La caracterización histórica y el método político de la IV Internacional y del Partido Obrero

Respuesta a Gabriel Solano

El compañero Gabriel Solano ha sumado su respuesta a la que Pablo Giachello me dedicara dos semanas atrás, siempre sobre el párrafo del “Panorama mundial” que afirma que, en relación con América Latina, la “burguesía ha perdido la iniciativa estratégica, que ha pasado, potencialmente, a manos de la izquierda revolucionaria”.


Solano arranca atribuyéndome presuntos “cambios o ampliación de ejes” de la discusión. El texto que originó esta polémica -el de Giachello- ya incorporaba, sin embargo, apreciaciones que iban más allá de esos ejes, como nuestro trabajo internacional o el lugar de la consigna de Asamblea Constituyente. Gabriel vuelve a mover el arco: va desde los debates en nuestro Comité Nacional hasta una crítica a la reciente Conferencia Latinoamericana. Pero no hay porqué rehuir de esa discusión: es la confesión de que nos encontramos ante un debate estratégico, y no ante una polémica sobre una línea en un texto de miles de palabras.


Sí, hablábamos de Brasil


La primera confusión que introduce Solano en su texto es presentar a ese párrafo -“la burguesía ha perdido la iniciativa estratégica…”- como un “pronóstico” (sic), y no como lo que es -o sea, una caracterización política. El “Panorama mundial” señala que “la crisis mundial ha barrido con las experiencias bolivarianas”, y que “la contraofensiva derechista o neoliberal no se ha asentado en ningún país, ¡menos que nada en Argentina!, ni en Brasil ni en Ecuador, ni en Chile”, y que asistimos, por lo tanto, a la “descomposición de los regímenes sociales y políticos a lo largo del continente”. La crisis mundial desarrolla su trabajo de topo en América Latina.


Con Bolsonaro, dice Gabriel, todo lo anterior debería revisarse. El fascismo, según él, es sinónimo de iniciativa estratégica de la burguesía; la barbarie sería sinónimo de vitalidad estratégica del capital. Pero Bolsonaro llega al gobierno como reacción a la mayor descomposición del régimen social y político del país y de la desintegración de sus partidos. El proceso abierto por la destitución de Dilma Roussef se encontraba al borde de un fracaso catastrófico. Bajo esas condiciones, el inmenso vacío político fue llenado, provisoriamente, por el alto mando militar. Mientras Gabriel descuenta el ingreso en un período de reacción política o que el aventurero fascista resulte parte de una “iniciativa estratégica”, la nota de Altamira sobre el balotaje brasileño señala: “de conjunto, sin embargo, el pasaje del régimen pseudo-democrático que se estableció en 1985 a un régimen bonapartista potencial, compartido por el Ejecutivo y el alto mando militar, constituye un retroceso histórico -una expresión de la incapacidad de la burguesía para gobernar con métodos que disimulan su dominación (democracia) y la obligación al recurso de regímenes de excepción, que ponen al desnudo la violencia política del Estado”. En un período de manifiesta descomposición capitalista y de crisis de regímenes políticos a escala del mundo entero, Gabriel Solano descubre un destello de iniciativa estratégica de la burguesía en el territorio que el tratado de Tordesillas le dejó a Portugal.


La resolución provisional de la crisis brasileña no sólo se ajusta a la caracterización de conjunto que traza el “Panorama mundial”, sino que fue ampliamente desenvuelta en la reciente Conferencia Latinoamericana.


