol preeminente del imperialismo norteamericano, sino que ha continuado ubicándose como su aliado, en un papel común de gendarme contrarrevolucionario e imperialista del mundo. No, para ser precisos, en términos de subordinación (el imperialismo norteamericano no es el patrón de Europa), sino de aceptación del mantenimiento por parte de Estados Unidos del papel de principal potencia imperialista, sin desarrollar una contraposición que la situación objetiva posterior a 1989 habría hecho posible.


 


El fracaso de la acción militar imperialista en Irak es ciertamente, como se ha dicho, un hecho que ha debilitado al imperialismo internacional, pero esto no significa que haya hecho imposible el desarrollo de nuevas guerras, incluso de manera inmediata. El conflicto abierto con Irán sobre la cuestión nuclear puede constituir el pretexto para una nueva aventura norteamericana. No podríamos, en el momento actual, dar por cierta la decisión del gobierno de Bush aquí también, precisamente por el fracaso iraquí (sin él, probablemente, el ataque a Irán ya habría ocurrido). Las propias declaraciones belicistas más agudas, como las del "socialreaccionario" ministro de Relaciones Exteriores francés Kouchner, pueden entrar en el juego de presiones. El gobierno republicano de Estados Unidos está, con toda probabilidad, internamente dividido. Por otra parte, recientes acontecimientos, como la guerra de baja intensidad en las fronteras del Kurdistán iraquí e iraní y, sobre todo, la incursión militar israelí en Siria para destruir, por tierra y por mar, un pretendido sitio nuclear en construcción, muestran que Estados Unidos y sus más estrechos aliados están dispuestos a todas las alternativas que consideren practicables. Si las acciones de guerra se desencadenan, los marxistas revolucionarios se pondrán, a pesar de carácter reaccionario del régimen de Teherán, incondicionalmente de parte de Irán, por la derrota de la agresión imperialista.


 


En el cuadro mundial así delineado, también en relación con la situación económica general, ¿qué tendencias fundamentales podemos señalar para la próxima fase histórica?


 


La gran mayoría de los comentaristas subraya el cuadro creciente de contraste entre el imperialismo norteamericano y la Rusia de Putin sobre el plano geopolítico y con China en pleno desarrollo económico.


 


Muchos teóricos o comentaristas que se reclaman del marxismo revolucionario tienden en cambio a negar esta visión. Parten de diversos argumentos: de la subvaloración del proceso de la restauración del capitalismo en los dos gigantes del ex "mundo socialista"; del papel de equilibrio de la economía china respecto de Estados Unidos, que lo harían una suerte de país dependiente; alguno observa la "amistad" personal proclamada entre Bush y Putin; se habla de la "recolonización" del Este de Europa incluyendo también a Rusia; se afirma que el proceso de lucha por el control de los mercados debería desarrollarse lógicamente entre Estados Unidos y la Unión Europea, etc.


 


Pensamos que a la luz de los hechos y en la situación actual, estas posiciones se mantienen en una falsa ortodoxia (aunque sea de buena fe).


 


Esto se puede poner en evidencia tomando como ejemplo la cuestión de la relación entre Estados Unidos y Europa. Nosotros mismos, en el pasado, habíamos hecho algunas concesiones (véanse los documentos de los años '90 de la minoría congresal del PRC) a un cierto, aunque limitado, esquematismo sobre esta cuestión, señalando un creciente antagonismo. Se trata, en cambio, de sacar las lecciones de la historia, utilizando a pleno el método dialéctico del marxismo. Por ejemplo, luego de la Primera Guerra Mundial parecía lógico que el conflicto fundamental a escala planetaria se hubiera desarrollado, una vez derrotada Alemania, entre la vieja potencia imperialista principal, es decir Gran Bretaña, y el nuevo imperialismo principal, Estados Unidos. Toda la Internacional Comunista estaba convencida de esto en los años ’20 y tenía como hipó- tesis la posibilidad de un nuevo conflicto mundial entre las dos riveras del Atlántico. La historia ha sido muy diferente y a fines de los años ’30 se ha consolidado la alianza que, salvo breves conflictos particulares (Medio Oriente en los años ’40 y ’50) ha perdurado hasta hoy.


