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Globalización y Socialismo


Discurso presentado en la Conferencia Internacional de "Becarios Internacionales",

Asociación para la Democracia y el Socialismo, realizada en Moscú los días 28 y 29 de junio de 1997.


 


 


1. La última década del Siglo XX recuerda las palabras de Charles Dickens: "Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos".


 


Fue el mejor de los tiempos para los parásitos financieros de Occidente y sus contrapartes en el Este, los "novii Rouskii" (1) y otros mafiosos.


 


Fue el peor de los tiempos para las masas hambrientas del Tercer Mundo; para las decenas de millones de desempleados y para los excluidos de los ghettos de las mega-ciudades occidentales; para cientos de millones en el Este, desde Yugoslavia y Albania a las ruinas de la ex Unión Soviética.


 


Pero en otro sentido, fue tanto el mejor como el peor de los tiempos para las propias clases dominantes.


 


La primera parte de la última década fue el mejor de los tiempos para el capital (incluso alimentaba la ilusión paranoica de que había alcanzado su victoria completa y final con el colapso del así llamado "socialismo realmente (no) existente". Esta fue únicamente una victoria realmente no existente.


 


La segunda mitad de la década resultó ser el peor de los tiempos para los creyentes en el fin capitalista de la historia. La mayoría de sus sueños se convirtieron en pesadillas.


 


La inauguración del NAFTA en el continente norteamericano fue saludada por la rebelión de los zapatistas en Chiapas.


 


La marcha de la Unión Europea sobre la senda de las pautas de convergencia del Tratado de Maastricht condujo a una nueva y poderosa ola de lucha de los trabajadores en Europa, sobre todo al mayor movimiento huelguístico desde el Mayo del 1968 en Francia, en noviembre-diciembre de 1995.


 


El así llamado milagro de los tigres asiáticos fue empañado por la revuelta en curso del proletariado y de la juventud en Corea del Sur contra la flexibilidad laboral.


 


A la ofensiva neoliberal en Latinoamérica se opone ahora la contraofensiva de una serie de revueltas populares, desde Ecuador a la Argentina. La histórica marcha de los campesinos sin tierra hacia Brasilia en abril de 1997 culminó en una enorme manifestación de 100.000 personas, poniéndole fin a la euforia inicial del régimen de Cardoso y sus mandantes, el bloque de industriales y terratenientes apoyados por Washington.


 


Finalmente en la vasta área desde Praga a Vladivostok, donde el capital había sido expropiado y ahora se desarrolla el proceso de su restauración, reinan nuevas incertidumbres en un paisaje de devastación social. Las dos historias exitosas en el área, muy publicitadas hasta hace poco por el FMI y los medios de prensa occidentales como "los mejores y más avanzados casos de transición hacia una economía de mercado" fueron la República Checa y … Albania.


 


La primera historia de éxito, comenzada con la "revolución de terciopelo" (o contrarrevolución), se terminó por un aterciopelado fiasco de la corona checa y de las políticas monetaristas del régimen neoliberal de V. Klaus.


 


El éxito de Albania en la economía de mercado colapsó junto con su esquema piramidal, conduciendo a la total desintegración del Estado y a la fase inicial de una revolución popular. El establecimiento del gobierno de Unidad Nacional, la intervención imperialista de una fuerza multinacional, las elecciones, y sobre todo la falta de una dirección revolucionaria con una estrategia y objetivos políticos claros interrumpieron momentáneamente el proceso revolucionario pero no la crisis. Madelaine Albrigth, cabeza del Departamento de Estado, ha dicho correctamente que Albania muestra el nuevo tipo de crisis política en desarrollo en el continente europeo. Los imperialistas reconocen la amenaza y toman sus medidas, incluyendo la extensión de la NATO hacia el Este hasta las fronteras de Rusia.


 


La imagen global lejos de mostrar un fin de la historia, está mostrando un nuevo y dramático comienzo, en las vísperas del tercer milenio.