Solano ofrece una prueba de la equivocada caracterización estratégica que sostendría nuestro partido, en el hecho que “Panorama mundial” o cualquier otro texto similar no fue capaz de prever la emergencia de Bolsonaro. Sin embargo, esta posibilidad fue trazada en la Conferencia Internacional de abril pasado y reforzada en el discurso de Altamira en la Embajada de Brasil. En ese discurso, polemizando con quienes negaban el golpismo en ese país (IS) o, como el PTS, juzgaba “exageradas” nuestra caracterización de “un golpe de Estado”, Altamira volvió a rechazar que la destitución de Dilma conformara un “golpe parlamentario”, porque, denunció, el Parlamento nunca hubiera actuado sin la anuencia del Alto Mando. Luego, siempre en la prensa, destacó el golpismo militar que desarrollaba el comandante en jefe del Ejército, que extorsionaba al Tribunal Superior mediante tuits para que proscribiera a Lula. No sólo estamos ante una incuestionable previsión política; estamos ante la caracterización de cada etapa del desarrollo de esa crisis. En ese acto, Altamira señaló que, además de un golpe, “hay grupos fascistas operando, hay un Bolsonaro”, y llamó al frente único de la clase obrera para resistir y derrotar a las bandas del terror paraestatal. Los que caracterizamos el agotamiento histórico de la burguesía y la acentuada incapacidad de iniciativa estratégica, previmos el desenlace de Bolsonaro, muchísimo antes del “diario del lunes”. Quienes plantean lo contrario, no abrieron la boca. Néstor Pitrola no vaciló en poner en evidencia este acierto político de Altamira en el acto del partido frente al Congreso Nacional.


La sumatoria de “golpes y votos”, a la que alude Solano “ex post”, es una suma de palabras, no una caracterización. Sólo cuando la proscripción de Lula se hizo efectiva, la balanza electoral se inclinó en favor de Bolsonaro. Primero se desarrolló “el golpismo en permanencia”, en función del objetivo que se buscaba. Pero, volviendo a los pronósticos: fue el mismo Altamira el que, en Prensa Obrera, caracterizó el apoyo del capital internacional a Bolsonaro, enmendando artículos previos que caracterizaban lo contrario, que el imperialismo apoyaba a Haddad. La burguesía brasileña e internacional ha recurrido en una instancia última a un lumpen de la pequeña burguesía fascista manejado por el Ejército; un fracaso de Bolsonaro colocaría, ni que decirlo, al principal país del subcontinente a las puertas de una situación prerrevolucionaria, ello, después de haber mandado al ocaso o a la cárcel a buena parte de la “política” brasileña. Si el ejemplo de Trump sirve para algo, la crisis política de su gestión crece día a día. El fascista Bolsonaro no tiene los recursos de los jefes fascistas de los países imperialistas, en tanto el capital brasileño se encuentra afectado en forma catastrófica por la crisis mundial; si Macri sirve de brújula para Brasil, el futuro del plan de ajuste, endeudamiento y privatizaciones no luce optimista.


“Hablamos de pérdida de iniciativa, y ganó Bolsonaro.” No, los que “hablamos” de un período histórico de crisis mundial y de clara pérdida de iniciativa estratégica del capital; los que sostenemos esto previmos a los Bolsonaro. Quienes operan con el hecho consumado, se pliegan a los lugares comunes. Previmos el fracaso de la tentativa burguesa de centroizquierda o nac & pop, que es la demostración palpable de la incapacidad de la burguesía de cooptar a los explotados por vía parlamentaria o pseudo-democrática, esto a pesar de los enormes recursos financieros con que cuenta. La perspectiva de una ampliación del desarrollo histórico del capital, en especial luego de las restauraciones capitalistas, ha ingresado en un callejón sin salida y en mayores guerras. Este fue el pronóstico histórico del Partido Obrero y la CRCI y del programa de abril de 2004. América Latina no ha ingresado en un período reaccionario de tiempo indeterminado, sino que se ha profundizado la etapa de crisis políticas crecientes, rebeliones y revoluciones, y contragolpes ‘cívico-militares’ o tentativas fascistas. Para clarificar nuestra política frente al derrumbe del macrismo, esta divergencia debe quedar clarísima para todo el mundo.


