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Una política que no podía ser.


La "no presidencia" de Cámpora, que duró exactamente 49 días, es el eje sobre el cual Miguel Bonasso analiza al justicialismo en sus distintos gobiernos hasta el golpe militar de 1976.


 


Resulta llamativo que el período durante el que transcurre una experiencia fundamental de la clase obrera argentina y ha signado toda la historia política nacional sea abordada en un voluminoso libro novelado de 600 páginas, alrededor de un personaje absolutamente secundario.


 


No es un dato menor que el autor, enrolado en la izquierda peronista, y que fuera secretario de prensa durante la campaña electoral de Cámpora haya sido él, a su vez, el secretario de Prensa de la presidencia "que no fue…"


 


Con el gancho publicitario de "Los archivos ocultos del peronismo", sugiere revelaciones trascendentes hasta ahora desconocidas.


 


Sin embargo, el resultado de la lectura del libro es una enorme falta de consistencia y de caracterización de lo relatado.


 


Más que la revelación de lo oculto, el autor pretende ocultar lo evidente. La incapacidad política del protagonista y el carácter patronal, reaccionario y antiobrero del retorno de Perón al poder y al gobierno.


 


Recién en la página 591 Bonasso trata de sacar un balance del último Perón y dice: "una vez en el país y sometido al fuego cruzado de su propio Movimiento, el Mito tuvo que descender a la carnadura del hombre. En el peor momento del hombre: cuando la enfermedad y la vejez lo acosaban, hasta embotar el instinto político que había poseído en grado sumo el joven coronel de los años cuarenta. Porque el mismo líder que en el 45 incorporó a los obreros y las mujeres a la escena política, no supo (o no quiso) abrir un espacio para la juventud revolucionaria de los años setenta".


 


Esta conclusión, si así puede denominarse, está formulada después de señalar la entrega sin lucha del gobierno en el 45, el apoyo a Onganía, la masacre de Ezeiza, la defenestración de Cámpora y la creación de las 3A con la secuela de asesinatos de esa juventud revolucionaria que el viejo no habría sabido incorporar.


 


Todo el libro es un monumental escamoteo al servicio de defender la justeza invariable de lo realizado por el autor, a pesar de que la realidad testarudamente se encargue de desmentirlo.


 


Para intentar semejante despropósito, Bonasso relata cada acontecimiento simulando desconocer el siguiente y sobre todo sus resultados.


 


Cámpora


 


Cámpora, exaltado por Bonasso por su rectitud, su ética y al que llega a ver como una "ilusión intacta y una alternativa a impulsar en el momento oportuno" (pág. 591) para hacer posible la revolución, es en realidad un oscuro personaje, cuya condición más notable es la ausencia de cualquier condición política que no sea la obsecuencia. Para aventar cualquier sospecha en este juicio, tomemos las palabras del propio Bonasso para describir a Cámpora en la página 61, "era un típico peronista… de esos que llegaron a la política… sin saber por qué". " Si le decían obsecuente respondía que sí lo era de puro consecuente… Pero el calificativo que más defendía era el de incondicional, porque su lealtad a Perón no ponía condiciones y se confundía con su sentimiento religioso".


 


Esta descripción hecha para elogiarlo se refiere al período en que Cámpora era presidente de la Cámara de Diputados de la primera y segunda presidencias de Perón.


 


Recurriendo a los famosos archivos ocultos, Bonasso transcribe el siguiente texto para analizar la destitución de Cámpora al frente de la Cámara, en su propia versión: "Nunca supe por qué dejé de ser presidente de la Cámara. Había circulado el rumor de que el General quería que presidiera la Cámara una mujer…". Este individuo es a quien Bonasso y toda la juventud peronista creían capaz de encabezar la revolución social y llevar a la "Argentina Socialista".


 


Semejante maquillaje está dictado por el afán de hacer viable el proyecto de la izquierda peronista, y se sustentaba en la pretendida cercanía de Cámpora con la juventud y con posiciones radicalizadas.


