“La CUT, por dentro y por fuera”- 2- edición, revisada y aumentada con anexos sobre el Pacto Social. Vito Giannotti y Sebastian Neto —Petropolis, RJ- Brasil-1991-Editora Vozes.
Dirigentes destacados de la oposición metalúrgica de San Pablo hace varios años y miembros de las direcciones de la CUT en varias de sus instancias (Regional, Estatal y Nacional) desde la formación de la Central Única de los Trabajadores, en 1983, Vito Giannoni y Sebastiao Neto se proponen con su libro “estimular la discusión, la investigación y contribuir a una ubicación crítica de los lectores acerca de la historia de la principal central obrera brasileña, sus características, principios y perspectivas.
Los autores son también dirigentes de “CUT por la Base , el principal bloque de oposición a la dirección oficial de la CUT, esta última hegemonizada por la comente Articulación, que es también mayoritaria en la dirección del Partido de los Trabajadores. Esto agrega importancia al análisis de los compañeros y coloca al lector en la expectativa de encontrar en las páginas del libro una ubicación crítica frente a la historia oficial de la Central y frente al programa y la práctica implementadas por su sector dirigente.
Las raíces de la CUT
Después de una breve historia de las innumerables tentativas realizadas por el movimiento obrero brasileño de construir una organización nacional que centralizase sus luchas —desde la realización de P Congreso Obrero en 1906, que aprobó un plan para la creación de la COB (Confederación Operaría Brasileña – 1908)—, Neto y Giannotti destacan como principales “fuentes” que llevaron a la creación de la CUT dos movimientos que se gestaron en el movimiento obrero en medio de la dictadura militar (1964 a 1984).
“Poco a poco”, explican los autores “se crearon focos de resistencia al cilindro compresor de la dictadura militar (…) Esos núcleos de resistencia se estructuraron… y si transformaron en oposiciones sindicales”. Estas oposiciones, frente al control total de los sindicatos por el régimen militar por medio de sus interventores, dirigieron importantes luchas obreras bajo el régimen militar y avanzaron en la organización de base de los trabajadores, principalmente por medio de las Comisiones de fábrica. Se destacaron las oposiciones metalúrgicas de Osasco (SP) y Contagem, (MG) y de San Pablo. Las primeras dirigieron ocupaciones de fábrica en el período de mayor represión del régimen militar (fines de a década del 60) y fueron violentamente reprimidas, y 1 última, además de innumerables luchas parciales, dirigió en 1979, a la cabeza del comando de huelga del gremio que agrupaba entonces más de 400 mil trabajadores, uní combativa huelga en que “se formaron los primera piquetes de hasta 10.000 obreros”.
Estas oposiciones, que se constituirían en una referencia para todo el movimiento obrero combativo de entonces, buscaron articularse nacionalmente y realiza ron, en 1979, el ENOS —Encuentro Nacional de las Oposiciones Sindicales, donde activistas del campo y d( la ciudad debatieron sus experiencias de lucha contra la estructura sindical oficial, la necesidad de unificación di las luchas y de la constitución de una central obrera.
Paralelamente a este movimiento, que expresaba las tendencias presentes en el movimiento obrero brasileño de pasar a la ofensiva contra el régimen militar por medio de sus movilizaciones y de la evolución en el sentido de su unificación y centralización nacional, se desenvolvió un movimiento de discrepancias que llevó a roces y rupturas entre la burocracia sindical.
Para los autores, esta crisis en el interior de la burocracia sindical frente al desplazamiento del movimiento obrero será “la otra gran raíz de la CUT”. Señalan que ésta “está representada por dirigentes sindicales combativos, que durante los años difíciles de la dictadura disputaron, individualmente, un espacio en el interior de las direcciones conservadoras, conciliadoras o nítidamente pelegas”, dentro de las cuales varios “avanzaron gradualmente hasta la conquista de la mayoría en la dirección de sus sindicatos”, como fue el caso de Lula, en el sindicato de los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo.
Desfigurando la realidad, en perjuicio inclusive del propio pasado de combativos militantes del movimiento obrero que, juntamente con decenas de otros compañeros, percibieron en la época el desplazamiento de sectores de la burocracia sindical en dirección a una alianza con el movimiento de las oposiciones como una forma de alcanzar sus propios objetivos frente a la lucha interna que se desarrollaba en el interior de los aparatos sindicales, Neto y Giannotti presentan la alianza formada por esos dos movimientos en torno a la construcción de la CUT como una perfecta comunión de intereses en pro de la construcción de un sindicalismo clasista.