 


Como ya se ha dicho, los hechos demuestran que más allá de conflictos marginales y de breves veleidades rápidamente abandonadas (eje Chirac-Schröeder), la Unión Europea no desarrolla una conflictividad, ni siquiera, por el momento, en términos de guerra comercial con Estados Unidos (lo que obviamente no significa que episodios particulares, más que nada con alguno de los imperialismos europeos pero no con el imperialismo europeo de conjunto, no estén destinados a repetirse, incluso en breve).


 


Al contrario, la tendencia a la conflictividad, en términos de fase histórica futura, entre Rusia y China de un lado, y el imperialismo norteamericano (con el europeo y Japón) del otro, aparece hoy en desarrollo. Naturalmente, es necesario no absolutizar la cosa y no anticipar los tiempos. Hablar hoy de imperialismo chino o ruso, en sentido propio, es un absurdo.


 


Pero la tendencia a un desarrollo en tal sentido existe. En los hechos, las neo-burguesías de estos Estados y la burocracia estatal que es su expresión o que la expresa, por la dinámica concreta del proceso de restauración en el contradictorio cuadro actual, tiene una evidente tendencia a colocarse bajo una perspectiva de ese tipo. El propio rol desarrollado por el Estado en el control del proceso de restauración en China y la batalla de Putin contra los "oligarcas" en Rusia tienen la finalidad de evitar procesos de subordinación económica al imperialismo y de crear una fuerte economía capitalista independiente. La propia conflictividad sobre el escudo estelar o respecto de las sanciones contra Irán debe interpretarse bajo esta luz.


 


Es claro que el proceso de transformación de Rusia y China en nuevas potencias imperialistas no es fácil ni está descontado. Pero sería un error negar a priori la posibilidad. Hoy China aparece económicamente como una especie de gran Corea (con un papel mayor de la propiedad pública) más que como un gran Japón. Nada impide, sin embargo, un desarrollo ulterior y una consolidación.


 


Los años futuros dirán precisamente si China se convertirá en el Japón del siglo XXI, repitiendo así el milagro por el cual el aislado y relativamente atrasado país feudal de la mitad del siglo XIX, abierto con la fuerza de la flota norteamericana al comercio mundial, se convirtió a mitad del siglo, en lugar de una colonia o semicolonia (como India o China), en una potencia imperialista.


 


Siempre recordando, como enseñan la experiencia antigua y la moderna de China, que el marxismo real es ajeno a los esquemas absolutos y está atento a la evolución real de los fenómenos históricos.


 


La construcción de la organización revolucionaria internacional de los comunistas


 


El PCL está empeñado en la acción de solidaridad incondicional con las luchas de los trabajadores y de los pueblos oprimidos de todo el mundo. En particular, defiende a todo país dependiente agredido por el imperialismo, independientemente de la naturaleza de su gobierno o de su régimen, y a todo movimiento de liberación, cualquiera sea su dirección actual. Defiende incondicionalmente, con independencia del juicio sobre el régimen castrista, a Cuba y a las conquistas de la revolución contra toda intimidación del imperialismo y contra toda amenaza de restauración capitalista. Y en esta acción de solidaridad y movilización internacionalista busca naturalmente el frente único más amplio con todas las fuerzas disponibles del movimiento obrero y antiimperialista.


 


Pero nuestro internacionalismo no se reduce a la solidaridad. Concierne a la propia naturaleza del programa socialista como programa de la revolución internacional.


 


Como en el plano nacional no nos limitamos a una acción de apoyo a las luchas de los trabajadores y de los sectores oprimidos, sino que nos empeñamos a llevarla hacia una perspectiva de alternativa de poder, asimismo en el plano internacional trabajamos por llevar toda instancia de emancipación social, nacional o de género hacia la ruptura con el orden capitalista e imperialista que hoy domina el mundo. Del mismo modo, como en el plano nacional trabajamos por construir el Partido Comunista de los Trabajadores como instrumento indispensable para unir las luchas inmediatas en una perspectiva socialista; así también estamos empeñados en construir, por las mismas razones y sobre las mismas bases, un partido comunista internacional; que trabaje para unir, más allá de las fronteras, a las fuerzas de vanguardia de la clase obrera y de las masas oprimidas del mundo entero en torno al mismo programa de fondo: el poder de los consejos de trabajadores, de las trabajadoras, de las clases oprimidas, basado en su auto-organización democrática de masas.


