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El trotskismo norteamericano y la revolución europea, 1943-1946

A Pierre Broué y Al Richardson, in memoriam

El inicio de la Segunda Guerra Mundial encontró al trotskismo norteamericano dividido entre dos organizaciones: el Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores), dirigido por James Cannon, y el Workers Party (Partido de los Trabajadores), conducido por Max Shachtman. La caída de Mussolini, el 24 de julio de 1943, llevó a la aparición de una tercera corriente: una minoría dentro del SWP, dirigida por Felix Morrow, Jean van Heijenoort y Albert Goldman. Contra la línea de los líderes del SWP, según la cual el imperialismo norteamericano operaría en Europa a través de gobiernos al estilo franquista; esta minoría planteaba que se apoyaría en regímenes democráticos para frenar el avance de la revolución y los sostendría con ayuda económica, y que en esta tarea iban a ser ayudados por los partidos Socialista y Comunista, que revivirían la política de frente popular. La tarea de los trotskistas europeos era entonces quitarle el control de las masas a estos partidos mediante reivindicaciones democráticas y transicionales (la república democrática, la Asamblea Constituyente, etcétera), que ayudarían a los trabajadores a descubrir la agenda antisocialista de sus organizaciones de masas a través de su propia experiencia. El vergonzoso fin de la tendencia de Morrow, Goldman y Heijenoort cerró cualquier posibilidad de un análisis serio de las terribles consecuencias de la política seguida por la dirección del SWP.

La revolución italiana y la aparición de una fracción minoritaria en el SWP 

El 5 de marzo de 1943, en la Italia gobernada por el fascismo, los trabajadores de la fábrica Rasetti, en Turín, fueron a la huelga; dos días después, los bloqueos a la producción se habían extendido a nueve fábricas; para fin de mes, muchos lugares de trabajo en las ciudades del norte italiano habían visto alguna forma de huelga, con unos cien mil obreros involucrados. El 10 de julio, los aliados desembarcaron en Sicilia y, nueve días después, Roma era bombardeada por primera vez. El rey Vittorio Emmanuele III decidió que su supervivencia dependía de un golpe palaciego que le permitiera deshacerse de Mussolini. El Gran Consejo Fascista, órgano supremo del Partido Fascista, se reunió en Roma el 24 de julio y adoptó una visión crítica del Duce. El día siguiente, cuando Mussolini fue a reunirse con el rey, le pidieron su renuncia y se lo arresta inmediatamente (Mussolini sería rescatado el 12 de septiembre por el oficial de las SS Otto Skorzeny y puesto a la cabeza del Estado títere de la República de Saló hasta su ejecución por los partisanos el 28 de abril de 1945). Los siguientes cuarenta y cinco días, bajo el gobierno del mariscal Pietro Badoglio (25 de julio al 3 de septiembre de 1943), estuvieron marcados por enormes manifestaciones populares que celebraban el fin del fascismo, reprimidas brutalmente por el gobierno. Este incómodo interludio terminó el 3 de septiembre, con la firma del armisticio entre Italia y los aliados, hecho público cinco días después. El rey huyó hacia el sur mientras el ejército se disolvía; más de medio millón de soldados italianos fueron hechos prisioneros y deportados a Alemania. El armisticio de septiembre de 1943 también marcó el inicio de la resistencia italiana, un movimiento partisano contra la ocupación nazi que llegó a tener más de cien mil miembros hacia abril de 1945, de los cuales unos treinta y cinco mil fueron asesinados (Ginsborg, 1990, 10-12, 70).

Aunque los sufridos italianos no lo supiesen, sus esfuerzos sacudirían al trotskismo norteamericano, ya dividido en dos organizaciones luego de la firma del pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939: el Socialist Workers Party, dirigido por James P. Cannon, que sostenía la caracterización de Trotsky de la Unión Soviética como un “Estado obrero degenerado” y llamaba a su defensa incondicional en caso de un ataque militar, y el Workers Party, dirigido por Max Shachtman, que planteaba que Rusia no era de ninguna manera un Estado obrero, sino un Estado burocrático colectivista.(1) El SWP había tenido “alrededor de 800 a 1.000 miembros” y se dividió “justo a la mitad”, de manera que el nuevo SWP empezó con una militancia probablemente algo menor a 500 miembros, un número que crecería aproximadamente a 1.500 para el final de la guerra (Alexander, 1991, 805, 825). Los acontecimientos italianos dividirían aún más al pequeño movimiento trotskista norteamericano en tres corrientes: junto al WP y el SWP ahora aparecía una tendencia minoritaria dentro del SWP, liderada por Felix Morrow, Jean van Heijenoort y Albert Goldman, quienes se opusieron al análisis de Cannon sobre los sucesos europeos(2).

Tan temprano como en agosto de 1943, el vocero de la minoría, Felix Morrow, decía en un artículo sobre “La importancia de los sucesos italianos”, publicado en el órgano del partido, The Militant:

Echar a Mussolini significaría abrir el camino al retorno de una forma de gobierno al que las masas serían impulsadas a pensar en su propio gobierno, es decir, la forma “democrática” en la que las mayorías parlamentarias aparecen gobernando al país. Este es siempre el último recurso de la clase capitalista en la marea revolucionaria: esconderse detrás de los partidos “Socialista” o “Laborista”, que manejan el gabinete pero, en última instancia, los manejan para los capitalistas cuya propiedad de los medios de producción los hace los gobernantes reales del país… El rey, los generales y los capitalistas [estaban] listos para dejar caer el sistema totalitario de gobierno, una vez que las masas se alzaran al calor revolucionario, y esconderse detrás del frente “democrático” (Morrow, 1943a).

Un mes después, Morrow señalaba que los obreros italianos habían “conseguido del gobierno de Badoglio un acuerdo para elegir comités de fábrica por voto secreto”, y que el Gobierno Militar Aliado para los Territorios Ocupados (AMGOT, por sus siglas en inglés) lo siguió al conceder un “movimiento obrero libre” en el sur (Morrow, 1943b). La aparición de comités de fábrica y la aceptación, por parte del AMGOT, de las elecciones de delegados obreros, revelaba el rol central de la clase obrera en la crisis política italiana. No menos importante: ponía un contenido democrático real en lo que hasta el momento había sido una mera preservación del Estado fascista bajo un nuevo nombre. ¿Esos primeros pasos darían lugar, al menos temporalmente, a la consolidación de las libertades democráticas y las instituciones parlamentarias en el marco del capitalismo, o rápidamente los seguirían los consejos obreros y la revolución socialista? La disputa entre la dirección y la minoría del SWP rozaría, originalmente, esta cuestión.

Los líderes de la minoría del SWP no eran recién llegados al movimiento trotskista; por el contrario, eran sus mayores intelectuales: Felix Morrow escribió el análisis trotskista por excelencia de la Guerra Civil Española (Morrow, 1974; edición española, Morrow, 1978); Jean van Heijenoort (quien escribía bajo los pseudónimos de Marc Loris y de Daniel Logan) podía leer varias lenguas de Europa occidental, así como el ruso, y había sido secretario y guardaespaldas de Trotsky (Van Heijenoort, 1978); y Albert Goldman (usaba el pseudónimo de M. Morrison, produjo una de las más emotivas defensas del socialismo alguna vez hechas frente a una corte estadounidense, durante los juicios de sedición contra el SWP en Minneapolis, durante 1941 (Goldman, 1942). Eran también militantes comprometidos; Morrow y Goldman estuvieron presos (junto a Cannon y otros quince militantes) bajo la Smith Act, por su oposición a las políticas imperialistas del gobierno norteamericano durante la Segunda Guerra. De hecho, el debate entre la minoría y la mayoría del SWP, que comenzó durante el plenario del comité central del SWP, en octubre de 1943, estuvo marcado por el “caso Minneapolis” y el encarcelamiento de los dieciocho acusados, que cumplieron penas de dieciséis meses desde el 31 de diciembre de 1943; los últimos doce fueron liberados por buen comportamiento el 24 de enero de 1945 (Cannon, 1977, 423). La circulación de los documentos de la minoría en el pleno de octubre de 1943 y el artículo de Morrow de diciembre de 1943, “La primera fase de la revolución europea que se aproxima”, estuvo limitada a los miembros del comité nacional únicamente, ya que Cannon impuso que los documentos no se publicaran frente al resto de los miembros del partido hasta que sus dirigentes no volvieran de la cárcel.(3)