 


La simpatía de Cámpora con la juventud coincide con el período en que Perón hablaba de la "juventud maravillosa", auspiciaba a Galimberti y alentaba a las "formaciones especiales", eufemismo detrás del cual funcionaban los grupos armados en torno al peronismo. En fin, Cámpora recitaba su parte de la demagogia radicalizada usada por Perón, para capitalizar el repudio popular a la dictadura y granjearse la confianza que le permitiera reestructurar el frente burgués, acosado por la acción de las masas, que dominaba la escena nacional desde el Cordobazo y había volteado a Onganía, Levingston y acorralaba a la dictadura de Lanusse.


 


Cámpora fue sólo un engranaje en el mecanismo del Gran Acuerdo Nacional montado por Lanusse, los militares y el imperialismo para contener el ascenso surgido desde el Cordobazo y canalizar el descontento popular a través de las elecciones.


 


Destituido por Perón de la presidencia de la Cámara en la primera presidencia, lo vuelve a encumbrar como delegado personal desde el exilio, luego de desplazar al anterior delegado (Paladino), quien había armado un juego propio con los militares.


 


La candidatura de Cámpora, dictada por Perón, tenía el reaseguro de que no sacaría los pies del plato y lo podría bajar en cualquier momento.


 


A pesar de esto, Bonasso, reverdeciendo ilusiones comunes a toda la izquierda peronista, se ilusiona con los alcances de un gobierno del Tío.


 


Este gobierno fue formado por Perón, quien colocó a su gente en los lugares de relevancia, empezando por López Rega y por Gelbard, representante de la Confederación General Económica. Paralelamente, les dio a Osinde y a Norma Kennedy la labor de constituir las bandas asesinas que debutarían en Ezeiza en la masacre contra la movilización de recibimiento a Perón. Esta masacre que preanuncia el contenido del futuro gobierno de Perón, es acotada por Bonasso a 13 muertos, cuando superó las 200 víctimas.


 


En un verdadero despropósito se exhibe, en el libro, una foto de Perón e Isabelita, Cámpora y señora sonriendo en el avión que luego fuera desviado a la base aérea de Morón, mientras la multitud movilizada era atacada a balazos desde el Puente 12.


 


Bonasso, sin embargo, insiste en llamarlo "gobierno del Pueblo", aun cuando estaba enteramente dominado por la burguesía, y en su corto mandato impuso la postergación de las paritarias por dos años, intervino las universidades ocupadas por los estudiantes y se entregó sin lucha a un golpe de estado que colocó a las Triple A en el poder.


 


La inexplicable defensa de Cámpora, con los hechos en la mano, sólo es entendible en la postración de la corriente pequeño-burguesa a la que pertenecía Bonasso ante alguna figura popular proveniente de la burguesía. De "Camporita" quisieron sacar rédito hasta su agonía, cuando lo imaginaban al frente del partido peronista auténtico.


 


El autor relata, sin embargo, que Cámpora se distanció de él para no quedar pegado a los montos a los que Bonasso pertenecía, como tuvo que confesarle al propio Cámpora.


 


Perón


 


El encubrimiento de Cámpora es esencial al encubrimiento del propio Perón. Perón es reivindicado cuando se enfrenta a Braden y disculpado cuando en 1947 firma el tratado de las Américas (TIAR, usado en el 82 contra la Argentina en Malvinas); bajo la titularidad del propio Braden!


 


Destaca a Perón cuando alienta a la juventud y las "formaciones especiales", adjudicándole un sentido progresivo y antiimperialista.


 


En cambio, duda que Perón auspiciara las Triple A, y adjudica las posiciones reaccionarias de éste a que estaba dominado por el brujo. El apoyo a la burocracia sindical se debería a la falta de información del viejo líder. Y así infinitamente.