 


Un programa que se basa, en todas partes, en la autonomía de los comunistas y en su papel de oposición frente a todo gobierno burgués o régimen burocrático. Como afirmaban Marx y Engels: "El objetivo inmediato de los comunistas es (…) la transformación del proletariado en clase, el derrocamiento de la burguesía, la conquista del poder político por el proletariado (…) En este sentido, los comunistas pueden resumir su teoría en la frase: abolición de la propiedad privada".


 


Lo decían en el manifiesto programático de aquella Liga de los Comunistas que quería ser el origen de un partido internacional: "Ya es tiempo de que los comunistas expongan abiertamente ante todo el mundo su modo de ver, sus fines, sus tendencias y que contrapongan a la fábula del espectro del comunismo un manifiesto del propio partido.”


 


"Con este objetivo se han reunido en Londres comunistas de las nacionalidades más diversas y han redactado el siguiente manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés" (Manifiesto del Partido Comunista, Introducción).


Desde entonces, el movimiento marxista ha sido siempre un movimiento internacional.


 


De la Primera Internacional como estructura de reagrupamiento de la vanguardia de clase sobre bases programáticas revolucionarias y en la cual los marxistas desarrollaron aquello que hoy llamaríamos una lucha de fracción, con el objeto de depurarla de posiciones de tipo oportunista, confusas (hoy diríamos centristas), pequeño burguesas; a la Segunda, formada por partidos obreros de masas al menos formalmente basados en un programa marxista; a la Tercera, nacida –en respuesta a la traición oportunista de la Segunda y bajo el impulso de la Revolución Rusa– por el ala izquierda de la anterior Internacional, consecuentemente marxista revolucionaria; a la Cuarta, fundada –contra la degeneración burocrática de la Tercera– por una pequeña vanguardia que reunía a los mejores cuadros de la Tercera Internacional y sectores de jóvenes militantes.


 


Una estructuración internacional del análisis, del programa y de la organización del partido es hoy tanto o más actual y urgente cuanto más se confirma el análisis de la crisis y de las contradicciones del modo de producción capitalista; frente a la confusión que reina en la clase obrera y en su vanguardia; frente a las posibilidades reales de momentos de radicalización de masas y de explosiones de la lucha de clases; frente al riesgo de que sectores importantes del proletariado sean absorbidos por movimientos populistas, sean reaccionarios o "progresistas"; frente a la necesidad hoy imperiosa de realizar aquello que Lenin y Trotsky señalaban como la tarea de base de los partidos marxistas: "modificar la conciencia de la clase obrera".


 


Frente a estas tareas inmensas, la construcción de una perspectiva, de una acción y de una organización internacional es el mejor y más necesario instrumento a nuestra disposición.


 


El problema concreto que la vanguardia revolucionaria vive dramáticamente hoy es la ausencia de una Internacional consolidada. Sea porque en los años ’50 la IV Internacional, ya organización de vanguardia, no logró consolidar una base de masas y entró en crisis. Sea por el giro revisionista –en particular frente al peso de la dificultad derivada de la expansión del stalinismo en el período posterior a la guerra y su reforzamiento entre las masas en casi todo el mundo– de la mayoría de su grupo dirigente (comenzando por su secretario internacional, M. Pablo, de allí el término "pablismo" con el cual se ha caracterizado a los continuadores, en verdad empeorados, de esta corriente, es decir, el Secretariado Unificado).


 


Giro que implicaba la liquidación de la perspectiva de construir verdaderos partidos marxistas revolucionarios, en nombre de la transformación de la IV Internacional en una suerte de grupo de presión sobre los dirigentes "más radicales" de los partidos de masas (entonces Tito, Ben Bella o Castro; en tiempos más recientes… Lula y Bertinotti, con los correspondientes continuos fracasos).


La crisis provocada por este giro revisionista (que naturalmente se configuraba también en el abandono progresivo de los puntos fundamentales del programa marxista revolucionario) repercutió también en el ámbito de sectores importantes que se opusieron al revisionismo. Así la IV Internacional fue dislocada y dividida y no pudo jugar en las décadas siguientes el papel que le hubiera correspondido. 


