Notas críticas al documento internacional


Introducción


 


El Congreso de fundación del Partido Comunista del Lavoratori (PCL), desarrollado en enero de 2008, ha completado el ciclo histórico abierto por la salida de la AMR Progetto Comunista, sección italiana del CRCI, de Refundación Comunista, producido inmediatamente después de que el partido de Fausto Bertinotti se integrara al gobierno capitalista de centroizquierda de Romano Prodi en mayo de 2006.


 


En junio de aquel año, los compañeros italianos anunciaron, en una reunión en el teatro Barberini, en Roma, la "constitución de un movimiento por un Partido Comunista de los Trabajadores". Transcurrido un año y medio, el nuevo partido ha sido fundado en Rimini y, entre sus resoluciones, algunas señalan la casi unánime decisión de que el PCL se constituya en la sección italiana del CRCI.


 


Indudablemente, la fundación del PCL es el mayor acontecimiento político en la lucha por reagrupar a la vanguardia obrera e internacionalista del país. Al defender la herencia del trotskismo e integrarse a la CRCI, el partido italiano toma una dirección claramente opuesta a la elegida por la LCR francesa, que ahora propone formar un "gran partido de unidad anticapitalista y revolucionaria" sin mayores vínculos políticos, ideológicos, programáticos y organizativos con el trotskismo y la IV Internacional.


 


Sin embargo, la perspectiva internacional adoptada por el PCL, expuesta en su documento internacional, manifiesta divergencias sustanciales respecto a la desarrollada por la CRCI a partir de su congreso fundacional en 2004. Aunque algunas de esas divergencias estuvieron presentes también en las discusiones previas entre la ex ITO (Oposición Trotskista Internacional del SU, con la cual la organización italiana estuvo conectada históricamente) y la mayoría de los partidos que constituyeron la CRCI en 2004, ahora, en el Congreso de fundación de un nuevo partido, adquieren un nuevo contenido político vinculado con las nuevas condiciones históricas de la situación mundial objetiva.


 


En mi intervención en la discusión del documento internacional en Rimini, resumí los puntos principales de la nota crítica que sigue.Aparte de unos pocos puntos (relacionados con la forma final tomada por el documento italiano después de la votación,y con el rápido deterioro de la crisis mundial durante el Congreso y en los días que le siguieron), la crítica es presentada aquí tal como fue formulada inicialmente.


 


Crisis 


 


1. Hay un agudo conflicto entre la perspectiva señalada en el documento del PCL y la de la CRCI, que no puede minimizarse o caricaturizarse como un choque entre "catastrofistas" y "realistas"; involucra no sólo un análisis diferente de la crisis capitalista mundial sino los propios fundamentos del marxismo. La perspectiva señalada por el PCL está enraizada en conceptos y prácticas profundamente arraigados, no limitados sólo a Italia, que pueden impedir que el movimiento trotskista internacional aproveche, mediante una lucha consciente en el movimiento de masas, las oportunidades revolucionarias presentadas por las convulsiones del declinante mundo capitalista en crisis.


 


La preparación del documento internacional del Congreso de fundación, y el Congreso en sí, transcurrieron durante el explosivo período de convulsión financiera provocada por el derrumbe del mercado de créditos hipotecarios "subprime" (de alto riesgo) en Estados Unidos. En su informe internacional, el compañero Franco Grisolia, expositor del documento del Congreso de Rimini, no hizo ninguna referencia al hecho, ni siquiera las palabras "mercado de hipotecas subprime" o "crisis crediticia", que pesan como una pesadilla sobre los capitalistas (y cubren las primeras planas de toda su prensa) en todo el mundo, fueron dichas en el Congreso ni una sola vez. En las veintiocho páginas del largo documento no hay una sola línea de análisis concreto de este hecho concreto, el más importante desarrollo de la situación económica en 2007, sino sólo un corto comentario respondiendo esta pregunta retórica: "¿Las contradicciones de la actual situación mundial desembocarán en una crisis mayor, del tipo de la de 1929? (…) ¿La actual ‘crisis de los préstamos norteamericanos' puede, por consiguiente, representar el detonante? Parece improbable". En este punto, el documento y sus autores expresan un optimismo mucho más pronunciado acerca del futuro capitalista que el que tienen los principales analistas de los más poderosos círculos capitalistas internacionales.


