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Que vivan los militantes

En un artículo para Clarín (7/2), el periodista Jorge Lanata aprovecha la construcción paraestatal de las agrupaciones kirchneristas, para emprender un ataque contra la militancia ‘tout court’. Es así que, luego de zamarrearlas, sorprende con el dislate de que “a lo largo de los últimos cien años, el ‘pensamiento’ de los ‘cuadros’ no ha variado”, como si desde el siglo que va de la Revolución del ‘90, Argentina no hubiera asistido a transformaciones enormes impulsadas por partidos y militantes de las más diversas corrientes del pensamiento político. La militancia ha sido la levadura de las transformaciones históricas que protagonizaron las grandes masas desde el fondo de la historia. En los pupitres de la primaria, cualquier argentinito aprendió que French y Beruti agitaban al pobrerío en mayo de 1810 para voltear al virrey, o sea que pensaban y actuaban como militantes, y que Moreno era un militante como Castelli (conspirador nato), además de fundador de La Gazeta -una prensa militante. La prensa militante o de partido fue la primera forma del periodismo, mucho antes de que se transformara en un medio de comunicación mediocre, manejado por corporaciones capitalistas. Hasta el día de hoy, nadie ha logrado superar la calidad de la Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta Renana), que dirigía Karl Marx. Ni la de sus artículos militantes en el New York Tribune. ¿Puede alguien disputar que León Trotsky fue el mejor corresponsal en la cobertura de la guerra de los Balcanes de 1912/3? Rodolfo Walsh no fue un escritor excelente “a pesar” de ser un militante, como alega Lanata -su labor en el periódico de la CGT de los Argentinos, en 1967, demuestra lo contrario. Lo mismo vale para Jorge Masetti y Rogelio García Lupo en la dirección de la agencia cubana Prensa Latina -antes de que cayera bajo el control del stalinismo.

Lanata ironiza con indisimulada satisfacción cuando interroga al lector: “¿se imaginan un ‘modo de pensar militante’”? Es cierto, se necesita desarrollar algún grado de imaginación para desarrollar un pensamiento político de ese nivel; no podría lograrse desde el sentido común. Marx usaba un vocablo griego para designar ese “modo de pensar”: praxis -la unión de la teoría y la práctica. Es un método que no emana de la rutina cotidiana, que es repetitiva. Es que no se trata de interpretar el mundo, decía el renano comunista, sino de transformarlo. El pensamiento militante funda la práctica en la teoría y ésta en el estudio de la experiencia histórica, y la somete a los resultados de la acción. Es la forma más elevada del desarrollo de la dialéctica desde los griegos -mucho antes de que apareciera la obsesión ‘sui generis’ de Lanata por La Cámpora.

Ignorando a Marx, Mariano Moreno, León Trotsky, al francés Marat, Sarmiento, Walsh, García Márquez, Lanata asegura que “el periodista tiene preguntas y el militante respuestas”. ¿Será por eso que los periodistas entrevistan a los militantes? “El periodista duda -se exalta Lanata- y el militante mantiene su fe”. Pero The New York Times, el emblema del “periodismo democrático”, no vaciló en avalar las mentiras de Bush para invadir Irak (disimulando sus certezas en contrario) y terminar provocando la mayor catástrofe humana desde la segunda guerra. “No questions”.

¿Qué pregunta se hizo el mismo Lanata para mofarse de la afirmación militante de que “el gobierno mundial está manejado por una pequeña camarilla que sólo representa sus propios intereses”, justo ahora cuando emerge a la luz que los cinco bancos que establecen la tasa de interés de referencia internacional (Libor), la manipularon en su beneficio durante toda la incubación de la crisis hipotecaria que desató la bancarrota capitalista que está en curso?

Lanata está ostensiblemente confundido. El periodista de investigación duda de sus fuentes, verifica la información, hace controles cruzados. No es, sin embargo, lo que hacen las grandes corporaciones, como la de Rupert Murdoch, ni la prensa empresarial de Argentina -y esto no solamente bajo la dictadura. Cuando los medios de comunicación presentan una lucha por la democracia en los sindicatos como una “pelea intergremial”, ¿no son acaso conscientes de que falsifican la realidad para desprestigiar a los militantes obreros -quienes, de paso, no viven del dinero de los sindicatos? ¿O cuando intoxican a los usuarios con interminables culebrones, pero no tienen el menor espacio para informar sobre la realidad en las fábricas o las barriadas obreras? Ahora mismo hay una cacofonía universal para defender la inevitabilidad del tarifazo y la devaluación, pero ningún reclamo para investigar y llevar a los tribunales y a la cárcel a los acaparadores de soja y a los operadores del mercado de futuro de divisas, que han operado contra la moneda nacional juntamente con el gobierno K y se van a embolsar ahora decenas de miles de millones de pesos, que pagará el denostado ‘pueblo’ argentino.