Las enmiendas de Morrows y Morrison a las resoluciones del plenario de octubre de 1943 

Un mes después de que la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos en Saint Louis mantuviera las condenas que los líderes del partido habían recibido en el juicio de Minneapolis por la Smith Act de 1941, el comité nacional del SWP desarrolló un plenario de cuatro días en Nueva York, del 29 de octubre al 1° de noviembre de 19434. Fue en este plenario de octubre de 1943 que las diferencias tácticas entre la minoría de Morrow, Goldman y Heijenoort, y la mayoría liderada por Cannon, salieron a flote. Los principales voceros de la posición de la mayoría serían E.R. Frank (pseudónimo de Bert Cochran), William Warde (George Novack) y William Simmons (Arne Swabeck), con un poco de ayuda de Michel Pablo (Michalis N. Raptis) de Francia (véase Pablo, 1946). El informante por la mayoría sobre la cuestión rusa fue Joseph Vanzler (mejor conocido por su pseudónimo, John G. Wright) que conscientemente restó importancia al rol contrarrevolucionario jugado por el Ejército Rojo en Europa del Este (véase Jacobs, 1944, 8-13).

En su “Informe al plenario”, Felix Morrow señalaba que la importancia de la resolución que se votaría iba más allá de las fronteras de Norteamérica y que tendría un impacto determinante en el futuro de la Cuarta Internacional (la organización que nucleaba a los partidos trotskistas de todo el mundo), especialmente en Europa, en ese momento el centro del movimiento revolucionario mundial:

El objetivo de escribir una resolución internacional en estos tiempos debiera ser tenido en mente. Vivimos bajo condiciones extraordinariamente favorables, en contraste con la situación de nuestros camaradas europeos. Somos un partido legal, tenemos acceso a información que le es negada a nuestros compañeros en la clandestinidad, tenemos cierto tiempo para pensar sin las terribles condiciones de hostigamiento que persiguen a nuestros camaradas europeos. Gracias nuestra buena suerte, nos encontramos en una posición de ser, en esencia, los guardianes de la Cuarta Internacional. Permitámonos esperar que ejecutemos esta “tutela” con toda la responsabilidad moral y política que le debemos. Si los partidos de nuestros compañeros europeos estuvieran funcionando, y en comunicación entre ellos y con nosotros, nuestra resolución internacional sería simplemente una de la muchas contribuciones a una resolución sobre la Cuarta Internacional. Desafortunadamente, no es el caso. Nuestra resolución debe servir, en realidad, como la resolución determinante de la Cuarta Internacional (Morrow, 1944a, 25).(5)

De las enmiendas a la Resolución Internacional propuestas por Morrow, la más importante era la 23, que negaba cualquier determinación de los procesos políticos por la decadencia de la economía del imperialismo de forma inmediata y directa:

El hecho de que las precondiciones económicas para un extenso período de democracia burguesa en Europa han desaparecido, no pone, sin embargo, un fin al rol que la democracia burguesa puede jugar para detener el avance de la revolución proletaria. Así como el fascismo sirvió para mantener a raya a las masas, la democracia burguesa intentará ahora desorientar la lucha revolucionaria contra el fascismo. Cuando ningún otro escudo puede protegerlas, las fuerzas del capital se repliegan detrás de la protección de la república democrática. Este fenómeno, con toda probabilidad, aparece en nuestra época como ha sucedido en períodos previos (Morrow, 1944b, 14).

La siguiente sección de las enmiendas de Morrows llevaban el punto de referencia a los recientes sucesos italianos: “Mañana, si es necesario, el régimen de Badoglio concederá elecciones generales, así como aceptó los comités de fábrica”. Eran, por supuesto, las masas las que habían luchado por esos derechos democráticos contra sus opresores. “Pero los opresores entienden la necesidad de aceptar esos derechos democráticos cuando no hay otra alternativa” (Morrow, 1944b, 15). Morrow concluía: “Los sucesos en Italia indican que, luego del colapso del fascismo, la burguesía está preparada para evolucionar en la dirección del gobierno democrático-burgués”. Con seguridad, el colapso del nazismo resultaría, igualmente, en “un intento de la burguesía alemana de salvaguardar su poder detrás de formas democrático-burguesas” (Morrow, 1943d, 15). Esta estrategia de la burguesía europea, junto con el imperialismo norteamericano, sería ayudada en un principio por la inevitable revitalización de las ilusiones democráticas entre considerables porciones de las masas, dada la “intensificación de los sentimientos nacionales en Europa como resultado de la lucha contra la ocupación nazi”, la falta de experiencia directa con la democracia burguesa de la generación más joven y la disposición tanto de la socialdemocracia como del stalinismo -que la experiencia italiana indica emergerán como “los principales partidos en el primer período luego del colapso del nazismo y sus colaboradores”- para desviar la energía revolucionaria de las masas en dirección a una política de colaboración de clases conocida como el frente popular, en el que los partidos obreros renuncian a la aplicación del programa socialista (Morrow, 1944b, 15).

En cuanto a la “intensificación de los sentimientos nacionales en Europa como resultado de la lucha contra la ocupación nazi”, debiera señalarse que el debate en el plenario de octubre de 1943 había sido precedido de un intercambio sobre la cuestión nacional, desencadenado por tres tesis traídas por un grupo de exiliados alemanes, quienes pedían apoyo para la “lucha por la liberación nacional” que entonces tenía lugar bajo la ocupación nazi, planteando que “estas son reivindicaciones democráticas, que deben siempre y en cualquier lugar, ser apoyadas” (Internationale kommunisten Deutschlands, respondida por Morrow, 1942). Esta necesidad de “participación en el actual movimiento de resistencia” también había sido enfatizada por Van Heinjenoort, cuyos antecedentes europeos posiblemente lo hacían más sensible a esta problemática: “La consigna de liberación nacional ha jugado hasta el presente y continuará jugando por algún tiempo un papel importante en reagrupar a las masas, superando la atomización y arrastrándolas a la lucha política. Eso es más que suficiente para que aparezca en nuestras banderas” (Van Heijenoort, 1942, 337-338). Morrow más tarde criticaría su disposición a llegar a compromisos con el liderazgo de Cannon sobre la importancia de la cuestión nacional en Europa Occidental, planteando que reforzaba “la tendencia sectaria del partido francés luego de 1943” (Morrow, 1946c, 31).(6)

Morrow deducía de su análisis la conclusión táctica de que “sólo los cuadros” serían “reclutados por nuestro programa de Estados Unidos Socialistas de Europa”. Para ganar a las masas sería necesario acercarnos a ellos “tal cual los encontramos, con toda su inexperiencia e ilusiones”. Los trotskistas debían, entonces, “aparecer como los más resueltos luchadores por las reivindicaciones democráticas: libertad de asamblea y elecciones, libertad de prensa, a los sindicatos y a los partidos políticos, etc.” así como de “demandas de transición, trabajo, seguridad social, control obrero de la producción, etc.” (Morrow, 1944b, 15-16). El objetivo de las consignas democráticas y de transición era permitir a los trotskistas europeos disipar las ilusiones de los trabajadores en los regímenes democrático-burgueses, los partidos reformistas y sus líderes a través de la propia experiencia de las masas.

