La cuestión de la Internacional Obrera, de la IVa Internacional, sólo puede ser planteada como respuesta a los problemas objetivos y los desarrollos políticos concretos del movimiento obrero mundial, a partir de las conquistas programáticas históricas del marxismo revolucionario. En diversas ocasiones, sin embargo, ella es planteada como un problema ideológico, con lo que se transforma en una abstracción, o en referencia a debates políticos superados por los acontecimientos, sin vinculación con los problemas de la actual etapa política, con lo que se transforma en un planteo sectario o faccional.
Lo que decimos tiene máxima vigencia en momentos en que el desmoronamiento de las organizaciones tradicionales (Federación Sindical Mundial, "movimiento comunista internacional", Internacional Socialista, etc.), junto al carácter mundial de la ofensiva del capital contra el trabajo (y de la propia crisis del capital), obliga a todas la direcciones del movimiento obrero a dar una respuesta a la cuestión de la organización internacional de los trabajadores.
Las iniciativas en curso
En los últimos meses, una serie de iniciativas mundiales y regionales, especialmente en América Latina, dieron expresión a ese proceso objetivo. Su característica común ha sido la de revelar la adaptación creciente de esas direcciones, no sólo a la política burguesa nacional e internacional, sino también a la propia ofensiva capitalista que afirman combatir.
En el Manifiesto de los Trabajadores de las Américas, producido por las centrales sindicales vinculadas a la ORIT, reunidas en Belo Horizonte el 12 y 13 de mayo de 1997, en ocasión de la reunión de ministros del ALCA, la crítica a las políticas de los gobiernos burgueses regionales fue hecha con base "en los principios de democracia, desarrollo integral y justicia social". El ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, impulsado por el imperialismo norteamericano) es combatido como "injusto y antidemocrático", y se afirma: "Es cada vez más imperativa y urgente la coordinación de las políticas económicas y sociales a nivel internacional para superar las desigualdades, crear empleos, mejorar la calidad de vida y garantizar la sustentabilidad del proceso de crecimiento económico. Debemos combatir el peso creciente de los oligopolios internacionales, que hoy actúan globalmente y sin ningún control democrático. Los procesos de integración deben respetar el derecho de cada país de buscar el nivel de autosuficiencia alimenticia… El comercio internacional no es un fin en sí mismo. Debe beneficiar a los pueblos. Combatimos el libre comercio sin salvaguardas sociales, sin garantías apropiadas para las condiciones de trabajo y los derechos sociales, y sin la debida protección al medio ambiente. Nos oponemos al establecimiento de ventajas comparativas en desmedro de los derechos fundamentales del hombre y la mujer".
Al obviar el carácter capitalista de la ofensiva en curso, responsabilizando sólo a los "oligopolios", se pierde de vista que lo único "coordinado", "a nivel internacional", son las "políticas sociales" (antiobreras), siendo el resto objeto de una competencia despiadada, enmarcada en acuerdos cada vez más precarios. El "control democrático de los oligopolios" (para "reducir su peso") es una utopía paralizante: el secreto comercial y el sigilo bancario son tan sacrosantos para el capital como lo es el ocultamiento de los libros contables de las empresas. El control obrero de la producción, planteado y desarrollado en el programa de la IVª Internacional, es la única respuesta realista a la monopolización y miseria crecientes. El "control democrático" es su versión burguesa y prostituida, cumpliendo la función de justificar la inacción: el rasgo común de todas las "reuniones internacionales" recientes es su total incapacidad de adoptar cualquier programa de acción real.