 


Durante el desarrollo del Congreso en Rimini, un informe oficial de la Oficina Nacional de Investigación Económica de los Estados Unidos (NBER, sus siglas en inglés), reveló un agudo aumento en el índice de desempleo junto con un incremento de la pobreza en diciembre de 2007, lo cual provocó una nueva caída en los mercados financieros. Una serie de nuevas declaraciones de destacados economistas acerca de la recesión en el centro de la economía capitalista mundial, en los propios Estados Unidos, expresaron su profundo y bien fundado pesimismo. David Rosenberg, economista principal de Merrill Lynch, y Jan Hatzius, economista de Goldman Sachs, dijeron que "la recesión probablemente ya está aquí".1 Nouriel Roubini, otro economista de primera línea, conocido por sus análisis y advertencias acerca de la reciente crisis, hizo el 15 de enero declaraciones para nada ambiguas: "Los Estados Unidos han entrado ahora, efectivamente, en una recesión seria y dolorosa. El debate ya no es si la economía experimentará un aterrizaje suave o uno duro, sino cuán dura será la recesión. Los factores que la hacen inevitable incluyen la peor recesión nacional en materia de viviendas, que empeorará más aún; una severa falta de liquidez y de crédito en los mercados financieros, que está peor ahora que cuando empezó en el verano (boreal) pasado; altos precios del petróleo y de la gasolina; caída de la inversión del sector empresario; un mercado laboral saturado, que crea pocos empleos y una tasa de desempleo que crece abruptamente; consumidores que no compran, sin ahorros y altamente endeudados que, gracias a la caída del precio de las viviendas, ya no pueden usar sus casas como un ‘cajero automático' que les permite gastar más que sus ingresos. Como el consumo privado representa en los Estados Unidos más del 70 por ciento del consumo general, la restricción y el recorte de gastos aseguran que la recesión está en marcha". Roubini enfatizó el hecho de que la "tormenta recesiva" en los Estados Unidos golpeará a toda la economía mundial y, de manera particularmente dura, a Europa: "Estados Unidos todavía es responsable del 25 por ciento del producto mundial. Por lo tanto, cuando Estados Unidos estornuda, el resto del mundo se resfría. Pero ahora Estados Unidos no sufre un resfriado común, sino un doloroso caso de neumonía. Por lo tanto, el resto del mundo, incluida Europa, no podrá evitar el contagio financiero y real del virus de la recesión norteamericana".


 


El catastrófico derrumbe de los mercados de acciones del 15 de enero y la semana subsiguiente confirmaron los temores acerca de los devastadores efectos de una recesión norteamericana y mundial. Era una rotunda desmentida, en la realidad de los hechos y en tiempo real, a la negación de esos acontecimientos en el documento y en el congreso del PCL.


 


Después de mostrar una completa ceguera frente a la crisis actual, resulta absolutamente extraño que el documento reconozca que la crisis capitalista existe e incluso "domina la situación mundial". Más adelante, el texto busca evidencias de esta crisis en: a) el "desarrollo exponencial" del capital ficticio; b) la recurrencia de las crisis de los mercados bursátiles (las cuales sin embargo, de acuerdo con el documento, juegan un papel de válvula de escape y hacen evitable el riesgo de una crisis peor; c) el sobre-endeudamiento de Estados Unidos; d) "el constante y necesario ataque a las conquistas del proletariado y su superexplotación".


 


¡Pero ninguno de esos fenómenos da evidencias de esta crisis específica!


 


a) La expansión del capital ficticio podría ser, bajo ciertas condiciones, no una manifestación de la crisis sino del poderoso nivel logrado por el desarrollo capitalista, incluida la expansión industrial. Corporiza una contradicción: por un lado funciona como un acelerador del desarrollo de las fuerzas productivas y de la internacionalización de la economía, que preparan las condiciones materiales de un nuevo modo de producción, el socialismo mundial; al mismo tiempo, "acelera las violentas erupciones de sus contradicciones y crisis, y de tal modo los elementos de la desintegración del viejo modo de producción".2 La sobre-expansión del capital ficticio y la globalización de los mercados internacionales después de 1980 fueron inicialmente una salida temporaria a la crisis de sobreproducción del capital, que estalló en 1968/1973 poniendo fin al boom de la posguerra; al mismo tiempo preparó el terreno de nuevas, y cada vez más violentas, erupciones de las contradicciones globalizadas del sistema capitalista (1987, 1997/2001, 2007).


b) Las crisis de los mercados bursátiles podrían estar relacionadas solamente con una fluctuación cíclica, y en otros casos, como en 1987, 1997 ó 2007, relacionadas profundamente con los factores y tendencias de la crisis sistémica.


c) El sobre-endeudamiento de Estados Unidos no es algo nuevo. Hace ya un cuarto de siglo, bajo el gobierno de Ronald Reagan, Estados Unidos pasó de ser el mayor exportador a constituirse en el mayor importador de capitales.


 


d) Los ataques del capital contra el proletariado y las tendencias a aumentar la tasa de explotación son características constantes del sistema y se manifiestan, de diferentes maneras y formas, tanto en condiciones de auge económico como de crisis.


 


¡Así, el documento del PCL busca evidencias de una crisis abstracta donde podrían no existir, mientras permanece completamente ciego ante una crisis mundial concreta, real, que se desarrolla rápidamente y que explota en su cara!


 


Crisis y revolución


 


2. La actitud descuidada, incluso la indiferencia, del documento del PCL hacia un análisis marxista del real desarrollo de la crisis capitalista, no se basa sólo en una tradicional negación de este análisis como "catastrofismo ultraizquierdista, del tercer período", sino también en su irrelevancia, falta de utilidad para la revolución socialista y para su preparación.