Una sección especial en las enmiendas de Morrow estaba dedicada al “Rol de los Estados Unidos en Europa”. Mientras el borrador de la resolución planteaba que el imperialismo norteamericano recurriría a gobiernos “del tipo franquista”(7) o, como aparecía directamente en The Militant, a “traidores”(8) , Morrow enfatizaba que los objetivos subjetivos de la clase dominante en los Estados Unidos y Gran Bretaña, en los que la dirección del SWP apoyaba sus pronósticos, chocaría con otros factores, como la resistencia de las clases dominantes del continente, que tenían sus propios objetivos imperialistas:

El tipo de resistencia que el imperialismo norteamericano encontrará de otros imperialismos es señalado por la debacle de su política hacia Francia. Pretendió imponer a Darlan-Giraud, el más dócil agente que pudo encontrar, sobre el pueblo francés. Pero esto se demostró imposible incluso antes de la intervención de las masas francesas. Los gaullistas, representando al imperialismo francés, pero apoyados por el nacionalismo y el stalinismo, fueron capaces de frustrar los planes de Washington. Roosevelt debió conciliar, sobre una base inestable, con las fuerzas gaullistas-stalinistas. El imperialismo francés, de seguro, resistirá la dominación de Washington incluso con más fuerza cuando Francia sea reconquistada (Morrow, 1944b, 16).

No menos importante para determinar el desenlace serían la resistencia de los obreros europeos a los planes imperialistas y la presión de las masas norteamericanas y británicas contra la imposición de dictaduras. La minoría, por lo tanto, veía una evolución de Europa hacia la democracia burguesa como resultado objetivo de la lucha de clases y del enfrentamiento entre clases capitalistas: “pronto Washington deberá, muy probablemente, ‘aceptar’ regímenes democráticos en Europa por las mismas razones que impulsaron a la burguesía italiana y alemana en la misma dirección. La fuerza militar por sí sola es insuficiente para alcanzar las metas del imperialismo norteamericano; deberá recurrir también al engaño, es decir a la democracia burguesa” (Morrow, 1944b, 17). De acuerdo con el relato posterior de Morrow:

Hubo mucha indignación en el plenario, especialmente del camarada Cannon, cuando definí a los gaullistas como una tendencia democráticoburguesa. La mayoría no podía entender un fenómeno tan simple como que una parte de la clase capitalista francesa, primero para resistir al imperialismo alemán y luego para resistir a la dominación norteamericana, se apoyara por un período en las masas a través de los partidos reformistas. Por lo tanto, la mayoría rechazó las enmiendas [arriba citadas] de la minoría” (Morrow, 1945b, 21).

Finalmente, en contrapartida con el énfasis del borrador de resolución en los efectos revolucionarios de las victorias del Ejército Rojo y la creciente división entre la Unión Soviética y sus aliados capitalistas, Morrow insistía en ver las dos caras de las victorias soviéticas, planteando que no se trataba solamente de consecuencias progresivas. Un acuerdo entre Stalin y el imperialismo anglo-americano no debía descartarse porque “el Kremlin comparte con el imperialismo el temor a la revolución proletaria en Europa, que incitaría a las masas soviéticas a acabar con la burocracia reaccionaria”. En sus intentos por acordar con el imperialismo anglo-americano, “el Kremlin subordina al movimiento obrero dominado por el stalinismo a la burguesía de esos países. En esencia, es la continuación de la política contrarrevolucionaria del frente popular”. Las consecuencias de esta política serían incluso más peligrosas para la revolución que en la década de 1930, dado que las victorias del Ejército Rojo le habían dado a la Unión Soviética un prestigio enorme entre las masas europeas:

Hasta que las masas soviéticas no derroquen a Stalin y su camarilla, el prestigio de la Unión Soviética será apropiado por la burocracia parásita. La influencia política e ideológica del stalinismo no cederá en estas condiciones. Los sucesos italianos nos han mostrado la capacidad del stalinismo de pervertir la lucha de los obreros, desmoralizar y traicionar a la clase obrera. Los stalinistas son la principal fuerza organizada hoy en la clase obrera europea. Debemos alertar a los obreros contra el terrible peligro que el stalinismo entraña para ellos. El proletariado europeo no debe permitir nunca más que el stalinismo aplaste la revolución como los hizo en España (Morrow, 1944b, 18-19).

Las enmiendas de Morrow terminaban con un llamado a la liberación de los movimientos partisanos de Grecia y Yugoslavia “de la subordinación de las políticas nacional-conservadoras del Kremlin” y “¡por repúblicas soviéticas independientes de Yugoslavia, Grecia y Polonia!” (Morrow, 1944b, 20). Este llamado era particularmente profético a la luz de los sucesos posteriores en Grecia, donde el stalinismo estranguló el movimiento revolucionario y ante la entrega de los luchadores del Gueto de Varsovia a los ejecutores nazis en 1944 (para un relato contemporáneo a los hechos, véase Zaremba, 1997; para un estudio académico reciente, Borodziej, 2006). Las enmiendas de Goldman al borrador de resolución básicamente apoyaban el documento de Morrow (Goldman, 1944).

Ultraizquierdismo y reivindicaciones democráticas 

En su artículo “La primera fase de la revolución europea que se viene: una crítica a la resolución internacional del plenario del XV aniversario [de octubre de 1943]” (Morrow, 1944c)(9) , Morrow resumía “las diferencias fundamentales entre las enmiendas de Morrow y Morrison y el borrador de la resolución” en dos proposiciones:

1) El borrador se equivoca al excluir la posibilidad del uso de los métodos democrático-burgueses por la burguesía europea y su amo, el imperialismo norteamericano; intentarán, con toda probabilidad, detener la revolución europea no sólo con el uso de dictaduras militares y fascistas, sino también, donde sea necesario, con el uso de la democracia burguesa.

2) El borrador se equivoca al minimizar el peligro stalinista, debemos reconocer que las victorias del Ejército Rojo reforzarán temporalmente el prestigio del stalinismo; y debemos, por lo tanto, incluir en la resolución una advertencia sobre el peligro, muy real, del stalinismo sobre la revolución europea (Morrow, 1944c, 370).

Según Morrow, la resolución final incluyó algunas frases de las enmiendas de él mismo y de Morrison; mientras, al mismo tiempo, mantenía las formulaciones del borrador original que estaban en flagrante contradicción con las modificaciones incorporadas.

Contra la insistencia de la dirección del SWP sobre el peligro del oportunismo, Morrow insistió en el riesgo que el ultraizquierdismo implicaba para los pequeños e inexpertos grupos trotskistas en Europa. Criticó el énfasis puesto en el programa máximo, en particular en la consigna “por los Estados Unidos Socialistas de Europa”, porque parecía abstracta para gente que estaba metida en medio de una lucha brutal por la liberación nacional contra la ocupación militar nazi. En cambio, Morrow sostenía que las tácticas debían adaptarse al nivel de la conciencia política de las masas, lanzando consignas que se vincularan con sus problemas inmediatos. Morrow preveía la revitalización de las ilusiones democráticas entre considerables porciones de las masas, como lo demostraba la re-emergencia de los partidos obreros tradicionales, así como partidos de centro y liberal-democráticos en Italia, que retrasarían los tiempos de la revolución europea. Esto hacía aún más necesarias las consignas democráticas y transicionales, como forma de disputarle las masas a estos partidos, en particular a los partidos stalinistas y socialdemócratas. Entonces, por ejemplo, la demanda de una república en Italia expondría frente a los seguidores del Partido Comunista italiano el significado de la svolta di Salerno de Palmiro Togliatti; es decir, su decisión, por orden de Stalin, de apoyar el gabinete monárquico del mariscal Pietro Badoglio a su retorno a Italia en marzo de 1944 (Agarossi y Zaslavsky, 2011, 72).