 


Es difícil decir, aunque no se puede excluir, si una Internacional unida y firme sobre la base de una política consecuente hubiera podido permitir una victoria revolucionaria en una o más situaciones particulares. Ciertamente es del todo improbable pensar que habría podido alterar el curso de la historia de las últimas décadas. Pero al mismo tiempo, es absolutamente probable que, fortalecida por la intervención consecuente en la lucha de clases (en la cual, por otra parte, se han reforzado prácticamente todas las fuerzas que se reclaman del trotskismo, a pesar de sus límites políticos y la división organizativa), la IV Internacional habría podido aparecer –frente a la quiebra del stalinismo y la crisis de todas las viejas direcciones– ante una amplia vanguardia, si no frente al conjunto del proletariado y de los oprimidos, tanto en Oriente como en Occidente, en los países dominados y en los países imperialistas, como el punto de referencia para combatir la barbarie capitalista y realizar la revolución socialista.


 


Esto no ha sucedido. Pero esta, como tantas otras derrotas del movimiento obrero, no elimina el hecho de que sólo la revolución socialista mundial sigue siendo la única alternativa a la barbarie capitalista y que para desarrollar esta perspectiva es necesario refundar la Internacional revolucionaria del proletariado.


 


Tal Internacional no puede construirse, de manera realista, más que sobre la base del marxismo revolucionario y de su historia.


Un nuevo inicio político-organizativo es obviamente necesario, un nuevo inicio político-programático estaría privado de base sobre el terreno de la realidad objetiva y sería una acción de sectarismo extremo o de oportunismo fracasado.


 


En realidad, si es vista como reelaboración en términos autónomos – una nueva teoría de la lucha de clases– tendería en los hechos a determinarse como un nuevo centro del movimiento obrero mundial y no creemos que haya necesidad ni espacio para nuevos Marx y Engels.


 


Si en cambio, es considerada, y este es el caso más frecuente, como una tentativa de disminuir la importancia de la claridad programática y de encontrar denominadores mínimos comunes a la baja, eso reduciría la claridad necesaria para el desarrollo de una perspectiva revolucionaria y llevaría en el tiempo a un fracaso, incluso organizativo. Es la historia constante del centrismo clásico en el pasado. En Italia, la historia de las organizaciones de extrema izquierda de los años ’70, que aparecieron durante un breve período como importantes y que luego se desvanecieron, lo demuestra.


 


Efectivamente, como afirmaba Lenin, "no hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria".


 


Para el PCL es fundamental una relación con las organizaciones, los movimientos y los partidos que, más allá de su propia experiencia, de su propia historia, compartimos y practicamos los elementos programáticos para nosotros básicos para la reconstrucción de la Internacional: la independencia y la autonomía del movimiento obrero (oposición a cualquier gobierno de alianza con fuerzas burguesas), la perspectiva de la revolución (derrocamiento del modo de producción capitalista mediante la toma del poder político y su organización democrática en un régimen de consejos), una práctica política capaz de conjugar las reivindicaciones de los trabajadores y de otros sectores oprimidos con los objetivos de la revolución, la necesidad de reconstruir la Internacional.


 


Pero sobre estas bases programáticas, tal relación por la reconstrucción de la Internacional revolucionaria del proletariado no podría más que configurarse como batalla por la refundación de la IV Internacional.


 


En la Coordinadora por la Refundación de la IV Internacional (CRCI) hemos registrado un empeño real de avanzar en esta dirección. La CRCI no es, ni se considera, "la IV Internacional" (como hacen algunas sectas internacionales encerradas sobre sí mismas o de las organizaciones a las que les sirve mantener la "etiqueta", pero que están tan alejadas del marxismo revolucionario consecuente como para tener incluso ministros en el gobierno de Lula o… votar veintiún veces la confianza al gobierno de Prodi antes de concluir, sin extraer alguna conclusión teórica, que un gobierno burgués aliado a la Confindustria no es susceptible de reaccionar positivamente a las "presiones de las masas").


 


La CRCI es, al contrario, un instrumento abierto de lucha por reconstruir la IV Internacional como real partido mundial de la vanguardia social y política del proletariado.