Alianza con el capital
En el "Encuentro Internacional de los Trabajadores frente a la Globalización Neoliberal", reunido en La Habana, Cuba, del 6 al 8 de agosto de 1997, con la participación de "1.200 dirigentes de 300 organizaciones sindicales, así como representantes de 48 países", la oposición a las políticas en curso fue fundamentada en que "todos los hombres y mujeres son por naturaleza libres e independientes, y poseen determinados derechos innatos; los gobiernos son instituidos para común provecho, protección y seguridad de los pueblos, las naciones y la población mundial; ningún hombre o grupo de hombres tiene derecho a recibir de la sociedad global privilegios exclusivos o especiales; todo poder democrático es inherente a las mayorías, y en consecuencia procede de ellas; la democracia que fue soñada por pueblos y héroes en todo el mundo, a través de luchas liberadoras y populares, es la democracia de la participación decisiva del pueblo y de la justicia social"(1).
Esta reivindicación del "gobierno ideal" y del derecho natural era progresiva, y hasta revolucionaria, en los albores del capitalismo (para la lucha contra el Antiguo Régimen), pero en su etapa de crisis y descomposición significa la renuncia a toda oposición clasista al Estado burgués, y hasta a la identidad clasista de los firmantes. En perfecta armonía con lo citado, el programa del "Encuentro" reivindica la unión con "el empresariado amenazado por la creciente transnacionalización y superconcentración de capital" (como dijo un delegado, después de denominar al "neoliberalismo" como "una nueva fase del capitalismo", se convocó, para luchar contra él… a los capitalistas); una "Reunión de Cúpula" sobre el empleo "auspiciada por la ONU"; la "democratización del sistema de la ONU", con "países en desarrollo" en su Consejo de Seguridad (lo que la ONU se apresta a hacer); un "clima de paz en todos los países", y no la lucha contra el imperialismo, con todas sus consecuencias; "medidas de control y regularización sobre los flujos especulativos desestabilizadores" (lo que significa admitir, no sólo los monopolios, sino la propia especulación "regulada", o sea, el parasitismo capitalista); "desarrollar la unidad e integración regionales y subregionales". Para coronar todo, se reivindicó una "Carta Social Internacional", o sea, un pacto social planetario. Con semejante perspectiva de bombero, el "Encuentro" adoptó la única resolución de acción posible: "dar continuidad a este diálogo abierto y plural".
No puede extrañar que en el capítulo de "enmiendas" se lea la siguiente "PROPUESTA: darle una perspectiva socialista a la resolución en general y al Programa de Acción en particular", con la siguiente "RESPUESTA: a pesar de que una gran cantidad de participantes estarían de acuerdo con hacer explícita la perspectiva socialista del programa, consideramos que no seria pertinente en aras de confirmar el espíritu plural y amplio que debe caracterizar nuestra acción" (2).
La "gran cantidad" hizo por tanto la experiencia de aprender que el famoso "pluralismo" equivale al respeto de la propiedad privada. La palabra "socialismo" no fue incluida en la resolución, ni para defender a "Cuba Socialista", y ésto… ¡en la propia Cuba!
El Foro de San Pablo
La palabra "socialismo" (para no hablar de la idea) sufrió la misma suerte en la última reunión del Foro de San Pablo, reunido en Porto Alegre con representantes de la inmensa mayoría de la izquierda latinoamericana, durante los primeros días de agosto. La novedad consiste en que en la "Carta de Porto Alegre" se afirma que "las empresas nacionales son un termómetro y un patrimonio de la sociedad. Miles de ellas quebraron, como consecuencia de las nuevas reglas de la economía mundial y de la apertura indiscriminada del mercado, dejando un rastro de desempleo y exclusión social, consecuencia del modelo neoliberal adoptado".
La famosa "ampliación del Foro" que lo llevó, en defensa de la "amplitud", a no sancionar al MBL (Movimiento Bolivia Libre, integrante del gobierno de Sánchez de Lozada), cuando decretó el Estado de Sitio en Bolivia, y a aceptar como observador al PRI mexicano tiene una dirección precisa. Si el "socialismo" ya no tiene lugar, ni como saludo a la bandera, es para hacer pasar la noción de que las empresas son un "patrimonio de la sociedad" (que lo digan sus obreros superexplotados, o los desempleados que dejan sus quiebras fraudulentas) amenazado por las "nuevas reglas de la economía mundial" (que consisten en la absoluta falta de reglas, o sea, en la ley de la selva).