Los métodos del imperialismo norteamericano y la burguesía democrática 

Morrow insistía en que había que sopesar correctamente “el hecho innegable de que una parte considerable de las masas italianas dio una entusiasta bienvenida a las tropas norteamericanas”. En el futuro inmediato, “el chantaje encubierto de comida y promesas de ayuda económica estadounidense (…) jugaría un rol fundamental en moldear los sucesos italianos” y este proceso se repetiría en el resto de Europa. El imperialismo norteamericano “aparecería” por un tiempo “ante las masas europeas en un disfraz muy distinto al del imperialismo alemán”. Esta diferencia se debía a los distintos recursos económicos de los Estados Unidos y Alemania.

A diferencia de la ocupación nazi, la ocupación norteamericana será seguida de un mejoramiento de los suministros de comida y de la situación económica en general. Donde los nazis se llevaron la maquinaria fabril y los medios de transporte, los americanos los traían consigo. Estos contrastes económicos, que por supuesto eran consecuencia del contraste de los limitados recursos del capitalismo alemán y los mucho más amplios recursos aún en manos del capitalismo norteamericano, no pueden evitar, durante cierto tiempo, tener consecuencias políticas” (Morrow, 1944c, 374).

Por lo tanto, Morrow concluía que era falso establecer, como hacía el plenario de octubre de 1943, que los imperialismos anglo-norteamericano y alemán fueran “igualmente depredadores”(10). “Igualmente imperialista, sí, pero no ‘igualmente depredadores’”, remarcaba Morrow (ibíd). Una táctica correcta para las secciones de la Cuarta Internacional sólo puede basarse en una estimación precisa de los diferentes imperialismos en Europa. La penetración imperialista de los Estados Unidos en los países ocupados, advertía Morrow, no tendría lugar a través de “gobiernos títere; por ejemplo, regímenes que gobernaran sólo a través del uso de la fuerza y el terror, y que no tuvieran ningún apoyo de las masas”. Con la ayuda de los partidos stalinistas, socialdemócratas y democrático-burgueses, podría lograr una mayoría electoral en elecciones tan libres como las de Italia antes de 1921”. Más que depender de “gobiernos de tipo franquista” o “dictaduras militares-monárquico-clericales” estabilizaría el capitalismo europeo mediante “el uso de regímenes democrático-burgueses” (Morrow, 1944c, 374).

La relación entre los objetivos últimos y las reivindicaciones inmediatas: consignas de cuadros y consignas de masas

En su crítica a la Resolución internacional del plenario de octubre de 1943, Morrow ya había señalado la diferencia entre programa fundamental y consignas de masas; por ejemplo, entre demandas máximas destinadas a miembros de la organización revolucionaria y demandas cuyo propósito era la movilización política de las masas basadas en su actual conciencia política(11). En su defensa de una consigna de masas, como “por una república democrática” en Italia, la minoría explicaba que la lucha por las demandas democráticas no implicaba la lucha por la democracia burguesa como un sistema capaz de resolver los problemas a los que se enfrentaban las masas. La lógica política de levantar consignas de masas era distinta:

Enunciar nuestros conceptos programáticos fundamentales no resuelve el problema de todos los problemas: ganar a las mayorías a nuestra consigna. Las masas no se toman el trabajo de estudiar las ideas programáticas fundamentales de los variados partidos y siguen al partido que, para ellas, aparece siguiendo el programa históricamente correcto. Sólo el sector más avanzado actúa de esa manera. Es sólo en el curso de la lucha por todas sus reivindicaciones inmediatas que las masas ven la necesidad de seguir al partido que las quiere guiar al poder. Sólo si participamos de las luchas de las masas, si les demostramos que nos interesamos no sólo en el fin último, sino también en sus necesidades inmediatas, es que podremos ganar su confianza y atraerlas a nuestro programa (Goldman, 1945a, 4).

La cuestión fundamental era adaptar la táctica al nivel de la conciencia política de las masas y atravesar con ellas sus luchas, de modo de seguir los preceptos propuestos por Trotsky en el Programa de Transición (Van Heijenoort, 1945, 214).(12)

En el artículo “Algunos argumentos escuchados contra la consigna de la República Italiana”, escrito el 30 de julio de 1945 y publicado en el Boletín Interno del SWP, Morrow sostenía que “la tarea de las tareas” era “romper el lazo que los partidos Socialista y Comunista tienen sobre las masas y atraerlas hacia la Cuarta Internacional” (Morrow, 1945e, 1). Pero esto no podía hacerse “ganando a las masas directamente a la totalidad de nuestro programa, es decir a través de la propaganda por la Italia soviética o los Estados Unidos Socialistas de Europa”. Morrow explicaba la diferencia entre consignas de cuadros y consignas de masas refiriéndose a la famosa distinción marxista entre propaganda y agitación (Lenin, 1897, 332-333):

A través de la propaganda se ganan cuadros, pero no los elementos para un partido de masas; incluso los cuadros no se acercan a nosotros, en general, por nuestra propaganda, son ganados al ver que el partido tiene la flexibilidad para agitar exitosamente entre los obreros que aún no son revolucionarios o que, si piensan en la revolución, no saben qué hacer; es decir, que el partido es capaz de hacer que los obreros den un paso adelante (Morrow, 1945e, 1).

Morrow trataba entonces de explicar cómo aplicar la lógica del Programa de Transición a la situación concreta de la Italia de posguerra, donde las masas estaban conmovidas políticamente, pero seguían a los partidos reformistas:

La tarea de nuestro partido italiano en el plano de la agitación es mostrar a los miembros de los partidos Comunista y Socialista una serie de pasos que tienen que ser dados por sus partidos. Estos pasos deben parecer razonables a las masas, realizables. Nosotros sabemos que sus partidos, reformistas y colaboracionistas de clase, se resistirán a llevar adelante nuestros pasos. Pero sus miembros no lo saben. Al convencerlos de la necesidad de estos pasos, al instarlos a demandarlos a sus líderes, enseñaremos a las masas a ser críticos con sus partidos y abrir la cabeza al partido de la Cuarta Internacional (Morrow, 1945e, 1-2).

La advertencia de Morrow fue desatendida, lo cual no es sorprendente si se tiene en cuenta que “el SWP se tomó cuatro meses, y sólo después de una moción de la minoría, para publicar el programa de acción” de los trotskistas italianos, que había sido recibido a fines de noviembre de 1944, porque sus primeras cinco demandas eran puramente democráticas, empezando por “abolición de la monarquía e instauración de una república democrática” (Van Heijenoort, 1945, 215).(13)

La naturaleza de los gobiernos italianos 

Morrow criticó el editorial del 10 de junio de 1944 de The Militant, según el cual Churchill “salió inequívocamente en apoyo de las dictaduras policiales y militares” porque “dijo que el gobierno de Badoglio es muy bueno” (Breitman, 1944). Señaló que el SWP debiera haber distinguido entre el primer gobierno de Badoglio (25 de julio de 1943 al 7 de abril de 1944) “que podría correctamente llamarse dictadura policial y militar” y su segundo gabinete (22 de abril al 8 de junio de 1944), una coalición de seis partidos que era “algo bastante distinto”, porque “la clave del carácter del gobierno” no era quién lo encabezaba sino “qué partidos lo apoyaban”; era “apoyado por los partidos mayoritarios de la Italia ocupada por los aliados” (Morrow, 1944d, 24).(14)