 


Bajo el pretexto de que obviamente no existe una relación lineal entre la crisis económica, la radicalización revolucionaria y la movilización de las masas, se suprime toda conexión, incluso la dialéctica, mediante contradicciones y mediaciones. Dos clases de "argumentos" se esgrimen para demostrar esa pretensión absurda.


 


Primero, dos citas de Trotsky, de 1921 y 1930, son sacadas de contexto y presentadas como "pruebas". Segundo, las agitaciones revolucionarias (por ejemplo, mayo de 1968) son presentadas como ocurridas durante los booms económicos y no en momentos de crisis. En general, la conexión entre crisis y revolución es revertida por otra entre el alza del ciclo y radicalización de las masas.


 


Trotsky, en el primer Congreso de la III Internacional, incluido el discurso de junio de 1921 al cual se refiere el documento del PCL, no intenta de ninguna manera desconectar crisis y revolución sino luchar contra una concepción lineal de la historia, sostenida tanto por los ultra-izquierdistas partidarios de la teoría de la "ofensiva permanente" como por los auto-denominados "marxistas ortodoxos" de la II Internacional. Interpretando las causas de los retrocesos y las derrotas que siguieron a la primera onda revolucionaria después del fin de la Gran Guerra, por medio de un detallado estudio de los acontecimientos y de sus más profundas tendencias contradictorias económicas y políticas, Trotsky desarrolla una concepción no lineal de la historia y de la naturaleza de la época imperialista, de la declinación capitalista, basada en la dialéctica materialista de la crisis y la revolución. Trotsky desarrolla la teoría marxista como una guía para los nuevos e inmaduros partidos revolucionarios y la nueva Internacional para entrenarlos, como él decía, en "el arte de la lucha revolucionaria por el poder".3


 


En su discurso de junio de 1921,Trotsky no separa la crisis de la revolución, sino que muestra que la "compleja interdependencia dialéctica entre la coyuntura económica y el carácter de la lucha de clases" sólo podía entenderse en el contexto de todo el proceso histórico.4 En algunos casos, la crisis capitalista impulsa la radicalización y la actividad revolucionaria de las masas; en otro contexto histórico, las paraliza: "Bajo determinadas condiciones, la crisis puede dar un poderoso impulso a la actividad revolucionaria de las masas obreras; bajo circunstancias diferentes, puede paralizar por completo la ofensiva del proletariado y – si la crisis se prolongara demasiado y los trabajadores sufrieran muchas derrotas– podría debilitar en extremo no sólo la ofensiva sino también el potencial defensivo de la clase obrera".5


 


En su texto de 1930, Trotsky critica a la Internacional Comunista stalinizada porque ella consideraba el impacto de la crisis con independencia de "la situación política de conjunto y de los acontecimientos que han precedido y que acompañan la crisis". Los efectos políticos del crash de 1929 y de la Gran Depresión no podían ser aislados de las derrotas históricas que los habían precedido (en Alemania, en Europa en general, en China, el Termidor soviético y la consolidación de la burocracia stalinista, etcétera) y que la acompañaban (por el ejemplo, la desastrosa política del stalinismo en Alemania).


 


Pero todo eso nunca significó que Trotsky desatendiera la importancia política de las crisis económicas del capitalismo. Por el contrario, siempre insistió en la necesidad de darle la mayor importancia y atenderla cuidadosamente, con detallados estudios de la compleja curva del desarrollo capitalista, como algo fundamental para desarrollar una estrategia y una táctica revolucionarias (no como sustituto de ellas).


 


En su balance del III Congreso de la Internacional Comunista, Trotsky volvió a señalar la importancia de estudiar los fundamentos económicos de la dominación burguesa: "De haber tenido éxito la burguesía en restaurar los verdaderos fundamentos de su dominación, o de haber dado incluso un simple paso en esa dirección, estaríamos obligados a decir: ‘sí, la burguesía ha tenido éxito en restaurar las bases principales de su dominación de clase. La perspectiva del desarrollo futuro de la revolución podría ser en este caso extremadamente lúgubre'. Pero sucede que ése no es el caso; que, por el contrario, todos los esfuerzos de la burguesía, todas las energías empeñadas para sostener los equilibrios de clase, se manifiestan invariablemente a expensas del sustrato económico en el cual la burguesía reposa, a expensas de su base económica".6


 


El hecho de que los fundamentos económicos de la dominación burguesa están enredados en contradicciones indisolubles en nuestra época, determina el carácter de esta época imperialista como una época de declinación histórica que proporciona las bases necesarias de la futura (no automática) victoria del proletariado y del nuevo modo de producción. Ese concepto acerca de la naturaleza de nuestra época, tan fundamental para Lenin y Trotsky, está, y no accidentalmente, del todo ausente en el documento internacional del PCL italiano.