 


2. El pensamiento burgués es orgánicamente incapaz de captar y comprender la contradicción y el cambio, particularmente los agudos giros de nuestra época. Los zig-zags de los años 90 lo obligó a vacilar desde el tonto triunfalismo de F. Fukuyama sobre el fin capitalista de la historia hasta la demencia pesimista de S. Huntington sobre un racista choque de civilizaciones.


 


Así como la teoría política burguesa es incapaz de captar las complejidades del caótico mundo de la post guerra fría, del mismo modo, la teoría económica burguesa fracasa en captar lo que está pasando en la economía mundial. La globalización, de un proceso real y contradictorio, se vuelve un mito que cristaliza las ilusiones fetichistas producidas por la dominación del capital financiero.


 


De acuerdo a este mito, ningún gobierno nacional, ningún Estado nacional y, sobre todo, ningún movimiento de masas puede desafiar la supremacía de los mercados financieros globalizados.


 


Pero ciertamente una nueva ola histórica de luchas internacionales, desde Francia a México y desde Corea del Sur a Bélgica y a Brasil, desafía precisamente este mito.


 


3. Solamente el marxismo el así llamado marxismo clásico de los Grundrisse y de El Capital puede proveer las bases para un análisis científico de la globalización y sus implicancias.


 


La globalización es por sobre todo la globalización de las contradicciones del capital.


 


Estas contradicciones fueron, en un primer lugar, la fuerza motriz de la tendencia hacia la universalidad, inherente al capital como valor que se expande a sí mimso, desde sus primeros estadios, a través de su desarrollo histórico, alcanzando su clímax cuando el capitalismo logra su completa madurez y entra en la época de su declinación histórica.


 


En la época imperialista de la decadencia capitalista, la globalización, en otras palabras el carácter mundial de las fuerzas productivas modernas, de la vida económica, de la política y de la cultura, se vuelven dominantes.


 


El conflicto entre las demandas de universalidad y el particularismo conectado con la propiedad privada y la ganancia, la colisión entre el desarrollo histórico mundial en curso y las barreras del Estado Nacional, se convierte en la ley y en la fuerza motriz de la declinación del capitalismo y de la transición hacia el socialismo mundial, hacia una sociedad comunista sin clases.


 


Durante la época de transición, el proceso de globalización pasó, hasta ahora, por tres fases principales:


 


a) La primera fase, desde fines del siglo XIX hasta 1914, corresponde a la emergencia del imperialismo y la denominación del capital financiero analizado por Hilferding y Lenin.


 


b) La segunda fase siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial, desde los acuerdos de Bretton Woods hasta su colapso en 1971.


 


c) La tercera fase, que llegó como el resultado de este colapso, comenzó con desregulación y liberalización del movimiento del capital en los mercados financieros en 1979 y todavía continua.


 


La primera fase de globalización condujo a la exacerbación de las contradicciones internacionales, a la guerra mundial, a la ruptura de la cadena internacional del imperialismo en el proverbial eslabón más débil, Rusia en 1917, que inició la primera ola de revoluciones proletarias en Europa con la Revolución de Octubre, el comienzo de la época de la revolución socialista mundial.


 


La primera ola revolucionaria retrocedió y el capitalismo tuvo éxito en restablecerse, gracias a la interacción tanto de factores objetivos como subjetivos.


 


Inicialmente la propia burguesía no reconoció el cambio del carácter de la época histórica y trató de retomar los medios y las formas del período previo a 1914, buscando soluciones nacionales a problemas internacionalizados. Hubo una tendencia universal a retornar al nacionalismo económico en diferentes formas y la globalización era formalmente negada. El intento de regresar al patrón oro, la base nacional del sistema monetario internacional, provocó una avalancha que llevó al crash de 1929, a una serie de devaluaciones competitivas de las monedas nacionales, al proteccionismo, a la Gran Depresión. La "intoxicación de la vida económica con el bacilo del cadáver del nacionalismo" (Trotsky) encontró su manifestación más oscura en el fascismo y su demagogica autarquía económica. Las democracias burguesas que quedaron en pie en Occidente evitaron el fascismo mediante la movilización de sus todavía considerables recursos nacionales y coloniales para enfrentar la crisis mundial.