La actitud "empresarial" del "Foro" y del "Encuentro" no tiene correspondencia en la real presencia del empresariado en dichas instancias. Es, por eso, algo peor que una realidad: es una vocación. Este conjunto de posiciones revela que las diversas burocracias, antiguas o "recicladas" en la "democracia", profundizan su integración al capital a medida que se ahonda la crisis de éste, o sea, que son irreversiblemente contrarrevolucionarias.
Se disipa la ilusión, alimentada por ejemplo por la izquierda petista, de que el "Foro" sería un contrapeso eficaz a las "reuniones continentales" de la izquierda, con la presencia de representantes oficiosos del imperialismo, realizadas en los EE.UU., México y Chile, con el objetivo explícito de que la izquierda deje de ser izquierda, o en las palabras del principal portavoz de esas reuniones, Jorge Castañeda: "Se trata de conseguir cambiar las alianzas en escala continental. Donde el centro político se alió principalmente a la derecha en estos últimos años, sería preciso conseguir que ese centro se desplazase hacia la izquierda. Esta última, en la mayoría de los casos, ya sabe que no tiene condiciones de ganar sola una elección presidencial, sobre todo ahora que en todos los países del continente con excepción de México y Venezuela prevalece el sistema de dos turnos"(3).
Pero si el centro gobierna para la derecha es porque, además de tener una vocación definida en ese sentido, carece de base propia, y la derecha en crisis, carente de fuerza política suficiente, le cede el gobierno para impedir el ascenso de la izquierda, que la derecha sola no conseguiría impedir. El "centro" existe contra la izquierda: ésa es su única utilidad para la burguesía, y si deja de tenerla, desaparece, pues carece de base propia en el movimiento organizado de los trabajadores.
El Papel del Secretariado Unificado
La cuestión de la IVa Internacional entra directa, contradictoria y doblemente en este debate: a) porque estas reuniones, de las que participó la casi totalidad de la izquierda latinoamericana (y mundial), demuestran que el trotskismo pervive como la única corriente internacional de lucha por el socialismo, y en defensa de la independencia y la identidad clasistas del movimiento de los trabajadores; b) por el hecho de que el "Foro" haya elegido como portavoz de su última reunión… a una destacadísima figura del Secretariado Unificado de la IVª Internacional, el recientemente elegido intendente de Porto Alegre.
Se engaña quien piensa que el SU actúa como izquierda del Foro (en realidad, actúa como abortador de cualquier ala izquierda), pues su portavoz esclarece que "el gran significado del Foro es que, aun tomando en cuenta la diversidad de orígenes y posiciones de los partidos integrantes, no hubo discordancia en el diagnóstico sobre la realidad continental, ni sobre la necesidad de unificar las fuerzas democráticas y populares en la lucha contra el modelo neoliberal, con todas sus consecuencias de exclusión social". Y mucho menos que actúe como representante de los trabajadores, pues él mismo celebra que, paralelamente al Foro, se desarrolló "el primer encuentro de empresarios que se oponen a la imposición del modelo neoliberal, con importantes organismos, como Cives (Brasil), Apyme (Argentina) y Anit (México), quienes debatieron un modelo alternativo de desarrollo" (4).
Debe ser descartado también que se trate de un exabrupto o de un "desvío" de la sección brasileña del SU, o de sus secciones latinoamericanas. En realidad, fue el SU, como tal, quien anticipó las premisas teórico-ideológicas bajo las cuales se desarrolla esta adaptación inédita de la izquierda latinoamericana y mundial al capital.