 


La CRCI nunca fue economicista ni proclamó que habría un colapso automático del capitalismo por sus crisis. Una lectura imparcial, no prejuiciosa, de todos sus documentos así lo muestra (la observación de Peter Johnson durante su intervención durante el Congreso del PCL, acerca de que en 1997, después de la crisis asiática, el PO y el EEK declararon el inminente colapso del sistema, sólo es una demagogia barata). El problema no es el inexistente "economicismo catastrofista" de la CRCI sino la completa indiferencia de los autores del documento del PCL hacia el análisis marxista de la crisis capitalista, basado en el método de la crítica a la economía política desarrollado por Marx en El Capital.


 


¿Un documento contra El Capital?


 


3. El documento del PCL, en su formulación inicial, llega a proclamar: "el marxismo revolucionario no es una teoría económica; es una teoría política científica, que tiene como fin ‘el derrumbe de la sociedad burguesa y de las instituciones estatales creadas por ésta'…" He criticado ese punto durante el Congreso del PCL, como un rechazo al marxismo. El compa- ñero Franco propuso incluir un agregado, finalmente aprobado: "El marxismo revolucionario no es una simple teoría de análisis económico, es una teoría política científica revolucionaria de conjunto." Pero agregar dos adjetivos no corrige el error metodológico. 


 


Lenin tenía una visión totalmente diferente acerca del marxismo: "La aplicación del materialismo dialéctico a la reformulación de toda la economía política desde sus mismos fundamentos, su aplicación a la historia, a la ciencia natural, a la filosofía y a la política y a las tácticas de la clase obrera, eso era lo que interesaba a Marx y a Engels por sobre todas las cosas; lo que ellos dieron como contribución en este punto es lo más esencial y novedoso, y esto fue el magistral avance que realizaron en la historia del pensamiento revolucionario."7 Solamente siguiendo los pasos de ese avance de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, un partido revolucionario puede construirse y la IV Internacional puede ser refundada.


 


Pero al desestimar un "simple análisis económico", el documento del PCL rechaza el gigantesco trabajo al cual Marx dedicó su vida: la Crítica de la Economía Política formulada en su magna obra El Capital, considerada por él mismo como "el más espantoso proyectil que haya sido jamás disparado a la cabeza de la burguesía (incluidos los terratenientes)".8


 


Marx criticó agudamente la ideología burguesa de rechazar la necesidad fundamental del estudio crítico de la economía política: "Una vez que se ha logrado penetrar en sus interconexiones, toda creencia teórica en la permanente necesidad de las condiciones existentes colapsa antes del colapso práctico. Por lo tanto, es de absoluto interés de las clases dominantes eternizar la confusión irreflexiva. Y para eso se les paga a sus chismosos y aduladores, cuando no tienen otro triunfo que jugar excepto decir que nadie debería dedicar un solo pensamiento a la economía política".9


 


Gramsci, una vez, en su entusiasmo por la Revolución Rusa y su hostilidad hacia la "ortodoxia" marxista de la II Internacional, cometió el completo error de declarar que "la Revolución de Octubre le ha ganado a El Capital". El documento del PCL repite el rechazo idealista de Gramsci por El Capital, luchando, en nombre de un "marxismo revolucionario ortodoxo", contra la insistencia de la CRCI sobre la necesidad del análisis de la economía política y su pretendido "catastrofismo".


 


De acuerdo con esta ortodoxia,Marx fue el peor de los catastrofistas. En el primer bosquejo de El Capital, los “Grundisse”, enfatiza con letras mayúsculas la importancia de un estudio continuo de las contradicciones de la economía capitalista: "Esas contradicciones conducen a explosiones, cataclismos, crisis, en las cuales mediante la momentánea suspensión del trabajo y la aniquilación de una gran porción de capital, éste se ve violentamente reducido, al punto que puede emplear todos sus poderes productivos sin cometer suicidio. Pero estas catástrofes regularmente recurrentes llevan a su repetición en una escala mayor, y finalmente a su derrocamiento violento."10


 


Boom de posguerra y crisis


 


4. Solamente mediante un cuidadoso estudioy análisis de cada una de esas "catástrofes recurrentes", se establece su especificidad así como sus interconexiones con los momentos previos del desarrollo capitalista. Al negar las catástrofes (su recurrencia, por ejemplo en 1987, 1997 ó 2007, es considerada una prueba de que tal cosa como una catástrofe no puede existir) el documento del PCL presenta un panorama por completo esquemático y distorsionado del desarrollo capitalista en el período de la segunda posguerra, de su prolongada expansión y luego de su prolongada crisis. Se reconocen dos períodos principales: un largo periodo de treinta años boom, entre 1945 y 1975,y un luego periodo de "tendencia al estancamiento" entre 1975 y 1992. Este último período terminó en 1992 gracias a la restauración capitalista, particularmente el rápido crecimiento de China; entonces siguió un nuevo movimiento ascendente y se restableció un nuevo equilibrio mundial para el sistema capitalista.