Siglo XX o cambalache


Solano va más lejos que Giachello: rechaza que “bajo la época del imperialismo, la burguesía no pueda tener iniciativas estratégicas”. La burguesía ha tenido la iniciativa, nos dice, y la ha perdido, para luego retomarla, y volver a perderla, y así sucesivamente. “Siempre que llovió paró.” Así, nos enteramos que la burguesía alemana tuvo la iniciativa “con Hitler”, que luego la perdió con la derrota en la Segunda Guerra. Es significativo, primero, que el fascismo -otra vez- sea presentado como una salida “estratégica” del gran capital, lo que significa que las guerras mundiales (inevitables bajo el fascismo) no expresan la “agonía mortal del capitalismo” sino la juventud eterna. Chau Programa de Transición. Asistimos al método de abandonar la caracterización política por el impresionismo frente a los hechos sucesivos y contradictorios, convirtiendo la lucha de clases socialista en una gestión cotidiana y no un trabajo y una lucha de principios.


En el libro La lucha contra el fascismo en Alemania, Trotsky caracteriza estos procesos tortuosos y las contradicciones entre la gran burguesía y el fascismo: “la burguesía en declinación (!!!) es incapaz de mantenerse en el poder por los medios y métodos del Estado parlamentario que creó. Recurre al fascismo como arma de autodefensa (!!!), por lo menos en los momentos más críticos (!!!). A la burguesía no le gusta resolver en forma plebeya sus problemas. Por eso, siempre fue hostil al jacobinismo, que lavó con sangre el camino para el desarrollo de la sociedad burguesa. Los fascistas están mucho más próximos de la burguesía en decadencia que los jacobinos de la burguesía ascendente. Mientras tanto, la burguesía, prudentemente, tampoco ve con buenos ojos la forma fascista de resolver sus problemas, pues los choques, incluso provocados en defensa de la sociedad burguesa, son al mismo tiempo peligrosos. De ahí la contradicción entre el fascismo y los partidos burgueses tradicionales”. Terminante. (Acoto: qué bueno sería que los compañeros de la UJS, que han resuelto que su curso de verano verse sobre el fascismo, se interesen en la discusión e incorporen al curso este debate y sus aportes.)


En este mismo texto sobre la revolución y contrarrevolución alemana, Trotsky plantea, en cada fase de la crisis política, las oportunidades de la clase obrera y de los comunistas para revertir la cuesta y derrotar al fascismo y al capital. Siguiendo con el método de los hechos consumados, deberíamos denunciar, luego de la derrota del proletariado alemán, los “pronósticos equivocados” del “viejo”.


Es Solano el que elucubra en torno de la victoria de Hitler y la recuperación fascista de la iniciativa estratégica. ¿Qué clase de “iniciativa estratégica” es la barbarie y la masacre? De nuevo, ¿no es la expresión de la agonía mortal del capitalismo? Si la revolución no impide la guerra, la guerra es la partera de la revolución. Es lo que sostuvo Lenin en la primera, y Trotsky en esa y en la segunda. El aplastamiento del fascismo y el fin de la guerra colocaron de nuevo al corazón de Europa en el campo de la revolución social, Francia, Italia, Grecia, Yugoslavia, pero también China, Indonesia, Indochina -Bolivia, Guatemala, Cuba. No se puede entender la agudeza de la crisis mundial en desarrollo sin destacar a las revoluciones árabes de 2011, porque ellas advirtieron a la clase capitalista que la crisis mundial engendraba la revolución mundial. Con este pantallazo del siglo, no hacemos más que describir a una “época de guerras y revoluciones”.