Evolución del Secretariado Unificado
Nuestra corriente fue la única que señaló que la adopción, en 1978, de las tesis sobre Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado, significaba el abandono de la piedra angular del programa marxista la dictadura proletaria y el pasaje del SU de posiciones revisionistas a posiciones proburguesas (5). Haciendo esto, el SU se adaptaba plenamente a la démarche proburguesa "democratizante" de la burocracia rusa y su aparato internacional, so pretexto de explotar las "contradicciones" de esa burocracia. Esta caracterización se confirmó con la evolución derechista del SU, reflejada en sus sucesivos "Congresos Mundiales", los cuales fueron también objeto de un riguroso análisis crítico de nuestra parte (6).
En su XIII Congreso (1991), el SU identificó la crisis (y el desmoronamiento) de las burocracias con "una puesta en duda de todo el proyecto socialista", que "mete a numerosos movimientos revolucionarios en la perplejidad (lo que) reclama desde ahora grandes readaptaciones". Al mismo tiempo declaró terminada "la época de la revolución rusa (la que) ya no representa una referencia estratégica central en función de la cual se definen los revolucionarios de todo el mundo"(7).
En un documento inmediatamente posterior (1992), el sentido de las "readaptaciones" era esclarecido, al plantear "la lucha por la realización de los derechos del hombre y la mujer, en todos los continentes, en el centro del combate" (8). Un retroceso del marxismo al programa burgués de 1789-1794, inconsecuente, pues rechaza al mismo tiempo la dictadura revolucionaria con la que el jacobinismo garantizó esos derechos (y sin mencionar la relativización del derecho de propiedad realizada por la dictadura de la Convención).
Todo esto no constituye una suma de "desviaciones", pues es evidente su lógica (derechista) interna, lo que nos llevó desde mucho antes a caracterizar la incompatibilidad entre el SU y la lucha por la IVª Internacional: "La refundación de la IVª es incompatible con el SU. En la historia de la lucha de tendencias dentro del movimiento trotskista en el pasado, ninguna tendencia fue capaz de ir más allá del señalamiento de numerosas divergencias de tipo táctico con el SU, por importantes que fueran, ni de establecer una delimitación de carácter principista (a excepción, hasta 1981, de la Tendencia Cuartainternacionalista). La razón de ello fue la tendencia hacia el democratismo que se apoderó de la casi totalidad de las organizaciones que se reivindican de la IVª Internacional" (9).
El XIV Congreso del SU
En su XIV Congreso Mundial, realizado en 1995, el SU avanzó un poco más en esa línea, llegando lógicamente a un planteo liquidacionista de la IVª Internacional, y de toda organización internacional de la clase obrera: "Rechazamos la pretensión, hija de otros tiempos, de ser el partido mundial de la revolución… La concepción centralista de la Internacional, incluso la del Comintern de la primera época, debe ser abandonada en nuestros días" (10).
Un poco de coherencia, o mejor, un mínimo de honestidad política, debería llevar a los autores de este planteo a disolver la ficción del SU "de la IVª Internacional". No lo hacen, sin embargo, lo que precisa la exacta función política del SU: liquidar la IVª Internacional, y toda tentativa de reconstruirla, en nombre de la IVª Internacional. Pero esa función no es nueva: el SU ha sido el "agujero negro" de todas las tentativas de reconstrucción de la IVª hechas en el pasado. Se trata de una verdadera "quinta columna" en el trotskismo, que es necesario eliminar, como condición de la existencia de la IVª como corriente política internacional.
El planteo liquidacionista es la consecuencia lógica de una caracterización que declara caduco el período abierto por la Revolución de Octubre (o sea, el ciclo histórico de la revolución socialista), así como "las divisiones entre socialdemócratas y bolcheviques", y hasta "entre revolucionarios y reformistas", las cuales "no tienen más sentido alguno" (sic).