La duda del militante se distingue, sin embargo, de la del periodista que no es militante en que no se trata solamente del procedimiento empírico de cotejo de datos y fuentes, pues va más allá: es un método aplicado a la historia, que se interroga, a través del estudio y la práctica, acerca de la validez y la pertinencia de sus propias premisas. La duda se integra como parte del método de la crítica. No debe confundirse con autocrítica, que identifica al error con la culpa y por eso es una creación de la Inquisición española refinada por el stalinismo.

Lanata roza la justificación de la dictadura militar cuando avala a un búlgaro que funge de sociólogo, el cual finge interrogarse por los males que nos hubieran asolado si ganaba Montoneros. El búlgaro elige el enemigo que le conviene, esto porque la dictadura se sirvió de la llamada guerrilla como pretexto: en realidad, vino para aplastar a un enorme movimiento de lucha de masas que es anterior a los Montoneros, los cuales no existían cuando irrumpió el Cordobazo con el reclamo de “Un gobierno obrero y popular”. La dictadura de Onganía derrocó al Arturo Illia, no a una formación de combatientes. La cúpula de Montoneros trenzó con los milicos más de una vez, desde el operativo Dorrego, en 1974. Por otro lado, La Cámpora no es la primera creación paraestatal; ¿Lanata se olvidó de la Junta Coordinadora de Alfonsín? Claro que en aquellos años, el periodismo ‘dubitativo’ apoyaba al gobierno radical. “Coti” Nosiglia, el jefe de aquella banda, siguió operando bajo todos los gobiernos subsiguientes -incluso K. Lanata debería dedicarle un párrafo. En toda su construcción prejuiciosa, Lanata olvida al principal aparato paraestatal -la burocracia de los sindicatos. También relega al olvido a las barras bravas de Macri, Angelici, Santilli, Ritondo y al apaleamiento a los trabajadores del Borda, donde el presidente pretende desarrollar un proyecto inmobiliario con su amigo de toda la vida.

Lanata le enchufa a la militancia la masacre de Camboya, cuando fue la militancia revolucionaria la que denunció esa masacre en tiempo real, del mismo modo que lo hizo con las del stalinismo. Lanata no ignora que las condiciones para esa masacre fueron preparadas por la “democracia americana”, que mandó 500.000 soldados a Indochina y roció con napalm a sus pueblos durante cerca de una década.

¿Qué finalidad persigue Lanata cuando amalgama a los luchadores con los verdugos? ¿Cree que la lucha de clases no es un proceso histórico positivo, que despierta a la actividad histórica a las masas mantenidas en la ignorancia y la explotación, e incluso la esclavitud? ¿Está realmente convencido de que no hay mejor cosa que endeudarse por partida doble, so pretexto de la necesidad de arreglar con los buitres, una por 20.000 millones de dólares para pagarles a esos parásitos, y otra por otros 20.000 millones para ‘aprovechar’ las ventajas que supondría esa sangría para ‘retornar’ a los ‘mercados internacionales? La cruzada de Lanata contra la militancia está privada de cualquier fundamento, solamente traduce un prejuicio -precisamente, porque el cruzado y el militante son figuras históricas antagónicas.

Lanata se ha destacado, de un modo incuestionable, como el intérprete de una clase media que cree que se encuentra de vuelta de su protagonismo en el Argentinazo. A propósito, fue el mismo Lanata quien dio la pitada inicial de aquellas jornadas, luego de pelearse con D’Elía y Verbitsky, en su programa de 8 a 9, el miércoles 19 de diciembre. Es una clase media fatigada por la crisis y los conflictos, y por la ‘emergencia’ de los doce años que siguieron a aquellos hechos. Macri, de cualquier modo, no le promete un lecho de rosas, a partir del Rodrigazo que ha emprendido. En oposición a la lucha contra esta confiscación, Lanata pretende que pejotistas, burócratas y toda una laya de aprovechados le tienda una mano a Macri, sin importar que haya formado un gobierno integrado por operadores financieros internacionales, especializados, por la profesión, en organizar lavados de dinero, fuga de capitales y evasión impositiva. Repite un discurso de pseudopacificación que es clásico en la historia, desde Platón, luego de la guerra del Peloponeso. Reclama que se vote a favor la derogación de la ley cerrojo y que los sindicatos se comporten en ‘forma razonable’.

‘L’esprit du temps’ (macrista) -¿eso es lo que quiere expresar Lanata con su ataque a la militancia y a la revolución? El fracaso de los regímenes bolivarianos, ahora que se cayeron los precios de las materias primas, no habilita, sin embargo, un pronóstico de sosiego. ‘Vide’ la crisis de China y las sospechas de quiebra del Deutsche Bank; el ascenso de la izquierda en las nuevas generaciones. El viejo orden ha caducado, y por eso siembra de cadáveres los mares Egeo y Mediterráneo, y erige muros en las fronteras que la Unión Europea había declarado definitivamente abolidas.

Es la hora de la militancia. Independiente, teórico-práctica, consciente y organizada. La política, la forma misma de participación en el interés colectivo, postula a la militancia como su expresión más consecuente y transformadora.

Nota publicada en www.facebook.com/jorge.altamira.ok/posts/524920817688784:0

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