 


La tendencia mundial a negar la universalidad como la característica esencial de la época, por un retorno a los límites y recursos del Estado nacional finalmente catapultó a la humanidad a una nueva, y mucho más bárbara guerra mundial.


 


Pero en el período entre guerras de los años 20 y 30, todavía existía una base, aunque frágil y desintegrada, para las ilusiones en una solución nacional a la crisis.


 


En el período posterior a la Primera Guerra Mundial, los recursos nacionales y los capitales ficticios acumulados sustentaron los esfuerzos del capitalismo para reestablecerse, con la ayuda crucial de la socialdemocracia nacionalista, dejando a la joven Unión Soviética trágicamente aislada, con todas las terribles consecuencias de la burocratización y el stalinismo. La tendencia universal al anti-universalismo encontró su reflejo en el interior del Estado obrero aislado con el dogma burocrático del socialismo en un solo país.


 


Si en Europa occidental todavía existían recursos, especialmente provenientes de los imperios coloniales, para sustentar la reestabilización y las ilusiones reformistas, en la Unión Soviética hubo un espacio histórico para la industrialización y un estadio extensivo de construcción socialista por medios burocráticos, que estabilizaron temporariamente el control del nuevo estrato privilegiado. El stalinismo fue siempre un régimen de crisis, tratando de estabilizar el control burocrático por el terror; pero ningún terror podría tener éxito sin la ayuda de los triunfos de la economía planificada, a pesar de sus monstruosas distorsiones.


 


Estos factores materiales, tanto en en el Oeste como en el Este, pertenecen a un pasado remoto e irreversible . La decadencia capitalista, que llevó a poderosas luchas de masas, desintegró las bases coloniales de la Europa capitalista. Las tendencias globalizantes de la economía, en el período posterior a la II Guerra Mundial, negaron su negación nacionalista de los años ´20 y ´30 y, finalmente, llevó a una crisis histórica del Estado nacional y al colapso de la utopía burocrática del socialismo en un solo país.


 


Esta doble crisis crea ya una devastación social y amenaza con un nuevo barbarismo. Pero al mismo tiempo pone de manifiesto que todos estos factores, que interrumpieron la primera ola de revolución mundial y aislaron al primer Estado obrero, es decir el espacio para soluciones nacionales (temporarias) y utopías nacionalistas han sido superados por medio de las convulsiones y las tragedias del desarrollo histórico durante el siglo XX.


 


Incluso el renacimiento de nacionalismos étnicos anacrónicos es una reacción negativa a la imposibilidad de cualquier solución nacional viable de los problemas producidos por la globalización del capital en su estadio avanzado.


 


4. El mediador crucial entre los inicios de la época, la primera fase de globalización y las primeras revoluciones proletarias en Europa y el presente fin de siglo dominado por la tercera fase de globalización, es el establecimiento y la desintegración del acuerdo de Breton Woods, la declaración del keynesianismo internacionalizado,en la segunda posguerra.


 


En la Conferencia de Versalles de 1919, J. M. Keynes fue el único entre los representantes y consejeros de la burguesía imperialista que captó el cambio de la naturaleza histórica de la época y de su más alta manifestación, la Revolución Socialista de Octubre.


 


Insistió en que no había retorno a las condiciones del capitalismo previas a 1914 y que era necesaria una nueva estrategia económica para enfrentar tanto a la decadencia del capitalismo como a la amenaza representada por la Revolución de Octubre, resultante de aquélla.


 


La estrategia keynesiana de intervención del Estado en la economía, para fortalecer la demanda y asegurar el empleo, se implementó finalmente a escala mundial luego de la Segunda Guerra Mundial, después de la derrota del fascismo, el monstruo nacido de la vuelta al nacionalismo económico una derrota debida, por sobre todo, a la lucha heroica del Ejército Rojo, las fuerzas del primogénito de la revolución mundial.