 


Esta triquiñuela repite el discurso de la izquierda peronista, de que ella se proponía usar al viejo para imponer posiciones revolucionarias, en la remanida aspiración a ser considerados como la cuarta rama del movimiento, en competencia con la rama femenina y la rama sindical.


 


La dependencia de estas figuras llega hasta la propia Isabelita. Ante la muerte de Perón y el ascenso de Isabelita, Bonasso dice: "Montoneros comenzó apoyando la continuidad institucional y en Noticias nos esmeramos en buscar las mejores fotos de Isabel para que el apoyo fuera también estético y gráfico".


 


La izquierda peronista


 


El encubrimiento de Cámpora y Perón hacen al encubrimiento del propio Bonasso.


 


Defenestrado mientras esperaba que lo nombraran secretario de Prensa de la Presidencia del Gobierno de Cámpora, fue marginado sin explicaciones hasta que las recibió en el exilio: "El Tío me confesó la verdad dos años después de los hechos con un furcio insuperable: La caza del Brujo comenzó con usted, Miguel… Yo (como se lo habrá imaginado) pensaba llevarlo a usted a una importante función de gobierno. Pero cuando el Señor López Rega vio su nombre me dijo: No podemos poner los medios de comunicación en manos de un marxista. Y lo tachó de la lista".


 


Así, sintéticamente, quedan al desnudo los límites del horizonte político de quienes estaban a la cabeza de un movimiento, como la juventud peronista, con más de 100.000 afiliados: la espera del resultado de disputas de palacio para influir sobre el líder patronal de turno.


 


La crítica a los montoneros se resume nuevamente en la mencionada página 591, y es que "Perón tenía el suficiente talento (y aún le restaba una decisiva lucidez) como para haber intentado convencer a los dirigentes juveniles de que debían sofrenar su apresuramiento y aceptar un rol político (y no militar) en la nueva etapa que se iniciaba". Así, termina culpando a la juventud por no haberse sometido al rumbo reaccionario, antiobrero y antinacional que evidenciaba el gobierno popular, cuando la juventud peronista hizo lo imposible por hacerlo. Apoyó el Pacto Social, la suspensión de las paritarias, la intervención a las universidades, llegando a defenderla y fue empujada por la provocación de la derecha a la lucha armada.


 


La izquierda peronista trató de ocultar el carácter impopular, a la manera de la selección de fotos de Isabelita, para que los trabajadores no rompieran definitivamente con ese gobierno.


 


La flexibilidad que Bonasso le reclama a los izquierdistas se convirtió en doctrina, y los avivados han auspiciado a Luder (el del Operativo Independencia de eliminación de la guerrilla), Herminio Iglesias, Saadi, Cafiero y Menem, con el que muchos de ellos llegaron al poder.


 


Bonasso, que ahora apoya a la Alianza, preparará para el futuro un nuevo libro sobre los progres que no fueron.


 


El gran ausente de todas las combinaciones urdidas por estos líderes populares es "el Pueblo", en nombre de quien dicen operar. La elección de Cámpora como protagonista de este extenso y rico período histórico es una confesión del papel que los oprimidos juegan en su concepción política.


 


El mayor aporte del extenso trabajo de Bonasso es que ha dejado una muestra palmaria de que el justicialismo no tiene absolutamente nada que ver con una organización obrera.


 


La acción de los trabajadores es negociada y traficada en los pasillos. Los programas son armados por redactores para decir algo sobre lo que nunca harán sus personeros; en los puestos dirigentes se destacan los empresarios, los militares o los burócratas sindicales digitados en reuniones secretas. Las aspiraciones de las masas son burladas por los que dicen representarlas.


 


Los trabajadores, en su marcha al poder, tienen la oportunidad de hacer política e historia sobre otras bases. Es la experiencia de las asambleas, del Partido Obrero basado en la acción y la deliberación comunes de los protagonistas de las luchas, reflexionando sobre su propia experiencia.


 


El libro de Bonasso será un relato más de la prehistoria que debemos superar.


 

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