Lo que pocos notaron es que el SU fue mucho más allá, y a partir de la "crisis del proyecto socialista" proclama ahora también la inactualidad de la lucha antiimperialista y hasta de la lucha democrática consecuente: "El proyecto socialista no es el único en crisis. También están en crisis las diversas visiones del mundo que coexistían, se confrontaban y se complementaban en el periodo precedente: el tercermundismo de Bandung, el universalismo democrático-burgués y las ilusiones de progreso del comunismo productivista victorioso en el año 2000". Por detrás de una especie de nihilismo, aparece un planteo de adaptación total al régimen social y político existente, y esto en nombre de la "democracia y la ciudadanía" (con lo que éstas se revelan un puro bla-bla-bla para adaptarse a la realidad existente).
Liquidacionismo pro-capitalista
Lo mismo puede decirse acerca de la cháchara sobre la fantasmagórica categoría del "neoliberalismo", que encubre una adaptación de tal magnitud al régimen de la propiedad privada, que llega a oponerse hasta a la consigna burguesa de "nacionalización" (ni hablar de la expropiación sin pago y bajo control obrero, planteadas por el Programa de Transición de la IVª Internacional). El SU plantea: "El reciclaje de los lucros de la productividad (servicios de educación, salud, habitación) con ampliación de la gratuidad e injerencia en el derecho de la propiedad privada. Derecho de los ciudadanos (as) a la propiedad social de las grandes empresas cuyas opciones y decisiones tengan mayor incidencia sobre sus condiciones de vida presentes y futuras. Ese derecho no implica necesariamente nacionalización, sino una socialización efectiva (derecho al uso autoadministrado, descentralización, planificación)" (itálicas nuestras).
Esta apología casi católica de la "función social de la propiedad (privada)" ya no es revisionismo (¡ni centrismo!), sino liquidacionismo en nombre de la adaptación al capitalismo. Los que califican al SU de centrista olvidan que los planteos de éste poseen total coherencia teórica. Para el SU está en marcha "una mutación histórica del modo de acumulación capitalista" que tornaría obsoletas las categorías del pasado, como el imperialismo, para no hablar de la lucha de clases, que no es siquiera mencionada en las resoluciones del XIV Congreso. Y también las tradiciones "del movimiento obrero, cuyas políticas fueron moldeadas hace décadas en el cuadro del Estado Nacional". Este habría sido superado por el "Estado supranacional"(sic), en la medida en que "la fusión de capitales engendra oligopolios cuyas relaciones con los Estados de origen se distienden". Según el SU, "las multinacionales eran el agente de una metrópoli imperialista en los países dominados e instituían relaciones biunívocas, completadas por un sistema de dominación política. Con la mundialización, las relaciones son, de entrada, multilaterales y los grupos multinacionales franquearon una etapa suplementaria en la internacionalización que les conduce poco a poco a autonomizarse con relación a sus Estados". Estaría en formación "un capital regional-continental (por ejemplo Europa)".
¿Globalización o dislocación ?
El SU, por lo tanto, suscribe a pie juntillas la "teoría de la globalización", cuyo meollo plantea que el capitalismo habría logrado superar la contradicción mortal entre la tendencia hacia la expansión ilimitada de las fuerzas productivas y las barreras de los Estados y fronteras nacionales, contradicción que está en la base de la "mundialización" de la anarquía productiva capitalista, de las guerras comerciales y financieras y, finalmente, de las guerras mundiales. Si esto fuese cierto, el capitalismo tendría garantizado su pasaporte para la eternidad.
Para hacer pasar la "globalización", el SU presenta una versión kautskiana del "imperialismo del pasado", que habría sido un "sistema de relaciones biunívocas, completadas por un sistema de dominación política". Para Lenin, en cambio, la política era "la economía concentrada": la dominación política no "completaba", sino que era la precondición y la expresión concentrada de la expansión mundial de los monopolios habiéndola precedido históricamente que se libran a una despiadada competencia mundial, sin respetar fronteras nacionales. El "sistema biunívoco" corresponde al "Antiguo Sistema Colonial", que fue barrido por el imperialismo capitalista, expresión del capital financiero. El "imperialismo" del SU es premarxista y prehobsoniano…
La realidad, por otro lado, es que la "teoría" de la globalización no es correcta desde el punto de vista teórico, ni desde el punto de vista empírico. El primer esbozo de una teoría semejante fue demolido por Lenin, al criticar el "superimperialismo" de Kautsky (el que tenía la ventaja, sobre el SU, de no olvidar la existencia del imperialismo). La globalización afirma que el capital será transformado en mundial. Las rivalidades nacionales tenderían a desaparecer, no habrá más guerras. Se trata de una versión rosa del ultraimperialismo de Kautsky, que tampoco es original, pues ya había sido planteado por Hobson en 1902.