Ocultan que el principal objetivo de la llamada "ala auténtica” de la burocracia, encabezada por Lula, fue desde el primer momento buscar una unificación con los sectores pelegos, interventores del régimen militar y los stalinistas, en una central común, “única”, de todos los sectores del movimiento sindical, lo que sólo se mostró imposible frente al desacuerdo de esos sectores en conceder a los “auténticos” (entonces en alianza con la oposición) una mayor representación en el interior de la Central, en la medida en que se oponían a la participación en los Congresos e instancias dirigentes de la central a ser creada, de los delegados de base electos por la oposición al margen y en contra de las direcciones sindicales.
De esta forma, colocan en el mismo nivel y con los mismos objetivos la participación de las dos “raíces” en la construcción de la Central, señalando que si por un lado la “fuente de las oposiciones trajo al seno de la CUT una crítica arrasadora de la vieja estructura sindical, la necesidad de total ruptura del Estado, fin del populismo, énfasis en la participación de la base en la vida sindical, destacando a la Comisión de Fábrica como “escuela de poder obrero”; por otro lado, “la fuente de los sindicalistas ‘auténticos’ trajo para la CUT su práctica de grandiosas movilizaciones de masas, su capacidad de poner en funcionamiento la máquina sindical en función de la organización de las luchas”.
Ausencia de una política
El expresivo ascenso obrero iniciado a fines de la década del '70, con expresivas movilizaciones obreras, todas realizadas en contra de las direcciones sindicales, “auténticas” o pelegas, provocó una división en el interior de la burocracia.
Un sector de la burocracia, por cuestiones de sobrevivencia frente a las enormes movilizaciones obreras que amenazaban barrer con los pelegos de los sindicatos —y así lo hizo en centenares de ellos en los años posteriores— acompañó al movimiento obrero. Esta burocracia “auténtica” no entró en este movimiento como un mero aliado de las reivindicaciones del movimiento obrero. Tampoco se colocaba este sector como aliado incondicional de los organismos independientes creados por la vanguardia en sus últimos años de lucha, las Comisiones de Fábrica y las oposiciones sindicales clasistas, que tenían como uno de sus principales objetivos la independencia de los sindicatos del Estado, la libertad de organización y de expresión política y sindical.
Presionada por un lado por la burocracia sindical tutelada por el régimen militar (interventores) y por los sectores “reformistas” (stalinistas) que buscaban evitar cualquier alteración en el cuadro político vigente buscando colaborar con el proyecto político del régimen militar de “apertura lenta y gradual”, y, por otro lado por las combativas movilizaciones obreras que expresaban una tendencia de conjunto de las masas explotadas a salir a la lucha por sus reivindicaciones contra la dictadura militar, el “ala auténtica” buscó, por todos los medios, llegar a un acuerdo con el peleguismo (intentando construir con éste una central única) e imponer límites a las movilizaciones obreras y a la destrucción de la estructura legal vigente (derrotando las huelgas metalúrgicas del ABC del ‘79 y del ‘80, en una de las cuales negoció con el régimen militar el fin de la huelga a cambio del fin de la intervención en el sindicato; oponiéndose a las comisiones de fábrica creadas al margen del sindicato y procurando estructurarlas como órgano de representación del sindicato dentro de las fábricas, etc…).
De esta forma, este sector de la burocracia buscaba también fortalecerse como fracción del movimiento sindical para poder, junto al gobierno militar y junto a la estructura sindical vigente, intentar alcanzar sus objetivos políticos negados por el régimen militar: participación en la elaboración de la política salarial y económica, en la legislación sindical, de ley de huelga, etc. y hoy, satisfechos parcialmente, se materializan en el reconocimiento de la CUT como central oficial, en la política de entendimiento (en tanto que “representantes de los trabajadores’), en la alianza con empresas y gobiernos burgueses en los foros sectoriales que discuten “soluciones comunes” para empresarios y trabajadores frente a la crisis, etc.