 


El keynesianismo internacionalizado fue implementado en el contexto de la guerra fría, para contener la amenaza comunista y evitar nuevos Octubres.


 


El acuerdo de Bretton Woods inauguró el boom más largo de la historia del capitalismo, asegurando casi el pleno empleo y un fuerte Estado del bienestar en los países capitalistas avanzados, a costa del Tercer Mundo que se rebeló.


 


Pero al mismo tiempo, este largo período de boom y relativa paz social en los países occidentales preparó las condiciones para la peor crisis política y económica mundial.


 


La segunda fase de la globalización, en el encuadre de Bretton Woods, ligó a todas las partes de la economía mundial a través del dólar norteamericano en una paridad fija con el oro. Formó una estructura de crédito internacional (incluyendo el mercado de eurodólares) para financiar la inversión y la acumulación expandida de capital en un boom sin precedentes.


 


Pero fue esta expansión la que, finalmente, se convirtió en una crisis sin precedentes de superproducción de capital.


 


Con el fin de la convertibilidad fija del dólar, en agosto de 1971, el crédito se convirtió en deuda. Cada factor estabilizante del período previo se transformó en su opuesto, en un factor de desestabilización y crisis.


 


Debajo de la superficie del boom de post-guerra, las leyes de la decadencia capitalista estaban funcionando. Esencialmente, el sistema de Bretton Woods fue una solución internacional (temporaria) a los problemas internacionales basados en los recursos nacionales y en la moneda nacional del país capitalista más fuerte, los Estados Unidos, cuyo dólar era considerado tan bueno como el oro. En cierto punto, las contradicciones y tendencias de la declinación capitalista, en constante interacción con el desarrollo de las luchas sociales y nacionales (sobre todo la guerra de Vietnam), debilitaron paulatinamente la base nacional del sistema internacional de Bretton Woods, exacerbaron las tensiones entre lo internacional y lo nacional y llevó a las medidas de Nixon de agosto de 1971, al fin de la convertibilidad fija del dólar y al colapso de todo el edificio de Bretton Woods.


 


La extendida reproducción del capital durante la segunda fase de la globalización terminó en una crisis gigantesca de sobreacumulación, que se convirtió en la fuerza motriz para la fuga del capital hacia la especulación financiera, la liberalización, la desregulación y, finalmente, el libre movimiento del capital dentro del mercado financiero globalizado que hemos llamado la tercera fase de la globalización.


 


5. La segunda y tercera fase de globalización intensificaron todas las presiones sobre la economía de transición soviética y exacerbaron todas sus contradicciones, acumuladas durante las décadas de desgobierno burocrático en nombre del socialismo en un solo país.


 


El equilibrio geopolítico establecido en Yalta y Potsdam, la división de Europa y la guerra fría perpetuaron el retraso del desarrollo revolucionario en Occidente y el dominio burocrático en el Este.


 


A pesar de sus triunfos, o mejor dicho a causa de ellos, la economía de la Unión Soviética, ahora la segunda superpotencia industrial en el mundo, necesitaba más que nunca antes el acceso a los recursos mundiales, a lo más avanzado de las fuerzas productivas mundiales para avanzar más allá del primer estadio extensivo de la industrialización socialista hacia otro segundo estadio, intensivo. No es solamente una cuestión de modernización tecnológica. La etapa intensiva de la construcción socialista necesita la supresión de la burocracia, la regulación por una real planificación democrática que involucre a los propios productores, la liberación de todas las fuerzas de la actividad creadora e imaginación de las masas populares. En otras palabras, necesita una transición desde una socialización formal hacia una real.


 


Más se retrasaban los desarrollos revolucionarios en Occidente, más asfixiante se convirtió el chaleco de fuerza burocrático para la economía de transición y más profundamente la sociedad soviética (y las de tipo soviético) se encerró en un callejón sin salida histórico. En este sentido, el fin de las expectativas revolucionarias del Mayo francés de 1968 fueron el preludio del desastre soviético de 1991.