Siempre habrá ascensos y reflujos, así como ascensos de alcance limitado y reflujos que anuncian saltos enormes. Nuestro partido previó el Cordobazo en el reflujo de 1967/68, en la polémica contra el foquismo, y de nuevo al Argentinazo en el reflujo 1996/2011. Para lograr esto hay que levantar la mirada y reconocer las condiciones generales de una etapa histórica. Cuando Trotsky alertó a los comunistas europeos sobre la recuperación económica de 1923, para aventar posiciones ultraizquierdistas, lo hizo advirtiendo que las crisis capitalistas serían “cada vez más intensas y recurrentes”. Si la restauración capitalista -que Solano desarrolla en su texto- ha terminado acentuando todas las contradicciones de la organización social existente, es porque tuvo lugar en un período histórico de decadencia del capital. Es por eso que el pasaje, “potencial”, de la iniciativa al campo de la izquierda revolucionaria, está presente en el propio comienzo del Programa de Transición, a quien Solano cita pero sin indagar sobre su verdadero contenido. Si “la crisis de la humanidad es la crisis de dirección de la clase obrera”, es porque las condiciones objetivas “han madurado por completo, incluso han comenzado a descomponerse”. El Programa traza un puente entre la lucha inmediata y la conquista del poder. ¡Quién puede caracterizarlo como una adaptación a la iniciativa de la burguesía! Es una adaptación, sí, a las condiciones de conciencia y organización de las masas en un período histórico revolucionario. Por eso se coloca enteramente en el campo de la calidad de la dirección revolucionaria, o sea en “la potencialidad de la izquierda revolucionaria”.


Empirismo


Es instructivo, del texto de Gabriel, y también del de Giachello, las quejas y reproches sobre diversos aspectos de nuestra actividad internacional, nada puertas adentro. Se quiere hacer una demostración “práctica” del fracaso de una caracterización. Si simplemente el desarrollo en Argentina estuviera exento de las críticas que se asestan al internacional, “la potencialidad de la izquierda revolucionaria” quedaría salvada, al menos “en un solo país”. Pero esas críticas tampoco conducen a ninguna conclusión, al menos, en términos de un trabajo revolucionario.


Es lo que ocurre, por ejemplo, con el planteo sobre las consignas para la actual etapa en Argentina y América Latina, algunas de las cuales los autores se preguntan “si se correspondían o no con las tendencias subjetivas del momento”. Solano cita al “sistema de consignas” del Comité Nacional para pasar enseguida a poner bajo la lupa a la consigna de la Constituyente, que “no sirvió para que tuviéramos la iniciativa estratégica”. Argentina tampoco estaría madura para una consigna política. Lamentablemente, eso no lo dice, tampoco obtuvimos esa iniciativa estratégica con el “sistema de consignas”, el paro de 36 horas y “derrotemos el plan de guerra de Macri, el FMI y los gobernadores”. Ningún activista sindical del Partido Obrero, sin embargo, rechazaría levantar estos planteos como factor de lucha política y reagrupamiento clasista al interior de los sindicatos. La picota de Gabriel, sin embargo, sólo cae sobre la Constituyente -o sea, sobre la consigna que le plantea cómo enfrentar la crisis política descomunal del régimen en su conjunto. ¿Crisis política? No, gracias, no fumo. ¿Se puede, sin embargo, hacer política en Argentina sin un planteo político? Estamos frente a una regresión política enormemente perjudicial.


Solano dice: “ahora nos enteramos que Ramal no apoyaba al ‘sistema de consignas’, al cual sin embargo votó en un Comité Nacional”. Esta sentencia desnuda la intención faccional de la polémica que ha entablado el compañero. Me hace un proceso de intenciones en lugar del debate político sobre América Latina, el derrumbe del macrismo, Bolsonaro. Pero ya que estamos, vamos. En ese Comité Nacional se votaron dos resoluciones políticas diferentes, una por mayoría, la otra, con el voto de tres compañeros. Las caracterizaciones políticas y el lugar de las consignas -y en primerísimo lugar el de la Constituyente divergían en uno y otro texto. La Asamblea Constituyente no figuraba en la versión inicial presentada por el Comité Ejecutivo al Comité Nacional; fue agregada en el informe y debate posteriores. Este tortuoso curso de discusión es inseparable del derrotero que siguió después la Constituyente.