El alineamiento acrítico de Gioannotti y Neto, y a veces hasta exagerado frente al desplazamiento operado por ese sector de la burocracia comandado por Lula, expresa la rendición de los líderes de las oposiciones sindicales, que frente a sus limitaciones políticas se confundieron y se curvaron ante las direcciones de los “auténticos”.
A pesar de una relación inicialmente marcada por innumerables choques en función de la situación de cada sector, la situación nunca llegó a un punto en que las oposiciones presentasen una alternativa política a la burocracia lulista, lo que expresaba la carencia, por parte de éstas de una política propia consecuente.
Esta importante limitación estaba determinada por la inexperiencia política de la vanguardia en formación en las luchas obreras y principalmente por el fracaso de la “izquierda” entonces existente (morenistas, lambertistas, mandelistas, castristas y maoístas) en presentar una perspectiva política de clase frente al fracaso del stalinismo (entonces aliado de los pelegos y de la “apertura democrática” del régimen militar) y de las pretensiones de la burocracia auténtica.
Esta izquierda osciló entre una política de total capitulación y apoyo crítico a la política trazada por la burocracia “auténtica” y una política abstencionista y aventurera de construcción de “sindicatos paralelos”, dos variantes de la misma política de rehuir la lucha junto a la vanguardia de la clase obrera que buscaba una vía alternativa de su estructuración en cuanto clase, a partir de sus propias experiencias de lucha.
El papel del PT
Al analizar el papel del Partido de los Trabajadores en la construcción de la CUT y en su trayectoria posterior, los autores recurren a un profundo enmascaramiento de la realidad, construyendo una verdadera mistificación acerca de la estrategia de éste. Para hacerlo, Giannotti y Neto, llegan nuevamente a alterar los hechos de la historia política de la clase obrera brasileña al punto de afirmar que “por primera vez los trabajadores brasileños construyen un partido, el Partido de los Trabajadores”.
Con tal afirmación no pretenden solamente borrarla historia de las ricas experiencias políticas de la clase obrera por construir una organización partidaria propia a partir de 1922 con la fundación del Partido Comunista del Brasil (PCB), impulsada por la victoria de la Revolución de Octubre. Más que eso, pretenden reforzar la mística creada por innumerables sectores diri-gentes y de la izquierda del PT, de que éste habría sido el fruto de las huelgas, surgido como un partido de “abajo para arriba” etc. De esta forma buscan ocultar la realidad de que el PT surgió de la articulación política de sectores de la burocracia sindical (los “auténticos”) con organizaciones de izquierda, sectores de la intelectualidad pequeño-burguesa, que buscaron apoyarse en el ascenso obrero y en el prestigio de algunos líderes sindicales como Lula para crear una alternativa al fracaso del proyecto de construcción de un partido popular con sectores del MDB, en el cual la mayoría abrumadora de los impulsores del PT había militado o al cual había apoyado.
Presentando un origen irreal del PT, los autores que en los primeros años de este partido se negaron a dar una lucha política en su interior por entender que éste era un instrumento de transmisión de la política de la burocracia sindical “auténtica”, a la cual combatieron en aquel momento, pretenden atribuirle determinadas cualidades, de modo de poder presentar como profundamente positiva la influencia de éste sobre la Central Única de los Trabajadores.
Según ellos, “el nacimiento y consolidación de la CUT sólo fueron posibles gracias a la existencia, en el nivel político general, del programa del Partido de los Trabajadores, que defendía esa independencia de clase”. Así es presentado el programa pequeño-burgués, democratizante del PT, que tenía como eje la búsqueda de “participación política de los trabajadores en el Estado”, o sea, la participación política de sus “representantes” (sindicalistas, parlamentarios), apartados de las estructuras del poder por el régimen militar y por la oposición burguesa (PMDB), en el Estado capitalista sin la necesidad del derrocamiento de éste y de su sustitución por un Estado obrero, con un gobierno propio de los trabajadores de la ciudad y del campo.
Que los autores señalasen al PT como defensor de la independencia de clase hace doce años ya sería, por lo tanto, una profunda distorsión de la realidad. Lo más grave, sin embargo, es que lo que hacen en 1991, cuando la evolución del PT posibilitó a su dirección (hegemoniza-da por los mismos sectores desde su fundación) materializar su verdadera estrategia política, la de defensa del régimen democrático y del Estado burgués y de la colaboración de clases de los trabajadores con la burguesía, de forma de no dejar ninguna duda a quien busque caracterizar la situación de aquél desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores.