 


El período entre 1968-1975 de revueltas revolucionarias internacionales, como el resultado del colapso del sistema estabilizador de Bretton Woods, fue seguido por un período de contención, desorientación y confusión en el movimiento de los trabajadores, debido políticamente al rol de las direcciones burocráticas tradicionales y económicamente a la expansión de una Nueva Economía de la Deuda. Esta última fue la forma de la transición hacia la globalización del capital financiero y la ofensiva neoliberal de los 80.


 


Este período de ataques neoliberales, de retroceso de la clase trabajadora y de desorientación de la pequeñoburguesía, de ilusiones formadas sobre la base de la especulación financiera y la aparición de la generación yuppie, combinada con la histeria anticomunista reaganiana y la gigantesca expansión del gasto militar durante la locura de la Guerra de las Galaxias, intensificaron todas las presiones sobre la esclerotizada y estancada economía soviética, en manos de una nomenclatura senil y osificada. En este contexto tuvo lugar el giro hacia la katastroika y el mercado, culminando en la implosión de 1991.


 


6. El colapso de los regímenes burocráticos en el Este en 1989-91 y el fin de la guerra fría pusieron de manifiesto todos los antagonismos ocultos en el campo imperialista occidental, ante todo entre Europa, Estados Unidos y Japón.


 


El conflicto entre Europa y Estados Unidos ya se había desarrollado en el período previo, especialmente después del boom de la post guerra. En 1978, el Sistema Monetario Europeo (SME) fue establecido para enfrentar las implicancias del vacío dejado por el colapso del sistema de Bretton Woods.


 


En 1986, en el Acta de la Europa Unica (The Single European Act) iniciaba el movimiento para establecer el mercado más grande del mundo en comnpetencia con Estados Unidos y Japón.


 


En 1991, el Tratado de Maastricht fue la respuesta de la Europa capitalista al desafío planteado por la caída del Muro de Berlín, el colapso del stalinismo y la reunificación de Alemania.


 


Para mantener el condominio germano-francés, Francia y los otros países europeos aceptaron los términos de Alemania.


 


a) la disolución de Yugoslavia y la seguridad de la zona de influencia de Alemania en Europa Central.


 


b) el más estricto "criterio de convergencia" según los diktats del Bundesbank (el banco central alemán) para marchar a la Unión monetaria europea a partir del 1º de enero de 1999.


 


Los grandes costos del Anschluss de la ex-RDA fueron pagados no sólo por la República Federal de Alemania sino por todas las economías de Europa Occidental. Las altas tasas de interés impuestas por el Bundesbank fueron seguidos en otros países, especialmente Francia, por un fuerte efecto deflacionario. En 1992 el propio Sistema Monetario Europeo fue su propia víctima.


 


En general los resultados de Maastricht fueron dramáticos en todos sus aspectos:


 


a) Yugoslavia fue totalmente desintegrada en un sangriento caos, el infierno de Bosnia probó la incapacidad de Europa para controlar una situación de crisis en su propio suelo y abrió el camino para una reafirmación de la hegemonía americana en el continente europeo con los Acuerdos de Dayton y los cambios en la Otan.


 


Si la Otan se fundó, como se dijo cínicamente, para mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos adentro y a los alemanes abajo, ahora, su extensión hacia el Este y su reorganización tienen como un objetivo mantener a los americanos dentro, a los europeos abajo y a los rusos quebrados, en una posición neocolonial subordinada, para ser reabsorbidos dentro del capitalismo mundial.


 


b) Las medidas draconianas de Maastricht llevaron a la "fractura social" en Europa occidental, a un incremento del desempleo estructural de más de 20 millones de personas, a la formación de gigantescos ejércitos de excluidos y a 50 millones de nuevos pobres.