Algunos marxistas prefieren la noción de "mundialización del capital", que precisaría la naturaleza social de la globalización. Este "capital mundial" sería un capital que nada tendría que ver con el real-nacional, ni con sus contradicciones. Pero ya Bujarin (en El Imperialismo y la Economía Mundial) estableció claramente que la tendencia imperialista no es en dirección a la mundialización, sino a la nacionalización del capital. Sólo en caso de que el desarrollo capitalista fuese exactamente igual (tecnológica y económicamente) en todos los países, existiría la posibilidad de que los capitales se fusionasen en paridad de condiciones. Pero la desigualdad es un axioma del desarrollo capitalista. Toda desigualdad es aprovechada por el capital más fuerte para imponer condiciones de subordinación, lo que, en determinado momento, genera las relaciones típicas del sistema imperialista.
La internacionalización de las fuerzas productivas torna más agudas que en la época de Lenin las contradicciones del capital, no lo contrario. Además, el capitalismo es incapaz de estructurar un Estado mundial, o cualquier tipo de coordinación que dé expresión a la supuesta internacionalización del capital. La perspectiva, entonces, no es la de un co-dominio mundial, sino la agudización de la lucha interimperialista. Esto implica un fortalecimiento sin precedentes del Estado, por su entrelazamiento más profundo con el capital, con vistas a defender e impulsar con mayor fuerza los intereses del capital "nacional". Esta es la base de la crisis mundial contemporánea.
Desde el punto de vista empírico, diversos economistas han criticado la supuesta "globalización" del capital, probando que en los últimos años se ha fortalecido la base nacional del capital, que las tendencias hacia el proteccionismo y la guerra comercial están más presentes que nunca, que los bloques regionales no consagran la tendencia hacia un "capitalismo global", sino hacia la dislocación del mercado mundial, a través de la agudización de la guerra económica entre sus potencias hegemónicas (11). Está claro que, al hacer abstracción del cuadro de crisis profunda del capital en que se producen esos desarrollos, los mismos economistas no sacan la conclusión obvia: la "globalización" no pasa de un espejismo ideológico destinado a ocultar la crisis estructural del capitalismo mundial y la tendencia hacia su colapso, que los repetidos cracks bursátiles prefiguran.
Contra la Revolución Permanente y el Programa de Transición
En lo que tiene de verdadero (la internacionalización sin precedentes de las fuerzas productivas capitalistas), la "globalización" significa lo contrario de lo que pretenden sus teóricos: del mismo modo que el monopolio socializa la producción al punto de crear las bases del modo de producción socialista, su internacionalización crea, de manera más amplia que en el pasado, las bases para el internacionalismo proletario y el socialismo mundial, la revolución permanente a escala internacional.
La "economía vulgar" del SU, sin embargo, no es un error ingenuo que se podría corregir a través de un buen curso de marxismo y economía contemporánea. Es el remate ideológico de un curso de adaptación profunda y completa al democratismo y al régimen burgués. No es un ornamento, sino que cumple una función política precisa: declarar caduco el "sistema de reivindicaciones transitorias hacia la conquista del poder", debido a que el poder… ya no está en ningún lado.