 


No se intenta un análisis real de los fundamentos materiales del boom de la posguerra (¿qué representó el acuerdo de Bretton Woods y su relación con la división europea establecida en Yalta? ¿Cuál es la relación entre la convertibilidad fija entre el oro y el dólar y el funcionamiento de la ley del valor? ¿Cuál fue la política económica de la Guerra Fría?, etcétera). Por el contrario, el documento corre a sacar la conclusión de que las agitaciones revolucionarias internacionales ligadas al Mayo Francés en 1968, al "Otoño caliente" en Italia, al Cordobazo, etcétera, tuvieron lugar en "el punto culminante del boom de la posguerra en 1968/1969"… ¡probando la conexión entre el boom y la radicalización!


 


Pero Mayo de 1968 se produjo precisamente porque el marco de posguerra de Bretton Woods,que sostenía el boom de posguerra,había comenzado a romperse: en noviembre de 1967 la crisis golpeó la libra británica, y sobre todo la crisis de marzo de 1968 y el establecimiento de un "mercado de dos niveles" en el cambio del oro, eran síntomas ineludibles del agotamiento del período de estabilización y expansión capitalistas de la posguerra basadas en el marco de Bretton Woods, que colapsó definitivamente en agosto de 1971 cuando Richard Nixon puso fin a la convertibilidad fija orodólar, inaugurando la crisis mundial. Estas contradicciones emergentes, manifestación de una crisis de sobreproducción de capital sin precedentes a la cual había llevado el prolongado boom, entre otras cosas, empujaron a De Gaulle a tomar una serie de urgentes medidas económicas y políticas, incluida la Reforma Fouchet de la educación, que precipitó los acontecimientos de Nanterre y en el movimiento estudiantil.


 


La crisis no se desarrolló linealmente sino a través de varios momentos, zigzags y fases; entre ellas debe mencionarse el punto de viraje de 1979/1980, marcado por la liberalización y globalización de los mercados financieros y el comienzo del llamado (erróneamente) "neoliberalismo" bajo los gobiernos de Thatcher y Reagan. La globalización de las finanzas, como una salida temporaria para la sobre-acumulación de capital, llevó a una sobreexpansión del capital ficticio. Una serie de shocks financieros, como "ataques cardíacos" (en 1987, en 1997/2001 y en 2007/2008), demostraron que las contradicciones no sólo no se han resuelto, sino que se han reproducido en una escala cada vez mayor; ellas realmente se han "globalizado".


 


La esquemática y a la vez arbitraria división en dos períodos – de ascenso entre 1945/1975 y de "tendencia al estancamiento" entre 1975/1992– suena como un eco de las discusiones dentro del Secretariado Unificado, que trató de explicar la, para ellos, inesperada crisis aplicando la versión mandeliana de la teoría de las "ondas largas del desarrollo capitalista", elaborada por el economista soviético Nicolai Kondratieff (y agudamente criticada por Trotsky como un "tipo de astrología"). Desde ese punto de vista, el Secretariado Unificado habló de un "largo ciclo ascendente" hasta los años ’70 y de un "largo ciclo descendente" en los años posteriores. En los ’90, continuaban discutiendo si el "largo ciclo descendente" había finalizado o no.


 


Según el documento del PCL, esa "onda larga" ha finalizado en 1992 gracias a China y al proceso de restauración capitalista, que impulsarían el crecimiento de la economía mundial. Pero, otra vez: ¿por qué 1992? ¿Por qué particularmente ese año? Es verdad que después de la masacre de la plaza de Tienanmen en 1989, en los años siguientes hubo una aceleración del proceso de restauración capitalista, particularmente con el desarrollo de las Zonas Especiales Costeras. Pero incluso los economistas burgueses oficiales coinciden en que el papel relativamente estabilizador de China respecto de la economía mundial se hace sentir sólo diez años más tarde, entre 2002 y 2006, después del huracán financiero internacional de 1997/2001 (desde Asia y Rusia a América Latina, desde el crash de la economía de las "punto.com" en Estados Unidos al derrumbe de la Enron y al default argentino, entre otros) y la recesión de 2001/2002.


 


La relativa re-estabilización en 2002/2006 se sustentó en el eje Estados Unidos-China, cuando las reservas de Pekín, producto del enorme superávit de su intercambio comercial, fueron un instrumento para financiar el gigantesco déficit norteamericano. La drástica reducción de la tasa de interés en el mismo período y la expansión del crédito sostuvieron un relativo ascenso, y condujeron a la formación de una serie de nuevas burbujas financieras, incluida la ahora despreciada burbuja del mercado hipotecario norteamericano y su "securitización" en toda clase de instrumentos financieros ficticios.


 


La explosión de la burbuja hipotecaria y del mercado de hipotecas "subprime" coincidió con la crisis en la Bolsa de Shangai en febrero y mayo de 2007, señalando una crisis de sobre-inversión en la híbrida economía china. El eje chino-norteamericano de 2002/2006 comenzó a romperse disparando la crisis internacional del crédito en el verano (boreal) de 2007, las gigantescas pero ineficaces inyecciones de liquidez por los bancos centrales de Europa, Estados Unidos y Japón para enfrentar la restricción del crédito y ahora la inevitable recesión.