Las ideas de Morrow fueron desarrolladas por Van Heijenoort en un artículo sobre el borrador de resolución para la Sexta Convención del SWP, que se reuniría en noviembre de 1944.(15) Van Heijenoort observaba que “el borrador de resolución explica correctamente, en veinte puntos, que, luego de la entrada a Roma de los Aliados [el 5 de junio de 1944], el gobierno de Badoglio ‘simplemente se disolvió bajo la hostilidad de las masas’”. Enfatizaba la importancia de las reivindicaciones democráticas en tal situación política: “Entre todos los tira y afloja entre monárquicos, muertos vivos del liberalismo y stalinistas-realistas, el partido revolucionario debe responder con un grito: ¡Inmediata proclamación de la República! ¡Que se arreste al rey, al príncipe heredero y a toda la familia real! ¡Confiscación inmediata de todas las propiedades reales en beneficio del pueblo!” (Van Heijenoort, 1944, 31). Una vez establecida la república democrática, añadía Van Heijenoort, los revolucionarios debían exigir las formas más democráticas dentro del régimen democrático-burgués. Como un parlamento unicameral en vez de bicameral, elecciones inmediatas, etcétera. Entonces, cuando la marea revolucionaria estuviera suficientemente alta, exigirían la expulsión del gobierno de los representantes de los partidos de la burguesía y llamarían a los líderes reformistas a tomar el poder, si lograban el apoyo de las masas. En ese contexto “la consigna que debiera pronto ganar importancia sería: ¡Togliatti y Nenni al gobierno!”; es decir, un gobierno de los partidos Socialista y Comunista, que serían entonces apoyados por la amplia mayoría de la clase trabajadora italiana (Van Heijenoort, 1944, 62). Sólo con este tipo de experiencias, primero la clase obrera italiana y luego las masas obreras de Europa llegarían a la conciencia de clase socialista, no tirándoles consignas de máxima como los Estados Unidos Socialistas de Europa.

La Convención del SWP de noviembre de 1944 y la defensa de la revolución europea contra el stalinismo 

Para noviembre de 1944 ya era obvio que la resolución del Plenario de octubre de 1943 había fracasado en prever el curso de los acontecimientos en Europa y en orientar a los cuadros trotskistas con las tácticas que requería la situación política. Sin embargo, a pesar del informe de la minoría a la Convención sobre “la importancia del interludio democrático”(16), la resolución adoptada por la Sexta Convención del SWP en noviembre de 1944 decía en su comienzo que “los sucesos de los últimos nueve meses sirven para subrayar la validez de nuestro análisis previo de la situación internacional” (Sexta Convención del SWP, 1944, 361).(17)

De todos modos, la mayoría se vio forzada a hacer una concesión en la resolución adoptada en la Convención de noviembre de 1944, bajo la presión de la viuda de Trotsky, Natalia Sedova. Uno de los colaboradores de Cannon, Farrell Dobbs, quien en ese momento cumplía sentencia en la cárcel de Sandstone, había enviado una carta que criticaba agudamente el editorial del 19 de agosto de 1944 de The Militant: “la traición de Varsovia”, puesto que, según decía, no había tomado la cuestión de

La tarea de las fuerzas guerrilleras, y en estas circunstancia eso es lo que eran los destacamentos de Varsovia, de subordinarse al alto mando del ejército principal, el Ejército Rojo, en tiempos de una batalla tan importante como el sitio de Varsovia. Por el contrario, el editorial parece tomar como punto de partida la asunción de que una rebelión proletaria en gran escala sucedió en Varsovia y que Stalin maniobró deliberadamente para permitir a Hitler aplastar la revuelta… Estamos seriamente preocupados de la ligereza para escribir sobre un asunto tan crucial (carta de Dobbs fechada el 23 de agosto de 1944, citada por Jacobs, 1944, 34).

Esta apología de la entrega de la Comuna de Varsovia a las manos de Hitler por parte de Stalin y el llamado a las guerrillas polacas a “subordinarse” a los generales de Stalin impulsó a la viuda de Trotsky a una respuesta inmediata. En una carta fechada el 23 de septiembre de 1944, decía: “no propongo que eliminemos la consigna ‘defensa de la Unión Soviética’ pero encuentro que debe ser colocada en un segundo o tercer lugar”. La consigna de defensa militar de la URSS “se coloca en un segundo plano ante los nuevos acontecimientos”, léase las victorias del Ejército Rojo y el alto prestigio del stalinismo. La única alternativa para la Unión Soviética, insistía Natalia Sedova, eran “el socialismo o la restauración del capitalismo”:

Un peligro mortal amenaza la tierra de los Soviets, y la fuente de ese peligro es la burocracia soviética (el enemigo interno). La guerra no ha terminado; el enemigo externo existe. Pero al principio de la guerra lo veíamos como el más peligroso, y la lucha contra el régimen burocrático cedía su lugar a la lucha militar; en el presente, las cosas deben volver a darse vuelta (Sedova, 1944a, 24-25; véase el énfasis en esta misma idea en Sedova, 1944b).

Cannon se apresuró a coincidir con su análisis en una carta publicada en el mismo número del Boletín Interno de octubre de 1944 (Cannon, 1944, 29). La parte de la resolución adoptada en la Convención del SWP de noviembre de 1944, que trataba sobre la Unión Soviética, decía entonces:

Durante el período el que la maquinaria militar nazi amenazaba la destrucción de la Unión Soviética, pusimos al frente la consigna de la defensa incondicional de la Unión Soviética contra el ataque imperialista. Para mí, la lucha por la defensa de la Unión Soviética contra las fuerzas de ocupación nazi fue esencialmente ganada. El “Nuevo Orden de Europa” de Hitler ya colapsó. La realidad actual es el comienzo de la revolución europea, la ocupación militar del continente por las tropas de los ejércitos anglo-americanos y Rojo, y la conspiración de los imperialismos y la burocracia del Kremlin para estrangular la revolución. Por lo tanto, ponemos por delante y enfatizamos hoy la sección de nuestro programa expresada en la consigna: Defensa de la revolución europea contra todos sus enemigos. La defensa de la revolución europea coincide con una genuina defensa revolucionaria de la URSS (Sexta Convención del SWP, 1944, 367).

“Un balance de la discusión sobre Europa” 

Al volver de la cárcel, el 25 de enero de 1945, dos meses después de la Convención de noviembre de 1944, Morrow escribió dos reseñas del debate que hasta el momento había tenido lugar desde octubre de 1943 (Morrow 1945b; Morrow 1945c). En la más importante de éstas, “Una reseña crítica de la discusión sobre Europa”, publicada en el Boletín Interno del SWP en mayo de 1945, Morrow subrayaba que “la mayor parte de lo que la minoría tenía para decir era parte de la tradición escrita del movimiento trotskista, aunque la mayoría de los dirigentes parecen alegremente desconocer el material” (Morrow, 1945b, 5). Morrow pensaba en la “Carta a la revolución italiana” de Trotsky, del 14 de mayo de 1930, que parecía haber previsto la serie de acontecimientos que siguieron a la caída del fascismo:

¿Significa esto que Italia no podrá, por un determinado tiempo, volverse otra vez un Estado parlamentario o convertirse en una “república democrática”? Considero, en total coincidencia con ustedes, creo, que esta posibilidad no queda excluida. Pero entonces no será el fruto de una revolución burguesa, sino el aborto de una todavía inmadura revolución proletaria. En el caso de una profunda crisis revolucionaria y de batallas de masas en el curso de la cual la vanguardia proletaria no haya estado en condiciones de tomar el poder, puede ser que la burguesía restaure su dominio sobre bases “democráticas”. ¿Puede decirse, por ejemplo, que la actual república alemana es producto de la revolución burguesa? Un planteo de ese tipo sería absurdo. Lo que tuvo lugar en Alemania en 1918-19 fue una revolución proletaria, que por falta de dirección fue traicionada y aplastada. Pero la contrarrevolución burguesa se vio forzada a adaptarse a las circunstancias, producto de este aplastamiento de la revolución y asumir la forma de una república parlamentaria “democrática”. ¿Es lo mismo, o casi lo mismo, eventualmente imposible en Italia? No, no lo es. La entronización del fascismo es el resultado de que, en 1920, la revolución proletaria no terminó de desarrollarse. Sólo una nueva revolución proletaria puede derrocar al capitalismo. Y si no triunfara esta vez (fruto de la debilidad del Partido Comunista, las maniobras y traiciones de la socialdemocracia, de los francmasones, de los católicos), el Estado “transicional” que la burguesía contrarrevolucionaria se vería obligada a construir sobre las ruinas de la forma fascista de dominación no sería otra cosa que un Estado democrático y parlamentario (Trotsky, 1944, 216).