"¿Dónde está el poder?", se pregunta el SU, para quien "las reivindicaciones transitorias… esos puentes y pasarelas, son, en este momento, muy precarios", porque "los Estados (nacionales), el poder que representan, pierden el control de una parte creciente de los procesos de producción, de los flujos monetarios, de las corrientes de capital" (12). El SU se tragó el cuento del "Estado Mínimo" "neoliberal" sin advertir el crecimiento sin precedentes, a nivel nacional e internacional, del intervencionismo estatal (el G7, acuerdo entre Estados nacionales, ha sustituido las principales funciones de la "supranacional" ONU, en crisis galopante), debido a la propia crisis del capital, a la que el SU ha dejado de referirse (pues no cree en ella).
La base de la crisis, y de las tentativas de salir de ella a través de la "flexibilización" y de los "bloques regionales", fue la caída brutal del crecimiento de la productividad del trabajo entre 1966 y 1974 (cuando cayó por debajo del crecimiento demográfico mundial), con su consecuencia, la caída de la tasa de ganancia, que pasó (entre 1973 y 1982) de 18,8 a 4,2 en los EE.UU.; de 35 a14,3 en Japón; de 14,1 a 8,1 en Alemania; de 6,6 a 0,6 (!) en Inglaterra (13). Estos son los números menos citados por los economistas "globalizados" las resoluciones del SU contienen una catarata de estadísticas, que generalmente no vienen al caso, porque revelan que en la base del proceso actual se encuentra la caída tendencial de la tasa de ganancia, o sea, la tendencia hacia la auto-abolición del capital.
A eso se resume la teoría, el programa y la política actuales del SU: a una declaración de guerra contra el trotskismo, la IVª Internacional y su Programa de Transición, o sea, contra el propio marxismo.
El "Llamado" de la LIT
La Liga Internacional de los Trabajadores (fundada por Nahuel Moreno) ha analizado las resoluciones del XIV Congreso Mundial del SU y, confrontándolas con largos fragmentos de Lenin y Trotsky, concluye afrimando la total contradicción de esas resoluciones con el internacionalismo (14).
Cabría comentar que esa constatación es tardía, se mantiene sólo en el plano ideológico (no se la vincula con la evolución y las posiciones políticas del SU, ni con sus bases sociales). Es muy limitada políticamente ("Este conjunto de posiciones levantadas por el SU expresan bien el sentimiento de varias organizaciones y militantes revolucionarios que buscan rebajar el programa para construir una Internacional más amplia": en realidad, se trata de un programa de destrucción de cualquier Internacional, amplia o estrecha) y también teórico-programáticamente (no se constata el ataque en regla contra el programa transitorio y los propios principios del marxismo).
Paralelamente, la LIT lanza un "Llamado a una Reunión Internacional", conjuntamente con dos organizaciones (rusa y polaca), convocando a "todas las organizaciones que consideren la Declaración de París como un punto de partida, con el objetivo de examinar cuestiones programáticas y prácticas, y la posibilidad de conformación de un cuadro organizativo internacional, capaz de unir, con igualdad de derechos y obligaciones, a todas las fuerzas que expresen su disposición a trabajar por la construcción de una Internacional obrera basada en el principio del centralismo democrático y en un programa revolucionario" (15).
La "Declaración de París" de 1995 ya fue objeto de análisis críticos de nuestra parte (16). Al eufemismo de criticar los "gobiernos de Frente Popular" (sin caracterizar la función contrarrevolucionaria de los Frentes Populares en la oposición), al democratismo de criticar la "guerra de guerrillas" en general (la guerrilla es un método de lucha, recomendable o no según las circunstancias: condenarla en general es incorrecto), y a otros problemas, se suma que la declaración no contiene una caracterización, siquiera cualquier mención, al SU de la IVa Internacional, como si la reconstrucción de la IVª pudiese hacerse ignorando a la única corriente que reivindica su continuidad organizativa y política. El "Llamado" actual reproduce el mismo defecto.