 


Pero de esta forma Maastricht llevó a una nueva ola de radicalización social y lucha de masas, no sólo dentro de cada país europeo sino también a nivel de toda Europa. Las primeras eurohuelgas (Vilvorde) y euromanifestaciones, euromarchas contra el desempleo, el racismo y la exclusión, que culminaron en una manifestación de 50.000 personas en Amsterdam durante la Conferencia Intergubernamental de la Unión Europea de junio de 1997, son claros signos de un nuevo estadio de la lucha de clases europea y mundial.


 


Por lo tanto, de un lado la irresuelta y más profunda crisis en Rusia y el viejo espacio soviético, junto con todos los esfuerzos de los Estados Unidos-Otan para intervenir en él y, del otro lado, la nueva radicalización social en Europa está interactuando e interpenetrándose, creando una totalmente nueva y explosiva situación histórica.


 


7. El capitalismo enfrenta un estancamiento estratégico. Todas las estrategias usadas durante este siglo para enfrentar su decadencia y crisis desde las soluciones nacionales al keynesianismo internacional y al neoliberalismo anti-keynesiano fracasaron.


 


La derrota electoral de la derecha en Gran Bretaña y Francia demuestran el fracaso político y económico del neoliberalismo, no un renacimiento de la socialdemocracia. Los socialdemócratas llegan ahora al poder para continuar las políticas neoliberales con un rostro más humano. No pueden sino fracasar.


 


No hay lugar para un retorno a las políticas keynesianas, las bases del reformismo posterior a la Segunda Guerra Mundial la crisis de la sobreacumulación del capital lo impide.


 


No hay lugar para el retorno al nacionalismo económico, como en el período entre guerras. La decadencia capitalista y la globalización socavaron no sólo los recursos nacionales-coloniales del imperialismo, sino también el Estado nacional y sus guardianes, la socialdemocracia nacionalista y el stalinismo.


 


No hay lugar para ningún retorno a la utopía burocrática del autárquico socialismo en un único país del tipo Stalin, Hoxha o Pol Pot. El stalinismo no puede ser restaurado, ni siquiera puede retornar como un cadáver político resucitado. ¡En este contexto, la combinación de nacionalismo, de socialdemocracia y stalinismo presentado por Genadi Ziouganov, puede ser sólo una farsa antes de convertirse en una tragedia!


 


La globalización es el despliegue de las contradicciones del capital hasta el punto de no retorno; hasta el punto donde el capital encuentra sus propios límites. El hecho de que la globalización hoy es esencialmente la sobreexpansión del capital financiero a expensas del capital productivo, pone de manifiesto estos límites en la forma de crisis de sobreacumulación.


 


Cuanto más se desarrolle la globalización, tanto más se agudiza la contradicción entre el capital sobreacumulado y el monto disponible de plusvalía. El re-equilibramio de las proporciones sólo puede alcanzarse a través de la destrucción del capital excedente, de las fuerzas productivas y de millones de empleos. La conexión entre la globalización y el desempleo estructural demuestra que este último es un problema sin solución bajo el capitalismo.


 


Se ha hablado mucho acerca de los mercados globalizados, pero en realidad la globalización empuja al mercado hacia sus límites históricos. Sólo la planificación democrática conciente de los recursos mundiales por los productores puede controlar la globalización y transformarla en la base material para una nueva civilización realmente humana.


 


Tenemos que enfrentar la globalización del capital con la globalización de la lucha de clases, con prácticas políticas, una estratégia y una organización internacional e internacionalista.


 


Si la primera fase de globalización llevó a la Revolución de Octubre y a las primeras revoluciones socialistas en Europa; si la segunda fase de globalización intentó impedir nuevos Octubres pero enfrentó una creciente ola de revoluciones en el Tercer Mundo, que terminaron con los viejos imperios coloniales; entonces, la tercera fase de globalización conduce a una combinación y posible coordinación de explosiones sociales tanto en Europa como en los países subdesarrollados.


 


Esto abre el camino hacia el Octubre mundial. La globalización, lejos de traer el fin de una era de revoluciones, es su poderosa fuerza motriz, la matriz del socialismo mundial en el próximo Siglo XXI.


 

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