 


Nacida con un reagrupamiento de fuerzas a escala internacional sobre bases programáticas (“Declaración de Génova”, de 1997), y caracterizada por una discusión abierta, la CRCI ha lanzado la perspectiva de reconstruir la Internacional revolucionaria del proletariado, intentando reunir, sobre una base de principios, fuerzas de diversa procedencia: ciertamente, lo mejor del movimiento trotskista pero también sujetos políticos que han roto con la experiencia centrista, stalinista o del nacionalismo revolucionario, más allá, naturalmente, de la vanguardia actual del proletariado y del movimiento de masas. Asumiendo siempre como único criterio de reagrupamiento no una procedencia común sino una comunidad de programa. Es el propio método con el cual nació el McPCL en Italia. No por casualidad sólo la CRCI ha sostenido plenamente a nuestro partido en su construcción y su proyecto.


 


Son relaciones que tienen más de diez años de vigencia, a través de lo que era la relación con "Progetto Comunista", no sólo como Associazione Marxista Rivoluzionaria sino también como corriente general, y que la mayoría de los/las compañeros/as han conocido directa o indirectamente en los textos publicados en nuestra prensa, en varios congresos del PRC, en el momento de nuestra constitución en junio de 2006 en el cine Barberini o en nuestra asamblea nacional como McPCL de abril de 2007.


 


La constitución de la CRCI, con el Congreso realizado en Buenos Aires en abril de 2004, ha representado efectivamente un paso adelante en el largo, difícil y tortuoso camino hacia la revolución socialista y la liberación del proletariado y de la humanidad oprimida por la realidad de la sociedad capitalista.


 


Naturalmente, desde el punto de vista de las dimensiones del camino a recorrer en esa dirección, ese salto es muy modesto y nos equivocaríamos si los consideráramos o lo presentáramos de otro modo. Pero respecto de la crisis histórica, no sólo de las direcciones revolucionarias, sino también de la IV Internacional, tal constitución representa una primera inversión de tendencia, un primer giro para retomar el camino hacia la resolución del "problema de los problemas" al cual hoy se enfrenta el proletariado: la crisis de la dirección revolucionaria.


 


Naturalmente, estamos bien concientes de sus límites. En relación con las tareas de la lucha de clases, la CRCI es una organización muy pequeña. La multiplicación cuantitativa y el desarrollo cualitativo en los últimos años en países con situaciones tan diversas, como Argentina, Uruguay, Italia, Grecia y Turquía, representan la expresión de una intervención global correcta en la lucha de clases.


Esto puede ser subrayado en particular en referencia a los acontecimientos revolucionarios que han ocurrido en Argentina y el papel de vanguardia que ha jugado el Partido Obrero, pero vale también para otras situaciones.


 


Sin embargo, comprendemos que la extensión a escala mundial de la CRCI es todavía limitada, estando sustancialmente ausente de regiones importantes del globo e incluso de países importantes para la lucha de clases, incluso por la presencia de sectores de vanguardia con influencia significativa que se reclaman, aunque contradictoriamente con su política concreta, del trotskismo.


 


Estas tareas de construcción y de reagrupamiento revolucionario son todavía muy difíciles. Pero, a pesar de esto, el desarrollo y la transformación de aquello que fue el Movimiento por la Refundación de la IV Internacional en organización centralista democrática con su nuevo nombre, representan un paso adelante significativo en la lucha por la refundación de la IV Internacional.


 


La seriedad del método de la CRCI se evidencia en el hecho de que representa el primer y significativo reagrupamiento revolucionario trotskista desde la crisis de la Internacional a fines de los años '50. En efecto, es el producto del reagrupamiento de tres experiencias diferentes. La del Partido Obrero de Argentina y de otras organizaciones latinoamericanas ligadas a él; la de la Oposición Trotskista Internacional (ITO, que incluía a la AMR italiana, el grupo de los Estados Unidos, y la mayor parte de pequeños grupos partidarios de la CRCI en varios países del mundo); y la del Partido Obrero Revolucionario (EEK) de Grecia. Aunque con algún momento de contacto en el pasado, y situándose todos en el terreno de la lucha contra el revisionismo pablista, su historia fue diferente por muchos años.


 


Es el método trotskista de reagrupamiento sobre la base de principios lo que ha permitido realizar esta unión. Posteriores operaciones de reagrupamiento, como la de la organización turca (Movimiento por un Partido Obrero Revolucionario) que también tiene su historia política particular o con el todavía pequeño Partido Obrero Revolucionario de Chile, que nace del reagrupamiento sobre bases trotskistas consecuentes de militantes que provienen, salvo los más jóvenes, de la experiencia de la extrema izquierda centrista tradicional de las décadas pasadas, en particular del famoso Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).