 


Esos desarrollos de la situación fueron oportunamente analizados por el Secretariado Internacional de la CRCI durante su reunión en Estambul, en junio de 2007.


Desafortunadamente,el contenido de esa discusión nunca fue debatido en la organización italiana, y la declaración del SI de Estambul, "De un mundo convulsionado a la revolución mundial", sólo fue traducida al italiano para el Congreso en Rimini (y solamente después de que la cuestión fuera planteada por el compañero Altamira)…


 


¿Regresión histórica o transición a la revolución mundial?


 


5. La divergencia esencial entre el documento del PCL y la mayoría del CRCI no es sobre uno u otro punto de apreciación de la situación mundial sino sobre la naturaleza de todo el período histórico abierto con el colapso del stalinismo, la implosión de la URSS y el giro abierto hacia la restauración capitalista en los ex Estados obreros del ex bloque soviético y en China.


La posición central del documento del Congreso del PCL está sintetizada en el siguiente párrafo:


"Parecía, justamente, que el propio concepto de los marxistas revolucionarios, en el primer período de la crisis, según el cual ‘El capitalismo podría reencontrar un equilibrio y una expansión solamente a través de una reapropiación de los mercados de la URSS y de los otros Estados obreros deformados, en particular en la Europa del este', no se llegaba a realizar completamente y que esto fuera uno de los elementos de la continuidad de la crisis. En realidad, exactamente, aquel reequilibrio se realizaba, pero en otro escenario, el chino (y en un nivel menor, pero importante en Vietnam y la mayoría de los estados de la Europa centro-oriental) (…) En este sentido podemos afirmar que la naturaleza contrarrevolucionaria del stalinismo se ha afirmado no solamente en su dominio totalitario antiobrero, no solamente en la restauración del capitalismo, sino también en haber sido el instrumento de reequilibrio del capitalismo mundial, que realmente se ha salvado recuperando para sus inversiones y también para sus mercancías los mercados de los ex Estados obreros degenerados/deformados" (destacados de Savas Matsas).


 


Así, el capitalismo mundial fue "salvado" por ese "re-equilibrio" logrado, desde 1992 en adelante, gracias al stalinismo y a la restauración capitalista, si no donde ella se ha "completado" (de acuerdo con el documento del PCL), como en Rusia y, al menos, en China, donde todavía quizás está incompleto (siempre de acuerdo con el documento).


 


Nuestra visión histórica es la opuesta: el colapso irreversible del stalinismo, incluyendo el orden surgido de Yalta – uno de los pilares del equilibrio de posguerra junto con el acuerdo de Bretton Woods– y el proceso de restauración capitalista, se enredan en enormes contradicciones, en las particulares condiciones históricas de la avanzada declinación del capitalismo en crisis y han abierto internacionalmente un período de tremendas convulsiones, zigzags, conflictos de clase, guerras y crisis, donde la confrontación entre revolución y contrarrevolución en una escala mundial decidirá el destino de la humanidad y la propia herencia de la Revolución de Octubre.


Diecisiete años después de la implosión de la Unión Soviética en 1991, treinta años después del comienzo de la restauración por Deng Siao Ping en China en 1978, el capitalismo mundial no la logrado ni una "salvación" ni un "re-equilibrio". Una imparable serie cada vez más graves de shocks financieros (1987, 1997/2001, 2007-…?), de ataques al corazón en los centros vitales del sistema mundial, no ponen de manifiesto fluctuantes coyunturales menores sino agitaciones sistémicas y "riesgos sistémicos", como admiten los principales capitalistas y sus economistas. La globalización del capital financiero no abrió una salida a la crisis que siguió al colapso de la expansión de posguerra sino que demuestra, frente a toda la humanidad, que se "aceleran las violentas erupciones de esas contradicciones y crisis, y de tal modo los elementos de desintegración del viejo modo de producción".11 Para usar las antes mencionadas palabras de Trotsky en 1921, "todos los esfuerzos de la burguesía, todas las energías empeñadas para sostener los equilibrios de clase, se manifiestan invariablemente a expensas del sustrato económico en el cual la burguesía reposa, a expensas de su base económica". El cadáver apestoso del stalinismo – incluso con "características chinas"– no ha tenido éxito en restaurar los fundamentos materiales de la dominación internacional de la burguesía. Los acontecimientos actuales lo prueban.


 


La sobre-estimación de la capacidad de la economía china y las especulaciones del documento del PCL sobre una posibilidad abierta de ver a China (o a Rusia) transformarse en "nuevos imperialismos", son el eco de similares expectativas impresionistas formuladas por Giovanni Arrighi o por David Harvey, quienes profetizaron que China podría convertirse en la potencia hegemónica mundial del siglo XXI. No debemos olvidar que hasta de junio de 1997, un mes antes del estallido de la crisis asiática, los llamados "tigres" del sudeste de Asia eran considerados candidatos a la supremacía mundial. Los desarrollos de la actual crisis mundial darán su respuesta también a todos aquellos que ven al "dragón" chino reemplazar a los Estados Unidos, de la misma manera en que Estados Unidos reemplazó a Gran Bretaña.