Crisis y refundación de la IVª Internacional
En realidad, el "Llamado" surge de la disolución del "Comité de Enlace" (LIT-WIRFI) que había pergeñado la "Declaración", debido a la defección del WIRFI (el WRP británico). El "Llamado", surge, entonces de una crisis en la política de la LIT: "deja abierta", inclusive, la cuestión de si la Internacional será la IVª, el programa de la Internacional. Plantea, sin embargo, objetivamente, una cuestión vital para la vanguardia obrera mundial, que abre un curso para impulsar el debate internacional.
Nuestra posición es que el desarrollo de la crisis mundial ha confirmado las bases programáticas del trotskismo: a) La burocracia es una camada restauracionista en los Estados Obreros, y contrarrevolucionaria a nivel mundial; b) Los Frentes Populares y el democratismo pequeño-burgués son contrarrevolucionarios; c) El capitalismo se encuentra en una fase de crisis y decadencia históricas, a la que el proletariado debe oponer el programa de las reivindicaciones transitorias hacia la dictadura del proletariado y el socialismo; d) El partido revolucionario y la IVª Internacional son sus instrumentos imprescindibles (el SU es una corriente liquidacionista de ambos).
Esas bases deben ser la plataforma para una campaña internacional para la refundación de la IVª Internacional.
Agosto de 1997
Notas
1. Resolución sobre el Programa Mínimo de Acción de los Trabajadores frente a la Globalización Neoliberal, La Habana, agosto 1997.
2. Principales Propuestas de Modificaciones sugeridas al Documento, ídem.
3. Folha de Sao Paulo, 9 de febrero de 1997.
4. Raul Pont. O novo caminho da América, ídem, 15 de agosto de 1997.
5. Cf. Luis Oviedo. La cuestión del programa, En Defensa del Marxismo , nº 16, Buenos Aires, marzo 1997.
6. Ver: Aldo Ramírez. El XIII Congreso Mundial del SU de la IVª Internacional, En Defensa del Marxismo, nº 4, Buenos Aires, septiembre 1992; Osvaldo Coggiola. Sobre el Secretariado Unificado y las corrientes trotskistas internacionales, ídem nº 14, septiembre 1996, y: Condiciones políticas de la lucha para refundar la IVª Internacional, ídem nº 16, marzo 1997.
7. Documentos del XIII Congreso Mundial de la IVª Internacional, Inprecor, nº 86, Madrid, septiembre 1991.
8. Socialisme ou Barbarie. Manifeste de la IVªè Internationale, Supplément à Inprecor, nº 371, París, julio 1993.
9. Jorge Altamira. Por la refundación inmediata de la IVª Internacional. Respuesta a Lutte Ouvrière, En Defensa del Marxismo, nº 17, Buenos Aires, julio 1997.
10.Resoluciones del XIV Congreso Mundial de la IVª Internacional, Inprecor, nº 50, México, octubre-noviembre 1995, así como las citas siguientes.
11.Cf. Osvaldo Coggiola. "Globalización" y Socialismo, En Defensa del Marxismo, nº 15, Buenos Aires, diciembre 1996.
12.Daniel Bensaïd. Referência para a análise da nova situação mundial (Documento para o XIV Congresso da IVª Internacional), Em Tempo, nº 282, San Pablo, junio 1995.
13.Cf. Osvaldo Coggiola. Sobre Sindicato Orgânico e Contrato Coletivo de Trabalho, Universidade e Sociedade (Revista de ANDES-Sindicato Nacional), nº 10, San Pablo, enero 1996.
14.Ver: Jonas Potyguar. La Internacional Hoy, Correo Internacional, nº 72, s.l.p., junio 1997.
15. Llamado a una Reunión Internacional, ídem.
16.Ver: Jorge Altamira. Un "Comité de Enlace" que apoya los Frentes Populares y disemina la confusión, En Defensa del Marxismo, nº 11, Buenos Aires, abril 1996; y: Osvaldo Coggiola. Los estertores del morenismo, ídem n. 8, septiembre 1995.