 


En particular, estos procesos de reagrupamiento se han realizado sobre la base de cuatro puntos programáticos centrales, establecidos en la reunión fundacional del Movimiento, realizada en Génova en 1997, que reproducimos aquí:


 


"Los cambios que se desarrollan en la situación política internacional, especialmente la profundización de la crisis económica del capitalismo mundial y los levantamientos populares en diversas partes del globo, obligan a todas las organizaciones que se reivindican trotskistas a plantear la refundación de la IV Internacional, para ofrecer a la vanguardia de los trabajadores de todo el mundo una orientación y una organización marxistas revolucionarias.


 


"El Secretariado Unificado de la IV Internacional (SU), que se reivindica como la continuidad de la IV Internacional, no es la IV Internacional ni puede ser reformado para serlo. La refundación de la IV Internacional requiere la derrota política del SU.


 


"En nuestra opinión, las bases de discusión para refundar la IV Internacional deben incluir: 


 


"1) La actualidad de la lucha por la revolución socialista mundial y la dictadura del proletariado; 


 


"2) la reafirmación de la caracterización de la IV Internacional de los Frentes Populares como un bloque con la burguesía ‘democrática', que condena al partido del proletariado a ser un apéndice del capital; 


 


"3) la necesidad de la revolución social y política en la antigua Unión Soviética, Este europeo, China, Indochina, Corea del Norte y Cuba; 


4) la elaboración de una estrategia anticapitalista basada en el método y en las reivindicaciones de transición".


 


Estas son las bases sobre las cuales todavía hoy la CRCI quiere avanzar en la lucha por la refundación de la IV Internacional. Es por esto que en estos años buscamos aproximar a otras corrientes del movimiento trotskista con una perspectiva de verificar las condiciones para un reagrupamiento más amplio (de sectores de la minoría de izquierda del Secretariado Unificado, de la Liga Internacional de Trabajadores, el Comité por una Internacional Obrera, la minoría de Lutte Ouvrière en Francia, luego de una tentativa con la propia organización como tal).


 


El espíritu de fracción ha prevalecido por el momento y organizaciones que de palabra critican el "sectarismo" de la CRCI han demostrado no desear poner en discusión un proceso de reagrupamiento hacia la refundación de la IV Internacional. Pero la batalla de la CRCI continúa, sabiendo que los desarrollos de la lucha de clases y de la batalla política pondrán a todos frente a las propias responsabilidades e iniciativas que hoy no tienen éxito pueden tenerlo en el futuro.


 


Porque el reagrupamiento es, para una organización revolucionaria, una aspecto más de la intervención general sobre la base del marxismo revolucionario en la lucha de clases para conquistar los sectores de vanguardia del movimiento obrero y de los otros movimientos de masas.


 


Porque la organización que debemos construir no es un club de discusiones, una secta o un cuadro testimonial, incluso si fuera principista. Es, en cambio, una organización de lucha, por lo cual la batalla por la refundación de la Internacional se confunde con la lucha por la revolución proletaria.


 


Es en este cuadro que se ubica también el debate interno en la CRCI, con la confrontación incluso sobre aspectos no secundarios, como el juicio preciso sobre la crisis capitalista, sus perspectivas, las consecuencias en la lucha de clases. 


 


Debate lógico no sólo porque el reagrupamiento que la CRCI representa de conjunto, apunta a un reagrupamiento marxista revolucionario de experiencias diversas, sino porque la confrontación política, sobre la base del programa común y de la acción común, es una constante de toda verdadera organización marxista revolucionaria (si se piensa en las confrontaciones, sobre varios temas entre Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo, no sólo antes sino después de la victoria de la revolución rusa).


 


La condición para que tal debate sea fructífero está no sólo en el hecho de que tenga como finalidad una mejor acción internacional de los marxistas revolucionarios, sino que también alcance al conjunto de sus militantes. Es un compromiso que como PCL debemos asumir y llevar a la práctica en concreto.


 


Por todo lo dicho en el capítulo final de este texto, la lógica y natural consecuencia política de nuestras posiciones programáticas y de nuestro proyecto revolucionario internacionalista no puede ser más que una: la formalización de las relaciones existentes con la CRCI con la constitución del PCL como su sección italiana.


 


 


Rimini, 5 de enero de 2008


 

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