Por lo tanto, en opinión de Morrow, los ricos análisis de Trotsky, que negaban cualquier correlación lineal entre economía y política, y contemplaban distintos escenarios dependiendo del desenlace de la lucha entre fuerzas sociales vivas, era reducido por la dirección del SWP a la estéril fórmula sobre la inevitabilidad de las dictaduras de “tipo franquista”. Esto, concluía Morrow en su segunda reseña del debate, llevaba al SWP a un rechazo ultraizquierdista del “método de las reivindicaciones democráticas y transicionales, el método para ganar a la mayoría de los trabajadores y campesinos al partido revolucionario” (Morrow, 1945c, 146).

El final de la Segunda Guerra y el destino de la Unión Soviética 

Medio año después, el 4 de noviembre de 1945, Cannon dio un discurso celebrando el 38° aniversario de la Revolución Rusa, en el que advertía sobre “el excesivo celo en criticar y denunciar a la Unión Soviética” como “rusofóbica”, y negando que la Segunda Guerra hubiera terminado:

Trotsky predijo que el destino de la Unión Soviética sería decidido en la guerra. Esta es todavía nuestra convicción. Sólo no acordamos con cierta gente que piensa que la guerra terminó. La guerra sólo ha pasado por una etapa y está ahora en proceso de reagrupar y reorganizarse para una segunda fase. La guerra no ha terminado, y la revolución que dijimos que iba a seguir a la guerra en Europa sigue en nuestra agenda” (Cannon, 1945, 7).

Morrow no tuvo problemas para demoler el análisis de Cannon, cuya insuficiencia para reflejar el curso efectivo de los acontecimientos era evidente:

Cualquier marxista serio sabe que las precondiciones para una tercera guerra mundial no han madurado todavía, que la Segunda Guerra ha terminado, que entre ésta y la próxima guerra está el obstáculo del despertar político y antimilitarista de las masas británicas y de Europa occidental, que incluso las masas norteamericanas no podrán, por un tiempo, ser arrastradas a la guerra, que la próxima guerra sólo puede tener lugar luego de una nueva derrota del proletariado europeo (Morrow, 1945f, 51).

El núcleo racional detrás de los dichos de Cannon emergerían recién el año siguiente, con la erupción de la Jihad norteamericana en defensa de la propiedad privada de los medios de producción, conocida como Guerra Fría.

El sectarismo del secretariado europeo y la cuestión del entrismo 

Hasta mediados de 1945, la minoría había presentado batalla con la expectativa de ganar, no sólo a la mayoría de la militancia del SWP sino, sobre todo, a las secciones europeas de la Cuarta Internacional, que eran las que estaban realmente involucradas en el proceso revolucionario. Entonces, en una carta al secretariado europeo de la Cuarta Internacional, fechada el 20 de julio de 1945 y titulada “Perspectivas y política europea”, Morrow criticaba sus “tesis de febrero de 1944 y la resolución de enero de 1945” por fallar en prestar atención al rol fundamental del factor subjetivo en el desenvolvimiento de la revolución europea. “Encantado por la situación ‘objetivamente revolucionaria’”, el secretariado europeo repetía “la fórmula sobre la necesidad inexorable de transformar la guerra imperialista en guerra civil, etcétera”. De hecho, planteaba Morrow, “la revolución no es una función objetiva del proceso social”, y la situación en Europa no era de ninguna manera comparable a la situación a la salida de la Primera Guerra Mundial. “No estamos repitiendo 1917-1923”, advertía Morrow. La situación de 1945 estaba “mucho más retrasada”, porque ante la ausencia de un punto de confluencia de las masas revolucionarias como lo fueran la Revolución Rusa y la Tercera Internacional, el desarrollo de los partidos revolucionarios era mucho más lento. “En vez de partidos revolucionarios de masas confrontando con partidos reformistas del mismo tamaño, nuestros pequeños grupos de cuadros enfrentan a dos partidos reformistas de masas. En Francia, ¡nuestros pocos cientos confrontan con un partido stalinista de casi un millón de miembros!”. Morrow sacaba de su análisis la conclusión de que el trotskismo europeo tenía que “ingresar en alguno de los partidos reformistas, constituir una fracción en él y trabajar para logar una escisión, de la cual podamos obtener suficientes fuerzas para empezar seriamente a construir un partido revolucionario” (Morrow, 1945d, 82).

 

La cuestión de la unidad entre el SWP y el WP 

En vistas de estas actitudes de ignorancia, tanto de negación de realidades políticas como de errores en el análisis político, en el pasado, mostrando una virtual reivindicación de infalibilidad de los dirigentes del partido, Morrow y Goldman propusieron una resolución de unidad con el Workers Party el 12 de julio de 1945, creyendo que “sin unidad, el SWP está condenado a una degeneración monolítica” (Morrow y Goldman, 1946d, 6).(18)

Las bases políticas para la propuesta de unificación se habían desarrollado tempranamente, cuando Shachtman empezó a subrayar, antes del plenario de octubre de 1943 del SWP (de hecho, pocas semanas antes de la caída de Mussolini, el 25 de julio de 1943), la importancia de las consignas democráticas en Europa, en particular la reivindicación de “independencia nacional para la naciones bajo el yugo del imperialismo alemán” (Shachtman, 1943, 217). En la edición de julio de 1943 de New International en la que aparece un artículo de Shachtman, se publican dos artículos de Trotsky sobre la relación del fascismo y las demandas democráticas (Trotsky, 1943a, 1943b). Morrow creía que la minoría estaba “mucho más cercana al WP que a la mayoría del SWP en la cuestión de democrática y reivindicaciones transicionales y las tareas en Europa” (Morrow, 1945f, 53).

Pero los obstáculos para la reunificación, como la insistencia de Shachtman en mantener la caracterización de la URSS como una burocracia colectivista y la obstinada oposición de Cannon a la unificación, que Morrow atribuía a su ultracentrismo(19), demostraron ser más poderosas que las tendencias unificadoras. De hecho, Cannon estaba preparando la expulsión de los miembros de la minoría del SWP.

No es de sorprender que luego de un infructuoso intercambio de cartas e injurias, la iniciativa haya quedado en la nada.(20)

No con una explosión, sino con un susurro: el final de la tendencia minoritaria en el SWP

El canto del cisne de Morrow en el SWP fue el “Informe Internacional” en nombre de la minoría al plenario de junio de 1946 del nuevo Comité Ejecutivo Internacional electo en abril de 1946, en una conferencia de la Cuarta Internacional. El argumento final de Morrow fue un impresionante resumen de sus cargos contra Cannon:

En nombre de un programa inmutable, camarada Cannon, usted nos enseñó las siguientes cosas: que nuestra política militar proletaria significa que debemos defender al país contra el fascismo extranjero y derrocar al capitalismo. Que los revolucionarios polacos debieran subordinarse al ejército ruso. Que hay una lógica objetivamente revolucionaria traída por las victorias rusas. Que las dictaduras militares abiertas eran los gobiernos posibles en Europa porque es imposible instaurar una nueva serie de Repúblicas de Weimar en Europa. Que el imperialismo americano es al menos tan depredador como el imperialismo nazi en sus métodos en Europa. Que es teóricamente imposible que los Estados Unidos ayuden a reconstruir o alimentar a Europa. Que no hay ninguna ilusión democrática en Europa. Que no hay ninguna ilusión en el imperialismo norteamericano. Que en los levantamientos revolucionarios es reformista exigir la república en Grecia, Italia y Bélgica, o la Asamblea Constituyente. Que hablar del peligro del stalinismo en la revolución europea sólo es posible para un derrotista profesional. Que el destino de la Unión Soviética será decidido por la guerra, pero que sólo gente descuidada puede pensar que la guerra terminó (Morrow, 1946c, 28-29).