El PT de la “independencia de clase” presentado por los dirigentes de la CUTPela Base, es el PT que participó déla elaboración de la Constitución del Estado burgués (87/88); que en las intendencias usó el aparato del Estado, incluyendo a la policía y a la justicia, para reprimir a trabajadores y dirigentes sindicales y populares que habrían atentado contra el “orden” con sus huelgas y ocupaciones; es el PTque en las disputas electorales y en su actuación cotidiana escogió como estrategia, no el impulso de la organización independiente de los trabajadores, sino frentes populares y los foros con los partidos y gobiernos burgueses responsables por la política de hambre y miseria de la mayoría de la población; es el PT que vota un salario mínimo inferior a 100 dólares y que defiende en este momento la reglamentación del derecho de huelga, o sea, su limitación, para evitar los “abusos cometidos por los trabajadores en su lucha contra la explotación capitalista.
Aunque destaquen como positiva la influencia del PT sobre la CUT, los autores señalan como uno de los principios de la Central la “autonomía de los sindicatos frente a los partidos políticos”. Una vez más niegan aquello que realmente ocurre: la preponderancia del PT sobre la CUT y, consecuentemente, la política de colaboración de clases de sus direcciones, lo cual nada tiene que ver con un “sindicalismo clasista” y “libre de la interferencia del Estado” que los compañeros también apuntan como principios de la CUT.
“Por la Base” y democrática
Para los autores, la CUT se constituyó en un verdadero modelo de democracia obrera, con principios de un “sindicalismo enraizado en la base y no de cúpula”, que privilegia la participación de la base en todas sus instancias, y la “democracia interna en las instancias de la Central”. Hacen apenas la salvedad de que “a medida que los años pasan, se observa en la CUT el surgimiento de una tendencia que pretende cambiar estos principios y aplicar una forma de dirección supercentralizada”, agregando que “aparecen de forma tímida, casi como un globo de ensayo, propuestas de acabar con la proporcionalidad, esto es, terminar con el derecho de representación proporcional de las voces discordantes de la mayoría”, de “disminuir el peso de participación de la base en los congresos y en varias instancias de la CUT” y más “específicamente de las oposiciones sindicales, uno de los dos polos constituyentes de la CUT en 1983”.
Para colocarse al frente del gigantesco movimiento antiburocrático, expresado en las huelgas y recambio de las direcciones, en la formación de las Comisiones de fábricas y de las oposiciones sindicales, los dirigentes sindicales “auténticos” admitieron, en los primeros años de existencia de la CUT, convivir con una serie de normas de funcionamiento, que a pesar de los límites impuestos, garantizaron la construcción de la CUT con amplias características democráticas en su funcionamiento, principalmente en relación a los aparatos burocráticos constituidos por el Estado como supuestos representantes de los trabajadores (federaciones, confederaciones, etc). Se realizaban congresos anuales (nacional, estatal y regional) y plenarios con delegados elegidos en asambleas de base, convocadas por las direcciones o por las oposiciones, bajo el criterio de la proporcionalidad del número de trabajadores existente en la base de cada gremio y del número de trabajadores y activistas que participasen de las asambleas. Esto permitió que el sector más combativo del movimiento obrero organizado de la CUT, las oposiciones sindicales, tuviesen un peso decisivo en la política y en la estructura de la CUT, que sólo no era mayor debido a la ausencia de una política independiente de su dirección en relación al ala “auténtica” de la burocracia. La oposición de los metalúrgicos de San Pablo —el mayor sindicato obrero del país y vanguardia de las luchas antiburocráticas en el país, por ejemplo, tenía la mayor representación en los principales congresos de la Central.
Para la burocracia “auténtica”, sin embargo, estas características democráticas lejos de ser un “principio” constituía una forma intermedia de garantizar su dominación sobre este movimiento, imponiéndole restricciones, y utilizándolo para conquistar un mayor espacio en su disputa por la hegemonía del movimiento sindical con las otras alas del sindicalismo, con el objetivo de colocarse como intermediaria de los trabajadores frente al Estado y la patronal. Por otro lado, esta *democracia” en el interior de la central se presentaba como un obstáculo, en la medida en que concedía largos espacios a la participación de la base, que chocaban cada vez más con las posiciones proburguesas de la dirección de la Central. Por eso mismo, en la medida en que consolidó su dominio dentro de la Central y realizó por medio de ésta su proyecto inicial (reconocimiento por el Estado, hegemonía sobre las otras alas de la burocracia, “desmantela-miento político de innumerables alas opositoras en el interior de la central, etc,) la burocracia no tuvo, ni tiene, dudas en atacar violentamente esta "democracia” y de reducirla drásticamente.