Lo primero que debemos preguntarnos es si hemos realizado una campaña en regla con esta consigna, a través de debates, mesas redondas, materiales explicativos. No. No hay un folleto, como sí ocurrió en 1994. Fue presentada en forma “subordinada al sistema de consignas”, esto es, como corolario de un conjunto de planteos reivindicativos o sindicales, por etapas: primero esto, después lo otro. Ya critiqué, en mi texto anterior, el serio error que constituye subordinar la agitación y la propaganda política a la acción sindical o reivindicativa. Los bolcheviques no esperaron las luchas reivindicativas para plantear “Abajo el zar, República Democrática, Asamblea Constituyente”; al contrario, estas contextualizaban a las otras. Lo que algunos compañeros presentan como la razón para no plantear la Constituyente -el mayor o menor “reflujo”-, incluso si existiera, de ningún modo significa que no debemos plantear una posición frente al impasse del régimen político. Se supone que las reivindicaciones políticas contribuyen a fomentar la lucha -también opinaba de este modo Lenin en el Qué hacer. La “contención” de la burocracia, tantas veces esgrimida, no opera en el vacío: actúa sobre la ausencia de una comprensión o una perspectiva, por parte de los trabajadores, respecto del porvenir de su lucha, el cual siempre está ligado al régimen que combaten. En este caso, el reclamo para que se vaya el gobierno y se convoque a la Constituyente es la conclusión y la salida ante una crisis política del régimen, de su organización social y económica, de su clase dirigente (¡cuadernos!), de su Justicia y sus aparatos de represión.


Precisamente por este desconocimiento de esa crisis de conjunto, Solano nos propone ahora una “jubilación de privilegio” para la Constituyente: ella seguiría “siendo instructiva para formular un programa de reorganización general del país en oposición a todos los partidos capitalistas y su Estado”. Es la presentación de la Constituyente que hace el PTS, que la reserva para “debatir los temas de fondo”. ¡No! La vigencia de la Constituyente está completamente asociada a la crisis política, que la campaña electoral va a agravar, en el marco de la profundización del derrumbe económico, de la desconfianza y fracturas crecientes de la burguesía respecto del plan oficial, en la descomposición de la Justicia, en la fragmentación de los partidos y del régimen político (17 elecciones desdobladas, etc.). La Constituyente da cuenta de esta crisis de conjunto.


Solano trae a colación una crítica de la mayoría de los compañeros del Comité Ejecutivo al texto que Altamira presentó para la Apertura de la Conferencia Internacional, en relación con la pertinencia o no de la Constituyente en otros países. Pecado mortal. Sin embargo, en el curso de la conferencia se observó que Bolsonaro pretende derogar la Constitución de 1988 y que está buscando un procedimiento para ello. Quienes asistieron al debate del informe introductorio aprendieron cosas nuevas y en especial concretas.


Internacionalismo


En su crítica a la reciente Conferencia Latinoamericana, Solano deja al desnudo un planteo liquidador. La confronta por su “modestia” e, incluso, sus “destellos bochornosos”. Redobla la apuesta de Giachello, que se había referido al “raquitismo” de iniciativas anteriores. Pero ninguno de los dos, más allá de sus críticas, opone un planteo alternativo de trabajo internacional. El informe introductorio había sido aprobado por la Comisión internacional y por el Comité Ejecutivo, en este caso con la presencia de Rafa Santos. Lo más peligroso de este planteo es lo que implica: la conferencia que denostan Giachello y Solano, dentro de su modestia, ha sido, en primer lugar, la oportunidad de un gran planteo político. También fue modesto el Congreso de Fundación de la CRCI, que nos dejó un programa. A pesar de los obstáculos, nuestro partido se mueve en la lucha internacional. Los que descalifican esta labor corren el riesgo de incurrir en un nacional-trotskismo -un autobombo del Partido Obrero, en confrontación con el “raquitismo” izquierdista mundial.