Esta imponente lista de cargos, por supuesto, no ayudó a Morrow y sus compañeros de la minoría, dado que el cuerpo al que se dirigían estaba lleno de defensores de Cannon. Había un elemento más que debilitaba su argumentación; a saber, el abandono de su posición previa de defensa de la URSS.(21) El hecho de que Heijenoort también haya tomado la política de tirar al niño (la nacionalización de los medios de producción y las bases de una economía planificada) junto al agua sucia (la burocracia stalinista) o, en términos hegelianos, la incapacidad de comprender el fenómeno soviético como una unidad de determinaciones antitéticas, dio agua para el molino de Cannon (véase Van Heijenoort, 1946).

A fines de mayo de 1946, Morrow, el único miembro de minoría rentado por el partido, dejó de estarlo, de manera que fuera imposible que preparara los documentos de la minoría para la XII Convención del SWP(22), que tuvo lugar del 12 al 18 de noviembre de 1946. La convención aprobó la “Moción sobre la fracción minoritaria” que expulsaba a Morrow y a “David Jeffries”, probablemente un pseudónimo de Heijenoort (XII Convención del SWP, 1947, 31). Entonces, la minoría del SWP simplemente se desbandó. Morrow dejó la política por completo. Goldman (que ya se había ido al WP, ante su inminente expulsión) rompió con Shachtman y cambió su lealtad por el Partido Socialista a mediados de 1948 (Wald, 1987, 255). Van Heijenoort, a su turno, colaboró con el Workers Party hasta fines de 1947, bajo los nombres de “Logan”, “Gerland” y “Loris”; entonces, en 1948, renunció totalmente al marxismo (Van Heijenoort, 1948) y se retiró a la vida académica como especialista en lógica matemática en la Universidad de Brandeis, aunque el principal historiador del movimiento trotskista, Pierre Broué, lo tuvo en alta estima (Broué, 1986; 1990).

Resumen y conclusiones 

El estallido de la Segunda Guerra Mundial encontró al trotskismo norteamericano dividido entre dos organizaciones en torno de la naturaleza de la Unión Soviética: mientras el SWP, dirigido por James Cannon, seguía a Trotsky en caracterizarlo como un “Estado obrero degenerado” y llamaba a su defensa incondicional en caso de ataque militar, el Workers Party, conducido por Max Shachtman, la describía como un Estado burocrático colectivista. El estallido de la revolución italiana luego de la caída de Mussolini, el 24 de julio de 1943 llevó a la aparición de una tercera corriente dentro del trotskismo norteamericano, una minoría dentro de SWP dirigida por Felix Morrow, Jean van Heijenoort y Albert Goldman. Enfrentó el análisis de la dirección del SWP del imperialismo anglo-norteamericano y nazi como “igualmente depredador” y que el imperialismo estadounidense operaría por medio de “gobiernos de tipo franquistas”; la minoría sostuvo que el imperialismo norteamericano se apoyaría en regímenes democrá- tico-parlamentarios para detener el avance de la revolución en Europa, apuntalándolos con ayuda económica, y que sería respaldado en esta tarea por los principales partidos obreros, la socialdemocracia y el stalinismo, particularmente el segundo, que bajo la dirección de Moscú reviviría la política de frente popular practicada en gran escala en Francia y España durante la década de 1930. La principal tarea de los trotskistas europeos era, por lo tanto, de acuerdo con la tendencia de Morrow, Heijenoort y Goldman, separar a las masas de estos partidos levantando reivindicaciones democráticas y transicionales (por ejemplo: “¡Por la república democrática!”; en Italia y Bélgica, la elección de una Asamblea Constituyente, etcétera) que ayudasen a los obreros a descubrir la agenda anti-socialista de sus organizaciones de masas a través de su propia experiencia. Su ignominioso final cerró cualquier análisis serio de las consecuencias de la política seguida por la dirección del SWP y por el secretariado europeo de la Cuarta Internacional, política que serviría para reducir al trotskismo a una fuerza impotente durante la mayor parte del siglo.

Daniel Gaido es historiador y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, autor o coautor, entre otros libros, de Theories of Business Cycles and Capitalist Collapse: The Second International and the Comintern Years; The Mass Strike Debate in German Social Democracy y The Formative Period of American Capitalism: A Materialist Interpretation. Velia Luparello es estudiante de Historia en la Universidad Nacional de Córdoba. Integrante del Programa de Historia Contemporánea del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad dependiente de Conicet.

NOTAS

1. Véase Trotsky, 1973; Cannon, 1972 y los documentos recolectados por Haberkern y Lipow, 2008. El movimiento trotskista se agrupó alrededor de la Cuarta Internacional, originada en 1923 como una tendencia política conocida como Oposición de Izquierda dentro de la Internacional Comunista, recibió la adhesión de la principal figura del comunismo chino, Chen Duxiu. Permaneció en la Internacional Comunista (Comintern) por una década, hasta el ascenso de Hitler al poder en 1933, ayudado por la política sectaria del “tercer período”, que denunciaba a la socialdemocracia como “socialfascismo”, y rechazaba la política leninista de frente único. Estos hechos persuadieron a Trotsky de que el Comintern no podía ser liberado del control absoluto de Stalin. Para una historia de la Oposición de Izquierda vease Broué, 1997, 570-294. Los documentos fundacionales de la Cuarta Internacional fueron recolectados en Reissner, 1973. 

2. “Rompimos definitivamente en julio de 1943. La disputa comenzó con el valor que le otorgábamos a la caída de Mussolini… En los meses entre julio y octubre de 1943 la experiencia italiana se desarrolló y reprodujo el futuro de todo Europa occidental: el desarrollo de la democracia burguesa, el renacer del dominio de los partidos obreros reformistas tradicionales, el rol central de cuestiones como la democracia y la asamblea constituyente, las ilusiones en el imperialismo norteamericano” (Morrow, 1946c, 32).

3. “Los miembros de la mayoría del SWP no solamente prohibieron la publicación de los documentos de la minoría en Cuarta Internacional luego del plenario [de octubre de 1943], sino que prohibieron su distribución dentro de las filas del propio partido. El pretexto era que, dado que los líderes de la mayoría y los de la minoría pronto irían a prisión, los documentos no debieran publicarse hasta que los mismos no volvieran. Los documentos estuvieron finalmente disponibles para los miembros del SWP la noche previa a su Convención de noviembre de 1944. Tampoco esto sucedió porque el partido se abriera a las súplicas de los militantes de la minoría, fue sólo porque uno de los documentos había llegado al Workers Party y éste lo había publicado. Aun así, los documentos de la minoría no fueron enviados a Europa. Cuando volví de prisión, a fines de enero de 1945, me encontré con que las visiones de la minoría sobre las cuestiones europeas eran aún desconocidas en el continente” (Morrow, 1945,49). 

4. Véase “5th Wartime Plenum of SWP Meets in New York: Fifteenth Anniversary of the Founding of American Trotskism Celebrated at Banquet in New York As Party Records New Gains”, The Militant, Vol. 7, N° 45 (6 de noviembre de 1943), 1-2.

5. “El debate en el SWP durante los dos últimos años no ha sido, de ninguna manera, un debate particular del partido norteamericano. Fue desde el principio un debate sobre cuestiones que son mucho más importantes para Europa, en primera instancia, que para los Estados Unidos” (Morrow, 1945f, 49).