“El peor ciego es el que no quiere ver”. Al presentar los ataques del sector mayoritario de la dirección de la CUT, la Articulación y sus aliados, a la democracia en su interior como una acción “tímida” y “como un globo de ensayo”, los autores expresan una enorme miopía política.
Las alteraciones en el funcionamiento de la Central, impuestos en el momento en que Articulación comenzaba a perder la mayoría en el interior de la Central, materializadas en la aprobación de los nuevos estatutos de la Central en su III Congreso Nacional (Concut), en 1988, son la oficialización de un proceso de burocratización en el interior de la misma. Estos le quitan casi totalmente el poder sobre las decisiones a las bases obreras.
Los congresos nacionales pasan a ser realizados cada tres años, perdiendo cualquier característica de foro centralizado de las luchas obreras; las oposiciones sindicales son prácticamente proscriptas de la CUT por una serie de medidas, tales como establecer sus representaciones en los congresos sobre la base del número de votos obtenidos en las elecciones sindicales, elecciones estas invariablemente antidemocráticas y conducidas por pelegos; los congresos tienen sus representaciones reducidas drásticamente y, lo que es más importante, el criterio de representación en el interior de la central pasa a estar vinculado al número de trabajadores sindicalizados en la base de cada sindicato, en un país donde en la mayoría de éstos el porcentual de sindicalización no alcanza al 20%.
De esta forma, lejos de ser un “globo de ensayo”, las modificaciones en el interior de la CUT, a partir de sus estatutos, constituyen un operativo de burocratización de la Central y de reducción de la presión de clase del movimiento obrero sobre su dirección, la cual queda de esta forma con menos impedimentos para dar continuidad a su política de integración al Estado, de colaboración de clases con la burguesía y de buscar un acuerdo con los antiguos pelegos, hoy minoritarios en el movimiento sindical, en el sentido de la reestructuración burocrática del movimiento sindical.
Internacionalismo y Socialismo
El “internacionalismo sin alineamientos” es apuntado por los autores como otra característica de la Central, quienes apuntan como otro mérito de ésta su “equidistancia de las tres centrales mundiales: la CIOSL, la FSM, la CMT”.
Pero la CUT, en su reciente Plenario Nacional, acaba de afiliarse a la CIOSL. Si bien el libro precede estos acontecimientos, ni de lejos es verdad que la posición de la dirección de la CUT fue de “equidistancia” en relación a los aparatos burocráticos sindicales mundiales. Por intereses materiales (entiéndase financiamientos externos) y políticos, la burocracia cutista siempre buscó mantener relaciones con todas las centrales, principalmente la socialdemócrata, CIOSL y la pro-soviética, FMS. Es por demás conocido en el movimiento obrero brasileño el hecho de que, en los momentos que antecedieron al derrumbe del Muro de Berlín, dirigentes de la CUT y del PT se encontraban en esa ciudad en cursos de formación ofrecidos por un instituto ligado al PC local, sólo para citar un ejemplo de las estrechas ligazones de sectores dirigentes de la Central con las diferentes buro¬cracias del Este, de la URSS, de Cuba, etc.
Por otro lado, la CIOSL constituye, desde hace ya varios años, la principal fuente de recursos externos utilizados en proyectos de la Central y ni siquiera el más estúpido de los mortales creería que la Central sindical vinculada a los partidos imperialistas social-demócratas de Europa (la CIOSL) invertiría sus recursos en favor de direcciones sindicales '‘equidistantes”. La afiliación de la CUT a este aparato capitalista es el resultado de la política anterior y de la desintegración de los aparatos stalinistas, entre ellos el FSM (la CMT desde hace mucho tiene apenas una existencia formal). Representa la extensión de la política de colaboración de clases de la fracción mayoritaria de la CUT y del PT en el terreno internacional.