La conferencia ha permitido reanudar una relación política, en Brasil, interrumpida por la crisis y la degeneración de Causa Operaria; no es poco. El núcleo dirigente de Lucha por el Socialismo (LPS) -organización que concurrió a la conferencia- rompió con Causa Operaria -o sea, que estamos recogiendo un resultado de nuestra lucha, repito, nuestra lucha, y delimitación política con el lulismo y sus seguidores trotskistas. LPS edita un periódico quincenal y tiene un importante trabajo sindical (tres direcciones sindicales) en la tercera provincia del país (Minas Gerais), con conexiones en varias otras ciudades. Además de la pequeña Tribuna Clasista, existe un núcleo de compañeros brasileños que ya viene trabajando con la CRCI. Dicho esto, estamos lejos de una homogeneidad política, que solamente progresará a través de las luchas que los asistentes libran en sus países y del debate político.


La conferencia tuvo una activa participación del PT uruguayo y compañeros de Bolivia y Perú, que no pudieron llegar por razones materiales, nos hicieron llegar importantes contribuciones políticas, reclamando que viajemos para allá. ¿Se puede despachar ese balance con un par de ataques desdeñosos? Respecto de la militante nicaragüense, de quien Solano sintió vergüenza, el discurso de cierre de Rafael Santos me ahorra, afortunadamente, mayores explicaciones.


En su intervención, Santos “interpela” a la militancia nicaragüense opuesta a Ortega, la cual, en medio de una verdadera masacre de jóvenes, deposita confianza en la Comisión de derechos humanos de la OEA. ¡Santos explicó que esto mismo ocurría en Argentina bajo la dictadura militar! En aquel entonces, miles de familiares hicieron colas para llevar su denuncia. Nosotros acompañamos esa movilización, llamando, desde luego, a no depositar la menor confianza en el imperialismo. Un planteo condenatorio, en cambio, nos hubiera llevado a la ruptura con “Familiares” y Madres de desaparecidos. A través de esa compañera, tomaremos contacto ahora con la juventud luchadora de Nicaragua, y exploraremos un trabajo revolucionario allá. Buenísimo.


Si los pasos organizativos han sido importantes, ni qué decir del balance político de la conferencia. El informe de apertura señala que el triunfo de Bolsonaro “involucra a Brasil y a América Latina en la fase bélica que caracteriza a la economía y la política mundiales”. Caracteriza, en definitiva, a la zambullida aún más profunda del subcontinente en la crisis mundial. Las resoluciones han elaborado un programa y un plan de acción internacionalista contra las reformas laborales y previsionales reaccionarias; una plataforma socialista para la mujer; un planteo frente al G20, la “globalización” y la contracumbre nacionalista. Es necesario destacar también la continuidad de método y de elaboración política de nuestras reuniones internacionales: la conferencia que hicimos en abril (conferencia internacional abril de 2018) debatió ampliamente la cuestión de la derecha y el fascismo, rechazando las visiones impresionistas y ubicando su acción y sus límites en el marco de la bancarrota capitalista internacional. ¡No nos faltó “pronóstico”! La conferencia que hicimos ahora partió de ese lugar, y avanzó en la elaboración de un programa de acción para luchar contra el fascismo, presente en el propio título de la declaración aprobada en la sesión final (“Frente unido de trabajadores para luchar contra el fascismo, la reacción y los gobiernos ajustadores”).


Los compañeros que participaron activamente de la conferencia pueden dar cuenta de este progreso político. Lamentablemente, ha sido limitada la presencia de compañeros, principalmente, del propio Comité Nacional y de los comités regionales, todo lo cual debe dar lugar a un adecuado balance político.


Solano rechaza mi comparación de los esfuerzos actuales de reagrupamiento internacionalista con el congreso de Zimmerwald, porque sus integrantes “provenían de partidos obreros de masas”. Estimado Gabriel: el impacto de las caídas en altura es directamente proporcional al piso del cual se cae. El “enanismo” de Zimmerwald es incuestionable, representaban fracciones confundidas, que hasta hacía poco pertenecían a partidos gigantescos, nunca vistos antes o después. Trotsky se refirió a esto mil veces. Los internacionalistas debieron hacerse cargo de un edificio en ruinas, por eso, la expresión de que “cabíamos en un sofá”.