6. “Bajo la presión de los ataques de la mayoría del comité sobre algunas de las formulaciones de Logan, cometí el error de intentar reconciliar la posición de Logan con la de la mayoría. Y me uní a la mayoría en el ataque a la posición de la sección alemana en la cuestión nacional, que sostenía, en general en términos extremos, en esencia una posición idéntica a la de Hicyn Cordier. La más que podía haber dicho contra ella era que se trataba de un énfasis derechista dentro de una posición fundamentalmente correcta de integración en el movimiento de resistencia nacional. Sin embargo, acusé a los camaradas alemanes de revisionistas. Mi confusión sobre la cuestión nacional se aclaró muy lentamente. Es muy difícil para un norteamericano entender la cuestión nacional. Así que tengo que compartir mi parte de responsabilidad por los resultados. La posición de la sección alemana se convirtió en anatema, ni publicada ni analizada seriamente en nuestra prensa sino convertida en pecado por la simple repetición de chicanas contra ella. Esto no habría importado demasiado si el partido francés hubiera sido capaz de desarrollar un trabajo dentro de su propio movimiento de resistencia. Pero luego vino la tragedia de octubre de 1943, cuando Hic y casi todos los compañeros fueron secuestrados por la Gestapo. Con Hic y otros muriendo en campos de concentración, el descabezado partido cayó en las manos de compañeros sin experiencia y extranjeros que dieron la espalda al movimiento de resistencia” (Morrow, 1946b, 31).

7. “El imperialismo anglo-norteamericano… pretende imponer una nueva forma de servidumbre sobre los pueblos de Europa. Proponen aplastar cualquier manifestación de independencia revolucionaria de los obreros europeos y establecer dictaduras militarmonárquico-clericales bajo el tutelaje y la hegemonía de las grandes empresas anglo-norteamericanas… Los aliados no se pueden permitir la sanción de la más mínima democracia en Europa… La alternativa, desde el punto de vista de Roosevelt-Churchill, son los gobiernos de tipo franquista o el fantasma de la revolución socialista” (Resoluciones del comité, SWP, 1943, 7). 

8. “Los aliados pretenden dominar Europa a través de traidores”, decía el titular de The Militant el 23 de octubre de 1943 (Adamson, 1943).

9. El artículo fue escrito en diciembre de 1943, pero circuló por primera vez en el Boletín Interno del SWP en septiembre de 1944 e impreso en Fouth International en diciembre de ese año; es decir, un año después. Véase el posterior comentario de Morrow: “La resolución del plenario de octubre de 1943 era una bravata ultraizquierdista que sólo podía servir para desorientar a la Cuarta Internacional” (1945f, 49)

10. “Europa, hoy esclavizada por los nazis, será mañana invadida por el igualmente depredador imperialismo anglo-norteamericano” (Plenario del XV aniversario del SWP, 1943, 331). 

11. “La consigna de una época no es la misma cosa que la consigna o consignas bajo las cuales el partido dirige a las masas hacia la revolución. El clásico ejemplo de una consigna central, la consigna que determina por completo el curso de un partido revolucionario en determinado período, es la consigna levantada por Lenin, ‘transformar la guerra imperialista en guerra civil’. Esta era la consigna central sin ser, sin embargo, la consigna para las masas. Esta consigna central era para el partido, para los cuadros. Es decir, servía para educar al partido, pero no mostraba cómo ganar a las masas a la revolución proletaria. Trotsky una vez caracterizó ‘transformar la guerra imperialista en guerra civil’ como una fórmula algebraica cuyo contenido concreto todavía debía ser encontrado, y lo fue, en ‘todo el poder a los soviets’ y otras consignas” (Morrow, 1944c, 375).

12. No había nada particularmente trotskista en el método de las reivindicaciones transicionales: había sido abiertamente discutido en el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista en 1922 (Riddell, 2011) y Karl Radek incluso escribió un borrador de programa de transición en 1923: “nos diferenciamos de los otros partidos obreros, no sólo por la consigna de la dictadura del proletariado y el régimen soviético, sino también por las reivindicaciones de transición. Mientras las demandas de los partidos socialdemócratas son pensadas para ser llevadas a cabo en el marco del capitalismo y para reformarlo, nuestras demandas sirven en la lucha de la clase obrera por tomar el poder y destruir al capitalismo. Eso es lo que debiera estar claramente expresado en nuestro programa de transición” (Radek, 1923, 128).

13. El programa comenzaba: “El Partido Comunista de los Trabajadores afirma su posición de lucha contra la colaboración con el gobierno o con los Comités de la Liberación Nacional, y por la formación de un gobierno socialcomunista sobre el siguiente programa de transición: 1) abolición de la monarquía e instauración de una república democrática; 2) libertad de prensa, de organización, de manifestación, de huelga, etc.; 3) Asamblea Constituyente y elecciones inmediatas con la participación de todos los partidos; 4) derecho al voto universal, secreto y directo para todos los ciudadanos, soldados y miembros de ambos sexos mayores de 18 años; 5) completa separación de la Iglesia y el Estado; aplicación de impuestos progresivos a las riquezas y propiedades de la Iglesia” (Partido Comunista Obrero de Italia, 1944, 3).

14. Estos análisis sectarios no se limitaban a Italia, sino que se aplicaban sistemáticamente a toda Europa. Por ejemplo, el SWP “no encontraba ninguna diferencia entre el primer gabinete de Papandreou (26 de abril al 2 de diciembre de 1944), que incluía al EAM (el Frente de Liberación Nacional, que en Grecia era dominado por el Partido Comunista) y el segundo (2 de diciembre de 1944 al 3 de enero de 1945) que no lo incluía” (Morrow, 1945b, 13). 

15. El artículo de van Heijenoort “Sobre la situación europea y nuestras tareas”, fechado el 9 de julio de 1944, fue publicado por el Boletín Interno del SWP de octubre de 1944, medio año después de que fuera escrito, y reimpreso en el número de enero-febrero de 1945.

16. “Nuestro criterio de un interludio democrático, desde el punto de vista de las demandas democráticas y de transición… Los regímenes que ahora tenemos en Italia y Francia son regímenes transitorios con una mezcla de bonapartismo y características democráticas” (Morrow, 1945a, 15-16). 

17. El vocero de la mayoría, E.R. Frank (Bert Cochran), puso la perspectiva política de la mayoría en su forma más burda: “La democracia burguesa es incompatible con la continuidad del capitalismo en Europa” (Cochran, 1944, 379).

18. “La unidad significa un partido centralista democrático en contraposición con la tendencia monolítica del cannonismo” (Morrow, 1945e, 53). Véase también la posición de Goldman; “Una regla general debe ser reconocida: ni prohibición de fracciones ni órganos facciosos” (Goldman, 1945b, 56). Morrow y Goldman señalaban como ejemplo de reforzamiento de los dirigentes del partido en la prensa partidaria: “El elogio de Hanses a Cannon” en Hansen, 1944 (Morrow y Goldman, 1945, 7). 

19. “Cannon no quiere un grupo grande en el partido que no lo siga ciegamente” (Morrow y Goldman, 1946d, 11). 

20. Véase “La cuestión de la unidad: documentos del Socialist Workers Party y el Workers Party”, New International, XI: 6 (septiembre de 1945), 184-186; “Sobre las negociaciones para la unidad del SWP-WP: documentos de las minorías del SWP y el WP”, New International, 12:1 (enero de 1946), 21-26.

21. “Todas las razones que dimos para defender a la Unión Soviética hoy han desaparecido” (Morrow, 1946c, 28). 

22. Véase “La remoción del compañero Morrow del trabajo partidario a tiempo completo” (Declaración de la minoría en el Comité Político, 4 de junio de 1946), Boletín Interno del SWP, 8:8 (julio de 1946), 42.

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