 


Las especulaciones acerca de que China pueda repetir la transformación capitalista y el ascenso imperialista de Japón después de la restauración Meiji son a-históricas; olvidan que la transición japonesa ocurrió durante la transición entre la etapa histórica ascendente y la declinante del desarrollo del capitalismo mundial. Ahora, después de más de un siglo, el imperialismo, es decir "la etapa superior y última del capitalismo" (Lenin), se encuentra en un estado de declinación mucho más avanzado. Otra vez, esas especulaciones demuestran la falta de comprensión de la naturaleza de la época.


 


La implosión de la Unión Soviética y el giro hacia la restauración capitalista en el ex espacio soviético y en China están evolucionando en un cuadro histórico mundial dominado por la declinación del capitalismo, lo que exacerba las contradicciones internas de una transición que vuelve a un modo de producción predominantemente capitalista.


 


La fuerza impulsora de la "guerra permanente" lanzada por el imperialismo, de los Balcanes al Medio Oriente y Asia Central, es, precisamente, que la cuestión histórica del control de los vastos territorios de la ex URSS y de China, planteada por el colapso de la Unión Soviética, no está resuelta; el imperialismo norteamericano aún está luchando para reafirmar y reformular su supremacía mundial de una nueva forma en el mundo caótico de la posguerra fría.


Los reveses en ese campo, también, como lo manifiestan los fiascos en Irak y en Afganistán, exacerban todas las contradicciones, internas y externas, y generan crisis de régimen en los propios Estados Unidos y toda clase de tensiones geopolíticas, desde los Balcanes al subcontinente indio. 


 


El documento del PCL niega la existencia de una crisis de régimen en los Estados Unidos a pesar de las profundas fracturas dentro de la clase dominante norteamericana, particularmente en relación con el desastre en Irak y la preparación de la guerra contra Irán, que quedaron reflejadas en diciembre de 2007 en el informe del NIE, el "CIAgate",etcétera; a pesar de los continuos choques entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Por eso, el Partido Demócrata aparece como la respuesta a la cuestión de una crisis de régimen que nunca se ha planteado.


 


Las divisiones dentro del capitalismo y los antagonismos dentro y entre las clases dominantes están generalmente subestimadas en el documento del PCL. El conflicto entre Europa y América se encuentra minimizado, como si las insolubles contradicciones internas del capital no exacerbaran los antagonismos externos entre capitales a niveles nacional e internacional, afectando las relaciones entre Estados. El documento desecha la hipótesis formulada en 1920 por la Internacional Comunista acerca de una posible confrontación militar por la supremacía mundial entre los ascendentes Estados Unidos y la declinante Europa, particularmente con la anterior potencia hegemónica: Gran Bretaña. Pero la cuestión central no está en variantes hipotéticas; en su brillante y profético folleto "Europa y América", Trotsky prevé, contra los stalinistas, que la relativa supremacía de los Estados Unidos, y su constante presión sobre una Europa que estaba en una etapa de declinación mucho más avanzada, se convertiría en una fuente de desarrollos revolucionarios en el Viejo Continente.


 


Desarrollos revolucionarios de tal escala, particularmente en Europa, son negados para un futuro próximo por el documento del PCL. Por el contrario, el texto pone énfasis repetidamente en el peso de las "derrotas de la clase obrera" y en los devastadores efectos de la desindustrialización con la relativa disminución del número y del papel de los obreros industriales respecto del conjunto del proletariado.


 


Pero aunque hay, de hecho, derrotas y reveses en el movimiento obrero, no hay derrotas históricas como las que sufrió el proletariado entre las dos guerras mundiales. A pesar de la ofensiva neoliberal, no hay un retorno a los años ’30 en Europa. El ejemplo obvio es Gran Bretaña: aunque los mineros sufrieron una derrota aplastante en 1985, muy pronto el movimiento de rechazo al "impuesto electoral" provocó tal crisis a los conservadores que Thatcher debió ser reemplazada en la dirección del partido. Mientras en algunos países europeos hay partidos y movimientos de extrema derecha, en ninguna parte hay un crecimiento del fascismo – no digamos ya un fascismo victorioso– como lo reconocen los propios compañeros italianos. El combate potencial de la clase obrera en las metrópolis capitalistas no está derrotado como antes de la II Guerra Mundial, lo cual señala una enorme diferencia estratégica para las perspectivas revolucionarias actuales.