Pero ¿qué decir de la IV Internacional, cuya fundación modesta debió batirse contra la doble acción criminal del nazismo y el estalinismo? En su intercambio con activistas revolucionarios de todo el mundo, Trotsky se enfrentaba a diario con el dilema del “raquitismo”. Su respuesta era muy clara. Veamos, por ejemplo, el testimonio del obrero argentino Mateo Fossa, que entrevistó a Trotsky en México y debatió la cuestión: “La Cuarta Internacional, numéricamente, aún es débil, de manera que hay que tratar de unificarlos. Las perspectivas anuncian grandes acontecimientos, de manera que, aunque seamos poco numerosos, en estos grandes cruces históricos, los grupos que tengan una posición revolucionaria justa serán los que conducirán a las masas a la victoria, desechando a la burocracia y terminando con el confusionismo. La Cuarta Internacional no puede ser un depósito de desechos, pero ante la escasez de nuestras fuerzas, lo que debe hacerse es tratar de trabajar en común y, a través de la acción, ver los que hacen labor revolucionaria positiva y honrada, y dejar a un lado a los que sólo constituyan un lastre”.“Yo le manifesté un poco de escepticismo sobre nuestras posibilidades”, agrega Fossa. “Entonces, Trotsky me respondió que con cualquier número debíamos encarar la tarea y no dejarnos arrastrar por el pesimismo y la pasividad del ambiente.”


“Con cualquier número, encarar la tarea”. “Trabajar en común y, a través de la acción”, verificar el avance de un reagrupamiento cuartainternacionalista. Este es el método con el cual ha trabajado el Partido Obrero a lo largo de su historia. Los compañeros que han atacado la conferencia Internacional, cuya convocatoria y documentos aprobaron, deberían decir cuáles son los suyos, si estos existen. Suponemos que no serán los de refugiarnos -o solazarnos- con nuestro desarrollo en Argentina. Somos una organización muy pequeña, el 95% de nuestro propósito histórico aún está en el futuro.


Para el final


Dejo para el final las imputaciones de Solano y Giachello que, en algún sentido, exceden a este debate, pero, probablemente por eso mismo, lo coloquen en su verdadera dimensión. En mi texto, advierto -y fundamento- sobre posiciones que implican una ruptura con la metodología del Partido Obrero. Por trazar esta línea demarcatoria, en torno de planteos y principios políticos, soy acusado… de rupturista. ¿Rupturista con quién, o Solano y Giachello se consideran el Partido Obrero? Esto sí que es peligroso. El Partido Obrero es el conjunto de los militantes, sus luchas y discusiones, nadie más. Necesitamos un debate franco, en el cual el partido se involucre realmente. Los que piensan que asistimos a una “pelea de egos” o a un debate ocioso se van a tropezar, más temprano que tarde, con los problemas estratégicos que aquí planteamos.


Pero ¿cuál es la línea demarcatoria que nos proponen los compañeros? En uno de los insultos que Giachello me dedica en su texto, atribuye mis posiciones a la “obsecuencia”. Supongo que se refiere a la defensa de posiciones que ha desarrollado Altamira en relación con las cuestiones en debate.


La acusación debe ser colocada en su verdadero significado. Si a mí me cabe ese mote, los que me combaten, ¿son los “no obsecuentes” o que “se plantan” frente a Altamira? Si fuera así, estaríamos desbarrancando un debate político hacia un método de adhesiones personales o de camarilla. No es algo frecuente, pero es cierto que, algunas veces, el individuo es inseparable de un programa. En el caso de Altamira, no sólo es quien ha orientado al Partido Obrero desde su fundación, sino que lo sigue haciendo ahora, en el plano nacional como en la lucha por la refundación de la Cuarta. Así lo revelan los debates y acciones políticas que aquí planteamos.


Defiendo la caracterización histórica de la época de la decadencia del capitalismo y el método político de la IV Internacional, del Partido Obrero y su historia, de la CRCI.


28/11/18

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