 


En general, el documento sistemáticamente subestima las contradicciones del capital y sobre-estima las contradicciones del movimiento obrero, distorsionando la realidad de la contradicción de conjunto entre el capital y el trabajo. Esto es claro en el erróneo análisis de la naturaleza del movimiento piquetero y el Argentinazo. El documento repite el putrefacto argumento de centristas y revisionistas como Alan Woods acerca del carácter "no proletario" de los piqueteros y la ausencia de un papel dirigente del proletariado industrial sindicalizado. Por nuestra parte, en nuestras "Notas teóricas en los márgenes de la revolución argentina" (presentada en marzo de 2002 en la Conferencia Crítica de Londres y publicada luego en español en Prensa Obrera) 12,vimos en el papel de los piqueteros un reflejo de la declinante capacidad del doble carácter del trabajo bajo el capitalismo, de la propia ley del trabajo para funcionar como un principio regulador de la vida económica en esta avanzada etapa de declinación capitalista. Si aplicamos el enfoque sociológico del documento a otros acontecimientos – como la rebelión de los suburbios de París– entonces terminaremos con la posición negativa de Lutte Ouvrière sobre "una explosión no proletaria" porque "no estaba involucrada la clase obrera industrial"… En la práctica, una nueva recomposición de clase de la clase productora de plusvalía, el proletariado, está teniendo lugar a escala mundial en formas complejas, con una fuerza de trabajo que continuamente fluctúa entre una situación de "flexibilidad" laboral y el limbo de la exclusión social.


 


En el Manifiesto del PCL lanzado por el Congreso fundacional del partido en Italia, las palabras de apertura, el título del capítulo de apertura que se dirige a los trabajadores es: "La regresión histórica que atraviesa el mundo". No podría ser más pronunciado el contraste con la caracterización de la situación mundial actual realizada por la CRCI, la cual, de acuerdo con el título de la última declaración del Secretariado Internacional en junio de 2007, es una transición "De un mundo convulsionado a la revolución mundial".


 


Pero hay también un contraste con el método del Programa de Transición de la IV Internacional, de 1938. En medio del período más oscuro de derrotas a manos del fascismo, de la Gran Depresión, de los juicios de Moscú, cuando el stalinismo dominaba el movimiento comunista mundial y asesinaba en masa a revolucionarios y a revoluciones, cuando era "la medianoche del siglo", de acuerdo con la famosa frase de Víctor Serge, y el mundo se hundía en una segunda masacre mundial mucho peor que la de la Gran Guerra de 1914/1918, las primeras palabras del Programa de la nueva Internacional recién fundada, perseguida y numéricamente débil – cuyo título era "La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la IV Internacional"– se referían a la declinación histórica del capitalismo, no a la "regresión histórica del mundo". Esto último era el punto de partida del IKD alemán, en ese período, y de los llamados "regresionistas". El subtítulo del Programa hablaba de la lucha por una movilización sistemática de las masas alrededor de demandas transicionales y la preparación de la conquista del poder. ¡Qué reivindicación para una minoría perseguida en aquellos días oscuros! Y no era un super-optimismo ultraizquierdista. Con un razonamiento materialista dialéctico, no con el "pesimismo del intelecto", con confianza histórica, no con un falso "optimismo de la voluntad" (de acuerdo con la declaración engañosa de Romain Rolland, repetida por Gramsci), Trotsky, audazmente, formulaba las tareas de la IV Internacional.


 


Mientras los capitalistas en nuestros días expresan su miedo por una nueva depresión similar a la de los años ’30, la presente situación mundial a comienzos del siglo XXI es la opuesta; no sólo la crisis económica es más profunda y las contradicciones que la producen son más agudas, sino que, además, en términos de lucha de clases, la situación no tiene nada que ver con la existente después del triunfo de Hitler y durante el terror stalinista. ¡En 2008 podemos celebrar el 70° aniversario de la fundación de la IV Internacional con victorias en la lucha de clases, así como en la construcción de partidos revolucionarios y de la Internacional! 


 


Enero de 2008


 


 


 


Notas:


 


1. Chris Isidore en CNNMoney.com, 10 de enero de 2008. 


2. Marx, Karl: The Capital, vol. III, Progress, Moscú, 1977, p. 441.


3. Trotsky, L.: The School of Revolutionary Strategy, julio 1921, en The First Five Years of the Communist International, vol. II, Pionner Publishers, 1953, p. 10). 


4. Trotsky, L.: Op. cit., p. 83. 


5. Trotsky, L.: The Economic Conjuncture and the World Labor Movement; Op. cit., p. 76. 


6. Trotsky, L.: Op. cit., vol. I, p. 351.


7. Lenin, V.: Collected Works, Progress, Moscú, vol 19, p. 554. 


8. Marx, K.: Carta a Becker, 17 de abril de 1867. 


9. Marx, K.: Carta a Kugelmann, 11 de julio de 1868.


10. Marx, Karl: “Grundisse”, en Marx-Engels Collected Works, Progress, Moscú, vol. 29, p. 134). (Destacados de Savas Matsas).


11. Marx, Karl: El Capital, III.


12. Michael Savas Matsas, “Notas teóricas en los márgenes de la revolución argentina”, en Prensa Obrera Nº 752, 2 de mayo de 2002.

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